Hola hermosas, cómo están? Espero que muy bien y listas para el siguiente capítulo. Muchas gracias por estar atentas a la lectura.

Les recuerdo que los personajes no son de mi propiedad, sin embargo la historia es completamente mía y no está permitido publicar en otra plataforma. No es para menores de edad ni para personas sensibles al tema adulto, lo hago solo por diversión.

Gracias por su Comprensión.

SEPARADOS POR LA SANGRE

Unión de Amor

"La unión entre dos personas no se da cuando se firma un papel o se hace un juramento frente al altar, la unión de dos almas está escrita desde antes de que estas se reconozcan, hasta ese momento cumbre en que se unen para jamás separarse".

TREINTA Y TRES

Los días en el hogar de Ponny iban pasando lentamente, el nacimiento de los pequeños herederos de Anthony y Candy había pasado dos semanas atrás y Anthony seguía al pendiente de su cuidado, así como el cuidado de Candy, quien se sentía mucho mejor después de haber estado en verdadero peligro su vida.

Anthony había permanecido en el orfanato sin haber avisado a nadie de lo que sucedía ahí, únicamente en la mansión de las rosas sabían dónde estaba, pero ni en Chicago, ni en Nueva York sabían que Anthony se había ido de Lakewood para cuidar a Candy y a sus pequeños.

-Buenos días. – Dijo Archie, quien venía bajando con su hija en brazos y por un lado estaba su esposa, quien con una sonrisa lo miraba enamorada. Habían vuelto las miradas tímidas y encendidas cuando estaba junto a él, la diferencia era que ahora Archie correspondía a esas mismas miradas con sinceridad y amor y las dudas habían quedado en su pasado, un pasado que ni siquiera querían recordar.

-Buenos días. – Respondió Albert con una sonrisa al ver a su sobrino junto a su esposa y su bebé. – Permíteme cargar un poco a esta princesa. – Dijo de nuevo acercándose a la pareja para tomar a Anastasia en brazos.

-Creo que está demasiado consentida por su tío abuelo. – Dijo Archie al ver que el joven rubio representante del clan se acercaba con emoción a su hija.

-¡Oye! – Dijo Albert ofendido al escuchar cómo lo llamaba Archie. Era verdad que antes siempre lo llamaban así, pero era cuando nadie sabía su identidad. Los ojos de Albert se abrieron de pronto como cayendo en cuenta que lo que decía Archie era una gran verdad. – Tienes razón, soy su tío abuelo. – Dijo pensando en que realmente así era. Archie y Annie rieron por la distracción del patriarca. – Pues con mayor razón debo consentirla, es mi única sobrina nieta y se merece todo el amor que pueda darle su tío abuelo. – Dijo Albert con gracia, mientras hacía gestos graciosos a una pequeña Anastasia que lo veía fijamente sin comprender lo que quería decir con sus cómicos gestos.

-Creo que Anthony y Stear deberán apurarse para traer más niños a la familia. – Dijo Annie con una sonrisa, mencionando al rubio sin sentir aquel vacío en su pecho y a su cuñado, quien era el que estaba más próximo a casarse según ella. Albert guardó un poco de silencio al recordar que Anthony aún no se comunicaba con él, tenía más de tres semanas que no sabía nada del joven rubio, lo último que había sabido era que se desplazaba a diario rumbo al hogar de Ponny para esperar la llegada de la pecosa.

-Creo que sería mejor que se dedicara a traernos a una tía… - Dijo Archie con travesura. Albert carraspeó ante el comentario de su sobrino y se hizo el desentendido.

-No los escuches princesa, te aseguro que nadie te quitará el lugar. – Le decía a la pequeña Anastasia, quien continuaba observando los extraños movimientos del rostro del patriarca.

-Hablando de Anthony. – Dijo Archie riendo de los comentarios de su tío, cambiando el tema con tranquilidad, ahora sentía que Annie ya no se tensaba cuando hablaba de su primo y eso lo hacía sentir una profunda felicidad. La llegada de Anastasia había afianzado la relación de la pareja, el trato amoroso y delicado que Archie había dedicado a Annie los meses de espera juntos habían sido el factor clave para que su relación prosperara y ahora a pesar de que aún no convivían como marido y mujer por el tiempo de espera después del parto, podía notarse que entre ellos había verdadero amor y armonía de pareja. - ¿Crees que haya encontrado a Candy? – Preguntó de nuevo el elegante de los Ardlay. Albert suspiró un poco y devolvió la pequeña a su madre.

-No lo creo, de lo contrario nos lo hubiera comunicado. – Dijo Albert seguro de que si Anthony hubiese encontrado a Candy ya se hubiera comunicado con ellos.

-Eso es verdad, pero se me hace extraño que no se comunique. – Dijo Archie una vez más. – Stear tampoco me comentó nada anoche que hablé con él. – Agregó recordando que había hablado con Stear y que con la emoción y el nerviosismo que tenía con su boda ni siquiera habían tocado el tema de Anthony y Candy.

-Hablaré a Lakewood para ver que noticias me tiene. – Dijo Albert decidido a hablar a la mansión de las rosas para preguntar por el paradero de su sobrino.

Archie se despidió de su esposa, quien se retiraba para alimentar a la pequeña Anastasia. Albert entraba al despacho seguido por Archie, quien también quería saber acerca de lo que estaba sucediendo con Anthony. La llamada estaba por ser enlazada y Albert esperaba en silencio.

-Buen día John. – Saludó el patriarca al mayordomo que estaba a cargo de la mansión de Lakewood, quien pacientemente le explicaba que el joven Anthony había salido de la mansión rumbo al hogar de Ponny dos semanas atrás y que no había regresado, solo se había comunicado para decir que se quedaría un tiempo ayudando en el lugar.

Albert cortó la llamada después de unos momentos, su rostro denotaba extrañeza y Archie lo miraba confundido porque no decía nada.

-¿Qué sucede? – Preguntó Archie al ver que su tío no hablaba. Albert lo miró con extrañeza.

-Anthony no ha regresado del hogar desde hace dos semanas. – Dijo Albert mirando a Archie fijamente.

-¿Le habrá sucedido algo? – Preguntó Archie preocupado por su primo.

-No lo sé Archie. – Dijo Albert con la misma preocupación que tenía el menor. – John dice que se comunicó para decirle que se quedaría unos días para ayudar en las cosas del hogar, pero me parece extraño que no se haya comunicado para informarme. – Dijo una vez más el patriarca.

-También me parece extraño tío. – Dijo Archie expresando su opinión. – Cuando hablé con Stear no mencionó nada al respecto, está tan ocupado con los preparativos de la boda que no tiene cabeza para más. – Dijo el menor de los Cornwell pensando que no sería apropiado que el mayor de la dinastía se desplazara hasta Lakewood para mantenerlos informados.

-Creo que es necesario que yo vaya a investigar el asunto. – Dijo Albert seguro de que había sucedido algo extraño, lo único que pedía era que Anthony estuviera con bien.

-¿Por qué no te comunicas al hogar de Ponny? - Preguntó Archie convencido que sería una buena opción.

-Tienes razón. – Dijo Albert, quien tenía tiempo que no se comunicaba de nuevo, ante las constantes negativas que había tenido para hablar con Candy, había desistido de continuar molestando a las dos madres de la rubia.

La llamada esperaba ser enlazada de nuevo, sin embargo la respuesta no fue positiva. La operadora intentó varias ocasiones más con el mismo resultado.

-Gracias. – Agradeció Albert a la señorita operadora, quien amablemente había dicho que continuaría insistiendo para comunicarse con el orfanato y que en cuanto estuviera lista la llamada se comunicaría con él.

-¿Qué sucedió? – Preguntó Archie intrigado.

-Nada… no hay respuesta. – Respondió Albert pensativo, todo se le hacía muy extraño.

-¿Será que Candy no ha querido perdonarlo? – Preguntó Archie imaginándose que Anthony tal vez ya se había encontrado con Candy, pero que esta no había querido perdonarlo.

-Tal vez… - Dijo Albert con seriedad, la culpa una vez lo atacó. – Creo que sería conveniente que yo fuera a hablar personalmente con ella. – Dijo levantándose de su lugar.

-Pero tío, ella te dejó dicho más de una vez que no quería hablar contigo. – Dijo Archie seguro de que así era.

-Pues tendrá que escucharme, Anthony no es tan culpable de todo el tiempo que duraron separados. – Dijo el rubio seguro de que así era. – Le di su espacio, creo que ya es suficiente de ello. – Dijo de nuevo decidido a hablar por su sobrino, así como se había inmiscuido entre ellos para hacerles ver que era demasiado pronto su unión, lo haría también para disculparse y ayudar a que perdonara a su sobrino.

-Pues cuentas conmigo tío. – Dijo Archie seguro de apoyarlo. – Tienes razón, Candy debe perdonar a Anthony, él ha sufrido muchísimo su separación. – Dijo recordando los días en los que se quedaba sentado en el solario recordando a la joven pecosa. - ¿Saldrás por la mañana? – Preguntó una vez más el menor. Albert asintió.

-Saldré por la mañana, de todas formas ya debería haber regresado a Chicago. – Dijo seguro que debía volver para la boda de Stear.

-Yo viajaré junto con Annie y Amelia un poco antes de la boda tío. – Dijo Archie aclarando que estaría a tiempo para la boda de Stear y Patty.

-Muy bien, me parece adecuado, así Amelia no viajará sola. – Dijo Albert pensando en la más joven de los Cornwell.

-Lo único que me gustaría es que Terry no decidiera acompañarla. – Comentó Archie, imaginando que si su hermana tendría que viajar sola este sería capaz de acompañarla.

-¿Se están poniendo serias las cosas no? – Preguntó Albert seguro que había visto a Terry muy cercano a Amelia. Archie suspiró queriendo negar la verdad, pero sabía que no era posible.

-La verdad no sé qué tan serias. – Respondió Archie notándose aún el desacuerdo que tenía por esa relación. Albert sonrió con cariño a su sobrino.

-Terry es una buena persona. – Dijo Albert abogando por su amigo. Archie lo miró no muy convencido. – Ha cometido muchos errores, lo sé… pero puedo asegurarte que jamás se atrevería a lastimar a Amelia, si no siente nada por ella él se alejará por sus propios medios. – Dijo una vez más el patriarca. Archie suspiró resignado él sabía que había algo más entre los jóvenes.

-Tienes que saber que entre ellos hay algo más… - Dijo con cierta pena por revelar que su hermana y Terry mantenían una relación que aún no era anunciada. Albert lo miró un poco confundido. – Cuando Anastasia nació, sucedió algo entre ellos que me advirtió que Terry no la ve solo como a mi hermanita menor. – Dijo con cierta incomodidad, le era difícil revelar que su hermana estaba más que enamorada del joven actor.

-Entonces Terry deberá hablar conmigo… - Dijo Albert seguro que debía hablar con Terry para saber cuáles eran las intenciones que tenía para con su sobrina.

-Amelia no me permitió a mí hablar con él, dice que ella ya es grande y sabe decidir lo que le conviene. – Dijo Archie indicando que para él había sido muy difícil no entrometerse entre ellos, sobre todo porque creía que Amelia era aún muy joven para tener novio formal, sin embargo Annie le había hecho notar que era de su misma edad, así que no pudo continuar debatiendo su punto.

-Yo estoy a cargo de la familia Archie. – Dijo Albert seguro. - Y a mi regreso me gustaría tratar ese tema. – Agregó una vez más convencido que debía poner las cartas sobre la mesa.

Albert creía que a pesar del tiempo que había pasado desde que Terry y Candy habían roto su relación, el amor que el actor había demostrado por Candy era muy difícil de olvidar, no era imposible, pero él fue testigo de los sentimientos que los habían envuelto y quería cerciorarse que lo que sentía por su sobrina fuese sincero.

La tarde llegó y no hubo necesidad de esperar su regreso. Terry llegó a visitar a Amelia y Albert estaba ahí para hablar con él.

-Buenas tardes. – Dijo Terry con amabilidad a su amigo, tenía tiempo que no lo veía, eran pocas veces las que coincidían.

-Buenas tardes Terry… - Dijo Albert con una sonrisa extendiendo su mano para saludar y abrazar con afecto al actor. – Me alegra verte porque contigo quería hablar. – Dijo invitándolo a pasar. Terry se extrañó por no saber el motivo que tenía Albert para hablar con él.

-¿Qué sucede? – Preguntó Terry a la defensiva, imaginándose que tal vez al igual que Archie, Albert no estaba de acuerdo con la amistad que tenía con Amelia.

-Siéntate por favor. – Lo invitó Albert a sentarse frente a él. Terry lo miraba sin perder expresión de su rostro. – Archie me dijo que había una amistad especial entre tú y Amelia. – Dijo el patriarca sin querer demostrar que estaba enfadado o en desacuerdo con aquella relación. Terry levantó la ceja cuando Albert por fin soltó el motivo de su charla.

-Veo que a pesar de ser padre no se le quita lo entrometido. – Dijo Terry con cierto recelo en su voz.

-Comprende que Archie está inquieto por su hermana. – Dijo Albert sin sentirse ofendido por lo dicho por Terry, ya que también lo incluía en lo de metiche. – Y francamente yo también. – Agregó con franqueza. – Amelia es mi sobrina y yo soy el representante de la familia, en ausencia de sus padres tengo la obligación de cuidar de todos ellos. – Dijo mientras Terry lo miraba sin perder detalle a sus palabras.

-Entiendo el motivo por su inquietud. – Dijo Terry aún cerrado a hablar con Albert de su relación. - Comprendo que Archie esté molesto porque sé muy bien que no he sido santo de su devoción y francamente él tampoco el mío. – Dijo Terry con naturalidad, sin siquiera sentir un poco de pena por revelar que no tenía afecto por Archie. – Albert tú eres mi amigo y te respeto, pero creo que la relación que existe entre Amelia y yo, solo nos incumbe a nosotros. – Dijo Terry una vez más. Albert asintió tranquilamente.

-Entonces sí hay una relación. – Dijo Albert sin inmutarse porque le dijeran que no se entrometiera. Terry lo miró fijamente, hasta él parecía sorprendido por lo que había dicho.

-Francamente no lo sé. – Dijo Terry con cierto nerviosismo acomodado sus cabellos. – Ella es una joven maravillosa, hermosa, noble, me saca de mis casillas con frecuencia… pero te mentiría si te dijera que no comienzo a sentir que la extraño cuando no estoy con ella. – Dijo sincerándose con su amigo.

-Sé que hace unos meses terminaste tu relación con Candy. – Dijo Albert sin intención de lastimarlo. Terry lo miró y suspiró profundamente. – Y me preocupa que veas en Amelia a un posible reemplazo. – Dijo una vez más. El joven actor se tensó por las palabras de Albert.

-Albert… - Dijo mirándolo fijamente. – Amelia y Candy son dos personas muy valiosas. – Dijo sincero el actor. – Es verdad que mis sentimientos por Candy fueron fuertes. – Decía mirando a Albert con la mayor sinceridad que tenía en sus ojos. – Pero ella no me amó con la misma intensidad que ama a Anthony… - Dijo mencionando a su hermano. – Te confieso que es la primera y la última vez que te hablo de mis sentimientos por Candy y solo porque eres el tío de Amelia y me parece justo que estés enterado de ello. – Dijo sin moverse de su asiento. Albert lo escuchaba atento. – Amé a Candy… es verdad, pero te soy sincero cuando digo que por primera vez no me duele mencionarla junto al nombre de mi hermano. – Dijo para sorpresa de Albert, quien se relajó un poco al escucharlo. – Candy es una mujer maravillosa y deseo de todo corazón que en estos momentos esté al lado de Anthony siendo feliz, se lo merece y si él es su felicidad que bueno, ahora lo veo. Amelia me ayudó a entender que cuando dos personas se aman, no importa cuánto sean amados por otras personas, lo importante es cuanto se aman entre ellos y yo sé que Anthony y Candy se aman y fue muy injusto que ambos se separaran. – Dijo Terry con cierto reclamo a Albert, quien bajó la mirada sintiéndose aludido por sus palabras. El patriarca reconocía que no había dado el apoyo necesario para que ellos realizaran su amor aunque fuese a escondidas al principio.

-Sabes que la sociedad es muy cruel con las personas. – Dijo Albert recordando el motivo principal por el que había aconsejado que esperaran un poco.

-Candy es más fuerte que eso. – Dijo Terry seguro que así era. – El amor por Anthony le hubiera dado esa fortaleza y más… - Dijo de nuevo el actor, él también conocía a Candy.

-Tienes razón, jamás debí entrometerme entre ellos. – Dijo Albert apenado, guardando un silencio profundo por unos segundos para después retomar el tema que lo había hecho sentarse a platicar con su amigo. - ¿Qué sientes por Amelia? – Preguntó Albert una vez más, le había quedado claro que el amor que Terry sentía por Candy se iba transformando. Terry sonrió porque se seguía entrometiendo.

-Amelia es una joven maravillosa que me ha enseñado a ser fuerte. – Dijo Terry para sorpresa de Albert, ya que él siempre había visto que su amigo como una persona muy fuerte. – Ella me ha enseñado a amarme como persona, a valorarme, a no dejarme caer por las adversidades. – Decía con una mirada que comenzaba a encenderse, una mirada que Albert conocía muy bien en su amigo, una mirada que había visto el día que se encontraron en el zoológico de Londres. – Me ha enseñado que no necesito alcoholizarme para tener valor y enfrentar mis miedos, mis problemas, mis fracasos… - Dijo de nuevo, porque ahora no temía decir cuántas veces había fracasado. Albert lo escuchaba con gozo, porque descubría que detrás de aquellas palabras de admiración por su sobrina había algo más que un simple agradecimiento.

-¿La amas? – Preguntó Albert para escuchar de su boca aquella afirmación que él había descubierto. Terry abrió los ojos con sorpresa, jamás se había hecho esa pregunta con nadie además de Candy. Suspiró con nostalgia al recordar la primera vez que se había cuestionado sus sentimientos por la rubia pecosa.

-Todavía no creo que he llegado hasta ahí. – Dijo Terry sincero. Albert lo miró fijamente, para él era un hecho que Terry tenía un sentimiento genuino por su sobrina. – Pero te aseguro que lo que siento por ella cada vez crece más en mi interior, con ella me siento libre, no siento que tiene a alguien en sus recuerdos, no siento que hay algo entre nosotros que nos impide estar juntos, ella demuestra sus sentimientos libres, sin recuerdos dolorosos, sin traumas escondidos. – Decía sin poder evitar que desde un principio había sentido una barrera entre él y el amor que Candy le había otorgado. Albert sonrió feliz, sintiendo que el enamoramiento de Terry hacia Amelia iba por buen camino.

-No tengo nada más que comentar. – Dijo Albert levantándose de su lugar para extender la mano a Terry. Este la tomó sorprendido porque así como lo había invitado a tener esa conversación de la misma forma la había terminado, él estaba seguro que no había aclarado si sus intenciones con Amelia eran serias o no, ni él mismo lo sabía, lo único que sabía era que había veces que lo único que quería hacer era platicar con ella, tomar su mano y besar sus labios para sentirse mejor.

-Siento no haber respondido tus preguntas Albert. – Dijo Terry sincero. Albert le sonrió con travesura.

-Ya lo has hecho… - Le dijo palmeando el hombro con afecto. Terry se extrañó porque en ningún momento le había parecido que así había sido. – Solo quiero pedirte que la cuides, Amelia es buena y si te otorgó su amor, tenlo por seguro que ese sentimiento será por siempre para ti. – Dijo Albert una vez más, sonriendo sinceramente a Terry, quien abrió sus ojos sorprendido por aquellas palabras, sintiendo en su corazón un extraño gozo que lo invadía y comenzaba a expandirse por todo su pecho. – Mañana salgo para Chicago y tardaré un tiempo en regresar. – Dijo sin permitir que Terry se defendiera por el comentario hecho.

-¿Sucedió algo? – Preguntó Terry para saber el motivo del repentino viaje del patriarca.

-No, simplemente quiero saber cómo están Anthony y Candy. – Respondió sin temor de lastimar a su amigo.

-Espero que estén muy bien, en verdad lo digo de corazón. – Dijo Terry sincero, él no quería que Candy siguiera sufriendo por la ausencia de Anthony, sabía bien que ella había sufrido mucho por él en el pasado, la había conocido totalmente rota y él se había esmerado por unir las piezas que tenía en su lastimado corazón, sin embargo Anthony era el que había logrado contenerlas unidas, sin esfuerzo, mientras que él sentía que debía estarlas conteniendo todo el tiempo entre sus manos y eso lo había hecho sentir mucho cansancio.

-Hola… - Dijo Amelia con una sonrisa, había llegado en silencio, parecía que había escuchado algo de la conversación entre Albert y Terry, porque sus hermosos ojos azules se mostraban emocionados. El rostro de Terry se iluminó radiante al verla llegar tan hermosa, tan sencilla.

-Hola… - Dijo Terry sin dejar de sonreír, sus labios se habían curvado en automático y Albert simplemente sonrió y se alejó del lugar para no interrumpir la magia que se formaba entre ellos.

-Te amo… - Le dijo Amelia a Terry sin dudarlo, algo que sorprendió a Terry, sin embargo el golpeteo intenso de su corazón le revelaba que estaba emocionado por escuchar una vez más su confesión de amor.

Terry se acercó a ella y sin responder aquellas palabras la tomó por la cintura y la atrajo hacia él para besar su boca. Amelia cerró sus ojos y se dejó llevar por la caricia, caricia que ella anhelaba cada día y que le era imposible prescindir de ella. Terry profundizó el beso y una vez más se adentró en su boca explorando cada rincón, quería fundirse en ella, su necesidad estaba creciendo no solo en su interior, sino que algo lo empujaba a querer estar con ella para siempre.

-También te amo… - Le dijo Terry por fin por primera vez. Amelia sintió una felicidad en su pecho, su corazón parecía querer salir de su cuerpo, sus piernas se sentían desfallecer ante aquella revelación que ella había esperado pacientemente todos esos meses, pero que hasta ese momento se había dado, parecía que la plática entre Albert y Terry había servido para que el actor se diera cuenta de sus verdaderos sentimientos. – Siento haber esperado tanto tiempo para decirte… pero quería estar seguro de ello… - Le dijo con sinceridad.

-No importa… - Le dijo Amelia sin soltarlo, mirándolo a los ojos perdida en su mirada. – Lo importante es que lo has hecho… - Le dijo emocionada. Terry sonrió y se acercó a ella con mayor posesión, quería demostrar su amor, quería que ella comprendiera que no mentía, que tenía necesidad de amar y de ser amado, quería marcar en ella todo el amor que tenía por dar y que jamás se había atrevido a hacerlo por completo.

Desde lo alto de las escaleras, Albert observaba con una sonrisa el beso entre los jóvenes, se sentía feliz de saber que Terry por fin había olvidado a Candy, con ello sabía que tanto la rubia como Anthony terminarían de sentir aquella culpa absurda que él mismo se había atrevido a alimentar. Terminó de subir los últimos escalones y se dirigió con paso calmo hasta su habitación.


En el orfanato Candy estaba nerviosa, se encontraba en su habitación vistiéndose con la ayuda de la señorita Ponny y la hermana María, quien al igual que la primera estaban visiblemente nerviosas.

-Te ves hermosa Candy. – Dijo la señorita Ponny juntando sus manos con emoción al ver a su adorada hija vestida de blanco. Candy la miraba agradecida por todo lo que había hecho por ella y por Anthony.

-Gracias… mamá… - Le dijo con emoción, aquellas palabras hicieron que la señorita Ponny estallara en llanto, porque jamás en su larga vida alguien le había llamado de esa forma, ninguno de los niños la había llamado así ni siquiera por error y el que Candy la llamara de es manera era algo que la hacía inmensamente feliz.

-¡Candy! – Dijo emocionada.

-Es verdad señorita Ponny, no hay nadie en este mundo con más derecho que ustedes dos para portar esa palabra tan maravillosa que para algunos nos fue negada. – Dijo la rubia con la emoción cargada en su pecho, las hormonas hacían su trabajo, pero el sentimiento que había entre aquellas mujeres no era producto de aquel cambio hormonal en la joven pecosa.

-Candy… mi niña… - Dijo la señorita Ponny feliz por escuchar las palabras de su hija. – Mi hija… nuestra hija… - Dijo sin querer dejar afuera a la hermana María de aquella descripción, porque sabía muy bien que todo el esfuerzo que había hecho en aquel humilde orfanato era producto del trabajo que como equipo habían conformado todos esos años.

-Deseamos que sean muy felices Candy… - Dijo la hermana María, quien con el mismo sentimiento ahogado en su pecho, se acercaba a Candy para abrazarla.

Las tres mujeres se abrazaron con fuerza y derramaron algunas lágrimas que pronto tuvieron que ser contenidas gracias al llanto de los gemelos, que parecía se habían sentido solos al no ver el rostro dulce de la hermana María junto a ellos. Las tres comenzaron a reír con alegría, mientras Candy secaba las lágrimas de su cuello para no presentarse ante su futuro esposo con los ojos inflamados.

Candy se acercó a sus hijos y los miró enamorada, era verdad que se parecían mucho a ella, sus rizos, su tono de cabello, su nariz, su boca… pero sus ojos, esos hermosos ojos que ella había amado en otro hombre estaban ahí recordándole que eran la mezcla perfecta del amor.

-¿Estás lista? – Preguntó la hermana María al ver que la rubia ya se había limpiado sus lágrimas. Candy asintió mirando de nuevo a sus hijos.

-No te preocupes, ellos estarán bien. – Dijo la religiosa con una sonrisa, segura que ella los cuidaría mientras sus padres decían sus votos matrimoniales frente al sacerdote que los esperaba al pie del padre árbol.

Bajo el padre árbol, un nervioso Anthony enfundado en un traje de color gris oxford se encontraba caminando de un lado a otro, había colocado con la ayuda de los niños un portal improvisado a manera de altar, lo había cubierto con rosas de todos los colores y a los lados había colocado dos macetas con las flores más hermosas de Dulce Candy, detrás de él había varias sillas para los niños y las personas que los acompañarían a su boda con Candy, boda que tenía mucho tiempo retrasada y que por fin esa tarde de mayo se llevaría a cabo.

-¿Nervioso? – Preguntó Tom con simpatía. Anthony no respondió con palabras, simplemente con una sonrisa ansiosa que adornaba su maravilloso rostro. – Anthony, como amigo, sé que no debo decirte que la cuides, pero como hermano si quiero decirte que por favor no vuelvas a lastimarla. – Le dijo el joven vaquero con una sonrisa amable. Anthony lo miró a los ojos sin reto, sin miedo, sabía que él estaba ahí para cuidar a Candy y que lo había hecho a su manera, sin embargo a partir de ese momento era un trabajo que le correspondía a él hacerlo.

-Gracias por decírmelo Tom. – Dijo Anthony agradecido por sus palabras. – Sé que es fácil hablar y podría decirte que jamás volveré a lastimarla, pero mejor voy a demostrártelo, voy a demostrarte a ti y a las madres de Candy que soy capaz de hacerla inmensamente feliz. – Dijo mirando a su amigo fijamente. Tom sintió orgullo por Anthony una vez más, sabía que su amigo era sincero en sus palabras, sabía que era un hombre de honor y que a partir de ahí él se encargaría de hacer sonreír a Candy toda su vida juntos. Tom asintió para después girar su rostro y avisar a Anthony que Candy había salido del pequeño edificio.

Los ojos de Anthony se abrieron con sorpresa, sus pupilas se dilataban ante la imagen tan hermosa que Candy le otorgaba desde la puerta del orfanato. Una delicada y bella Candy de cabellos recogidos, vistiendo un hermoso y sencillo vestido blanco y un velo adornando sus cabellos estaba ahí a unos cuantos pasos de él. Sus miradas se encontraron sin buscarse, sus palabras se entendían sin hablarse y sus almas se unieron nuevamente con el latir desenfrenado de sus corazones. Anthony miró al sacerdote y este asintió para que el rubio se acercara a su mujer y la ayudara a llegar hasta la cima de la colina. Tom camino detrás de él para ayudar a sus madres, quienes sostenían detrás de ella cada una a un gemelo.

Anthony llegó hasta Candy y se colocó junto a ella, sonriendo con emoción sin separar sus bellos ojos de los de ella.

-Hola princesa. – Le dijo con su voz cálida y sensual, cargada de amor.

-Hola mi verdadero príncipe. – Le dijo Candy con la mirada acuosa. Anthony sonrió y la tomó entre sus brazos para llevarla hasta la cima de la colina.

Detrás de ellos caminaba Tom con sus dos madres, cada una llevando a un pequeño, quienes vestían un ropón blanco brillante. En las sillas que habían colocado para los pocos invitados que tenían se encontraban el señor Steven, padre de Tom, el señor Cartwright, padre de Jimmy y Jimmy quien serio sufría ahora sí la pérdida de su jefe, los niños del hogar, quienes vestidos de blanco y en silencio estaban cada uno en su sitio. A un lado del altar que Anthony había fabricado se encontraban cinco pequeños también vestidos de blanco. Cada uno de ellos portaba una velita entre sus manos.

Anthony llegó con su futura esposa en brazos, no quería que ella hiciera un esfuerzo por llegar hasta el lugar que habían elegido para unir sus vidas ante Dios. Él se había dedicado los últimos días a fabricar con sus propias manos aquel portal de rosas que si bien era artificial no restaba en belleza.

-¡Te quedó hermoso! – Dijo Candy admirando por primera vez el trabajo que había hecho su príncipe de las rosas.

-Es lo menos que te mereces pecosa. – Le dijo Anthony bajándola frente al portal. Candy lo miró agradecida, enamorada, sus ojos demostraban ese amor que tenía por él y que en esos momentos juraría frente a Dios que sería para toda la vida, un amor que la había acompañado en su corazón a lo largo de su corta vida.

-¿Podemos comenzar? – Preguntó el sacerdote carraspeando para interrumpir la mirada cargada de amor que se dirigían los futuros esposos.

-Adelante padre… - Dijo Anthony sin dejar de mirar a su pecosa, quien correspondía a sus miradas de amor. Ambos pusieron atención al sacerdote cuando este emitió la primera palabra.

Anthony y Candy escuchaban atentos la misa que especialmente les habían dedicado a ellos, mientras que detrás de ellos los niños comenzaban a encender las velas al descubrir que el sol comenzaba a bajar para irse a dormir, el atardecer había comenzado y el ocaso del sol se vislumbraba al oeste de la colina.

-Acepto… - Respondió Anthony besando la mano de Candy sin dudarlo, logrando que aquel casto y delicado beso erizara la piel de la rubia, recorriendo de manera desprevenida todo su cuerpo. Anthony sintió aquella reacción y sus pupilas se dilataron, él también la necesitaba cerca.

-Acepto… - Respondió Candy a la misma pregunta que le hacían, pregunta que no había sido escuchada por ella, simplemente supo en qué momento responder para aceptar a aquel hombre frente a ella como su marido, como su compañero de vida, como aquel que la cuidaría y la respetaría todos y cada uno de los días de su vida.

-Que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre… - Mencionó el sacerdote con solemnidad, con aquellas sabias palabras que se habían pronunciado después de una promesa hecha al creador, una promesa que se hacía fielmente y con lealtad a un ser supremo que prometía cuidar de su amor desde su morada y que ellos prometían cuidar y respetar desde la trinchera que habían formado para defender su amor. – Puede besar a la novia… - Aquellas palabras emocionaron más a los recién casados, quienes se miraron cómplices en aquel permiso otorgado, permiso que ellos habían omitido tantas veces y que los había llevado al resultado que pataleaba en los brazos de las protectoras del hogar.

Anthony acarició el rostro de Candy con ternura, le sonrió enamorado y mojó sus labios lentamente para después morder su labio inferior, deteniendo así el antojo que representaban para él los carnosos labios de la rubia, quien lo miraba con la boca entreabierta esperando probar una vez más el sabor de su miel. Anthony sonrió al ver que al igual que él Candy deseaba fundir sus labios con los propios, despejó sus cabellos e hizo a un lado el velo que cubría parte de su rostro, colocándolo completamente detrás de su cabeza para después colocar sus labios sobre su frente. Candy se sorprendió por aquel beso, sin embargo cayó en cuenta que había muchos niños presentes en el lugar, además de sus madres y el sacerdote quien los veía fijamente.

El canto del coro infantil que habían armado comenzó a sonar en la bella colina, mientras los invitados aplaudían con entusiasmo al término de la celebración, pero antes de felicitar a los recién casados, Tom pasó junto a ellos y sus dos madres, aun sosteniendo a los gemelos. Anthony y Candy habían decidido bautizarlos y la señorita Ponny y la hermana María serían las madrinas de los pequeños y Tom sería el padrino de ambos.

-Yo los bautizo a ustedes con el nombre de Alexander y Andrew Brower White Ardlay. – Decía mientras mojaba y bendecía la mollera de ambos niños, los cuales comenzaron a llorar en cuanto sintieron que sus cabezas estaban siendo humedecidas sin haber sido mojados por completo.

La risa de los presentes no se hizo esperar mientras Candy y Anthony tomaban a cada uno a sus pequeños. El señor McGregor se había encargado de las fotografías y junto con Jimmy habían capturado cada hermoso momento, querían grabar en la memoria de los rubios aquellos hermosos recuerdos, recuerdos que quedarían grabados por siempre en el corazón de todos los presentes. La foto más hermosa de aquel día fue la de la familia Brower frente al pequeño portal y por supuesto la foto de los novios que felices posaban ante la cámara.

-¡Qué vivan los novios! – Gritó Tom emocionado, mientras los demás se acercaban a felicitarlos.

-¿No te importa que no haya venido nadie de tú familia? – Preguntó Candy cuando estaban dentro del comedor del orfanato, los niños comían emocionados porque sabían que pronto les darían pastel como premio. Anthony suspiró ante la pregunta de la rubia.

-No me importaría volverme a casar contigo en Chicago. – Respondió Anthony con travesura, si por el fuera mencionaría los votos una y otra vez ante todo el mundo y gritaría ahora sí a los cuatro vientos que por fin se había casado con el amor de su vida.

-Podemos hacer la boda civil allá… - Dijo Candy segura que Elroy y la dinastía de los Ardlay se sentirían ofendidos por haber sido excluidos de aquella felicidad que los embargaba.

-Podemos… - Dijo Anthony agradecido a su ahora esposa, besando la punta de su nariz con ternura, agradeciendo que a pesar de todo el dolor que los Ardlay le habían causado, ella estaba dispuesta a seguir haciéndolos partícipe de sus vidas. Candy sintió cosquillas con el beso de Anthony y removió su rostro un poco, sin embargo no se alejó de él.

-Nos costó un poco de trabajo, pero se logró. – Dijo Tom interrumpiendo a sus compadres. Anthony giró su rostro, se imaginaba de lo que Tom estaba hablando. Candy lo miró extrañada de ver que descubría un hermoso piano de cola.

-Muchas gracias Tom. – Dijo Anthony agradecido porque gracias a él había podido traer el piano del señor McGregor, quien emocionado lo había prestado ya que tenía tiempo que nadie lo tocaba en su rancho, desde que su esposa había fallecido jamás nadie lo había tocado de nuevo. – Señor McGregor. – Dijo mirando al buen hombre quien levantaba una copa en respuesta. – Princesa… - Le dijo Anthony ya visiblemente emocionado. – Sé que nuestro reencuentro en Nueva York no fue el mejor de todos, y no quiero que se quede en tu memoria aquella melodía que bailamos juntos por primera vez como un recuerdo amargo entre los dos. – Decía mientras los ojos de Candy se nublaban de lágrimas al recordar que la primera vez que había bailado la melodía "Baile de Ensueño" había sido con aquel que representaba su primer amor verdadero y el amor de su vida.

Anthony la tomó de la mano y la guió hasta el banquillo doble que estaba frente al piano, sus miradas estaban conectadas y juntos llegaron hasta el maravilloso instrumento. Anthony destapaba las teclas y con elegancia las acariciaba para escuchar su tonada. La piel de Candy se estremeció al escuchar aquel sencillo sonido que aún no era una interpretación.

Los niños estaban emocionados porque para algunos era la primera vez que escucharían tocar un piano, los adultos se habían acomodado y los gemelos estaban recostados en su moisés mientras sus padres se mantenían frente al piano mirándose enamorados.

Una vez que Anthony se cercioró que el piano estaba bien afinado comenzó su melodía, poco a poco, con pausas breves y sencillas, sus manos se desplazaban con maestría por las teclas que agradecían aquel trato tan profesional, la interpretación de la música poco a poco llegaba al momento cumbre, y los ojos de Candy no soportaron más y comenzaron a derramar sus lágrimas, lágrimas de emoción que reescribían sobre sus memorias un nuevo recuerdo que llevar en su alma gracias a aquel ser maravilloso que la había conquistado con su ternura y su maravilloso porte.

-¡Te amo Anthony! – Dijo Candy con emoción una vez que su esposo había terminado de tocar el piano, lanzándose a sus brazos sin importar ya la presencia de los pequeños, quienes comenzaron a aplaudir emocionados al igual que los adultos.

-Yo también te amo mi pecosa. – Le dijo Anthony con ternura, tomando su rostro por su barbilla para mirarla a los ojos mientras hacía una vez más su confesión de amor.

Los gemelos de pronto comenzaron a llorar inquietos, y los nuevos padres se levantaron de su sitio para ver el motivo de su llanto, ya que ambos habían sido alimentados y cambiados de pañal momentos antes.

-¿Qué sucede mis pequeños príncipes? – Preguntaba Candy mientras se acercaba a ellos. Ambos bebés dejaban de llorar por un momento buscando a su alrededor la voz de su madre. - ¿Quieren que papá toque otra melodía? – Preguntó Candy con travesura, era ella la que deseaba que su amado Anthony volviera a cautivarla con otra maravillosa interpretación. Anthony sonrió y se colocó nuevamente en el banco del piano para cumplir el deseo de su amada esposa.

El ruido de la melodía que interpretaba Anthony una vez más comenzó a sonar por el pequeño salón del lugar, mientras el llanto de los pequeños para sorpresa de todos comenzaba a cesar, la música sonaba suave y el cansancio llegaba a los niños, quienes poco a poco se iban retirando a sus camas. Los gemelos lloraban cada vez que Anthony dejaba de tocar y comprendieron que aquel bello sonido les encantaba. La canción de cuna que tocó Anthony por último fue el aviso para todos que la fiesta había llegado a su fin, incluso para los gemelos quienes se habían quedado dormidos profundamente en los brazos de su madre.

Anthony sonrió al verla tan hermosa con sus dos hijos, se levantó con cuidado y la ayudó a cargar a ambos niños para subir las escaleras y llevarlos hasta su habitación. Colocó a los gemelos en su espacio y se acercó a su hermosa esposa, quien lucía aún el vestido de novia que por tradición él debía quitar para celebrar su noche de bodas, sin embargo aquella noche sería diferente.

Se acercó hasta ella y la tomó con delicadeza por la cintura. Candy sonrió nerviosa, estar a solas con él y ver esa mirada felina que desprendían sus ojos la ponía ansiosa.

-Vuelvo en un momento. – Dijo para sorpresa de la rubia quien abrió los ojos con sorpresa. – Iré a ayudar a tus madres a recoger el salón. – Dijo informándole a Candy su intención. Candy sonrió conmovida por su gentileza. Sin embargo antes de salir para ayudarlas inclinó su cabeza y atrapó los labios de su ahora esposa, comenzando a besarla lentamente, con un beso húmedo y tierno, delicado, un beso que comenzaba a despertar todas la fibras de su ser, un beso que la transportaba a momentos íntimos vividos entre ellos. Candy sintió que su centro se contrajo y su respiración se alentó ante el recuerdo de la pasión de su esposo. Anthony sonrió complacido por su reacción y la llevó hasta la cama. – Vuelvo enseguida. – Le dijo dejándola recostada antes de salir, él sabía que era demasiado riesgoso si la tomaba en esa noche, sabía que debía esperar por lo menos un mes más.

Anthony salió de la habitación mientras Candy se quedaba con el corazón acelerado y las ganas de continuar con su noche de bodas, sin embargo también sabía lo peligroso que podría resultar si la herida sufrida durante el parto volvía a abrirse en su interior.

Continuará…


Hola hermosas! sé lo que están pensando golosas, pero recuerden que Candy está convaleciente además de la dieta de 42 días que debe respetar, muy pronto aún, estos niños ya vivieron su noche de bodas anticipada jijijiji. Espero que les haya gustado el capítulo y como me digo siempre ahora es mi turno de leerlas a ustedes.

TeamColombia:

Hola hermosas! Espero que estén muy bien todas y cada una de ustedes, también espero que este capítulo les haya gustado más que la boda que debieron organizar los Ardlay, esta boda fue sencilla pero rodeada de mucho amor, un amor cálido que se merecen los rubios tener en su vida. Muchas gracias por todos sus comentarios, me han ayudado mucho a continuar con esta historia. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes!

Cla1969:

Ciao bella, sono felice che ti sia piaciuto il capitolo precedente, spero che ti sia piaciuto anche questo.

Le bionde si sono già sposate e ora sono disposte a stare insieme e a non separarsi più, penso che fosse giusto e necessario.

Grazie mille come sempre per il commento e per aver tenuto d'occhio la storia. Ti mando un grande abbraccio amico!

Rose1404:

Hola hermosa, como siempre un gusto leer que se encuentran muy bien.

Espero que te haya gustado este capítulo igual o más que el anterior. Anthony continúa haciendo labor con su esposa, si él siempre ha sido cuidadoso con ella en esta ocasión que la sabe lastimada con mayor razón.

Pronto la familia se enterará de lo que ha sucedido, sin embargo ya estarán casados y con con dos pequeños que continuarán el linaje Brower Ardlay.

Hermosa, te mando un fuerte abrazo, cuídate mucho y nos leemos en el próximo capitulo.

Silandrew:

Hola hermosa! ¿Cómo estás? Espero que estés muy bien. Tuve un buen fin de semana, sin embargo fue muy cortito jajaja creo que necesito ya unas vacaciones, te juro que ando para arriba y para abajo con todo. Sí! sé que esperaste mucho este capítulo! creo que todas estaban ansiosas por leer el reencuentro, te juro que no fue fácil resumir tantas cosas para llegar aquí, pero por fin estan juntos y ya casados y Anthony sigue haciendo méritos para hacer feliz a su esposa y cumplir ahora sí con su promesa.

Espero que te haya gustado este capítulo hermosa, muchas gracias por dejar tu comentario y por leer, la verdad que aprecio mucho que continúes aquí.

Te mando un fuerte abrazo hermosa!

Julie-Andley-00:

Hola Julie! ¿Cómo estás? Espero que muy bien. Creo que eres de las pocas que tiene curiosidad por saber qué está ocurriendo en Nueva York y aquí tuviste una probadita con Archie, Albert y el rebelde, espero que te haya gustado. También por fin la boda! sí! estos niños haciendo todo al revés jajaja. Sabemos que Candy es noble y buena, es una niña con sentimientos muy bonitos que desafortunadamente hoy en día cada vez es más difícil de encontrar.

Te mando un fuerte abrazo amiga!

Mayely León:

Hola hermosa! ¿Cómo estás? Espero que muy bien, también espero no haberte decepcionado con la boda, fue algo muy sencillo pero creo que la celebraron con las personas que realmente quieren a la pecosa y que no les importa mucho el qué dirán.

Ellos se mantienen en el hogar de Ponny porque Candy aún no puede viajar, su marido no la quiere dejar hacer nada, dicen por ahí que la tiene muy consentida jijijiji. Hermosa, espero que te haya gustado el capítulo, gracias por leer y espero tú comentario.

Saludos amiga hermosa!

Luna Andry:

Hola Luna hermosa! ¿Cómo estás? Espero que un poco menos estresada. Sí, el rubio tenía que buscar la manera de no enredarse quién era el mayor y creo que le funcionó jajaja.

La tempestad pasó para los rubios y ahora solo viene la calma y disfrutar de su vida en pareja y educar a sus hijos, ahora viene la etapa de padres que aunque jóvenes serán muy responsables.

El nombre de Alexander como bien dices tiene un significado especial para mi ya que así se llama mi hija mayor (Alexandra) y casi siempre es el nombre que utilizo para esta pareja cuando tienen a su primer hijo porque además comienza con A y por algún lado leí que era una tradición del los Ardlay que los nombres de los varones debían comenzar con esta letra, porque está Anthony, Alistar, Archivald, Albert, pero al mismo tiempo pienso que Albert primero es William y su padre también era William, así que ya lo tomé como algo propio y todos los hijos de los tres mosqueteros les pongo nombres que inician con A, aunque a veces son muy prolíferos y me las veo en dificultades para encontrar nombres bonitos jajajaja.

Me alegra mucho que te haya gustado el capítulo, me gusta incluir el hogar de Ponny siempre porque creo que es el lugar que Candy tiene siempre en su corazón, es parte de ella y omitirlo es como omitir una parte de ella, aunque una vez una amiga me dijo que le aburría leer siempre esa parte jijiji.

Hermosa, te mando un fuerte abrazo, muchas gracias por leer y estar siempre pendiente de la actualización.

Saludos!

ViriG:

Hola hermosa, espero que estés mucho mejor de tu gripe y que pronto puedas acompañarme nuevamente en la lectura y por supuesto continuar con tus historias. Te mando un fuerte abrazo y muchas bendiciones para tu salud.


Muchas gracias a todas y cada una de las lectoras que no se atreven a dejar un comentario pero que gracias a las gráficas sé que están aquí, gracias por continuar con este viaje. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes.

GeoMtzR

22/05/2024.