Atardecer

I

Tiempos difíciles



¿Acaso ser unos verdaderos maleducados hijos del culo era un requisito para ser parte de este ejército?

Durante la madrugada, casi todos los santos de oro le habían mostrado a Avenir lo poco educados que eran.

»¿Y quién diablos es este imbécil? —había preguntado Jephunne de Leo, cruzado de brazos, al verlo.

»Ya se te fue informado sobre eso, ¿leíste o no el comunicado que se te envió con el mensajero? —respondió Sage, por Avenir, que no se inmutó ante la mirada del santo de leo.

Avenir y Jephunne se vieron fijamente.

Por lo que los gemelos le dijeron a Avenir, todo lo que el resto de santos dorados necesitaban saber de él y su presencia en el Santuario, fue dictado por la mismísima Athena, y enviado a estos tipos en pergaminos que se les serían entregados individual y personalmente por un mensajero oficial.

Avenir recibió una copia. En esta, se leía que él había sido víctima de una deidad menor del sueño que trató de ayudar a Athena en contra de la rebelión del Patriarca Itiá, puesto que esta deidad estaba en contra de lo que su padre, Hýpnos, hacía en el mundo humano. Bueno, eso una mentira total no era. Más bien, era una "verdad a medias". Faltaba muchísima información con respecto a los motivos específicos de esta deidad del sueño (que no se identificó en el comunicado) para hacer eso, además del lugar que ocupaba Gateguard de Aries en el mismo, junto al otro oneiroi y la mujer civil. Pero al parecer, aquello último formaba parte de lo que los otros santos dorados NO necesitaban saber.

En dicho pergamino relataba también con mucho énfasis, que Avenir fue de mucha ayuda para detener al afectado número uno en aquella lucha, lo que dio como resultado 3 bajas fatales: el Patriarca Itiá, Francesca de Tauro, y Gateguard de Aries.

Porque incluso al resto de santos dorados, se les dijo que Gateguard había muerto. Y como Avenir era un santo de aries también, fue ascendido a ese puesto por pura lógica.

La guerra ya estaba en sus inicios, y no debían descartar a ningún elemento valioso.

»¿Es verdad? ¿Viene de otro universo? ¿No debería explicarnos más sobre eso? —preguntó Êthän de Géminis, estupefacto—. ¿Y por qué no se nos dan datos más detallados de lo que ocurrió con ese oneiroi que lo trajo a él a este mundo?

»Pasaron muchas cosas en nuestra ausencia —señaló la bella Venus de Piscis, con fría curiosidad.

»Ya se les ha relatado todo lo que necesitan saber —les repitió Sage, serio, nuevamente—. La diosa Athena, personalmente, ha confirmado que Avenir no es un peligro. Es quien se les ha descrito que es. Y tenemos órdenes de nuestra diosa y el maestro Krest, de aceptarlo como el nuevo santo de aries en ausencia de Gateguard.

»¡Pero no nos dan los suficientes detalles! —gritó Jephunne de Leo, insistiendo demandante en ese punto.

El santo de sagitario soltó un sonido gutural que demostraba cansancio e irritación.

»Cállense de un puta vez, parecen niños. Sólo acepten las malditas órdenes —espetó Aeras, harto de las quejas de sus colegas.

»Algo nos ocultan —gruñó Artorius, cruzándose de brazos—, pero si Athena y el maestro Krest lo ordenan… fingiré que esto no me preocupa.

Aeras también hizo un gesto de fastidio en su dirección, mas no le dijo nada.

»Eres demasiado caprichoso para tu edad —se rio Aléxandros de Escorpio dirigiéndose a Artorius, que le vio de reojo—. A mí me da igual quien sea, mientras sea útil.

A esas alturas, a Avenir también le daban igual todas estas personas. Esa falta de cordialidad ya le había cansado.

Él sólo estaba luchando por Athena y la humanidad.

»Y se supone que el niño sea yo —se rio Jaidev, acercándose a Avenir, extendiéndole la mano izquierda—. Saludos. Espero que nos llevemos bien.

Incómodo por tal respeto viniendo del más joven santo dorado, y extrañado por el saludo con la mano izquierda cuando usualmente era la mano derecha la que se ofrecía, Avenir correspondió el gesto y asintió con la cabeza sin decir nada.

»Eres callado y sin hacer nada en particular fuiste capaz de hacer enojar a todos estos viejos amargados, me agradas —dijo Jaidev, sin inmutarse ante las miradas de los mayores ofendidos sobre él.

»¡Pues yo no lo acepto! ¡Me niego!

El más ruidoso fue ese tal Jephunne. Tanto así gritaba que Avenir estuvo a punto de preguntarle si por casualidad no estaba enamorado de Gateguard en secreto y su muerte le dolía más de lo que demostraba al público, pero no lo hizo. Todavía no.

»¿Qué crees? Que él no necesita de tu aprobación para quedarse —se rio el santo de virgo, picando con su dedo índice el brazo del santo de leo, que le vio iracundo—. Uy, ya se enojó —bisbiseó divertido—. Será mejor que mires a alguien más con esa cara de mierda. Yo podría desaparecértela —amenazó ya más serio.

»Maldito mocoso, deja de tentar a tu maldita suerte —le gruñó Jephunne, fastidiado.

»Ni se te ocurra intentar tocarme, perdedor. No tengo tiempo. Mi papel en esta guerra sí es relevante… —lo barrió con la mirada—, a diferencia de ti, la diosa Athena sí me necesita para algo que sólo yo puedo hacer.

Avenir comenzaba a pensar que Jaidev de Virgo tenía como pasatiempo favorito provocarle úlceras gástricas a Jephunne, quien no hacía nada por calmar su temperamento. Si la guerra no mataba al santo de leo, seguro lo haría su estómago en un par de años… o meses, como siguiese haciendo esos corajes.

Aléxandros de Escorpio tuvo que retener al santo de leo antes de que este cediese a sus impulsos asesinos y atacase al guerrero más joven entre ellos. Poco después, apareció Hakurei diciéndoles que Athena les esperaba en su sala y que ya podían pasar.

»Sean respetuosos, por favor. Hablan demasiado fuerte —les recomendó el santo de plata, dándoles a entender que su discusión se había oído bastante bien en el interior del recinto.

Dioses…

Cuando Hakurei le advirtió a Avenir que, quizás los otros santos dorados no estarían tan abiertos a recibirlo como el reemplazo de Gateguard, a diferencia de Sage y Aeras, él no se pensó que la cosa se pondría tan… fría.

Y para variar, fue enviado en apoyo de la dama "no te me acerques".

¿Qué diablos pasaba con estos santos?

Entendía que el ejército al que había pertenecido y este fuesen distintos en ciertas cosas, más que nada por la época, pero Avenir estaba seguro de que en su mundo, en su tiempo, sus compañeros habrían aceptado (sin mostrar tanto los colmillos) a un nuevo aliado. Avenir entendería su desconfianza y frialdad si él mismo hubiese mostrado algún signo de ser sospechoso de algo, pero no. Él había estado dispuesto a pelear y servir por la causa, incluso en este universo que todavía le era desconocido. Avenir se había propuesto a pasar cualquier prueba y cuestionamiento que se le hiciese para demostrar que no era un espectro ni nada parecido.

Carajo, por poco fue asesinado por el Patriarca traidor, ¿y esta gente se atrevía a cuestionarlo y hacerlo menos?

«Ni siquiera estoy en mi propio universo… ni en mi propio tiempo. Deberían ser un poco más agradecidos. No es que quiera caravanas, pero al menos un mugroso saludo cordial no les mataría si decidiesen dármelo» se dijo, sintiéndose un tanto ofuscado, mientras caminaba y veía las casas vacías de Rodorio que, para él, eran muy antiguas, pero para esta gente, eran cosa del presente.

¿Qué era lo último que había hecho en su propio mundo?

Aunque llevaba días intentándolo, Avenir no recordaba mucho, y siendo franco, no le emocionaba hacerlo. Su pasado, era desgarrador, humillante y triste.

La última imagen que tenía de su propio entorno, era la de ver a su diosa y a su patriarca a punto de ser ejecutados por Hades; luego de ahí, todo era confuso.

Una luz blanca lo rodeó. La sensación de estar flotando en aquella "nada" blanquecina le fue, en algo, confortable, y una dulce voz femenina le dijo telepáticamente: "irás a un tiempo pasado donde podrás hacer una diferencia".

Poco después, Avenir fue expulsado en un páramo boscoso con la imagen de un hombre pelirrojo vestido con oro, igual que él.

En medio de su "casi sueño", que también fue su viaje, Avenir, por un momento creyó que sería devuelto uno o dos meses en el pasado, cuando la guerra aún no azotaba su mundo.

Jamás pensó que, en realidad, sería enviado a lo que él sabría más tarde, era la Grecia del siglo XVI.

Con sus memorias y orientación un poco perdidas, Avenir no supo explicarse bien ante Gateguard de Aries cuando se vieron. Rápidamente, Avenir pensó que si le decía a ese alterado tipo que era un "futurista", del siglo XX ni más ni menos, este iba a desconfiar a un más de sus palabras, por lo que la primera reacción de Avenir fue intentar hacerle creer que sólo venía de un mundo diferente, pero de su misma época.

Si algo le habían enseñado las películas norteamericanas de "Volver al Futuro", era que hablar sobre cambios en el tiempo con quienes podrían tener alguna relación contigo, nunca era una buena idea.

Ah, sí. Porque para variar, Avenir no sólo venía de un siglo distinto al que había sido arrojado, sino también de un universo "alterno". Pero eso último lo descubriría después, al hablar en secreto con la misma diosa Athena de este sitio.

Ni siquiera Hakurei, Sage o Aeras sabían que realmente estaban hablando con un hombre "del futuro", sólo la diosa lo sabía, y ella había propuesto mantener en secreto, ese detalle, entre ellos dos, nada más.

Cuando recién Avenir entró a este mundo, y lo primero que le ocurrió fue encontrarse con nadie más y nadie menos que con el santo de aries de este universo, y de esta época, Avenir se sintió superado y no midió con claridad sus palabras.

»¡Descúbrete, miserable sirviente de Hades! —le gritó Gateguard enfadado y agresivo, cuál hombre de las cavernas—. ¡¿Aries?! ¡No me hagas reír! ¡Estás ante el único santo de aries de la diosa Athena!

Sí, a Avenir también le había sorprendido ver su armadura sobre alguien más, mientras él vestía la suya.

A Avenir de igual forma le costó mucho tratar de no sonar como un "brujo" o algo así que le hiciese merecedor de ser quemado en una plaza pública o algo por el estilo.

»No puede ser… esto, ¿qué acaba de pasar? —bisbiseó confundido—. ¿Este no es el pasado? —en ese momento no lo sabía, pero sí estaba en el pasado, muy, muy en el pasado—. ¿Dónde estoy?

Después, aún mareado, Avenir creyó que había viajado al siglo XVI, en una guerra santa muy anterior a la que a él le tocó estar. De otro modo, ¿cómo es que la armadura de aries estaba siendo ocupada por alguien que no era el santo de aries pasado a Avenir, que este recordaba haber visto en los registros históricos?

Ese hombre pelirrojo le era ajeno a lo que Avenir había investigado. No sabía quién era.

»¿Así que estás perdido, espectro? —y sin dejar esa violencia, Gateguard de Aries alzó su mano hacia él, apuntándolo con el dedo índice, dispuesto a matarlo—, responde si no quieres que te elimine ahora mismo, ¡dime tu verdadero nombre!

Volviendo a encararlo, e incorporándose como apenas pudo, Avenir alzó su mirada hacia él.

No iba a ser intimidado.

»Avenir de Aries —insistió en remarcarle que si ambos poseían armaduras doradas, aunque fuesen iguales, no debían tratarse como enemigos—. Dijiste que también eres un santo, ¿verdad? —alzó sus manos en señal de rendición, esperando apaciguar ese incivilizado trato suyo—. ¿Qué siglo es este?

Sí, "Volver al Futuro" le había enseñado también que, si viajaba al pasado, primero debía preguntar la fecha en la que estaba viviendo.

»Dieciséis —masculló, Gateguard, claramente, dispuesto a matarlo si movía por lo menos una ceja en falso.

Avenir casi se desmayó, no pudo creerlo.

¿Por qué demonios había sido enviado a este siglo? ¿Qué se supone que debía hacer aquí tan lejos de su propio hogar?

Seguro que sus, tatara, tatara, tatara, tatarabuelos ni siquiera habían nacido todavía. Claro, si es que estaba predestinado que tuviese que existir un Avenir en este mundo en su propio siglo XX.

»Imposible…

»¿Imposible? —se burló Gateguard—, no; imposible es que creas que me engañarás. ¡Déjame ver tu verdadera armadura!

¿De qué diablos hablaba este tipo? ¿Acaso creía que las armaduras doradas eran fáciles de duplicar o qué demonios?

Dioses, en serio, ¿por qué tuvo que aterrizar en una época tan ignorante?

Ojalá no pensasen cosas tan locas como que la orina de caballo es algo sagrado o medicinal.

»Te equivocas —le insistió Avenir, al rustico guerrero—. Escucha, mi nombre es Avenir, y se supone que vengo del mismo siglo que tú. Pero aparentemente, desde… un universo distinto.

Avenir jura por los dioses que fue lo primero que se le ocurrió decirle.

Quizás mencionarle que venía de un universo distinto sería menos demencial que si le dijese que venía de un siglo más avanzado que el suyo.

Ya saben, de ese siglo donde el jabón ya estaba al alcance de casi todo el mundo en los supermercados, a precios justos. Donde la radio, las vacunas, y los modales, también ya existían.

»Ajá —sonrió el pelirrojo agresivo—, y tú te crees que soy tan tonto como tragarme ese cuento.

¿En serio este tipo era tan terco?

»¡No! ¡Entiende! ¡Soy un santo de aries, como tú! Pero de un… —Avenir se puso muy nervioso, no quería imaginar lo que un sujeto con esas pintas de inestable mental, podría hacerle—. No lo sé. No sé cómo en lugar de viajar años en el pasado… viajé a otro universo.

Oh, oh. Habló del "pasado".

Lo bueno fue que, al parecer, el tipo pelirrojo no prestaba mucha atención a los pequeños detalles.

»Sí, sigue hablando —pidió Gateguard con burla.

Mirándolo enfadado, Avenir poco después se arrepentiría de su arrebato.

—¡Extinción de Luz Estelar!

—¡Extinción de Luz Estelar!

Aquello había dolido mucho. Pero más le había dolido no haber cobrado venganza por eso, después de que Gateguard despertó y Avenir tuvo que seguir el teatro de venir de un universo diferente.

Quizás en lo único en lo que no se inventó nada fue cuando le habló del harem de su difunto Patriarca. Le costó creer que había caído en el "universo de los santos santurrones", donde incluso los santos dorados permanecían vírgenes a pesar de su extensa edad. Pero con el tiempo, Avenir pudo ver que Gateguard no le había mentido con eso.

Por otro lado, Avenir supo que sólo podría decirle la completa verdad a un ser, y ese era la Athena de este siglo; quizás ella podría darle alguna explicación o solución a su evidentemente y enorme dilema.

En el fondo, siempre se preguntaría si en serio Gateguard nunca detectó que Avenir estaba mintiéndole con algunas cosas debido a todo lo que había tenido en su mente, o si sólo estaba poniéndolo a prueba. Era una pena que jamás se lo haya preguntado, pero tampoco es que tuviesen tiempo para ese tipo de charlas.

Todo había sido un caos.

Desde su pleito verbal con Gateguard hasta su tregua temporal. Luego los oniros y aquella mujer…

Hakurei le dijo muy superficialmente todo lo necesario que tenía que saber sobre aquel asunto, el cual, Avenir descubrió que había sido el motivo por el cual estaba aquí.

Él fue elegido como el reemplazo de Gateguard.

Esa era su única opción…

En verdad, esto le había irritado mucho, pero luego supo, por boca de la misma Athena, que su mundo ya había eclipsado cuando Hades sumergió el mismo a la oscuridad. Todo murió. Ya no había sitio a donde regresar ni cual salvar.

Para peor, era imposible mandarlo a un siglo XX desde este punto, porque este no era su mundo de origen, además de que ahora él estaba en un momento donde todo recién estaba escribiéndose. Lo que quería decir que, muy probablemente, el futuro que Avenir había vivido, sería poco o muy distinto al que estaba por venir.

»Lo siento mucho, Avenir. Me hubiese gustado poder ayudarte más.

Athena se disculpó también por la oneiroi que lo había extraído de su mundo para introducirlo en este.

¿Y todo para qué?

Para cumplir un aparente capricho de los dioses, aunque estos fuesen menores.

Su existencia aquí se debía a que los oniros buscaban un reemplazo para el santo de aries original de este mundo.

¿Algo bueno salió de todo esto? ¿Aparte de haber sobrevivido a su propio apocalipsis de Hades?

Athena compartió con Avenir un trago de la famosa "Cerveza Rosada", un regalo de los dioses, según dijo ella. Un trago de este, y podría volver a dormir en paz. Claro que lo tomó. Y aunque dormía muy bien desde entonces, cuando despertaba, era cuando su mente más pesada era; como si inconscientemente quisiera cobrar venganza por esas horas de descanso.

En todo este tiempo, conviviendo con la gente de los alrededores, Avenir tuvo mucho en qué pensar. Mucho qué analizar. Y mucho que tratar de superar.

Porque sus pensamientos tristes le impidieron dormir bien incluso desde antes de cruzar dimensiones; antes y después de aterrizar en el siglo XVI, Avenir se permitió llorar un poco cada cierto tiempo; en soledad. La imagen de Hades obteniendo la victoria en su mundo, junto al recuerdo de aquella suave voz femenina, que luego sabría que era la de la oneiroi Penélope, diciéndole que podría hacer una diferencia en este sitio, lo tuvieron muy tenso por varios días.

Se sentía escéptico ante esas palabras.

¿La diosa había sido honesta cuando dijo eso?

Avenir no lo creía tanto.

Él sólo era el reemplazo de Gateguard y ya. Nada más.

Ahora, mientras andaba por las calles vacías del pueblo, Avenir pensaba.

No podía negarlo, extrañaba su casa…

Extrañaba el aire acondicionado.

Extrañaba su siglo; extrañaba a sus amigos y a su diosa. Extrañaba todo lo que ya había perdido, y… la verdad, este sitio le estaba siendo demasiado difícil para vivir.

Demasiado caluroso.

Adaptarse a una época que se consideraba atrasada, no era fácil. Maldición, incluso extrañaba cosas tan básicas y comunes de su época como el jodido papel higiénico. Aquí, hacer sus actividades de aseo personal, como en su casa en el siglo XX, no eran ni tan cómodas ni fáciles.

Extrañaba oír la radio. La televisión.

La música de su época.

¡Extrañaba el champú!

Extrañaba la comida; incluso la que se consideraba insana como las frituras y las hamburguesas.

Dioses, mataría por unos nachos con mucho queso.

Pero para su infortunio, estaba varado por el resto de su vida en el siglo XVI de un mundo que no conocía de nada salvo por la guerra que estaba a punto de llegar a su más alto punto. En definitiva, él no viviría para volver a saber de la televisión, los teléfonos y los automóviles. Él moriría incluso antes de que la palabra "viajar por el cielo" se mencionase por primera vez como un sueño de la humanidad.

»¿Qué es "malteada"? —preguntó Hakurei cuando a Avenir se le escapó un suspiro anhelante. Un deseo simple del siglo XX que en el siglo XVI era algo incomprensible.

»Nada… sólo digo tonterías —sintiéndose incómodo, Avenir trató de desviar la atención del hombre, quien sólo le miró con un aire triste.

No negaba que este sitio tuviese cosas positivas que valía la pena proteger.

La fruta sabía muy bien; el aire se percibía más limpio. Y si bien aquí las personas podrían ser un poco menos aseadas con sus pertenencias y sus casas, lo cierto era que en el siglo XX también había mucha gente descuidada y con muy poca higiene.

El lenguaje también era un poco distinto. Su propio acento diferenciaba mucho de los griegos locales de esta época. Había palabras y dichos que él a veces soltaba y eran incomprensibles para quienes las oían, por lo que Avenir trataba de hablar de forma más "neutral".

Avenir en verdad intentaba amoldarse a este sitio. Daba su máximo esfuerzo. Pero no era fácil.

Y aún no hablábamos profundamente de lo mal que Avenir se sentía por todos aquellos que amó en su propia época, cuyos destinos él jamás podría cambiar por mucho que quisiera hacerlo. Cosa que le hacía sentir culpable… culpable por estar vivo…

Sus pasos lo guiaron hasta que pudo acercarse hasta Venus de Piscis, quien no tardó en descubrirlo y exigirle que no le estorbase.

Piscis

El santo de piscis que Avenir conocía alguna vez le había dicho que en siglos pasados, algunos santos de esa constelación tenían la creencia de que su sola cercanía podía matar a la gente, por lo que mantenían una obsesiva distancia; años posteriores pasarían antes de que los futuros santos de piscis descubriesen y entendiesen que si bien su sangre era peligrosa, tampoco debían temerle a acercarse hasta sus propios compañeros.

—Te dije que te fueras —espetó la santa—. ¿No oíste?

—Disculpa. No estoy aquí porque yo quiera. Fueron las órdenes de Athena —le dijo Avenir a Venus con el mayor respeto. Manteniéndose a casi 6 metros lejos de ella.

—No necesito ayuda; puedes irte —decía ella sin verlo, sólo caminando hacia la dirección que debía seguir. Avenir la siguió—. Vete.

—Creo que no me entendiste: sigo las órdenes de Athena. —Esta vez le habló con seriedad y firmeza—. Si tienes un problema con eso, díselo a ella.

Una flor negra pasó por un lado de su mejilla. Él ni se inmutó porque sabía que ese ataque no fue lanzado para herirlo, sino para advertirle.

Casi puso los ojos en blanco.

Ay, por favor.

—No se te permite ser arrogante, forastero —le advirtió Venus. Y esta vez, ella ya lo veía, con recelo—. No me importa quién seas o de donde vengas; no te reconozco como compañero y no te permito que me trates con tanta familiaridad.

—Ni quien quiera tratarte con familiaridad, bruja amargada —gruñó Avenir, cansado de este trato injustificado.

Venus evidentemente se mostró enfadada por el insulto, pero en su defensa, Avenir ya estaba cansado de los insultos injustificados hacia él.

—¿Sabes? —siguió diciendo—. Tampoco es un placer para mí tener que cuidarte la espalda; ni a ti, ni a los otros imbéciles que no han parado de señalarme con sus estúpidos dedos sin conocerme. Pero te diré algo: ya he visto lo que puede provocar que Hades gane una guerra; y no pienso permitir que gane esta. Si a ti te incomoda mi presencia… te la aguantas, porque yo sólo recibo órdenes de Athena y de nadie más. —Estrechó su mirada sobre ella—. Pero si de mí dependiera, me alejaría de todos ustedes porque claramente les importa más su propia comodidad y sus caprichos que ganar esta lucha.

Sin darle la oportunidad de decirle nada o lanzarle otra rosa, Avenir se apartó lo suficiente de ella para llegar hasta un punto donde Venus no lo vería; se pasó las manos por sobre su cabello; sintiéndose sumamente estresado.

Él no era de naturaleza agresiva ni grosera; procuraba ser siempre cordial, en especial con las damas, pero adaptarse no le era fácil. Menos cuando aquellos que lo rodeaban se lo hacían más complicado.

Tenía que relajarse un poco.

Un escaso tiempo después, Avenir detectó el momento exacto en el que Venus comenzó su pelea contra un grupo de espectros de bajo nivel. Él volvió a acercarse y se mantuvo expectante ante la facilidad con la que ella logró vencerlos, lanzando rosas negras y rojas en dirección a ellos.

De un pequeño costal marrón que colgaba de su cintura, Avenir extrajo el Rosario de las 108 cuencas. Desafortunadamente ninguno de aquellos soldados que Venus hizo caer en poco tiempo, eran estrellas de la maldad. Lo más probable es que estas estuviesen esparcidas por los alrededores, esperando una oportunidad.

Mientras tanto, Avenir no tuvo que interferir para nada.

Luego de devolver el rosario en su sitio, se mantuvo cruzado de brazos durante todo el encuentro, viendo de lejos.

Al terminar con el último de los 50 espectros de baja categoría, Venus volvió a percatarse de su presencia y se giró hacia él. Avenir estaba de pie sobre la rama de uno de los árboles, no muy lejos de algunas casas, decidido a no volver a dirigirle la palabra.

—¿Lo ves? No necesito tu ayuda —dijo ella seria.

En respuesta, Avenir ahora sí puso los ojos en blanco.

No, en definitiva no iba a responder a eso o terminaría insultándola otra vez.

De pronto, ambos sintieron una sombría y poderosa presencia; una que venía acompañada de más espectros. Por los cosmos que emanaban… estos sí parecían ser estrellas malignas.

—Vaya, vaya… —el sonido de las pesadas pisadas metálicas les puso a ambos en guardia—, así que… Athena ha mandado a dos de sus perros dorados a jugar conmigo.

Los espectros se rieron, acompañando al juez infernal, Radamanthys de Wyvern. La estrella maligna de la ferocidad.

Avenir no supo qué pensar. Este "Radamanthys" físicamente se parecía mucho al que él había visto. En su tiempo, Wyvern tuvo un agresivo combate con dos santos dorados. Libra y Tauro pelearon contra él, y aunque le ganaron, Tauro terminó pereciendo poco después por las heridas.

Rubio, con ojos color ámbar, una sonrisa burlona y poseedor de un aura poderosa insoportablemente irritante. Radamanthys estaba listo para pelear.

—Pueden venir los dos —les dijo confiadísimo, riendo—. Será divertido.

—Tú eres sólo mío —decretó Venus con valentía—, y Avenir de Aries no tardará nada en acabar con esas treinta basuras que crees que te respaldarán.

El grupo de espectros se rio creyendo que Venus no hablaba en serio. Pero incluso Avenir se sorprendió de que ella hablase así de él cuando antes le había dicho en su cara que no lo veía como un compañero sino como un forastero.

Y… no es que Avenir no pueda acabar con los subordinados del Wyvern; claro que tenía el poder de vencerlos rápido; pero lo que le parecía casi vertiginoso, era que Venus se expresase así de él frente a los enemigos. Como si fuesen compañeros de toda la vida.

Bueno, al menos no lo hacía menos enfrente de ellos también; eso sí habría sido vergonzoso.

—¿Avenir? —Radamanthys frunció un poco el ceño sin perder la sonrisa—. ¿Qué acaso el santo de aries no se llamaba… Gateguard?

—¿Acaso te importa mucho el nombre? —preguntó esta vez Avenir.

—No —respondió el juez del inframundo—, es sólo que me parece curioso. Me pregunto si Athena está haciendo alguna estrategia rebuscada.

—No vuelvas a decir su nombre, basura; no eres digno —espetó Venus, convocando una rosa negra, preparándose para pelear.

—Qué pena el tener que matarte, hermosura; habrías podido tener hijos muy lindos… pero demasiado habladores —dijo para luego chasquear la lengua con sorna—. Ah, es cierto, los santos de piscis no pueden tener nada vivo cerca, ¿verdad? A puesto a que tu vientre se marchitó hace tiempo.

Inhalando profundo, rodando los ojos, Avenir no consideró aquello el gran insulto, pero al parecer a Venus de Piscis aquello le irritó demasiado ya que fue ella la que empezó la lucha usando la técnica de rosas pirañas.

El resto de espectros trató de ayudar a su amo haciendo un círculo alrededor de Radamanthys y Venus, pero Avenir se dijo que aquello no era lo acordado.

—Ustedes no me darán la espalda —les susurró usando técnicas de pelea cuerpo a cuerpo con la finalidad de apartarlos de los principales contendientes. «Será mejor que te calmes, Venus. No lo subestimes» pensó severo, mirando por un segundo de reojo como Venus perseguía a Radamanthys hasta el interior de los árboles, apartándose de ellos.

Mmm, al parecer en este siglo era demasiado delicado reírse de una mujer que no tenía hijos. De donde él venía, una amazona griega le habría dicho a Radamanthys que podría parirlos él de su culo si tan ansioso estaba, o sencillamente que se callase la puta boca o se la rompería por ser imbécil entrometido.

Pero el siglo era diferente. Algunas costumbres, ideologías y las tradiciones estaban aún muy arraigadas. El tema de los hijos y la soltería eran cosas con las que nadie debía meterse. Avenir sólo esperaba que esto no jugase en contra del juicio y combate de Venus.

Decidido a ir a ayudarla, Avenir no se molestó en tardar mucho con los 30 estúpidos que no tardaron en caer. De esos 30 sólo 6 habían sido parte de las estrellas malignas, y aunque estas le causaron algunos problemas ya que atacaban juntos, igualmente cayeron por sus manos.

Apenas terminó con ellos, Avenir se volvió hacia donde presentía los cosmos de Venus y Radamanthys.

Explosiones. Temblores.

¿Venus podría ganar?

«Le guste o no, debo ayudarla» pensó decidido.

Para cuando logró llegar hasta ellos, vio con sorpresa cómo el juez Radamanthys y Venus peleaban a puño limpio; él a veces tomaba distancia y lanzaba ataques de cosmos, ella por su lado alzaba sus rosas, que la rodeaban para defenderla, y seguir atacando. Ambos estaban muy concentrados en ganarle al otro.

Avenir se dispuso a mantenerse como un espectador más, sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, notaba que Venus de Piscis estaba agotándose. Quizás eso se debía a que ya había luchado con anterioridad contra otros espectros, además, estaba enfrentándose a uno de los tres jueces del inframundo.

¿Cómo se supone que ella podría ganar? ¿Debería intervenir ahora? ¿O acaso debería esperar a que algo sucediese en la batalla para ser de ayuda para Venus?

Él había sido sincero con ella; no sentía ni un gramo de afecto ni por ella ni por el resto de estúpidos que osaron ofenderlo recién lo conocieron.

Pero… ¡maldito fuese su sentido del compañerismo!

«Si la batalla se alarga… sólo si la batalla se alarga» se dijo inquieto, concentrado. Apretando los puños, esperando a que eso no sucediese.

El juez Radamanthys se defendía bastante bien; claramente, antes de ser juez, había sido un hombre que vivía para la lucha, pero Venus no estaba lejos de ese mismo potencial. Ella era capaz de resistir patadas, puñetazos y hasta ondas de choque de energía.

—¡Estás muerta! —exclamó el juez lanzándose hacia ella con aparentemente todo lo que tenía.

Venus por su lado, pareció quedarse de pie, aceptando su "destino"; sus rodillas incluso flaquearon y ella cayó, quedando arrodillada frente al enemigo, quién ya saboreaba la victoria, ahí, sin decir nada ni moverse, tal vez, esperando un momento para…

«¡No tiene ningún plan! ¡Haz algo!» se dijo alarmado; estuvo a punto de lanzarse para ayudarla, pero, de pronto, el cosmos de Radamanthys comenzó a bajar lentamente. «¿Pero qué?»

A Avenir le costó mucho entender lo que había pasado.

Venus suspiró, mientras Radamanthys, viéndose extrañado, de pronto escupía sangre al suelo. Los dos hombres pudieron percatarse de que el juez tenía clavada en su espalda, no una, sino dos rosas blancas, que poco a poco fueron tiñéndose de rojo.

«¿Rosas sangrientas?» se sorprendió de eso, «¿en qué momento las lanzó? ¿En qué momento las invocó?»

De pronto, tanto Avenir como Radamanthys vieron que por los alrededores había muchísimas rosas blancas, a la espera de lanzarse sobre un corazón y drenarlo de su sangre. En el caso del juez, había dos de ellas, adentradas profundamente en su carne, a pesar de estar protegido por su armadura.

—Eres tan idiota. Mientras alardeabas, no te percataste de nada, pude… —inhaló con esfuerzo, luego exhaló adolorida—, matarte, sin que tú te dieses cuenta; grandísimo estúpido.

—¡Ma-maldita! ¡Des-desgraciada! —enfurecido, el enemigo quiso hacer un último ataque desesperado con todo lo que le quedaba de cosmos, pero Avenir logró intervenir a tiempo, cubrió a Venus con su muro de cristal, lo que ocasionó que Radamanthys se girase hacía él, con ira—. ¡¿Qué demonios haces?!

El juez miró a Avenir, seguramente lamentándose por no poder vivir para atacarlo a él también.

—¿Te olvidaste de que yo no estaba sola? Te dije que tus bastardos no iban a ser nada contra él —se rio Venus, cansada. Esforzándose por no desmayarse.

—Malditos… ¡malditos sean to…!

Por fin el primer "pez gordo" caía.

Faltaban muchos más, pero por suerte, el Rosario de las 108 cuencas ya estaba hecho, y seguramente ya había capturado el alma del juez y los espectros que ya habían sido vencidos, interrumpido así la resucitación de todos ellos por parte de Hades. Quizás los que revivirían serían los insectos que no eran estrellas de la muerte, pero de ellos ya se encargarían los aspirantes a santos y los de bronce.

—Oye, ¿estás bien? —le preguntó a Venus, genuinamente preocupado; un poco, pero preocupado.

Sus heridas se veían serias. Ojalá no fuesen mortales.

—¡No te me acerques! —exclamó ella, mostrando su miedo.

—Al diablo; si acercarme al santo de piscis de mi mundo no me mató, no lo harás tú —declaró, sujetándole un brazo, ayudándola a incorporarse lentamente.

Esperando que no hubiese más enemigos cerca, Avenir manifestó su cosmos esperando cerrar las heridas más profundas de Venus. Y aunque al parecer logró esto, había daños en ella que necesitaban medicinas y vendajes.

—¿Cómo que… el santo de piscis de tu mundo? —preguntó casi inconsciente por la pérdida de sangre y cosmos; Avenir supo que debía llevarla al Santuario pronto, o en algún centro de refugio para que el resto de sus heridas pudiesen ser tratadas con cuidado—. ¿Quién eres, forastero?

Pasaron por de lado del juez, que se hallaba acostado bocabajo con un par de rosas rojas clavadas en su espalda.

La armadura de piscis había resistido todo lo que pudo, pero por la inmensa cantidad de sangre sobre el suelo, rodeando el campo de batalla… Avenir supo que debía darse prisa para que Venus no muriese desangrada también. Aunque las heridas hubiesen sido cerradas, había que hacer algo con esa pérdida de líquido vital.

Pero, ¿cómo ir más rápido? Si ella apenas la dejaba ayudarla sujetándole del brazo, seguro no iba a permitirle cargarla.

Radamanthys no se veía herido. Por otro lado, Venus había sangrado por cada extremidad de su cuerpo.

—Esto no está bien, estás muy debilitada.

Las rodillas de la santa flaquearon y de nuevo, golpearon el suelo. Después de eso, ella escupió más sangre al suelo.

Dándole igual si ella se molestaba, Avenir se cansó de estar yendo a este paso de tortuga y la alzó en brazos.

—¡Es-espera! ¡Es peligroso! —ella lo miró estupefacta.

—Ya basta de eso, ¿quieres morir?

Sin poder objetar, Venus se quedó quieta, al borde del desmayo.

—Deben llevar el cuerpo del juez a las mazmorras del Santuario… donde el cosmos de Hades no pueda llegar —tosió cada vez más sangre; y su cosmos iba sintiéndose cada vez menos presente.

—Sí, sí. Por favor, no te duermas.

Ella sonrió por lo bajo.

—Mi sangre es altamente venenosa. Él cometió el error de creer que mientras más me hiriese… y más sangre me hiciese derramar… yo sólo iba a morir sin que nada le pasase… pero se equivocó —se rio, dolorosa—. Fue un idiota.

Sin decir nada, Avenir le dio crédito por arriesgarlo todo por su victoria.

Básicamente jugó a quién se debilitaría primero y sería víctima de un último ataque mortal; ella por perder sangre y energía, o el juez por estar siendo víctima del veneno en Venus sin darse cuenta, hasta que estuvo lo suficientemente afectado para recibir de golpe dos rosas sangrientas.

La rosa sangrienta… una rosa naturalmente blanca, que se torna roja con la sangre del corazón del enemigo. Una vez que la rosa blanca logre penetrar el órgano, todo estaba dicho. Al parecer, daba igual qué clase de armadura fuese la que protegía al blanco; incluso la termina surplice de uno de los tres jueces; una rosa sangrienta la traspasaría con el fin de matar a su objetivo.

Avenir sentía genuino respeto por la santa; y sólo por eso esperaba que ella no muriese aún. La guerra aún estaba en un punto inicial donde los primeros movimientos eran esenciales.

Por medio de telepatía, Avenir se contactó con Sage.

»Sage, ¿me oyes? Piscis se enfrentó al juez de Wyvern; ella ganó, pero está muy mal herida. Mi cosmos no podrá sanarla en su totalidad. Necesito saber dónde puedo llevarla para que sea atendida adecuadamente.

Pronto recibió respuesta.

»Athena está consciente de su victoria y ha enviado a algunos santos de plata a encargarse de los cuerpos de los espectros. —Incluso por medio de telepatía, Avenir lo oyó suspirar—. Lleva a Venus al Santuario; yo veré sus heridas.

»Entendido —dijo cortando la comunicación, sintiéndose un poco extrañado por el tono de Sage.

Bueno, no sería raro que Sage estuviese estado preocupado por Venus, pues eran compañeros. Él mismo no le tenía ningún tipo de afecto a la santa y también se había inquietado por su condición.

Subió rápido hasta el Santuario, donde, en compañía de unas doncellas que estaban ahí para guiarlo, llevó a Venus a una cámara solitaria y al salir de esta, cruzando por un largo pasillo, se encontró con Sage. Que se dirigía él con pasos apresurados.

—¿Está consciente? —le preguntó el santo de cáncer.

Esa seriedad en la cara de Sage le parecía… de interés, a Avenir.

—Sí. No sólo agotó su sangre sino también su cosmos. No soy doctor, pero me parece que está muy grave.

—Entiendo, la veré.

Sage iba a pasar de Avenir, pero él lo detuvo con una pregunta no agresiva.

—Tú… ¿eres doctor o algo así? ¿No deberíamos llamar a uno?

—No te preocupes, sé lo que hago —respondió escuetamente, entrando al cuarto donde estaba Venus.

Avenir alzó los hombros y se retiró.

Iba a dar su reporte completo a Athena y esperaría nuevas órdenes.


…_…


¡Uff! Como me tardé en actualizar, pero he estado algo ocupada con otros proyectos jijiji. Bueno, por ahora vuelvo para dejar este episodio; la verdad ya lo tenía casi completo, y me faltaban algunos detalles.

No soy muy buena narrando batallas, así que no lo haré con frecuencia; espero me disculpen. ¿Ustedes cómo perciben el trato de los santos hacia Avenir? Un poco pesados, ¿no?

Por otro lado, tuve algunos errores con respecto al origen de Avenir y tuve que sacarme explicaciones de alguna parte para no andar editando y editando ambos fanfics lo loco. Ojalá no haya quedado muy rebuscado.

¡Muchas gracias por seguir conmigo esta aventura!

Nos veremos en el siguiente capítulo.

Saludos y gracias por leer.


Gracias por sus reviews a:

Nyan-mx: ¡Holis, holis! Como siempre es un gusto tenerte presente, adoro tus comentarios xD la verdad yo tampoco dejaría una vida cómoda donde no tienes que pagar renta, para irme a enfrentar una guerra, por mucho que quiera a una amiga xD no juzgo; pero Margot destaca por una gran lealtad, creo que ese es un rasgo notable de este personaje, por otro lado, es cierto, Nausica tiene mucho en desventaja para no romperse por todo lo que verá en la guerra, ya veremos cómo le va, antes y después de conocer a Avenir 7w7

Guest: Saludos, bueno, las apuestas para Nausica son demasiado desfavorables considerando que ya se ven sus debilidades muy de cerca, pero tengámosle algo de fe, tal vez y nos sorprenda xD o al menos eso espero.

Yo: Muchas gracias por comentar tus opciones para la trilogía; voy a analizarlas ;)


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