Capítulo 4
Estaba encerrada en el baño de la casa de mis padres, no podía contener las lagrimas mientras miraba la prueba de embarazo en mi mano. No podía ser.
Había decidido tomarme un tiempo, Draco me traicionó nuevamente y yo no pude soportarlo.
Tenía que pensar, decidir si realmenre teníamos futuro. Pero ahora las cosas cambiaban, ya no era cosa de nosotros solamente, seríamos padres y eso cambiaba todo.
Sabía que si se enteraba se quedaría conmigo, incluso si no lo quería. Después de lo de aquella mujer, no estaba segura de que fuera feliz conmigo. Si lo quería debia dejarlo ir, ser feliz con quien quisiera.
Aun así, no podía simplemente no decirle, debía darle un pequeña oportunidad.
Debía saber si él aun estaba involucrado en la relación, si aun sentía algo por mi. Debía dejarlo ser padre.
Limpie mi rostro y decidí ir con Ginny, ella podría darme algún consejo. Corri a mi habitación, utilice algunos hechizos para mejorar mi cara, deje un nota en la mesa y me desaparecí.
Sentí el aire en mi rostro y el olor a pasto. Estaba en el pequeño parque frente a la casa de Harry y Ginny. Pude sentir el sentimiento de todo lo que estaba pasando llegar de nuevo, ¿qué pasaría cuando supieran todo?
No, no podía seguir con aquella incertidumbre y así sin más, camine hacia la pequeña entrada y toque la puerta.
—¡Hermione! Tengo algunas coaas que decirl sobre ese imbecil de Malfoy... ¿Hermione?
Me quedaba claro dos cosas, la primera que Ginny me esperaba y en segundo lugar, que escuchar su nombre me hacia sentir un como si alguien golpeara mi pecho.
No pide soportarlo más y me lance a sus brazos. Ella no dijo nada y me hizo entrar mientras cerraba la puerta.
Le dije todo, santo y seña. Lloré, limpiaba mis lágrimas y volvía a llorar. Todo era demasiado, ¿Cuándo mi vida se volvió tan complicada? ¿No sé supone que de los tres yo era la más organizada y tenía planeada su vida a la perfección?
—Yo pienso que... —comenzó a decir Ginny acariciando mi espalda—. Él debe de saberlo, porque, Hermione, no podrás soportar vivir en la incertidumbre de que hubiera pasado de no hacerle saber de tu embarazo. De todos modos, ya sea que quiera volver o no quiera saber nada, seamos sinceros, no es algo que no esperaríamos.
Baje la mirada, tenía razón, lo sabía, pero por un momento no quería pensar nada. Me recosté con mi cabeza en sus piernas y ella comenzó acariciar mi cabello hasta que caí dormida.
El tiempo paso tan rápido qué cuando menos lo espera ya estaba detrás de dos pequeños soplando tres velas en un pastel, al apagarlas todos comenzamos aplaudir.
Cuando mire la sonrisa de ambos supe que el tiempo se acercaba, que pronto debería afrontar las consecuencias y tendría que decirle a Draco que era padre de una hermosa princesa y un niño que podría pasar por ser su mini clon.
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—Lo intente varias veces, realmente lo hice, pero tengo que admitir que me acabarde. Se que los lastimé, que fui egoísta pero... son buenos niños, así que se que al final mis decisiones no estuvieron tan equivocadas.
—No sé que quieres que te diga.
Draco me miraba con el ceño fruncido y la nariz arrugada. Parecía que escucharme le producía asco. Seguí la mirada sobre él hasta llegar a la varita alzada entre sus dedos. Sabía que solo era cosa de decir una palabra incorrecta y esto sería un duelo.
—Enojate conmigo pero no con ellos. Puede qué Scorpius sea distante y hasta algo altanero pero ¿qué esperabas? Como puedes ver, es un Malfoy hasta la punta de los pies.
—Quiero que se vayan —dijo mirándome a los ojos de manera tan fría que la idea de que todo aquello no había valido la pena se hizo presente —. Váyanse de mi casa, no sé qué esperan de mi, yo no soy su padre, nunca estuve con ellos. ¡Anda! Ve y explicales qué fuiste una maldita cobarde y egoísta. Ve y diles que no puedo ser su padre porque su madre así lo decidió. Diles que estamos aquí, apuntandonos con las varitas, dispuestos a dañarnos solo porque fuiste una cobarde, doble cara, ¡mentirosa!
Aunque esperaba palabras como esas, el pinchazo en mi pecho apareció, incluso un dolor en mi estómago creció muy rápido.
—No. No puedes renunciar así a ellos. Ellos quieren conocerte, ellos necesitan...
Pero no pude decir nada más, Malfoy agitó la varita y varios libros cayeron al suelo, un jarrón exploto y las ventanas comenzaron a temblar.
—¡Que te largues!
No quería irme, quería que me entendiera y si no lo podía aceptarlo, podría vivir con eso pero Scorpius y Antares no tenían la culpa. Draco tenía que saberlo, entender que ellos lo querían cerca, lo necesitaban.
—Nos iremos, pero volveremos mañana. Deberás terminar de escucharme.
—Te dije que se larguen. No quiero volver a verlos.
"Verlos".
Él estaba rechazando a sus hijos, pensaba que podía rechazarlos sin más, sin hablarles, sin verlos realmente. ¿Cómo se atrevía? Después de todas las estupideces que cometió durante su relación se atrevía a expresarse así de lo mejor que le había pasada en la vida.
Sabía que era muy analítica, sabía cuando debia quedarse callada y cuando era mejor decir lo que pensaba, sabía que en ocasiones uno debe aceptar la derrota e irse, pero esta vez se trataba de sus hijos. Hace mucho tiempo había pertenecido a la casa de Gryffindor, la casa de los leones, no fue asignada ahí solo por ser valiente, también podía ser una fiera cuando se trataba de defender a los suyos.
Apreté los labios y sin pensarlo demasiado ataque.
Draco esta más que listo para eso y sin pensarlo demasiado estábamos en un duelo.
Podía sentir la potencia en cada uno de sus hechizos cuando los bloqueaba. Sabía que estaba descargando su ira, y aunque era normal, no permitiera que le hiciera daño.
—Escuchame —rogué mientras atacaba y me protegía. Debía petrificarlo, así no sé movería pero la podría escuchar.
—Quiero que te vayas, que te largues a donde estabas, ¿qué quieres? ¿Qué te abra los brazos?
Draco dejo de atacar sin dejar de verme con tremendo odio.
—Jamás yo solo... por favor.
—No, no te atrevas a pedirme nada.
Sin decir nada más salió rápidamente de la biblioteca y me quedé ahí, parada, sin poder hacer o decir algo más. Fue entonces que el peso de las acciones de los últimos minutos cayo sobre mi y se caí al suelo sin poder evitarcomenzar a llorar.
Lo había arruinado. No podía culpable, realmente no podía, les había fallado a sus hijos. Oh su pequeña Antares, ¿qué le iba a decir cuando volviera a casa?
