| Notas |


- Seddie.

- Temporada 3.

-Próximamente disponible en Wattpad.


・ | ✦ʚ 1 ɞ✦ |・


—¿Por qué no vas a la sala de espera mientras atiendo a Sam? —le recomendó el dentista a Carly.

—Claro—asintió Carly, antes de dirigirse a su amiga—. Sigue rubia.

—Sigue castaña—se despidió Sam.

Carly asintió antes de salir del consultorio, pero antes de que pudiera dar la vuelta a la esquina, se escuchó un gran ruido. De inmediato, regresó al consultorio y encontró a su amiga sobre ambos dentistas, intentando herirlos con sus propias herramientas. Durante un rato, intentó separarlos, pero antes de que ella o los dentistas pudieran hacer algo, su teléfono comenzó a sonar, deteniendo el desorden.

—Creo que tienes una llamada—le señaló Sam a Carly, aún encima de la dentista.

Carly le dedicó una mirada de "¿en serio? Ni me había dado cuenta", permitiéndole a Sam salir para contestar su teléfono afuera del consultorio. Sam tomó eso como una señal para regresar a su asiento y dejar a los dentistas en paz... por el momento. Nunca antes había estado con un dentista y la sola idea le aterraba, imaginando lo que podrían hacer con esos instrumentos de tortura que llamaban "herramientas del dentista". Ni Sam ni los dentistas quisieron moverse o decir algo hasta que Carly regresara, ellos visiblemente nerviosos ante la posibilidad de que Sam perdiera el control, y ella ansiosa por tener a su mejor amiga como apoyo.

‧₊˚✧[ - -]✧˚‧

No pasaron tres minutos cuando Carly volvió al consultorio, esta vez con una expresión de preocupación en su rostro.

—¿Pasó algo malo? —le preguntó Sam.

—Sí, resulta que Spencer resultó herido por uno de los presos a los que estaba enseñando arte y está de camino al hospital—explicó Carly—. Un paramédico me dijo que tal vez solo tengan que enyesarle la pierna derecha, pero Spencer quiere que esté con él en el hospital, y de paso que busque su seguro médico y el dinero para emergencias en casa.

—Entonces, tienes que irte—afirmó Sam, un poco desanimada.

—Sí, lo siento mucho, pero no tengo opción. ¿Quieres que llame a tu madre para que venga a buscarte?

—Te diría que sí, pero resulta que arruinó de nuevo su celular. No preguntes cómo, porque no quiero recordarlo—le advirtió Sam al notar que Carly estaba a punto de preguntar.

—Está bien. Supongo que tendré que llamar a Freddie—comentó Carly, sacando su teléfono para marcarle al chico, pero se detuvo al escuchar un gruñido de Sam.

—¿A Freddie? ¿Es en serio?

—Claro. Él es nuestro amigo, seguro no le importará acompañarte.

—Claro que no le importará, estará muy ocupado burlándose de mí porque estoy nerviosa por algo tan tonto.

—Ay, estás exagerando—insistió Carly. Sam alzó una ceja, como diciendo '¿de verdad crees eso?', y Carly tuvo que retractarse—. Bueno, quizás se burle un poquito al principio, pero después será buena compañía, ya verás.

—¿Y por qué no puedo irme sola y ya? —se quejó Sam, recostándose en la camilla.

—No es lo más recomendable—dijo el dentista de repente, recordándoles a ambas que no estaban solas en la consulta—. Dado que estás muy... nerviosa, tendremos que sedarte un poquito para tranquilizarte, y vas a necesitar la ayuda de alguien para asegurarse de que estés bien.

—Y Freddie puede ser ese alguien—continuó Carly, al ver que Sam se quedó mirando su propia camiseta, continuó hablando—. Mira, hablaré con él para que se comporte cuando esté aquí, pero no puedo simplemente irme y dejarte sola, así que deja que él te ayude por el momento, ¿sí?

—¿Y qué pasa si él no puede venir? —insistió Sam, jugando con un hilo suelto de su camiseta.

—En ese imposible caso, tendría que llamar a Gibby—bromeó. Sam dejó de jugar con el hilo y la miró con asco, Carly se rio ante su expresión—. Nah, es broma. Entonces, tendría que arreglármelas para llevarte a ti y a Spencer a casa, pero sé que Freddie vendrá, así que no te preocupes.

—Claro, porque como está tan enamorado de ti, no podrá evitar hacerte un favor, ¿no?

—Nope. Porque también eres su amiga y se preocupa por ti—explicó Carly, poniendo una mano en su hombro. Antes de que Sam pudiera contestar a eso, el teléfono de Carly vibró—. Bien, esa es mi señal para irme. Recuerda, Sam, relájate y deja que los dentistas hagan su trabajo, ¿entendido? —pidió con una sonrisa.

Sam suspiró y sonrió de vuelta con suavidad.

—Está bien. Saluda a Spencer de mi parte.

—Lo haré, adiós.

‧₊˚✧[ - -]✧˚‧

Freddie estaba de pie afuera del consultorio, esperando con paciencia a que el dentista concluyera. Una hora atrás, Carly lo había llamado y le había puesto al tanto de la situación con Spencer. Al principio, pensó que quería que lo acompañara a su hermano porque ella estaba ocupada con Sam, pero se sorprendió al escuchar que, en realidad, le pedía que cuidara de Sam en su lugar. No es que Freddie tuviera algún problema con eso; después de todo, Sam también era su amiga y no le importaba cuidar de ella. Lo que lo sorprendía era que Sam estuviera de acuerdo con la idea, ya que raras veces dejaba entrever su lado 'vulnerable' o solicitaba favores a Freddie que no estuvieran relacionados con dinero, a excepción de toda la situación con Missy.

Por un lado, Freddie no podía culpar a Sam por pensar de esa forma, ya que él mismo reaccionaría a la defensiva ante la mera sugerencia de que Sam lo viera en un estado vulnerable o ridículo, por temor a que ella se burlara de él. Aunque, pensándolo bien, ¿no es así como funciona su extraña amistad? Freddie la insulta, Sam lo insulta, le hace una broma, Freddie se venga, ella se venga, ambos meten la pata, se disculpan y después continúan con sus vidas, así que, ¿qué más da el resto?

Mientras reflexionaba sobre esto, la puerta del consultorio se abrió, revelando a un dentista. Este le sonrió con cortesía, y Freddie respondió con una sonrisa propia.

—Déjame adivinar, ¿eres Freddie? —preguntó el dentista.

—Sí, Freddie Benson. Carly Shay me llamó para que cuidara de Sam. ¿Ya terminó el procedimiento con ella?

—Sí, todo salió bien, aunque tuvimos que sedarla un poco porque estaba muy nerviosa y agresiva—respondió el dentista, con una sonrisa tranquila.

Freddie sonrió ante la idea de una Sam sedada con lo que suponía sería óxido de nitrógeno. Sabía que le había prometido a Carly no burlarse de ella, pero Carly no estaba aquí y Sam posiblemente no lo recordaría por los efectos del gas, así que, ¿qué más da?

—¿Agresiva? Sí, eso suena a la Sam que conozco—comentó al médico—. Entonces, ¿ya puedo pasar?

—Sí, claro. Aunque no te garantizo que ella sea muy coherente en este momento si intentas entablar una conversación.

—Estoy bien con eso—afirmó con una sonrisa, entrando al consultorio. Su sonrisa aumentó al ver cómo su amiga estaba toda embobada y sonriente en la camilla del dentista. Iba a decirle algo a Sam, pero cuando vio a la otra dentista, decidió saludarla con cortesía—. Saludos, soy Freddie.

—¿El chico del que su amiga dijo que vendría?

—Sí, el mismo—respondió, metiendo sus manos en sus bolsillos—. Y, ¿qué hicieron con ella? Escuché que todo salió bien.

—Sí. Reemplacé el diente faltante y tapé tres caries—dijo el dentista detrás de ellos.

—Esas son buenas noticias—asintió Freddie, y sin temor a que ella lo golpeara, se acercó un poco a su cara y le sonrió, recibiendo una sonrisa dulce y boba en respuesta—. ¿Escuchaste eso, Sam? Todo salió bien y pronto podrás comer todo el maíz y jamón que quieras.

Sam se rio en respuesta y Freddie no pudo evitar pensar en lo linda que se veía tan risueña, aunque se guardó ese pensamiento para sí mismo.

—¿Carly, eres tú? Estás borrosa y te pareces al nerd de Fredson—se rio Sam, mirando de un lado a otro—. Sí, al tonto y borroso, Fredward.

Freddie no pudo evitar soltar una carcajada antes de seguirle el juego—: Es porque no soy Carly, soy el borroso Freddie.

—¡El borroso Fredward! —exclamó ella entre risas, comenzando a jugar con lo que tenía al lado—. Bonito, tonto y borroso, Fredward—murmuró, casi cantando para sí misma.

'¿Bonito Fredward?', pensó Freddie con una ceja alzada. Oh, definitivamente, cuando ella vuelva en sí de nuevo, él la molestaría solo un poquito con eso.

—¿Cuánto tiempo estará así? —le preguntó a los dentistas, aunque ya tenía una idea de cuánto duraría el efecto.

—Pronto pasará el efecto, pero estará así durante un rato—explicó el dentista antes de acercarse a la puerta—. Bueno, en vista de que lo tienes todo bajo control, iremos a revisar las radiografías.

—Está bien.

De inmediato, los dentistas se fueron y los dejaron a ambos solos. Freddie miró a Sam y se asustó al ver que ella iba a jugar con una de las herramientas que estaban junto a ella, así que se la quitó con cuidado y la dejó en otro sitio. Luego tomó una silla cercana y se sentó frente a Sam, quien ahora movía los brazos de un lugar a otro con la misma sonrisa boba de antes.

—Hola, Sam—le saludó Freddie, pensando en qué cosas podría decirle o preguntarle en ese estado. Colocó ambas manos en sus rodillas, empezando por algo sencillo—. Y, dime, ¿cómo te sientes?

—Muy bien—dijo Sam con voz aguda—, pero tengo que salir de aquí, tengo que ir al dentista.

—¿Y cómo harás eso si ya estás en el dentista?

—Ay, pero qué velocidad—se rio Sam, intentando alcanzar el cabello de Freddie, pero cuando él se alejó, ella miró su propia mano más seria—. Ay, ya no está.

—¿Qué no está, Sam?

—Mi pulgar—contestó ella, sobando su puño con un puchero—. Qué raro, estaba aquí hace un segundo.

—¿De verdad? Déjame ver tu mano—pidió Freddie amablemente, extendiendo su mano hacia ella.

Sam asintió y dejó que él tomara su mano. Freddie se tomó un segundo para apreciar lo cálida y suave que se sentía la mano de Sam sobre la suya, y en él nació un repentino deseo de sostenerla así más seguido.

—¿Ya viste mi pulgar?

Freddie parpadeó y tragó nervioso al recordar que él estaba con Sam ahora y no con Carly. Así que no tenía sentido que estuviera pensando en sostener la mano de Sam más seguido en vez de la de Carly, porque él no veía a Sam de esa manera.

.

.

¿Verdad?

—Fredward, ¿ya lo viste? —tarareó Sam, alargando la 'e' al final.

«No es momento de pensar en esas cosas, estás aquí para cuidarla», se reprendió Freddie así mismo, antes de dedicarle una sonrisa de disculpa a Sam.

—No, pero quizás lo vea si cuento tus dedos uno por uno. Empezaré desde el meñique—bromeó, elevando el meñique de la chica para iniciar el conteo—. Déjame ver: uno, dos, tres, cuatro y, ¡cinco! —exclamó al tomar el pulgar de la chica por último—. Tu pulgar está ahí, ¿ahora lo ves?

—Ay, sí—se maravilló Sam, empezando a reírse de nuevo. Al verla reírse, Freddie no pudo evitar reírse junto con ella hasta que ella se puso seria de repente—. Oye, Fredson, ¿Qué es tan gracioso?

Freddie se encogió de hombros, todavía sonriendo—: Eh, no lo sé. Me reí porque te estás riendo, y se pronuncia, Freddie—explicó, haciendo una voz grave al pronunciar el "eddie".

—Fredsonnnnn—imitó Sam.

—No, Freddieee—corrigió—. A ver, repite después de mí: Fred.

—Fred.

—Freddie. Fred-die—repitió—. ¿Entendido?

—Sip, profesor Fredward —aseguró Sam, riéndose y moviéndose en su asiento de nuevo. Cuando volvió a mirarlo, le dedicó una sonrisa todavía más brillante que las anteriores, y Freddie se encontró deseando verla sonreír así con él más seguido en vez de tan malhumorada. Pero, ¿de qué forma podría lograr él aquello? Tenía menos gracia que una piedra y ni siquiera podía hacer reír a un bebé sin embarrarse la cara de tarta. Quizás si le compraba comida de vez en cuando...

—Oye, Fredward—lo llamó Sam, distrayéndolo de sus pensamientos una vez más.

—Perdón, estaba pensando algo. ¿Pasa algo? ¿Tienes hambre? —preguntó, pensando en que quizás ella quería que le consiguiera algo de comer.

—Nah, quiero que te acerques un poquito—le dijo, haciendo un gesto de pequeñez con su pulgar y su dedo índice—. Quiero contarte un secreto.

Freddie alzó las cejas sorprendido. ¿Debería acercarse a ella y escucharla o debería negarse? Por un lado, quizás Sam le diría algo muy personal (por lo que en el futuro le pegaría por oírlo) y por otro lado, quizás solo le contaría una tontería. No pudo pensar mucho en qué hacer ya que ella lo tomó del cabello y lo acercó lo suficiente para poder susurrar en su oído, aunque con mucho menos fuerza de la que ella usaría usualmente.

—Ven aquí, ven aquí, tontito lindo—insistió Sam.

Freddie se sonrojó al escuchar el apodo, era extraño escuchar a Sam decir algo bueno o positivo de él.

—Ya estoy cerca de ti—señaló él. Ella se rio ante esto y luego colocó una mano sobre su mejilla y la otra sobre su barbilla, haciendo que Freddie sienta cosquillas en su estómago y sus mejillas más calientes de lo usual.

—Fredward Fredson. —Ella habló con voz suave, mirando a Freddie directamente a los ojos con una sonrisa brillante y una expresión que jamás le había dedicado antes, ¿o sí? Aún estaba confundido con todo el asunto de Melanie—. Yo... —ella empezó de nuevo, acercando su rostro más al de él, haciendo que el corazón del chico latiera más rápido.

¿Acaso Sam iba a confesarse? ¿Iba a decirle que lo odiaba menos? ¿Iba a saltar con una tontería? Muchas preguntas cruzaban por la mente de Freddie hasta que ella apretó su mejilla de nuevo y rio, o más bien chilló de nuevo.

—Me gusta el pollo frito—confesó Sam, empujando su mejilla con suavidad, como si estuviera dándole una cachetada sin fuerza. Fue entonces que Freddie pudo volver a respirar, aunque no había notado que había estado conteniendo el aire todo ese tiempo.

—Ah, eso, eso no es ningún secreto—dijo, riendo nervioso—. Todos saben que amas el pollo frito.

—Lo sé, pero es que no quiero contarte mi secreto real—se quejó Sam, recostándose en la camilla de nuevo mientras cerraba los ojos.

—Entonces no lo hagas —sugirió Freddie, un poco ansioso por lo que ella podría decir.

Al principio había sido divertido reírse con ella, pero escuchar sus secretos mientras ella está fuera de sus cinco sentidos se sentía mal, por mucho que él pudiera aprovecharse de eso luego para alguna 'venganza' o algo así. Simplemente no quería aprovecharse de ella, no así.

—Ay, pero a ti sí quiero contarte—le respondió Sam, ajena a la forma en que Freddie empezaba a mover el pie por los nervios—. Ven, ven aquí, Freduchini. Quiero contarte.

Freddie negó con la cabeza, pero entonces ella lo acercó de nuevo a él, esta vez tomándolo de hombro con un poco más de fuerza, pero no la suficiente para que le doliera. Solo lo suficiente para mantenerlo cerca de ella.

—¿No es algún crimen que cometiste, verdad? —preguntó, mitad en broma, mitad en serio, sin saber qué esperar de ella.

—Nah. Fue completamente consentido—explicó Sam, jugando con su cabello mientras lo mantenía cerca.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Freddie, ahora sí asustado.

—Pues... ¿Recuerdas a iCarly?

—Eh, sí. Participo en el programa—respondió, sin saber qué tenía que ver con su oración anterior.

—¿Y recuerdas a Fredward? El nerd nerd tonto que dirige la cámara—le susurró, ahora jugando con la camiseta del chico.

Freddie giró los ojos, un poco frustrado al no saber por dónde iba la conversación.

—Sí, lo recuerdo. Ese es mi nombre—le recordó, pero ella lo silenció con un dedo y se acercó a él con una sonrisa.

—Yo... lo besé—confesó Sam, haciendo que Freddie la mire con sorpresa. Ambos habían prometido jamás hablar de ese tema y él no sabía qué contestar.

«Oh, no», pensó, dándose cuenta de algo. Si Spencer no se hubiera lastimado, Carly no se habría ido y Sam podría haberle confesado su secreto a ella y... vaya, eso habría sido un desastre.

Sam, al verlo en silencio, sonrió de nuevo y se estiró en la camilla, dejándolo ir.

—Sip. Él y yo nos besamos—dijo Sam de nuevo, estirándose con una sonrisa cariñosa—. Fue solo una vez, pero lo hicimos.

—Yo, eh, lo sé. Soy Freddie, y creí que ya no íbamos a hablar sobre eso—respondió él con una risita nerviosa.

Mientras más Freddie lo pensaba, más seguro estaba de que había tomado la decisión correcta al venir a cuidar a Sam, porque si Sam le hubiera confesado eso a Carly y Sam no supiera qué tonterías dijo, él estaría tan, pero tan muerto. Bueno, no en el sentido literal, pero sería muy incómodo que ella se hubiera enterado así. Aunque, quizás Carly hubiera pensado que fuese un efecto del gas, pero, si le hubiera preguntado a él sobre el beso, ¿hubiera sido capaz de mentirle a su amiga?

Antes de que pudiera responderse así mismo, Sam se acercó de nuevo a él con una sonrisa muy diferente a las otras. Una sonrisa... ¿coqueta? Oh, cielos. ¿Acaso iba a besarlo de nuevo? Y de ser así, ¿Por qué rayos él sentía mariposas en el estómago al pensar en esa posibilidad?

—Sé que lo prometimos, pero a veces no puedo dejar de pensar en nuestro beso—balbuceó ella, acariciando su mejilla. Con su cara tan cerca de la suya, era imposible no ver el cariño reflejado en sus ojos, aún si era por efecto del gas.

—Tú... ¿Piensas en el beso? —preguntó, sintiendo su corazón latir con fuerza de nuevo.

—Sipi. Y ahí va mi otro secretiiito, Freddie—murmuró, y él no pudo evitar sonrojarse al notar que esta vez ella dijo bien su nombre.

Antes de que siquiera pudiera negarse, Sam sostuvo su mejilla con delicadeza con una mano una mano, y besó su propio dedo índice antes de tocar su nariz con cuidado, haciendo que Freddie sienta un cosquilleo ante su toque.

—Mi otro secreto es este: Yo. Disfruté. El. Beso—tarareó, tocando la nariz de Freddie por cada palabra que decía, hasta que en la última su dedo terminó sobre sus labios, silenciando completamente al chico y sus pensamientos con aquel beso indirecto.

Una vez más, Sam había dejado a Freddie completamente sin palabras.

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