Hola hermosa gente de toda la Tierra Media!
Gracias Erinia por tu hermoso comentario! Me da gusto que mi forma de escribir te agrade. Y sí, en algunas partes verás que no se asemeja a la historia original, pero en otras, el hilo argumental se parecerá mucho. Habrá alguna que otra vuelta de tuerca al asunto ;)
Aquí les traigo un nuevo capítulo! Y como siempre, espero que les guste!
Lynlia ^_^
Cap. 16
Compañía completa
Las gotas de agua caían heladas en el cuerpo desnudo. Fría como el hielo, pero temeraria como el más experimentado guerrero, Calacyria se mostraba al mundo tal cual era. Los orcos, al ver tamaña creación de los elfos, dudaron en atacar. Pero el jefe de ellos, recriminó a sus soldados la estúpida reacción y fue él mismo quien encabezó el ataque junto con su bestia.
-Recuerda quién eres.-Se decía así misma para tomar valor en la lucha.
Azul, dándose valor con un grito, corrió hacia el encuentro con su primer enemigo. A propósito resbaló en el lodo que cubría el suelo para que su primer espadazo diera directo en las patas del huargo y lo dejara fuera de combate. El orco, cayó al suelo y por varios minutos no se levantó. A raíz de esto, los demás salieron a la carga contra la muchacha por semejante descaro contra su jefe. Los gritos guturales de los orcos y el hedor mezclado con el agua de lluvia hicieron un cóctel atroz. Uno de ellos se adelantó y cortó la retirada de la muchacha. Ambos orcos bajaron de sus bestias y se ubicaron exactamente en los cuatro puntos cardinales.
El que estaba detrás de ella dio la primera embestida. El huargo se lanzó directo hacia la columna de la mujer a lo que ésta pudo esquivarlo y darle una rápida estocada, pero no lo suficientemente mortífera como para matarlo.
Los dos orcos se abalanzaron, dos contra uno no era muy justo para ella. Calacyria, con cada choque de espadas, sacaba chispas como una maza golpeando un trozo de hierro. Azul, recordando entrenamientos pasados, se alejó de ellos (en parte para tratar de retomar el aire) y redobló las fuerzas para enfrentárseles. Este nuevo impulso hizo que los orcos lo pensaran dos veces al ver a Calacyria cortando el aire a diestra y siniestra muy cerca de sus cuerpos y de cómo una mujer, por sobre todas las cosas, sabía manejar de esa manera aquella arma.
Azul debía deshacerse rápidamente de uno de ellos, pues el huargo que quedaba estaba acercándose listo para unirse a la batalla. Quebró la defensa del orco que estaba peleando y con una abertura de piernas de ciento ochenta grados, el empeine se le incrustó en la mandíbula del orco. Su compañero y su bestia increparon juntos a la muchacha. Al ver la ofensiva que se le venía encima, Azul atinó a correr. El orco soltó una carcajada y mandó al huargo a buscar a su presa. Éste dejó que ella se distanciara un par de metros, entonces así, comenzó con la carrera. Rápidamente fue alcanzada por la bestia quien le propinó un terrible cabezazo que le hizo perder el equilibrio y cayó al suelo. Calacyria estaba fuera de su mano sin posibilidad de alcanzarla. El huargo tomó con sus mandíbulas el cuerpo de Azul que gemía de dolor por la presión que sentía por la dentadura del animal. Azul intentó zafarse pero el huargo había vuelto a su dueño y la dejó a los pies de éste.
-¡Agnsh! ¡Gorgant!- Bramó el orco en su lengua. ¡Levántense ratas mugrientas! ¿Acaso una estúpida mujer les ganó? ¡Arriba les digo!-
El primer orco que se había desmayado, Gorgant, fue pateado por Agnsh para que vuelva en sí. Luego de varios golpes, Gorgant, daba quejidos de dolor, pero estaba despierto.
La otra persona que también daba quejidos de dolor era Azul. Presa del miedo, su mente se atascó y no pudo pensar el próximo movimiento. Miraba de reojo a sus captores pero no se atrevía a enfrentárseles a un duelo de miradas.
Elen galopaba muy alterada en dirección contraria. Su instinto animal le decía que debía huir de ese lugar. En el galope, vislumbró que un tropel de su especie se encaminaba justo a su dirección, pero siguió con su huída.
Los enanos seguían las huellas de los huargos en el lodo. Apenas se distinguían pues la lluvia estaba borrándolos. A lo lejos vieron un caballo que galopaba locamente y cuando se acercó a ellos, tuvieron que esquivarlo porque no respondía de sí. Ellos vieron que estaba cargado de dos alforjas y rápidamente Thorin mandó a Balin a detener aquél caballo. Tardó varios minutos en alcanzarlo y llevarlo delante del príncipe. Allí, éste no tuvo más dudas. Desenfundó su espada y todos se dirigieron hacia la dirección donde el caballo había aparecido.
-Preciosos ojos.-Dijo Gorgant. Tomándola de la trenza, Azul fue obligada a levantarse hasta la altura de los ojos del orco. -Podríamos demorarnos un rato ¿No les parece?-
Agnsh sacó su espada orca y, desde la cabeza de Azul, fue deslizándola. Pasó por su cuello, sus senos hasta llegar a su pelvis. Allí se detuvo. Ella, al intuir lo que pasaría, intentó moverse, pero otra espada se acercó a su cuello.
-No tan rápido primor, todavía no hemos terminado contigo….-
Agnsh se acercó al cuerpo de Azul y con sus manos tomó la cintura de ésta para domarla. Ella instintivamente lo pateó en sus partes nobles.
-¡Agh!- Se lamentó Agnsh poniendo sus manos en la zona afectada.- ¡Estúpida zorra de mierda! ¡Mátala Gash!-
Gash no se hizo esperar. Con un movimiento en diagonal, la espada orca atravesó la espalda de la mujer. Ésta no sintió nada.
El contacto de la espada con su espalda hizo que Azul retomara el valor. Su cota de malla la había salvado. Con su cabeza, le dio un fuerte golpe en el pecho de Gorgant. Éste la soltó. Intentó correr pero el lodo en el piso la hizo trastabillar y caerse.
- Vete con Melkor ¡Puta!- Le espetó Gash levantando su arma.
El sonido de una flecha fue la salvación de la muchacha. Gash quedaba tendido en el suelo y su sangre mortal se confundía con el lodo y la lluvia. Los huargos al ver que los enanos se acercaban emprendieron el ataque. Kili mató a uno mientras se acercaban y Balin se lanzó a otro que le hacía frente.
Fili bajó de su caballo y enfrentó a Agnsh, Thorin tuvo que lidiar con un huargo que tuvo la osadía de hacerle frente.
Mientras que Balin y Bofur se trababan en pelea contra los huargos que quedaban, Azul intentó escapar de Gorgant, pero éste, en el suelo, tomó una de las piernas de la mujer para hacerla tropezar. Azul lo pateó en la cara para tratar de zafarse y alejarse, pero el orco una vez más le tomó de las piernas, no se lo haría fácil. Gorgant sacó su espada. Al ver esto, Azul estiró su mano para tratar de tomar la espada de Gash que estaba a unos metros de ella, y cuando lo hizo, el choque de metales no se hizo esperar. Ambos se trenzaron en una pelea cuyo objetivo era ver quién caía primero y daba el golpe de gracia. Cuanto más patadas y golpes con el puño daba la muchacha, la ira del orco crecía. No podía comprender cómo una mujer de esa calaña podía defender y tener esa fuerza y elasticidad en los brazos y piernas. Para contrarrestar esos ataques, Gorgant puso más energías en cada estocada. En ellas, ponía su propio peso del cuerpo, cosa que la resistencia de Azul fue debilitándose a medida que recibía los ataques hasta llegar en un punto en que no pudo más y el orco rompió la defensa de la mujer. Si antes el espadazo en la espalda no lo sintió, esta vez la estocada que Azul recibió en el costado derecho de su cuerpo la dejó sin aliento. El dolor era punzante, una electricidad recorrió la zona amplificada con el agua fría de la lluvia. Su visión se nubló y sintió que sus fuerzas comenzaban a abandonarla. Escuchó a lo lejos unos gritos que no sabía si era de Balin o de Bofur, que los había visto de reojo luchando contra los huargos muy cerca de ella. Cayó de rodillas para luego desplomarse en el suelo frente a Gorgant quien rió tan sarcásticamente que hasta el mismo Thorin se le heló la sangre. Éste, al ver a Azul en ese estado, degolló rápidamente a su contrincante y salió hecho una furia contra el malnacido.
Ahora enano y orco luchaban sin tregua alguna. Thorin, preso de la ira y Gorgant, preso del sabor de aquella pequeña victoria que había logrado, sentía que podía ganarle a cualquier hombre, elfo o enano que se le cruzara sobre su camino. Y así estaba pasando. El exceso de confianza en el orco le estaba jugando una mala pasada a Thorin que resbalaba en el lodo y conseguía ponerse firme justo a tiempo para defenderse de los ataques.
-¿Qué pasa enano? ¿Estás furioso?- Se burló Gorgant mientras lo veía tambalearse.- ¿Sientes ira? Alguien como tú debería saber que no se pelea estando de ese modo…- El choque de espadas dejó a Thorin con una rodilla flexionada.- ¡Un golpe más y cantaré nuevamente victoria!- Y descargó un sablazo tan fuerte que si solamente Thorin lo hubiera recibido, ya habría estado muerto. Otra espada, que el enano nunca había visto, ayudaba a la suya a recibir semejante ataque. Calacyria brillaba de nuevo en manos de su dueña que estaba pálida como un papel.
-No nos rompas las pelotas- Le espetó Azul sin cuidar su lenguaje frente a Thorin. Éste, viendo que Azul no podría resistir por mucho tiempo el ataque, retiró su espada para introducirla en el pecho del orco, que cayó muerto sin antes blasfemar contra él y la muchacha.
Al ver que era el único que quedaba, Angsh silbó a los huargos y emprendió la retirada. Kili, rápido de reflejos, tomó nuevamente su arco tratando de matarlo, pero sólo le asestó al huargo con el que Bofur había luchado.
Calacyria le parecía muy pesada luego de ese movimiento, la dejó caer sin más. Quería descansar, no pensar en nada. Quería paz…
Despertó sin su corset puesto y sin la extraordinaria cota de malla que le había salvado dos veces la vida. Intentó moverse, pero la puntada en el costado derecho de su cuerpo que sintió le hizo emitir un gemido que alertó a Bofur en la noche.
Había parado de llover y se escuchaban los grillos con su melodía.
Bofur fue hasta ella. Algo ruborizado, levantó la camisa para observar cómo se encontraba el golpe en el abdomen. Un gran moretón violáceo surcaba los costados, pero sin peligro en apariencia. Lo que más preocupaba al enano que se hubiera desgarrado los músculos.
-Debes descansar. Trata de dormir un poco más- Sugirió Bofur mientras le acariciaba la frente.
-¡El orco!- Recordó de pronto la muchacha incorporándose inmediatamente. Acto seguido el grito reprimido que lanzó alertó a Thorin que estaba a medio dormir. Azul se dejó caer en brazos de Bofur.
-Todos los orcos que te atacaron están muertos. El último que intentó escapar fue atravesado por la flecha de Kili. Ahora no tienes que temer, estás con nosotros.- La consoló él.
-No… siguen… hay muchos de ellos… La cordillera…. Rivendell… Arwen….-El dolor sumado con el sueño hizo que rápidamente el tono de voz de Azul se apagara hasta transformarse en un susurro.-…el fuego…- Bofur tomó la mano de Azul para intentar calmarla. Antes de que se durmiera, Bofur vio cómo los ojos de la muchacha se humedecían. Luego, la dejó delicadamente en el suelo y la arropó. Al levantar su mirada, se encontró con la mirada furtiva de Thorin.
-¿Cómo está ella?-
-El golpe ha sido fuerte, pero si resistió el ataque de 3 orcos con sus huargos totalmente sola, la chica tiene potencial de pelea.- Dijo Bofur una vez sentado al lado de su príncipe.-Ha balbuceado que algo sobre Rivendell, Lady Arwen, fuego… muy raro todo.-
-¿Rivendell ha caído? No lo creo. Puedo detestar a los elfos, pero sería un hipócrita si dijera que el ejército de aquél pueblo es insignificante. Debe estar desvariando un poco por el dolor.- Vio a Bofur que cabeceaba mientras hablaba.- Vete a dormir. No tengo sueño, tú necesitas un buen descanso.-
Bofur agradeció el gesto del enano y se fue complacido a dormir.
Thorin se incorporó, estiró sus piernas y caminó un poco en el recinto que hace un día habían encontrado. Encontró a un costado las armas de Azul, entre ellas a Calacyria y la cota de malla. Thorin tomó la prenda. Se maravilló de que fuera tan fuerte y al mismo tiempo tan liviana. Miró a la mujer quien tenía un sueño intranquilo, pues fruncía el ceño constantemente. Luego, Thorin tomó cuidadosamente a Calacyria y la sacó de su vaina para admirar la hoja y su poder.
"Estos son regalos dignos de un rey" Se dijo Thorin. "¿Mahal, tan grave ha sido mi error de no haberla traído con nosotros desde el comienzo?" Guardó la espada y dejó todo tal cual lo vio.
Al día siguiente todos se levantaron antes de que el sol naciera por el horizonte. Azul fue despertada cuando todo estuvo listo para partir. Le costó mucho ponerse la cota de malla y su corset sin que sus mejillas se tornaran rosadas, pues necesitó la ayuda de Kili para cambiarse.
-Linda ropa.-Bromeó él mientras que le guiñaba un ojo.
Balin dio la señal de que el desayuno estaba listo y todos se sentaron alrededor del fuego.
-Lindo trozo de metal tienes en tu poder.-Dijo Fili al ver a Calacyria colgada en la cintura de la muchacha. Esta frase había roto el hielo pues todos comían en silencio.
-Bueno… vamos mejorando. La primera vez que me hablaste lo hiciste con rudeza. ¿Te acuerdas?- Bofur comenzó a ahogar su risa a lo que Fili respondió tirándole una piedra en la cabeza. La que ahora reía era Azul.
La risa de la muchacha provocó que se rompiera el silencio solemne con el que estaban desayunando. A pesar de que le dolía el cuerpo en gran manera, no dejó que su risa se cortara.
El cielo comenzaba a aclarar cuando dejaron el refugio. Ayudaron a la mujer a subir a su caballo, y cuando todos estuvieron montados, comenzaron la travesía.
Siempre al norte, el grupo siguió con su camino. A medida que pasaban las horas el cielo se recomponía y el sol reconfortaba sus cuerpos húmedos. Apenas paraban para descansar, pues aún sentían que los seguían y preferían salirse del camino para mayores recaudos.
Luego de siete jornadas intensas, el grupo se permitió un descanso prolongado durante la noche. En todos esos días apenas habían hablado de lo sucedido entre ellos, pero la seguridad del grupo era lo primero. Acamparon en un lugar empinado, el terreno les ofrecía una elevación con cierta vegetación que los ocultaba. Al oeste, y no tan lejos de su posición, el sonido de un arroyo les indicaba que había agua fresca cerca.
Esa noche, se sirvió una suculenta sopa con porotos. Al haber una mujer en el grupo (y como los enanos son un tanto machistas) Thorin ordenó que Azul lave todos los cacharros. La vena de ésta comenzó a ensancharse pues, como a toda mujer, ese tipo de comentarios le crispaban los nervios. Al ser el jefe de la compañía, ella tuvo que tragar su orgullo y hacer lo que le mandaron, pero agradeció enormemente a Bofur que la ayudó y no la dejó sola cuando lavaron los utensilios en el arroyo en medio de la negrura de la noche.
-¿Cómo está tu abdomen?-
-Mejor. Ya puedo moverme más y no tengo el moretón negro. Se está empezando a ir.-
-Me tenías muy preocupado. Bah…a todos.-
Azul sonrió.
-Gracias, hubiera estado muerta sin esa cota de malla.-
-Sí, es un verdadero tesoro tener ese tipo de metal cubriendo tu cuerpo.- Hubo un silencio entre los dos.- Eres buena peleando, Aulë ha elegido bien.-
Ella torció la sonrisa que llevaba y se alejó del arroyo. Le incomodaban los halagos. Mientras caminaba hacían el campamento escuchó un ruido entre los arbustos. Los utensilios se le cayeron de las manos y sacó su espada. Intentó forzar su vista para ver más allá de la oscuridad y contuvo la respiración. El ruido volvió a escucharse y un arbusto se movió. Volviendo a juntar valor como en la pelea a campo abierto, se aventuró a inspeccionar la zona. Cuando estuvo cerca, una culebra salió rápidamente de su escondite deslizándose rápidamente y buscando otro refugio más seguro. Azul dejó escapar un bufido, enfundó a Calacyria y buscó los utensilios en el piso.
-¡Bu!- Escuchó detrás de ella y sintió que alguien le tomaba de la cintura.
Azul pegó un grito (propio de una mujer) y comenzó a dar manotazos a diestra y siniestra. Fili no paraba de reírse a carcajadas y Kili intentaba sujetar a la muchacha con más fuerza.
El resto de los enanos, al oír el grito, salieron corriendo al lugar donde lo habían oído. Al encontrarse con la infantil escena, Thorin entró en rabia y apartó a Kili y Azul. No necesitó alzar la voz para que ellos sintieran el poderío de un dirigente como él.
-Es curiosa la forma en cómo una supuesta estrella se comporta luego de que días atrás estuvo a punto de que la mataran… ¿Acaso eres invencible? ¿O acaso tú sola hubieras podido contra esos orcos? Y dime… ¿Tan segura estás para hacer semejante griterío?- Azul quiso responderle por semejante descaro pero la mirada penetrante de Thorin hizo que las palabras no salieran.
-Thorin, nosotros…-
-Silencio Fili- Sentenció el enano con el mismo tono de voz.- Harás la primera guardia mujer. Si estás en mi compañía, entonces te trataré como a un enano más... Ten tu espada desenfundada, pues en estos lugares nunca estamos seguros.-
Thorin se retiró hacia el fuego.
La mirada severa de Azul hacia los hermanos era atroz. Sin decir nada a ellos, tomó los utensilios del suelo y se fue acompañada por Balin y Bofur, para no estar sola frente a Thorin.
La noche ya era cerrada. Los hermanos y Bofur estaban dormidos. Balin hablaba con su jefe pero Azul no participaba de la charla. Acurrucada en una roca, estaba a punto de quedarse dormida cuando sintió una patada en sus pies que la despertó en el acto.
-¿Quieres que nos maten? ¿O qué?- Dijo Thorin que estaba al lado suyo.- Mujeres…- Alcanzó a escuchar por lo bajo.
Esto le hirvió la sangre a la muchacha.
Thorin vio como la muchacha se levantaba, estiraba su cuerpo y bostezaba. Vio su cara de fastidio al levantar su espada y alejarse algunos metros del lugar.
-Qué rudo…-
-¡Agh! ¿Tú también Balin? Sabes cómo son las reglas, sea hombre o mujer, debe acatarse a ellas.-
-¿Sabes si alguna vez en su vida hizo algo semejante a lo que le acabas de mandar?- Thorin se quedó mudo. Había olvidado que a veces las cosas más simples necesitan de una pequeña explicación de vez en cuando. Y considerando que la muchacha era sapo de otro pozo en su mundo, la pregunta de Balin tenía sentido. Al fin y al cabo, él mismo le había ordenado hacer la guardia.
Se dirigió hacia la mujer que estaba tiritando de frio, aún tapada con la manta traída desde Rivendell.
-Eh, tú. ¿Sabes hacer guardia o tengo que enseñarte? -
Azul giró la cabeza hacia el lugar donde se acercaba Thorin. Apenas veía su rostro y la noche no ayudaba demasiado.
-¿Tiene demasiada ciencia en mirar por todos lados?- Le dijo sarcásticamente ella.
-Mujeres… todo hay que explicarle…- Se quejó él.
- Ahhh… ok. Si empezamos de esa manera, que lo haga Fulano la guardia- y trató de alejarse de él. Mientras pasaba al lado, Thorin sacó su espada y apuntó al cuello de la mujer.
-Primera regla: jamás pierdas de vista tu espada. Siempre en tu mano, firme. Nunca sabrás cuándo la usarás.-
Azul sintió el frío del metal y entendió que lo que le estaba intentando decir era serio.
-Noches como éstas, sin luna, dificultan la visión. Más para alguien como tu raza, y especialmente tú, que no estás acostumbrada a hacer tales cosas. Rocas grandes como aquellas son una buena defensa pero a la vez una excelente cobertura para el enemigo. No las pierdas de vista. Incluso los arbustos grandes.
En un momento de descuido del enano, Azul sacó rápidamente su espada e hizo contacto con la suya, alejando ésta de su cuello.
-¿Sabes qué? Ya estoy un poco harta con tu modo de tratarme… -
Thorin, al ver como ella se le rebelaba, sintió deseos de jugar un rato para darle una pequeña lección.
-La estrellita tiene carácter- Dijo con una sonrisa irónica.- Veamos qué puedes hacer contra mí.-
Tomando una postura arrogante, Thorin se alejó y comenzó a jugar con su espada.
-¡Vamos! ¡Quiero ver qué tienes para ofrecer!-
Azul, cayendo en su juego, atacó. Pero se dio cuenta de que le faltaba mucho entrenamiento con la espada para poder hacerle el mínimo roce a un enano con la experiencia de Thorin. Al ver esto, él comenzó a reírse para sí mismo, pero dejaba que se note en su rostro la satisfacción que disfrutaba. "Nada mal" pensó el enano empujándola por enésima vez para tomar distancia. Azul, en cambio, a ver esto, se enfurecía más de lo que estaba.
Intentó todo lo que sabía con su arma: estocadas, reveses, ganchos, etcétera, pero nada de lo que hacía bastaba para derrotarlo. Por fin, cuando ya no pudo más, intentó lo que mejor sabía hacer. Dejó su espada en el suelo y apretó los puños. Al ver esto, Thorin entendió que iba a cambiar de táctica, y a manera burlona, se inclinó caballerosamente. Aquí, la balanza estaba a favor de la muchacha, pues ahora era Thorin que apenas podía defenderse de las raras posiciones de defensa y ataque que ella adoptaba. Para su perspectiva, Azul hacía que sus brazos y piernas danzaran. Varias veces bloqueó los ataques de puño del enano con movimientos de manos extraños (pero muy eficaces).
Mientras tanto, Balin, que ahora era él quien hacía la guardia, vio tanto a Thorin como a Azul peleando. El semblante del viejo enano se suavizó al ver el rostro de su querido príncipe, pues entendía que estaba disfrutando de la pelea, y en su mente, vislumbró otra cosa que reprimió casi en el acto. Se quedó observando unos minutos más el rostro de Thorin para tratar de corroborar lo que había reprimido y sus sentimientos confirmaron sus sospechas. La cuestión era ¿él, se daría cuenta?
Azul ya estaba harta de este jueguito que Thorin le había impuesto, pero como el orgullo la dominaba en ese momento, no daría el brazo a torcer tan fácilmente. Con semejante contrincante no podría ganar, y a medida que pasaban los minutos se convencía de que no podría hacerle ni un rasguño.
Una gota de sudor le recorrió la espalda que rápidamente se enfrió producto de la cota de malla. Esto le hizo perder la concentración mientras intentaba golpear por enésima vez el pecho del enano. Éste la tomó del brazo, y ella, queriendo zafarse, se echó para atrás tratándose de alejar de él. En este movimiento, Azul pisó una piedra que hizo torcer su tobillo perdiendo el equilibrio.
La muchacha se golpeó la cabeza y se sintió mareada por algunos minutos quedando tumbada en la tierra con los ojos cerrados. Mientras se frotaba la cabeza, sintió que algo había encima de su cuerpo y era muy pesado. Al abrir sus ojos, la mirada de dolor de Thorin yacía delante de ella. En la pérdida de equilibro, Azul se había llevado consigo al enano, adoptando una postura demasiado incómoda para ambos. Thorin apretaba los dientes pues se había hecho un (según él) pequeño corte en los brazos y todavía no se daba cuenta de qué manera había caído.
Azul tragó saliva y quedó dura en la posición donde se encontraba. Cuando el enano comprendió la situación, sus ojos azules contemplaron los ojos marrones de la muchacha y ella recordó que esos mismos ojos fueron la causa de su curiosidad por él cuando la liberaron en los límites de Imladris.
Thorin sin inmutarse se levantó y sacudió sus ropas del polvo.
-Levántate.-Leo ordenó éste.
Azul obedeció. Dio gracias a Dios por la oscuridad pues sentía vergüenza y trató de no mirarlo a los ojos.
-Que esto te enseñe a ser más cuidadosa.- Sentenció el enano.
Con la cabeza gacha, ella asintió. Pero algo hizo que instintivamente levantara su vista y mirara al enano.
-¿Qué quieres?- Dijo éste gravemente.
Thorin vio que algo turbaba el pensamiento de la joven, y no precisamente por lo ocurrido hace unos minutos. Advirtió que tomaba nuevamente a Calacyria, pero esta vez, en su semblante, estaba decidida a darlo todo y tomaba su espada con férrea intensión de atacarlo.
-¿Acaso quieres más?-
Azul no contestó y salió a enfrentarlo.
Pero Thorin no era su objetivo.
Con un simple esquive, la joven se internó en la oscuridad que estaba detrás de Thorin. Y con su espada en alto, defendió al enano del mortífero ataque.
El enano se dio vuelta y pudo observar cómo un orco le daba un fuerte revés al rostro de Azul dando un grito de dolor. Ésta, producto de la fuerza del cachetazo, soltó la espada y fue cayendo pendiente abajo en dirección al río. Thorin, rápido con su espada, la hundió en estómago del orco, manchándolo con sangre negra. El grito de la muchacha hizo despertar a los enanos que acudieron rápidamente al lugar.
-Un rastreador…- Dijo Balin al ver el cadáver. -No estamos seguro.-
-Tenemos que irnos de aquí cuanto antes.-Le contestó Thorin.- ¡Azul! ¡¿Te encuentras bien?!-
-¡¿Por qué no vienes a ver si estoy bien?!- Le gritó desde las sombras Azul dolorida.- ¡¿Qué?! ¡Ah!-
Se escuchó movimientos de los arbustos provenientes en donde estaba la mujer, que se esforzaba por defenderse.
Thorin y los demás bajaron la pendiente y observaron que Azul estaba rodeada de orcos que trataban de capturarla.
