Es el mismo sueño otra vez. Su recurrencia me lleva días de tortura. Una angustia tácita que me priva de un descanso reparador y me desvela hasta altas horas de la madrugada. Otra noche en la que he despertado empapada en sudor. Un alarido sofocado que no logro emitir, agrieta mi garganta secándola por dentro. Mi corazón da saltos en trancos que me comprimen el tórax. Es doloroso. Mi único consuelo, es abandonar la cama y reparar sigilosamente que no ha sido real. En medio de la penumbra, el reloj de pared marca las 3:45AM. El silencio de la sala me consuela. De la misma forma que lo hace, verificar que el cuarto de Anya permanece cerrado. Mismo caso para Loid. Se que están durmiendo serenos, resguardados bajo el yugo del calor nocturno. Que alivio saber que no estoy sola.

Camino hacia la cocina y bebo un vaso colmado de agua. Los faroles de la calle tintinean producto de la nieve que surca en el aire. Realmente hace mucho frio. Sin embargo, percibo mis mejillas calientes; como quien ha recorrido una carrera maratónica. Ese maldito sueño…que no me deja en paz. Repaso en mi cabeza los sucesos de tal pesadilla. Un hombre de aspecto lúgubre; un asesino desconocido del cual no logro reconocer rostro alguno. Ha irrumpido violentamente la casa. Ata de pies y manos a mi esposo e hija. Y amenaza con meterles un balazo en la cabeza a cada uno, si no me entrego como la Asesina que soy. Grito, pidiendo clemencia por sus vidas. Pero nadie parece escucharme. Mis piernas están entumecidas. Se rehúsan a moverse. Me encuentro atrapada, paralizada, en un estado de impotencia que no logro describir. A medida que la congoja avanza, todo a mi alrededor se desmorona. Las paredes se desvanecen como arena en el mar. El techo explota y el piso bajo mis pies se abre. Caigo en un abismo profundo de incertidumbre que finalmente me devora en total oscuridad.

Despierto. Y me pregunto qué significa realmente todo eso. ¿Por qué mi mente me juega tales jugarretas? Últimamente mis trabajos se han vuelto más sangrientos que antes. ¿Será producto del agobio? ¿El peso de cargar por tanto tiempo con una doble vida? Aunque estoy consciente de que solo es un sueño, la sensación nauseabunda de la perdida y la necesidad de pedir ayudar son demasiado viscerales. Vuelvo a mi cuarto, sin lograr encontrar la respuesta.

Mi humor decae por las mañanas. Y sé que Loid lo percibe. Él es muy perspicaz a la hora de observarme, aunque su semblante sea siempre el mismo. Contemplativo y sagaz. El no pierde jamás ese imperturbable talante de marido abnegado, preocupado por mi bienestar. Sin embargo, he comenzado a notar que Anya lo vive de una manera más personal. Mis ojeras son ya, difíciles de disimular por más maquillaje que use. Y temo que la salud mental se esta familia se esté deteriorando por mis descuidos. Tal vez sería bueno, pedir una segunda opinión. ¿Puedo confiarle a mi compañero, lo que me está pasando? Me pierdo, ensimismada en mí misma. Explorando un sinfín de probabilidades que puedan apaciguar lo que experimento.

—Yor —consulta Loid, preocupado— ¿Te encuentras bien?

Despabilo de golpe. ¿Qué si me encuentro bien? ¡Claro! ¡Estoy de maravillas!

—Todo bien —asiente la señora Forger, fingiendo falsa modestia— ¿Por qué no estarlo?

—Es que el agua lleva hirviendo hace un buen rato y…—señala el rubio, apuntando hacia la cocina— No te movías.

—¡Ah! ¡Eso! ¡Discúlpame! —niega con la cabeza—. Solo estaba distraída pensando en que prepararíamos hoy para la cena. Ve a sentarte, ya te sirvo el café.

—Uh…mh —acepta el ojiazul, aunque no del todo convencido. Regresa al comedor—. Anya, te he dicho que no dejes tus crayones desparramados por la mesa. Por favor, sácalos para poder desayunar.

—¡Estaba terminando el nuevo dibujo para la clase de arte! —chilla la menor, exponiendo el lienzo entre sus dedos—. Pero creo que no ha quedado bien…

—¿Por qué no? Tal vez tu caligrafía no sea del todo buena, pero tienes talento para el diseño —halaga el señor Forger—. A ver, déjame ver eso —lo examina— Yo lo veo perfectamente bien. Muy lindas vaquitas.

—Son Ankylosaurus…—musita la pelirosa, liada.

—Ah…—Loid hace una pausa, ocultando la sonrisa sínica tras su puño— Bueno…quizás si necesite un poco más de practica…

Me ha causado gracia, aunque no esté sonriendo del todo lo hago para mis adentros. Los veo de buen humor. Quisiera poder reírme también, como de costumbre. Pero cada vez que los observo, esas tétricas imágenes me asaltan nuevamente. Laceran mi dócil comportamiento de madre. Definitivamente, debo hacer algo al respecto.

Hemos servido todo sobre la mesa de centro y mientras ambos degustan los alimentos, trago saliva. Armada de valor, he tomado la decisión de dar un paso más incisivo en nuestra relación. Aunque sea un matrimonio falso, mi compañero expele esas vibras de amigo entrañable que todos necesitamos en momentos de angustia.

—Oye, Loid…este…—murmura la pelinegra, ligeramente abochornada— ¿Se te hace muy difícil tu trabajo como psiquiatra?

—¿Mhm? —pestañea el varón, absorto— ¿Yor está interesada en mi trabajo? Eso es nuevo…—sonríe—. No, para nada. Bueno, cuento con una vasta trayectoria de experiencias de todo tipo. Ya sabes, es un mundo volátil.

—Claro. Me imagino que debe de serlo —ríe tímidamente, la fémina—. Todos los pacientes son distintos ¿No?

—Yo conozco el trabajo de papi —Anya levanta la mano, jocosa— ¡Muy buen trabajo! Las chicas lo quieren mucho y le dejan regalos por ser tan bueno.

¿Eso que significa realmente? —Briar aprieta los labios— ¿Eh?

—¡Dios, no digas esa clase de cosas se podrían mal interpretar! —Loid carraspea, nervudo— ¡Cof! No, nada de eso. A lo que Anya se refiere es que soy muy bueno en lo que hago, jeje. Y en cuanto a la diversidad de pacientes, claro. Todos son diferentes entre sí. Profundos, pero a la vez muy importantes. Sus historias de vida son lo más valioso que tienen.

—Ya veo…—sisea la muchacha, cabizbaja— ¿Nunca te ha tocado un caso tan complejo que no hayas podido solucionarlo?

—¿Complejo? Mhm…déjame pensar —se toma el mentón, dubitativo—. Si, creo que una vez hubo uno así. Pero logramos solucionarlo al final.

—¿De verdad? —bebe un sorbo de su café— ¿Qué tenía?

—Un trauma de infancia —explica el rubio, templado—. Había perdido a sus padres en la guerra y solía revivir esos momentos en forma de sueños.

—Comprendo. Así que —añade, jugueteando con sus deditos— ¿Tenia pesadillas feas?

—En general, la mayoría de las personas tienen pesadillas, una vez en su vida. Al menos, aquellos que se avergüenzan de algo o no han podido superar algunos miedos —relata Forger, calmado—. Pero no hay nada que un par de medicamentos, reposo y tratamiento adecuado no curen.

—Entonces las pesadillas…—balbucea Briar, desviando la mirada con dejo de agravio— ¿Si se desaparecen?

Mmh…ok. Creo saber a dónde apunta todo esto —Loid asiente, comprensivo—. Yor. Si sabes que cuentas conmigo para lo que necesites ¿Verdad? Somos una familia, después de todo.

—¡Ah! ¡Claro! ¡Claro! ¡Eso no lo olvido! —retoza la muchacha, temblorosa— ¡Es solo que yo no sé cómo-…! Este…ah…

—¡Mira nada más la hora! —exclama el psiquiatra, mosqueado—. Anya, nuevamente llegarás tarde. Ve por tu mochila o perderás el autobús. De prisa.

—¡Ya vooooooy! —berrea la pequeña, con un trozo de pan en la boca— ¡Me llevo la comida para el camino!

—No. Deja eso aquí —el padre le quita el pan, reprochándole el desprolijo—. Te pasa por distraerte viendo caricaturas por la mañana. Vamos, te dejo en el paradero.

Escucho como la pobre reclama a regañadientes que nuevamente no logra conseguir un capricho e instintivamente me saca una carcajada infantil en el proceso. Loid ha captado tan bien el mensaje, que opta por despachar a Anya. Sin duda, desea crear un ambiente cómodo en el cual pueda desenvolverme. Después de todo, son problemas de adultos que no conciernen a la menor. Para cuando regresa de la calle, me pilla lavando trastes. Pero me toma del antebrazo con suavidad y me invita a pasar al sofá. Es tan tierno conmigo…

Se ha sentado a mi lado y con muchísimo esmero, escucha cada uno de los detalles que tengo para ofrecerle. Cuando se trata de analizar los elementos simbólicos de un sueño recurrente, Loid me propone prestar mucha atención a los aspectos más relevantes de este. Lo primero, son los personajes. Identificar las personas que aparecen en él y replantear vínculos socioafectivos con ellos. El segundo punto, es el lugar en donde se desarrolla la trama del sueño. Seguido de acciones y eventos. Objetos y símbolos. Emociones y sensaciones. Conseguir interpretar cada uno de estos procesos es altamente recomendable para facilitar la experiencia del soñador.

Estuvimos practicando por tres horas. Y si bien para el medio día yo ya tenía más o menos un panorama ficticio de lo que significaba, no estaba aún convencida del mensaje que deseaba transmitirme mi subconsciente. A pesar de que mi esposo, ya tuviera una pista metódica de la discusión.

—Es miedo, solamente —confiesa Loid, rechazando cualquier otra hipótesis de por medio—. No debes censurar tus sentimientos más nocivos, Yor. Eso no te hará bien. Debemos aceptarlos y abrazarlos con la resolución de un mañana en donde haremos todo lo posible por combatirlos —y bosqueja una sonrisa ladina—. Sentir miedo a la perdida es una respuesta natural, casi biológica del ser humano.

—Ya veo. ¿Acaso tu no lo sientes?

—¿Yo? —parpadea, ligeramente descolocado con su pregunta. A lo que responde, sínicamente—. No, para nada. Al menos, no de ese tipo…

—Tu sí que eres un hombre muy fuerte, Loid. Eres admirable…—profesa Yor, haciendo amago de un rubor sensible en las mejillas—. Mientras Anya te tenga a su lado, nada malo podría pasarle. Eres muy confiable.

¿Es eso un cumplido? Aunque no sé si esté siendo realmente honesto como quisiera…—le sigue el juego—. Tú también eres una mujer muy confiable, Yor. Y en verdad agradezco que seas la madre de Anya. Eres fuerte. Es lo que toda niña de su edad necesita.

—¿Y cómo esposa? —cuestiona la pelinegra, llevando un par de mechones tímidos tras su orejita— ¿También lo soy? Siento que en verdad debo mejorar muchas cosas aún.

¿También le preocupa ese aspecto? Jamás me quejaría de ella. Solo críticas constructivas sería capaz de darle —Forger asiente jovial—. Eres una excelente esposa. La mejor que un hombre pueda tener. Tal vez ahora mismo no seas capaz de ver el tremendo potencial que tienes. Pero yo si lo veo. Por algo te elegí a ti para tal papel —se levanta, finalizando la sesión—. Discúlpame, pero ahora mismo estoy retrasado al trabajo. De igual forma —coge su sombrero—. Podemos continuar con esta platica a la noche ¿Te parece? Parte de mi trajo como tu marido es también velar por tu fortaleza mental. Y me preocupas…mucho…

—Claro que si —se anima la muchacha, entregándole el maletín con cariño—. Ten. En verdad me ha ayudado demasiado hablar contigo. Muchas gracias, Loid. Eres muy bueno escuchando. Y también…creo…—musita, desviando la mirada en un sonrojo cándido—. Creo que esto nos ha acercado un poco más. Ya sabes, de una forma más íntima ¿No lo sientes así?

¿Acercarme a Yor…de una manera más íntima? No lo había visto de esa manera —se replantea el varón, suspirando satisfecho con sus palabras. Recibe el maletín—. Si. Yo también lo siento así. La confianza es la base de toda relación.

—Yo confío mucho en ti —declara la fémina—. Aunque esté consciente de que estamos fingiendo para el resto, no tiene que ser necesariamente así para nosotros. Después de todo, somos grandes amigos igual.

Grandes amigos…—asiente Loid, furtivo— Yo también confió mucho en ti, Yor —determina, con voz metálica—. Regresaré a las 21:00 para la cena. ¿Deseas que traiga algo en particular?

—Este…si —añade, risueña— ¿Qué tal si hoy preparamos omelette? A Anya le gusta mucho.

—Omelette será entonces —sentencia su esposo—. Traeré huevos y leche.

—Bien. Hasta la noche —lo despide con la manita.

—Hasta entonces…

Lo vi partir, con la ligera sensación de un sentimiento pueril anidado en mi pecho. Esta rutina mañanera era algo que veníamos repitiendo casi de forma sagrada. Como un ritual empírico de un matrimonio feliz. A veces nos íbamos juntos hasta la parada del bus. U otras, simplemente él se adelantaba o yo a él. Pero no había ningún indicio de que esta vez fuese distinto al resto. No ahora, luego de lo que habíamos hablado. Sentí que me había abierto a el de una manera tan sincera, que la sencillez de dicho litúrgico protocolo se transformó en algo atesorable para mí. Un momento que me gustaba mucho vivir. Y lo repasé en mi cabeza durante todo el día.

Yo tenía libre. Por lo que me dediqué de lleno a ejercer los quehaceres del hogar. Limpié un poco, saqué pasear a Bond y de paso fui de compras por algunas verduras al mercado. La nieve había cesado. Aunque las nubes se presentaran en un cielo grisáceo que no me resultó nostálgico en lo absoluto. Los días de mal clima también eran parte de esos lindos recuerdos que había creado con esta familia. Una, que perpetraba a diario con el cariño de mi joven corazón. Llegué a la conclusión, de que todo lo que hacía o no hacía en general, lo plasmaba con anhelo. Salía desde lo más profundo de mi alma. Buscando por supuesto, construir un mundo mejor para Ostania. Para Yuri. Para Anya. Para Loid…

Por unos momentos, conseguí despejar mi cabeza de aquellos amargos temores que me consumían producto de esas pesadillas. Nada de eso era real. Solo una representación de un miedo soso. Algo que no iba a ocurrir. Porque yo jamás permitiría en primer lugar que viniera un extraño a destruir mi vida. Ni mucho menos a amenazar de muerte a mi familia.

A eso de las 20:58PM Anya ya se encontraba de vuelta en casa. Le ayudé a darse un baño, jugamos un rato y repasamos caligrafía; aun teniendo por objetivo que se ganara una bendita Stella.

Creí que todo seguiría de acorde al plan que organicé temprano con mi compañero. Pero cuando reparé en la hora, me di cuenta de que eran las 21:30PM. Y Loid…no había llegado como dijo. Bueno, el a veces solía retrasarse. ¿Para qué preocuparme? Tentada a adelantar la cena, me dispuse a picar algunas verduras. Por esas horas, Anya se encontraba sentada en el living viendo su caricatura favorita. Yo encendí la chimenea y puse a calentar algo de agua caliente.

El tiempo pasó lánguido. Y seguía sin tener noticias de él. ¿Posiblemente algún paciente problemático en el trabajo? Pensé. Continué esperando. Iba a restarle toda la importancia que pudiera, por cuanto mi ansiedad me lo permitiera. Pero ya eran las 23:00PM…y esto, ya no era normal. Tuve que darle de comer a Anya, lo que improvisadamente me inventé. Seguir esperándolo, era absurdo y la pequeña ya reclamaba por un apetito voraz. Forzosamente a continuar la formalidad, la mandé a dormir. La arropé, le leí un cuento y le apagué la luz. Eran ya las 00:00…

Ya no había forma de sacarme de la cabeza, el mal presentimiento que me asaltaba. Recordé sus últimas palabras.

Yo también confió mucho en ti, Yor. Regresaré a las 21:00 para la cena. Omelette será entonces.

Loid…

¿En dónde estás?

Caminé hasta el teléfono de la sala y me paré frente a él, examinando la forma tridimensional del artefacto como si este fuese a cambiar de forma o algo así. El reflejo de mi rostro contra el espejo me hizo ver tonta. Negué con la cabeza y me alejé de él. Me senté en el sillón y me crucé de brazos. Vale. Puede que quizás llame. Aunque nunca lo ha hecho antes…

—Ya. Pero esta vez podría ser distinto…

No. Que estupidez. Parezco una de esas chicas que se ponen celosas por sus inseguridades. ¿Y si se fue a beber con alguna compañera de trabajo? Anya había mencionado algo de unas chicas que le dejaban regalos. Vamos ¿Qué estoy insinuando? ¿Qué me es infiel? Otra vez los mismos miedos que me dijo que no tuviera. Despabilé. Me paré. Me pasee por el pasillo cual león enjaulado. Inconscientemente abrí la puerta de su cuarto. Uno que jamás me atreví a indagar, por respeto a su intimidad. Pero ¿Qué hacía realmente parada en el marco de la puerta? El aroma varonil de su perfume me asaltó.

—Huele delicioso…

¡Basta! ¿Qué estoy haciendo? Contrólate, Yor. Todo está bien. Ya va a llegar. ¿Y si llamo yo? Demonios. Creo que había dejado el número del hospital anotado en el talonario de la mesilla de diario. Hurgueteé papel por papel y di a parar con el anexo. Vale. Solo es…una llamada de precaución ¿Sí? Nada de cosas turbias ni extrañas. En realidad, solo quiero saber si al menos sigue trabajando.

Marqué. El teléfono repicó un par de veces y alguien cogió la línea del otro lado. Era la voz de una mujer joven. Mucho más que yo. Se presentó como la recepcionista del área psiquiátrica. Pregunté por él. Y lo siguiente que me dijo, me dejó helada de los pies a la cabeza.

El doctor Forger finalizó su turno a las 20:00. Se retiró como de costumbre. ¿Desea que le deje algún recado para mañana?

Loid…no estaba trabajando. Si no estaba ahí. ¿En dónde más…? Tragué saliva. Me hice la desentendida y fingí demencia, inventando como excusa haber recordado algo que no era cierto. Corté. Maldita sea. Yo sé que había dicho que lo esperaría. Pero si me pongo a repasar nuestras vidas privadas, se muy poco de él. Y posiblemente él sepa muy poco de mí. Era parte de este trato conyugal ¿No? Aunque no llegué a dimensionar que en algún momento me pasaría la cuenta no tener rastro de su paradero. Es que realmente es un chico confiable. ¿Cómo poder desconfiar ahora? Encima que siempre ha cumplido a sus palabras. Loid nunca falla ni falta a la verdad.

Miré el reloj. No…joder. Ya son las 1:02AM. En ese preciso instante, supe que no iba a llegar a casa. Y que, en definitiva, algo malo le había ocurrido. Algo, que ni si quiera le hubiera dado chance de avisar. Se me adormecieron las rodillas, provocando que mis piernas temblaran sin control. Esto ya no es normal. Me mordisquee la uña del dedo pulgar una y otra vez, cazada por la angustia de la espera infinita. Ahora mismo no había forma de sacarme de la cabeza mil escenarios infinitos de un desenlace fatídico. Lo más horrible que se puedan imaginar.

Mierda. Se que no debería hacer esto. No puedo hacer esto. Pero Anya está durmiendo con Bond en el cuarto y no es como si yo fuese una mujer desvalida que no pueda tomar las riendas del asunto en un momento de crisis. Así que no titubee ni un segundo más y corrí a tomar mi abrigo. Saldría a buscarlo, con la inclemencia del frio noctívago.

En cuanto mi mano posó la manilla de la puerta, alguien llamó desde afuera. Dos golpes certeros. Me cubrí la boca con las manos, amortiguando mis labios en estas. ¿Quién podría ser? No era Loid, porque él tenía llave de la casa. En una situación como esta, lo primero que se me viene a la mente es recurrir a mi instinto más salvaje. El de la asesina que soy. Aunque antes de sacar mis cuchillas, asomé el rabillo del ojo por la mira de la puerta. Al menos para comprobar de quien se trataba el intruso. No podía ser aquel asesino de mis pesadillas ¿Verdad? No ahora…

Para mi sorpresa, no era él. Si no, alguien más que conocido para mí. Abrí.

—¿Yuri…?

Era mi hermanito menor. Vestido con su uniforme de seguridad estatal. Y no venía solo. Le acompañaban dos hombres de aspecto siniestro un poco más atrás.

—¿Qué haces aquí? ¿A esta hora? ¿Ocurrió algo malo?

Pregunté, con todo el cinismo que una persona podría presentar. Él no me respondió. Traía un semblante anémico, apático y dotado de mucha angustia, aunque estuviera intentando disimularlo. Entre nosotros, no había un lenguaje corporal que no fuese legible. Sopesé lo peor. Quise transmitirle algo más. Pero antes de que me dejara continuar, levantó la mano. La llevó a los labios y con uno de sus dedos, hizo la señal de "silencio". Entendí el mensaje. Me hice a un lado, invitándolo a entrar.

—Pasa…

—Ustedes quédense aquí —demandó Briar, a sus camaradas. Quienes no dudaron en obedecer y darse media vuelta; vigilando la entrada—. Ya regreso.

Cerré la puerta. Estaba rígido como una piedra. Nunca lo vi de tal forma. He vivido el horror de la guerra, la muerte y la vida en carne propia con mis propios ojos. Se cuando se presenta la desdicha delante de mí. Pero la expresión de Yuri no era semejante a ninguna otra. Parecía casi querer romper en llanto. Y al mismo tiempo, ambicionar conservar la compostura como su cargo de sub teniente le precedía. Se quitó la gorra y se giró a verme, derrotado.

—Hermana…tenemos que hablar.

—Yuri ¿Qué está pasando? —cuestionó Yor, descalabrada—. Por favor, no me asustes así.

—Lo que tengo que contarte, no te va a gustar para nada —sentencia el menor—. Te pediría que por favor te sientes y te lo tomes de la mejor forma.

—De acuerdo…—la señora Forger simula tranquilidad impasible— ¿Quieres un té o un café?

—En realidad…—sisea Briar—. Algo más fuerte estaría bien. ¿Tal vez una copa de vino?

—Claro. Siéntate —asiente servicial la fémina—. Ya te sirvo…

Solo para aclarar, no era la primera vez que Yuri me visitaba en casa. De hecho, lo hizo en incontables veces en el pasado. Anya ya sabía de su relación conmigo y lo trataba de "tío" o algo similar. Aunque siempre dudé sobre qué clase de sentimientos tuviera mi hermano por mi matrimonio, estaba consciente de que no le agradaba Loid. ¿Y la verdad? Nunca supe el por qué. Apelé a la idea de que sentía celos, solamente. Unos celos aprensivos, más que otra cosa. No llegué a sospechar nunca, lo que tenía para contarme.

Mientras yo descorchaba la botella y llevaba las copas, me percaté que Yuri exploraba las fotos familiares con excesiva aversión. Algo que no hizo antes. Al menos no, delante de mi y de una manera tan descarada. En algún punto noté que fruncía el ceño con rabia, tras tomar el retrato de Loid y mío, cariñosamente abrazados. Obviando su malestar e irascible semblante, le serví una copa colmada y nos sentamos en el sofá.

—¿Qué sucede? —preguntó Yor, preocupada.

Se la bebió de golpe. Incluso, el mismo tomó la botella y se rellenó nuevamente. Ok. Algo muy malo ha pasado. Del interior de su chaqueta extrajo un sobre, con una serie de documentos, fotos e informes que me los desplazó por la mesilla. Yo los alcancé, examinándolos con determinación. Lo que vi…me robó el aliento.

—¿Tu sabias, que Loid Forger es en realidad Twilight?

¿Qué me estás contando…Yuri?

—¿Twi…? —balbucea Yor, pasmada— ¿Quién? — Se quien es Twilight…pero…

—Hermana, por favor —suplica Yuri, derrotado—. Ya basta de mentiras entre nosotros. Se ha sabido todo. Y necesito…que me ayudes.

—¿Qué te ayude? —la muchacha niega con la cabeza, rehacía a dimensionar el calibre de la información—. Si tan solo me explicaras, podría entenderlo mejor — No puede ser cierto… ¿Loid? ¿Loid Forger es en realidad…Twilight?

—Tu esposo, Lotty —recula—. Quiero decir, Loid Forger. En realidad, es un espía. Su nombre en código es Twilight. Y trabaja para la contra inteligencia de Westalis. Conocidos como "Wise". Por favor, dime que ya lo sabías.

—No, Yuri…te juro que no lo sabía —Yor traga saliva, pasmada— Juro que no lo sabía. Es verdad. De hecho, Twilight es…un objetivo para Garden. Me ordenaron asesinarlo hace años, pero nunca di con él. Es conocido…

—Cayó en una misión esta noche. Uno de sus contactos lo delató —confiesa el sub teniente—. Ahora le espera un juicio.

—¿Mi marido, un espía de Westalis? —cuestiona Briar, anonadada con su declaración— ¿Cómo es posible…? Esto tiene que ser una broma…— ¿Loid está preso?

—¿Tu marido? —espeta Yuri, cabreado— ¿Aun osas en llamarlo de esa forma? ¡Te ha engañado, hermana! ¡Ese tipo ni si quiera se llama Loid!

—Un segundo, Yuri —refuta la pelinegra, guardando la compostura que se debe a su posición. Deja de lado las imágenes, obviando la verdad—. Esto que me cuentas, es grave.

—Por supuesto que es grave —advierte—. Por eso vine a ti primero. ¿Si quiera sabes lo que eso significa? Tu matrimonio ni si quiera es real. Forger es un apellido inventado. Si no me-…

—¿Dónde está mi esposo? —Yor lo fulmina con la mirada.

—¿Disculpa?

—Te hice una pregunta —insiste.

—Hermana ¡¿Te estás escuchando?! —berrea Briar, ofuscado— ¡Loid no es-…!

—Por favor, te pediré que no subas el tono de voz —le reprocha, templada—. Mi hija está durmiendo en el otro cuarto.

—¿Tu hija? Hermana, por favor…—protesta el uniformado, completamente desconcertado con su reacción—. Esa niña ni si quiera es tu hija real.

—Eso no es algo que tu determines. Y por favor, te pediré algo de respeto sobre el tema —dictamina Yor, con voz hosca—. Sigo siendo tu hermana mayor.

Yuri aprieta los labios. Puedo notar con todas las de la ley, como el tema le irrita de sobremanera y para peor, la frustración que emana de su cuerpo es brutal. Se muy bien que el intenta hacer su trabajo de la forma más pulcra posible. Se que intenta protegerme de un posible engaño. Quizás cree que soy víctima de un engaño. Pero no dimensiona lo que está en juego para mí. En el fondo, yo también soy una farsa. He usado a tal muchacho para mis anchas y poder seguir asesinando como se me comanda. Y esto, es un tema de vida o muerte ahora mismo. Independientemente de que Loid sea o no sea un espía, sea o no su nombre, o sea realmente el famoso agente Twilight. Él no lo va a comprender. No creo lo haga. El corazón de una mujer es un mar profundo de sorpresas. Solo quiero ser práctica. Porque si Loid realmente es quien dicen ser, yo también caeré con él. Es un efecto dominó imparable. Con mi matrimonio disuelto, no hay manera de que logre escapar de la contra inteligencia de Ostania. Yuri…perdóname. Pero no puedo ayudarte ahora mismo…

—Perdóname…yo solo-…

—Lo sé —acota la señora Forger, sentándose a su lado para tomar sus manitas, con cariño y aprensión—. Se que intentas hacer de este mundo un lugar mejor. Pero créeme, yo también lo intento.

—¿Qué me estás queriendo decir, hermana? —sisea el policía, cabizbajo— ¿Acaso tu ya lo sabias?

Perdóname…no quería mentirte de esta forma. Pero lamentablemente, tuve que hacerlo.

—Si —falsea—. Ya lo sabía.

—¿Acaso eres una traidora de la nación? —farfulle Yuri, derrotado.

—¿Te parezco tal persona? —inquiere la muchacha, esbozando una sonrisa cálida—. Vamos, tu me conoces de chiquito.

—Hermana, te lo suplico —implora el menor, con lágrimas en los ojos—. Tienes que alejarte de Twilight. No puedes seguir casada con él. Será condenado a muerte y tu no-…

—Por favor, dime en donde está Loid…—ruega.

—Yor…

—Por favor…—insiste la muchacha, suplicante y rebosante de rubor en sus pómulos—. Dime donde está…mi marido…

—¿Acaso tu…? —su compañero traga saliva, anonadado con sus claras intenciones de afecto— ¿Estás enamorada de el…?

—Tengo sentimientos por el —admite, sin mostrar un ápice de vergüenza o mentira—. No me pidas que te describa si es amor o no. Pero tenemos una familia ahora. Hay una niña de por medio que podría sufrir las consecuencias de esto. Si realmente viniste hasta acá para pedir mi ayuda…—adiciona, esperanzada—. Dime por favor, donde está mi esposo…

Yor realmente…ama a ese hombre…—el teniente Briar hace amago de desdén, desviando la mirada, derrotado—. Lo tienen…retenido en el cuartel de seguridad estatal. Esperando a ser trasladado a la cárcel de máxima seguridad. Para luego escuchar su sentencia.

Entonces está con vida. Que alivio más grande —exhala Yor, con el alma de vuelta al cuerpo. Lo suelta, levantándose de golpe—. Gracias, Yuri. En serio te agradezco que hayas venido. Ahora si me disculpas, debo atender algunos asuntos —camina hacia la puerta, abriéndola en el proceso—. Ya puedes marcharte.

—Te advierto que ya fuiste notificada —manifiesta el varón, malogrado—. Lo que pase de ahora en adelante, ya no depende de mí.

—Siempre podemos hacer algo para ayudar al prójimo, Yuri —comenta Forger, removiendo un par de mechones locos de su nuca—. Por favor, sigue comiendo bien, durmiendo a tus horas y no dejes tus calcetines sueltos en todos lados ¿Sí?

Pero…hermana…—el policía baja la cabeza, convencido del fatal error que fue visitarla. Se desplaza hacia el exterior, sentenciando finalmente por sobre el hombro—. Independientemente de todo…sigo siendo tu hermano ¿Sabes? Cuentas conmigo para lo que gustes.

—Lo tendré en mente, Yuri —asiente, jocosa—. Aunque ya has hecho suficiente por nuestro país. Descansa ahora. Hiciste lo correcto en atrapar a Twilight. No te sientas mal por eso.

Pero…—suspira—. Adiós, hermana.

—Adiós…

En cuanto cierro la puerta frente a mí, suelto de lleno todo lo que me agobiaba desde antes. Me dejo caer sobre las rodillas, ahogando un sollozo doloroso que no logro percibir como algo malo o cruel. En el fondo, siempre sospeché que algo especial nos divida entre él y yo. Pero ¿Quién soy yo para juzgarlo? Si más que mal, soy un jugador más de este tablero de estrategias. No es momento para declinar, Yor. Antes de permitirme sucumbir en la baja cordura, debo mantenerme estoica frente a mi posición. Yuri ha descubierto la identidad de Loid. Pero Garden posiblemente aun no lo sepa. Mientras pueda dejar en bajo perfil esta situación y contener a raya a los enemigos, todo estará bien. Ahora que sé que mi esposo sigue con vida y está preso, lo siguiente es idear un plan sobre cómo sacarlo de ahí. Piensa, Yor. Si Loid es realmente el agente Twilight. ¿Quién más podría saberlo? Me volteo y reviso el talonario. Un nombre en negrilla remarca por sobre el resto.

—Franky…

Él es mi carta, comodín. El único amigo que tenía mi marido. Me han quitado el velo en medianoche, que cubría la mentira de una farsa solapada que yo misma permití. Resiste, Loid. Solo un poco más. No dejaré que mis pesadillas, se apoderen de mí.

[…]

—¡Arriba, infeliz! —brama un guardia.

La celda se abre. Loid es abordado por cuatro policías de Ostania que vehementes, le quitan la ropa a la fuerza; hasta desvestirlo por completo. Despojado de toda prenda de vestir, cubre a duras penas su desnuda hombría con ambas manos. Le rocían un chorro de agua fría en el cuerpo, azotándolo contra la pared. La potencia del grifo le lacera la piel, mas no declina frente a su convicción como preso estatal. Empapado, tembloroso y desprovisto de ropas, los fulmina con la mirada cual gato rabioso. No saben con quien se están metiendo. Un fornido hombre de altura promedio lo increpa, arrojándole ropa limpia de recluso. A regañadientes, acepta las pilchas para cubrir su anatomía y protesta entre medio. Es golpeado por otros guardias, de patadas, puñetazos y golpes de bastones desde la nuca hasta los tobillos. Loid se desploma finalmente contra la fría baldosa, manteniendo invicta su sabiduría ancestral.

Se presenta como un general de alto rango, sentándose sobre una silla de metal frente a él. Fuma un cigarrillo hediondo, jactándose de total soberanía sobre la conversación. Cree ser quien manda. Pero si Twilight no abre la boca, nada de lo que haga servirá realmente. Aunque el, ya lo sabe.

—Tu fama te precede, Twilight. Aunque te imaginaba como alguien más corpulento, viejo y barbudo —revela con sarcasmo el hombre—. Que decepción. Eres solo un mocoso escuálido y deslavado.

—Tsk…realmente no sé de dónde han sacado tal información —bufa con zozobra, el rubio—. Pero lo veo muy soberbio como para aseverar que soy ese tal "Twilight"

—Es cierto. Debo admitir que los de Ostania son unos mierdillas a la hora de recopilar datos —se mofa colérico el general—. Pero finalmente el resultado es el mismo. No sacas nada con fingir. Se acabaron las mentiras.

—¿Eso es todo? —farfulle Loid, imperturbable— ¿Se acabó todo? Que ignorantes son.

—¿Cómo dices? —frunce el ceño.

—¿En verdad creen que, encerrando a un pobre diablo como yo, Westalis se quedará de manos cruzadas? —ríe, irónico—. Ahí afuera, hay mil agentes sueltos, dispuesto a dar su vida por acabarlos. No pierdan el tiempo con un don nadie.

—Si, es verdad. Pero ninguno como tú, sin duda —berrea, satisfecho el fortachon—. Ahora que te tenemos de las pelotas, no hay quien nos dé afrenta. Imagino que Wise moverá sus hilos para sacarte de aquí.

Wise no hará tal cosa. Para ellos es más fácil darme por muerto —. Solo soy un ciudadano más en esta bella ciudad, como muchos otros —relata Forger, impávido—. Si algún día llegan a capturar a ese tal "agente", otro vendrá. Me tiene sin cuidado lo que hagan. Ahora, si fuera tan amable de darme un abogado, como mis derechos mandan-..

—Yo no estaría tan seguro de eso, Twilight —advierte el militar—. Se de muy buena fuente que te casaste en Ostania. Ah… la pobre señora Forger. Me pregunto que pensará de todo esto cuando se entere de que su matrimonio es una farsa.

Mierda. ¿Cómo se han enterado de eso? —Loid carraspea, furibundo—. Ah. ¿Pretenden persuadir a mi esposa? Me temo que será en vano. Ella no es muy fan de las historias de espías. Son una fantasía. No tiene idea de nada de esas cosas.

—No necesitamos a la chica, de igual forma —confiesa—. Con que presionemos a su familia, nos entregará todo lo que queremos. Imagino que la niña pequeña no sabe del destino de sus padres.

Que pedazos de mierda. Yuri no creo…colabore ¿O sí? Aunque veo, que aun no han descubierto la identidad de Yor. En tal caso, sabrían que es su hermana. Curioso…porque el mismo colaboró con esto —Forger chista con la lengua, altanero—. Vale, hagan lo que tengan que hacer. Pero como le he reiterado, tengo derechos como el civil que soy y exijo un abogado. Esta detención es injusta ya que yo, no soy tal personaje — No importa lo que pase. Moriré con la mentira. A la tumba me iré de ser necesario…

—¡Jajaja! Si que estas acabado, Twilight —se levanta el militar, esbozando una sonrisa maquiavélica—. De acuerdo, te daré a tu abogado. Después de todo, te espera una jornada larga antes de oír tu sentencia —abandona la celda.

Ya quisieran. No pienso pasar ni un segundo tras las rejas.

El hombre hace abandono de la celda, aunque con arisco semblante. No ha salido conforme del interrogatorio, que creyó sería mucho más productico. Regresa por los pasillos a paso firme, golpeando la puerta de metal que yace a un costado de un puñetazo. En el fondo, está furioso. La impotencia lo corroe por dentro, a pesar de estar consciente de que será imposible hacerle hablar. En el interior de la oficina, es recibido por dos sujetos más. Uno de ellos, es el teniente Briar. Quien no luce con buen aspecto un estado de salud sano, aunque aparenta estarlo.

—Es un imbécil —masculle entre dientes el general—. Lo ha negado todo a pesar de haberle mostrado las pruebas. Será un hueso duro de roer.

—En realidad…—murmura Yuri, temeroso—. No son del todo suficientes ¿O sí?

—Para mí lo son —repara el mayor, rascándose la barba con disgusto—. Todo coincide con la coartada. La fecha, la hora, el lugar. Incluso el arma que le encontraron en los bolsillos.

—Las pericias arrojaron huellas dactilares de otra persona, de igual forma…—acota Briar, vacilante.

—¿Qué insinúa, sub teniente Briar? —lo increpa, arqueando una ceja—. ¿Que hemos perdido el tiempo? Pero si usted mismo me aseguró de que era él. Lo siguió ¿No?

—¡S-si! Claro que lo hice, señor. Pero…—sisea el pelinegro, indeciso— ¿Y si nos equivocamos de sujeto? Digo, puede haber un atisbo muy pequeño de que quizás yo…lo haya perdido de vista en algún punto —miente.

—¿Me estás tomando el pelo, mocoso? —gruñe el hombre, sujetándole del pecho con ambas manos— Como me hayas hecho hacer el maldito ridículo, te juro que te daré de baja.

—N-no…señor, yo no…—el menor traga saliva, pasmado con su reacción— Mierda…es que mi hermana… ¡Mi hermana tiene sentimientos por ese maldito! Si resulto ser el responsable de su ejecución, puede que ella jamás me lo perdone y…la pierda para siempre —asiente, frustrado—. Aceptaré hidalgamente lo que usted y los altos mandos determinen para mí. Tomaré responsabilidad de mis errores, en tal caso —Lo siento…pero no tengo otra opción…

—Tsk, que manga de inoperantes tengo trabajando aquí —lo suelta, a regañadientes—. Y pensar que fui yo mismo el que te promovió. Creí que eras mucho mas listo de lo que pensé, Briar. Pero en el fondo solo eres un idiota. ¡Largo de mi vista!

—¡Si, señor! —asiente.

Yuri se ha encontrado así mismo en la encrucijada mas grande de su vida. Conoce a la perfección la verdad en su absoluta demencia. Definitivamente, Loid Forger es el agente Twilight que tanto estaban buscando. Pero…ahora mismo, se ve atrapado entre lo que siente su corazón y lo que profesa en su mente. Cumplir con sus obligaciones para con el país, lo han arrojado a la hoguera de lo mas infame que puede existir. Acabar con la felicidad de su entrañable hermana, es básicamente lo mismo que morir. Y si debe pagar por un arrepentimiento con el cargo que lo precede…lo va a tomar, con la hidalguía que corresponde.

No es una decisión cómoda de tomar. ¿Qué mas puede hacer? Mas que reparar el daño que ingenuamente está a punto de cometer.

Gremio de asesinos, Garden. Esa misma noche. 4:30AM.

—Thorn Princess —crítica el administrador—. Demasiado tarde para venir a reportarte. Sabes que tenemos horarios prudentes para asesinar.

—Lo sé, jefe —admite inquieta la fémina. Ya vestida con su traje de asesina—. Pero créame que no le molestaría si no fuese importante. Es de suma urgencia.

—Algo me comentaron por ahí, los colibríes de nuestro bosque —revela el hombre de sombrero—. Dice el viento que hallaste un objetivo gordo.

—Algo así —asiente, decidida—. Y es por eso que vine a que me diera su permiso y refuerzos para acabar con él.

—¿Acabar con él? —ríe el peliblanco, suspicaz—. Thorn Princess. ¿Quieres asesinar a tu propio marido?

—…

Silencio sepulcral en el ambiente. El hombre chasquea la lengua, mosqueado.

—No pongas esa cara. Cada raíz y planta cuenta su propia historia —reverbera el hombre, jocoso—. No tengas miedo en admitir tus verdaderas intenciones. Lo único que busco, es sacar a ese pistilo de acción.

—Puedo lograrlo, señor —inquiere Yor—. Solo que…no hace falta exterminarlo…

—¿Tienes las herramientas para podar ese jardín? —cuestiona el varón, clavándole una mirada certera a los ojos—. Tengo entendido que no hay abono para tal rosal. Como los chinches atacan a los higos. Tu comprendes.

—Loid Forger es un buen hombre —admite Briar, cabizbaja—. Twilight es solo una mera cepa de él. Le ruego me dé la oportunidad de terminar con esto y eliminar de la lista al mayor objetivo.

—Las arañas y las hormigas rojas, son una plaga sin duda —cita el hombre, asintiendo con la cabeza—. Si acepta ser solo una abeja polinizadora, podemos hacer una excepción. Encárgate de eso. Y dale paz a nuestro vergel.

Hai —asiente, sumisa—. Gracias, jefe. Lo resolveré.

—Bien —admite, sonriente.

[…]

¿Qué si iba a secuestrar a Loid? Si, lo haría. Bueno, dentro de mi cabeza el plan sonaba mas bien sencillo. Escabullirme en el centro de seguridad estatal, matar al que se interpusiera en mi camino y sacarlo de ahí. Era lo que resolví hacer luego de tantas inseguridades que me mantenían en vela. Lo que no dimensionaba en su totalidad, serían las consecuencias de mis acciones para un futuro venidero. Es que, si lograba mi cometido, mi esposo se transformaría en el hombre mas buscado de todo Berlint. Y de paso, el acoso que mi familia sufriría con el tiempo nos obligaría a huir de todo. Escapar de Ostania, cambiarnos el nombre quizás o los rostros. Anya tendría que renunciar a su escuela, al mundo de confort que ambos habíamos construido para ella. Lo siguiente sería el cuchicheo solapado en el ayuntamiento de Burlington. Camilla, Sharon y Millie hablando a mis espaldas, esparciendo ponzoña como de costumbre. Mi identidad saldría a la luz y quizás mi jefe me daría de baja.

Sin embargo, era el destino que opté por elegir. Esa pesadilla recurrente que me agobiaba noche tras noche, poco a poco se presentaba frente a mi como un aviso, dotado de miles de designios, que me advertían un fatal desenlace. Loid me enseñó a interpretar las señales. A identificar el mensaje decodificado que mi inconsciente somatizaba en forma de sueños. ¿Eran premoniciones? La necesidad aciaga de un extenso camino lleno de violencia, anonimato y vergüenza. Vivir en las sombras era mi especialidad. Años, desde pequeña, transitando caminos oscuros como la asesina que era. Y hora que por fin había logrado alcanzar la naturalidad de una ama de casa sensata. Una vida normalizada, con un empleo promedio, quehaceres cotidianos y mundanos recuerdos de prosapia para remembrar. ¿Iba a renunciar a todo ello? ¿Solo por…Loid Forger? ¿Había llegado por fin a la parte del sendero que se bifurcaba entre dos universos? Ambos, con igualdad de crueldad. Parada sobre la techumbre de uno de los edificios, me cuestioné todo. De principio a fin. Mas adelante divisé la luz que salía por las ventanas de la comisaría.

Si. Yo flaqueé. En un vértice de mini segundos, reculé. Aun sabiendo que tenia el permiso de mi jefe para terminar con todo. Lo hice. Porque a pesar de estar sintiendo esto que me agarrotaba el corazón, también vislumbré el expediente de Yuri. Mas que mal, el había entregado a Loid en su calidad de policía. Su carrera también estaba en juego. Su visita horas antes en mi hogar, no solo significaba una contraseña entre ambos. Creo que el verdadero propósito de ir a verme primero, fue el de comprobar si lo que estaba haciendo era bueno o malo. A pesar de ser un chico tan talentoso y dócil, seguía comportándose como el niño pequeño que recordaba. Tierno, cándido, preocupado por mí. Haberle confesado mis sentimientos por Twilight lo atiborró de amargura. Que al mismo tiempo también le devolvió la fe, a la poca esperanza que guardaba en su inocente corazón. Se que en el fondo deseaba verme feliz. Y de cierto modo, pudo comprobarlo esa noche. Arrebatarme a mi esposo y a mi hija, aunque fuesen falsos, era lo mismo que quitarme las raíces de mi sonrisa.

Pobre…lo debe de estar pasando tan mal como yo. No puedo llegar a sospechar lo mortificado que se debe de estar sintiendo justo ahora. Noté que el reloj de la plaza ya marcaba las 5 de la madrugada. Nuestros invisibles hilos rojos desfilaban delante de mí, como una tropa de ángeles y demonios. Yo…no puedo hacer esto. Voy a hacer algo de lo que quizás, me arrepienta. Pero cerraré los parpados, aspiraré profundo y abortaré la misión. Perdóname…Loid. Solo quiero que sepas, que, aunque no esté ahí para ti de manera física, mis sentimientos te alcanzarán esta noche aun haya una pared que nos divida.

Me voy a casa…

[…]

Nunca antes se me hizo tan difícil, cruzar esa puerta. Entrar al apartamento que llevábamos compartiendo por casi dos años, me provocó una indigestión terrible. Mi cuerpo asimilaba el peso de la culpa como un castigo merecedor frente a la cobardía. No obstante, a ello, en cuanto introduje la llave en la cerradura inmortalicé con la avidez lo que le había dicho en la mañana. Las podía escuchar, tan claras como la letra de una bonita canción antigua.

Yo confió mucho en ti.

Es cierto. ¿Qué clase de treta me estaba generando a mi misma? ¿Desde cuando me comencé a boicotear tanto como para llegar a dudar de lo que digo? Tal vez el mundo se esté cayendo a pedazos a mi alrededor, pero debía recomponerme y mantener la compostura de siempre, como la señora Forger que era. Se muy bien lo que le dije. Y, de hecho, aun lo sigo defendiendo. Confió en Loid. Siempre sabe como solucionarlo todo. ¿Me había adelantado? Que tonta…

Que ingenuo de mi parte pretender ser el pilar mas fuerte de esta historia, si mi marido siempre se esmeró por conservar las apariencias. Incluso sabiendo que esto era parte de una farsa. Una que yo misma amparé. ¿El amor nos hacía débiles? Pensé, entrando al piso con determinación. Encendí la luz y observé todo a mi alrededor como si fuese la primera vez tanteando el terreno. Si Loid era un espía al servicio de Westalis, nunca antes lo presagie. Jamás dio indicios a la duda. Siempre transparente dentro de lo que la mentira lo permitía, permaneció ecuánime a la realidad. Los retratos sobre el estante, la cama matrimonial preparada falazmente, la familia ficticia. Un escenario digno de una obra teatral impecable. Un hombre que solo estaría jugando a interpretar un papel fútil no hubiese hecho todo esto porque sí. Sus motivaciones eran tan profundas como las mías. ¿Y que rol jugaba yo en todo esto?

—Soy la madre. Soy la esposa. Soy la trabajadora del ayuntamiento. Soy Thorn Princess —murmuró Yor, con valor y puños firmes—. Y eso, nada ni nadie lo va a cambiar.

Aún creo en ti, Twilight. Prevaleceré firme ante este problema, tomándolo como la prueba de fuego que necesitábamos pasar. En la salud y en la enfermedad. Hasta que la muerte nos separe. Fue lo que me prometiste esa noche, mientras acomodabas en mi dedo un anillo de granada. Ahora que lo pienso bien, estamos casados. Y no tenemos uno de verdad. Mi mano no exhibe tal argolla. Voy a darle sentido a este propósito. Prometo, nunca mas caer presa del miedo y la desesperación. Prometo ser…la señora Forger, como mereces tener, a tu altura.

Me iré a la cama. Porque yo…confió mucho en ti. Y no me arrepiento, de absolutamente nada.

Centro de inteligencia, Wise. A esa misma hora. Reunión de emergencia.

—Déjeme ir —determina Fiona—. Yo puedo con esto. Sacaré a Twilight en un abrir y cerrar de ojos.

—No. Te prohíbo tajantemente que interfieras en esto, Nightfall —masculle Handler, irritada—. Nuestra organización se encuentra indispuesta en estos momentos. Suficiente tenemos con que hayan capturado al agente Twilight por meras sospechas.

—¡Pero! —protesta la peliblanca, ofuscada— ¡Administradora! ¡Yo puedo solucionarlo!

—En realidad, a estas alturas ya nadie puede hacer tal cosa —determina la pelirroja, con el ceño fruncido—. Vamos a seguir el protocolo como se indica. Los altos mandos ya están conscientes de lo que ocurrió y esperan un resultado.

—¿Resultado? ¿Qué clase de resultado es ese? —espeta.

—El único que por el momento tenemos a la mano —confiesa Sylvia, de brazos cruzados—. Que Twilight en persona se encargue.

—Administradora, con todo respeto —añade otro agente—. En estos momentos, puede que estén torturándolo para sacarle información.

—¡¿Ustedes por quien me toman?! ¡¿Creen que soy estúpida?! ¡¿Ah?! —vocifera la líder, irritada—. Si no tuviera la confianza que le tengo a Twilight, sin duda titubearía. Pero no tengo permitido caer en tales vacilaciones. Me sorprende que estén tan temerosos con la extensa trayectoria que el agente tiene con nosotros —agrega—. Twilight no es ningún amateur. Esperaría de el la muerte, antes de soltar algo. Yo les recomiendo que mejor se vayan a casa ahora y esperen hasta que amanezca.

—Y entonces ¿Para qué nos ha reunido? —examina Frost, malograda—. Si está tan convencida de los resultados que dé, Twilight. ¿Qué significa realmente?

—Los convoqué, porque puede que una nueva vacante se abra en caso de que Twilight fracase —advierte la bermeja, templada—. A estas alturas, ya todo es posible. Y conociendo el profesionalismo de nuestro mejor agente, se irá a la tumba con la información. Así que, vayan pensando bien a quien ponerlo en su reemplazo. Y no aceptaré críticas. Si quieren reclamarle a alguien, envíen una carta a los superiores. ¡¿Queda claro?!

Los otros agentes solo optan por acatar las ordenes, siendo lo mas indulgentes posibles. Se retiran de la oficina, con la sensación afligida de un posible fracaso fluctuante. No así, Fiona. Quien permanece firme en su posición y no mueve ni un musculo en la escena. Sherwood hace una pausa, girándose hacia ella.

—¿Algo que agregar, agente Nightfall?

—Si —confiesa la espía—. Bastante, la verdad. Pero no es una queja. Es más bien una acotación.

—Habla. Te escucho.

—Yo también confió en las habilidades del agente Twilight —revela la agente—. Pero si me permite aportar en algo, me gustaría ofrecerme yo como candidata a seguir con la operación Strix.

—¿Es una broma? —expresa Handler, pasmada— ¿Estás hablando en serio?

—Jamás hablé más en serio —sentencia, firme en su declaración.

—Es una locura —niega la mujer—. No tiene pies ni cabezas. La operación Strix necesita a un varón a la cabeza.

—La operación Strix necesita acercarse a Donovan Desmond para sacarle toda la información posible, al ser el político más influyente de Ostania —relata Nightfall—. Y en lo que a mi respecta, no ha avanzado mucho desde que comenzó. ¿O me equivoco?

—No te lo voy a negar —admite Sylvia, suspicaz—. Pero es justamente por eso que pedimos una familia en cubierto para infiltrarse en el mundo que recorre Desmond. ¿Qué pretendes? ¿Ser tú la señora Forger? Te recuerdo que ese puesto ya está ocupado por otra mujer.

—Lo tengo presente. Yor Briar, para ser exacta —aclara Fiona.

—Ah. Veo que la conoces bastante bien —Sherwood empequeñece los ojos, sagaz— ¿Acaso te has estado acercando a ellos sin mi permiso?

—Sin su permiso nunca. Con el permiso de Twilight si —esclarece.

—Sabes muy bien que eso está prohibido —le reprocha— ¿Por qué cojones estás interactuando con otro agen-…?

—Conozco a Yor Briar. Sobre todo, a su hija, Anya —relata Frost, interrumpiéndola de sopetón—. Loid la trajo un par de veces al hospital en el cual trabajamos juntos.

—Se mas clara —demanda la superior—. No te permito que me hables en códigos a mí. ¿Quieres formar una familia homoparental con otra mujer?

—No del todo —niega, templada—. En realidad, propongo ser yo quien los acerque a Donovan. Se muy bien que debo hacer y que estrategias crear en esa familia.

—Te estas extralimitando, Nightfall —farfulle la bermeja, molesta—. Odio cuando me intentan pasar por encima.

—Estoy hablando en un caso hipotético. Piénselo, por favor. Nadie mejor que yo conoce a Twilight —sentencia—. Mas que mal, el mismo me entrenó en persona. Y el objetivo sigue siendo el mismo.

—…

Handler hace una pausa, apretando los labios con desazón. La idea le disgusta demasiado. Y va en contra de todo pronostico incluso fatídico. Pero si Twilight llegase a fracasar. ¿Qué opciones tiene? Consultarlo con los altos mandos, suena irrisorio a estas alturas. Ya en el pasado había designado a otro hombre a la operación y fue un fracaso total. Luego del caos provocado en Frigis, no se puede permitir mas errores estúpidos. Se gira sobre su silla, dándole la espalda. Y sentencia finalmente.

—Bien. Lo pensaré —comenta—. Pero te pido seas discreta. Yor Briar es la hermana de un sub teniente renombrado en seguridad estatal. Como descubra todo esto…

—No sospechará nada. Tiene mi palabra —determina la agente.

—Haz lo que tengas que hacer. Ahora, puedes retirarte —ordena.

Fiona abandona la oficina con un dejo de ansiedad que la mantiene expectante al resultado final. Y es que su amado Twilight se encuentra en aprietos. No pretende remplazarlo realmente. Muy en el fondo de su corazón, solo busca cuidar lo que ha construido con el paso del tiempo. Aunque sea…una persona non-grata para la familia. Encontrará una forma solapada de escabullirse en la intimidad, con el afán de proteger sus sentimientos. Al menos, es lo que cavila con sinceridad. ¿Podría entonces acercarse sin causar problemas? Pensaba, observando el cielo nocturno con hipocondría. La nieve se ha derretido por completo.

—Va a llover…

Cuartel general de seguridad estatal. A la mañana siguiente. 8:20AM.

—¿Tu eres mi abogado? —sisea Loid, dándose una palmada en la cara—. Dios, Franky. Dime que al menos escogiste una identidad decente esta vez.

—¡Claro que sí, bobo! —berrea Franklin, con un bigote y mascara prominente—. De hecho, me llamo Clark Kent ahora.

—¿De donde mierda sacaste ese nombre? —Forger parpadea, incomodo.

—Ni idea. Lo leí en una historieta cómica para niños —despabila—. Oye, no es momento para represalias. ¿Ya leíste el informe que te pasé? Los cargos son varios.

¿Por qué no me extraña? Este es otaku y no se entera —exhala, rendido— Si. Ya lo hice. Son bastantes, la verdad. Pero lo he negado todo, como imaginarás. De hecho, las fotos no me inculpan para nada. No es mi rostro. Afortunadamente tomé resguardos.

—¿Cómo demonios te llegaron a seguir? —masculle, afrentado—. Y encima uno de la policía. ¿Acaso no te enteraste?

—Yo siempre me entero de quien me sigue. No soy ningún novato —se defiende el espía, malogrado—. Y no. No era cualquier idiota. Era Yuri Briar.

—¡¿Qué?! —chilla— ¡¿El policía predilecto?!

—Baja la voz, idiota —lo reprende de vuelta.

Perdón —sisea, cabizbajo— ¿Por qué mierda te dejaste seguir por él? Pudiste haberlo parado antes.

—Lo sé. Pero resulta ser que Yuri es el hermano de Yor —revela el rubio, derrotado—. No tuve mas opción. En algún punto, me enfrenté a él. Pero…bueno…—desvía la mirada, abochornado—. No lo entenderías…

—No. Obvio no lo entiendo si no me lo explicas —le reclama Franky— ¿Qué sucedió realmente?

—Nada. Eso pasó —Loid se encoge de hombros— ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué lo matara? Por favor…

—Bueno… ¿Sí? —inquiere el informante— ¿No se supone que a eso te dedicas? Debes silenciar a todo sospechoso.

—¿Ves? Por eso dije que no lo entenderías…—el ojiazul se reclina sobre su silla, cruzando los brazos con desazón—. Lo siento. Simplemente no lo logré.

—¿No lo lograste o…no quisiste hacerlo? —cuestiona el ingeniero, suspicaz—. Vamos, a mí no me mientas. Soy tu abogado.

—Del diablo —bufa Twilight—. Porque te mueres de hambre si fuese real.

¡Esto es serio! —berrea el muchacho—. Loid, las cosas están candentes en Wise. Se de muy buena fuente que anoche la administradora convocó una reunión para buscarte reemplazo.

—Natural ¿No? Yo solo soy un peón en este asunto —le resta importancia—. Si yo muero, debe alguien tomar mi lugar.

—No estás captando nada ¿Verdad? —protesta Franky, mosqueado—. Loid…tu no puedes morir. Tienes que resolver esto. La chica esa…Yor. Y tu hija Anya. Ellas dos…

—Ah. Ahora si nos estamos entendiendo…—bosqueja Forger, con una sonrisa pueril en los labios.

—¿Qué…?

—¡Solo 5 minutos más, Forger! —advierte el carcelero, pateando su silla— ¡Date prisa, traidor!

—Franky, necesito que me saques de aquí cuanto antes. El juez vendrá a mediodía a leer mi sentencia. Antes que todo, por favor, entrégale esto a Y-…—recula, haciendo una pausa—. A mi esposa…—le extiende una carta sobre la mesa—. Es de suma urgencia. Ya me encargaré yo de los cargos. Repasaré tu estrategia y nos veremos aquí en la audiencia ¿Ok?

—Loid, en verdad quiero ayudarte. En serio —Franklin acepta el sobre, descalabrado—. Pero me prohibieron acercarme a tu familia. Ordenes de arriba. Han asignado a un sustituto para relevarte de manera provisoria hasta que salgas de aquí.

—¿Qué dices? —pestañea, absorto con su declaración—. Nadie puede reemplazarme realmente. ¿Quién es?

—Pues…

[…]

Una ducha caliente socorre a cualquiera que se sienta aletargada por un problema gigante. Es lo que repasé, mientras me secaba el cabello. Mi fisonomía se defiende fija frente al espejo. Aunque no distinga del todo si es agua la que escurre por mis mejillas, o son lágrimas. Ya no quiero atormentarme mas en lo que pasó. Salí del baño con la impresión de no permitirme ser sínica esta vez. No estaba fingiendo, ser una madre. Iba a serlo, de plano y lleno. Anya demoró mas de la cuenta en despertar esa mañana. Pero Bond me ayudó, sensitivo al notar que yo no me encontraba con el mejor de los ánimos. Le lamio la cara hasta que, de mala gana, despertó. Le di un baño calientito, le serví su desayuno y le alisté su mochila con los útiles acorde a una clase de martes. La dejé en el paradero hasta que el bus escolar llegó. Aunque no sin antes, inventar mil excusas sobre la ausencia de su padre. En mas de una ocasión preguntó por él. A lo que yo respondí hipócritamente.

—Tuvo una emergencia muy temprano en la mañana. Se fue antes de que te levantaras. Ya vendrá a casa hoy.

Se quedó muda por unos instantes, como si estuviera indagando en mis pensamientos. Fue extraño de percibir, pero como aceptó la idea con saciedad, me di por pagada. Odiaba mentirle a esta niña. ¿Pero que más podía hacer? Seguir mi rol…

Cogí mi abrigo y me dispuse a tomar una nueva jornada laboral en el ayuntamiento. Mis compañeras se mostraron jocosas como de costumbre. Cada quien cacareando sus historias de vida, anécdotas y malos ratos del sinsabor que les provocaba sus sonsas vidas. Mientras yo, aparentaba desvarío al confesar no entender mucho lo que transmitían. En el fondo, no deseaba prestarles atención. Seguía pensando en Loid y en lo que podría estar viviendo tras las rejas. A eso del mediodía me dispuse a ir a almorzar. Estaba inapetente. Vagué errática por los restaurantes de la urbe un montón de veces, hasta que di a parar con un puesto de wafles. Es lo que mi estomago soportaba. Hasta que le di el primer bocado. Y recordé los panqueques que mi marido solía preparar para el desayuno. Al tercer mordisco, me dio nauseas. No logré terminar mi comida. Me paré. Pagué. Y regresé a la oficina. Para cuando entré, nadie aún había vuelto. Me había tomado menos de un cuarto de hora de lo asignado. Intenté concentrarme nebulosamente en lo que tenia que transcribir esa mañana. Un sinfín de documentos y títulos en pliegos que me hartaba rellenar. Pero era el papeleo de costumbre.

Llegó a mi poder una citación de divorcio que debía ser despachada al registro civil de Berlint. Nuevamente, un par de lagrimones rodaron por mis mejillas. Mis dedos estaban paralizados entre las teclas A y M. La desdicha me consumía por dentro, imaginando que los protagonistas de dicho certificado éramos Loid y yo. No estoy soportando.

Alguien tocó mi hombro. Era mi jefe de planta. El señor Matthew MacMahon, director de políticas del ayuntamiento de Berlint. Un hombre canoso, anciano y de anteojos. Por supuesto, parte y miembro predilecto de Garden. Me dijo.

—Ya todos estamos informados de tu situación. Si te es muy difícil sobrellevarlo, te pido te tomes vacaciones.

El era un sujeto muy directo para hablar. Obedecía a lo altos mandos de mi jefatura directa. Ante tal aseveración, dejaba entrever que me estaba volviendo débil. Presa de mis sentimientos. Algo que no debía tener. Me vi tentada a confesarle algo indudable de mí misma. Pero a estas alturas, ya nada presagiaba mi estado anímico. Por lo que le respondí.

—Gracias, jefe. Lo tomaré en consideración.

Tomé mis cosas y me fui a casa. En realidad…no me siento bien. ¿A quien quiero engañar? No dejo de pensar en Loid. No dormí nada la noche anterior. Ni si quiera quiero comer. Ni si quiera quiero salir de casa. No. Ni si quiera quiero salir de mi cama. ¿Hasta que punto he llegado a permitir que esto me afecte a nivel celular?

Saqué las llaves para entrar al apartamento. Y vislumbre una sombra en la entrada. Era una mujer. Alguien, que ya conocía desde antes.

—¿Fiona? —pregunta Yor, acongojada— ¿Qué haces aquí?

—Buenas tardes, señora Forger —respondió con voz metálica, la mujer— ¿Tiene un momento? Me gustaría hablar con usted.

Fiona era la compañera de trabajo de Loid. Anya había comentado desde antes que compartían mucho tiempo juntos en el hospital. Pero ahora que yo estaba consciente de su verdadera identidad, no me cabía duda alguna de que ella…también era una espía. Alguien, que conocía la verdadera identidad de mi marido. La invité a entrar, sirviéndole indulgentemente una taza de té. Aunque ahora se mostrara menos indiferente que otras veces, discurrí que su visita no era una mera coincidencia. Debe de estar al tanto de la situación. Fue por eso mismo que la dejé sentarse en el sofá de mi hogar. Porque de venir con otras intenciones…la mataba ahí mismo.

—¿Qué se te ofrece? —preguntó Briar, desconfiada.

—Iré al grano —expresó Fiona, recelosa. Dilatando un sobre por la mesilla de centro —. Loid te manda esto.

—Ya veo. Así que mi esposo ha mandado una carta con una amiga —falseó Yor, fingiendo inocencia. Coge la misiva y la relee—. ¿Se encuentra bien en su viaje?

—¿Cómo?

Lo sabía. La he descolocado. Ellos en verdad aún no saben quien soy. Lo cual sin duda me da mucho alivio —sonríe la señora Forger, jocosa—. Si, disculpa. Es que me dijo que se iría de viaje por un tiempo. Temas de trabajo. ¿Qué es? —regresa a la carta— "Yor, discúlpame. He tenido que marcharme por temas laborales. Ha surgido de improvisto, dado que uno de mis pacientes es un alto mando del gobierno y tuve que salir de la ciudad. Regresaré para el fin de semana. Por favor, cuida de Anya por el momento. Con cariño, Loid" —alza la vista, a la muchacha—. Ah, todo bien. Sigue atareado. ¿Es eso?

Fiona frunce el ceño y de paso, toma un sorbo extenso de la taza de té que le servido. Finge aparentar que yo me he mostrado demasiado ingenua a su afrenta. Pero tengo mas que claro, que esta mujer busca ha regañadientes reemplazarme hace meses. Tonta no soy. Otra cosa es que me haga la que sí. Como no emito palabra alguna y el silencio se vuelve nocivo en el ambiente, acota.

—Si. Es eso —expresa la peliblanca, confundida— Entonces esta chica ¿Aun no se entera? Me cuesta trabajo creerlo. Su propio hermano fue quien apresó a Twilight. ¿Tan tonta es? No. No puedo pensar algo tan infantil como eso. Twilight la eligió por algo. Algo tiene que tener…no puede ser tan estúpida. Me apegaré al protocolo…—carraspea, serena—. Discúlpame, solo soy una buena amiga que intentaba transmitir un mensaje. ¿Todo está bien por acá?

—De maravillas —falsea Yor, ruborizada—. Mi hija está en el colegio y hago los quehaceres del hogar mientras espero el regreso de mi marido. En verdad, te agradezco el gesto. Debes de ser una muy buena amiga —sisea— Mentirosa. De seguro buscas robarme el lugar. Date por pagada porque de aquí ya no me mueve nadie.

Ya sabe quien soy y lo que busco. Ja…Twilight. Te lo tenias bien guardado ¿No? Esta mujer…es imposible —comenta, como si nada—. No hay de que. Creo que ya te di el mensaje. Ya me voy —se levanta, caminando a la puerta. Aunque no sin antes agregar—. En caso de que T-…digo, Loid, no regrese. ¿Tienes algún plan en mente?

—¿Qué Loid no regrese? —Briar ladea la cabeza, en una hipócrita pregunta— ¿Cómo? ¿Insinúas que mi esposo nos abandone de pronto?

—N-no. Yo no-…—Nightfall se retrae en su lugar, pasmada. No sabe que responder.

—Eso no va a ocurrir. El volverá para el fin de semana —asiente, jovial—. Gracias por la carta. Que tengas buen retorno —le abre la puerta, despachándola— Adiós~

Tsk…esto está perdido…—Fiona esboza una sonrisa idílica, saliendo de mala gana del piso—. Cuídate. Adiós…

Ya vete. ¿Qué quieres? ¿Qué en verdad me trague su historia? Pero si yo también tengo la mía. Si tan solo supieran quien soy realmente, no se presentarían en mi casa de manera tan santa, sin un cuchillo bajo el abrigo. Quien desee provocar conflicto en mi hogar, se las verá con mi peor humor. De plano lo digo. Cierro la puerta y azoto la carta contra el suelo. Me da una impotencia colérica saber que Loid se ha llevado la peor parte solo. Está haciendo lo humanamente posible para salir de ahí e incluso me asegura un fin de semana juntos, como si esto se tratase de un juego de suerte. ¿Estas tirando la ruleta rusa? Porque como no llegues para el sábado, realmente me enfrentaré a ti, esposo.

Ahora…solo queda esperar…

Viernes. 17:20PM. Hora de la sentencia.

—Las pruebas presentadas, no son del todo congruentes con los compromisos que se enjuician —determina el juez—. Por lo que este tribunal ha determinado, desestimar todo cargo injuriado sobre el demandado. Las imputaciones han quedado abnegadas al otrosí, por cuanto Loid Forger es ciudadano legítimo de Ostania, casado y con una hoja de vida intachable. Paga sus contribuciones, aporta a la comunidad como psiquiatra en el hospital de Berlint y sin duda, es un honorable civil digno de admirar. Se obstruye la carpeta, con sentencia inmediata —golpea el mazo, contra el estrado—. Acogiendo la contra demanda. Con el pago inmediato en asunto "indemnización" de uno, punto, treinta marcos nacionales, otorgados por calumnias e injurias hacia su persona. Siendo amparado por la ley de alejamiento conyugal. Debe regresar de inmediato con su familia y ser reinsertado en la sociedad como esta corte demanda. Se cierra la sesión.

Loid y Franky estrechan la mano. Mientras el general de la guardia civil fulmina con la mirada a Yuri. El veredicto es unánime. Es absuelto de todo cargo y sale invicto de tal juicio. A las afueras de la corte, es escoltado por un auto de vidrios polarizados, que con obviedad lo trasladarán hasta la organización Wise. Allí, podrá dar sus descargos. Aunque ahora mismo…lo único que su corazón anhele, es volver a casa. En compañía de su esposa e hija.

[…]

Hoy decidí ponerme bonita. Para mi misma. Para darme ánimos. Anya estaba de muy buen humor, puesto que le transmití que su padre regresaría de aquel viaje para la mañana siguiente. Así que puse todos mis esfuerzos en tratar de preparar una cena digna de ambas. Algo que de verdad fuese comible para ambas. En realidad, mentí. Pedí comida a domicilio, haciéndola pasar por un banquete. Ella no lo notó. No me importaba. Solo deseaba hacerla feliz y complacer sus gustos. Así que degustamos platillos ricos en compañía de Bond, jugamos un rato, estudiamos (de mala gana para ella) y se fue a dormir temprano. La semana para mi transcurrió lánguida y muy melancólica. Aun conservaba la carta endeble que Loid escribió para mí. Era mi único consuelo para pasar noches de penurias. Las pesadillas recurrentes, me asaltaban aún. Mas no sucumbí a ellas. Era el miedo encarnecido de mis propios argumentos que tontamente, quise asimilar sin tener un argumento válido. Para eso de las 22:30PM, yo me encontraba lavando trastes en la cocina. El timbre sonó. Sopesé la idea de que no era el, dado que tenia llave para entrar y jamás llamo a la puerta. Pero en cuanto abrí y lo vi ahí, frente a mi…mis rodillas trepidaron trémulas frente a lo que contemplaba. Era Loid Forger, en persona. Mi marido. Un poco magullado, con expresión abatida, medio sucio, pero con la característica sonrisa afable que lo identificaba como el padre de familia que era. ¿Cómo recibirlo realmente? Me replantee. Mientras el solo decía…

—Hola, Yor. He vuelto de mi viaje. ¿Anya se encuentra bien?

Con una mierda y todos los dioses del altísimo. ¿Qué carajos pretendía que le respondiera? ¿Qué nada había pasado? ¿Qué todo esto coexistió de un mal sueño? ¿Qué no viví en carne propia su prisión? ¿Qué yo no era consciente de quien era realmente? ¿Qué seguía fingiendo ser una esposa caritativa al cuidado de una hija acogida? ¿Qué no percibía nada, porque soy neciamente retrasada? ¿Qué no profesaba nada por él? ¿Qué no puedo-…?

—Hola, Loid —sonrío, afable Yor—. Bienvenido a casa. ¿Cómo te ha ido?

Mierda. Yo no tengo remedio. Fue como darme un disparo en el pie. Era lo mismo que lacerarme la espalda luego de mentirle a mi madre, como un pecado concebido. ¿Acaso debía seguir este enfermizo juego al pie de la letra? O ya tenía permitido ser yo misma. Porque ahora mismo, no pued-…

No logré finalizar ninguno de los pensamientos aberrantes que me asaltaban. Dado que el, se abalanzó hacia mi cual niño pequeño después de pasar meses sin ver a su madre. Y me abrazó. Un regalo enviado del universo, asignado del ángel mas indulgente de todos. Loid nunca me tocó un pelo, en los años que vivíamos juntos. Y cuando pretendió tener un minio de contacto conmigo, yo lo golpeaba. Todo esto, producto de no saber cómo expresar ni gestionar bien o de manera sana lo que sentía. Sin embargo, apreciar la calidez de su anatomía contra la mía, en un abrazo tan sensitivo me robó el aliento. Y ya no tenía ganas de golpearlo. Correspondí tal gesto, rodeándolo con mis brazos con la premura de un sentimental mohín cariñoso. Fue increíble, poder conectar con él en ese momento. Nuestros pechos se acoplaron al unísono, apegándose al sentimiento del abandono como un marido y su mujer harían. Jamás experimenté nada igual. No era morboso. Ni mucho menos sexual. Era sublime. Se sintió extraordinario. Sorprendentemente él se separó de mi y besó mi frente, como lo haría una pareja a la suya. Yo no dudé en devolverle el ósculo, acariciando mis labios contra sus rosadas mejillas. Un momento tierno que recordaría para siempre en mi retina.

Volvimos a abrazarnos un poco más. El frotó su rostro contra el mío, como un gatito. Poco menos y lo escuchaba ronronear. Yo reí divertida, acalorada por el sentimiento de placer que me daba olisquear su aroma. Su perfume de varón. Tan rico para mí. Exquisito. No sabía que Loid oliera tan bien. Apestoso en afecto. Me gustó muchísimo.

—Tengo hambre. ¿Comemos algo?

Me preguntó, aunque estuviera consciente de que yo cocinaba horrible. Aún así, me exigió degustar mi mano. Lo senté en la mesa y le serví parte de las sobras que habían quedado del pedido. Comió hasta que las mejillas le llegaron a doler de la felicidad. Nunca antes disfruté tanto de tenerlo en casa. Su ausencia me había abierto un nuevo panorama en mi vida. Uno, en donde no me concebía vivir sin él. Ahora mas que nunca refuerzo lo que siento por este hombre. Puede que el piense que seguimos siendo una pareja ficticia. Sin embargo, insospechado para el se ha transformado en mi mundo. Mi vida completa gira en torno a él. Lo eche tanto de menos…que juraría mi estúpida mirada embobada delataba todas mis intenciones.

Tan lindo…verlo sentado frente a mí. Regalarme esa sonrisa preciosa que ahora me encanta, no puedo describir lo que me provoca. Creo que, lo am-…

—Yor —murmura Loid, dejando de lado los cubiertos. Y tomando una posición mucho mas templada—. Tenemos que hablar de algunas cosas…

—¿De verdad? —musita la muchacha, jovial—. Y yo que pensaba que podríamos solo hablar de como estuvo tu viaje de negocios.

Yo sé. Pero ¿No podemos solo dejarlo de lado por un segundo? Por favor. Se que tenemos mucho de que dialogar. Solo…déjame contemplarte un poco más, con esa belleza que me motiva a ser mejor persona. ¿No te duele la cara de ser tan lindo? Es que te extrañé tanto…

Desde que entré por esa puerta no ha parado de verme de esa manera. Siento como si me estuviera desnudando con la mirada. ¿Qué ha pasado? ¿Es posible que quizás Yuri le haya contado…? No. No tiene sentido. Si Yor estuviera al tanto de la verdad, lo mas seguro es que ni si quiera la hubiera encontrado en casa para cuando volví. Vale. Creo que…de verdad me ha extrañado. Lo mejor será…omitir algunos detalles— Bueno, tienes razón —carraspeó el señor Forger, llevando una servilleta a sus labios—. En realidad, ha estado muy bien. Pero lamento una vez no haberte podido avisar a tiempo. Fue algo fortuito. Pero finalmente lo pude solucionar y hasta me dieron un par de días libres para descansar.

—Me alegra mucho saber que todo salió a la perfección ¿Quieres mas vino? —le ofrece— Increíble. La manera en la que todo este tiempo a sobrellevado la mentira con tal profesionalismo…sin duda es algo que solo el agente Twilight podría soportar—. Si quieres saber sobre que sucedió en tu ausencia, no pasó nada malo. Anya ha mejorado bastante y la próxima semana tiene exámenes. Lo que es yo, sigo con mi trabajo, aunque demasiado papeleo a veces me confunde, jeje.

¿Realmente no sospecha de nada? Debo saberlo —bebe un sorbo de la copa—. ¿De casualidad no vino nadie a verte en mi ausencia?

—¿Eh? ¿Te refieres a tu compañera? —consulta, con ojitos curiosos.

—No. Quiero decir…—¿Fiona tampoco le contó nada? —. Bueno…algo así. ¿No has recibido visitas de tu hermano tampoco?

—Mh…no. Para nada. Como te he contado, estábamos solas Anya y yo.

—Ya veo. Y de casualidad…—Aun así, debo insistir o no estaré tranquilo— ¿Tampoco has notado que alguien te siga o gente desconocida parada frente a la casa?

—No. ¿Por qué habría de pasar eso? —sisea, distraída—. Quizás, quien sabe. Pero ya sabes como soy a veces. No suelo fijarme en pequeñeces.

Loid estaba poniendo un esfuerzo sobrehumano para pasar desapercibido. Pero estaba al tanto de a donde quería llegar con tales interrogantes. En estos momentos, lo único que me inquietaba era sus intenciones por revelarme su identidad. Rogaba que por favor no lo hiciera. No deseo…saberlo. Le noté nervioso y vacilante en mas de una ocasión. Seguramente se las estaba ingeniando para proyectar un plan solapado que le sirviera de tapadera. Sin embargo, yo no le daría pie para tal chance.

—¿Te preocupa algo, Loid? —consulta la señora Forger, de manera inocente—. Te noto un tanto turbado.

—¿Yo? ¿Preocupado? No, no. Nada de eso, jeje —Mierda. Estoy bajando la guardia. No puedo darme ese lujo. No ahora que mi situación estuvo a punto de salir a la luz—. Sucede que como te comenté en la carta, estuve trabajando para un agregado político. Alguien muy importante para la nación —explica, templado—. Y ya sabes como funciona este tema. Muchas de esas personalidades son escoltadas por guarda espaldas o gente de inteligencia que se encarga de velar por su seguridad. Mas si se trata de comprometer su salud mental. Entonces, pensé que quizás alguno de ellos podría haberse dado una vuelta por casa…

Mentiroso —bufa la pelinegra, animada—. Pues te puedo dar fe con seguridad, que no ha cambiado nada aquí. De verdad.

Vale. Si es así, entonces lo mejor será…dejarlo pasar. Definitivamente Yor no sabe nada. Y de cierta forma…me siento demasiado aliviado por eso —exhala, renuente frente a la plática. A lo que agrega finalmente—. Genial. Todo bien entonces. Por cierto, la cena ha estado exquisita. Pero estoy algo agotado por el viaje y me gustaría darme una ducha.

—Por favor, por mi no te detengas. Tu ve a descansar y yo me encargo de todo —asiente su cónyuge, levantando los platos de la mesa—. Antes de irte a dormir, te pediría pases a darle las buenas noches a Anya. Estuvo preguntando por ti y te echó mucho de menos.

—Claro. Lo haré —expresa, sereno— ¿Solo Anya…? Por unos segundos, creí que ella también…—despabila—. Con permiso.

En cuanto le di la espalda, me percaté que cojeaba sutilmente de la pierna derecha. Examinando mas a fondo su rostro, también advertí un ligero uso de base en crema desde la frente hacia la sien, pasando por el pómulo y la oreja. Seguramente le habían molido a palos u torturado estando preso. El solo hecho de figurar una escena cruda como esa, me removió las entrañas con pesadez. Me pregunto…cuantas misiones ha realizado a lo largo de nuestro matrimonio, recibiendo golpes y revistiendo magulladuras cutáneas. Noches enteras encerrado en su cuarto, curando sus heridas en silencio, cual perro lastimado. No me agradaba la idea. Quizás si nuestra relación hubiese partido por la sinceridad de nuestros trabajos, yo hubiese sido el pilar fundamental para cuidar de él.

Mientras fregaba trastes, recordé la noche en la que le pedí que nos casáramos. En esa época, Loid mencionó hacer terapia de golpes con pacientes que mas tarde comprendí, eran delincuentes atacándonos. Malhechores al acecho. Si bien al final del día todo salió apropiado, concluí que, en realidad, juntos hacíamos una pareja increíble. El sabía pelear muy bien. Y yo tenía lo mío, defendiéndome a patadas y puños. De haber seguido esa delgada línea de violencia, probablemente no hubiéramos podido forjar una familia sana para Anya.

Anya…

Cierto. Era otro punto a debatir. Anya no es la hija legitima de Loid. Todo indica, que fue adoptada por el. La historia de su difunta esposa, el colegio, anécdotas irrisorias que ahora cobraban sentido. Un eufemismo como excusa perfecta para usarla en pos de una misión. ¿En verdad me había casado con un hombre así? ¿Tan frio y meticuloso? Vamos, que cosas estoy pensando. Si yo hice exactamente lo mismo. Los estaba utilizando también ¿No? Que sensación tan amarga. Ambos, compartíamos el mismo pecado del engaño. Ella solo era una víctima de nuestros maquiavélicos caminos. Ciertamente…no es algo que le desee a una pequeña huérfana. Me parece cruel e indolente contarle la verdad. Si Anya se enterara de todo esto…le partiríamos el corazón.

Y lastimarla, es lo mismo que lastimarme yo.

Ya no hay pie atrás. No puedo renunciar ahora.

Sequé la vajilla y guardé todo en los cajones de la cocina. Exhalé hondo y profundo, bosquejando una mueca sensitiva que determinaba la incredulidad en su estado mas ficticio. Yo no se nada. No me he enterado de nada. Todo sigue como de costumbre. Ahora en más, mis prioridades y objetivos habían cambiado radicalmente. Si Loid está pensando en la mínima idea de abandonarnos, no lo permitiría. Aunque eso me costara…llevarme a la tumba la mentira.

Le vi entrar y salir de su cuarto, con actitud malograda. En algún punto, se giró a mirarme y nos suspendimos en un silencio frugal que especulé, sería el preámbulo perfecto para que me dijera algo. Movió los labios. Y yo lo interrumpí de golpe.

—Esta mañana fui por tus camisas a la tintorería. El sastre también me entregó las nuevas medidas para los trajes —mencionó pausada, la esposa—. ¿Recuerdas que tenemos el banquete del colegio Edén la próxima semana?

A pesar de haberme ausentado, Yor continuó con todo al pie de la letra. Sin duda es una mujer muy organizada, aunque lo suyo solo sea recoger cosas y limpiar —asiente, complacido con la información—. No lo olvido. Te agradezco que te hayas encargado de la casa mientras no estuve. Pasaré por la sastrería el lu-…

—Vamos juntos —le interceptó Briar, gesticulando un mohín afectuoso—. Ya que estuviste tantos días lejos, sería bonito que pudiéramos hacer cosas cotidianas, entre los dos. ¿No te parece?

¿Quiere acompañarme? Nunca antes solicitó tales atenciones. Algunas tareas las designamos de manera solitaria y no en conjunto. ¿Quizás teme que me vuelva a desaparecer? —parpadea el rubio, aturdido. Pero al mismo tiempo, tenuemente suspicaz—. Claro. Que gran idea. Puedes venir conmigo. Vamos los dos.

—Bien —sonríe la fémina—. Hasta mañana. Que descanses.

—Hasta mañana…

Permanecí de pie en el pasillo un poco más, cerciorándome de que entrara en su cuarto como un caballero dejaría a una damisela en la puerta de su casa. ¿Cómo podría tomarse algo así? ¿Realmente tengo miedo? ¿O solo me estoy asegurando de que no vuelva a escaparse de mi vista? Esa pesadilla…

Negué con la cabeza, sacudiéndola lo suficiente como para que mis neuronas crujieran. No temas, Yor. Loid no irá a ninguna parte. No ahora, que ya se quien es. Apagué la luz del apartamento y me retiré la habitación. Aunque no sin antes, reposar entre la rendija semi abierta de la puerta y el salón. La voy a cerrar. Y para cuando despierte…el seguirá en casa, como siempre. Aun confió en ti…Twilight. Juro, que aún lo hago.

[…]

—Estás fuera de la misión —sentenció Sylvia, con el entrecejo fruncido. Le extiende un documento sobre la mesa—. Se acabó.

Centro de inteligencia de Westalis. Wise, a la mañana siguiente. 10:10AM.

—Con todo respeto, administradora —protesta el espía, receloso frente a su demanda—. Solicito se abra un sumario en mi contra para determinar tal orden.

—No es algo que yo esté decidiendo de forma arbitraria ¿Sabes? —indica la pelirroja—. Lo que pasó fue extremadamente arriesgado, Twilight. No solo para ti. Si no también para nosotros. Nos comprometiste. Tuve que convocar código rojo, incluso.

—Algo que sin duda no estuvo a mi alcance —reniega el ojiazul—. Y que por lo demás, no veo la firma de los altos mandos en este documento —lo relee.

—Siempre está a tu alcance, Twilight. No quieras hacerte ver como un novato —refuta Sherwood, mosqueada—. Si pudiste solucionarlo, fue meramente por ayuda del informante.

—Franky no hizo nada mas que presentar las pruebas que yo mismo le entregué —rezonga el varón—. El caso está cerrado y Ostania ya no sospecha de mí.

—Bien. Te lo concedo —gruñe la mujer, con actitud hosca—. Pero tendrás que presentar un informe claro al respecto, si quieres realmente zafarte de esta. Y no creas que, con un sumario, se resolverá.

—Haré lo que tenga que hacer al respecto —determina Forger—. Pero me rehúso a aceptar mi renuncia por algo que finalmente, concluyó. Aquí entre nos, Handler —agrega el espía, cerrando la carpeta y devolviéndosela de paso—. A la que tengo que convencer, es a ti.

—¿Tanta estima me tienes? —ríe, irónica.

—Es respeto, mas que otra cosa. Y creo firmemente que sientes lo mismo por mi —alega, con altivez—. Finalmente, es en mi en quien has depositado toda tu confianza durante los años que llevas en el cargo. ¿Cuándo te he fallado?

—Nunca, es verdad —acepta, desanimada—. Por lo mismo, esperaba que fuese la primera y última.

—Bien. Entonces, seré sincero contigo —Loid se remueve los cabellos, hastiado—. Porque imagino que es eso lo que buscas de mi ¿No?

—En realidad…—Handler se gira sobre su silla, desviando la mirada—. Ya sé mas o menos lo que ocurrió. Es por eso mismo que me preocupa tu estado mental.

—Te lo contó Franky —suspira, frustrado— ¿No?

—Por supuesto. Ese es su trabajo y se le paga por ello —admite la jefa—. Se muy bien que fue Yuri Briar quien te siguió esa noche y el mismo, te delató y te entregó a las autoridades. Al igual que el, le pregunté exactamente lo que ya imaginas. Su respuesta no me dejó tranquila. Me parece muy poco profesional que estés involucrando sentimientos por sobre tu rango.

—Créeme, es mucho mas complicado de lo que suena.

—Lo sé. Nunca fuiste un hombre sencillo de leer —admite la bermeja—. Pero es eso mismo, lo que te hacía un agente confiable. Y ahora…realmente no sé para quien trabajas.

—Mi lealtad continuará estando siempre para con mi nación. Westalis y alcanzar la paz entre ambas provincias es el objetivo final —sentencia Loid, fulminándola con la mirada—. Sin embargo, necesito que amplies un poco mas tu espectro de alternativas. Parte de la misión Strix es ganarme la confianza también de la ciudadanía, credibilidad en mi posición y por sobre todo…proteger la integridad de mi familia.

—¿Aunque sea falsa? —sugestiona Sherwood, empequeñeciendo los ojos con desconfianza—. Porque…imagino que sigue siendo falsa ¿O me equivoco?

—Es totalmente falsa —revela Loid, con voz metálica e inexpresiva—. Yor es solo una tapadera para mí. Anya también. Las uso a ambas como parte de un bien mayor. No hay relación alguna para especular otra cosa.

—Entonces debo suponer —sonríe, de manera solapada—. Que la razón por la cual no mataste al sub teniente Briar fue meramente una estrategia.

—Lo fue. Si acababa con su vida, mas de alguno se preguntaría por su paradero —afirma Twilight—. Es conveniente para mi que siga con vida. Le dejé seguirme porque había alertado a otras personas. Trazó una ruta de escape y posibles involucrados. Estaba haciendo su trabajo y debía hacerle creer que alcanzó su objetivo. Pero ahora que logró lo que se proponía y yo salí libre, ya nadie volverá a poner en tela de juicio mi identidad —testifica— ¿Me explico?

—Si…te explicas bien —reconoce Sylvia, aunque en el fondo no le crea una sola palabra de lo que dice. A regañadientes, acepta su historia—. Entonces… ¿Podrás lidiar con lo demás? Quiero decir ¿Quién te asegura de que Yuri no alertó a su hermana?

—Mi esposa no sospecha nada —asevera el varón—. Anoche la interrogué largo y extendido. Usé como justificación a mi ausencia un viaje de negocios. Nada personal ni comprometedor.

—Veo que elegiste bien a tu esposa, Twilight —ratifica—. Es más ingenua de lo que pensé.

—Es tonta. Torpe, distraída y no entiende muchas cosas —proclama el agente, estableciendo una sonrisa morbosa en los labios—. La tengo bajo control. Todo lo que yo le diga, se lo traga y cree al pie de la letra. No será problema alguno.

—Vale…me hace sentido para mi —aprueba la fémina—. De igual forma no tengo como rebatirte lo que me indicas. Asigné a Nightfall para que la siguiera durante estos días que no estabas. Ella concluyó exactamente lo mismo.

¿Nightfall estuvo espiando a Yor? —carraspea de vuelta, curioso— ¿Qué cosa concluyó, exactamente?

—Que es estúpida —bufa con zozobra, la administradora—. Escribió un informe completo. Y hizo mucho énfasis en —lee el documento— "No tiene idea de donde está parada". En pocas palabras.

Twilight aprieta los labios, callando de golpe tras escuchar aquello. Omite emitir palabra alguna. Ya sea de represalia o de afirmación. Decide establecer un vinculo sonsacado de un informe que, en definitiva, lo libera de todo cargo o culpa aparente. Coge su sombrero, asiente y camina hacia la salida. Aunque no sin antes agregar.

—Entonces, sigo activo en la operación Strix.

—Sigues. Asegúrate de que la niña consiga resultados pronto para acercarnos a Desmond —ordena—. Ya puedes volver a tu idílica fantasía de familia feliz.

—Gracias…

Loid brota desde el interior de aquella cámara de fotografías, con ambos puños duros; en un irascible sentimiento de desgracia. Sigue siendo el agente Twilight, quien por mesocracia y cortesía se jacta de grandes hazañas a lo heroico. Pero algo le irrita de sobre manera. Algo…que no está dispuesto a compartir con nadie. Lo único que tiene en frente, es el ayuntamiento que cruza la calle. Mismo en donde trabaja Yor.

Como nunca antes, se profesa falto de verdad. Un sentimiento agobiante que le aprieta la garganta, lo asalta. ¿Culpa, quizás? Nunca antes creyó verse capaz de falsear tanto su propia fe. Porque no había sido consecuente, de todo lo que dijo en aquella oficina. Muchas otras veces mintió. Sin embargo ¿Por qué ahora le dolía tanto haber dicho tales cosas? Una brisa gélida se levanta en el horizonte, lo que le invita a esconder el semblante bajo el velo de su sombrero.

No es momento para sentimentalismos, Twilight. De regreso a casa…pasaré a la florería.

Yor no era ninguna tonta. Ni retrasada. Yor para él, era…