Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Square-Enix. Tan solo los inventados son de cosecha propia ^^


CAPÍTULO 16

Rinoa había estado un rato con Zell ojeando aquel libro que el muchacho había sacado de la biblioteca. La verdad, que tenía razón cuando les comentó que era bastante pesado y con un montón de literatura incomprensible, pero para sorpresa de Rinoa, ese símbolo era casi idéntico al de la víctima.

Caminaba despacio hacia su habitación cuando recibió una llamada de Squall. Éste le comentó con aquel tono sarcástico que a ella a menudo le encantaba, que por fin había salido del despacho, pasaría por la cafetería a cenar algo y antes de encontrarse con ella, pasaría por su habitación a darse una ducha. Una sonrisa se dibujó en su rastro y aceleró el paso para llegar a su cuarto.

Cuando llegó dejó caer el pesado libro sobre la cama y se adentró en el baño dispuesta a asearse. Cuando salió se puso aquella sudadera gris de cuello caído y unos pantalones cortos. No tardó ni quince minutos en estar sentada sobre la cama con aquel pesado libro sobre sus piernas.

Lo observó con curiosidad, esas tapas oscuras de piel aviejada, con ese símbolo en dorado y esas letras ininteligibles. Rozó el relieve con la yema de sus dedos, levemente fascinada por la antigüedad del mismo, y por un momento se quedó encandilada de aquel objeto que sostenía entre sus manos.

Unos nudillos en la puerta la sobresaltaron haciéndola volver de golpe a esa realidad. Por un momento se asustó de que aquella no fuese su habitación, como le pasó con anterioridad o como le había ocurrido esa misma mañana en clase. De nuevo, el resonar suave en la madera de la puerta, la hicieron apartar el libro a un lado y correr hacia la puerta.

Cuando la abrió, Squall estaba apoyado en el marco de ésta con las manos en sus bolsillos, su pelo estaba algo húmedo y caía de manera desordenada por su frente. La joven sonrió al verlo y cogiéndolo de la mano, lo arrastró con sutileza hacia dentro y cerró la puerta tras ellos. Sin dudarlo se puso de puntillas y se enroscó en su cuello, embriagándose al instante del olor a gel y perfume masculino. Sintió los brazos de Squall rodearla por la cintura y estrecharla contra su cuerpo, mientras se relajaba por completo entre aquellos brazos.

- Llevo sin verte desde ayer a la tarde -se quejó la pelinegra contra el cuello del joven-.

Éste suspiró y deshaciendo el abrazo la besó en la frente.

- Lo siento -se disculpó sonriendo de medio lado y mirándola con ojos de niño pequeño-.

Rinoa se derritió con aquel gesto.

- Voy a pensar que lo nuestro es solo sexo -bromeó ella recordando que llevaba desaparecido desde la tarde anterior en la que se habían acostado por última vez-.

- ¡Oh, claro! Eso va mucho con mi personalidad de capullo -contestó con ironía mientras era arrastrado de la mano por Rinoa y tomaban asiento en la cama-.

La pelinegra sonrió y le dio un pequeño empujoncito con su hombro.

- ¿Cómo está Selphie? Sé que Yinna ha vuelto, siento no…

- No pasa nada, no te preocupes -interrumpió ella mostrándole una sonrisa tranquilizadora-. Selphie ha estado bien, sorprendida, ya que no se lo esperaba, pero bien.

- Se me pasó por completo decírselo -se martirizó de nuevo apoyando los antebrazos sobre sus rodillas-. ¿Y, tu? -dijo de pronto buscando aquellos ojos almendrados sabiendo que habría estado con Yinna en clase-.

Rinoa suspiró sonoramente y se echó hacia atrás apoyando las palmas de sus manos sobre la cama.

- No se ha despegado de mi en toda la mañana, cada vez es más siniestra -recordaba la joven mirando hacia el techo-. Me observa con esa sonrisa sin sentimiento, es como si fuera un maldito robot, no sé cómo no me di cuenta antes.

El comandante se quedó pensativo y a su mente vino el recuerdo de esa mujer cuando la había visto en el despacho. Ese aire de superioridad, esa manera de saludarlo con tanta arrogancia, sin duda, ese exceso de soberbia pasaba completamente inadvertido para el director.

- Esta mañana la he visto en el despacho y la verdad, que desprende algo que hace que me irrite demasiado. Al final he acabado discutiendo con Kramer. He intentado advertirle, pero es imposible con él. ¿Sabes que las fichas de esos tres vuelven a estar en su sitio? -dijo con ironía-.

Vio como Rinoa se giraba en su dirección y se acomodaba en la cama, mientras negaba con incredulidad.

- Pero ¿cómo es posible?

- Ni idea, pero eso ya da igual. Cid está cegado.

Hubo otro momento de silencio entre la pareja. Rinoa intentó entender algo, pero la idea de que el máximo superior del aquel jardín estuviese en contra de ellos, la inquietaba demasiado.

- Después ha llegado Edea – prosiguió el chico tras la pausa-. Y le he contado todo lo que nos está pasando -soltó sin más rodeos-. Sé que debía haberos consultado antes pero no aguantaba más.

Vio como los ojos de Rinoa se agrandaban en un gesto de sorpresa.

- ¿Y? -preguntó temerosa de lo que pudiera haber pensado la mujer-.

- Me ha creído -confesó dejando entrever una sonrisa-. Nos cree, Rinoa -continuó más aliviado-. Mañana os lo contaré en más detalle, pero me ha dicho que cuando vinieron a matricularse, ella estaba en el despacho y que sintió algo extraño, como si no pudiera pensar con claridad.

- Eso es lo mismo que…

- Eso le he dicho, que tú también lo sientes.

La pelinegra pareció relajarse levemente al escuchar aquello, esa sensación de hace ya unas semanas, de que todo lo que la ocurría, parecían las historias de una demente, estaba empezando a desaparecer.

- Esperaremos a que Edea nos diga algo ¿vale? -comentó acercándose a la joven y besándola-.

Squall se desperezó algo más aliviado tras la charla con la pelinegra y se echó hacia atrás en la cama, en ese momento su mirada se dirigió directamente al libro que yacía tras Rinoa.

- Y ¿esto? -preguntó cogiendo el libro y mirándolo con curiosidad-.

- ¡Oh! Lo ha encontrado Zell en la biblioteca, ¡mira!

La joven bruja cogió el libro sobre sus rodillas y pasó las hojas hasta una de ellas, la cual había marcado con un marcapáginas de color azul. Squall observó aquellas páginas algo amarillentas y de aspecto antiguo y por un momento, quedó prendido del misterio de aquel objeto.

- Pero…

- Es idéntico ¿verdad? -dijo ella con entusiasmo en la voz-.

- Ahora lo entiendo…

Rinoa observó al chico durante unos instantes y vio como su entrecejo se fruncía aún más.

- Ayer a la noche, cuando llegué al jardín, me crucé con Seifer. Intenté hablar con él y le pregunté por ese colgante, pero lo único que me dijo es que ya era tarde, que ellos habían cerrado el círculo y que no podríamos hacer nada -explicó bajando algo el tono sin poder contener la preocupación del momento-. En el libro, el círculo parece no estar cerrado -añadió volviendo la vista al libro-. Y ¿habéis encontrado algo?

La pelinegra negó algo cabizbaja.

- Zell lo ha estado mirando, pero mucho de los textos parecen estar en otro idioma. Quería echarle un ojo, por eso se lo he pedido.

El joven castaño suspiró y poniéndose en pie, se deshizo de su cazadora para después, acomodarse sobre las almohadas de esa cama con el libro sobre sus piernas.

- Bien, pues echémosle un ojo -comentó invitando a la pelinegra a recostarse sobre él y buscar algo en aquellas hojas-.

Pasó algunas hojas, deteniéndose de vez en cuando a leer algunos párrafos. Como bien había dicho Rinoa, muchos de los textos estaban en un dialecto antiguo y eran muy complicados de entender. Leyó algunas líneas en alto, intentando encontrar relación con lo que les estaba pasando, pero parecía que aquello iba a ser mas complicado de lo que hubiera imaginado.

No supo decir cuanto tiempo estuvo mirando aquellas páginas y las ilustraciones un tanto extrañas que las acompañaban. Hacía un rato que se había dado cuenta que Rinoa se había quedado dormida sobre su hombro y con su brazo rodeándolo a la altura del abdomen. Sonrió para sí e inclinándose levemente, la besó en la frente. Volvió la vista a aquellas líneas y transcurrido una media hora, su atención se centró en un párrafo el cual antes, le había pasado desapercibido. Estaba algo emborronado y la tipografía era muy pequeña y algo extraña. En un principio creyó que el dialecto era desconocido, pero cuando lo miró con más detenimiento, se dio cuenta de que no. Sus ojos se abrieron de par en par cuando leyó con atención esas palabras que revolotearon en su mente hasta que cobraron sentido.

- ¡Rinoa! -llamó con urgencia mientras se incorporaba-.

La mujer se quejó a su lado y frotó sus ojos.

- Que pasa… -dijo con la voz algo ronca mientras se asomaba por encima del hombro de Squall-.

- Este párrafo... -empezó a decir en voz baja cerciorándose de nuevo, de que había descubierto algo-. Mira lo que dice "Tras la llegada de las cinco, el círculo se cerrará, así la noche eterna caerá y el mundo de las tinieblas lo inundará todo. Se llevará a cabo el sacrificio del bienaventurado en el lugar sagrado dando paso a la llegada de la nueva era y con ella el despertar de la criatura, su resurrección."

Ambos muchachos se miraron en silencio cuando acabaron de leerlo.

- Pero… ¿qué piensan hacer? -susurró Rinoa con voz temerosa-. Y ¿qué es eso de despertar a la criatura?

Squall la miró y pudo ver aquellos ojos almendrados clavados en el libro, de repente parecía tan asustada. El chico cerró el libro y lo dejó sobre la mesita de noche.

- Es solo un texto en un libro antiguo -dijo poniéndose frente a ella y acariciando su mejilla-.

La pelinegra lo miró y como siempre, tan solo la mirada de aquel hombre, consiguió tranquilizarla.

- Pero todo parece encajar, las cinco víctimas, el círculo cerrado…

Rinoa no pudo seguir hablando ya que se vio arrastrada de la mano para recostarse en la cama. El comandante la rodeó con los brazos y la invitó a recostarse sobre él. Ella no puso objeción alguna y simplemente se dejó reconfortar. Apoyó su frente en el hueco entre el cuello y el hombro y pasando su brazo por la cintura de Squall, se acomodó contra aquel cuerpo.

La muchacha no podía quitarse de la cabeza aquellas palabras que muy a su pesar, se asimilaban demasiado a los acontecimientos que iban ocurriendo. Podía sentir como los dedos de Squall acariciaban su hombro desnudo y de vez en cuando, depositaba algún beso fugaz en su frente. A pesar de que aquel hombre era callado y reservado, Rinoa pudo adivinar que estaba realmente preocupado, ya que no había dicho una sola palabra desde que se habían echado en la cama. Ella por su parte tampoco quiso decir nada, así que, sin querer pensar más en ello, ambos se quedaron dormidos.


La mañana se abría paso a paso, en la habitación de la joven bruja. La luz de la mañana hizo que Rinoa abriese los ojos despacio y elevando su cabeza comprobó que se habían quedado completamente dormidos, juraría que ni si quiera se habían movido de posición.

Una sonrisa bobalicona se dibujó en la cara de Rinoa cuando oyó emitir a Squall un sonido placentero. Ésta no pudo evitarlo y comenzó a besarlo con sumo cuidado en su mejilla, mientras bajaba por su mandíbula para acabar en su cuello.

- Mmmm… -un sonido ronco salió de la garganta del comandante ante el agradable tacto de esos labios sobre su piel-.

- Nos quedamos dormidos -susurró la chica muy cerca de su oreja-.

El chico se desperezó y por fin abrió los ojos, encontrándose con aquella cara redonda y esa sonrisa que inundaba la habitación. Squall no pudo contenerse y rodó poniéndose encima de la joven mientras se erguía sobre sus brazos para no depositar todo su peso sobre ella.

Rinoa dejó escapar una risa cuando sintió a Squall sobre ella y por fin se perdió en esos ojos azules, ahora tan relajados y puros.

- Hola… -susurró él con aquella voz sensual y a la que Rinoa difícilmente podía resistirse-.

La joven volvió a sonreír con algo de timidez. Aún no se acostumbraba a esas miradas tan intensas y cargadas de pasión que el joven mostraba. Rinoa apartó algunos mechones del suave pelo de Squall, pasando su mano tras la oreja, bajando por la marcada mandíbula hasta llegar a su cuello. Acarició aquella cadena con la cabeza de león que a menudo pendía del cuello del chico y acabó posándola en su mejilla. Pensó entonces que junto a él, podría superar cualquier adversidad, fuese cual fuese.

- Squall, tengo miedo -confesó de pronto sin apenas ser consciente de sus propias palabras-.

Llevaba días ocultando esas extrañas visiones que venía teniendo y desde que Yinna había vuelta, estaba realmente aterrada, aunque no se lo había dicho a nadie. Pero al ver a Squall de esa manera, esos ojos mirándola como si pudiera protegerla de cualquier cosa, la habían hecho decir aquello sin pensarlo.

El joven frunció el ceño ante la repentina confesión y vio como la mirada de Rinoa se volvía esquiva.

- Da igual, no es nada -dijo ella arrepintiéndose al momento de haber dicho aquello-.

Rinoa posó sus manos en el pecho del chico y con delicadez lo empujó para dejarla salir de la cama. Éste no dijo nada y obedeció haciéndose a un lado. Después la vio correr y encerrarse en el baño.

Cuando salió vio a Squall sentado en el borde de la cama con los antebrazos sobre sus rodillas y la cabeza levemente ladeada haciendo que aquel flequillo tapara parte de su cara. La pelinegra lo miró de manera fugaz y comprobó que parecía bastante tenso. No tenía que haber dicho nada, solo había conseguido preocuparlo más. La chica comenzó a recoger algunas cosas de la habitación sin prestar demasiada atención a lo que hacía, necesitaba actuar con normalidad.

- Rin…

Oyó la voz del comandante llamarla de manera pausada.

- Vas a llegar tarde, será mejor que te vayas -dijo ella sonriendo ampliamente-.

- Rinoa…

Squall, viendo que la joven no estaba por la labor de seguir aquella charla, se levantó despacio y en una de esas idas y venidas de la chica, la agarró de la cintura y detuvo sus pasos sin demasiado esfuerzo.

- Vamos, Rin ¿qué es lo que pasa? -dijo sin soltar su cintura mientras la giraba para que lo mirase-.

El chico flexionó algo las rodillas y buscó esos ojos almendrados. Oyó a Rinoa suspirar y pasar una mano por su pelo de manera nerviosa.

- Lo siento, no tenía que haber dicho nada, no quería preocuparte -comentó dejando caer la cabeza-.

- Pero lo has hecho -sentenció con seriedad-.

Rinoa levantó la cabeza al escuchar aquel tono no muy amigable, pero se encontró con una mirada cargada de preocupación y compresión por igual.

- A veces te pones muy serio, das algo de miedo -intentó bromear ella-.

Squall dejó escapar el aire por la nariz a modo de risa.

- ¿Te doy miedo? -preguntó sabiendo que aquello no era cierto-. Ven, anda -dijo cogiéndola de la mano mientras la invitaba a sentarse en la cama-.

El muchacho se arrodilló frente a ella y pasó sus brazos alrededor de las piernas de ella. Por mero instinto acarició la parte baja de su espalda con los pulgares y de nuevo, buscó la mirada de ella.

- Sé que hay algo que no me estás contando -comentó con calma-.

- Eres muy observador ¿sabes? -sonrió ella al parecer más relajada-.

La joven bruja tomó aire y posó sus manos sobre los antebrazos de Squall dispuesta a contarle aquellas visiones.

- Hace días, desde que vi a Yinna en el baño, ¿lo recuerdas? -Squall asintió-, que veo cosas, son como visiones de algún lugar, parece el jardín, pero todo está desolado y oscuro, como si… -la joven calló antes de continuar-.

- ¿Cómo si qué, Rinoa? -preguntó con urgencia él-.

- Todo parece destruido. Una voz me dice que ahora ese es mi mundo, que es ahí donde pertenezco.

Vio como el gesto de Squall cambiaba a uno de sorpresa.

- Pero… ¿qué crees que es? -preguntó algo confundido-.

- No lo sé, a veces parece muy real -confesó recordando esos momentos- …da miedo… -añadió cabizbaja-.

Squall se acercó mas a ella y cogiéndola del mentón, la obligó a mirarlo.

- Ellos son capaces de manipular a la gente, mira Kramer -comentó intentando hacerla ver que tan solo era una manipulación de su mente-. No sé cómo lo hacen, pero no es real Rinoa -dijo con seguridad-.

Rinoa dejó entrever una sonrisa con la que intentó tranquilizar al chico. Ella no estaba tan segura de que solo fueran visiones provocadas por una loca, sabía que había algo más detrás de aquello, pero no podía explicarlo.

- Está bien -dijo haciendo ver al joven que estaba de acuerdo-.

- Hoy tienes el examen al aire libre, céntrate en eso ¿vale? Sé que lo harás genial -comentó levantándose y tendiéndole una mano a la joven-.

La pelinegra lo miró y al verlo ahí parado con esa sonrisa que jamás mostraba al resto, le entraron ganas de llorar, pero no lo hizo. Se abrazó a su pecho y respiró hondo. El era tan bueno y se preocupaba tanto por el resto, jamás creyó que pudiera ser así cuando lo conoció hace ya seis meses.

- No haces más que sorprenderme, comandante -dijo de manera entretenida.-.

- ¿Y eso? -preguntó divertido-.

La joven levantó la cabeza para mirarlo.

- No sé, no esperaba que fueses así.

Squall sonrió y cogiéndola de las mejillas se inclinó para besarla en la frente y después en los labios.

- Ya ves, soy una caja de sorpresas -comentó sacando una leve sonrisa a Rinoa-. Debo irme, nos vemos en el desayuno ¿vale?

Ésta asintió y tras recoger sus cosas lo vio salir de la habitación.


El ambiente en la cafetería aquella mañana lluviosa, era de los más extraño. A pesar de que ya se habían dado cuenta de que últimamente la gente en general estaba demasiado inmersa en sus pensamientos, esa mañana, era aún más rara. El murmullo que solía inundar el lugar apenas era perceptible y en varias ocasiones el silencio que se hacía tan solo era interrumpido por el movimiento de platos y cubiertos.

- ¿Es mi percepción? ¿O la gente está más rara de lo normal? -apuntó Irvine quitándose el sombrero para dejarlo sobre la mesa-.

- No, todo es muy raro -se inquietó Selphie a su lado mientras apoyaba la barbilla sobre sus brazos que estaban en la mesa-.

Quistis y Zell llegaron hasta la mesa con su desayuno. Cuando tomaron asiento no pudieron evitar echar un rápido vistazo a su alrededor.

- ¿Qué pasa hoy? -preguntó Zell con deje preocupado-. Todos están como ausentes.

- Tal vez es este día tan lluvioso y oscuro -contestó la instructora intentando restarle importancia a la situación-.

Squall y Rinoa no se hicieron esperar y minutos más tarde tomaban asiento junto a los demás.

- ¡Vaya! Dichosos los ojos -refunfuño Selphie levantando su cabeza e irguiéndose en la silla cuando vio a Squall tomar asiento-.

- ¿Se puede saber dónde has estado? -preguntó esta vez Quistis mirándolo de manera inquisitiva-. Han pasado un montón de cosas…

- Lo sé, lo sé, pero tenemos algo importante que contaros -contestó cruzando una mirada cómplice con Rinoa quien asintió levemente ilusionada a su lado-.

Todos se miraron durante unos instantes y se acomodaron en sus respectivos sitios para escuchar a su comandante.

Squall se aclaró la voz y tomando aire se dispuso a contarles, en primer lugar, la conversación que había tenido con Edea la tarde de ayer.

- Pero eso son buenas noticias ¿no? -inquirió Zell-. Ahora solo debemos esperar a que Edea nos informe -añadió en tono tranquilo mientras se recostaba en la silla-.

Los demás asintieron con un atisbo de esperanza en la mirada.

- Y… hemos encontrado algo en el libro -dijo esta vez Rinoa cambiando el tono a uno más serio-.

Los demás la miraron y el semblante de cada uno de ellos cambió al momento.

- No es nada bueno ¿verdad? -comentó Irvine con media sonrisa sabiendo que aquel gesto de la bruja no auguraba nada bueno-.

Rinoa negó levemente con la cabeza y se dispuso a contarles lo de aquel párrafo que encajaba tan bien con todos los hechos.

Cuando terminó, todos se mantuvieron en silencio, tal vez intentando encontrar algún sentido lógico a todo aquello.

- Sigo creyendo que deberíamos hablar con Seifer -expuso Zell quien seguía creyendo que ese chico tendría alguna respuesta más-.

- Ayer a la noche, me lo crucé en la entrada y fue inútil intentar que me contase algo. Lo único que dijo es que ellos habían cerrado el círculo y que no podríamos hacer nada -explicó Squall echándose hacia delante en la mesa-.

- Que han cerrado el círculo… ¿por eso el de las victimas es distinto al del libro? -comentó Selphie quien parecía estar demasiado inquieta con toda esa historia-.

El joven comandante recorrió con la mirada a cada uno de sus amigos y soltó todo el aire de sus pulmones. El era el líder, su deber era mantener aquella situación bajo control.

- Solo es un texto antiguo, no adelantemos acontecimientos -comunicó haciendo que el resto volviera a presarle atención-. Intentaré hablar de nuevo con Edea sobre el libro, tal vez le sirva de algo ese dato. De momento no haremos nada, debemos seguir actuando con normalidad -añadió posando la mirada especialmente en Rinoa y Selphie-.

Ambas mujeres lo miraron con cierto recelo.

- Ya sé que para vosotras es algo más complicado, solo os pido que bajo ningún concepto os quedéis a solas con Yinna, ¿entendido?

Squall observó como las dos asentían.

- Bien, tengo que ir al despacho, hoy tenéis el examen y aun debo asignar los últimos grupos. No quiero que ninguno de vosotros forme equipo con ellos. Nos vemos en un par de horas.

El joven castaño se levantó y acariciando la mejilla de Rinoa, recorrió con la mirada al resto, cerciorándose de que estarían bien. En sus semblantes vio preocupación, pero también pudo observar seguridad, así que, sin demorarse más, se marchó de allí.


Squall caminaba junto con Kramer y Shu hacia las aulas del segundo piso donde los de primero tendrían el examen al aire libre.

Cuando había llegado esa misma mañana al despacho, Cid le había informado que los grupos que aún quedaban por asignar, ya los había formado él. A Squall se le formó un nudo en el estómago cuando escuchó aquello, quería haber puesto a Rinoa lejos de esos tres hermanos y a Selphie, encargada de algún grupo en los que tampoco tuviera contacto directo, pero para su sorpresa el director había decidido acabar ese trabajo y ahora no tenía la más remota idea de con quien estarían ellas dos.

- Tranquilo ¿vale?, Rinoa estará bien, he visto sus notas y son excelentes, no tendrá problemas ahí fuera -comentó Shu poniéndose a su lado y dándole un empujoncito a modo de ánimo-.

El muchacho salió de su ensimismamiento y la sonrió de medio lado. Cuando llegaron al aula y entraron dentro, un pequeño revuelo se hizo notar entre los alumnos. El instructor que estaba con ellos los mandó callar y prestar atención al director. El hombre de gafas se acercó al instructor y le comentó algo que Squall no pudo escuchar. Tras observarlos durante unos segundos, se recostó sobre la mesa del profesor y se cruzó de brazos con Shu a su lado.

Desde su posición hizo un rápido recorrido visual en el que pudo ver a varias alumnas sonriéndole tontamente, algunos otros cuchicheando y a Yinna y sus hermanos en la última fila, mirándolo fijamente como si intentasen leerle la mente. Buscó a Rinoa y dio con ella en el asiento justo debajo de Yinna, éste clavó la mirada en ella y asintió de manera imperceptible, intentando tranquilizarla.

Fue la voz del instructor quien captó la atención de todos los alumnos.

- Bien, como ya sabéis, hoy tendréis una pequeña evaluación al aire libre y contará para la nota final.

Un murmullo inundó la clase ya que esa noticia seguramente, no se les había comunicado. Squall no pudo evitar media sonrisa recordando ese mismo momento hacía ya un tiempo.

- Tranquilos, por favor -comenzó a hablar esta vez Kramer-. Ahora pasaremos a la organización, Squall por favor -dijo mirando al joven quien se adelantó unos pasos-.

- Bien, sois treinta alumnos por lo que os hemos dividido en grupos de seis, con cinco integrantes en cada grupo. Ahora Shu nombrará los integrantes de cada grupo e iréis bajando en orden para poneros en aquella pared ¿entendido? – explicó viendo como los alumnos asentían-.

En ese momento Shu abandonó la mesa y anduvo unos pasos con una lista entre sus manos, la cual empezó a leer en voz alta. Los alumno y alumnas fueron bajando las escaleras a medida que iban escuchando sus nombres. En la mitad, más o menos, de dicha lista, Squall comenzó a inquietarse. Los siguientes grupos ya nos los había organizado él y Rinoa aún no había sido nombrada. Sin querer ser demasiado negativo intentó no pensar demasiado, pero intuía que el director, tal vez, las había puesto en el mismo grupo creyendo que se llevaban bien, lo cual no era cierto.

El nombre de esos hermanos, Galh y Sonhen, lo sacó de sus pensamientos y mirando de reojo la hoja que sostenía Shu, maldijo para sus adentros. El nombre de Rinoa junto al de Yinna estaba escrito en el sexto grupo. Cuando la joven pelinegra se levantó y pasó por delante de Squall, observó que sus ojos marrones desprendían una especie de miedo y rabia por igual. El joven intentó disculparse con la mirada, negando levemente.

- Estos son los grupos -habló de nuevo el director-, ahora iremos a la entrada donde se os asignará un Seed por cada grupo. Ellos os ayudarán en caso de necesitarlo y tomaran notas de vuestro ejercicio -explicó mientras emprendía los pasos hacia la salida del aula seguido por los alumnos-. El comandante os repartirá una hoja con las indicaciones a seguir en esta prueba.

En ese momento Squall se adelantó y cogiendo el taco de hojas de la mesa del instructor, salió hacia el pasillo para repartir dichas hojas a medida que los alumnos iban abandonando el aula. De nuevo buscó con la mirada a Rinoa y cuando ésta hizo contacto visual con él, la hizo un gesto con la mano para indicarle que esperase a que todos saliesen. La joven obedeció y cuando estuvieron fuera, el chico se acercó hacia ella mientras caminaba tras el resto del grupo.

- ¿No se supone que estos grupos los organizabas tú? -susurró la chica en tono molesto-.

- Si, sí, pero los últimos no me dio tiempo y los ha preparado el director -aclaró preocupado-.

- ¡Oh, genial! -bufó acelerando el paso-.

Squall la adelantó un par de pasos y la detuvo cogiéndola de la mano.

- No va a pasar nada ¿me oyes? Entre los Seeds de apoyo, están Selphie, Zell e Irvine -aclaró clavando su mirada en ella para hacerla entender que estaba segura-.

La pelinegra se perdió en esos ojos azules que la miraban intentando pedir perdón. Ésta dejó escapar el aire de sus pulmones y dejó entrever una sonrisa.

- Vale… está bien… -dijo no muy convencida-.

El comandante asintió y besándola en la frente, llegaron hasta el hall donde ya estaban esperando los Seeds que acompañarían a los alumnos en aquella prueba. Rinoa se acercó hasta colocarse junto a su grupo y Yinna enseguida la cogió del brazo. Squall por su parte, se quedó algo más atrás, justo al lado de Shu y tras el director, que ya había empezado a asignar a los Seeds a cada grupo. Observó como sus amigos lo miraban y asentían de manera cómplice.

Irvine fue el primero de ellos al que asignaron al grupo tres. Tras él, nombraron a Selphie. Todos se quedaron paralizados cuando escucharon que debía supervisar al grupo de Galh y Sonhen. La pequeña mujer apenas pudo moverse cuando oyó su nombre, fue el director quien tuvo que llamarla de nuevo para que se moviera. El vaquero la miró y Squall observó como la decía algo en voz baja. Iba a estar acompañada de otro instructor, así que el comandante intuyó que esos dos hermanos no harían nada que los delatase.

Los nombres de otro par de instructores resonaron en el vestíbulo, y por fin Squall escuchó el nombre de Zell, quien había sido asignado al grupo de Rinoa. No fue consciente, pero su cuerpo se relajó por completo al oír aquello. Pudo ver como una leve sonrisa aparecía en el rostro de la pelinegra cuando Zell paso a su lado.

El director dio por finalizada la charla y tras desearles suerte en aquella prueba, todos partieron hacia el exterior. Rinoa se giró en el último momento y vio a Squall parado frente a las escaleras, la sonrió desde su posición y con un gesto de mano se despidió de ella. Justo en ese momento alguien tocando su hombro, la sobresaltó.

- ¡Zell! Me has asustado -dijo mirando al chico a su lado-.

- Oye, no te preocupes por Yinna, no os quietaré ojo de encima -la tranquilizó mientras caminaban por el sendero empedrado que los llevaba a Balamb-.

- Gracias Zell -sonrió agradecida-.

Aquel grupo de aspirantes a Seeds caminaban algo nerviosos por el pueblo de Balamb. Los lugareños los miraban y sonreían, estaban más que acostumbrados a ver a grupos de muchachos provenientes del jardín.

No tardaron demasiado en llegar al puerto donde un par de embarcaciones los estaban esperando para llevarlos a aquel archipiélago cercano que caracterizaba la isla. Ese lugar era perfecto para llevar a cabo ese tipo de pruebas ya que un frondoso bosque ocupaba la mayor parte del terreno. Los monstruos eran bastante numerosos, pero de nivel medio, haciendo dicha prueba perfecta para los aspirantes a Seeds.

El trayecto no duró demasiado, pero durante ese tiempo Rinoa no se movió de su asiento, inmersa en aquella hoja que había repartido Squall y en la que se explicaba las instrucciones a seguir. Desde el principio podía sentir la presencia de Yinna sentada justo detrás de ella, era como si sus ojos estuvieran clavados en su nuca.

- ¿Qué haces? No has dicho nada en todo el camino -dijo aquella mujer posando esa fría mano sobre su hombro-.

Silencio.

- ¡Oh, vamos! ¿Tan preocupada estas por esta prueba? -siguió hablando con ese tono que irritaba tanto a Rinoa-. ¿En serio crees que tienes alguna posibilidad de suspender? -añadió elevando el tono y acompañando sus palabras de una sonrisa falsa-.

La pelinegra cerró los ojos y suspiró realmente molesta. Ahora sabía que Yinna simplemente se dedicaba a desconcertarla con comentarios fuera de lugar, no debía caer en su juego.

- Todos aquí sabemos que te tiras a nuestro comandante -espetó de pronto llamando la atención de los alumnos que estaban a su alrededor y arrancando una risa socarrona por parte de sus dos hermanos-.

Rinoa no aguantó más al oír aquella estupidez y girándose con genio, la encaró.

- ¡Cállate, maldita sea! – exclamó enfurecida cogiéndola de la chaqueta del uniforme-.

La bruja rápidamente fue apartada por uno de los instructores cercanos y Zell, quien se mantenía cerca de su grupo, la alejó de allí.

- Solo intenta provocarte, ¡no caigas en su juego! -la susurró haciéndola sentarse en la otra punta de la embarcación.

- ¡Está loca, maldita sea! ¡no la aguanto!

- Tranquilízate, estamos llegando. Esta prueba es importante, Rinoa, debes centrarte -le aconsejó Zell sintiendo como la embarcación reducía la velocidad-.

Rinoa desvió la mirada por la pequeña ventana circular y pudo ver como se detenían justo enfrente de aquel bosque. Zell tenía razón, no debía caer en su juego, fuese cual fuese, porque hacía tiempo que ya no sabía que pretendía esa mujer, ¿asustarla?, ¿desestabilizarla? ¿debilitarla, tal vez? La voz de los instructores al cargo ordenándoles ponerse en fila, la sacó de sus pensamientos.

Todos obedecieron y salieron del barco dispuestos a empezar su prueba.


Squall llevaba un buen rato con la mirada perdida en el enorme ventanal de su despacho. No podía evitar estar preocupado por Rinoa y también por Selphie. A ambas les había tocado con esos hermanos y aquello no le daba una buena sensación. Quiso preguntarle al director por qué había formado así los grupos, pero luego se lo pensó mejor y supo que sería una perdida de tiempo intentar indagar sobre eso. Él ya no atendía a razones.

Alguien llamando a su puerta lo sacó de su ensimismamiento y girándose dio permiso para a entrar. Por la puerta aparecía la atractiva instructora con cara de cansada.

- Quistis ¿qué haces aquí? -preguntó recostándose delante de la mesa-.

- ¿Molesto? -preguntó algo cautelosa-.

Vio al muchacho negar y como le hacía un gesto con la mano para que pasase.

- He pensado que estarías preocupado -comentó dibujando media sonrisa en su rostro-.

- Pues has adivinado, no quiero pensar en cómo estarán ahora mismo Selphie y Rinoa -confesó bajando la cabeza-.

- Ya… bueno el resto están con ellas, Zell no permitirá que la pase nada.

- ¿Y Selphie? -ella esta sola con esos dos-.

- Bueno, creo que Irvine no la perderá de vista, ayer tuve una conversación muy interesante con él ¿sabes? – comentó intentando relajar el ambiente-.

- ¿No me digas que por fin se ha declarado? -dijo divertido-.

- No exactamente, pero me confesó abiertamente que le gusta y que quiere hacer las cosas bien con ella ¿no es super bonito? -se alegró la joven dejando ver una sonrisa ilusionada-.

Observó como Squall sonreía de medio lado y meneaba la cabeza de lado a lado mientras tomaba asiento en su silla.

- No creí que fueras tan romántica -bromeó mirándola desde su posición-.

- ¡Ya claro! ¿y me lo dices tu? ¿señor Iceberg? -contestó ella sentándose en el sofá que había cerca de la mesa-.

Vio como Squall levantaba las manos en alto dado a entender a la instructora que había ganado. La verdad, que bien poco le importaba que aquella fachada de tipo duro que lo caracterizaba en el pasado estuviera desapareciendo. Nunca creyó que una mujer como Rinoa pudiera hacerle cambiar tanto.

- Pareces cansada -observó el comandante tras una pausa-.

- No duermo demasiado bien últimamente, todo esto que está pasando… estoy preocupada, Squall -confesó clavando sus ojos azules en los de él-. Creo que esos tres realmente quieren llevar a cabo algo, pero aun no entiendo el qué.

- No perdamos la calma, esperaremos a que Edea nos diga algo, ahora creo que es lo único que podemos hacer. Luego la llamaré y le contaré lo del libro.

Quistis asintió y se recostó en el sofá.

- Esta bien, será mejor que me vaya, tengo clase en un rato -dijo levantándose y yendo hacia la salida-.

Squall la siguió y la acompañó hasta la puerta.

- Por cierto -comenzó a hablar antes de que la instructora se marchara-, Seifer…

- Ya lo sé, ¡es un capullo! -interrumpió a su comandante-.

- Si, lo es, pero no es eso -explicó dejando escapar una risa seca-. ¿Crees en él?

Vio como la instructora enarcaba una ceja intentando entender la pregunta de Squall.

- Quiero decir ¿realmente crees que le están utilizando? Cuando hablé con él la otra noche parecía tan asustado, no sé qué pensar.

Quistis desvió la mirada hacia un lado algo incomoda.

- No lo sé Squall, me preocupa, la verdad, sí creo que ha cambiado y también creo que él no está bien. Se arrepiente de lo que le ha estado haciendo a Rinoa, es lo único que me dice. No consigo que me cuente que está haciendo con esos tres -acabó de decir con semblante preocupado-.

El comandante observó como Quistis adquiría un tono preocupado y su rostro triste llamó su atención.

- Oye, ya sé que no tengo porque decirte esto y ni si te importará, pero él, Seifer, antes de que todo esto pasara… -Squall pensó en como seguir, no era muy bueno con las palabras-. Se os veía bien juntos, parecíais divertiros, desde fuera se os veía realmente relajados uno junto al otro -explicó al fin sin saber si Quistis lo entendería-.

La joven rubia levantó la vista hasta su comandante y un brillo especial apareció en sus ojos.

- No es que te esté dando permiso ni nada de eso -añadió queriendo que no malinterpretara sus palabras, pero sabía que para Quistis era importante lo que sus amigos pensasen y ninguno era demasiado tolerante con Seifer-.

Oyó como una risita salía de la garganta de Quistis.

- Tranquilo, te entiendo y te lo agradezco -comentó posando una mano sobre el pecho del joven-. Gracias, Squall, aunque no lo creas, esto es importante para mí.

- Lo sé.

Quistis asintió agradecida por aquello y besando en la mejilla al joven, se marchó de allí. Aun le sorprendía lo mucho que había cambiado Squall, siempre había sido mas maduro que el resto de sus compañeros, pero su forma de ser, siempre tan cerrada y distante, lo hacía casi inalcanzable. En cambio, ahora estaba siendo capaz de abrirse poco a poco con la gente.

En cuanto la instructora abandonó la estancia, Squall se dejó caer en la silla de despacho, ¿realmente estarían bien Selphie y Rinoa? Él no estaba tan seguro de aquello.


Notitas…

Bueno este capi es un poquito más corto ya que el siguiente lo quiero empezar con la escena completa y sino tenía que acortar este. Espero que os haya gustado.

Gracias a todos por leer. Hasta la próxima.

Nancyriny: Bueno, pues si, poco a poco se acerca la acción. Aún queda algún capitulillo de por medio y alguno de transición que tengo en mente, que seguramente no haga avanzar la historia pero que me apetece escribir, jeje. Seguro que a ti te encantará.
Gracias por seguir leyendo. ¡Un besazo y hasta la próxima!