"Luna, dime si puedo

enviarte mi corazón

así cuando muera, que eventualmente lo haré

pueda iluminar junto a ti aquí abajo

Por mi amor es mío, todo mío.

Nada en el mundo me pertenece

más que mi amor" (1)

• ── ◦ ◦ ── •

Harry llegó a su sala común algo aturdido, pero afuera del retrato de la dama gorda, lo esperaba Draco medio dormido con los brazos cruzados.

De hecho, de no ser porque lo llamó en un susurro, era probable que Draco se hubiera quedado ahí toda la noche. En cuanto el chico escuchó la voz de Harry, abrió los ojos de golpe y lo abrazó con fuerza.

—No esperaba encontrarme con un perrito abandonado en la puerta de mi casa —bromeó Harry en un tono suave.

Draco hizo un puchero con los labios y tomó a Harry de la mano, antes de arrástralo por el pasillo.

—No estoy tan demente para meterme a la sala común de Gryffindor cuando están todos tan conmocionados. De seguro que me terminarían sacrificando.

Se sentaron en una banca con vistas al patio general. Iban y venían aurores junto a personal del ministerio, y Harry sabía que en ese preciso momento, habían entrado varias patrullas al bosque prohibido para resguardar la zona.

—¿Ya estás mejor? —le preguntó.

Draco apretó la mano de Harry, y comenzó a acariciarle el dorso con el pulgar.

—¿No es patético? Aquí él que debería preguntar eso soy yo.

Harry negó con la cabeza y tiró a Draco hacia él, que perdió un poco el equilibrio y cayó sobre su regazo. Con cuidado, comenzó a desenredarle el pelo, que luego de la batalla, había quedado enmarañado y con un fuerte olor a quemado.

—Ninguno debería estar pasando por esto, en primer lugar —le contestó Harry y Draco asintió—. En especial si considero que quizás, si lo hubieras sabido todo desde el principio… Draco, podríamos haber previsto algo.

Draco lo miró con intensidad y como si se tratara del chico de hace unos meses, que aún no se atrevía a decirle te amo por primera vez, se sintió palidecer ante esa mirada.

—¿A qué te refieres, Harry?

—No he sido justo contigo, Draco, lo siento tanto —murmuró, antes de sacar el relicario del bolsillo—. Me refiero al significado de esto.

Draco tomó el relicario sin comprender absolutamente nada y leyó la nota que había dentro.

—¿Qué es un horrocrux? —preguntó de inmediato.

Harry le explicó a Draco todo. La historia completa desde el principio. El cómo Dumbledore llegó en el verano y le solicitó que mantuviera la guardia alta con él; luego le relató los recuerdos de Voldemort más importantes, como el de la amortentia o el episodio con el profesor Slughorn, toda su odisea para encontrar la memoria verdadera y, al final, le explicó lo que era un horrocrux. Draco lo escuchó todo sin interrumpir.

—¿Harry me estás diciendo que el-que-no-debe-ser-nombrado, es inmortal…?

—Mas o menos: tiene muchas vidas, pero puedo matarlo. Solo necesito acabar primero con todos sus horrocruxes.

Draco asintió ante las palabras de Harry y respiró con calma.

—¿Por qué me dices esto? Acabas de hablar con el Ministro y la profesora McGonagall, y a ninguno de los dos les explicaste ni una sola palabra, porque Dumbledore así te lo pidió, pero a mí… ¿Por qué?

Harry se acercó al rostro de Draco y se quedó ahí un rato, solo para sentir al otro con vida. Si se besaron, era irrelevante en ese momento, porque lo único que querían era que el tiempo se paralizara, que todos los problemas se borraran por un momento y solo quedaran ambos en medio del pasillo con los latidos del corazón sincronizados.

Porque confío en ti, Draco —aseguró Harry al separarse y volver a mirar hacia afuera—. Y sé que no me herirás. Y sé muy bien que la opinión que Dumbledore formó de ti estaba errada, que era una completa farsa y que tú siempre has estado de mi lado.

El silencio fue un poco abrumador, pero Harry supo que Draco pensaba que responder. En lugar de hablar, sacó de dentro de la túnica una carta arrugada que Harry leyó. Draco se quedó ahí, sobre su regazo, aguardando.

—¿Cuándo te la envió?

—En mi cumpleaños, pero la abrí hace unas horas.

Le devolvió la carta y Draco se la guardó.

Ahí lo decía, que se fuera cuanto antes. Lo más probable es que, para esa fecha, Lucius ya fuera consciente del próximo ataque que iban a realizar y solo le suplicaba a Draco que se marchara cuanto antes.

Que Draco se fuera en cuanto leyera la carta.

Pero ahí estaba Draco, acurrucado junto a él como un gato somnoliento. Al lado de Harry, con quien no debía involucrarse más, con la mano izquierda entrelazada con fuerza, en ese punto ya en un agarre que resultaba un poco desagradable, porque sudaban, pero que aun así continuaban manteniendo.

—¿Por qué no te fuiste? Pudiste haberlo hecho.

Draco se enderezó y ahora era el quién tomó a Harry, para que quedara cerca de él.

Porque confío en ti, Harry —le gruñó, Draco con fiereza—. Siempre lo he hecho y no me importaría aplastar varias cabezas si eso me asegura que estés a salvo.

Harry abrió mucho los ojos y algo ruborizado se comenzó a reír cerca de la boca de Draco, que solo desvió la mirada con un puchero en los labios.

—¡Ay, Dios mío, Draco! —declaró Harry que lo tomó con ambas manos y le dio varios besos en el rostro— Me vuelves loco.

Cerró los ojos y, tan pronto chocaron frentes bajo la luz de las estrellas que se desparramaban en el cielo y la luna que al día siguiente iba a alcanzar su plenitud, Draco lo olió.

Fue una sensación electrizante. Fue la primera vez que no definió en Draco ningún tipo de olor, ni el de los cigarros, la plata, manzana verde, o el del incendio que habían tenido que vivir. Fue algo novedoso como si todo lo que representara a Draco fuera irracional. Ácido, vivaz, sarcástico y apasionado.

Draco era nada. Era estrategia, días nublados y al mismo tiempo acogedores. Draco era mañanas de jugar quidditch con el afán de que pronto fuera la hora del almuerzo.

Draco era su alfa. Harry ya lo sabía, pero ahora los unía algo más intenso.

De manera inconsciente, Harry comenzó a tararear una melodía, que hizo que Draco cerrara los ojos y se balanceara al ritmo de la canción. Frente con frente. Nariz con nariz, temerosos de juntar labios.

—Me gusta esta canción, pero no su nombre.

Draco formó una sonrisa —¿Cuál es su nombre?

Harry —contestó.

Le acarició los labios, y fue como si solo se tentaran al otro. Era la previa al beso que querían desde hace tanto tiempo.

—Pues a mí me parece un nombre perfecto.

Harry se presionó en contra y soltó el lazo que lo ataba con Lupin, pero fue agradable. Fue como una conversación comprensible. No dolió y supo que Lupin también había aceptado el cambio.

Mío —exhaló Draco—. Por fin, completamente… soy tuyo.

Lo rodeó con los brazos y Harry observó como Draco echaba el cuello hacia atrás, dejándolo expuesto y vulnerable por completo.

Soy tuyo —declaró Harry, que le besó la piel expuesta con dulzura—. Eres mío, mi amor.

Tan solo el silencio del corredor, la impotencia de la luna y el chismorreo de las estrellas fueron testigos de la fuerza de la manada que se había formado.

Porque ahora ya no solo era la manada de Draco.

Era la manada de Draco y Harry.

• ── ◦ ◦ ── •

La brisa golpeaba en contra.

Y ella solo corría. Detrás de una manada, de un sueño que parecía cada vez más lejano.

Se detuvo frente a la cueva y volvió a adoptar la forma humana, antes de que la mujer que los guiaba se diera media vuelta y la tomara en brazos.

Escuchó los vítores. Las alabanza. Sintió el calor de ella y la fuerte opresión que ejercía.

Pronto Greyback se acercó y todos callaron.

—Lo lograste, mi niña, de verdad que lo lograste.

Las manos de Greyback le acariciaron el pelo y era la primera vez que sentía del hombre un gesto tan gentil, como si de verdad fuera parte de ese grupo de personas que la comenzaron a celebrar.

—Jessica, acabas de dejar atrás los retazos de tu pasado. Al fin, eres libre.

Greyback olía a sangre mágica que no reconoció, pero sí que la hizo recordar la magnitud de sus acciones. Ya no había vuelta atrás.

Era libre. Como todos ellos. Libre, era una palabra que ansiaba escuchar hace tanto tiempo.

Libre.

Y el precio había sido: el derrumbamiento total de la comunidad mágica.

—Soy libre…

Greyback asintió. Ella asintió. Thomas asintió. Todos asintieron.

¿A quién le importaban los magos y las brujas? Jessica hace tiempo que había dejado de ser uno de ellos.

Ella ahora era libre y eso era lo único que importaba.

Entonces, ¿Por qué comenzó a llorar desgarradoramente?

• ── ◦ ◦ ── •

Lo que sucedió los días siguientes fue lo esperable.

Varios padres se llevaron a sus hijos después de los eventos. La comunidad mágica estalló por completo y las opiniones eran muy variadas.

La luna llena, Draco la pasó sin pena ni gloria. Fue aburrida, aunque compartió con Pansy toda esa noche en una intimidad agradable, que hace tiempo no mantenían. Al día siguiente, Draco despertó por un zarandeo que ella provocó y no se sintió avergonzado de la manta con la que Pansy le cubrió el cuerpo desnudo.

—Aún queda un rato antes de que amanezca —le dijo, a lo que Draco asintió— ¿Cómo te sientes?

—Creo que me estoy acostumbrando, pero me muero de sueño.

Pansy le acarició el pelo y se apoyó contra la pared, pensativa.

—¿De verdad que la viste transformarse?

—Si, Draco… las vimos.

Draco no comprendía nada, se sentía algo intimidado ante esta posibilidad y, sobre todo, las consecuencias que podían tener en el otro.

Sin embargo, Pansy no estaba extraña por eso.

—No volveré a tomar ni un milímetro de alcohol nunca más.

—Es decir que no te acuerdas bien…

—No es eso, Draco. Si me acuerdo de ellas, pero no me acuerdo él porque estaba ahí con Ginny.

Draco le sonrió a medias y con dificultad, se acercó a Pansy, antes de darle la mano y apoyar la cabeza contra su pecho.

—Hablé con mi madre… dice que quiere que me vaya a Escocia hasta que todo se solucione. Al final de cuentas, ya sin Dumbledore, quién sabe si va a estar abierto el colegio el próximo año.

Draco suspiró y permitió que Pansy entrelazara los dedos en su pelo.

—Pero tú…

—No lo sé, Pans… todo depende de… —Harry, quiso decir, pero se contuvo—, todo depende de lo que quiera mi madre.

La respiración de Pansy era taciturna, como si estuviera pensando en varias otras cosas.

—Bueno, pero podrás volver a ver a tú alguien.

Pansy esbozó una media sonrisa—. Ya tengo a otro aquí, por eso no me quiero ir.

—¿A si? ¿Y quién es?

La chica se colocó de pie al escuchar como la trampilla de la casa comenzaba a emitir un ruido chirriante. Le dio un beso a Draco en la frente y antes de transformarse le susurró:

—Tengo que aclarar ciertas cosas con la Weasley.

Draco la vio irse y esperó a Madame Pomfrey que llegaba bastante agotada. No era necesaria la pregunta directa, porque sabía muy bien que la mujer estaba llena de trabajo, así que su rostro aliviado al verlo sin ninguna cicatriz fue palpable. Por lo que luego de un rutinario chequeo, Draco se pudo ir.

Llegaron muchas personas a presentar sus respetos a Dumbledore durante los tres días que fue velado y el día del funeral, la ceremonia fue de las más trágicas que se presenciaron.

Todos los estudiantes del colegio— al menos todos los que no se habían ido— iban de pies a cabezas uniformados y miraban como el sepulcro blanco se alzaba con solemnidad. Nadie le negó a Draco el acercarse a Harry y quedar un poco alejados del tumulto, cerca del lago negro, donde la gente del mar hizo acto de presencia y mostró también sus respetos.

Draco no lloró, pero quiso hacerlo una vez vio como Harry se volvía a derrumbar y fingía no hacerlo, desviando la mirada, mientras las lágrimas le caían del rostro en una cascada de pena. Draco quiso tomarlo de la mano, pero notó que varios fotógrafos rondaban por el lugar, así que lo único que hizo fue pasar su brazo en torno a los brazos de Harry y apretarle el hombro con fuerza.

Notó como del bosque aparecieron los centauros, quienes no salieron de los límites, pero agacharon la cabeza ante el sepulcro de Dumbledore.

Hermione sí que lloraba y Ron la abrazó con fuerza. Ginny se aferró a la mano de Pansy, aunque ninguna de las dos sollozaban, pero lo hicieron porque la tristeza general era tan amplia que era normal sentirse atormentado por la misma.

Daphne y Nott se tomaron de la mano, Luna con Neville, donde el chico sí que lloraba un mar, mientras que la chica le limpiaba las lágrimas.

Lupin tenía el rostro entre las manos y Tonks apoyó las suyas en su rodilla.

Por primera vez es que Draco caía en cuenta de la trascendencia de esa extremidad en la vida. Todos se daban la mano o tomaban un fragmento de la persona de su lado, para hacerla sentir acompañada.

Era una acción tan fácil, pero con un impacto tan trascendental, que hizo que Draco solo pudiera pensar en lo mucho que deseaba que Harry compartiera el contacto con él, pero el chico era igual de consciente del mundo que él, así que se limitaron a quedarse así.

Una vez el funeral terminó, Draco se separó de Harry y caminaron en silencio hacia el castillo, junto a la gran silenciosa marea de estudiantes que también hacían lo mismo.

—Tengo que hablar algo con ustedes en un rato más —les dijo Harry a él, Hermione y Ron, quienes se miraron entre ellos y no preguntaron nada—. Nos juntamos aquí a las cinco.

Harry se separó sin decir ni una sola palabra más y cruzó los pasillos como si quisiera escapar de algo inmenso. Draco lo vigiló irse, pero entendió que durante ese periodo de dos horas de margen que Harry le dio, era porque él mismo quería acallar la marea de pensamientos y pena que lo albergaba.

Casi en un impulso, Draco subió al aula de defensa contra las artes oscuras y pasó entre los pupitres vacíos hasta llegar al escritorio que Snape ocupó durante todo el año.

No podía odiarlo por más que Harry sintiera un desprecio inmenso por ese hombre. Y eso que él, Draco, conocía muy bien lo que era sentir una ira desmesurada.

Rozó la madera del pupitre y suspiró.

Porque Snape era una persona que Draco de verdad admiraba. Alguien que ayudó y le enseñó prolíficas habilidades con una suavidad atemorizante.

Cruzó hasta las estantería intacta de pociones del hombre y buscó la pequeña reserva de matalobos que el hombre creó para él. Sin decir más, las sacó todas y se las llevó. También se robó la cajita con el hueso de licántropo y la piedra lunar de Snape. Si contaba la cantidad de pócimas que estaban listas, Draco tendría que comenzar a fabricar más tan pronto como pudiera.

En la salida fue que se encontró con la profesora Sinistra que caminaba en dirección contraria. Draco entonces recordó que los aposentos de la mujer se encontraban en ese piso, por lo que era normal que transitara por ahí. Luego de meterse las pociones en el bolso, se acercó a la mujer.

—¡Draco! ¡Qué bueno que te veo! —exclamó la mujer, que se acercó para darle un beso en la mejilla al chico—. Justo necesitaba hablar contigo.

Sinistra pasó de la escalera y se detuvo frente a la puerta de su dormitorio. Draco no diferencio en el rostro de la mujer ningún rastro de maquillaje, lo más probable porque sabía que iba a ser el funeral y no quería que se estropeara por las lágrimas que soltó— o al menos eso pareció, ya que tenía los ojos hinchados—. La mujer lo dejó pasar y Draco volvió a sentirse como un intruso en esa habitación.

—Pensaba tener una última clase contigo —dijo la mujer, que depositó el libro en la mesa de centro y lo abrió—. ¿Algún tema que te interese estudiar?

—Transformación voluntaria —contestó el chico de inmediato.

La mujer abrió la boca y asintió antes de buscar la página. Draco diferenció como Sinistra examinaba el contenido antes de mirarlo con severidad.

—La transformación voluntaria, Draco, es posiblemente la habilidad más inhumana que puede llegar a tener un hombre lobo, ¿comprendes? —suspiró Sinistra, como si varios recuerdos la hubieran golpeado—. Porque es prácticamente aceptar la enfermedad en su totalidad, pero de una manera diferente a como lo hace un Delta.

—¿Qué hace en específico un delta?

—Nada, y ese es precisamente el problema. Un delta es un lobo que se ha quedado solo por completo y que, además, ha sido incontrolable durante sus transformaciones; es el peor estado al que puede llegar un licántropo —le explicó la mujer, mientras jugueteaba con una pulsera—. Ya que, como una medida de autoprotección, durante luna llena, el licántropo se transformará en lobo y nunca volverá humano otra vez. Lo peor es que puede continuar contagiando la enfermedad y ataca a seres humanos y animales de manera desmedida.

—Por eso son tan aborrecidos…

—Y es que tienes que tomar algo en cuenta. Un delta ha dejado de ser humano por completo. Solo es un ser que trata de sobrevivir.

"De ellos no se habla", recordó Draco, con el eco de la voz de Thomas en la cabeza.

Quizás Greyback fuera más lobo que hombre, pero aún conservaba ese raciocinio que lo hacía tomar decisiones. La motivación del hombre iba propiamente contra el comportamiento de un delta. Él quería demostrar que era el mejor hombre lobo de todos, que la licantropía era lo mejor a lo que cualquiera podría asumir, por lo que, si llegara a sucumbir ante la enfermedad de tal manera, significaría que había fallado por completo.

—La transformación voluntaria, actúa diferente según el lobo y que tanta afinidad tiene con la enfermedad —continuó Sinistra—. Mientras estés más contento con ella, se dará de forma natural, en cambio, si la reprimes esta nunca se dará. Aun así, es una habilidad temible, y de las más complicadas de dominar.

Draco apoyó la espalda contra el sofá y pensó un segundo. Esa noche, en la que Greyback le cambió la vida por completo, este era humano, pero cuando lo mordió recordaba muy bien como su rostro se transformaba en algo cada vez menos humano. Era posible que también tuviera dominio de la transformación voluntaria.

—Profesora… si un licántropo se transforma en lobo fuera de luna llena ¿igual puede contagiar la enfermedad?

Sinistra estudió sus ojos un segundo, contrajo los labios y asintió.

—Ese es el mayor problema. Un licántropo solo necesita estar transformado en lobo para ser capaz de contagiar la licantropía; Bill Weasley se salvó por poco, ya que Greyback lo atacó como humano, pero de haberse dado con forma lobuna, le hubiese pasado la enfermedad.

Entonces todo comenzó a cobrar sentido. Ese era el motivo por el cual Greyback lo logró contagiar en una luna nueva, puesto que solo necesitó morderlo como lobo para que aquello sucediera.

El resto de las clase, Draco la pasó estudiando varios otros temas relacionados con la transformación, pero el propio texto recalcaba que no había una metodología para hacerlo. Que era algo que se daba sin demasiado esfuerzo.

Una vez Draco se percató que el reloj se acercaba a las cinco, se colocó de pie.

—Mañana ya se van de vuelta a casa…

—¿Usted se quedará aquí, profesora?

Hogwarts es mi hogar, querido —dijo la mujer, que se colocó de pie, cerró el libro y se lo extendió a Draco—. Llévatelo, debes estudiarlo.

—Pero profesora…

—Este libro hace tiempo que dejó de ser mío —completó Sinistra y Draco asintió, metiéndolo dentro de su bolso. Sus ojos estudiaron el lugar y los clavó en la bola mágica que reposaba encima del escritorio. Sinistra al darse cuenta de eso, sonrió—. Dumbledore me pidió que la sacara de la torre de astronomía antes del ataque, supongo que de alguna manera estaba consciente de que esta era un peligro.

Draco se acercó a la bola mágica y luego miró a la profesora.

—Esta cosa… puede hacer que un mago pueda volverse un muggle ¿no?

—Si es mal usada, sí. Extrae la magia de la persona, para luego proyectarla como algo visual.

Sinistra suspiró, y apuntó a la bola con la varita antes de pronunciar un hechizo que la hizo añicos.

—¡Profesora!

—Pero es un objeto que trae más problemas que soluciones —concluyó la mujer, sin dudar—. Greyback ansia esto y por eso no pienso dárselo.

Draco asintió y antes de salir del dormitorio de la profesora, la abrazó. No la iba a ver en mucho tiempo y eso le dolía más de lo que le hubiese gustado admitir, y era consciente que la mujer sentía lo mismo.

—Que tengas buenas vacaciones, Draco.

El chico asintió y se marchó, sintiéndose seguro con las pociones matalobos y ese libro dentro del bolso.

Se trató del último en llegar. Harry tenía un mejor aspecto, y también se había ido a cambiar de ropa. No le gustaba usar el uniforme como era debido, así que Draco no se sorprendió al verlo con una campera y su par de zapatillas marrones.

Subieron a la torre de astronomía en silencio y en el piso más alto, Draco comenzó a recorrer un poco el lugar, asombrado por las vistas del colegio de día. Estaba tan acostumbrado a verlo de noche, que eso era novedoso.

Las palabras salieron de la boca de Harry como un torrente de información. Era un recapitulo de todo. Y ninguno lo interrumpió, aunque tampoco se sorprendieron ante nada.

Ya lo sabían: que Snape era el príncipe mestizo, o que el relicario era falso. Ahora solo les tocaba comenzar a pensar en el después. En el que debían hacer.

—Esto me va a tomar todo el próximo año…

Los tres chicos se miraron entre ellos, hasta que Ron alzó la voz.

Nos va a tomar todo el próximo año.

Hermione asintió y se puso de pie.

—Los estudios pueden esperar.

Harry buscó con impresión la mirada de Draco, que sonrió a media y agregó:

—Cuatro cabezas piensan mejor que una.

Ron hizo un ruido desagradable tan pronto Draco se le acercó.

—Supongo que puedo lidiar con un imbécil.

—¡Que bien que reconozcas tu máxima cualidad, Weasley!

Antes de que comenzara una estúpida discusión, Harry los abrazó de forma grupal y Draco se dio cuenta entonces que un abrazo era mejor que un simple contacto.

—Supongo que podemos llamar esto como "operación caza horrocruxes" —dijo Ron.

—Weasley, lamento decirte que lo tuyo no son los nombres —le contestó Draco al separarse del contacto—. Esta es la operación "Harry es el elegido; y ya no es el elegido de forma irónica".

Harry le dio un codazo en las costillas y Draco le contestó con un pellizco en el estómago. Una vez comenzaron los ataques entre risas, Ron los separó hastiado.

—Déjalos Ron, ¿acaso no ves que están en su pequeña nube de amor? —se burló Hermione, a lo que Draco se sonrojó con levedad— Aww… ¡Draco no niego que eres adorable cuando te pones rojo!

—¡No es adorable! —gruñó Ron, y Draco se rio de él.

—Soy más adorable que Weasley ¿a qué sí, Grenger?

Hermione se lo pensó, pero acabó por soltar varias carcajadas, que le contagió a Harry. Ron puso los ojos en blanco exasperado, mientras también se reía y Draco, aunque no lo hizo de manera tan estridente, no pudo guardarse la mueca burlesca para el mismo.

—Para mí si eres él más adorable —le dijo Harry, a lo que Draco se mordió el labio coqueto.

Draco lo tomó por la cintura y le dio un besito arriba de la mandíbula, mientras Harry se reía. Ron comenzó a gritar desagradado por el coqueteó y Hermione no podía dejar de partirse de la risa.

Draco no tenía ni idea de qué curso iban a tomar los acontecimientos ahora que las cosas se habían trastornado tanto, pero de una cosa se encontró seguro.

Que mientras estuviera Harry era más que suficiente para determinar que su decisión era la correcta.

El verano comenzó entre risas que deseaba que fueran eternas.


Final segunda parte.