Weakness

¿Es posible levantar a un cerdo salvaje a mano limpia cuando, en realidad, pareciera que te fueras a quebrar en dos con la brisa más ligera?

Se enfrentaba a una situación que la dejaba en una clara desventaja. No tuvo problemas para noquear al cerdo, eso era sólo un juego de lógica, pero tener que cargarlo era otro tema. Podría usar sus medios, los tenía, pero no era su ideal. ¿Qué le quedaba por hacer? Fallar a estas alturas no era una opción para ella; no le avergonzaba la idea de no poder empujar a esa cosa, pero sí lo hacía el concepto de fallar. Eso sería simplemente humillante.

Soltó un bufido e inspeccionó un poco a sus alrededores, y no caminó mucho antes de encontrarse a una chica tratando con exasperación de noquear a uno de esos cerdos. Fue allí donde Mika vio su oportunidad.

"¿Todo bien?" Preguntó sin recibir respuesta, ya sea porque no le escucharon o porque prefirieron ignorarla. "Tienes que golpearlo en la frente." Dijo usando sus manos a modo de altavoz para asegurarse de que sería escuchada por sobre los ruidos de la pelea. Casi como un reflejo, la chica hizo lo mencionado y la bestia cayó. La muchacha con la placa #246 se pasó la manga de su camiseta a lo largo de su frente, quitándose las gotas de sudor.

"Hey, muchas gracias por eso," le sonrió y se acercó para estrechar la mano de la pelinegra. "Me llamo Ponzu."

"Mika. Encantada de conocerte."

"¡Qué formal suenas! No tienes por qué serlo, "comentó riendo. "Pero, ¿qué haces aquí? ¿No has pasado ya la etapa?"

"Oh, no. Creo que el examen se acaba aquí para mí." Murmuró agachando la cabeza, lista para poner en práctica su plan para avanzar sin hacer esfuerzo alguno.

"¿Y eso por qué? Sabías cómo derrotar a uno de esos." Apuntó al animal tumbado en el suelo, esperando a ser cocinado.

"Pero no tengo la fuerza para levantarlo," se encogió de hombros mientras miraba hacia abajo con lo que a cualquiera le parecería tristeza. "De todas maneras, te deseo suerte."

Se dio media vuelta y comenzó a caminar por donde vino, haciendo mentalmente una cuenta regresiva sobre cuánto le tomaría a esa muchacha en caer dentro de su juego de vulnerabilidad y compadecimiento. Ella no era una persona indefensa, pero podía aparentar serlo si la situación lo requería, y una cosa era segura: el examen no se acababa ahí para ella.

"¡Espera!" Mika reprimió una sonrisa y se volteó a verla con falsa curiosidad. "¿Sabes cómo cocinarlo para que tenga buen sabor?"

Por supuesto que lo sabía.

Sabía cocinar y sabía hacer magia con ello.

Esos colores, esos olores inundantes que solía usar para crear obras salidas de un cuadro que siempre acaban en la basura. Había leído tanto y se había instruido de tal manera que le era casi natural [—mente forzado] el preparar una comida que sabía sería impresionante, incluso sin haber probado bocado alguno—porque tampoco es como si se lo fuera a permitir, prefería ver a los demás consumir y caer en los placeres mundanos, sintiéndose superior a ellos.

"Por supuesto, es más fácil de lo que pareciera." Sonrió.

"Te propongo algo. Yo los llevo si tú los cocinas."

"Siento que sería como aprovecharme de ti," la manera en la que se mordió el labio lo hizo parecer casi sincero. "Pesan demasiado y—"

"¡De qué hablas! Tú ya me has ayudado, y si los cocinaras estaríamos totalmente a mano," cerró los ojos mientras decía eso, dándose un aire de sabelotodo. "Además, soy más fuerte de lo que parezco."

Mika asintió con un deje de tranquilidad, pensando en lo fácil que fue manipular a esa chica, en que había personas demasiado ingenuas y nobles que se dejaban guiar por un código moral que a la larga sólo podía traerles problemas. Rebuscó en sus bolsillos hasta dar con una madeja de hilos meticulosamente formada.

"Primero hay que amarrarlos y colgarlos desde algún árbol," Ponzu la miró con cara de confusión, ante lo que la pelinegra decidió explicarse un poco mejor. "Si lo atravesamos con una estaca o algo similar soltarán un sabor amargo."

"¿Y cómo se supone que eso va a aguantar el peso?"

"No es un hilo normal, no creo que sea buena idea traer cosas normales a circunstancias tan atípicas como este lugar," se rio por lo bajo. "Otra cosa, ¿ves esa roca de allí? Golpéala, arde mejor que el carbón."

Al momento en que la roca fue golpeada esta se partió con una facilidad sorprendente, separándose en varios pedazos que tomaron un tono grisáceo más oscuro. Tras armar una rápida fogata bajo los cerdos simplemente se sentaron a esperar en lo que Mika hubiera deseado fuera silencio absoluto, pero la mayor de ella no era de las que se perdían una oportunidad para socializar.

"Me alegra toparme con otra chica por acá, no hay muchas."

"Uno de cada quince."

"¿Qué?"

"Uno de cada quince candidatos es una mujer."

"¿En serio los estuviste contando?" Arqueó una ceja, levemente sorprendida, para luego ponerse a contar con sus dedos tratando de adivinar sin éxito el número de mujeres presentes.

"Veintisiete." Cerró sus ojos, con su atención aún puesta en la chica.

"Eres bastante buena con las matemáticas."

"Quizás eso compensa la falta de fuerza física."

Ambas rieron ante eso y continuaron hablando por un rato. Mika realmente no era una fan de esas charlas risueñas y sin sentido, rehuía las trivialidades, y le era bastante raro poder sentirse cómoda en esas situaciones. Y esta no era la excepción. No estaba acostumbrada a tratar esos temas adolescentes, y si hay algo de lo que ella odiaba hablar era sobre los temas que no maneja, las cosas que no conoce.

"Ya deberíamos bajarlos."

"¿De qué hablas? ¿No deberíamos voltearlos? Arriba lucen mucho más blancos que por abajo."

"Esa es la idea," aseguró con confianza. "La piel de este tipo de cerdos es mucho más gruesa por arriba, y el calor se extiendo rápido por sus cuerpos. Si el lomo se tostara más que eso significaría que están resecos por dentro."

"¡Y también sabes de cocina! Vaya chica."

La conversación continuó a la par que Ponzu cargaba ambos cerdos al punto de inicio, no había ningún otro candidato a la vista por el momento. Quizás por eso los examinadores sonrieron al verlas llegar, quizás fue por ver el cómo la carne había sido cocinada de la manera correcta, algo que Menchi no se esperaba y que por lo mismo no pudo contener una sonrisa.

Ambas muchacha observaban con asombro cómo Buhara devoraba la comida. A Mika le parecía una escena casi salvaje, pensaba en Cronos, el padre que devora a sus hijos sin piedad y recordaba a su madre mirándola con repulsión cuando ella dejaba que cualquier alimento traspasara su boca. De seguro hubiera vomitado si tuviera algo en su estómago.

Casi inconscientemente llevó sus manos hasta sus clavículas, tanteando, sintiendo que aún estaban allí, justo por su esternón punzante. Rodeó su muñeca con sus dedos, formando un círculo por el que pasaba el aire entre el espacio vacío. Las palabras de su madre, los juicios, retumbaban en su cabeza junto con las ganas de maldecirla.

"¡Eso estuvo delicioso!" Aquello la sacó de sus pensamientos, la aprobación que indicaba que pasaron a la segunda parte de la prueba.

No pasó mucho tiempo antes de que un gran grupo de aspirantes llegaran ya listos para ser aprobados con un montón de animales cocinados de forma rudimentaria. Pero a ella le costaba procesar la situación, ¿comer setenta cerdos completos? No lo podía entender, no le hacía sentido sino que, en lugar de eso, sólo le generaba unas nauseas irrefrenables. Era como presenciar una pesadilla.

Se apartó un poco del grupo y terminó apoyada contra un árbol ya que creyó que no sería capaz de mantenerse en pie de otra manera—y sentarse no era una opción para ella, puesto que sería dejar que la debilidad ganara. Llegó a sentir cómo la bilis subía por su garganta, pero ella no permitió que fuera más allá de eso.

"¿Señorita Mika" La aludida se giró para ver al inocente muchacho de doce años. "¿Se encuentra bien?"

"Gon, hola. Claro que me encuentro bien," esa sonrisa que la caracterizaba ante el público apareció, borrando todo rastro de malestar que pudiera delatarla. "Dime, ¿pasaste la etapa?"

"¡Por supuesto!" Una sonrisa de triunfo se plasmó en sus labios, pero no duró demasiado. Sólo hasta que volvió a repasar su vista por la muchacha. "Luces pálida, ¿te sientes enferma?"

"Para nada," hizo un gesto con la mano para minimizar el tema. "¿Recuerdas que hace un rato tú incluso hablaste sobre cómo soy más pálida que—?"

"¡Leorio!" Sin dejarla terminar se puso a llamar a su compañero, el cual estaba parado a unos cuantos metros en medio de la multitud.

"¡¿Qué quieres?!" Estaba claro que no tenía ninguna intención de acercarse sino que, en su lugar, continuar la conversación a gritos.

"¡Necesito que vengas!" A la muchacha le empezaron a doler los odios por lo fuerte que sonaban sus voces.

"¡Ahora no pue—" No acabó la oración ya que terminó siendo arrastrado por Kurapika que, al estar a su lado, también se estaba molestando por los niveles de sonido.

"¡Hey! ¿Qué crees que haces?"

"Tus gritos son molestos." Fue la única respuesta del rubio.

Ella siempre había sido del tipo de persona que no destaca a simple vista, pero si algo era seguro es que una vez alguien posaba su vista en ella era imposible que pasara desapercibida. Puede que al principio haya pasado inadvertida para ambos, casi como si estuviera mezclada con las sombras, pero no pasó demasiado hasta que Kurapika notara su presencia, quien guardó silencio y se limitó a hacer lo que todo el mundo hace: mirarla de arriba a abajo con una expresión crítica.

Ella lo miró con duda y acabó sonriéndole, lo que claramente no fue suficiente para él.

"¡Te dije que no podía venir ahora! ¿Qué es lo que...?" Se quedó callado por unos instantes al notar la presencia de la muchacha. "Um, Gon... ¿quién es ella y por qué se ve como si se fuera a desmayar?"

"¿Desmayar? Oh, no. Por supuesto que no," dijo la aludida, recomponiéndose y adoptando una postura más erguida. "Oh, y mi nombre es Mika, encantada de conocerte. Y, señor, su nombre es..."

"Eso es ser demasiado formal," ella podía sentir la incomodidad que se acababa de formar. Le veía negar con la cabeza y se preguntó si es que sería porque no le agrada que hagan alusión a su edad. "Me llamo Leorio."

"Encantada." Murmuró, un tanto incómoda ante cómo la expresión del mayor se volvió seria de un instante al otro. ¿La estaba evaluando?

A estas alturas ella había comenzado a tener problemas para diferenciar una reacción de la otra cuando se trataba de estos temas, y es que los juicios de las personas con las que interactuaba cara a cara le parecían todos iguales. Sentir esa mirada, escrutinándola de arriba a abajo, la incomodaba. Quizás lo hubiera llegado a golpear por el simple hecho de hacerlo.

"¿Segura que te sientes bien?" O quizás por insistir con la pregunta.

"Creo que estoy un poco cansada," y asqueada. "Sólo es cosa de un rato."

Era obvio que ninguno de ellos le creía, nadie solía hacerlo. No con ese tema. Pero esa imagen de niña pseudo-frágil era parte del papel que se había creado, y le encantaba el cómo le entregaba cierto poder el simple hecho de que había cosas que los demás jamás se atreverían a mencionar.

"¿No quieres que te de un medicamento o—"

"La segunda parte ya va a comenzar, será mejor si nos vamos acercando." Podrían haberla considerado una cobarde por eludir el tema e irse caminando como si nada, pero –a sus ojos– esa era la mejor solución, tanto por apegarse a esa personalidad que se había atribuido, como para no tener que continuar con ese asco de interacción.

El tumulto de los que habían aprobado esa primera fase ya estaba esperando expectante por el siguiente desafío. Todos creían tener la confianza suficiente para enfrentarse a cual sea la siguiente prueba que se basaba en en el desempeño físico, justo como la anterior. Pero todo eso se desvaneció al minuto en que anunciaron el siguiente platillo.

Los murmullos se esparcieron con rapidez por el lugar, y al momento en que entraron a la bodega dejaron de ser sólo susurros. Con excepción de Hanzo –quien no era precisamente bueno disimulando– prácticamente todos se veían perdidos ante la situación. Para ella la respuesta era obvia, y consideró si sería bueno adelantarse al grupo—a sabiendas de que eso implicaría que todos la seguirían en cuanto saliera del lugar.

Pero hay algo que había pasado por alto: no todos los participantes eran unos tontos. O al menos uno de ellos no lo era.

No. Aquel rubio no parecía ni desesperado ni ansioso, simplemente miraba los materiales de los que disponía, tratando de llegar a una conclusión lógica. Llevar algo de la teoría a la práctica es más difícil de lo que pareciera, sobre todo si no has visto tan siquiera una foto de lo que se está intentando replicar.

Se preguntó si debería ayudarlo, dándose la oportunidad de poder evaluar a alguien con esa mirada crítica que tanto odiaba recibir. No parecía que fuera a tener problemas, él tenía una idea al respecto, eso era seguro.

De seguro podrá arreglárselas solo, pensaba.

"¡¿Y de dónde se supone que encontremos pescado en mitad del bosque?!"

No contaba con eso, con esa impulsividad latente. Ese grito inició una maratón para ver quién llegaba antes al rio para conseguir algo y tratar de imaginar cómo cocinarlo. Era esperable que ninguno tuviera mucho éxito y que la examinadora se negara a probar bocado. Todo era simplemente repugnante.

"La presentación cuenta tanto como el sabor."

Ella no lo negaba, el sabor de su platillo no debía de ser nada excepcional—tampoco es como si tuviera punto de comparación alguno con respecto a cómo debía de saber. Por eso no le sorprendió cuando le dijeron que lo rehiciera. Pero después de la segunda y la tercera y la cuarta vez se comenzó a molestar.

"Estoy llena."

Y fue con eso que un tinte de desesperación se apoderó de ella. ¿En verdad no iba a permitir que nadie aprobara?

Las quejas no tardaron en salir a la luz, y uno tras otro los aspirantes fueron repitiendo que la situación no podía ser posible. Mas ella simplemente se siguió negando. El tiempo pasaba y los gritos se incrementaban, la tensión flotaba en el aire y era sólo inminente que alguien se le impusiera.

¿Qué tanto puede llegar a ofenderse alguien si se burlan de su profesión?

¿Duele tanto como para querer demostrar lo contrario?

¿Como para no responder a menos que sea ante una autoridad?

¿Fue ese el motivo por el cual apareció el presidente del comité?

Una nueva versión de la etapa del examen había iniciado.

Para algunos fue una desgracia, acabaron siendo arrastradas por las aguas de un rio que nadie sabía a dónde iba a parar.

Para otros fue una decepción, un golpe al ego al no atreverse a saltar y tener que quedarse mirando mientras una persona tras otras llegaba con un huevo.

Para otros fue la oportunidad perfecta para pasar a la siguiente etapa.

"Aquí tenemos un huevo común, y aquí un huevo de tarantuláguila. ¡Compárenlos!"

Mika sintió cómo el mareo que la atormentó hace un par de horas regresaba a apoderarse de ella. Sabía que se estaba privando de una oportunidad única al negarse a probar ese huevo, pero de todas maneras prefirió regalárselo a alguno de los descalificados que se viera particularmente destrozado y seguir con su vida.

Retrocedió un par de pasos e intentó no desplomarse en el suelo, pensando en que quizás no se desmayaría si se quedaba quieta—que el mareo y su visión borrosa se irían. Pero antes de ponerse a sobrepensar esa idea alguien colocó su mano en su hombro, obligándola a voltearse.

"Sería estúpido preguntar si te sientes bien," dijo con una expresión demasiado seria para el gusto de la muchacha. "Lo que me interesa es el por qué de tu repentino malestar."

Ella parpadeó varias veces para poder ver con mayor claridad y luego alzó la vista hacia el rubio.

"Sólo estoy cansada, creo que necesito dormir un poco y ya estaré mejor."

"Sabes que no engañas a nadie." Eso la ofendió, mucho más de lo que debería haberlo hecho. Que pusiera en duda sus capacidades de fingir y ocultar y mostrarle al mundo sólo lo que ella quería se sintió como un golpe bajo.

Apartó con leve brusquedad la mano que tenía en su hombro y se giró para encaminarse al dirigible junto con el resto de los aprobados. El muchacho negó con la cabeza, sabía que ahora no tenía sentido intentar hablarle, pero debía admitir cierta... curiosidad. Sí, así es como lo definiría él.

La siguió un par de pasos por detrás, repasándola con su vista de arriba hacia abajo, preguntándose qué era lo tan atrayente de ese secretismo—porque su intuición le permitía ver que ella fingía, que esa no era su personalidad o su forma de ser. Lo sentía. Sentía que algo seguía sin estar bien y quería descubrirlo.

Repentinamente ella se detuvo.

"¿Vas a estar siguiéndome?" Preguntó sin darse vuelta, con una ceja arqueada.

"No tengo motivos para hacer eso, se supone que yo también debo ir en esa dirección." Se encogió de hombros.

"Entonces ve delante," se dio media vuelta y esperó a que él se pusiera a caminar, negándose a sí misma lo incómoda que le ponía esa situación. Pasaron unos instantes antes de que eso -o algo parecido- ocurriera, puesto que en lugar de pasar de largo el chico se detuvo junto a ella y la sujetó del brazo, forzándola a caminar junto a él. "¿Qué se supone que haces?"

"Me aseguro de que llegues relativamente sana hasta el dirigible." Respondió con simpleza.

Ella se quedó pensando unos segundos en lo que había dicho. Lo encontró petulante y manchado por un ridículo y marcado código moral; esa idea de que es la única persona que puede ayudar a alguien que considera en apuros. Eso era rebajarla a alguien débil, alguien que necesita ayuda. Se quedó pensando y fue así como llegó a tres conclusiones.

La primera: una parte de ella estaba convencida de que él ya había agarrado cierto interés por ella, que quizás veía más allá de su fachada y buscaba alguna forma de atravesarla, de conocerla.

La segundo: que probablemente, por el momento, la mejor opción era apegarse a su papel de bondad y sonreír y murmurar las gracias. Quizás eso lo desconcertaría en sus teorías ´-si es que las tuviera- y le haría dar un paso en falso.

La tercera: no le gustaba en absoluto la sensación de que la estuviera tocando.