"¡Cambia la ruta otra vez, Bepo!" gritó colérico Law "¡Sal de estas aguas ya!"

"Perdón, capitán" murmuró el mink

Sus órdenes se escucharon en todo el navío. La tripulación de los Heart estaba tensa, no entendían que era lo que estaba ocurriendo, pero ninguno terminaba de cuestionar las ordenes de su capitán, más con un comportamiento tan extraño. Lo único de lo que estaban seguros era que, tras su último enfrentamiento con la capitana marine Nami, no había vuelto a ser el mismo.

Trafalgar se encerró en su camarote y pateó el cubo de basura, frustrado. Había pasado una semana desde aquel maldito episodio en aquella isla, y no dejaba de pensar en cómo todo había ocurrido. Por cuestiones de orgullo, había mentido a sus fieles compañeros y había pedido que todos se marcharan lo más lejos posibles.

Evidentemente, había ganado, ella se había corrido antes que él y tenía un rostro de completa derrota, pero ya no se sabía exactamente qué era lo que había ganado. Su mente no paraba de llevarlo a ese delicioso momento en el que había degustado de una forma inimaginable a la peor de sus enemigas, sus oídos solo podían escuchar los gemidos descontrolados de ella, se había tatuado el cítrico aroma de ella y su tacto había llegado hasta la fibra más sensible. Su miembro aun reaccionaba al recordar ese momento, de como aquellas húmedas paredes se habían apretado y ella se había venido sobre su...

Y era humillante admitir que se había masturbado pensando en ella esos días solo de recordar en bucle cada secuencia que había vivido follando a la marine.

Un momento tan básico como el que había vivido, en el que prácticamente habían "copulado" como animales, se había vuelto su favorito. Solo por verla a ella perlada en sudor, el gran tamaño de sus senos apretados bajo sus manos, el sabor de su boca... todo lo había corrompido.

Deseaba a su peor enemiga. Y odiaba verse tan vulnerable contra alguien que simplemente quería verlo encerrado en el más oscuro y olvidado rincón de Impel Down.

Tumbado en su cama, en vez de pensar en esa fracción de segundo que rompió la parte más racional de ambos, quiso enumerar todas las cosas que odiaba de la peli naranja. Finalmente, no eran enemigos sin causa, solamente por ser él un pirata de la peor generación y ella una de las mejores y más prometedoras marines.

Tenían una historia detrás del que solo sabían , y sus dos hombres de confianza. Y Bepo, claramente.

Aun se acordaba de como ella siempre destacaba y se llevaba la atención de Bell-Mere. Rebelde pero muy bien dotada con una inteligencia que jamás había visto, ni en sus compañeros de su antiguo colegio en Flevance y eso que sus compañeros ya tenían 12 años y ella solo 6. Nunca había visto a alguien hacer mapas de esa forma. Ella tenía un don que ni su hermana Lami tuvo. Era la hermana con un gran futuro. Nojiko no se quedaba atrás, ella tenía una bondad y alegría que se sentía acogedor, dándole una bienvenida a una familia sin ningún tipo de estructura real. Pero Law no quería nada de eso. Ya tenía una hermana, ellas jamás lo serían y siempre lo quiso dejar claro. Pero Nami siempre le terminaba por arrancar una sonrisa. Hasta que se tuvieron que marchar y ella cambió de actitud de una forma repentina.

Luego estaba su amargo reencuentro. Aquel que siempre le dejó un amargo sabor de boca. Sengoku ya le había advertido que ella era su orgullo, que seguía de forma correcta la estela de Rosinante... le dieron arcadas verla vestida de esa forma, enfrentarse a él de tu a tu y llamarlo vergüenza de la familia. Ella se estaba esforzando a pesar de no haber desarrollado ningún haki y no tener todavía su batón con esos conocimientos del clima tan particulares.

Fue la primera vez que alguien le hacía besar el suelo y lo dejaba tan mal parado. Se sentía humillante ver como ella, sin fruta a diferencia de él, lo llevaba arrestado. Su tripulación lo liberó de inmediato, pero igualmente el terrible resentimiento que sentía por ella se multiplico.

Nami era la niña buena.

Nami era la promesa, la superdotada.

Nami era la mejor capitana marine.

Nami era el orgullo de Rosinante.

¿Dónde estaba mamá Bell-Mere en aquella conversación?

¿Dónde estaba su pasión por los mapas?

¿Dónde quedaba esa niña que llegó a querer tanto?

Su enemistad se fue encarnizando hasta ese maldito momento en que la folló duro contra la mesa del escritorio. Se había borrado cada enfrentamiento, cada detención, cada derrota, cada pelea... todo se había borrado en el mismo segundo que terminó por besar aquellos carnosos labios.

Tampoco podía engañarse. Nami se había vuelto toda una mujer en todos los sentidos. Y quería volver a devorar a aquella maldita peli naranja.

Tiró su almohada en contra de la ventana. No había forma de dejar de pensar en ella, en aquellas malditas curvas perfectas y su pasión. Pero era absurdo obsesionarse con ella. Si la volvía a poseer de esa manera, ¿luego qué pasaría? Haría lo prohibido, donde fuera... ¿y luego qué?

Law intentó recuperar su lado más racional. No podía seguir en esa extraña obsesión primaria de tener relaciones sexuales y, mucho menos de esa forma tan animal. Debía relajarse, buscar alguna prostituta barata y dejar que su lado más observador planeara las mejores estrategias una vez más. Su tripulación contaba con él y no podía quedarse recordando una vez más ese fogoso encuentro.

Alguien llamó a su puerta.

Molestó, se levantó y abrió para ver a una tranquila Ikkaku darle la noticia de que estaban cerca del puerto. Agradeció a su ingeniera la información y salió directo a corroborar. Parecía una isla tranquila, hasta que vio ondear la maldita bandera del gobierno y uno de la marina. El mink le había obedecido, se habían alejado de aquella maldita y olvidada isla, pero habían acabado en otra similar.

"Aun no nos han detectado, podemos marcharnos, pero no sabemos si llegarían las provisiones hasta el siguiente destino" notificó Sachi a su espalda "aunque están ahí los sombrero de paja..."

Law arqueó una ceja, confuso. Si Luffy y su extraña tripulación estaban ahí, es que debía haber algo interesante. Además, necesitaban de aquellas provisiones y, si algo iba mal, siempre podía dejar que Mugiwara se hiciera cargo en lo que escapaban. Sin mediar palabra, les dejó la orden de ir a esconder la nave y entrar en aquel lugar. Buscaron un apartado rincón para el submarino y pisaron tierra.

"¡Torao!" se escuchó gritar nada más poner un pie en aquel lugar.

Law no quiso ni decir hola, pero Ikkaku, Bepo, Sachi y Penguin ya los estaban saludando. Para su mala suerte, empezaron a hablar, poniéndose al día, antes de ir a por las provisiones. Nuevamente comentaban de cómo no sabían cómo habían llegado a aquella isla porque, nuevamente, se habían quedado sin navegante.

"¿Ahogada?" preguntó aterrado Bepo

"No, este no" le corrigió Usopp "Eso le paso a la anterior. El último fue un chico... ¿Bale? Ni me acuerdo del nombre. Al muy idiota se le olvidó comentar que era alérgico a las nueces cuando Sanji hizo Pecan Pie. Con este ya van 12 navegantes que hemos perdido"

"Aun no termino de entender como habéis llegado hasta ese punto del Grand Line vivos" comentó Law sin terminar de entender la situación

Los nakamas empezaron a reír, como si fuera una gran broma para ellos. Los piratas Heart se miraron, desconcertados. Sin querer indagar más en el misterio, siguieron su camino al pueblo, retocando los disfraces. Solo ahí, se fijó en el extraño comportamiento de Robin, la arqueóloga, quien desapareció de su lado nada más dar un paso en el asfalto de la calle mayor.

Era un pueblo como cualquier otro. El primer camino, estaba lleno de casas bajas, humildes, en las que la gente solo descansaba para ir a trabajar a la zona más central. A cada calle, las casas iban subiendo pisos y, finalmente estaba la gran plaza de mercado. Lo único que dejaba desencajado, era la gran base al que le habían dado esquina. Dejó que su tripulación se responsabilizara de los suministros al no estar con una recompensa a la espalda como él.

Cogió una ruta diferente para ver las diferentes tiendas. En todas ellas, había marines rasos, siquiera novatos, tomando o comprando sus primeras armas. Le parecían patéticos. Se fijó en una de las tiendas y, había una pequeña joyería. Llamaba mucho la atención puesto que no veía el lugar como un sitio que necesitara de ese tipo de tiendas. En el escaparate, lucían unas relucientes horquillas con una tortuguita sobre una pequeña caja verde. A su hermanita le hubieran gustado. A su lado, había un bello colgante en una caja más grande y de color rojo. Era una cadena de oro fino, un suave cordel que no destacaba tanto como el encanto en forma de un pequeño molinillo de oro. Sus destellos opacaban cualquier otra joya y el precio lo demostraba.

Le recordó a aquel extraño señor de la isla Cocoyashi. No interaccionó mucho con él, pero sabía que competía con Corazón por la atención de las hijas de Bell-Meré. Cuando se marcharon, él le regaló una foto que les hizo, el mismo que llevaba en la cartera. Se le escapó una sonrisa. Solo entonces se fija en que se puede ver el interior a través del escaparate. El señor retiró la joya y, detrás de él, podía ver como una alta pelirroja hablar y reír con alguien que no terminaba de identificar por una cazadora negra con capucha.

La capitana marine Nami también estaba en el lugar.

Si ella estaba ahí, aquella pequeña fortaleza estaba sin vigilancia. Podía colarse a robar cosas importantes. Además, las distancias no eran grandes, por lo que podría correr en vez de estar usando sus habilidades y cansarse.

Encima, estaba la posibilidad de ganarla otra vez.

El camino estuvo prácticamente desierto. Entrar fue como un juego. Veía a los intentos de marine entrenar de una forma patética en el patio bajo el sol. No tenía muchos despachos y no había absolutamente nadie. Con calma, fue revisando cada sala que iba encontrando. Cogió algunos mapas, algunas cartas de navegación... pero se sorprendió de que no hubiera algo de verdadero interés. Si alguien como la figura de Nami estaba ahí, era que en aquel lugar se debía ocultar algo más, pero parecía que simplemente iría a hacer alguna revisión o que era un lugar de poca importancia, ya que no terminaba de encontrar nada.

Igualmente, los cogió y decidió seguir investigando. Dio con una gran habitación. Tenía la decoración estándar de un camarote, pero contaba con una gran cantidad de prendas femeninas. Hurgando entre ellas, se encontró varias clasificadoras que revisó con sumo cuidado. Eran informes de armas con muy mala pinta para cualquiera. ¿Por qué estaban en esa habitación y no en los despachos que había visitado antes?

Escuchó pasos. Alguien iba a entrar. Dejó aquellas hojas en su sitio y buscó un lugar para esconderse. El armario se veía pequeño e incómodo, pero al lado suyo había otra puerta. Decido entrar sin mirar. Era un cuarto de baño con una ducha, un armario y un tocador. No había ventana por donde huir, por lo que no le quedó de otra que entrar en el armario.

Se sentía ridículo. Nunca se había tenido que esconder tanto de una persona, mucho menos por cosas que no le iban a aportar mucho. No dejaba de escuchar esos pasos y pensó en incluso dejar a esa persona inconsciente para poder salir de ahí. A través de la línea entre las puertas del armario, vio como alguien entraba.

La vida debía ser un guion mal escrito para que pudiera justificarse de alguna manera lo que estaba viendo.

La capitana Nami había cerrado la puerta con llave, pero la había dejado puesta. Con unos ligeros movimientos con los pies, había dejado atrás unos suaves tacones rojos y, encima de aquel tocador, estaba dejando su ropa pieza a pieza. Law no pudo apartar la mirada, embelesado, como incluso en un momento en el que no había ni un solo espectador, ella mantenía ese carácter y sensualidad que ninguna otra mujer tenía. Primero había dejado aquella horrorosa gorra blanca con el logo de los marines y se había soltado sus cabellos con un simple movimiento con los dedos, rompiendo el elástico. Sus manos, con una delicada manicura roja, había ahuecó sus cabellos para que su melena pudiera respirar un poco del agarre, creando un hipnótico oleaje naranja. Con ayuda del cristal de dicho tocador, vio como sus manos desabotonaban uno a uno la chaquetilla, dejando ver una blusa interior de color carmín con gran escote, del cual se asomaba un tímido sujetador del mismo color. Al retirarla, la dobló y lo dejó encima del mueble.

Ella paró de golpe y soltó un pequeño soplido, casi infantil. Law sintió que su corazón paraba, quizás quería coger algo del armario y él estaba dentro, como un maldito pervertido.

Para su suerte, ella simplemente abrió la ducha y fue dejando caer el agua. Solo ahí se dio más prisa, quitándose de forma un poco tosca las prendas que quedaban. No tenía medias, pero si una lencería demasiado atrevida debajo de aquella espantosa ropa de marine. Aquellas dos delicadas prendas femeninas las retiró con mayor cuidado, casi tratándolas como si fueran de oro. El capitán de los Heart no pudo apartar la vista al ver como se liberaban de su prisión de tela aquellos grandes senos y como se bajaba las braguitas, antojando a niveles casi inhumanos con unas bien definidas nalgas.

Completamente desnuda, en vez de entrar en la duchadirectamente, parecía que estaba con la mirada fija en algo. Law no sabía quele habían quedado marcas de la ocasión que habían compartido. O quizás eran deotra persona con la que se había revolcado después de estar con él. Seguramenteotro marine había degustado del interior de ella, mordido aquel cuello de cisney llenado de su leche, si es que ella usaba pastillas anticonceptivas o condó verla sonrojarse y acariciar con la yema de los dedos cada marca, elcirujano de la muerte sintió como los celos lo apoderaban con una agilidadimpresionante. Su imaginación, disparada, se imaginaba a un varón sin rostro,sobre esa cama en la que se había pasado antes, poseyendo a Nami con la misma avidez que tuvieron en su único encuentro sobre el escritorio. Ella, extasiada, gimiendo contra su oído...

Apretó los dientes de la ira.

Era demasiado molesto.

"Maldita sea... ¿qué me has hecho?" pensó el cirujano de la muerte sin despegar la vista de ella.

Nami pareció despertar de su propio trance, avergonzada de esas marcas y entró en la ducha. Corrió la cortina y Law solo podía escucharla cantar bajo la manguera, con el sonido de un bote abrirse.

Era el momento de escapar. No habría otra ocasión más adelante. Ella no se daría cuenta por la ducha y podría llevarse toda aquella valiosa información... pero dejaría escapar una oportunidad que no sabía si se repetiría. Su lado más racional se había vuelto a apagar. Aquella gata, sin ser consciente de ello, lo había vuelto a dominar como a una mascota. Odiaba esa sensación. Si se ponía a enumerar todos los sentimientos negativos que estaban aflorando en ese instante, Law sabía que realmente lo que quería era acabar con ella.

Derrotar a Nami una vez más.

Abrió con cuidado de que la madera no crujiera y saliódel armario. Con rapidez, se deshizo de su propia ropa, dejándola en el suelo. Sinanunciarse, corrió la cortina y entró en aquella ducha. Antes de que ellapudiera hacer nada, la agarró de sus pequeñas muñecas y la empotró contra losfríos azulejos. El ambiente cada vez se estaba cargando más del calor del aguay no se notaba tanto es contraste.

Debajo de su agarre, Nami se resistía con cierto cuidado de no resbalarse. Law estaba maravillado, pues sus hondas se habían perdido y sus cabellos mojados hacían de cierta cortina contra sus pechos. Estaba empapada y le daba la sensación de estar dominando a una rebelde sirena. Sonrió, victorioso. La capitana iba a quejarse, pero antes de que pudiera articular cualquier palabra, la calló sellando sus labios con los propios, invadiendo su boca con su lengua de una forma ansiosa.

Ella sabía a mandarinas.

No cerró los ojos. Se fijó en como, al principio, ella también los abrió sorprendida, pero los terminaba de cerrar con fuerza. De la misma forma, su resistencia se iba mermando y le iba correspondiendo con esa misma necesidad que él sentía. Confiado, soltó una de las muñecas y notó como su mano iba directo a revolver su cabellos azabache, mojados por culpa del agua de la regadera. Soltó el otro y se fijó en como hacían la misma tarea. Ni corto ni perezoso, bajo las suyas y se enlazaron en su cintura para atraerla y borrar cualquier espacio que quedara entre ambos.

Ella quería liderar ese beso, formando un lazo cada vez más sorprendente, pero Law no se dejó, intensificando su arrebato de a poco. Rompió con el beso al notar que apenas tenía aliento, mientras que ella se inclinó queriendo más. Ambas miradas chocaron, hambrientas. El brillo de lujuria no podía escaparse a ninguno de ellos y era innegable que ese lado más animal se había despertado como en la primera ocasión.

"Law..." balbuceó ella, con la mirada perdida

Su mirada bajó a aquellas mordidas tan a la vista. Apretó su agarre, molesto de aun tener esas dudas. Un lado posesivo se despertó y, aprovechando lo resbaloso que quedaba la cerámica de la ducha y su agarre, la empujó nuevamente con un giro. Escuchó un quejido, sabía que no estaba dejándole mucho espacio y sus pechos debían chocar y reaccionar de alguna manera por el brusco y frio contacto. Se acercó a su cuello y un gran aroma a mandarinas le llegó hasta lo más profundo de sus fosas nasales, a pesar de todo el vapor de la ducha y el agua. Quiso devorar su cuello, pero solo ahí se volvió a encontrar con aquellas marcas una vez más.

"¿Quién?" le preguntó en un susurró contra su oreja.

"Tu" susurró ella con un ligero temblor que solo deleitó al capitán "bastardo"

"¿Nadie más entra aquí?" preguntó mientras sus manos bajaban para poder apretar sus bien definidas nalgas,

Nami no pudo reprimir un pequeño bote y un quejido que sonó como pequeño pajarillo.

"Él último fuiste tu" pudo articular entre pequeños gemidos que se perdían en la ducha.

Soltó su agarre para poder azotarla. Aquel golpe se mimetizó con el ruido de la ducha. Nami ahogó un quejido entre dientes y pudo ver como sus piernas temblaban. La golpeó una vez más, pero ella volvió a silenciar su voz. A la tercera, dedujo porque estaba callando y Law no pudo evitar reírse. Bajó su mano y acarició su sexo, mientras que veía como ella se movía debajo de él.

"Grita" le ordenó mientras dejaba que un dedo entrara en ella sin anunciar "que todos tus subordinados te escuchen"

"No" se le escapó en un hilo de voz

Ante su débil negativa, introdujo un dedo más y jugó son su excitación, en la que la otra mano buscaba uno de sus senos. Dio un lametón a su mojado cuello antes de dejar una pequeña dentellada. Debajo de él, Nami solo sabía retorcerse y vibrar de las atenciones del rival, pero no terminaba de pronunciar una sola palabra en alto.

"Grita" ordenó una vez más

"No" sentenció ella con la escapada de un suave gemido

Aquello solo era gasolina. Apremio sus movimientos y reforzó aquellas marcas que estaban de antes con nuevos chupetones. Ella seguía reprimiendo su voz pero ya no podía aguantar jadeos contra los azulejos.

No era suficiente.

Dejó aquel maravilloso cuello de cisne y retiró susdedos. Se agachó con cuidado de no caer para estar de rodillas y en frente asus bien definidas nalgas. Con ambas manos abrió con delicadeza y pudo ver laexcitación de ella, mojada por su propia lujuria y el agua de la ducha. Suspulgares abrieron separaron la labia para y saborearon cada rincón de suintimidad. Nami finalmente no pudo reprimir más la voz, llegando a sobrepasarla propia ducha. Deseando escuchar más, apremió cada movimiento con su lengua, degustando sus finos fluidos con movimientos que solo hacían estremecer a la capitana. Los tatuados dedos del capitán entraron en la fina tortura, jugueteando con su clit.

Se apartó de golpe. Lo notaba, se iba a correr sobre su lengua y no le quería dar esa satisfacción. Escuchó un golpe contra los azulejos, debía ser su frustración de no haber alcanzado el clímax.

La había ganado una vez más.

La soltó y se enderezó con cuidado bajo la incesante lluvia de la regadera. Con la palma de su mano, limpió la comisura de sus labios. El perfil de Nami le divirtió, pues podía ver cómo, empapada del agua de la ducha, la saliva se escapaba de la comisura de sus entreabiertos labios, que revelaban como apretaba los dientes del disgusto, su mirada estaba perdida y varios mechones se habían pegado a su rostro. Solo por ello, acarició su entrada con la punta de su erección. Ella solo vibró y no reprimió en lo absoluto ninguna mueca y un delicioso gemido.

"Desgraciado" balbuceó Nami

"¿Seguro que no quieres esto?" le preguntó con un tono de burla contra su oído

"Métela, capullo" llegó a pronunciar mientras que Law restregaba su miembro contra su necesidad, con una tortuosa lentitud.

"Suplica, perra"

Tras un breve pero intenso silencio, en el que solo sepodía escuchar a la ducha, Nami terminó por gritar un por favor que lecomplació, con algún que otro insulto más. Sin previo anuncio, entró de llenoen ella, empalándola en contra de los blancos azulejos de la ducha.

La marine arqueó la espalda y su voz se perdió con el agua. Con cuidado de no resbalarse y poder disfrutar por completo de ese extraño encuentro, Trafalgar inició una salvaje penetrada, empotrándola cada vez más en ese pequeño espacio que era la ducha. Cerró los ojos y dejó que su masculina voz se mezclara con la gritona de ella. Podía escuchar golpes contra la pared, de las manos de ella, perdida en ese extraño juego de placeres que ambos no terminaban de comprender.

Queriendo sentir más de ella, una de sus manos apretó fuerte su cadera, queriendo profundizar más, conociendo rincones que sus dedos no habían tocado. Su otra mano bajó y, los dedos, pinzaron y juguetearon con su clit, arrancando de sus cuerdas vocales tales gemidos que podía comparar con un canto de sirena.

Eran ellos solos, una vez más, sin molestar, sin esa enemistad, con su parte más racional perdida en la lujuria más baja, bajo la ducha como dos animales. Solo existía el mojado cuerpo del otro, en ese acto lascivo más pasional.

Notar como ella se corría sobre su miembro era una sensación indescriptible. Ella gritaba su nombre, se estrechaba y su perfecto cuerpo vibraba de pura emoción. Él necesito embestirla un par de veces más para llenarla de su semen. No lo pensó, su parte de irracional pedía que la llenara en vez de pintarla. No quería otra persona más tuviera ese lujo. Solo aquella entrada podía llenarse de él y de nadie más.

Espero un poco dentro de ella antes de salir, queriendo calmarse. Apoyó su mentón sobre su hombro, llegando a escuchar la entrecortada respiración de Nami. Quiso verla en su máxima expresión de placer, pero sería algo que dejaría para una siguiente ocasión. Besó aquel mojado hombro en un reflejo. Intentó centrarse en él mismo, dejando que la caliente ducha se llevara el sudor, también aquellas primarias ideas de hacer sus manos siguieran conociendo el cuerpo de la vicealmirante. Su respiración fue llegando a calmarse, en lo que recuperaba el espacio que dejaba entre ella y él.

Sin mirarla, salió de la ducha y uso la primera toalla que encontró para poder secarse, ya que era consciente de que, si la veía una vez más, no sabía lo que le haría.

"¿Qué nos pasa?" preguntó ella con voz temblorosa, asomándose por la cortina

"No lo sé" respondió dejando a un lado la toalla "pero voy ganando"

"No por mucho tiempo"

Se vistió rápido y le dio un último vistazo. Se quedó paralizado por un momento, mirada con mirada. Ambos tampoco sabían si se debían despedir o decir algo más del asunto, pero había un brillo que no supo identificar porque era. Debía ser una atracción meramente química y, si él deseaba, la iban a repetir...

Y Law podía intuir que aquello era lo que iba a pasar.

Al llegar a su navío, vio que todo estaba listo para zarpar. Solo faltaba él. En el camino, su manga quedó atrapada por unas zarzas. Al desengancharse con cuidado de no romper la prenda, se fijo que alguien había tirado una chaqueta negra. Estaba en perfecto estado, por lo que no tenía sentido que estuviera abandonada en aquel lugar.

Decidió restarle importancia, debía ser una casualidad ya que era una cazadora que incluso él podía usar.

"Todo listo, capitán" informó Ikkaku

"Vámonos antes de que Luffy salga con alguna tontería"