Resumen: ¿Y si el Kyûbi fuera una chica de baja estatura?


Encuentro fortuito

-Toma lugar en el capítulo 95 del manga/episodio 56 del anime-


A los doce años de edad, Naruto no esperaba que la muerte viniera por él tan pronto.

Se desplomaba por el barranco con tanta rapidez que la luz de la superficie empezó a menguar. ¿Qué diantres pretendía el sabio pervertido haciendo esto? Tras quedar noqueado, lo arrastró hasta aquellos parajes apartados sin ofrecer ni una explicación sincera de por qué, y cualquier aire despreocupado que el hombre mayor hubiera mostrado de antemano fue sustituido por una tajante actitud de última oportunidad jamás completamente inusitada.

—Levántate. —Naruto le obedeció, incorporándose con pesadez debido al casi completo agotamiento de la mayor parte de sus reservas de chakra—. Tu entrenamiento termina hoy. Si valoras tu vida, tendrás que resolver las cosas por ti mismo, ¿de acuerdo?

A continuación, y sin darle ni un minuto para recobrar las fuerzas, lo propulsó hacia el borde del barranco, al alcance de la muerte. Con un simple movimiento de dedo —no sabía si había algún tipo de chakra empleado en el empujón— lo mandó volando hacia atrás, apartándolo del bosque y en dirección a la fisura: no es de extrañar que lo consideraran un shinobi de leyendas.

Lo único que podía hacer era lo obvio.

—¡AAAAAAAAAAAAAAAAHH! —Se le escapó de la boca un largo y prolongado chillido de horror y rabia contra sí mismo, por no haber sido capaz de vivir lo suficiente para cumplir sus sueños. Iba a morir solo y olvidado aquel lugar oscuro.

Hasta que notó las formaciones rocosas puntiagudas que recubrían las paredes del desfiladero: ¡eran peñascos que sobresalían ahí mismo! Si no lograba agarrarse a ellos, sería hombre muerto.

Se llenó los pies y las manos de todo el chakra que pudo reunir en esos momentos. Por muy cansado que estuviera, si lograba agarrar al menos una de esas rocas, podría salvarse, ¡¿verdad?!

De haber sabido Naruto que aquellas paredes estaban pulidas y lisas a causa de las torrenciales aguas, y lo exiguo que era su control de chakra en realidad, se habría dado cuenta antes de que no lograría aferrarse a ellas.

De modo que sus manos resbalaron. Lo único que consiguió fue golpearse la espalda contra otra roca que había debajo.

Si esto sigue así... ¡Voy a morir!

Logró mantenerse alejado de más peñascos. La muerte sería mucho más dolorosa si seguía dándose de bruces con esas cosas.

Voy a morir.

Quedó paralizado, sus ojos abiertos de par en par y desorbitados.

¡Morir!

Sentía su corazón retumbar en su oído. Más fuerte que nunca. Un redoble que presagiaba la muerte.

Así que cerró los ojos. Tal vez porque, en medio de la inmensa angustia de la muerte, la oscuridad de sus párpados le resultó acogedora en sus últimos momentos. Tal vez porque las ráfagas de viento que le arremetían contra la cara empezaban a picarle en los ojos.

Pero, súbitamente, todo se detuvo.

El viento cesó y sintió una superficie sólida bajo sus pies. No estaba cayendo más, y ciertamente no estaba muerto. Almenos no todavía. Los pantalones los tenía empapados desde las rodillas hasta los tobillos, y también sentía los pies fríos y húmedos. En aquel lugar reinaba el agua; todo apestaba a hierro húmedo. Había litros y litros. ¿Se había caído en una especie de río?

No. Considerando lo plana que era la superficie bajo él, una caída desde aquella altura absurda le habría convertido en una puta tortilla de vísceras y huesos. Una muerte segura, y sin embargo estaba allí, sano y salvo.

El intento de comprenderlo le mareó. ¿Esto era el cielo o algo así?

Claro que había hecho algunas travesuras muy elaboradas, como pintarrajear el monumento al Hokage, pero no había hecho nada realmente atroz. Así que como mínimo podría descansar eternamente en el paraíso porque era un niño, ¿no?

Al abrir los ojos, se encontró con una sala metálica y lúgubre, con varias puertas a cada lado. Era imponente, con intrincados ductos acolchonando las paredes oxidadas y el techo. Parecía una especie de sala de calderas arcaica abandonada a su suerte en medio de la oscuridad y las crecientes goteras de agua. Aquel lugar abandonado de la mano de Dios casi no tenía luz alguna filtrándose por sus largas grietas carcomidas: estaba enterrado en profundas y sólidas formas de completa oscuridad.

—¿Ah? —Si el cielo era así, sin duda no era tan cómodo como había imaginado. A decir verdad, le estaba poniendo los pelos de punta.

No estaba dispuesto a plantearse la idea de estar en el infierno. El infierno tenía que llamarse así por una razón válida. Justo cuando su vida estaba yendo de maravilla con el Equipo 7 e Iruka-sensei a su lado, ¿lo condenaron al infierno?

Si el universo le estaba gastando una broma kármica, sin duda no le hacía ninguna gracia.

—¿Estoy...?

No estás muerto, afortunadamente para mí, supongo.

A Naruto le dio un vuelco el corazón. Se giró, profiriendo un chillido de impotencia en el agua porque aquella voz, tan profunda y retumbante, le había sobresaltado. La escuchó justo al lado de su oído, como si alguien hubiera venido a susurrarle, pero no había nadie a su lado. El pasillo estaba tan vacío como lo había encontrado.

Finalmente, se levantó, quedándose en silencio todo el tiempo, tratando de encontrarle sentido a todo este embrollo. Intentaba parecer más valiente ante cualquier entidad que habitara aquel espacio. El goteo de la tubería llenaba el vacío.

—¿Quién está ahí...? —No hubo respuesta, el entrecejo de Naruto se frunció más claramente—. ¿Dónde estás?

—Sigue el escalofrío que recorre tu espalda.

El valor que había reunido le abandonó al instante. ¿Acaso la cosa que habitaba en el edificio metálico también podía leer su maldita mente?

No obstante, Naruto temía más las represalias que podría tomar si no respondía adecuadamente. Así que, después de tragar saliva por el miedo, siguió lo que le decía la voz: avanzar hacia donde su instinto le decía que no fuera.

Aquella sensación, apoyó una mano contra la pared a su lado, es ese chakra.

El chakra rojo... le habló al sabio pervertido de ese fenómeno. Cuando la ira lo embargaba o se encontraba en la encrucijada de la muerte —dos condiciones se cumplieron en dos ocasiones distintas: cuando Sasuke pareció morir enfrentándose a Haku y cuando aquella shinobi monstruosa de Kusagakure pretendía comérselo vivo con su serpiente—, se perdía completamente el conocimiento durante un instante, y lo siguiente que recordaba era el chakra rojo.

Aunque no tenía muchos recuerdos de la pelea con Haku (quizá para su propio bien), podía acordarse de algunos detalles más de su corta contienda con la ninja de Kusagakure.

La oleada incontenible de fuerza.

La rabia animalesca.

El deseo de machacar todo lo que se interpusiera en su camino.

A pesar de recobrar el juicio -al menos hasta cierto punto- al ver el rostro espantado de Sasuke, pensar en aquel incidente seguía inquietándole. Era él, sin duda, pero al mismo tiempo, se sentía como si algo más, mucho más peligroso y con ansias de matar, tuviera el control. Era una marioneta de la ansia por derramar sangre de alguien más.

Algo así puede trastornar a alguien a la larga.

No obstante, siguió adelante. No solo por miedo esta vez, sino por una curiosidad morbosa. Era consciente de que la manifestación de aquel chakra no sólo se había gestado en su hueso, sino que tenía la ligera sospecha de que pertenecía a algo más. Quería saber quién o qué era el poseedor de ese chakra, a pesar de que todo lo demás le decía que se mantuviera alejado.

Fue entonces que vio su jaula, y se estremeció como nunca antes.

En muchas ocasiones Naruto había experimentado el verdadero miedo; como cuando se enfrentó a Zabuza, y si bien el pavor que lo atenazó por la garganta fue similar, esta vez lo sintió con mucha más intensidad.

El chakra era inmenso. Rebosaba en la gran sala vacía en la que se encontraba, como si acabara de entrar en una especie de horno o, más exactamente, en el crematorio de un depósito de cadáveres.

Le llegó como una amalgama de sonidos y olores, aunque reconfortante, también parecía tratar de atraerle a una falsa sensación de seguridad.

Entonces, distinguió algunos movimientos en medio de la oscuridad que abarcaba más allá de la enorme puerta. Había algo allí.

—¡Ah! —chilló Naruto al caer de espaldas al agua.

Se produjo una chispa de lo que parecía luz, y por fin pudo ver al habitante de la enorme cárcel.

Estaba desconcertado, porque esperaba ver a un monstruo tan enorme como el propio recinto, para encontrarse con una chica de baja estatura al otro lado. ¿Qué demonios hacía en aquella jaula colosal?

Llevaba el pelo largo, excesivamente largo, más que Sakura o Ino antes de cortárselo. Según lo que podía ver, le llegaba más allá de los muslos.

Además, tenía orejas sobre el pelo. Orejas como las de un zorro. Orejas de verdad que aleteaban de vez en cuando como para demostrar que no eran un tipo de accesorio.

Estaba arrodillada sobre el agua mientras fumaba una pipa kiseru. Esa era la luz en las tinieblas.

Y fue entonces cuando sus ojos, enormes y de un rojo brillante, casi hipnóticos, de algún modo inquietante que el chico no alcanzaba a comprender, se clavaron en los suyos. Parecía como si ella supiera más de él que el mismo muchacho.

Ella estrechó los ojos, de una manera extrañamente maliciosa, lo que no ayudó a la sensación de desazón que Naruto ya tenía. Se apartó la pipa de los labios y exhaló una bocanada de nicotina.

—Eh, chiquillo~ acércate más, ¿sí? —Le tendió los brazos como para abrazarle. Él no pudo resistirse. Había algo en esa mujer que lo tenía hechizado.

Debería haber escuchado a sus instintos.

La expresión más o menos afable de la muchacha se distorsionó hasta convertirse en una macabra mueca de desprecio. Sus pupilas rojas e inyectadas en sangre se contrajeron y la esclerótica blanca se volvió tan negra como el alquitrán, adoptando una expresión enloquecida y salvaje.

Una inmensa mano naranja con garras -unas cien veces más grande que la chica, sustituida ahora por una colosal bestia de cuatro patas- se precipitó sobre él y casi le empaló el cráneo. Los barrotes que los separaban fueron lo único que lo salvó.

Naruto se volteó violentamente, chillando indefenso en el intento, esforzándose por correr: el agua que le llegaba a los tobillos intentaba tirarle al suelo. Presa de una adrenalina desenfrenada, a duras penas logró escurrirse entre aquellos gigantescos tentáculos de agua que intentaban sumergirlo. No quiso ni imaginar lo que le sucedería si se acercaba a aquel monstruo de proporciones colosales.

El monstruo desapareció en la penumbra tras los barrotes y la chica reapareció. Se deslizó a través de la jaula con suma facilidad y se detuvo detrás del chico con un ligero bamboleo de caderas. Ladeó la cabeza un momento, haciendo un curioso movimiento similar al de un pájaro, antes de esbozar una sonrisa de superioridad; uno de sus colmillos le asomó por el labio inferior. Luego hundió un pie descalzo con garras en la espalda del chico.

Naruto ahogó un grito, dirigiendo su mirada hacia ella, y esta vez fue capaz de vislumbrar a la chica, o lo que demonios fuera que pretendía ser una chica. Tenía el pelo largo, ridículamente largo, que le llegaba incluso por encima de los muslos, y de un rico tono anaranjado, quizá el color más claro que había visto en todo aquel monocromático paisaje infernal, que de algún modo conseguía resaltarse aún en la descolorida penumbra. El flequillo le caía a lo largo de la frente con un estilo principesco, que recordaba en cierto modo al de Hinata, pero su cara redonda estaba enmarcada por unos mechones ligeramente más despeinados, aunque también rectos. En el lado izquierdo el pelo le caía liso, mientras que en el otro llevaba una especie de trenza. Dos cascabeles con cintas adornaban el lado derecho de su cabello.

Llevaba un yukata naranja y marrón bastante escueto, con el cuello del abrigo dejando al descubierto sus hombros, casi mostrando su pecho algo plano, con una minifalda ajustada deslizándose sobre sus piernas rellenas, y una gargantilla marrón, decorada con un cascabel.

—Ah, vaya~ —refunfuñó ella, poniendo las manos en las caderas—, ¿Tenías que alejarte tanto? Llevo un rato muriéndome de hambre y pensé que serías un buen bocadillo, pero mis poderes se reducen a la mitad cuanto más me alejo de esa condenada jaula. Es una molestia, ¿no crees?.

—¡T-tú! —Los ojos de Naruto se agrandaron. De su pelo naranja sobresalían dos orejas... ¡orejas de animal!

La voz maliciosa de Mizuki-sensei resonó en la mente de Naruto, evocando los acontecimientos de la noche en que le robó el pergamino del Primer Hokage. En otras palabras, ¡tú eres el demonio zorro de nueve colas que destruyó la aldea!

La kitsune enarcó una ceja. Se asemejaban a pequeños óvalos anaranjados bajo su flequillo despuntado.

—Tú eres el zorro de nueve colas, el Kyûbi, ¿verdad?

La kitsune esgrimió una sonrisa jactanciosa, enseñando los colmillos. Hinchando el pecho con orgullo, exclamó:

—Ahaha~ Así que has oído los cuentos, muchacho, ¿eh? En efecto, soy la poderosa Kyûbi no Yôko.

Levantó una mano, colocándola sobre su pecho, de forma un tanto dramática:

—Capaz de levantar maremotos o derribar la tierra con un solo movimiento de mis colas.

Su sonrisa desapareció de repente:

—Y tú... No deberías estar aquí, al menos normalmente. —Dejando caer sus dos pequeñas manos a los lados, las mangas holgadas de su yukata las cubrieron por completo. Le miró de reojo, como una despótica emperatriz a un simple lacayo. —¿Qué te trae por aquí, muchacho?

Naruto tragó saliva con ansiedad. Lo que tenía ante él era, sin lugar a dudas, el legendario Kyûbi; aunque había adoptado la apariencia de una joven, la atmósfera que lo rodeaba era sofocante. No era un shinobi con habilidades sensoriales: ni siquiera podía sentir el chakra. Pero la fuerza bruta del Kyûbi, a pesar de estar restringida por estar lejos de su jaula, era avasalladora. Lo percibía casi como un objeto sólido. A su alrededor, el aire adquirió una calidad almibarada.

Pero aquel no era el momento de acobardarse. Ignoraba cuánto tiempo había pasado ahí fuera, pero si no hacía algo, seguramente sería hombre muerto. La única esperanza que le quedaba era ese chakra rojo. El chakra del Kyûbi.

Así que Naruto dobló sus dedos en forma de puño cerrado. Intentó poner la cara más feroz que pudo imaginar, pero no se dio cuenta de que, aunque pretendía parecer intimidante, el sudor que le corría por la frente delataba cierta reticencia.

—¡Oye, malcriada! —le gruñó, la chica lo miró, más por fastidio que por algún tipo de temor. Naruto esbozó una amplia sonrisa, una que intentaba parecer una mueca de superioridad—.Tu culito ha estado viviendo en mi cuerpo todo este tiempo, así que ¿qué tal si pagas el alquiler de una vez y me prestas tu chakra?.

La chica se quedó en absoluto silencio. Sus ojos, los más rojos y brillantes que Naruto había visto, se clavaron en él, atravesándole el alma. Naruto contuvo un escalofrío, incluso cuando ella se quedó mirándolo con esa expresión vacía por momentos.

Entonces, una risita seca escapó de sus labios. Mostró los dientes, que parecían más afilados que los de una bestia.

Y finalmente soltó una carcajada arrogante.

—¡JAJAJAJAJA! ¡¿ES EN SERIO~?! —Le dirigió una mirada perdida y maniática—. ¡CHIQUILLO, NO ME HAGAS REÍR~! ¡¿TIENES ALGUNA IDEA DE A QUIÉN ESTÁS DESAFIANDO?!

Ahora no sólo temblaba de miedo, sino de ultraje. Naruto apretó el puño. ¿Quién se creía que era esa sabandija?

La Kyuubi dejó de reír, pero su rostro seguía tan presumido como siempre.

—Oh jo~ —se cruzó de brazos, bajo su pecho plano—. Te ves muy enojado, mocoso. ¿Me quieres matar o algo?

—Bueno... —Naruto sonrió, en un intento de parecer feroz, mientras adoptaba una postura para intentar enfrentarse a la kitsune—. Para empezar, es tu culpa que mi vida haya sido tan mala. Creo que quiero un poco de compensación por eso. ¡Y tu chakra parece ser un buen modo de pagar por todo eso! ¡Incluso si tengo que ensañarme un poco con una chica como tú!

Su sonrisa se agrandó, mucho más de lo que Naruto creía anatómicamente plausible. El brillo desapareció de sus ojos carmesí, tornándose completamente vidriosos y sombríos.

La nueve colas saltó, elevándose con una voltereta, y aterrizó grácilmente sobre un pilar metálico junto a Naruto. Se enderezó, y las mangas holgadas de su kimono ondearon con el viento cálido de la sala de calderas.

Sonrió con perversidad.

—Créeme, chico. Si piensas que tu vida fue miserable, aún no has visto nada. El tiempo que fluye aquí es algo relativo.

Naruto arqueó la frente, confundido.

Ella entrecerró los ojos, esbozando una sonrisa diabólica.

—Voy a tomarme mi tiempo para inculcarte un poco de disciplina. Procura no llorar demasiado~

—¡Sí, claro como no!

—¿Y si ánimamos las cosas un poco?

—¿Eh?

—Vamos a zanjar esto con taijutsu. Hace tiempo que no estiro las piernas y necesito un poco de ejercicio. ¿Qué te parece? —dijo, flexionando sus piernas torneadas—. Te lo facilitaré aún más y no usaré mis manos en toda la pelea.

—¡No más trata de no apretar los dientes, enana! —Sin mediar más palabra, Naruto se abalanzó sobre ella.

La Kitsune se preparó para luchar, y su sonrisa se volvió totalmente enloquecida.

—¡Oh, créme! ¡No hace falta! —espetó ella.

Intentó asestarle un derechazo, pero acabó golpeando el aire vacío. Naruto se agachó antes de que el golpe pudiera alcanzarle.

—¿Va por mi pierna?

Naruto sonrió confiado.

—¡Caíste, tonta!

Levantándose del suelo, Naruto le propinó una patada en la cabeza para aturdirla y rematarla. Por desgracia para él, la Kyûbi era más lista de lo que él creía. Todo lo que había pasado antes había sido por pura lástima.

Ella desapareció, y la patada de Naruto terminó dando a la nada.

—¿Eh?

Sin darse cuenta, la Kyûbi se apareció detrás de Naruto.

—Aburridooooo~ —dijo con voz melodiosa y esbozando una sonrisa de zorro.

Entonces ella asestó una certera patada, y Naruto salió volando hacia el agua, estrellándose de bruces contra el suelo metálico y el agua. Inmediatamente, levantó la cabeza, tomando una buena bocanada de aire.

—¡Demonios! ¡Y yo que creía que le había dado! —refunfuñó.

No se dio cuenta de que la kitsune caía en picado en su dirección hasta que sus pies se estrellaron contra su espalda, sumergiéndolo de lleno en el agua. Naruto acabó tragando buena parte de aquel líquido que llenaba el lugar. Tenía un desagradable sabor metálico.

—¡Qué patético~! —dijo ella con sorna, mientras se acomodaba en su espalda como si fuera un asiento, cruzando las piernas y apoyando también los brazos en su espalda—. Eso te enseñará un poco de humildad, muchacho. La próxima vez sé un buen perro y no desafíes a tu ama. ¿Sí?

Naruto no habló, simplemente hizo burbujas allí. Un sonido que indicaba irritación.

—Pero, he de admitir que tienes un buen punto —hizo un puchero con los labios.

Naruto la miró; en sus ojos persistía el fastidio, pero también había algo de curiosidad.

—Si tú mueres, yo también; eso es un problema —separó sus piernas—. Este despreciable lugar no es el último que quiero ver antes de morir.

Se produjo un pequeño silencio embarazoso entre los dos.

—¿Tienes algún nombre? —le inquirió Naruto—. ¿Ya sabes, a parte de Kyûbi?

Le devolvió la mirada con una ceja levantada, mostrándose interesada por un momento, y luego sonrió con altivez.

—Si te revelara mi verdadero nombre, estarías demasiado ocupado inclinándote ante mi grandeza como para hacer cualquier otra cosa.

—Tch... —Naruto hizo un chasquido con la lengua, frustrado.

—De cualquier forma, he decidido que te echaré una mano —Finalmente se apartó, permitiendo que se levantara—. Pero no creas que te daré todo mi chakra. Sólo te daré el necesario para que no muramos los dos. ¿Te ha quedado claro, mocoso?

Naruto puso mala cara.

—Sí, lo que sea...

Sus ojos rojos resplandecían con una malicia inusitada.

—Será mejor que no te dirijas así a tu ama. No te hagas ilusiones. No te ayudo porque me importas. Tú y esos sacos de carne a los que llamas amigos no son más que alimento para mí. Mi única razón para cooperar contigo es mi propia supervivencia y porque necesito algo para matar el tiempo.

Pasó a su lado, apoyando la cara en su hombro y susurrándole suavemente al oído. A pesar de lo horriblemente sofocante que se había vuelto el ambiente, su olor era extrañamente agradable. Como el aroma de la ciruela blanca. Su sonrisa de media luna escondía una crueldad sin precedentes.

—Recuerda que un día esta jaula no me detendrá. Ese día jugaré de forma más salvaje contigo.

De pronto, una sustancia oscura comenzó a rodear a Naruto junto con el agua. Surgió y comenzó a arremolinarse como un espiral de tinta. Naruto retrocedió de un salto al sentir que aprisionaba su cuerpo y lo estrechaba como una serpiente a su presa. Era como si el agua hirviendo lo estuviese sumergiendo.

Oyó la risa traviesa de la Kyûbi.

—¡Jajaja~! Relájate, si sólo te estoy proporcionando mi chakra. No te dije que sería una experiencia placentera.

El agua se volvió de un vivo tono rojo. Trazos salvajes e imprudentes hechos con tinta negra y roja. En un momento, envolvieron por completo a Naruto. Y entonces, desapareció del sombrío paisaje mental.

La Kyûbi puso ambas manos en sus caderas.

—Es más simpático de lo que esperaba~


Cuando Naruto volvió en sí, siguió cayendo. Fue como si nada hubiera pasado realmente, pero sintió un tremendo flujo de energía a través de él. Era similar a la explosión de rabia que sintió en aquellos momentos críticos.

Se mordió el pulgar y realizó los sellos correspondientes. Esta vez, el jutsu de invocación había funcionado correctamente.

Tras una tarde ajetreada, que pasó luchando por aferrarse al lomo de un sapo del tamaño de una montaña, al despertar en la cama de un hospital un par de días después —al parecer, acabó desmayándose por todo el chakra que había gastado—, Naruto decidió que no le contaría a nadie por lo que había pasado aquella vez. Él podría lidiar con lo que fuera que tuviera en el estómago otro día.

No era el hecho en sí de que una chica mucho más baja que él le hubiera dado una soberana paliza, sino que creía que si alguien le decía algo, que él era el Kyûbi, acabaría desvelando un secreto que debería seguir siendo eso: un secreto. Después de todo, Iruka-sensei dijo que era un decreto.

Una cosa sabía muy bien, al igual que la propia Kyûbi: éste no iba a ser su último encuentro ni por asomo.

Dentro de él, la kitsune reía malignamente, esperando su oportunidad para apoderarse de su cuerpo.


N. Autor: Versión al español de mi fic. Me imaginé que ya que el español es mi lengua madre, debería postear una versión a este idioma ya que la tenía escrita en mi doc manager.

Para resumir, estuve haciendo un montón de fanart de mi versión genderbent de Kurama y no podía sacarme todas esas ideas de la cabeza. Por lo que me dije, "Tengo que poner esto en alguna forma" y recordé este sitio.

No es una historia como tal. Son más bien pequeñas viñetas. Básicamente porque no tengo planeado muchos cambios al canon de Naruto, más allá de los relacionados con los biju.

En fin. Gracias por leer.