Exposed

El aire se llenó de silencio. Un silencio de incomodidad, una sensación molesta y fuera de lugar. Parecía una retorcida mentira, mas no era sino una sucia verdad, y lo que finalmente rompió el silencio fue que los brazos de Mika cayeron hacia sus costados y el brazalete volvió a caer al suelo con un fuerte clank.

Durante años pensó que el momento en el que se rencontraran podría lidiárselas con calma, que al prepararse mentalmente -sobre todo desde que se enteró sobre el Examen del Cazador- podría decirle todo lo que pensaba con palabras o gestos o miradas. Incluso, quizás, encontrar una forma de burlarse de que ahora esté condenada a cadena perpetua.

Pero lo único que logró hacer fue quedarse ahí parada, mirando y escuchando los cuchicheos desde el otro lado de la plataforma.

"¿Qué pasa? ¿No vas a darle un abrazo a tu madre?" su voz era una burla enmascarada tras ojos de preocupación, y Mika podía ver a través de eso. ¿Cómo no hacerlo? Ella lo recordaba, ella también lo hacía. Porque es su madre quien le enseñó. "Siempre fuiste desagradecida, incluso después de todo lo que he hecho por ti. Incluso eligiéndote un nombre tan bonito. ¿Alguna vez te has preguntado por tu nombre?"

"No me interesa lo que tengas que decir," logró por fin contestarle. Se agachó a recoger el brazalete y respiró hondo. "Empecemos con el combate."

"Mírate, con esas muñecas tan finas y delicadas, esa silueta tan estilizada y ausente. Podrías ser tan hermosa. Todo esto podría ser una prueba tan grande de tu control y autonomía por sobre tu cuerpo," sonrió con malicia. "Bueno, si tan solo tu cara no se viera tan rellenita. ¿Has estado comiendo de más? ¿Es por el estrés del Examen?"

"¿Estuviste practicando este tipo de comentarios mientras te aburrías en la cárcel?" Dijo con rabia contenida. Sus palabras le dolían, por supuesto que sí, pero no podía mostrarlo ni permitir que eso la derrotara.

"Vaya, qué maneras son esas. Siempre has sido tan desagradecida—si no fuera por ti yo no hubiera acabado en la cárcel, y lo sabes. Esa noche podrías haber hecho algo al respecto. Pero seguro que estabas muy ocupada pensando en que sin mí hubieras podido escabullirte a la cocina como lo hacías con tus bolsitas de té," se rio. "¿Crees que no lo sabía? De seguro cuando vinieron a buscarme sólo pensabas en que tenías hambre pero, ¿la tenías realmente? ¿o era sólo la ansiedad de una chica glotona?"

Eso le dolió, le dolió en las emociones y le dolió en el orgullo. Lo menos que buscaba era volver a esa miseria, a tener a esa madre doble-vinculante—si eres perfecta te amo, si cometes un error no era más que un pedazo de mierda. Y la comida, la comida, la comida. La comida y los horrores que conlleva. Comidas permitidas, comidas prohibidas. Comida que se convierte en grasa y aferra a los huesos, comida que chorrea por los poros, comida que ensucia y corrompe.

"Cállate." Murmuró casi inaudiblemente.

La voluntad es lo único que le quedaba para protegerse. No comer es sinónimo de pureza, le decía su madre; si te mantienes limpia te amaré por siempre, le mentía y daba esperanzas con falsedad; hay un índice de masa corporal que debes mantener o nadie te verá como nada más que un cuerpo asqueroso y destrozado, la amenazaba; nunca subas de 15, le ordenaba con dulzura; mantente esbelta y pura y te amaré, decía para esperanzarla.

"Tu nombre significa hermosa brisa, pero al verte me lo cuestiono. Sólo mírate, gorda y desastrosa. Mira tu cuerpo. Todo eso es un error, te has convertido en un gran error porque solo había una cosa, una simple cosa, que tenías que tener en consideración y que a penas yo salgo de tu vida lo olvidas y te dejas estar en la vagancia. ¡Mírate! Por eso te ves así, y es todo tu culpa."

Tu culpa, tu culpa, es tu culpa. Tú, tuya y de nadie más.

Tu culpa.

Tu culpa.

Tu cu—

"¡Basta con tu maldito festival de la culpa!"

El grito resonó por el lugar, y de alguna manera el haberlo dicho se volvió algo tan liberador. Su madre puede haberla condicionado para ser un ser sumiso ante ella, pero había algo en estos tres últimos años que hacían que Mika se sintiera preparada para hacerla callar, para finalmente expresar lo que pensaba y, aún así, Lelutto le respondió con una sonrisa y aplausos cargados de sorna que lo único que hicieron fue convertir todos los sentimientos de la muchacha en rabia, en esa sensación de que todos sus esfuerzos fueron reducidos a una mera broma.

"Comencemos con la batalla entonces," dijo tras parar de aplaudir. "Como ya estamos en este tema de las apuestas sugiero que continuemos con esto, ¿qué te parece?"

"Me parece perfecto."

Y así ambas entraron en su terreno, ganando y perdiendo las mismas diez horas.

Parecía un combate limpio e interminable, de fondo se podían escuchar los cuchicheos entre Gon y Kilua, los nervios de Leorio, los… los nada de Kurapika. Él no decía nada, solo estaba allí, observando y sintiendo una extraña opresión en su pecho al recordar las palabras que la joven le había entregado—super que mi madre está vinculada con este examen, que es probable que esté en algún lado por aquí. Sentí ganas de verla, incluso a pesar de todo el tiempo que ha pasado.

No era esto lo que se esperaba cuando escuchó esas palabras y tampoco se esperaba que la suerte y las circunstancias, esa toma de decisiones azarosas, la hubieran hecho acabar en ese momento exacto frente a su madre. Podría haber elegido otra puerta para bajar por la torre, podría haberse ofrecido para pelear antes y, aún asó, allí estaba, parada frente a la persona a la que tanto rencor le guardaba.

Y se preguntaba -aunque creía saberlo con certeza- si es que todas la vida y experiencias que debe conllevar una crianza entregada por una madre así, todo el miedo que debe de haber pasado, es lo que la llevó a ser tan retraída y calculadora por sobre esa apariencia despreocupada—porque él lo veía, lo sabía.

Y se preguntaba—aunque definitivamente lo sabía con certeza- si es que ese es el motivo de por qué ella luce así; así de ojerosa y pálida y esquelética, así con un cuerpo del que nadie se atrevería a hablar en voz alta- la veía frágil pero nunca débil, especialmente en la mente, todo había quedado demostrados a lo largo del examen, y por un instante Kurapika se preguntó de dónde sacaba tanta energía.

¿Eran los deseos por ver a su madre?

Pensaba que el cuerpo puede aguantar sólo hasta cierto punto, y que luego es la voluntad que permite seguir atravesando esos caminos imposibles. Eso era algo que él conocía muy de cerca. Llegó a sentir compasión por la joven y la vida por la que pasó, incluso siendo que no sabía mucho al respecto. Aún así, había llegado a deducir tres cosas a partir de todo eso; primero, nunca tuvo una familia de verdad [mientras que él vio a la suya desaparecer entre la sangre]; segundo, tenía muchas más inseguridades, incluso algunas de las que era del todo consciente, de las que dejaba salir a la luz [tal y como él prefería hacer]; y tercero, ella—

"Hagamos que este juego se ponga más interesante," la voz de Lelutto cortó su línea de pensamientos, y la mirada de Kurapika volvió a centrarse en esa muchacha que tanto le hacía pensar. "Apuesto todas mis horas a que has mentido y jugado con la mente de más de una de las personas que están detrás de ti. Y que has disfrutado cada segundo de ello."

Todos guardaron silencio. Los brazos de Mika cayeron a sus constados en incredulidad y nuevamente se oyó ese clank, condenando su respuesta—y es que no podía ni contestar, no podía moverse o tan siquiera pensar en voltear, en negar lo que era una de las más sinceras verdades. Lo había hecho y había disfrutado cada segundo de ello.

"No tienes forma de comprobarlo." Respondió entre dientes.

"Basta con saber que eres mi hija, una retorcida y manipuladora a la que no le interesan realmente las personas—¿o a lo mejor es que sí te interesan? ¿Alguno de ellos en particular quizás? Si no fuera así no tendría por qué importarte si se enteran o no. Esto es algo de lo que deberías estar orgullosa, orgullosa de haber aprendido tan bien de mí"

¿Qué se suponía que debía responder?

¿Qué no se interesaba por ellos y perder en el momento en que su madre empezó a retorcer las cosas hasta sonsacarle la verdad con elegancia y delicadeza?

¿O reconocer que existía una parte de ella que a lo mejor sí se interesaba en algún sentido, y condenarse a perder por admitir una vulnerabilidad tan pequela que incluso dudaba si existía en primer lugar?

¿Le importaban?

¿Realmente ellos, alguno de ellos, le importaba?

"Eres despreciable…"

"Entonces, ¿sí o no?"

"Cállate… cállate, cállate, solo cállate de una maldita vez."

Y es que era verdad, y la situación sólo continuó hasta que la verdad se volvió se volvió innegable. Ahora, por su culpa, perdieron todo ese tiempo. Ya no podía -ni quería- mirarlos a la cara y ya nada le importaba. No sentía nada excepto la humillación con cada paso que daba, nunca se imaginó en esa situación.

Cuando salió de la plataforma principal no pronunció palabra alguna, simplemente se sentó un poco más hacia las sombras para apartarse del resto, casi como si se estuviera moviendo dentro de una neblina, para presenciar sin sentimiento alguno cómo Kilua le arrancaba el corazón a Jones el Descuartizador.

Una parte de ella deseaba que le arrancaran, que le explotaran, el corazón—así ya no tendría que preocuparse por esos impulsos latentes llamados sentimientos. Y ese pensamiento cobró mucha más fuerza en el minuto en que Kurapika se sentó junto a ella, sin decir palabra alguna.

Aléjate.

Pudo sentir cómo colocó su mano sobre su hombro, haciendo que ella le mirara de reojo. Fue allí cuando nootó la forma en la que la estaba mirando. Y le hacía querer llorar. Le hacía querer llorar y llorar y desear nunca haberlo conocido en absoluto. Más no lloró, porque no quería ni valía la pena ni se lo podía permitir—tampoco es que supiera cómo. Lo único que consiguió hacer por el momento fue echarse hacia adelante y abrazar sus propias piernas para no tener que seguir lidiando con la mirada del muchacho.

Aléjate.

Aléjate y déjame en paz.