Han transcurrido varios años desde que Leon Fou Bradford derrotó al Imperio y con él, la destrucción de Arcadia. Sin embargo, antes de que Leon pudiera asestar el golpe final al Imperio, Arcadia accionó su arma final con la que esperaba borrar del mapa al Reino de Holfort.
Una máquina de teletransportación de escala mundial. Esta terrible creación tenía el objetivo de transportar el Reino de Holfort al otro extremo del planeta, concretamente el gran océano con el objetivo de que la masa de tierra se hundiera en las aguas.
Leon pudo evitarlo saboteando la máquina antes de que finalizara la cuenta regresiva, el proceso no pudo detenerse por completo, en lugar de que el Reino de Holfort desapareciera, otro continente proveniente del otro extremo del planeta fue transportado al norte, formando de esa manera un supercontinente.
Estas nuevas tierras no se encontraban deshabitadas, al contrario de ello, había muchos reinos y ducados que más tarde pasarían a ser conocidos como los Reinos del Norte. Estos nuevos reinos no estaban desarrollados tecnológicamente. Los habitantes de estas nuevas naciones nunca habían visto cosas como las naves voladoras o las armas de fuego por lo que quedaron maravillados por estos objetos y todas la tecnologías de sus nuevos reinos vecinos.
Los líderes de estas nuevas naciones estaban conscientes de que debían establecer tratados de comercio para desarrollarse más rápido y cuando se produjeron los intercambios culturales establecieron alianzas con el Reino de Holfort, la República de Alzer, el Reino Unido de Repar y todos los demás reinos. Ellos les proveerían de las tecnologías necesarias para mejorar su infraestructura y cultivo de alimentos, los cuales eran rudimentarios en comparación, a cambio de metales y minerales preciosos los cuales eran únicos de esas tierras.
Gracias a estos tratados en unos pocos años los Reinos del Norte pudieron desarrollarse a pasos agigantados mejorando la calidad de vida de sus habitantes.
Mientras tanto Leon se alzó como la figura más importante de su reino, coronandose como el más grande héroe de la historia moderna. El Rey Roland decidió otorgarle el título de Archiduque, un título que fue creado específicamente para él como recompensa por sus contribuciones al reino. De esta manera Leon era la figura política y militar con mayor poder, solo por debajo del Rey y la Reina.
Aunque el Imperio había sido derrotado y sus fuerzas militares disueltas, un nuevo peligro proveniente del extremo de los Países del Norte se aproximaba. El Reino de Harakán, la nación más grande de los Países del Norte no tenía interés en formar alianzas, su rey era una persona ambiciosa que siempre estuvo en guerra con los reinos colindantes con el fin de anexarlos a su nación, incluso desde antes de que se produjera la teletransportación.
El rey de Harakán junto con sus altos mandos durante los últimos años había estado entrenando un ejército lo suficientemente poderoso para llevar a cabo la campaña militar más grande de su historia.
Actualidad
Reino de Jyura, ubicado en el centro de los Países del Norte.
Una importante reunión se estaba llevando a cabo dentro de una gran tienda de campaña bellamente adornada. En el centro de la tienda se hallaba una lujosa mesa de fina madera donde varias personas con uniformes militares se habían convocado.
Uno de estos hombres, un joven de cabellos rubios colocó un gran mapa en el centro de la mesa y procedió a indicar señalando el mapa.
-Señores. Como ustedes sabrán las tropas de Harakán avanzan hacia nuestra posición siguiendo el río. Sus tropas superan en número a las nuestras, debemos detenerlos aquí para evitar que lleguen a la capital.
Uno de los oficiales, un hombre ya anciano habló.
-El ejército de Harakán ya venció a nuestras fuerzas dos veces anteriormente y tuvimos que replegarnos hasta aquí. ¿Cómo se supone que los venceremos?
-Nuestro rey solicitó la ayuda del Archiduque Leon Fou Bradford, proveniente del Reino de Holfort. Con su ayuda podremos expulsar a las tropas de Harakán.
Otro de los oficiales tomó la palabra.
-Ese muchacho. Derrotó el mismo a todo un Imperio que era superior a Harakán. ¿Por qué no hace lo mismo y nos libra de este mal?- expresó con enfado y procedió a encender un cigarrillo.
-El Archiduque no quiere iniciar otra guerra. Gracias al tratado que hizo nuestro rey con el Rey Roland Rapha Holfort, podremos recibir todo el apoyo militar que necesitemos para expulsar a los invasores de nuestras tierras, pero solo eso. El Archiduque no invadirá Harakán
Uno de los soldados que hacia guardia fuera de la tienda ingreso dentro de esta a toda prisa.
-¡Capitán! ¡Las naves del Archiduque ya están llegando!
Todos los oficiales procedieron a salir fuera de la tienda para contemplar las gigantescas naves de combate que estaban aterrizando en un claro cercano.
El capitán raudamente montó su caballo para ir al encuentro de Leon.
La nave principal tocó tierra y procedió a abrir sus compuertas laterales, múltiples rampas se deslizaron para permitir el desembarco de las tropas.
Aproximadamente 25.000 hombres de uniforme negro armados con rifles descendieron y se formaron delante de la nave principal.
Un hombre de 35 años, alto y de rasgos firmes descendió mientras los soldados se inclinaban ante él. Su mirada era penetrante, su cabello oscuro como la noche más profunda y vestía un uniforme negro con bordados y detalles dorados, sobre sus hombros llevaba una piel de lobo que lo protegía del viento helado de la región.
El capitán llegó cabalgando a toda prisa.
-¡Mi Lord! ¡Enhorabuena por su llegada!- exclamó.
-Adam.
El ahora identificado como Adam se inclinó ante Leon.
-¡He esperado su llegada con ansias! Estoy muy complacido de tenerlo aquí, aunque lamento que no podamos recibirlo en mejores condiciones.
-Adam, no es necesario que seas tan formal conmigo.
Leon procedió a levantarlo y de dió un fuerte abrazo.
-También me alegra verte. Recibí tu informe y he traído conmigo nuevo armamento para que podamos expulsar a las tropas de Harakán.
-Estoy muy feliz de escuchar eso.
Ambos hombres procedieron a caminar rumbo al puesto de mando de las tropas de Jyura.
Leon tomó la palabra.
-Lamento no haber podido llegar antes, pero hubo algunas complicaciones en el desarrollo de las nuevas armas y otros asuntos políticos importantes que tuve que atender.
-Yo también hubiera deseado que llegaras antes, pero lo importante es que estás aquí. Lo hemos pasado mal combatiendo a Harakán. Recibimos armas de fuego que nuestro rey compró a la República de Alzer pero nos superan en número, tampoco contamos con naves de combate aún.
-Tu reino se enfocó en desarrollar su economía para mejorar la calidad de vida de sus habitantes porque eso era lo mejor. No tienes la culpa de que tu ejército no estuviera bien preparado.
-¡Lo sé, pero aun así es frustrante! ¡Los hombres de Harakán sólo cuentan con espadas y flechas, a pesar de eso no han vencido en varias batallas!
Leon puso su mano sobre su hombro para reconfortarlo.
-No te preocupes, todo eso se terminará hoy. Te lo garantizo.
Ambos llegaron a la tienda donde se encontraban los demás oficiales esperando.
Uno de los oficiales, un hombre ya anciano de cabellos blancos exclamó ante su llegada mientras varios de sus compañeros inclinaban su cabeza en señal de respeto.
-¡Mi lord! ¡Ya era hora de que llegara! ¡Se suponía que debía haber llegado hace una semana!
Adam frunció el seño ante esta acción.
-¡General! ¿Cómo se atreve a hablarle así al Archiduque Bradford?
Leon procedió a tranquilizar el ambiente.
-Tranquilo Adam. Lamento mucho la demora pero temo que asuntos de importante índole me impidieron llegar antes. Pero lo importante es que ya me encuentro aquí, entre ustedes, para expulsar al ejército Harakán del Reino Jyura.
-¿Cuántos efectivos trajo con usted?- increpó el general.
-25.000 hombres, listos y dispuestos para tomar acción inmediata.
-¿Solamente 25.000? El ejército de Harakán está conformado por aproximadamente 60.000 soldados.
Leon dejó escapar un pequeño suspiro y procedió a acercarse a la mesa de té que encontraba contigua.
-Recibí un detallado informe por parte del capitán Adam y soy muy consciente de la fuerza de Harakán- respondió mientras se servía una taza de té de jazmín. -Nuestras fuerzas combinadas deberían sumar al menos 40.000 hombres y nosotros poseemos armas más avanzadas, la única ventaja de nuestro enemigo son sus números.
León dió un sorbo a su taza.
-Es un buen té. Un sabor exquisito y suave fragancia.
-¡Mi Lord! ¡No es momento del té! ¡El futuro de nuestra nación depende del resultado de esta batalla!- habló el general apunto de perder los estribos ante la actitud despreocupada de Leon.
-El resultado de esta batalla ya fué decidido en el momento que yo llegué. Enfrentaremos al enemigo en la planicie frente a nosotros. Estableceremos una sólida defensa con mis hombres a la vanguardia y sus hombres montarán sus cañones en la colina. Se verán obligados a acercarse y ahí es cuando los atacaremos.
Transcurrieron un par de horas. El ejército de Leon se colocó sus armaduras y formaron un muro con sus escudos a los pies de la colina, trajeron con ellos enormes cañones pero en lugar de municiones tradicionales, llevaron grandes virotes de acero de 2 metros de longitud.
Las fuerzas de Jyura se posicionaron sobre la colina con sus cañones y rifles.
La alarma que indicaba que el enemigo se aproximaba se escuchó por todo el campamento poniendo a todos alerta. Al otro extremo de la planicie, el ejército de Harakán avanzaba a paso firme.
Leon junto con Adam utilizaron sus binoculares para observar quién se encontraba liderando este ejército.
-¡Mi Lord! Ese es Gutarak, es el hijo mayor de Zangurak, rey de Harakán- dijo señalando con su mano.
-Eso explica la cantidad de hombres que han traído, seguramente quiere ganar el favor de su padre conquistando estas tierras.
Gutarak avanzó con sus tropas hasta una distancia considerablemente cerca del muro de escudos y comenzó a reír.
-Piensan que podrán detenernos con sus escudos, en cuanto rompamos su línea los aplastaremos con nuestra caballería.
Gutarak se dirigió a sus oficiales.
-¡Que avancen los arqueros!
-¡Arqueros al frente!- exclamaron dando la orden.
Cientos de soldados armados con grandes arcos y vestidos con armadura ligera avanzaron al frente y se colocaron en posición de disparar.
-¡Disparen!- ordenó Gutarak.
Los arqueros tensaron hábilmente sus arcos y soltaron una lluvia de flechas sobre el ejército de León apostado a los pies de la colina.
El Archiduque procedió a dar la orden de contraataque.
-¡Ahora!
Los virotes de metal fueron disparados en dirección a las flechas, cuando estuvieron lo suficientemente cerca quienes dispararon los cañones oprimieron un pulsador de un pequeño control remoto.
Los virotes se desarticularon en virotes más pequeños mediante la explosión de un estallido sónico que pulverizó las flechas. Los virotes diminutos se esparcieron entre las filas enemigas y estallaron en llamas incinerando a quienes estuvieran en su radio de alcance.
El ejército de Jyura exclamó de alegría elevando la moral.
Gutarak se encontraba perturbado y enfurecido por lo que ordenó disparar flechas una vez más, y una vez más la lluvia de flechas fue destruída por los virotes de metal dañando en el proceso a más soldados de Harakán.
Adam quien se encontraba junto con Leon en la colina se encontraba extasiado.
-¡Es increíble mi lord! Conque esas son las nuevas ramas que trajo. Sus flechas ya no sirven.
Una pequeña sonrisa se formó en el rostro taciturno de Leon.
Gutarak enfurecido porque habían neutralizado a sus arqueros ordenó que la caballería avanzara. Poderosos caballos de guerra vestidos con armadura avanzaron al frente del grueso del ejército, montados por hábiles jinetes que portaban lanzas de hierro.
La caballería avanzó rápidamente contra el muro de escudos con el fin de romper su formación y permitir el avance de su infantería para que aplastase con su superioridad numérica al rival, una estrategia que le había valido muchas victorias a Gutarak.
-¡Formación de tortuga!- exclamó Leon.
Los soldados rompieron el muro y adoptaron formaciones circulares con los escudos al frente y aquellos que portaban rifles en el centro del círculo. De esta forma se había anulado el intento de romper el muro, la caballería no pudo pasar a través de ellos, sino que debieron rodearlos cayendo en la trampa.
Desde el centro de los círculos, protegidos por los escudos, los soldados de Leon podían disparar aniquilando a los jinetes. Casi toda la caballería de Harakán fue derrotada. Gutarak había perdido la paciencia y ordenó en un acto de furia que el resto de su ejército compuesto por infantería atacara. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, Adam y los demás oficiales de Jyura ordenaron disparar los cañones mientras el ejército de Leon adoptada la formación del muro nuevamente.
El ejército de Harakán chocó contra el muro. Mientras el frente era contenido y les impedía el paso, sobre la colina el ejército de Jyura dispara a discreción con sus cañones y rifles provocando grandes bajas.
Después de aproximadamente una hora de combate, las fuerzas de Harakán habían perdido casi 30.000 hombres mientras que sus rivales sólo habían tenido pérdidas menores. Gutarak debía retirarse o todas sus tropas serían aniquiladas.
-¡Retirada!- ordenó.
Las tropas se dispersaron y empezaron a retroceder corriendo. Las fuerzas de Jyura siguieron disparando mientras los tuvieran al alcance de sus armas.
Cuando el ejército enemigo se encontraba fuera del alcance de los cañones, Leon utilizó un comunicador para contactarse con sus tropas auxiliares que se encontraban dentro de las naves.
-Edward ¿Me recibes?
-Fuerte y claro, mi lord. Ya hemos alistado los cañones- respondió una voz por el comunicador.
-Perfecto. Apunten al ejército Harakán en retirada. Disparen una vez desde cada cañón.
-Como usted ordene.
Los gigantescos cañones de las naves se movieron en dirección al enemigo. Dentro del puente de mando, Edward quien era uno de los oficiales de mayor confianza de Leon, apuntó los cañones y procedió a disparar. Todos los cañones dispararon.
Gutarak y el resto de sus hombres se apresuraban a escapar al otro lado del valle, cuando varios de ellos señalaron el cielo. Luces incandescentes que iluminaron el cielo durante unos segundos se aproximaban hacia su posición. Aquellas luces eran enormes bolas de fuego que impactaron contra ellos causando gran destrucción.
Aquel día Gutarak, el hijo mayor del ambicioso rey de Harakán, sufrió la pérdida de casi 40.000 hombres, muchos sobrevivientes heridos que fueron dejados atrás fueron tomados prisioneros por parte del Reino de Jyura, mientras que el resto, incluido Gutarak pudieron escapar hacia la frontera abandonando las tierras que pretendían conquistar.
Con motivo de la victoria, Leon fue invitado al palacio real de Jyura algunos días mas tarde, donde se celebraría un festín por haber vencido a los invasores.
León junto con sus oficiales de alto rango vistieron sus mejores trajes para asistir a la ceremonia. Dos guardias que custodiaban la puerta hicieron una reverencia al verlo y procediron a abrir las puertas para permitirle el paso. El festín se estaba llevando a cabo en un gran salón bellamente decorado con opulentas cortinas de la más fina tela del reino, candelabros de precioso cristal que iluminaban el lugar y al fondo del salón un majestuosos trono donde se hallaba sentado el rey.
Todos los nobles junto con las figuras más importantes del reino se hallaban allí para recibir a su salvador. Leon junto a sus hombres ingresaron al salón donde fueron recibidos con aplausos y ovaciones.
Leon caminó a paso firme saludando con sus manos a los presentes hasta llegar a los pies del trono donde se arrodilló ante el rey.
-Mi querido Archiduque. Quiero darte la bienvenida nuevamente a nuestro reino y expresarte nuestra gratitud por vencer a los invasores.
-Es todo un placer estar aquí su majestad y me honra que me reciban en su nación.
Su majestad ordenó a sus asistentes que le trajeran una gran caja de fina madera. Procedió a abrirla para sacar de ella un collar de oro con gemas incrustadas.
-Además del pago acordado, quiero otorgarte este collar, que simboliza a la familia real de Jyura. Es mi muestra de agradecimiento para tu persona y tu nación. Espero que nuestros reinos sigan colaborando de la misma forma por muchos años más.
Leon inclinó su cabeza para que el rey pusiera el collar alrededor de su cuello.
-Yo acepto con orgullo este regalo.
Todos los presentes aplaudieron celebrando el momento.
Algunos días mas tarde
Leon se encontraba hospedado en el palacio real mientras sus tropas hacían los preparativos y reunían suministros para emprender el viaje de regreso al Reino de Holfort.
El se encontraba disfrutando de un taza de té en el balcón de su habitación cuando alguién llamó a su puerta.
Uno de los sirvientes del castillo lo llamó.
-Mi lord. Tiene visitas. Solicito su permiso para entrar.
-Adelante.
El sirviente abrió la puerta para dejar pasar al invitado.
Leon se sorprendió al ver que se trataba de quien fuera su superior en la Academia Holfort, la Condesa Clarice Fia Atlee. Ella llevaba un hermoso vestido blanco ceñido a su figura con un corte en uno de sus lados que permitía ver sus piernas y un escote pronunciado que acentuaba sus pechos. Ella ya contaba con 37 años pero su belleza y sus hermosas facciones se habían conservado intactas.
Leon se sonrojó un poco por lo hermosa que se veía, algo que ella notó esbozando una sonrisa, al parecer había cumplido su cometido al vestir de forma seductora.
Leon se levantó de su asiento y le tendió la silla para que tomara asiento en la pequeña mesa donde estaba disfrutando su té. Clarice tomó asiento y agradeció por su caballerosidad. Acto seguido tomó la tetera y sirvió para ella otro té.
-Me alegra verte Clarice, pero no podré evitar preguntar el motivo de tu visita. Estamos muy lejos de casa para que este sea solo un encuentro casual.
-Estas en lo correcto. Las noticias de que tu triunfo ya han llegado al reino y se han reanudado las actividades comerciales que se encontraban suspendidas por la guerra que se estaba llevando a cabo. He venido a hacer algunos negocios, pero supe que aún estabas aquí.
Leon dió un sorbo a su té y giró su silla para contemplar la vista de su balcón. El cielo estaba despejado y el sol brillaba iluminando la escena, aún hacía frío en esa parte del año pero las temperaturas iban en ascenso por la llegada de la primavera en Jyura.
-Dos amigos que se reúnen después de varios meses sin verse ¿Eh?
Clarice se disgustó por este comentario y bajó su mirada.
-¿Amigos? ¿Piensas que me he rendido contigo?
Clarice albergaba amor en su corazón hacia Leon desde que eran adolescentes. Ella se encontraba en su último año en la Academia Holfort cuando conoció a Leon quien estaba en primer año. Su compromiso roto con Jill Fia Marmoria la había dejado golpeada duramente, una situación similar a la que vivió Angélica, pero ella tuvo el apoyo de Olivia y Leon.
Ella no tuvo un apoyo que la ayudara a sobrellevar ese doloroso evento , en consecuencia sufrió un colapso mental y empezó a actuar como un delincuente. También desarrolló un odio vengativo hacia su ex prometido, Jilk, y obsesivamente hizo todo lo posible para lastimarlo a él o a cualquiera que se interpusiera en su camino. Finalmente, Clarice se recuperó mentalmente después de que Leon la ayudara a terminar su historia con su
ex-prometido. A partir de ese momento ella desarrolló una atracción por Leon.
Tiempo después, cuando Leon derrotó al Principado de Fanoss, ella se enamoró de él por su actitud rebelde, la cual la había dejado fascinada. Lamentablemente él no sentía lo mismo por Clarice.
-Por favor Clarice. No arruinemos esta ocasión hablando de este tema.
-¿Cuánto más vas a rechazarme? Sabes lo que siento por ti.
-Y tu sabes muy bien que ya estoy casado. Lo lamento, pero no puedo corresponderte.
Clarice se disgustó por la respuesta y empezó a aumentar el tono de su voz.
-No me molesta ser la segunda. Incluso aceptaría ser solo una amante si con eso puedo tenerte. Mi amor por ti es sincero.
-Me hace muy feliz que una mujer tan hermosa como tú diga que me quiere- Leon quién ya había terminado su taza de té se levantó de la mesa y le dió la espalda a su invitada -Pero yo no te puedo dar lo que tu quieres. Sé qué te duele y que estoy siendo grosero contigo, así que me disculpo.
-¿Por qué? ¿Por qué siempre es lo mismo contigo? Tú mismo has admitido que soy hermosa y se por tu mirada que te atraigo- Clarice le gritó.
Leon abandonó el balcón e ingresó al dormitorio.
-Esta conversación terminó Clarice. Asuntos importantes me reclaman y debo atenderlos en esta tarde, así que te pediré que abandones mi habitación.
Clarice se levantó de su silla y caminó hasta Leon. Ella apoyó sus manos contra su pecho y hundió su rostro contra él intentando ocultar su tristeza.
-¿Acaso nunca… me corresponderás? ¿Aunque yo te amo tanto?- dijo con una voz temblorosa.
El la tomó por los hombros suavemente intentando alejarla, en ese momento pudo ver el rostro de la mujer frente a él. De sus ojos verdes habían empezado a escurrir pequeñas lágrimas.
-Yo… lo siento… tanto- fueron las únicas palabras que pudo decir en esa situación.
Clarice lo empujó hacia la cama cayendo encima de él. Clarice se sentó sobre su cintura y acarició las mejillas de Leon.
-Mírate, tan maduro y tan guapo. Creciste mucho y te convertiste en un gran hombre.
Ella se quitó la parte superior de su vestido dejando a la vista sus grandes pechos, Leon quedó paralizado por la situación unos instantes, ella tomó una de las manos de Leon y la llevó hacia su pecho. La sensación de su busto era suave y cálida.
-¿Puedes sentirlo? Como late mi corazón.
El recuperó la compostura y apartó a la dama de encima suyo.
-No es correcto. Vístete por favor.
Ella se enfureció y procedió a tirarlo a la cama nuevamente. Tomó sus mejillas firmemente con ambas manos acercando su rostro con el suyo. A medida que se acercaba cerró sus ojos con la intención de besarlo. Él pudo sentir con claridad su respiración, pero antes que sus labios chocaran puso la palma de su mano entre ambos.
-¡Ya basta!
Leon la apartó y se incorporó mientras Clarice yacía sobre la cama. Ella empezó a llorar.
-Trata de entender. Yo… no puedo tener otra mujer.
-¿Por qué? ¿Solo porque Angélica te lo pidió? ¿Como pudiste elegirla a ella?
-No quiero hablar de eso.
-¡Ella se aprovechó de ti! ¿Ya olvidaste que te obligó a dejar a Olivia y Noelle?
-Eso no fué así.
-¡Claro que sí! ¡Ella te quería solamente para ella! ¡Ella te robó de ellas… y de mí!
Leon procedió a recoger su maleta con el fin de abandonar el palacio. Se dirigió hacia la puerta antes de ser interrumpido por Clarice.
-Antes de que te vayas te diré algo que te interesará.
-¿Qué cosa?
-¡Angélica tiene un amante!
-Eso no puede ser cierto.
-¡Se la ha visto acompañada de un joven caballero en varias partes… incluso ella lo ha invitado a casa… tu casa! ¡La que construiste para ella!
-¡No! ¡Estás mintiendo!
-¡Ella se ha aprovechado de que viajes constantemente por tus campañas militares! ¡Vuelve al reino y compruébalo tú mismo!
-¡Por favor Clarice! ¡Termina ya con tus mentiras!
Clarice se levantó de la cama y se acercó a él.
-¡Nunca te mentiría con algo así! ¡Ve corriendo con ella! ¡Ve a sus brazos como siempre lo has hecho y que te lo diga ella misma! ¡De esa forma te darás cuenta de la zorra con quien te casaste!
Leon se enfureció y abofeteó a Clarice, quién cayó al suelo.
-¡No quiero oír eso de tí!
Leon abandonó la habitación y cerró con furia la puerta. El cuarto se llenó con el sonido de la risa de Clarice. El dolor en su mejilla no detuvo su euforia por lo que había hecho. Logró su cometido de perturbar la mente de su amado.
Nadie lo sabía en ese entonces pero se había puesto en marcha una cadena de eventos que cambiarían las vidas de Leon, Angelica, Clarice, y muchas más personas y una guerra con el amor de por medio que pondría a prueba sus sentimientos. Y aquello que albergaban dentro de sus corazones.
