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𝗥 𝗨 𝗠 𝗘 𝗨 𝗥 𝗦

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05: Ride or die


«Eustass Kid roba coches, tiene una colección de autos robados en su garaje»

—¿Cómo te va en la universidad?— escuchó la pregunta mientras entraba al baño, debía alistarse para su noche de guardia —¿Ya tienes alguna amiguita especial?

—Mi única amiga especial es mi superior al mando, una vieja testaruda y alcohólica— respondió tomando su cepillo de dientes, colocó el móvil en un lugar a prueba de golpes y continuó con la videollamada. Las risas no tardaron en aparecer, aquella risa escandalosa lograba contagiarlo de sonreír.

Rosinante tenía una risa muy singular.

Así que te has convertido en un asalta tumbas— bromeó su padrino, lanzándole una pícara mirada. El azabache puso los ojos en blanco, el rubio no era muy bueno con la tecnología, a Law le causaba cierta gracia el ángulo de su cámara.

Parecía un anciano usando un smartphone por primera vez.

—Lo aprendí de ti— refutó terminando de cepillar sus dientes, había hablado con su padrino alrededor de una hora y media. Literalmente estuvieron en llamada mientras Law cenaba y le platicaba su día, Rosinante le contaba sobre cómo iban los negocios, su vida en general; el azabache se limitaba a escuchar los problemas de su padrino, desde que era niño lo oía quejarse de todo.

Sin embargo, Don Quixote Rosinante era un hombre increíble a sus ojos, por muy quejica y sentimental que fuese; él era su ejemplo a seguir.

Estoy haciéndome viejo esperando que me presentes a tu novia— refunfuñó el rubio desde el otro lado del móvil, últimamente estaba insistente con ese tema —No me digas que juegas para el otro equipo… Oh, hijo, no hay nada de lo cual avergonzarse, todos tenemos gustos diferentes…— ni siquiera lo dejó terminar la frase puesto que colgó la llamada.

En cuestión de segundos le llegó un mensaje.

Cora-san: Solo debías responder que no tienes una noviecita ;( Te amo 3

Blanqueó los ojos por segunda vez y se metió a la ducha, permitió que el agua refrescara todo su cuerpo ya que, el día había sido caluroso, había sudado como si hubiera corrido un maratón. Cuando terminó, envolvió su cadera con una toalla y se detuvo unos minutos en el espejo.

Observó su cabello e inconscientemente tomó un mechón para apreciarlo con atención, ¿qué tenía de malo ser pelinegro? Era un color de cabello muy común, quedaba perfecto con su piel morena, hacía que sus ojos resalten. Aunque si se miraba con atención, su aspecto estaba un poco descuidado, habían círculos oscuros debajo de sus ojos, su rostro parecía el de un cadaver.

Estaba a mitad de semestre, el internado y las clases estaban matándolo.

Tal vez necesitaba unas buenas vacaciones.

O como diría su hermana menor «Un día de spa y relajación».

Suspiró y fue a su habitación para vestirse. Se suponía que se encontraría con la pelirroja en una media hora en un parque cercano a la universidad. Así, ambos irían juntos al hospital y ella al fin tendría acceso a la morgue.

Entonces Law al fin sería libre de chantajes y extorsiones.

Con solo pensarlo, una sonrisa triunfal se dibujaba en su rostro. Todo acabaría esa noche, solo debía soportarla un día más.

Revisó su mochila, todo lo que necesitaba estaba en su respectivo lugar, chequeó su uniforme y se dio el visto bueno. Tomó un refresco del refrigerador y salió, la brisa nocturna le causaba una sensación de tranquilidad, las noches de verano le recordaban mucho a su niñez. Cuando vivía con sus padres en la costa de Ciudad de Plomo.

Sonrió y se encaminó al punto de encuentro. Tomando el autobús llegaría al parque en menos de quince minutos, observó la ventana durante todo el trayecto. Debía ser fuerte y paciente aquella noche, estaba seguro que podía serlo.

O al menos eso esperaba.

Al llegar al parque, se sentó en una banqueta cercana y esperó. Sacó su móvil para matar el tiempo, podía jugar un poco mientras bebía su lata de refresco o leer, estaba en una intensa partida de Candy Crush cuando su vista se nubló, un par de manos le cubrieron los ojos y un aroma a mandarina inundó sus fosas nasales.

Adivina quien soy— canturreó la pelirroja cerca de su oreja, causándole escalofríos —¿A dónde vas tan temprano? ¿Vas a conquistar enfermeras?

—Y tú, ¿vas a seducir a los muertos?— devolvió la pregunta señalando el atuendo de la chica, llevaba vaqueros apretados de tiro bajo y una blusa de mangas largas con un escote pronunciado —Vamos a un hospital, bruja— recordó de mal humor, suficiente tenía con la doctora Kureha que se vestía como quinceañera, incluso siendo una mujer mayor mostraba su ombligo con blusas cortas; como si de una adolescente se tratase.

—¿Qué tiene de malo mi atuendo? Podría levantar muertos con estas curvas— se excusó Nami señalando su cuerpo con una sonrisa.

«No lo dudo» pensó Law y se levantó, la pelirroja lo observaba con atención, tenía una expresión pícara.

—¿Desde cuando peinas tu cabello, Cirujano?— le picó una costilla mientras se sentaba a su lado —¿Estás intentando conquistarme?— Law giró su rostro hacia otra dirección al sentir sus mejillas calentarse, pensó que nadie notaría si peinaba un poco su cabello.

—Solo cállate y vámonos— pidió levantándose y evitando mirarla, revolvió un poco su cabello y siguió caminando hacia la calle. La pelirroja lo alcanzó y frente a ellos estaba una motocicleta estacionada, al azabache se le hacía ligeramente conocida.

Al menos pensaba que aquel color lo había visto en alguna parte.

Nami se subió en el vehículo y le lanzó un casco, automáticamente su entrecejo se frunció.

—Ni lo sueñes, lunática— declaró Law cruzándose de brazos al mismo tiempo que le devolvía el casco —No pienso subirme a esa cosa contigo al volante.

—¿Te dan miedo las motos?— cuestionó incrédula —Ves muertos todos los días ¿y le tienes miedo a una motocicleta?

—Que trate con gente muerta no quiere decir que me quiera convertir en una.

—Cobarde.

Se miraron con intensidad por unos minutos que parecieron eternos, Law resopló y se giró en dirección contraria. No daría su brazo a torcer.

No obstante, ahora se encontraba esquivando autos. Quizá no confiaba en la pelirroja al volante, pero él también sabía conducir.

—¡Vamos a morir!— chilló Nami a su espalda, la pudo convencer de dejarlo conducir, ya que hace algún tiempo que no lo hacía. Rodó los ojos ante la exageración y aceleró cuando el semáforo se puso en verde —¿Quién cojones te enseñó a conducir?

Law tomó la mano de la pelinegra y la colocó en su propia cintura. Después volvió a tomar el manubrio y siguió acelerando como sino hubiera un mañana.

—Sujétate sino quieres caer y morir por una contusión cerebral.

—Pero, ¿qué mierda de frase en esa?

Había olvidado la adrenalina de correr en una motocicleta, cuando recién llegó al Nuevo Mundo y era un estudiante de medicina en primer semestre, se dedicaba a las carreras clandestinas. En primer lugar porque era una buena fuente de ingresos y, en segundo lugar porque era algo que le gustaba. Ganó lo suficiente en una semana para poder pagarse el alquiler y comprar comida para todo un mes.

Nami apretaba su cintura con fuerza mientras gritaba que era un psicópata, si era sincero, lograba divertirle la situación, hizo una pequeña parada, detuvo la moto cerca a la acera y se giró hacia la pelirroja. Lo abrazaba con fuerza, mantenía los ojos cerrados que ni siquiera se había percatado que Law había estacionado.

Aún no llegaban al hospital, faltaban unas cuantas cuadras más.

—¿No piensas abrir los ojos?— preguntó burlón, ella le hizo caso y con cuidado lo observó. Parecía una niña asustada, le generaba placer verla así, y no con esa típica expresión coqueta y burlona que la caracterizaba, sus ojos se cristalizaron y lo abrazó con fuerza.

—¡Pensé que iba a morir!— lloriqueaba hundiendo la cabeza en su pecho, Law le colocó las manos en los hombros para calmarla, sin embargo de un momento a otro ella estaba ahorcando su cuello —¡MALDITO DESCONSIDERADO! ¿ASÍ ES COMO TRATAS A UN DAMA?— ¿cómo era posible que la dulce expresión que tenía haya desaparecido en cuestión de segundos?

Se liberó de su agarre y tomó grandes bocanadas de aire, esa bruja tenía fuerzas. Casi lo mata.

¿En serio se había preocupado por semejante mujer grotesca?

La fulminó con la mirada y se quitó el casco, Nami murmuraba un sinfín de maldiciones hacia su persona pero se detuvo cuando colocó el casco en su cabeza. Levantó la mirada y lo observó con el ceño fruncido.

—¿Qué haces?

—Es para que dejes de quejarte. Y no me aprietes tan fuerte, me harás perder el equilibrio— sin más, le dio la espalda otra vez y encendió la motocicleta. La escuchó susurrar algo que no pudo entender y arrancó cuando ella envolvió sus brazos alrededor de su cintura de nuevo con un poco de torpeza.

—Que amable eres después de casi matarme de los nervios— ironizó Nami cuando la moto empezó a andar de nuevo, ella pegó la cabeza a su espalda sorprendiéndolo —Ese peinado te queda muy bien…

Las luces de la ciudad los guiaban, no hubo más conversación a partir de allí, Law conducía con moderación sintiendo las manos de Nami rodearlo con gentileza, avanzaban mientras el azabache sentía un pequeño aleteo en un pecho.

No había incomodidad.

Solo…

¿Qué acababa de pasar?