- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato en una especie de "actores secundarios"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.
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Había vuelto a ingresar hacía poco tiempo al interior del dojo luego de haber salido a conversar con Tofu en un lugar más tranquilo en el jardín. Fueron sólo segundos los que tardó en ubicar con la mirada a su esposa en un rincón del salón y como tantas y tantas veces en su vida, sintió esa extraña sensación de angustia acompañada por un vacío en el estómago y ese inconfundible ardor subiendo por todo su cuerpo, ascendiendo desde sus entrañas y recorriendo cada parte de su cuerpo cuando pudo vislumbrar al atractivo extraño que se encontraba conversando muy animadamente con su esposa. Empuñó una de sus manos y sin percatarse de lo que hacía, tronó sus dedos mientras una pronunciada arruga se hacía presente en su entrecejo y su semblante hasta ese momento sereno, se volvía duro.
Esa horrible sensación de sentirse desplazado volvía a experimentarla, porque desde que había conocido a esa chica que luego de muchas dificultades se había convertido en su esposa, él había tenido que lidiar con su problema de celos cada vez que la veía cerca de otro hombre. Porque sí, habían pasado los años, y sí, ambos ya eran mayores, pero era indudable que su esposa seguía atrayendo al sexo opuesto como una delicada flor atrae a las abejas.
Él sabía que ella no hacía nada para ganarse pseudo admiradores, pero aun así, él se conocía, y sabía que si en ese preciso momento iba al encuentro de su esposa, era muy probable que terminara por provocar un incidente que pudiera empañar la celebración del matrimonio de su hija.
Suspiró y buscó un lugar donde calmarse, mas no encontró ningún sitio lo suficientemente solitario en ese salón como para lograr su objetivo, así que se vio en la obligación de regresar al jardín para evitarle a su familia el bochorno de presenciar una escena de celos provocada por sus propias inseguridades.
Así que se acercó al estanque Koi y observó al cielo. Las primeras estrellas ya se vislumbraban en el firmamento y fue ahí que recordó la última gran discusión que había tenido con su esposa por sus celos hacía ya muchos años atrás. Sonrió de medio lado y cruzando los brazos, cerró los ojos para serenar su espíritu.
Capitulo X
"La dueña de mi corazón"
Los años de duro trabajo habían hecho que el dojo Tendo adquiriera notoriedad y prestigio dentro de los practicantes de artes marciales de todo el país, e incluso, algunos decían que se hablaba de sus métodos de enseñanza hasta en otros países de la región. Y es que gracias a la dedicación y perseverancia del matrimonio Saotome-Tendo, el legado de los antiguos maestros de su escuela había prevalecido e incluso mejorado.
Ranma era un maestro exigente, y por lo mismo, los alumnos hacían de todo para registrarse en sus clases, porque quienes querían llegar a ser reconocidos en el circuito sabían que esa exigencia les sería de gran ayuda. Así que se decía que el maestro del dojo Tendo prefería tener pocos alumnos disciplinados y autoexigentes a dar cobijo a alumnos que pagaran todas sus clases si estos no eran capaces de seguir sus métodos de enseñanza. Así las cosas, el dojo era invitado siempre a exhibiciones y campeonatos tanto en Tokio como en otras ciudades alejadas del país; al principio, era el propio maestro quien acompañaba a sus discípulos, pero con el paso de los años y la contratación de otros maestros que ayudaran en las clases, los viajes ya no eran tan frecuentes, salvo aquellos de importancia para el dojo y que requerían irremediablemente de la presencia de Ranma.
Fue así como Ranma se encontraba en ese momento en una solitaria habitación de hotel, a kilómetros de Nerima, a kilómetros de su familia… a kilómetros de su esposa.
Un suspiro ahogado escapó de labios del hombre que en ese momento se encontraba acostado sobre la cama.
Con sus ojos enfocados en el techo, tanteó la superficie del esponjado colchón con el fin de localizar el endiablado aparato que estaba seguro había dejado caer a su lado antes de arrojarse en la cama. Lo encontró y de inmediato encendió la pantalla para ver la hora; las once de la noche con treinta y dos minutos fue lo que divisó en la pantalla del aparato, no muy tarde pero tampoco tan temprano. Hizo una mueca y trató de decidir si debía llamarla o sería prudente dejar que pasara un poco más de tiempo. Volvió a dejar el aparato en la superficie de la cama y se llevó uno de sus brazos a los ojos, bloqueando así la luz de la pequeña lámpara que alumbraba la habitación.
Si alguien lo viera en esa habitación, se daría cuenta de inmediato que la melancolía lo embargaba. Cuando era más joven, en la época en que competía en representación de los gimnasios de su padre y luego de la forzosa separación de una joven Akane de diecisiete años, él también había pasado muchas noches en la soledad de una habitación de hotel y recordaba que en esa época la melancolía también lo embargaba pero, era distinto, ya que en esos años él todavía creía que ella lo había alejado de su vida porque no lo quería, porque estaba enamorada de otro chico, por lo que durante esos años, después de cada competencia, él se aseguraba de terminar exhausto con arduos entrenamientos o carreras por los alrededores que lo dejaban extenuado y sin posibilidad de pensar en otra cosa que no fuera dormir.
Sin embargo ahora, todo era muy distinto de aquellos años. Tenía una familia, unos hijos a los que extrañaba y una esposa a la que amaba por sobre todas las cosas.
Quizá no se hubiera sentido tan melancólico y mucho menos desdichado si se encontrara compartiendo ese viaje con uno de sus hijos, pero esta vez él se encontraba solo, acompañado por tres chicos que se presentaban en distintas categorías de competición porque su hijo mayor se estaba dedicando casi exclusivamente a preparar sus exámenes, su hijo del medio se había ido de excursión con sus compañeros de clase y su hija menor había quedado de acompañar a la abuela Nodoka a visitar a un familiar en otra ciudad, eso le demostraba que sus hijos estaban creciendo y que prontamente ellos harían sus vidas, y él realmente lo entendía y le agradaba pensar que tanto él como Akane estaban dejando a sus hijos desarrollarse por sus propios medios, sin ser invasivos o egoístas y el pensar en sus hijos le llevó automáticamente a pensar en ella. Frunció el entrecejo y se giró para quedar de lado en la cama, sosteniendo con una de sus manos su teléfono que le mostró que habían pasado sólo dos minutos desde la última vez que lo había visto.
Un nuevo suspiro escapó de sus labios cuando recordó que ya habían pasado tres días desde la última vez que había escuchado su voz despidiéndose de él con un seco y frío "adiós"; esta vez ella ni siquiera le había dicho algo como "cuídate", "llámame" o "que tengas un buen viaje", no, ella estaba tan molesta con él, que simplemente le había dicho adiós, y luego, cada vez que él había intentado hablar por teléfono con su esposa, ella había encontrado la manera de esquivarlo puesto que toda vez que llamaba a su casa, era uno de sus hijos el que había contestado. Recordaba vagamente que ella había tenido la misma actitud hacia él hacía muchos años atrás, cuando recién habían retomado su relación y ella se había enterado de su pacto de no revelar el secreto de Ryoga, pero ahora le molestaba mucho más esa actitud fría y desinteresada, porque ellos eran un matrimonio consolidado y no una pareja que recién intentaba retomar una relación.
Sí, reconocía su error; y sí, reconocía que ella tenía razón esta vez para estar molesta con él, pero, ¿era tan grave lo que había hecho para que su esposa no quisiera hablar con él? Seguramente y conociendo a Akane, sí lo era.
Buscó nuevamente su teléfono y observó la pantalla debatiéndose en llamarla o dejar que pasaran las horas y hablar con ella la noche siguiente cuando estuviera en casa. Bajó la mano que sostenía el aparato y con la otra se masajeó la sien izquierda. Habían sido tres días de ardua competencia, los chicos habían pasado todas las rondas y habían llegado a la final, y eso suponía quedarse hasta el último día de competencia. En otras circunstancias él estaría satisfecho y extremadamente contento de que tres de sus alumnos disputaran la final en sus respectivas categorías, eso era bueno para el dojo y muy bueno para los chicos, pero esta vez, él se encontraba con más deseos de tomar todas sus cosas, tomar a los tres chicos y regresar a Nerima para disculparse con su esposa y aspirar a que ella le volviera a sonreír, que las ganas que tenía de permanecer en aquel lugar.
Frustrado, giró su cuerpo y nuevamente quedó recostado de lado mirando al ventanal de la habitación. Suspiró y enfocó su mirada en las estrellas que se lograban apreciar a través del vidrio; inevitablemente, ese brillo que reflejaban las estrellas le recordó el brillo en la mirada de su esposa cada vez que se ilusionaba con algo o se alegraba por alguna noticia. Frunció el ceño y una mueca de desagrado adornó inmediatamente sus labios al recordar que, desde la mañana del incidente, Akane había dejado de regalarle con ese brillo en su mirada.
Sí, él había estado mal y se sentía culpable por haber malentendido las cosas y por ello, haber terminado intimidando al sujeto ese, pero…
No, no había peros esta vez, él debía asumir que se había propasado y que su esposa estaba en todo su derecho de estar muy molesta con él.
Empuñó su mano y soltó un gruñido al recordar el momento. Todo había sucedido la mañana del día que había tenido que dejar Nerima, justo antes de emprender aquel viaje acompañando a los tres chicos que representarían al dojo Tendo en la competición. Esa mañana, él había suspendido todas las clases que daba constantemente en el dojo ya que en la tarde tendría que dejar Nerima en compañía de sus tres alumnos, así que había optado por no dar clases para dedicarse a prepararlo todo. Su esposa había estado de acuerdo e incluso había bromeado con secuestrarlo aquella mañana aprovechando que sus hijos estarían en clases durante la mañana y así, tendrían la preciosa oportunidad de encontrarse solos en casa, sin mayores ocupaciones y sin nadie que les interrumpiera. Él había reído pero secretamente se había tomado muy en serio las palabras de Akane y esperaría el momento exacto para cobrarle la palabra, por lo que aquella mañana, cuando terminó de arreglar su reducido equipaje y luego de corroborar que llevara todos los documentos y credenciales, bajó en busca de su esposa quien seguramente se encontraba en la cocina en aquel momento. Sonrió al recordar el plan que tenía en su cabeza con el cual pretendía sorprender a Akane, luego recordarle sus propias palabras, para posteriormente convertirse él en el secuestrador y quizá, sólo quizá, si la buena suerte lo acompañaba, dedicarse a regalonear con su esposa durante el resto de la mañana, sin embargo, el plan de acción que había trazado en su cabeza se vio desbaratado cuando no la encontró en donde supuestamente ella debía estar. No se preocupó demasiado ya que, si no podía desarrollar su jugarreta en la cocina, bien podía desplegarla en cualquier otro lugar de la casa, así que, en silencio absoluto se dedicó a buscar a su esposa por toda la casona sin encontrarla, por lo que se dirigió al único lugar en donde hasta ese momento no había buscado sonriendo mentalmente puesto que, si ella estaba allí, sus planes resultarían mucho mejor.
Avanzó por el pasillo sin hacer ruido y divisó las puertas del recinto abiertas de par en par, se acercó lentamente dispuesto a sorprender a su esposa, pero el sorprendido fue él al descubrir que ella no estaba sola y que conversaba con alguien.
-Muchas gracias, de verdad se lo agradezco, señor Yoshida, pero entienda que no puedo aceptar algo así.
-Por favor, no me hable de señor, sólo dígame Ryota.
-Me gusta mantener las formalidades y respecto a su propuesta, me es imposible aceptar.
-Pero es sólo una muestra de agradecimiento, una simple cena. Por favor, acepte mi invitación.
-No puedo señor Yoshida, ya le expliqué el motivo, no insista por favor.
-Pero su esposo no tiene por qué…
-Mi esposa le está diciendo que no puede aceptar su invitación –dijo Ranma con un atronador tono de voz mientras se acercaba a quienes se encontraban al centro del dojo.
Fue en ese momento en que Ranma perdió todo su autocontrol. Es que simplemente haber escuchado aquel fragmento de conversación y ver frente a él cómo su esposa, ataviada con un hermoso y vaporoso vestido amarillo, se encontraba de pie frente a un hombre que parecía tener la misma edad de ellos, vestido con un impecable traje, sosteniendo un ramo de flores en una mano y una caja de lo que parecían ser costosos bombones en la otra, le había hecho aquella invitación a su esposa, lo cegó por completo.
Se acercó rápidamente y sin mediar palabra alguna, tomó al hombre de las solapas de su chaqueta y lo levantó un par de centímetros del suelo con una clara muestra de hostilidad.
-¡Ranma, qué haces! –dijo Akane totalmente confundida y alarmada por la actitud de su esposo.
Él tenía toda su atención puesta en el hombre que permanecía aterrado observando el semblante furibundo del maestro del dojo. El ramo de flores había caído al suelo desprendiendo hojas y pétalos y la caja de bombones permanecía abierta en el piso con casi todos los pequeños chocolates esparcidos en la duela.
-Te conozco –dijo el artista marcial soltando al sujeto quien retrocedió un par de pasos para alejarse del hombre que lo miraba con furia-. Eres el padre de uno de los chicos, Sochi.
El hombre asintió con un movimiento de cabeza antes de emitir un escueto "sí" que se escuchó casi como un lamento.
-Ranma, no es lo que piensas –intervino Akane.
-¿No? –contestó él.
-No –dijo su esposa poniéndose delante del asustado hombre para evitar que su esposo cometiera una locura-. El señor Yoshida nos invitó a ambos a compartir una cena con su familia, pero como tú no te encontrarás acá durante estos días, me vi en la obligación de disculparme.
Ranma observó a su esposa, no muy convencido con aquella explicación ya que él había escuchado otra cosa. Confiaba plenamente en ella, pero conocía su buen corazón y quizás estuviera diciéndole eso por tratar de defender al desagradable sujeto.
-¿Y esos regalos?
-Se los traje a la señora Saotome –dijo apresuradamente el hombre-. También traje algo para usted, pero la señora Saotome me dijo que usted no bebía alcohol y pues…
-Ranma, sólo fue un malentendido y deberías disculparte con el señor Yoshida.
-No se preocupen, yo sólo quería agradecerles por haber logrado que mi rebelde hijo se haya convertido en un joven de bien y también, quería que conocieran a mi suegro, pero si no se puede, yo entiendo.
-El suegro del señor Yoshida es el antiguo maestro del dojo Yamagawa, conocedor y practicante de la técnica de las diez grullas, Ranma.
Su esposo la observó con incredulidad y pareció relajar la tensión en su cuerpo. Conocía el nombre del prestigioso maestro del dojo al que hacía alusión Akane y también había oído hablar de la famosa técnica, por lo que inmediatamente se percató de lo inoportuno que resultaría el pelearse con ese hombre.
-Y entonces, ¿usted quería invitarnos?
-Sí, mi suegro está muy contento de saber que su nieto se interesó finalmente por las artes marciales y que se ha convertido en un buen exponente y en un muchacho de bien gracias a sus enseñanzas, sensei -explicó el hombre un poco más tranquilo al ver que el maestro del dojo relajaba su postura-. Aprovechando que viene a visitarnos durante tres días, se me ocurrió que sería una buena idea el invitarlo a usted y a su esposa a nuestra casa. Mi esposa y mi familia estarían encantados de recibirlos, pero la señora Saotome me explicó que usted debe ausentarse para acompañar a unos muchachos a una competición y yo… me atreví a invitarla a ella, pero me queda claro que ella no irá sin usted y bueno, no fue mi intención incomodarlo, sensei –terminó de decir el hombre haciendo una reverencia.
Akane se cruzó de brazos y miró directamente a Ranma, silenciosamente le estaba reprochando su alterado comportamiento y además, con un gesto de su cabeza le dio a entender que él también le debía una disculpa al hombre. Ranma exhaló un suspiro antes de comenzar a hablar.
-No se preocupe, señor Yoshida, el que debe disculparse con usted soy yo. Creo que mal interpreté las cosas y de verdad me siento un poco incómodo por mi comportamiento agresivo con usted. Espero pueda disculparme.
-Pierda cuidado, señor Saotome, quizá yo me hubiera comportado de forma similar si escucho cómo un hombre a quien no conozco le hace una invitación así a mi esposa. Está todo bien, pero me hubiera gustado que hubieran conocido a mi suegro, él realmente admira lo que ha conseguido la escuela Saotome-Tendo.
-La admiración es mutua. Tal vez podamos conocernos en otra ocasión.
-Tal vez. Ahora, si me permiten, debo retirarme.
-Lo acompaño a la puerta –dijo Akane abandonando el lugar tras el hombre.
Ranma se quedó al medio del dojo, observando las flores y los chocolates que permanecían esparcidos por la duela. Se agachó y recogió el maltrecho ramo de flores, sabiendo de antemano que debía prepararse para recibir el regaño de su esposa porque conociéndola, ella no le dejaría pasar el haberse comportado de una forma tan exaltada con el padre de uno de sus alumnos, puesto que por lo que había dicho el hombre, el chico había mejorado en su comportamiento gracias a las artes marciales que practicaba en el dojo Tendo y ahora, con la escena que él había armado, el padre quizá no permitiría que el muchacho siguiera concurriendo al dojo. Un gruñido escapó de sus labios y miró al techo, ¿Cuándo había sido la última vez que los celos lo habían dominado?, no lo sabía con exactitud, pero había pasado mucho tiempo. Y sí, ella también era bastante celosa, pero eso era algo que ella había sabido controlar a la perfección con los años y ya casi no recordaba haber presenciado un arrebato por parte de ella hacia él, pero él no podía decir lo mismo, así que ahí permaneció, esperando el regaño de su esposa como un niño espera el castigo por haber cometido una travesura.
Las recriminaciones llegaron minutos después; su esposa estaba muy molesta y se lo hizo saber soltándole una retahíla de argumentos y palabras que él sabía, tenían mucha razón. Intentó defenderse, explicarle que había perdido todo el control sobre sus actos al escuchar las palabras de aquel hombre y al verlo junto a ella. Ella lo conocía, sabía de sus arranques de celos y conocía su instinto sobreprotector, pero eso no sirvió para aplacar el disgusto de su esposa y por consiguiente, todos los planes que había hecho él para lo que quedaba del día antes de irse a la competición se habían estropeado. Ella fue inflexible y esta vez no lo disculpó tan fácilmente, por eso se encontraba ahora, a kilómetros de distancia, en una habitación de hotel, preguntándose si sería prudente enviarle aunque fuera un mensaje a su molesta esposa, porque habían sido tres días sin verla ni escucharla y ya la extrañaba demasiado.
¿Es que durante todos los años que llevaban juntos, ella todavía no comprendía que él se consideraba totalmente dependiente de ella para sentirse en paz? Levantó nuevamente el teléfono en su mano y observó la hora, las once de la noche con cuarenta y nueve minutos de un viernes por la noche. Se sentó en la cama con sus piernas entrelazadas y desbloqueó el aparato. Lo había decidido, no le enviaría un simple mensaje porque siempre lo había considerado un poco impersonal, simplemente la llamaría y así podría escuchar por un momento su voz aunque ella continuara enojada. Suspiró y buscó su contacto, el aparató emitió cinco tonos de marcación y al sexto, él escuchó un escueto "hola" del otro lado.
-Hola –respondió aliviado de que por lo menos ella hubiese contestado a su llamada-, ¿cómo estás?
-Bien –dijo ella escuetamente-. ¿Tú cómo estás?
-Extrañándote –se le escapó sin más-. Los chicos me han contado que todo ha ido bastante bien durante estos días.
-Sí –contestó ella suavizando el tono de voz-. No hemos tenido problemas.
-Akane, tú ya… ya ¿me perdonaste por la última estupidez que cometí? –dijo de forma titubeante y con algo de temor al ser consciente de que el silencio se prolongaba al otro lado de la línea.
-Sabes que sí, Ranma, de lo contrario no te hubiera contestado –respondió su esposa finalmente-. Sabes que no puedo estar disgustada contigo por mucho tiempo, aunque lo quiera y lo merezcas.
-¿Eso quiere decir que…?
-Eso quiere decir que puedes llamarme sin temor a que no te conteste, tonto. ¿Crees que no me di cuenta de que llamabas al teléfono fijo sólo por miedo a mi reacción?
Él pudo percibir la risa burlona que se escondía tras las palabras de su esposa y soltó un suspiro de alivio.
-No puedo ocultarte nada ¿no? Pero sabes que odio depender del teléfono, quiero estar en casa, contigo… con ustedes –se corrigió.
-Bueno, si todo sale bien, mañana ya estarás acá ¿no?
-Sí, los chicos tienen sus finales durante la mañana, así que pienso que estaremos en Nerima al atardecer.
-¿Crees que tienen posibilidades?
-Los tres las tienen, si hacen las cosas bien.
-Entonces, debes descansar para apoyarlos, Ranma.
-Sí, supongo que tienes razón, pero no quiero dejar de escucharte… te extraño mucho.
-Yo también te extraño, pero ya es tarde. Lo mejor es que descanses y ya mañana me vuelves a llamar si tanto necesitas oír mi voz –bromeó.
-Está bien –dijo riendo-. Ya mañana nos encontraremos. Te amo.
-Yo también te amo, que duermas bien, Ranma.
-Tú también… nos vemos mañana.
-Nos vemos.
La comunicación se cortó y aunque a él le hubiese gustado seguir escuchando su voz por horas y horas, sabía que no podía insistir demasiado. Ya había logrado mucho al descubrir que su esposa ya no se encontraba enojada con él y eso le aliviaba muchísimo, así que, con una sonrisa en su rostro, se dispuso a cambiarse para dormir y enfrentar con energías renovadas el último día de competición.
La mañana llegó rápidamente y con ella las finales a las que debían enfrentarse los tres exponentes del dojo Tendo. Para los tres chicos fue una experiencia enriquecedora y aunque sólo uno de ellos logró coronarse como el mejor de su categoría, los otros dos se retiraron contentos de haber participado ya que por fin, después de mucho entrenamiento y esfuerzo, habían conseguido llegar a una final que su maestro les aseguró, sería la primera de muchas. Las cosas no siempre resultaban como uno las planeaba y las derrotas también servían para el crecimiento y el desarrollo como artista marcial. Ranma consideró que sería una buena idea el llevar a celebrar a los chicos a un buen restaurante, por lo que antes de emprender el viaje de regreso a sus hogares, los invitó a comer. Durante esa tarde y después de haber hecho abandono del hotel en el que se hospedaban, por fin Ranma se sintió feliz y aliviado de encontrarse realizando el trayecto de regreso a casa. Los tiempos de viaje siempre eran impredecibles, así que en lugar de llegar a su hogar al final del atardecer, se pudo percatar que ya eran las diez de la noche cuando puso un pie en las puertas del dojo Tendo.
Avanzó lentamente y buscó sus llaves sin encontrarlas, por lo que se vio en la obligación de golpear para anunciar su arribo al hogar. Esperó a que le abrieran pues seguro uno de sus hijos le saldría al encuentro, pero cuando la puerta se abrió, fue su esposa quien lo recibió ataviada con un delicado y hermoso vestido color azulino.
-¿Por qué tocas, si tienes la llave? –preguntó sonriéndole con dulzura.
-No la encontré –contestó él alzando una ceja al verla tan arreglada.
-Realmente espero que no la hayas extraviado –musitó-. Esa llave no sólo abre la puerta de esta casa –continuó diciendo mientras se alzaba en la punta de sus pies para alcanzar a susurrarle al oído de su esposo-. Cuando te di esa llave hace años atrás, no sólo te di la llave del que se transformaría en nuestro hogar, también te entregué la llave de mi corazón, así que no la pierdas, Ranma.
Él no pudo hacer otra cosa que acortar la distancia que lo separaba de su esposa y besarla ansiosamente en los labios.
-No la perderé, nunca –sentenció posando su frente en la de su esposa-. Te extrañé, Akane, no sabes cuánto te extrañé.
-Entonces, ¿qué haces ahí de pie? Entremos y me cuentas cómo estuvo tu viaje.
Él ingresó a su casa tras ella y se dejó conducir. Dejó el bolso que llevaba con su reducido equipaje en la entrada de la casa y luego de descalzarse se internó siguiendo a su esposa con sus manos entrelazadas. Cuando llegaron al comedor familiar, él pudo observar que estaba todo delicadamente dispuesto para una romántica cena como aquellas que ella solía preparar antes de la llegada de sus hijos en la intimidad de su hogar. Abrió los ojos sorprendido y se dedicó a inspeccionar la mesa.
-¿Y esto?, ¿celebramos algo?
-¡Sorpresa! –exclamó ella avanzando un poco hasta quedar cerca de la mesa y de frente a su esposo-. Yo… sé que discutimos antes que te fueras a la competición, te traté muy mal, Ranma y no me gustó que te fueras con la impresión de que yo estaba enojada contigo, aunque en verdad lo estaba y mucho, pero creo que exageré mi reacción y quería pedirte disculpas –terminó de decir con un leve tinte rosa adornando sus mejillas.
-No tienes que disculparte –contestó él avanzando para quedar cerca de su esposa-, fui yo el idiota que malinterpretó todo y sabes que a veces soy muy celoso y no sé cómo controlarme y… sólo discúlpame –terminó de decir acariciando el rostro de Akane.
-Creo que ambos reaccionamos mal –contestó sonriendo-. Lo bueno es que el señor Yoshida me dijo que no estaba enojado por cómo lo trataste y prueba de ello es que Sochi siguió viniendo a entrenar, sólo me hizo prometer que en cuanto su suegro volviera a visitarlos, los acompañáramos a cenar.
-Y eso haremos –contestó Ranma-. Oye, ¿y esta cena es para dos? –su esposa sólo asintió con un movimiento de cabeza-, ¿y los chicos?
-Me aseguré de hacerlos desaparecer –contestó encogiéndose de hombros para luego soltar una risita al ver la sorpresa reflejada en el rostro de su esposo-. Sabes que Akemi se fue con tu madre a visitar a un familiar; Kazuma está preparando sus exámenes por lo que me pidió autorización para ir a quedarse a la casa de un amigo y Ryûma llegó de su excursión ayer, pero lo convencí para que fuera a pasar el fin de semana con sus primos a casa de Nabiki, por supuesto, ella me ayudó.
-Y todo esto sólo para pedir disculpas –dijo Ranma abrazándola para acercarla hacia él.
-Sí, pero también es porque se acerca nuestro aniversario y quise… bueno, desde hace un tiempo que no tenemos una celebración a solas y pienso que…
-Me encanta la idea –le interrumpió arrebatándole un beso-. ¿Así que estamos solos?
-Por lo menos por esta noche –confirmó Akane sonriendo.
-Entonces, debemos aprovechar el tiempo ¿no?
-Si me sueltas, traeré los platos –él negó con un movimiento de cabeza y tomó la mano de su esposa conduciéndola a la cocina.
-Te ayudaré y así ocuparemos menos tiempo.
-Pero no hay apuro –comentó su esposa mirándolo confusa.
-Para mí sí lo hay –dijo acercándose a su esposa para susurrarle al oído-, quiero mi postre, Akane.
Ella rio por la ocurrencia y siguió avanzando hasta que llegaron a la cocina para llevar los platos que ella había preparado para su esposo hasta la mesa del comedor. Se sentaron uno frente al otro y comenzaron a degustar los platillos mientras conversaban amenamente. Ella quiso que le contara todo lo referente al torneo en donde habían participado tres de sus alumnos destacados y él le hizo un detallado relato de lo ocurrido durante esos días de competencia, luego, él preguntó por sus hijos, sobre todo le preocupaba Kazuma. El mayor de sus hijos había resultado ser muy parecido a su padre; era un virtuoso artista marcial que desde muy pequeño se había destacado en el desarrollo del arte, sin embargo, le costaba mucho mostrar ese mismo nivel de aplicación en los estudios. Ahora, Kazuma se encontraba muy pronto a salir de la preparatoria y comenzar sus estudios superiores, por lo que ellos habían estado muy preocupados por el muchacho, puesto que, a pesar de haberle repetido en reiteradas ocasiones que no se sobre exigiera demasiado, el chico había entrado en una especie de competencia consigo mismo para demostrar que él, además de ser un buen deportista, podía ser un buen estudiante. Por eso, durante el último tiempo se la pasaba estudiando mucho para asegurar su ingreso en una buena universidad.
Para Ranma era bastante sorprendente el empeño que su hijo había puesto en sus estudios durante ese último año, pero se alegraba por él; para Akane sin embargo, el que Kazuma calificara para ingresar en una buena universidad significaba una sola cosa, su hijo seguramente tendría que dejar la casa de sus padres y dedicarse a los estudios y a las competencias, ya que el muchacho había manifestado que por nada del mundo dejaría las artes marciales y por eso quería aplicar en una carrera que le ayudara a complementar su pasión con una profesión.
Un sentimiento de congoja afligía el corazón de Akane durante el último tiempo al pensar que pronto su hijo mayor partiría de su lado y que no pasaría mucho tiempo para que lo mismo hiciera su hijo Ryûma y finalmente, también lo hiciera la pequeña Akemi. Al compartir su pesar con Ranma, éste siempre la confortaba diciéndole cosas que ella ya sabía, sus hijos estaban creciendo y pronto harían su vida valiéndose de sus propios medios, algo para lo que Akane no se sentía preparada, ¿pero qué madre se sentía preparada para dejar ir a sus hijos? Al menos, no una que ella conociera.
Ranma trataba de calmar sus miedos y aprensiones ya que él se creía más desapegado a los afectos, pero eso era así hasta cierto punto, porque cuando su hijo mayor había mantenido una conversación seria con él y le había manifestado su convicción de querer estudiar aunque fuera en un lugar lejos de su familia, él recién se había percatado que extrañaría a su hijo más de lo que le gustaría reconocer y entonces se percató que no tan sólo pasaría aquello con su primogénito, sino que también con sus otros dos hijos. Ya se notaba en Ryûma, quien también practicaba las artes marciales pero sus intereses iban mayormente por los números, así que seguramente él querría estudiar algo relacionado con finanzas o administración y su hija menor Akemi también se manifestaba como una buena practicante de las artes marciales, pero no tanto como para intuir que seguiría el legado de sus padres. De los tres, sólo Kazuma había manifestado desde muy pequeño esa pasión por mejorar día a día en el arte y con el tiempo llegar a convertirse en el mejor exponente de su generación, aquel deseo que Ranma conocía de cerca puesto que había sido su propio sueño en su juventud.
-Kazuma recibió una oferta para postular a una beca deportiva esta semana –comentó Akane de pronto enfocando su entristecida mirada en sus manos entrelazadas que descansaban sobre la superficie de la mesa-. Dice que es una buena oferta, pero que pretende rechazarla.
-¿Por qué?
-Según él, es porque piensa que puede aplicar en otra institución de mayor renombre, pero yo pienso… -ella se interrumpió y exhaló un suspiro antes de seguir hablando en un susurro-, pienso que es por mí.
-Akane…
-Él sabe que no me gusta la idea que se aleje de casa y creo que sin proponérmelo estoy influenciándolo para que tome decisiones que estoy segura no son lo que quiere hacer, sólo por complacerme… ¿crees que soy muy egoísta, Ranma? –se interrumpió levantando la mirada con lágrimas contenidas para enfocarla en el rostro sereno de su esposo-. Yo quiero lo mejor para él pero me cuesta imaginarme viviendo sin ver a mi hijo todos los días, sin sentirlo cerca, sin saber si realmente se encuentra bien, si tiene algún problema, si se alimentó como corresponde, si siente frío, si…
-No eres egoísta, Akane –le interrumpió su esposo levantándose de su lugar para sentarse al lado de ella y así poder abrazarla-. Sólo eres una madre que ama a sus hijos por sobre todas las cosas y quiere lo mejor para ellos, pero a veces, lo mejor se encuentra fuera de la seguridad del hogar. Además, ¿crees que para Kazuma está siendo fácil este proceso?, yo te aseguro que no.
-Y yo se lo estoy haciendo más complicado.
-No te culpes. De los tres chicos, él siempre ha sido el más apegado a ti, créeme que para él también debe ser muy difícil pensar en separarse de ti.
-Pero es un chico independiente.
-Bastante, sí, pero cuando tiene algún problema ¿a quién recurre primero?, o cuando obtiene algún logro ¿quién es la primera en saberlo?, o con una alegría o alguna pena ¿con quién la comparte? Él siempre ha recurrido a su madre antes que a cualquier persona, por eso pienso que para él también está resultando difícil este proceso, porque si se tiene que alejar de acá, ya no tendrá a su madre tan cerca y pienso que justamente ese es el motivo que tiene tu hijo para matarse estudiando, porque seguramente quiere calificar para alguna universidad cercana y así, sólo tendrá que desplazarse a diario sin la necesidad de mudarse.
-Pero eso también está mal, no puede esforzarse tanto sólo para complacerme.
-Ya te dije que no lo hace sólo por ti, sino también por él –rebatió Ranma-. Haremos algo, dejaremos que él haga las cosas como le resulte más adecuado. Si Kazuma decide quedarse o si decide irse, lo apoyaremos de igual forma. Además, si él se marcha, tú lo podrás ir a ver cuando quieras y las veces que quieras.
-No creo que pueda hacer eso.
-¿Por qué no?
-Porque hay otro asunto que quería hablar contigo –contestó recuperando el aplomo-. A mí… me hicieron una oferta, Ranma.
-¿Qué clase de oferta? –dijo el artista marcial tensándose automáticamente.
-¿Recuerdas cuando me presenté para ocupar el puesto de asistente en la Black Ryu?
-Esa pregunta no deberías hacerla, Akane, sabes perfectamente que recuerdo eso… y todo lo que sucedió después.
-Bien, entonces también recuerdas que antes de ingresar a trabajar a la Black Ryu, yo me desempeñé en algunas fundaciones de ayuda a la comunidad y bueno, nunca perdí el contacto con ellos y esta semana me ofrecieron volver a ayudarles.
-¿Quieres dejar de impartir clases en el dojo para volver a trabajar? -preguntó Ranma mirándola con asombro.
-No –contestó ella negando con un suave movimiento de cabeza-, pero me gustaría volver a ayudar a esas personas, Ranma. Siento que puedo ser un apoyo para ellos, que puedo ayudar a las personas que lo necesitan y no cuentan con los recursos necesarios. Nuestros hijos ya están grandes y los tres son bastante independientes, así que pensé en que podía tomar un puesto de voluntaria tres veces por semana sólo en las mañanas, así puedo compatibilizar mi ayuda a la fundación, con las clases en el dojo y mi familia.
-En verdad quieres volver a trabajar –dijo su esposo más para confirmar un hecho que para formular una pregunta-. Eres la persona más bondadosa que conozco y si ellos necesitan la ayuda de mi fabulosa esposa y tú quieres hacerlo, yo no tengo porqué oponerme, Akane, al contrario, te apoyaré en todo lo que necesites.
-¿De verdad no te importaría?
-¡Claro que no!, ¿por quién me tomas? No soy un hombre que quiera tener a su esposa encerrada en su casa, Akane, lo sabes. Lo que me preocupa es que tendremos que ajustar los horarios de los chicos que toman tus clases… a menos que quieras que otra persona tome tus horarios.
-También pensé en eso y creo que no tendría problemas en ajustar los horarios o inclusive, fusionar algunos grupos, claro, tendría que hablarlo con los padres de los niños, pero me parece que puedo hacer que todo funcione bien.
-Siempre has hecho que todo funcione bien –contestó él abrazando a su esposa-. Así que, ¿tendré que acostumbrarme a no verte por las mañanas?
-Durante tres días a la semana –confirmó sonriendo al detectar la mirada sugerente de su esposo.
-¿Y cómo haré para obtener mi dosis diaria de mimos matutinos si tu no vas a estar?
-Prometo recompensarte durante las tardes… o quizá durante las noches.
-Eso suena tentador, así que aceptaré la oferta –dijo acercando a su esposa en su abrazo hasta que ella quedó sentada en su regazo, luego la acercó aún más hacia sí y comenzó a besarla dulcemente.
-¿Qué haces? –preguntó divertida al separarse.
-¿Tú qué crees? Es de noche y dijiste que me recompensarías durante las noches –contestó acariciando su mejilla con su nariz.
-Pero todavía no comienzo a trabajar –rebatió abrazándose a él al percatarse que su esposo tenía toda la intención de ponerse en pie con ella en sus brazos.
-Tómalo como un adelanto de mi recompensa. Además, dijiste que tendríamos una noche para nosotros solos en esta casa y yo voy a aprovecharla –dijo avanzando con su esposa en sus brazos con dirección a la escalera-. Recuerdo cuando te cargué así… esa noche que te convertiste verdaderamente en mi esposa –dijo de pronto deteniéndose al pie de la escalera para observarla.
Ella se sonrojó pero no apartó su mirada y sonrió con dulzura al recrear en su memoria el momento al que hacía alusión su esposo.
-Esa noche estaba muy nerviosa –reconoció-, yo no sabía muy bien cómo comportarme porque no tenía mucha experiencia, lo sabes.
-Nunca te pregunté por eso y tampoco lo haré ahora, Akane –dijo de pronto con seriedad-. Nunca me importó el que hubieses estado con otra persona antes porque a fin de cuentas, estábamos separados y yo mismo tuve mis propias experiencias, pero…
-Pero –insistió ella acariciándole el rostro para que él volviera a hablar.
-Debo confesarte que esa noche, yo también estaba muy nervioso, porque esa noche para mí fue realmente como si fuese mi primera vez. Fue maravilloso compartir aquel momento con la persona que había amado desde que tenía dieciséis, que amo desde que tenía dieciséis –se corrigió.
-Siento lo mismo –contestó ella aferrándose a su esposo-. La noche en que quise convertirme en tu esposa no fue mi primera vez, pero sí fue la primera vez que me entregué por completo a la persona que realmente he amado durante toda mi vida y fue un sueño hecho realidad… un sueño que se vuelve a cumplir cada vez que me tomas en tus brazos y me amas como lo hiciste aquella vez.
-Entonces, ¿qué hacemos aquí hablando de estas cosas? –contestó acomodando nuevamente a su esposa entre sus brazos-, ¿vamos a cumplir ese sueño una vez más?
-Es lo que estoy esperando –contestó soltando una risita traviesa al ver que su esposo subía los escalones de dos en dos para luego introducirse en la habitación y cerrar la puerta de un golpe.
A la mañana siguiente, cuando Ranma despertó y comprobó que se encontraba sin la usual camiseta que utilizaba para dormir, no pudo reprimir la sonrisa bobalicona que se instauró en su rostro al recordar gran parte de los hechos que había vivido la noche anterior junto a su esposa. Se incorporó y se sentó apoyando su espalda en el respaldo de la cama mientras enfocaba su profunda mirada en la espalda desnuda de su esposa quien dormía plácidamente, con el rostro convenientemente vuelto hacia su lado y los cabellos en desorden. No queriendo despertarla, se quedó largo rato contemplando aquella silueta que él tan bien conocía, pero que simplemente volvía a maravillarle cada vez que la contemplaba. Sonrió de medio lado y apartó un rebelde mechón de cabello del rostro de Akane el cual le impedía apreciarla por completo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la primera vez que había compartido ese lecho con su esposa por primera vez? Muchos años, muchas cosas, muchas penas y alegrías, muchos problemas y malos entendidos, pero por sobre todo, mucho, muchísimo amor compartido, y, a pesar de estar muy consciente que ambos ya no eran tan jóvenes, ese fuego que parecía consumirlos en los momentos de pasión seguía estando intacto, tanto así, que al contemplar el cuerpo desnudo de su esposa a su lado, él sentía la imperiosa necesidad de acariciarlo, así que, sin contenerse por más tiempo se acercó a su esposa y delineó con el toque suave de sus dedos la nívea espalda que se encontraba a su disposición mientras rozaba con su nariz el cuello expuesto de ella al tiempo que depositaba sutiles besos que lograron despertar a la mujer.
-¿Qué haces? –pronunció ella con voz adormilada.
-Te despierto –indicó mientras seguía con su labor.
-Me haces cosquillas.
Él sonrió contra la piel de ella y se alejó sólo lo suficiente para ver el rostro adormilado de su esposa esbozando una suave sonrisa.
-¿No fue suficiente con la recompensa que cobraste anoche? –dijo abriendo totalmente sus ojos para observarlo con una traviesa sonrisa en los labios.
-Cuando se trata de ti, nunca es suficiente, Akane –contestó acercándose a su esposa para voltearla y arrebatarle un beso demandante que su esposa no se negó a responder-. Eres una adicción para mí, lo sabes.
-Lo sé, pero creí que con el pasar de los años…
-Escúchame bien –le interrumpió-, con el pasar de los años sólo has conseguido que esta necesidad que siento por ti se acreciente más y más. Nunca te lo dije pero, uno de mis mayores tormentos al vivir bajo el mismo techo en mi adolescencia fue el tenerte cerca y no poder avanzar en un aspecto físico como me hubiera gustado.
-¿Querías estar así conmigo? –preguntó incrédula arqueando una de sus cejas.
-Desde ese encuentro fortuito en el baño de esta misma casona –contestó acariciando la mejilla de ella-. Por supuesto, nunca tuve el valor de reconocerlo e incluso me negué a aceptarlo para mí mismo, pero sí, soñaba siempre estar así contigo, así que cada vez que te tengo única y exclusivamente para mí, estoy cumpliendo todos y cada uno de mis sueños de adolescente.
-Vaya, y yo que pensé que tu único sueño de adolescente era convertirte en el mejor artista marcial de todo Japón.
-También lo era –reconoció-, pero al conocerte, mis prioridades cambiaron. Quería convertirme en el mejor artista marcial de todo Japón pero sólo si ese logro lo compartía contigo.
-Y lo hiciste –dijo incorporándose para que él quedara recostado de espaldas, por lo que ella se acurrucó en su pecho-. Te convertiste en el mejor artista marcial de Japón y después de nuestro reencuentro, has compartido ese sueño conmigo haciéndome la mujer más feliz de este mundo… aunque a veces sigas comportándote como un adolescente celoso –terminó de decir pasando un dedo por su nariz.
-¿Qué quieres que haga?, si tú sigues siendo como una deliciosa flor para todos esos abejorros que pululan por ahí.
-Pero esta flor sólo quiere que un abejorro se le acerque, deberías saberlo –dijo acercando su boca a los labios de su esposo para depositar un suave beso-. En lo que a mí respecta, debo confesarte que sólo quería que me amaras y también lo hiciste, por lo que mi sueño se sigue cumpliendo día a día.
-Es que es imposible no amarte, Akane –contestó él abrazando a su esposa por la cintura con una mano mientras posaba la otra en su nuca para acercarla a él y robarle un apasionado beso-. A estas alturas ya parece ilógico que piense en esto pero –dijo al separarse agitado de los labios de su esposa-, creo que tendré que hacer algo con esta atracción casi insana que se apodera de mí cada vez que te tengo en mis brazos.
-Ranma… -contestó ella dejando que él recorriera su mejilla y cuello con sus labios.
-Necesito que sepas… necesito mostrarte todas las sensaciones y emociones que provocas en mí, Akane… todo lo que siempre me has hecho sentir.
-Lo sé y lo comparto Ranma, porque es lo mismo que tú provocas en mí –contestó separándose con reticencia de su esposo para verlo de frente-. Pero si uno de los chicos llega…
-Akane, son las siete de la mañana de un domingo ¿en verdad crees que uno de tus hijos adolescentes se levantará temprano sólo para llegar a desayunar con sus padres?
-Bueno, yo…
-Ven acá –le interrumpió volteando a su esposa para dejar que ahora ella permaneciera recostada en la cama mientras él se dedicaba a esconder su rostro entre su cuello y su clavícula.
Ella soltó un gritito y luego una carcajada al comprobar que su esposo estaba totalmente decidido a continuar con su demostración de amor incondicional, por lo que sólo le dejó hacer.
-Nos estamos comportando como dos adolescentes hormonales –dijo cuando logró liberarse de los labios hambrientos de su esposo. Él la observó con una sonrisa pícara antes de responder.
-Nunca nos comportamos como dos adolescentes hormonales cuando debimos hacerlo –rebatió acercándose al oído de su esposa mientras una de sus manos descendía lentamente por su delicada figura-, ahora quiero comportarme como el adulto enamorado de la mujer que tiene enfrente y que no puede controlar su deseo por ella porque al parecer, ella ejerce un magnetismo tan intenso que resulta casi doloroso el separarse.
-Sigues siendo un bobo –repuso para ocultar su emoción-. Ranma Saotome, mi esposo –continuó diciendo mientras él la observaba con una sonrisa en los labios-, un adolescente soñador y un adulto enamorado.
-Y mi sueño de amor sigue siendo con la misma mujer testaruda –dijo depositando un beso en sus labios.
-Idiota atrevido –le contestó dándole un pellizco en el brazo.
-Violenta impredecible –contestó él obviando el leve dolor causado por la acción de su esposa mientras se alzaba en sus rodilla para luego taparlos a ambos con las sabanas.
Luego de eso hubo risas, gritos, bromas, besos, caricias y hasta mordiscos que poco a poco fueron desatando una nueva ola de pasión que culminó con la entrega mutua de dos personas que se habían amado prácticamente desde que se habían conocido años atrás. A pesar de todos los problemas y dificultades, ellos sabían que siempre se habían pertenecido el uno al otro y que así seguiría siendo hasta el fin de sus días. El que lo demostraran de una forma física sólo era la confirmación de un amor en su estado más puro el cual ya hacía mucho tiempo que había dejado de ser simplemente amor y se había convertido en algo mucho más grande que incluso los superaba a ellos dos.
El cielo ya estaba completamente estrellado cuando salió de su ensoñación.
-¿Qué haces acá, solo?
Ranma sonrió al escuchar a su espalda la melodiosa voz de su esposa quien se acercaba al lugar en donde él había permanecido contemplando el estanque.
-Nada.
-No creo que estés acá solo por nada, Ranma.
-¿Quién era ese tipo con el que conversabas? -preguntó cambiando de tema.
Su esposa lo observó confundida por un momento y luego esbozó una tenue sonrisa al comprender los motivos que había tenido su esposo para abandonar el lugar en donde se encontraba la celebración. Hizo un movimiento de cabeza y luego contestó con tranquilidad.
-Uno de los directores de la fundación en donde colaboramos Akemi y yo, ¿por qué?
-Por nada, simplemente no lo conocía.
-Detecto un indicio de los famosos celos Saotome rondando en el aire -dijo ella con retintín. Aún cuando habían pasado tantos años, todavía le sorprendía que él manifestara celos cuando veía a alguien mostrar demasiado interés hacia ella.
-No son celos.
-Sí lo son.
-No.
-Sí.
-¡Está bien, sí!... pero esta vez logre controlarlos.
-No -dijo ella levantando una de sus manos para acariciar su mejilla-, lo que hiciste fue escapar. Ranma, debería saber que nunca he tenido ojos para nadie que no seas tú.
-Pero ellos sí tienen sus ojos puestos en ti.
-Y eso a mí no me importa porque ni siquiera los tomo en cuenta, sólo tú me importas; tu opinión, tus halagos, tus caricias… siempre fue así, todos los demás desaparecen para mí porque sé que tú eres el único en mi vida, el único con el que soy inmensamente feliz.
-No puedo evitarlo -reconoció-, y no me siento cómodo cuando alguien galantea contigo.
-Por muy galantes que sean, el único que tiene capturado mi corazón eres tú, recuérdalo.
Ella se abrazó a él y él le correspondió cerrando los ojos para permanecer así por un momento.
-No me siento a gusto con tanta gente, ¿cuándo se irán? -preguntó de pronto.
-Ya falta menos, Ranma. La celebración casi termina y cuando los novios se vayan, el resto de los invitados tendrá que hacer lo mismo.
-Kasumi dijo que para nuestra boda no fue así, los invitados se quedaron hasta la madrugada.
-Bueno, si pasa algo así, bien podemos irnos nosotros ¿no?
Él separó el cuerpo de su esposa para mirarla de frente y percibió la encantadora sonrisa que adornaba su rostro.
-Quieres decir… ¿que podríamos repetir nuestra propia noche de bodas?
-Algo así.
Él simplemente acunó el rostro de su esposa y la besó de forma tierna, luego volvió a abrazarla y se acercó a su oído para hablarle en un susurro.
-Eres maravillosa, Akane. Siempre sabes cómo contenerme y animarme y yo… creo que cada día que pasa me enamoro un poco más de ti.
-Un Ranma enamorado nunca lo imaginé cuando te conocí -rio ella muy bajito-. De cualquier modo, a mí me pasa lo mismo contigo. Mi amor por ti sólo ha crecido con los años y espero que lo siga haciendo.
-Así será -sentenció.
No pudieron seguir conversando porque pronto su sobrina mayor Kahori los interrumpió, exigiéndoles que volvieran al salón de entrenamiento porque su madre quería decirles algo. El matrimonio se observó de manera cómplice y sin decir nada, avanzaron tomados del brazo para ingresar al lugar atestado de gente.
Ranma se detuvo en la entrada haciendo que su esposa lo mirara de forma interrogante una vez más por su abrupta detención, sin embargo, él sólo le regaló una sonrisa y un leve asentimiento con su cabeza. Ya tendría tiempo para volver a compartir íntimamente con su esposa cuando toda esa gente abandonara su hogar, aquel que había compartido desde que había retomado su historia en común con la mujer que permanecía a su lado. Aquella historia que había comenzado hacía tantos años atrás con la extraña aparición de una inquieta pelirroja, que había sido interrumpida por un malentendido que no valía la pena recordar y que había renacido con mayor fuerza luego del fortuito reencuentro de sus protagonistas para seguir avanzando y finalmente convertirse en algo incluso más grande que el amor.
Le tendió su mano a su esposa entrelazando sus dedos para avanzar junto a ella al interior del lugar.
-"Junto a ella siempre" -pensó el hombre de azulada mirada contemplando de soslayo a su esposa.
Sí, porque para él siempre había sido ella, el amor de su vida, la dueña de su hogar y la única dueña de su corazón.
Notas finales:
1.- Hola, bueno, este capítulo debió ver la luz hace días atrás, pero como no lo había revisado y no tuve tiempo de hacerlo hasta ayer, se retrasó un poco. Decir que con este capítulo sólo quise reflejar dos cosas: una es lo difícil que es para algunos padres el "soltar" a sus hijos para que ellos busquen su propio camino en la vida y lo segundo, volver a reafirmar el compromiso que tienen nuestros protagonistas de amarse para toda la vida y a pesar de todo y de todos. Según yo lo veo, que los años pasen no debería ser un impedimento para seguir enamorándose de esa persona especial y demostrarlo de la forma que sea es sólo la confirmación de lo mucho que se puede llegar a querer a alguien. No sé, para mí, que simplemente adoro a esta pareja (siempre junta en lo posible), me resulta imposible imaginarme que entre ellos se extinga la llama del amor, al contrario, y sólo quise dejar eso en claro. Espero que no haya resultado un fiasco.
2.- Agradecer a quienes siguen leyendo esta historia y se toman el tiempo para dejar algún comentario, en esta ocasión y muy especialmente a: Benani0125; Juany Nodoka; Psicggg; gatopicaro831; Sol; Bealtr; Hikari y Maria1235, por sus comentarios para "nuestro capítulo de retorno". Tengo que disculparme por no contestar por interno a sus comentarios esta vez, pero sepan que los leo todos y me alegra saber que hay quienes siguen alentándome a escribir y lo más importante, que leen y les gusta lo que escribo; a ustedes, muchas, muchísimas gracias por regalarme con un poco de su tiempo.
3.- Nos encontramos pronto en una próxima entrega. Que estén todas/os muy bien y buena suerte.
Madame…
