Appraising
"¡Es un farsante! ¡Yo soy el examinador real!"
Todos sabían que algo así podría presentarse y todos querían creer que estaban preparado para cualquiera de estos contratiempos, pero ninguno lo estaba, no del todo. El cansancio después de haber corrido esa gran distancia en tan breve tiempo los estaba afectando; el razonamiento básico se veía nublado y las personas se volvían capaces de creer algo tan absurdo, obviando las muchas incoherencias en lo que estaba diciendo ese hombre.
Ella sabía perfectamente que todo eso no debía de ser más que una mentira, pero su mente no estaba posada en ayudar al resto a que lo descubrieran. En la realidad estaba centrada en ver cómo reaccionarían todos o, mejor dicho, en cómo reaccionaría aquel muchacho rubio.
Tiene ese recuerdo de haberlo visto desenvolverse con esa serenidad con la que reaccionó antes, esa calma propia de una persona que cree haber dominado sus emociones. Eso era como si ya hubiera pasado una parte del examen al que ella los tenía sometidos.
Pero ahora era distinto, ¿sería capaz de dejar de lado la mentalidad de grupo que se genera al haber recorrido tan largo camino juntos y evitar que eso nublara su juicio?
"Quizás esto sea parte del examen." Hasta ese punto nadie estaba muy seguro de quién era ese niño, sólo otro más del montón, pero su comentario cambió completamente el ambiente. Fue de una forma tan drástica que la amenaza que se cernía sobre el examinador pasó a convertirse en una duda total.
El instinto primario ería el no confiar en nadie más que en uno mismo, y esta dinámica amenazaba con replantearla.
"Hay una forma de averiguarlo," y era precisamente eso lo que ella esperaba: las palabras de ese joven, el qué tan fría podía mantener su mente en esa situación. "Si es el examinador real debería de tener una Licencia del Cazador."
Ese puede haber sido el comentario más coherente que había escuchado desde que se dio inicio al examen. Una sonrisa se curvó en los labios de la muchacha al no sentirse decepcionada en absoluto por ello, y es que se había creado un imaginario de ese joven y hasta ahora no se había visto decepcionada.
No pasó mucho más antes de que alguien encontrar una respuesta al dilema. El impostor estaba muerto.
Ciertamente Hizoka no se equivocaba al decir que su método era más sencillo, más rápido, pero ella era plenamente consciente de que sus acciones no fueron motivadas por el deseo de querer avanzar con la prueba. Lo hizo porque no quedaba mucho tiempo antes de que sus ansias de matar se hicieran presentes.
Valía la pena no quedarse cerca de él.
Eso es lo que todos debían de hacer sin importar el cómo. No quedarse cerca de él si es que apreciaban su integridad física en lo más mínimo. Realmente habría sido lo más sensato, pero esta curiosidad que la joven sentía por el º404 era cada vez más grande; tras haberlo visto bajo presión psicológica y analítica sentía ganas de ver su reacción en un encuentro físico.
Fue por eso que, al ver cómo él se quedaba levemente más atrás en comparación con el resto, decidió reducir su marcha un poco más antes de que todos fueran completamente separados por la niebla. Es en ese tipo de situaciones donde todos los sentidos tienden a ponerse en alerta pues nadie estaba seguro de cuándo atacarían, pero sí de que debían de encontrar una forma de reaccionar a tiempo.
Al salir de sus cuevas los murciélagos siempre giran hacia la izquierda para cazar. Pero ese mago no es un murciélago, mamá. Y quien apunte a muerte siempre irá por el pecho. ¿Realmente me quiere muerta? La diferencia es el instinto primario.
Piénsalo.
¿Atacaba por instinto o a matar?
Una parte de ella diría que tuvo más suerte de la que esperaba; ese primer ataque fue demasiado directo, totalmente azaroso. Él simplemente arrojó las cartas con la intención de que los insectos más débiles cayeran primero. Ella bajó sus manos para observar las dos cartas que acababa de atrapar: Cuatro de Trébol y Reina de Corazones.
Escaneó con rapidez el lugar en busca de cualquier posible afectado en la situación. Vio sangre y huesos cortados limpiamente, bocas con palabras ahogadas en gargantas cercenadas y esos repulsivos globos amarillos de grasa que residían bajo la piel humana. Eso era lo único de la escena que le repugnaba. Pero, ¡hey!. Allí estaba ese chico; armas en mano, posición de defensa, ningún rasguño. Hasta en eso pareciera tener el control sin hacer esfuerzo alguno.
Lo lógico, lo único sensato en una situación como esa, era mantener la distancia. No importaba cuántos se acercaran corriendo ni de a cuántos le atacaran, no tendrían las más mínima posibilidad y valía la pena asumir eso. La chica lamentó internamente el no haberse quedado un poco más cerca del grupo puesto que acababa de pasar a ser la próxima presa mientras los demás corrían.
"Parece que serás la siguiente," fueron su voz melodiosa y ese paso tentador los que le dijeron la verdad, él no estaba peleando enserio sino mas bien jugando. Sólo pasando el rato. Supo que podía usar eso a su favor, alargar la situación hasta que un algo en él se decidiera a posponerla, quizás en la búsqueda de que ella pudiera mejorar y darle una pelea más digna –que idealmente nunca llegue– en un futuro. Con tranquilidad, la joven levantó su mano izquierda, mostrándole el par de cartas que le habían sido arrojadas."¿Oh? eres bastante buena."
Ella no supo si fue algo bueno o malo el que la sonrisa de ese hombre se ampliara, pero sabía que algo interesante estaba por venir.
Hizoka no era una persona difícil de leer a nivel superficial, o al menos no lo era cuando estaba empeñado en simplemente matar, fue algo de lo que se dio cuenta al momento en que se acercó a dar el primer golpe. Lo complicado era su mente, esa mente que no era algo que se pudiera manipular en absoluto. No era una pelea que ella pudiera ganar, pero sabía lo que él buscaba, y las posibilidades que tenía de salir viva de todo eso eran más altas de lo que cualquiera esperaría.
"¡Maldito!" Más nunca se deben de subestimar los factores externos. Bien puede que la muchacha llevara en par de segundos esquivando, pero nunca hubiera considerado cuán impulsivo puede ser ese aspirante a doctor, quien ahora estaba listo para atacar—con un arma un tanto decadente firmemente sujeta en su mano, lleno de esa testarudez que lo motivó a regresar. Aun habiendo tenido la posibilidad de salvar su vida.
La joven se vio brevemente olvidada en la pelea, permitiéndose pasar a ser una mera espectadora. No obstante, no estaba segura de cuál de los siguientes eventos llamó más su atención; que el muchacho alegre de cabello negro decidiera regresar para rescatar a sus amigos y acabara golpeando a Hizoka; que el rubio no huyera, aún teniendo la oportunidad; o que Hizoka decidiera dar media vuelta, llevándose al impulsivo en su estado inconsciente y afirmando que todos habían pasado su examen.
"¡Gon! ¿Estás bien?" Pasaron unos segundos antes de que él pudiera contestar, lo cual no hizo con más que un asentimiento de cabeza. "¿Qué hay de ti?"
Ella no contestó, simplemente repasó detenidamente al muchacho con su vista. A la luz de fuera tenía un aspecto distinto a como lo recordaba en los túneles; más pálido y ojeroso, como si hubiera estado arrastrando un peso muy grande por demasiados años.
"Tenemos que seguirlos antes de que se acabe el tiempo." Dijo el pelinegro mientras se ponía de pie y olfateaba levemente el aire, hablando sobre cómo el olor de la colonia de Leorio era extremadamente fuerte. Lo suficiente como para seguir su rastro. Apuntó en una dirección a la par que el rubio cogía su boso, preparándose para correr junto al menor. Ella no tardó en seguirlos. "¿Quién eres? ¿Te hiciste daño?"
Pensó por unos instantes qué decir, sopesando sus opciones con respecto a qué personaje se podía crear con tal de acercarse a ellos y divertirse por un rato. Eran el muchacho que no gritó en el túnel y el joven que recobró su compostura en cosa de segundos. Valía la pena.
"Estoy bien, gracias a tu amigo y a ti." Fueron las primeras palabras que salieron de su boca desde que inició el examen, tratando que fuera de la manera más natural posible, dejando que una sonrisa apareciera en sus labios.
"Me llamo Gon. Tengo doce años." Dijo de una manera tan alegre que era difícil creer que se acababa de enfrentar a la muerte, o algo así.
"¿Y qué hay de ti?" Se volteó para ver al rubio, quien sólo se limitaba a observar la conversación. "¿Cómo te llamas? ¿Qué edad tienes?"
Pero bastaba con verlo para darse cuenta de que no parecía tener interés alguno en responder a esa pregunta. Probablemente era porque sentía que eso no le aportaría nada en su camino, que podría pasar de ella sin problema alguno y que no quería perder su tiempo con otra interacción humana. Aún así, no se negó del todo a contestar.
"Dicen que es de mala educación preguntar eso sin antes haberse presentado uno mismo," dijo, seguido por una pequeña pausa donde se hacía presente la ligera burla tanto en su tono de voz como en su media sonrisa. "Me llamo Kurapika," ella no aparó su mirada, como recalcándole que su respuesta estaba incompleta. El desvió su vista, tratando de ignorarla, pero no pasaron más que un par de segundos antes de que, con un suspiro de resignación, completara la frase. "Casi diecisiete."
Se volteó nuevamente hacia la muchacha, como si estuviera cobrando su parte del trato silencioso que acababan de crear. Ella prefirió responder sin rodeos, puesto que había decidido inventarse una personalidad inocente, una personalidad honesta.
"Mika. Pronto cumpliré quince," sabía que esos dos tenían sus ojos posados en ella por motivos que van más allá de lo usual en una persona que se acaba de conocer, o al menos eso es lo que la experiencia le había enseñado. "¿Ocurre algo?"
Lo había dicho con una inocencia que parecía genuina, como si no supiera de qué se trataba—aunque debía admitir que le agradaba la facilidad que eso le entregaba para incomodar a los otros a voluntad. No se imaginaba a Kurapika rompiendo el silencio con respecto a ese algo, a esos vacíos que había en su cuerpo.
"Es sólo que," pero no le sorprendía del todo que el menor estuviera dispuesto a decir algo sin pensar. ¿Qué palabra utilizaría para describirla? ¿Esquelética? ¿Cadáver? "Eres aún más pálida que Kilua."
No era una acusación, era solo un comentario que más encima dijo riéndose. Le hizo preguntarse si con el tiempo se había vuelto más centrada en sì misma. Quizás no era tan notoria como creía, y no sabía si eso la aliviaba o le molestaba profundamente.
"Desearía tener idea de quién me estás hablando." Ella rio con soltura, como si ningún otro pensamiento hubiera cruzado por su mente segundos atrás.
Por el momento, fue hasta ahí que llegó la conversación. Con el pequeño sonriendo ampliamente y la chica devolviéndole la sonrisa con falsedad. Puede que Gon haya sido demasiado ingenuo como para poner énfasis en lo obvio pero Kurapika, si bien no diría nada al respecto, no era alguien que pasaría ese tipo de cosas por alto.
Esa fragilidad física no era compatible con su rendimiento, y esa alegría y despreocupación no podía ser reales. No, él veía algo detrás de todo eso, y se intentaba convencer de que no le interesaba descubrir qué era.
