Buenas noches gente hermosa de toda Tierra Media!
Un nuevo capítulo ha llegado! =) Espero que lo disfruten!
Eileen88: Me alegro que te haya gustado! Sí, Azul está como muy llorona... el cambio de ambiente la predispone mal... Creo que a ninguno de nosotros nos gustaría que hagamos tal o cual cosa porque otros nos manden, o que reaccionemos cómo si no hubiera pasado nada frente a personas que nos trataron mal... No es que la vida de Azul sea lamentos (que dicho sea de paso, habrá más) sino que las acciones que toma o que otros toman repercuten en su vida de una manera que ella no está acostumbrada (y quién no? sacarla de la casa para meterla en un cuento fantastico =P )
Gente hermosa, les dejo un pequeño temita que van a tener que escuchar más adelante.
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Nos leemos!
Cuando la memoria florece.
En todos sus miles de años de vida, nadie le había dirigido la palabra de ese modo, y menos estando en su propia morada.
Thorin miraba a Elrond entre incrédulo y feliz. Había visto como una cualquiera frenaba a uno de los más grandes elfos de toda la Tierra Media y eso no se pagaba con nada. Agradeció a Aulë por estar allí en ese momento.
Elrond tuvo la precaución de no enojarse con la muchacha, a pesar de la violenta manera de dirigirse hacia él. Con su fino oído, escuchó llantos del otro lado de la puerta. Llamó a uno de los guardias que le ofreció una daga para forzar la cerradura. Al entrar la vieron llorando sentada en uno de los varios sillones con su rostro oculto por sus manos.
-¿Qué fue esa reacción Azul? ¿Así nos pagas por recibirte con los brazos abiertos?- Dijo Elrond amablemente, pero tratando de sonsacarle algo.
Azul levantó la cabeza al escuchar la voz del elfo. Se levantó automáticamente y retrocedió al ver que él avanzaba hacia ella.
-¡No me digas Azul! ¡Ese no es mi nombre!- Se colocó detrás del sillón y tomó las almohadas a modo de proyectil.
- Mira, no sé qué es lo que te ha ocurrido, pero esta actitud no resuelve los problemas.-
-¡¿Y qué si no resuelve mis problemas?! ¡¿Qué si quiero gritar, patalear y descargarme?! ¡¿Eh?!-
-Y después dices que no eres una demonio…- Espetó Thorin.
-¡Principalmente tú no me hables! ¡Tú eres el que se comportó como un demonio todo este tiempo!- Le tiró un almohadón que fácilmente el enano atrapó en el aire.
-¡Hice lo que debía hacer! ¡Proteger a mi gente! ¡Y tú no eres parte de nosotros! ¡Ya bastante tuve que soportar tus quejas y tus dolores! ¡Te trajimos aquí por lástima!-
-¡¿Por lástima?!¡Ni siquiera a un perro se le trata por lástima como ustedes me trataron! ¡¿Y si tanto aborrecimiento te doy, por qué volvieron a buscarme!?-
-¡¿Por qué?! ¡Deberías darle las gracias a Kili! ¡Él fue el único que deseó buscarte, nada más! ¡¿Y tú cómo le has pagado?! ¡Casi muere por tu soberana impertinencia!-
-¡Yo no sugerí venir hasta este lugar! ¡Ni siquiera sabía que existía! ¡¿O acaso a ti también se te ha borrado la memoria?!-
-¡Sea o no sea verdad lo de tu memoria, pusiste a Kili en peligro!-
-¡No me cambies de tema estúpido!-
Aquello iba perfilándose de mal a peor. Elrond se convenció de que ella era de otro lugar y que en verdad no sabía nada de nada, pues nunca nadie les espetaría tal insulto a dos figuras tan importantes como ellos. Reconoció también, que la presión ejercida por los enanos sobre la muchacha durante la travesía desencadenaba en esta explosión de rabia y furia contra ellos, en particular contra su jefe.
Loca como estaba, tiró el segundo almohadón que Elrond esquivó con facilidad. Ella trató de salir de aquella habitación, pero Thorin quiso seguir discutiendo y trató de detenerla tomándole del brazo. Ella lo movió para que él no lo hiciera.
Azul salió corriendo por los pasillos. Balin y Bofur, atraídos por el griterío de su señor, se dirigían hacia aquella habitación cuando vieron que Azul corría por los pasillos alejándose de ésta, mientras que Thorin salía con una expresión desencajada y severa, al igual que Elrond.
La pobre muchacha siguió avanzando hasta doblar en una esquina cuando se topó con alguien que la hizo trastabillar y caer al piso. La reconoció enseguida, aquella era la doncella que había visto y dibujado. Se trataba también de la misma doncella que la esperaba en la habitación y le dio la bienvenida al país.
Vio los ojos de la humana enrojecidos del llanto y tuvo piedad de ella aunque no sabía bien de qué se trataba. Intentó acercarse.
-Muchacha, ¿Qué tiene su espíritu para derramar esas grandes lágrimas? ¿Acaso no está a gusto en esas tierras?- Acto seguido intentó acariciarle sus cabellos.
-¡No me toques!- Respondió la humana a la defensiva.
-Veo en tus ojos sufrimiento. Demasiado para alguien que recién ha alcanzado la madurez de la juventud.- Al escuchar pasos que venían del príncipe enano, y por deducción, también su padre, ésta le hizo una seña para que no se acercaran.- ¿Acaso no confías en la buena voluntad de los elfos? O tal vez…-
Y sin poder darle tiempo a nada, rápida como una gacela libre, rodeó con sus brazos el cuello de esa desdichada mujer.
Un abrazo.
Tan simple como eso.
Un acto de cariño bastaba para que las últimas lágrimas salieran de los ojos de Azul, pero esta vez fueron más sentidas. La calidez que emanaba de aquella elfa hizo que la tensión que retenía los sentimientos de tristeza y abandono se desvaneciera y por fin pudieran aflorar para desaparecer de aquel espíritu que no pertenecía a aquél mundo.
Un abrazo de amigas, nada más que eso necesitaba Azul.
Al principio intentó zafarse, pero la carencia de afecto que sentía hizo que su voluntad flanqueara y se dejara llevar por el abrazo. Y lloró más aferrándose a las ropas de la elfa. Hasta que, poco a poco, casi en un dulce sueño, cayó rendida inconsciente en el hombro de Arwen Undómiel, Estrella de la Tarde.
Los brazos fuertes de Elrond la alzaron cuando llegó al encuentro de su hija.
-Gracias-
-Me da mucha pena que alguien tan joven como ella sufra de esa manera. ¿Podría hablar con los enanos a solas Padre?-
Elrond asintió mientras llevaba a la humana a sus aposentos.
-Thorin, hijo de Thrain, por favor reúne a tus compañeros. Hablaremos de este tema.- Dijo amablemente Arwen al dirigirse al príncipe.
Tras una larga charla, se aclararon varios puntos. Arwen escuchó atentamente las versiones de cada uno de los enanos con respecto a Azul y dedujo que ninguno de ellos se había comportado adecuadamente frente a una mujer, hasta que fue demasiado tarde. Pero no a propósito, sino por desconocimiento. Había resistido igual o más que un hombre o enano la velocidad de marcha, el frío, la intemperie con casi nada de ropas y el hambre…. más de lo que una mujer pudiera soportar. Instó a los enanos a mirar esas virtudes que Azul tenía y que ninguno de ellos se había percatado.
Habían hecho efectos sus palabras en ellos salvo en Thorin, que seguía manteniendo su postura sobre la mujer, ya no considerándola como una demonio, pero sí como alguien peligroso.
Uno a uno se fue retirando de la sala hasta que Thorin se quedó unos segundos a solas con Arwen.
-Thorin hijo de Thrain, algo te aqueja. Lo noto en tu rostro aunque no preguntaré. Pero en cierta forma descargas lo que te acongoja con la muchacha. Tarde o temprano tendrás que hablar con ella y limar asperezas.-
-Tal vez. Pero ella se quedará aquí. No puede venir con nosotros.-
-Sí, tal vez. Pero algo me dice que ella estará más ligada a ti que a cualquier otro enano.- E hizo una reverencia para finalizar la conversación.
Esa misma noche, ya cuando la luna estaba en su cénit, un desfile de guerreros invadía los jardines de Rivendell. Cinco catres finamente preparados para la ocasión eran llevados por cuatro guerreros cada uno cuyo peso descansaban en sus hombros. En esos catres, reposaban los caídos producto de la batalla entre los orcos. Su última morada: el mar, el río que cruzaba el país los llevaría directo y sin impedimentos.
Los enanos presenciaron desde un balcón la ceremonia y vieron como los elfos dejaban los catres en el agua para que la corriente los llevase a su destino final. Una lenta y triste melodía, casi como un susurro, comenzaba a escucharse en el país para luego morir en el corazón de cada uno de los elfos.
Los salones eran enormes, y muy fríos a la vez. La piedra tallada y pulida, el acero siempre brillante y el mithril tan preciado. Y ella, en medio de la inmensidad del lugar, dondequiera que estuviese. A lo lejos, un pasillo que daba a un balcón donde se podía observar una ciudad magnífica y muy rica.
-¿Te gusta mi reino?- Escuchó que alguien le hablaba al oído. Ella se dio vuelta pero no vio a nadie.
Azul se despertó, pero no abrió los ojos. Siguió remoloneando más en su habitación. La luz del sol ya bañaba su cara y se tapó con su frazada. Escuchó los pasos de alguien que se sentaba al lado de ella.
-Arriba, que ya la mañana ha pasado…-
-Mmmm… ¿qué hora es?-
-Pasadas las once.- Y tiernamente apartó la frazada que le cubría el rostro y tocaba sus cabellos. Aún tenía los ojos cerrados.
-Mamá… un rato más… hoy no tengo que trabajar…-
-No es necesario eso…- sonrió divertida
-Soñé algo muy raro… que me secuestraban unos enanos y me mataban de hambre…Después llegaba a una ciudad… bah… un pueblo…-
-No te preocupes… nada te pasará estando en Rivendel…-
El susto fue tremendo para Arwen cuando Azul se sobresaltó al escuchar aquél nombre. Pero la humana se movió tanto en su cama que se arrimó demasiado al borde y cayó al piso. Arwen empezó a reírse.
-¿Estás bien?- Dijo entre risas.
Azul se levantó dolorida, con una mano tomándose la frente.
-¿No fue un sueño, verdad?-
Arwen la miró mientras la mujer se sentaba en la cama.
-No.- Dijo Arwen. Azul suspiró.- Todo lo que viviste fue real. Pero no te aflijas, siempre se puede encontrar una luz por más que las sombras se interpongan en tu camino-
-Pero… ¿cómo encontrar ese camino cuando ni siquiera me acuerdo de mi verdadero nombre?- Allí, Azul le contó el origen del nombre que le había puesto Kili.
-Entonces deberías confiar más en los valars. Ellos seguro tienen algo muy importante para ti, aunque aún no puedas entenderlo.-
-¿Valar?-
-Sí, los dioses que crearon todo lo que ves.- Y empezó a contarle su visión de cómo ese mundo fue formado. Quién era Eru, los valars, sus hijos y sus enemigos.- Creo que con el tiempo, ya lo aprenderás. Pero vamos, un nuevo día ha comenzado y luego del desayuno tienes que dar un par de explicaciones a mi padre.-
Azul se encogió de hombros.
Aquella mañana amaneció blanca. Arwen le prestó una capa más abrigada para que la muchacha se la pusiera y juntas fueron hacia el salón. Allí estaban el grupo de enanos sin Thorin. Ella, sintiendo vergüenza por su anterior comportamiento se sentó sin decir una palabra y un silencio incómodo reinó por unos instantes en la mesa.
-Yo… -Balbuceó Azul.
-¿Quieres jugo de naranja?- Preguntó Fili cortándole lo que ella diría. Acto seguido le guiñó un ojo.
-¿Eh?..ah… sí… gracias.-
-¿Y algo de salchichas o tocino? Esto lo hemos cocinado nosotros. ¡Estos elfos no saben lo que es bueno! ¡Con todas esas hojas que comen!- Dijo Bofur animadamente mientras le tendía el plato ya que estaba sentado al lado de ella.
Ella lo miró y sin darle tiempo a nada lo abrazó.
-Pero…pero… ¿qué…?-
-Gracias…-dijo ella suavemente. Y acto seguido le dio un beso en la mejilla, cosa que Bofur se ruborizó en gran manera.- Perdón por lo de ayer-Dijo al resto.-Por todas las groserías que les dije y por el mal rato que les hice pasar… más a ustedes dos.-Y señaló a los hermanos.
-Azul…-Dijo Balin que estaba a su lado.- Es cierto que no nos hemos comportado muy bien contigo, por lo cual tu actitud fue comprensible. Y recién ahora entendemos tu postura y tu fortaleza…-
-¿Fortaleza?-Pensó ella.
-…por lo tanto, oficialmente diremos que eres una poderosa hechicera.-
La cara boba que puso Azul hizo reír a Balin.
-Bueno, por lo menos ya no te consideramos un demonio.-
-Bueno… sí.-Dijo ella pensativa aunque seguía sin gustarle la idea.
-Y también consideramos que no representas ningún peligro para nosotros… salvo Thorin.-
-¿Él sigue con la misma idea?-
-Sí. Y dice que no piensa compartir mesa contigo por más que nosotros pensemos lo contrario de ti y que tengas el favor de los elfos.- Dijo Fili mientras se llevaba un pedazo de tocino a la boca
La última información que recibió no le movió un pelo a la muchacha. No le importaba demasiado que el jefe de los enanos no se sentara con ella y agradecía a Dios de no verle la cara, pero sí le molestaba que no deponga esa actitud soberbia e impetuosa que Thorin poseía.
Ya más animada con el nuevo lugar que se había hecho en ese grupo, desayunó con la certeza que disfrutaba en verdad la compañía de esos enanos. Una vez finalizado, una de las doncellas de Arwen se acercó pidiendo su presencia frente al jefe de los elfos que ya se encontraba en su estudio esperándola. Ella respiró profundo y fue a su encuentro pero acompañada con buenos augurios y palabras acogedores de su grupo.
Thorin miraba toda esta escena bien alejado sin que lo vieran. De brazos cruzados, apenas había probado bocado de su desayuno. ¿Cómo podía haber llegado a esta situación? ¿Cómo una "humana" le hacía frente a él? ¿A Thorin hijo de Thrain, príncipe del linaje de Durin en descendencia directa? Y lo peor de todo, ¡los hijos de su hermana! ¡Ellos estaban de risas con "ella" como si fuera de la familia!
Las palabras de Arwen todavía taladraban su cabeza pero se negaba a aceptarlas. No, ella no iría a Erebor.
El ruido que hizo su estómago le hizo recordar que su desayuno se enfriaba y lo devoró en silencio. Ese día no se dejó ver por ninguno de sus compañeros y en los días que siguieron sólo se dejó ver por su compañía. Tenía muchas cosas que ordenar en su mente y no podía hacerlo cerca de aquella muchacha.
La conversación con Elrond duró hasta después del almuerzo. Los elfos que deambulaban cerca del estudio de su señor contaron que de vez en cuando se escuchaban alguna que otra llamada de atención de Elrond hacia la mujer y algún que otro enojo por parte de ésta. Por lo visto, en ese diálogo comenzaban a limarse asperezas.
Los enanos no pudieron salir del territorio de Imladris tan fácilmente. Los exploradores del país divisaron nuevas tropas de orcos, aún lejos, que se dirigían al lugar. Esta vez, Elrond mismo mejoró a sus guerreros, los combatirían antes de que entraran en sus moradas. Por lo cual, la partida de Thorin y compañía se retrasó dos semanas más. Mientras esto sucedía, se les dio a los enanos preciosos metales para labrar mejores armas para su viaje y a cambio de esto, ayudaron a los elfos a mejorar sus armaduras para la inminente batalla que se les acercaba. Azul fue instruida en el arte de montar por decisión de Arwen y cuyo instructor era el joven Aragorn que había conocido cuando estaba prisionera. En sus ratos libres, ella dibujaba todo lo que veía: árboles, flores, elfos, construcciones, todo. Sentía tal aprehensión por el dibujo que casi su cuaderno estaba lleno de garabatos, rayones y arabescos. Sólo 5 hojas le quedaban. Utilizó las primeras dos para satisfacer un capricho de los hermanos, Fili y Kili, que ahora el rubio era tan querido como Kili. Luego le siguió Balin y Bofur, que se sintieron muy complacidos cuando recibieron el humilde obsequio y lo tomaron como un fortalecimiento en su relación. Pero la última hoja quedó en blanco. Pensó que el dibujo de Thorin podría llenar el espacio, pero se dio cuenta de que no lo había visto hacía días. Preguntó a Bofur un día en que estaba trabajando con los metales obsequiados en una de las herrerías de los elfos.
Al entrar al lugar, varios elfos la miraron preguntándose cómo una mujer se atrevía a inmiscuirse en un lugar que tradicionalmente era del sexo masculino. El calor que allí había era sofocante y el vestido largo no ayudaba. Preguntó a varios elfos dónde podría encontrarse el enano y la condujeron hacia él. Bofur estaba cubierto de sudor con el torso desnudo empapado de sudor. Con sus manos daba forma a golpes con un martillo a una hoja de metal para formar una espada acorde a su tamaño.
-Buenas tardes.-
Bofur, serio como estaba, levantó su mirada hacia la entrada, agradeció el calor del lugar pues al ver a Azul se ruborizó por estar a medio vestir. El color de sus mejillas fue disimulado por el esfuerzo que estuvo haciendo minutos antes.
-¡Azul! ¿Qué estás haciendo aquí? ¡No es propio de una mujer estar en lugares como éste!-
-¿Y eso quién lo dice?- Dijo ella sin perder su sonrisa. Bofur intentó ponerse su camisa.- No seas tan delicado conmigo, ya bastante calor hace aquí para que te pongas eso.-
Bofur se sorprendió al escuchar esto y pensó si ella sería "pura". Según la tradición de los enanos, sólo la esposa podía ver el torso desnudo de su marido.
-¿No tienes vergüenza de verme así?-
-No. A mí me daría vergüenza si me vieras de esta manera… Yo tengo que ocultar cosas que, a pesar de que las tape, saltan a la vista…-
Bofur estalló de risa.
-¿Qué necesitas?- Dijo él luego de reírse.
-¿Has visto a Thorin? Me he dado cuenta de que no lo he visto en días y pensé que tú sabrías dónde está.-
El semblante de Bofur cambió radicalmente. Ella al ver su rostro guardó silencio.
-Mira… mi lealtad con Thorin me impide hablar. Sé donde está pero no puedo decirte.-
-¿Me está evitando?-
Bofur no contestó.
-Ok ok…. Tú callas pero el silencio grita… Tu lealtad es admirable Bofur, aunque a veces no entienda las razones de esa lealtad. No te preocupes. Si lo veo, no le diré que tuvimos esta conversación.-
Azul salió de la herrería. El viento frío golpeó su rostro y comenzó a tiritar. Ya el sol se ponía en el horizonte cuando miró a su alrededor y sintió deseos de dibujar. Reprimió ese sentimiento sabiendo que ya casi no le quedaban hojas. A lo lejos, la mujer divisó a una tropa que dejaba las tierras para protegerlas de los orcos que estaban en camino. Llevaban sus mejores armas y armaduras, quería exterminar aquella amenaza de una vez por todas.
La luna llena ocupaba el firmamento ahora que el sol se había ido. Sólo se escuchaban las risas de los elfos y enanos, los platos y el tintineo de las copas con vino.
Balin miró a la joven humana que tenía sus ojos fijos en la inmensidad del paisaje nocturno que se veía por uno de los tantos balcones del salón donde se encontraban. Sus largos años de experiencia bien ganada y la nueva confianza establecida entre ellos animaron a entablar una conversación profunda.
-¿Aún piensas en tu memoria?-
Ella lo miró y una tímida sonrisa surgió.
-No mucho. Luego de la extensa charla con Elrond me ha bajado los humos de la cabeza…y matando dos pájaros de un tiro, me explicó muchas cosas que suceden en esta tierra. No me gusta no saber las cosas.-
-¿Entonces por qué tan pensativa?- Y su mirada se posó en los ojos de ella. En esa mirada, Azul comprendió que podía confiar en él, casi tanto como si fuera su (olvidado) padre. Y un nuevo voto de confianza se enlazó entre ellos.
- Desde que llegamos a Rivendell todos nosotros cambiamos. ¡Y menos mal que fue para bien!- Dirigió su mirada a los hermanos que reían producto de la bebida junto con Bofur.- Ya considero a Fili y Kili como hermanos, a Bofur como un buen amigo y a ti… tal vez como un padre…-
Balin sonrió al escuchar esas tiernas palabras.
-… pero Thorin…-
-Thorin es un hueso duro de roer. Para colmo, el estar en territorio de los elfos tampoco hace que su mirada sobre ti cambie demasiado. Él es un…-Se cuidó de decir la palabra "príncipe".- enano con muchas responsabilidades, que haría lo imposible para que todos nosotros lleguemos sanos y salvos a Erebor.-
-Sí, pero cuando dices "nosotros" se refiere a "ustedes". Acuérdate que no iré con ustedes cuando emprendan la marcha…-
Era cierto. Thorin se oponía terminantemente. Se había olvidado de que el plan original era dejar a la mujer en Imladris para que los elfos se encargaran de ella y desligarse de esa responsabilidad. Ahora, donde la situación con Azul era totalmente distinta, lamentaba haber tomado esa decisión.
- Aún así, todavía no está dada la última palabra. Hasta que los caminos no sean seguros no podremos seguir. Tal vez, con ayuda de Aulë, vengas con nosotros.-
Aquellas palabras pronunciadas como una débil esperanza se hicieron realidad esa misma noche.
Unas pocas velas estaban encendidas, las suficientes como para iluminar los pasillos pero el frío invernal las apagaba de a poco con ayuda del viento que se colaba por las ventanas. Pronto, la ciudad de Imladris quedó bañada solamente por la luz de la luna.
Los soldados que no fueron al frente de batalla hacían guardia, las doncellas y los nobles dormían, Azul y los enanos también… salvo Thorin que se había quedado despierto junto con una vela encendida. En sus manos, su tan preciada arpa dorada cantaba melodías de batallas ancestrales, héroes y enemigos derrotados. Y junto con la voz de Thorin hacían un dúo bellísimo que lamentablemente nadie escuchaba. Sólo las estrellas y la gran luna disfrutaban aquel espectáculo.
La voz de Thorin, aunque entonaba con gran belleza, transmitía tristeza y preocupación. El viento, existencia que deambula por todos los rincones, escuchaba cada palabra y cada nota de la dulce melodía que enano y arpa interpretaban. Así fue que esta melodía fue escuchada por Aulë y por Irmo, Señor de las Visiones. Desde su pensamiento, Aulë vio a uno de los descendientes de los siete padres enanos en ese profundo lamento.
-Creo que es hora de que no estés solo, hijo de Durin. ¡Hijo de Manwë! ¡Gracias por mantenerme informado! ¡Pero ahora te pido humildemente que hagas algo por mí!- Dijo Aulë. Luego se dirigió a su congénere.- Irmo, estoy agradecido por la ayuda prestada, ¿seguirás ayudándome luego de lo que ya sabes que haré?-
-Mientras ella no caiga en la tentación, cuenta con mi ayuda Aulë. Todos los valar estamos contigo.-
Azul dormía plácidamente en su habitación, bien abrigada. El viento hizo de las suyas para entrar en sus aposentos y destrabar las ventanas silenciosamente. Junto con él, traía aquella dulce melodía para que la muchacha lo escuchara en sueños.
-Aún no me has respondido, ¿Te gusta mi reino?- Esta vez, Azul vio que el que le hablaba era Thorin. Su espalda estaba apoyada sobre una de los arcos de piedra, cruzado de brazos. Su mirada, directo al horizonte y su rostro, sereno e imperturbable. En ese estado de serenidad lo vio Azul y su corazón cambió. De los labios de Thorin salió una dulce melodía y ella no quiso interrumpirlo…sólo quería escuchar…
Los ojos de la mujer se abrieron de par en par, odiándose a sí misma por haber terminado su sueño de aquella manera. A pesar de que aún le caía mal el jefe de los enanos, reconocía que el sueño le había gustado. El viento frío en su rostro le hizo entender que las ventanas se abrieron y de mala gana se levantó a cerrarlas. Cuando estaba enfrente de ellas, escuchó una melodía que no pudo resistir. Era la misma que había soñado.
-Estúpido inconsciente…-pensó-… asociar sonidos a los sueños.-
Pero la música siguió escuchándose y el corazón de Azul latió con más fuerza hasta que su curiosidad pudo que su razón. Se vistió y tomó su cuaderno y lápiz. Ya no quería esperar más y dibujaría el origen de esa melodía.
Caminó silenciosa por los pasillos tratando de que el elfo no sintiera su presencia (pensamiento bastante ingenuo) y arruinara tan bella música.
A medida que avanzaba, el sonido se hacía más fuerte; señal que estaba acercándose. Divisó una pequeña, titilante y débil luz doblando a la derecha por el pasillo que seguía.
En puntitas de pies se acercó hasta acercarse a la esquina y sigilosamente se sentó en el piso apoyando su espalda contra la pared.
Thorin seguía tocando su arpa, pero su instinto de guerrero le decía que alguien había llegado y no se atrevía a mostrarse, no aún. No tomó acción alguna para tratar de descubrir quién era el elfo que osaba espiarlo de esa manera.
Azul comenzó a temblar del frío, era un grave error haber salido sin una frazada y ahora sus manos pagaban las consecuencias al no poder hacer trazos precisos en la última hoja que le quedaba. Para empezar, dibujó aquellos arcos de piedra que había soñado. Y mientras dibujaba y escuchaba aquella música, otra melodía comenzó a usurparse el lugar en su mente. Una que su memoria trataba de sacarla a la luz y hacía esfuerzos enormes por hacerlo. La primera melodía le estaba haciendo recordar otra, pero de su infancia.
Un estornudo por parte de la muchacha interrumpió a ambos. Thorin resopló.
-¿Por qué te ocultas entre las sombras, mujer humana?- y volvió a tocar el arpa.
El estómago de Azul dio un brinco al ser descubierta. Abochornada, salió de las sombras con la mirada en el suelo cual niña descubierta por una travesura. Thorin no la miraba, Su vista estaba perdida en lo profundo de la noche.
-Aún no me has respondido, ¿por qué te ocultas?-
Ella se sorprendió con la similitud de la oración dicha por Thorin en ese momento con la del Thorin de sus sueños.
- Perdón… no quería interrumpir… es sólo que…- Embelesada por aquella música, no terminó su frase.
-Sigo esperando.- Insistió Thorin.
-Es que… -Costaba explicarse.- ¿Podría quedarme y escucharte un poco? Prometo no molestarte-
-¿Por qué debería hacer tal cosa?- Su voz se hacía más grave y tensa.
- Porque hace que recuerde cosas de mi pasado…-confesó.
Thorin la miró, y con la cabeza le hizo señas para que se sentara en un amplio banco de madera, casi enfrente de él. Luego siguió mirando la noche.
A medida que la música seguía, ella recordaba poco a poco las notas de esa melodía olvidada en su memoria. Era el ambiente ideal para seguir dibujando. Lentamente, sacó su cuaderno y comenzó a terminar el boceto. Al ver a Thorin en aquella posición, se le ocurrió dibujarlo y de tanto en tanto lo miraba disimuladamente para dibujar su postura, sus detalles, ropas, su rostro… sus labios. Éste sentía las miradas de la joven y de reojo también la miraba para ver qué hacía.
La música terminó abruptamente y Thorin se incorporó adquiriendo su postura habitual de enano arrogante. La vela estaba ya le quedaba la mitad de su vida.
-¿Así termina?- Preguntó Azul inocentemente.
-Sí. Tu presencia no me inspira a seguir tocando.-
Ese fue un duro revés para la muchacha.
-¡No, por favor! ¡Sigue tocando! ¡Es muy bello!-
-¿Para qué? ¿Para hechizarme con tus escritos?- Y miró el cuaderno que llevaba.
-¿Sigues con eso?- Suspiró.-Mira, para que veas que no estoy haciendo nada malo.-
Y le mostró el boceto a medio terminar.
Thorin tuvo que tragarse sus palabras amargas. Era la primera vez que veía sus dibujos; anteriormente los había despreciado cuando se enteró de que ella sabía dibujar. Ahora, su opinión era otra. Siguió pasando las páginas del cuaderno para ver si no era mera casualidad que el dibujo le había salido bien, pero no. Todos eran de una destreza sin igual. Alzó la vista para devolvérselo a su dueña y la vio sentada, allí donde le había dicho que se acomodara. Cabizbaja por el resultado de sus duras palabras. Sabía que el asunto de su memoria era un tanto delicado para ella. ¿Por qué seguía propinándole palabras desgraciadas?
-Toma.- Y le tendió el cuaderno. – Tu mano tiene la destreza de la mano de un enano con un martillo y cincel al dar forma una roca-
Era la primera vez que Thorin le decía un cumplido. Azul enrojeció pero no subió su mirada para ver al enano. Tomó su cuaderno y lo dejó en el asiento.
-¿Por qué fuiste tan duro conmigo?- Se aventuró en preguntarle.
-Ya sabes la respuesta, cuidaba a los míos.-
-Pero aún sabiendo que estaba enferma…-
-No confiaba en ti.-
Gran error por parte del enano que pasó desapercibido por la humana, ¿o tal vez de su inconsciente? ¿Su instinto le decía que podía depositar algo de confianza en ella?
-¿Por qué eres tan duro sabiendo ya a estas alturas que no puedo hacerte nada?- Su voz era cada vez como un lamento.-Tus compañeros, luego de lo que pasó, me han brindado tanto afecto que ya casi olvido sus malos tratos. Pero tú Thorin… sinceramente me duele en el alma que me veas de ese modo. Siento que eres muy distinto a tu grupo y no entiendo por qué siguen a alguien tan frío como tú. Y cuando pienso en eso llego a la conclusión de que hay algo de bondad que no quieres que vea por temor a perder tu autoridad sobre ellos -
Había dado en el clavo. Y lo peor de todo es que había sido derrotado en elocuencia.
Desnudo como estaba, no se atrevió a mirarla. Ella se levantó y se dirigió enfrente de él para estar cara a cara. Instintivamente, una de sus manos rozó la empuñadura de su espada.
- Hola, mi nombre es…-Azul dudó unos instantes.- Bueno, no recuerdo cuál es mi nombre pero un joven enano que conocí hace un mes me dio uno nuevo. Azul me llamó. ¿Cómo se llama usted?- mientras su mano esperaba tendida para estrecharle la suya.
Thorin entendió la indirecta y miró esa mano suspendida en el aire. Ella no sabía que sólo los hombres (enanos, elfos, y humanos) se saludaban de ese modo.
- Primera regla que debes recordar Azul: las mujeres no suelen saludar a los hombres estrechando sus manos. Lo hacen inclinando levemente su cabeza hacia adelante.-
La mujer respiró ese nuevo aire que comenzó a circular entre ellos dos. El primer paso hacia una relación cordial estaba dando sus frutos.
-¿Y bien? ¿Acaso no saludas?-
Ella sonrió y obedeció. Inclinó suavemente su cabeza como Thorin le había indicado, a lo que él respondió galantemente de la misma manera.
-¿Me ayudas a recordar aquella melodía que te comenté hace un rato?-
Azul tarareó muy bien lo que recordaba y de a poco, no con poco esfuerzo, Thorin sacó los acordes mientras que al margen de la hoja donde estaba el dibujo, la muchacha los anotaba.
En esa misma noche, y con la oscuridad como aliado, tres figuras emergieron del bosque más cercano, cerca del río que surcaba lado a lado el país de Rivendell.
Sus ropas estaban sucias producto de la intemperie y sus cuerpos delgados. No llevaban armas pues nunca las obtuvieron pero eso no significaba que no pudieran blandir alguna de ellas. Lentamente, salieron de su escondite hasta llegar muy cerca de las estancias donde alguna vez fue su hogar, aunque no las recordara.
La guardia fue tarea fácil de anular para ellos. Así obtuvieron nuevas ropas y armas para seguir avanzando. Debían esquivar las pocas luces que el lugar poseía, pues si miraban sus rostros serían descubiertos. Uno de ellos olfateó el aire y otro el piso, el tercero esperó a que los dos le dieran una dirección a seguir. Hasta que al fin la encontraron. Guiados por una cierta sensibilidad a la luz de las estrellas y al olor, entraron sigilosamente a las estancias de Elrond. Algunos soldados vieron que tres guardias de su misma talla entraban, pero no le pareció sospechoso tratándose de sus mismos compañeros. Pero algo emanaba de esos tres que el ingenuo soldado no percibió. Y desde sus aposentos, Elrond despertó de su sueño intranquilo.
Estos tres sujetos siguieron el rastro anterior hasta que se toparon con la segunda melodía que Thorin y Azul había estado buscando junto una luz tenue de una vela que luchaba por no apagarse, y esperaron el momento propicio para hacer su movimiento…
( Ahora sí puedes escuchar la canción) watch?v=thQVxrfODGA
Ni bien Thorin memorizó las notas, comenzó a tocar las cuerdas para dar vida a esa melodía perdida.
Azul la escuchó atentamente y en su mente vio que una niña corría hacia un comedor, tomaba un control remoto para prender el televisor. La imagen que apareció fue la de varios jóvenes con armaduras representando a varias constelaciones de estrellas. Luego de una hora, una mujer a quién no pudo verle el rostro la llamaba para merendar. Ella subía a la silla esperando la bebida caliente y sonreía al ver cómo su madre le servía junto con varias galletitas y dulces. Como premio, esa niña le daba un beso en la mejilla…
La música terminó rápidamente pero aquel recuerdo que surgió quedó grabado en su memoria.
-Gracias- Dijo ella.
-No pienses que esto es gratis. Esto te costará.-
-¿Y qué pides a cambio?-
-El dibujo que llevas en ese libro.-
Ella tuvo que contener su risa.
-Trato hecho, pero falta terminarlo aún.- Creyó que Thorin se reía.-Bueno, tampoco tienes que burlarte de que no lo tenga listo…-
-¿Qué? Yo no me he reído- dijo Thorin y la miró incrédulo.
Ambos miraron alrededor y no vieron a nadie.
-Pobre enano, sucumbir a los encantamientos de una hechicera….- dijo una voz.
- Y pensar que hizo lo posible para mantenerla apartada… ¡pobre débil!- Dijo una segunda voz.
-¿Creerle a los enanos? ¡Bah! ¡Ni siquiera pueden mantener ellos mismos su autoridad!- Dijo la tercera voz.
El corazón de Azul comenzó a latir fuertemente.
-Si esto es una broma no es gracioso.- Dijeron humana y enano a la vez pensando que era el otro.
Thorin, comprendiendo la situación, desenvainó su espada y puso detrás de él a la mujer.
-No te apartes de mí.- Le ordenó severamente. Azul asintió.
-Thorin hijo de Thrain, ¿Has caído en su trampa? ¿Insultas a tu linaje de ese modo?-
-¡Cierra la boca y muéstrate cobarde!-
-¡Jajaja! ¿Cobardes nosotros? Por lo menos no cambiamos de opinión tan rápido como tú lo haces con esa mocosa que está detrás de ti…-
Uno de ellos se hizo visible. Ni Azul y ni Thorin lo reconocieron pero al verlo, la muchacha ahogó un grito de terror. El ser que tenía adelante poseía el cuerpo de un elfo, pero su rostro se asemejaba al de un orco que había quedado a medio transformar. Aún conservaba sus orejas puntiagudas y sus ojos azules, pero sus dientes sobresalían y su piel ya dejaba entrever un color grisáceo. Dos más se unieron al primero.
-Esto será difícil.- Susurró Thorin. -¡¿Qué rayos son ustedes?!- Rugió.
-Eso a ti no te importa… nosotros queremos a "esa".-
Al oír que pedían por ella, Azul se aferró más a las ropas de Thorin. Uno de los "elfos" avanzó hacia ellos. Thorin sacó rápidamente una daga lanzándosela. Éste la esquivó pero con la mala suerte que su compañero de atrás no pudo hacer lo mismo, la daga quedó clavada entre los ojos del "elfo".
Elrond estaba más intranquilo. Esa oleada de maldad que sentía era cada vez más y más notoria. Se cambió de ropas y salió él mismo a patrullar los pasillos para ver de dónde emanaba tal aura.
La batalla había empezado. La destreza en el manejo de la espada, la velocidad y el temple de acero en la mirada de Thorin lo percibió Azul cuando salió en su defensa.
-¡Vete y pide ayuda!- Le espetó el enano al ver que tenía una oportunidad de escapar.
Ella así lo hizo y corrió tratando de alejarse de allí, pero uno de los elfos-orcos le cerró el paso.
-¿A dónde crees que vas rata? Nuestro amo te necesita con vida…-
Un bulto voló al costado derecho de Azul e hizo perdiera la concentración por unos segundos. Thorin había sido lanzado por los aires y yacía inconsciente en el piso.
-¡No!-Y para tratar de ganar tiempo, la muchacha le dio un puntapié en las partes blandas del elfo maldito. Éste se retorció de dolor tomando con ambas manos sus genitales mientras que su compañero se retorcía de risa.
-¡No es gracioso!- Escupió
Azul fue hasta el enano preocupada.
-¡Thorin! ¡Thorin, despierta!-
-No despertará… está muerto…- dijo el elfo que todavía estaba en pie y se acercaba hacia ellos.
-¡Me las pagarás mujer de mierda!- Bramó el otro que de a poco se levantaba.
Azul buscó el pulso a Thorin. Todavía Vivía.
-¡Hey! ¡Haz bien tu trabajo! ¡El enano sigue vivo!-
El semblante del elfo que se acercaba se endureció más. Tomó a Azul por el cuello y la levantó a centímetros del suelo.
-Tu terror será mi postre… verás a tu enano morir.- Y la tiró con fuerza hacia donde estaba el banco de madera, rompiéndolo en pedazos.
Con el cuerpo dolorido por el impacto, lo último que ella vio fue cómo el elfo levantaba su espada saboreando anticipadamente el momento de la victoria.
-Bienvenida…-
Al oír estas palabras, Azul abrió los ojos asustada. Lo primero que vio fue arena en sus manos. Escuchó el canto de las gaviotas y el sonido del mar arrullándola por doquier. El sol bañaba su rostro y recomponía sus temores. Se incorporó algo temblorosa y vislumbró aquel incoherente paisaje.
-¿Dónde estoy?-
-En Valinor-Dijo la voz pacientemente.
Ella se dio vuelta y vio la figura de un hombre corpulento, mucho más alto que ella. De cabellos y ojos oscuros y semblante grave. Poseía una corona de hierro finamente trabajada con muchísimas incrustaciones de piedras preciosas, pero en atuendos, llevaba una toga de color marrón atada en la cintura por un cordón de plata. En el cuello llevaba un colgante de oro en donde se podía ver a simple vista un martillo y un yunque surmontados por una corona rodeada de las siete estrellas.
-¿Estoy…muerta?- Preguntó algo preocupada.
-No… tus enemigos saben que vales demasiado como para matarte.-
-Y usted es…-
-Aulë, Señor de las montañas, el Herrero.- Dijo imponente el valar.
-Ah…- Aún Azul no entendía el por qué de tantos ornamentos para sólo un nombre. Aulë se rió para sus adentros. Recordó que ella apenas había escuchado sobre él y los demás dioses así que dejó pasar aquella altanería.
-Soy uno de los dioses que ha creado el mundo en el que te encuentras, Azul… nombre dado por Kili de la descendencia de Durin, uno de los siete Padres enanos. Pero los elfos te llaman Nénar, pues tu presencia la sintió el anillo de poder que Lord Elrond posee… Pero todos estos nombres no tienen ningún significado en ti porque no recuerdas tu verdadero nombre ya que tu memoria se ha perdido.-
-¿Cómo sabe eso?-
Aulë camino unos pasos y sus pies se mojaron en el mar. Allí contó el preludio de su historia, La Hendedura que encontró en el Vacío Imperecedero, la ambición de Melkor y su maldición…
-Por mis faltas, te he tomado como mi protegida. Y he elegido a Thorin y su compañía para llevarte sana y salva a Erebor.-
Ella retrocedió.
-¿Y por qué tengo que obedecer órdenes de alguien que apenas conozco?- Dijo ella a la defensiva.
-Porque estás en nuestro mundo.-
-¡Yo no quise estar aquí! ¡Devuélveme a mi mundo!- Le gritó al dios.
Aulë se sorprendió al ver que no respetaba en lo más mínimo su condición de divinidad, por lo que comenzó a perder la paciencia.
-Es cierto que no debes estar aquí y que en parte se debe a mi curiosidad que no ha sido controlado, pero mientras estés en este plano deberás guardar respeto ante los dioses.-
-Lo siento, pero yo ya le guardo fidelidad a un Dios y no reconozco otros.- Dijo Azul firme y cortarte.
Esas palabras tan fieras retumbaron en todo Valinor y fueron oídas por los demás dioses. Todos ellos se hicieron presentes rodeándola a la muchacha.
-¿Con que ella es la Luz?- Preguntó Tulkas mirándola de los pies a la cabeza.
-Está incompleta.-Dijo Oromë mirando sus ojos.
-Silencio- Inquirió Manwë. Luego se dirigió a la humana.- Dime joven humana, ¿hemos escuchado bien? ¿Acaso no reconoces nuestro poder?-
-Reconozco sólo a un Dios, quienquiera que seas… -
Los demás dioses comenzaron a cuchichear en su propio idioma a lo que sólo Azul pudo entender como siseos y susurros. Manwë acalló todo eso levantado su mano. Dio unos pasos hacia Azul, cosa que ella retrocedió hasta toparse con el pecho de Aulë tan duro como una roca.
-A pesar de tu insolencia jamás pronunciada con tanto descaro…-Dijo Manwë seriamente.-…has pasado la prueba. Tu corazón, aunque ahora no lo comprendas del todo, es fiel a Eru y a su hijo. Que esta valentía que residen ti te ayude en el largo camino por recorrer.-
El dios puso su dedo índice en la frente de la mujer que no entendía nada. Un agradable calor surgió de ella envolviendo todo su cuerpo y adormeciéndola por completo
-Esto es lo que te faltaba para que seas tú misma en nuestro mundo….-
Luego Aulë se sacó su medallón, convirtiéndose en una luz muy brillante. Esta luz se posó en la parte izquierda del cuello, muy cerca de su clavícula de Azul dejando un tatuaje de color negro. Allí estaría reposando de ahora en más la "Corona de Durin" hasta que abandones este mundo.
-Tú serás la luz en la oscuridad cuando todos fallen. Pero si tú eres la que cae, no habrá futuro… Mi protegida, este tatuaje imborrable representa una hermosa señal de esperanza, pero también una carga muy pesada de llevar… Sé fuerte como un enano pero entrega tu corazón a las cosas bellas y sanas del mundo…-
Azul abrió los ojos. La espada todavía estaba en alto. Thorin estaba recobrando el conocimiento pero no podría defenderse para rechazar el ataque. Elrond todavía no los había descubierto.
La luz del sol comenzaba a pintar el cielo.
Ya lo recordaba todo.
Su vida, su pasado, su presente, su origen… salvo su verdadero nombre. Pero poco importaba ese detalle en aquél momento. De toda su memoria, sólo necesitaba un recuerdo.
Sabía cómo defenderse.
Sabía pelear.
