¡Hola a todos! ¡Hermosa gente de toda la Tierra Media! ¡He vuelto! ¿Cómo an pasado Navidad y Año Nuevo? Espero que este 2014 les traiga hermosos momentos!
Bienvenidos thorin stormshield y DarkSiryn! Un gusto tenerlos aquí! Espero que mi historia les siga gustando!
Saben? Hace un año comencé a escribir esta historia! Wuau! Como pasa el tiempo!
Bueno, vamos a recordar algunas cosillas ^_^
Para que su lectura sea más enriquecedora, les dejo los códigos para que escuchen en youtube algunas canciones que sirven de ambientación para ciertas partes de la historia. A veces tendrán que escuchar dos archivos (como lo es en este capítulo), y otras veces uno solo. Yo indicaré cuando tienes que escuchar uno u otro, no se preocupen. Cualquier cosa pueden enviarme un pm!
Hechas las aclaraciones, los dejo!
Que lo disfruten!
Lynlia
El Bosque Verde
(Aquí tienes que escuchar ambos archivos)
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La hermosa daga y la cota de mithril estaban al costado del fuego que crispaba en la espesura de la noche. ¿Qué otra cosa podía hacer Thorin? Casi sin armas, sin comida y exhaustos por la huída, el enano buscó algún lugar en dónde podían pasar la noche. La oscuridad lo desorientó y hasta que no amaneciera, no sabría dónde se encontraban. Sólo el sonido del río era lo único que conocía. En ese momento no podía contar con Azul, que entre el shock emocional y la abrupta disminución de su temperatura corporal, la mujer se había quedado casi adormecida. Y Thorin temió por ella. Hasta que, alejándose del curso de agua, encontraron un hueco entre las rocas lo suficientemente grande como para que tres humanos con caballos pudieran descansar. Tomando la daga a modo de defensa, y haber prendido con algunos jirones de las ropas de Azul una pequeña antorcha (y arriesgándose a que lo vieran), inspeccionó el lugar.
Aquel hueco daba a una especie de hall de unos dos metros que luego giraba en "U" para terminar en un recoveco con suelo de tierra. Thorin creyó que era lo suficientemente seguro y al volver, encontró a la muchacha dormida con una palidez azular. La cargó con sus brazos hasta guarecerla e intentó hacer la fogata para que su cuerpo recobre el calor…
Azul abrió los ojos y deseó que todo lo que había pasado hubiera sido una pesadilla. Dos pequeñas liebres estaban asándose en la fogata. Estaba con el torso semidesnudo, pero tapada con el abrigo (casi seco) de Thorin.
-¿Cómo te encuentras?- Le preguntó éste al otro lado del fuego. Azul ocultó su rostro entre sus brazos y no contestó. –Esa es una actitud muy aniñada ¿no te parece?- Se levantó para sentarse al lado de ella.-Hey… ¡estás viva! Hemos salido de ese lugar atroz…-
Thorin oyó sollozos.
-¿A costa de qué? Ese enano, Arwen y Aragorn están…-La voz se le entrecortó.-… y todas esas mujeres… Dios… no puedo soportarlo…-
-No resolverás nada si sigues así. Ellos no murieron por ti para que te lamentes y lloriquees de esa manera.-
Esas palabras, duras pero certeras, hicieron que la joven se incorporara y mirara fijamente al enano. Esta vez, el bofetón que le propinó Azul fue más rápido que los reflejos de éste. Los cinco dedos de la muchacha quedaron marcados en la mejilla de Thorin que se tomó con su mano algo adolorido.
-¡Pero por lo menos los lloro! ¡Los lloro porque así lo siento! ¡Inclusive lloro a ese enano que quiso salvarme sin saber quién era! ¡Qué sabes tú de sentimientos!- Y sin importarle su semidesnudez, le tiró el abrigo.
Thorin estaba entre la espada y la pared. Quería retrucarle sus dichos diciéndole que ese enano era su abuelo, antiguo rey de Erebor, y que tarde o temprano cobraría venganza por su familiar asesinado. Y se extrañó que ella no lo mencionara. Creyó conveniente no revolver más en conversaciones pasadas y pasar desapercibido. Aún no quería revelar su verdadero "status". Vio como Azul buscaba sus prendas dada de espaldas y se vestía.
-¡¿Crees que no siento esa pérdida?! ¿Crees que lo que escuché no me produce escalofríos? ¿Que las mujeres de mi raza son utilizadas para ese fin, sólo porque tú eres la gran "Luz de Durin" y por ti…- Thorin se acercó cuando Azul tuvo su camisa puesta y le tomó del brazo.-¡Mírame cuando te hablo!- Las pupilas de ambos se clavaron en las pupilas del otro- ¡Por ti esas mujeres están allí, sin poder salir y quién sabe si podremos liberarlas algún día!-
Azul bajó la cabeza avergonzada.
-Yo… yo no…- y los músculos de sus brazos, tensos cuando Thorin la sujetó, comenzaron a relajarse. Vio la daga que Arwen le había dado al lado de la fogata y se arrodilló para tomarla. Un brillo de muerte surcó los ojos de la mujer al ver aquél arma y un escalofrío surcó la espalda de Thorin al verla así. Inmediatamente se aproximó y le quitó la daga de las manos.
-Azul…-La voz del enano se suavizó y puso sus manos en los hombros de la muchacha.- Vive… ellos pagaron un sacrificio muy alto para que tú pudieras escapar. ¿Es que acaso pensabas hacer otra cosa con esta daga?- La muchacha volvió a bajar la vista nuevamente, avergonzada de no poder ser más sutil en sus acciones.
- No quieres tomarme…ni tampoco puedo quitarme la vida… dos caminos que resolverían todo este problema….-
-Sí, es cierto. Ambos son el camino más fácil, aunque no el mejor para tu alma. ¿O me equivoco?- El silencio de Azul fue evidente.-Así como ese enano te dio su palabra al defenderte, yo te di la mía al prometerte que te llevaría a Erebor, y lo haré.- Y al decir la última frase levantó el mentón de la muchacha.
Un calor sutil se levantó en el cuerpo del enano al ver esos ojos tan abatidos. Y sintió deseos de abrazarla. Deseo que reprimió en el acto.
-Vamos. Dos liebres asadas nos están esperando.- Terminó por concluir Thorin.
Thorin hacía guardia mientras Azul desayunaba. Una vez listos, salieron al claro y Azul vio el río, y detrás de él, un gran bosque.
-¿Sabes hasta dónde nos arrastró el río?-
-No lo sé- respondió el enano. – Pero sé, casi con certeza, que estamos muy lejos de aquella montaña. A tres o cuatro días de allí.-
-¿Tanto?- Azul se sorprendió a sí misma preguntándose eso. Acostumbrada a los transportes de su mundo, cuatro días representaban cruzar el Atlántico y alguna que otra provincia de algún país, pero en ese mundo, las cortas distancias entre pueblo y pueblo comenzaban a serle muy lejanas incluso montadas a caballo.-
-Sí. Si nos quedamos en esta zona seremos vistos fácilmente. Me temo que debemos internarnos en el bosque.-
-¿Por qué las palabras "Me temo"?-
Thorin bufó.
-Elfos.-
Luego de algunas jocosas explicaciones, ambos se internaron en el bosque.
El Bosque Verde los recibió con el frescor y el color de la recién llegada primavera. El sólo internarse en aquella espesura, confortó sus corazones desalentados por los eventos sucedidos.
Thorin se abría paso entre las malezas buscando algo, un sendero el cual seguir. Azul lo acompañaba de cerca, con la daga en mano. Luego de horas de caminata, encontraron un arroyo donde podían refrescarse y reponer fuerzas.
-¿Y bien?- Comenzó Azul.- ¿Sabes por dónde seguir?-
-No.-Se sinceró el enano.- Estoy tratando de buscar el norte.-La muchacha resopló y se dejó caer entre la hierba.- ¡Hey! ¡Que tú tampoco ayudas! ¡Así que no refunfuñes!-
Azul no tuvo contestación para eso, porque sencillamente era verdad. Ella estaba más perdida que él. Y ni siquiera sabía cómo buscar el norte. De hecho, se dio cuenta de que viviendo en una ciudad, había muchas cosas que ella no sabía, como por ejemplo, orientarse sin los carteles de las calles o ubicar el norte mediante el sol o las estrellas. Y ni hablar de buscar comida. Elrond le había dado armas para batallar, pero también para cazar, pero cada vez que intentaba conseguir algún animal, éste la oía y se quedaba con nada. Pero al tener a Thorin, había relegado toda esa responsabilidad hacia él y resolvió que era algo bastante egoísta de su parte.
Decidió cambiar esa actitud suya incorporándose. Se sacudió las hojas que tenía en el cuerpo.
-¿Qué necesitas para…?-
-Shhh…- La silenció el enano con su dedo índice en el aire.-
Inmediatamente tomó el brazo de Azul y la arrastró con fuerza detrás de un árbol de tronco prominente.
-¿Qué es lo que pasa?- Susurró ella
-Sentí temblores en el suelo… Alguien viene.- Dijo él con el mismo volumen.
Unos cascos de caballo se oyeron. Primero débilmente hasta volverse más notorio. Thorin pispeó desde su posición: un caballo negro estaba pastoreando en los alrededores.
-Sólo es un caballo- Informó el enano.
Azul suspiró aliviada e intentó salir de su escondite, pero la mano de Thorin la detuvo.
-Aún no. Tal vez sea una trampa.-
El caballo siguió su camino hasta llegar a unos treinta metros desde la posición de ambos. Muy tranquilamente inclinó su cabeza para tomar agua.
Ambos observaron que el caballo estaba ensillado y las alforjas totalmente llenas. Azul dio una mirada más profunda al animal.
-¿Elen?- Dijo susurrando.- ¿Será Elen?... ¡Sí! ¡Hermosa! ¡Divina! ¡Dueña de mi corazón, eres tú!- Y Thorin ya no pudo detenerla.
El caballo se asustó al grito que pegó la muchacha y retrocedió varios metros.
-¡No! ¡Vuelve! ¡Por favor!- La llamó desesperada Azul.
La memoria del animal pareció activarse y, muy temerosa, comenzó a acercarse. Cuando el caballo estuvo cerca de la mano de la muchacha, ésta lo acarició y lo llenó de besos.
-Bueno…cálmate ¿quieres? Ese caballo ya ha tenido bastante- Le dijo Thorin un tanto molesto.
-No le hagas caso…es un enano feo y malo que está celoso… ¡te quiero!- Susurró Azul en élfico, totalmente divertida, en la oreja de Elen. Thorin, por su parte, creyó que le siseaba al animal.
-Quiero creer que antes de que nos emboscaran esa noche, tus provisiones deberían estar considerablemente llenas…- Objetó Thorin.
-Siempre y cuando nadie haya tocado alguna cosa.-
El enano examinó las alforjas. En efecto, había una buena cantidad de provisiones, para una persona, pero era mejor que nada; "Calacyria" estaba enfundada y totalmente pura, allí estaban el cuaderno donde registraba su paso por ese mundo y el regalo que Arwen le había dado, junto con el mapa hacia la ciudad de Erebor y su tan preciada mochila.
-Creo que podremos montar un buen rato.-Sugirió Azul.
-No. Este lugar no es propicio para hacer tales cosas. Yo tomaré la espada. Tú tomarás tu extraña alforja y llénala de comida. Si el caballo se asusta de nuevo y se escapa, estamos perdidos.-
-Se llama Elen…- Le recordó Azul.
Así, Thorin Elen y Azul siguieron por varios días intentando cruzar el Bosque Verde.
(Si la anterior música sigue sonando, páralas y pon ésta)watch?v=yy9VFeUiP00
La ira de Gelion no aminoraba a pesar del tiempo. Oculto, en los árboles, le fue dado la custodia de la zona sur del bosque. Hacía tres lunas que habían recibido un ataque en las fronteras del reino. Todo había sido un desastre. Entre la milicia estaba su esposa, rápida y letal cuando tenía una espada en la mano, pero dulce como la miel cuando la tenía entre sus brazos. Allí la conoció, una de las pocas mujeres que se atrevían a combatir. Ahora, cuando pensaba en ella, un odio emanaba dentro de lo más profundo de su ser. Una tarde, un orco con su huargo la despojó de sus armas, pero no la mató, se la llevó a las rastras para no volverla a ver nunca más. Ahora él clamaba venganza. Junto a él, algunos de sus compañeros estaban en su misma situación: habían perdido a hermanas, sobrinas, madres o esposas. El rey había sido muy estricto con su palabra: ninguno que haya perdido a algún familiar podrá encabezar los equipos de rescate. Y era lógico, la sed de venganza que emanaba de ellos podría entorpecer la búsqueda. Al día siguiente enviaron grupos de rescate, volvieron sólo los caballos con las cabezas de sus jinetes. Desde ese día ninguna mujer pudo salir del castillo, Gelion y compañía fueron llevados al sur para custodiar las fronteras y a él lo nombraron capitán de la guardia… como si eso aplacara el fuego que llevaba por dentro.
La noche estaba fresca, las copas de los árboles bloqueaban la vista para observar las estrellas. Sombrío y letal, vigilaba la zona. Varios días pasaron desde que llegó a ese lugar y con más frecuencia se podían observar a grupos reducidos de orcos que osaban entrar en los dominios de los elfos. Lo que se preguntaba Gelion era por qué solamente a mujeres se habían llevado. A cincuenta metros, en otro árbol, un compañero le hizo una seña. Silenciosamente sacó dos flechas, colocó una de ellas en el arco y esperó.
En efecto, su compañero tenía razón. Tres orcos corrían en dirección hacia ellos intentando perpetrar sus dominios. Tensó el arco y apuntó directo a los ojos del orco que estaba al frente mientras contenía la respiración; y en cuestión de segundos, disparó.
El arco cantó y la flecha fue directa a su destino. Bastaron otros segundos para que los demás caigan de la misma forma.
Los siete elfos que custodiaban bajaron de los árboles.
-¡Regístrenlos!- Ordenó Gelion en perfecto élfico.
-Capitán, ellos también venían con las mismas intenciones- Respondió Celándir al ver que la bolsa que llevaba uno de los orcos tenía sogas y mordazas, incluso una pequeña botella con un líquido adentro.
Halith quiso saber el contenido de aquella botella y lo abrió. Un aroma dulce surgió del pico del frasco que entró por las fosas nasales del elfo. La tensión de su mano aminoró repentinamente y la botella se hizo trizas. Halith tambaleó. Hubiera caído al piso a no ser por Gelion que lo sostuvo y todos se alejaron del lugar. Luego de unos minutos, Halith recobraba el conocimiento.
-¿Qué sucedió? – Dijo él al verse tumbado en el suelo rodeado de sus compañeros y capitán.
-La botella contenía alguna especie de somnífero. ¿Cómo te encuentras?-
Halith se incorporó, blandió su espada y tensó su arco.
-Extrañamente bien, capitán.-
-Has tenido suerte de que haya sido algún veneno y que...-
-¡Emboscada!- gritó uno de ellos mientras sus flechas cantaban en la negrura de la noche.
Otro grupo de diez orcos, salió de la nada mientras ellos estaban en el suelo inspeccionando a los muertos y viendo a su compañero. La batalla no se hizo esperar.
Celándir sincronizaba sus espadas con el movimiento de su cuerpo para obtener una defensa perfecta, Gelion descargaba su furia hundiendo su arma en el torso de un orco y Halith se quedaba en la retaguardia, a lo lejos, pero su arco no daba tregua y los orcos no podían llegar a él a pesar que superaban a los elfos en tres unidades.
Pero algo salió mal.
Luego de que los elfos tomaran ventaja rápidamente matando a cuatro de ellos, el mismo Halith dejó de disparar flechas y sacó su espada. El orco que lo amenazaba arremetió terriblemente con la maza que llevaba, que a duras penas pudo defenderse. Pero su pelea duró muy poco. El tambaleo producido por la tremenda sacudida de aquel ataque produjo la baja de su guardia y, aprovechando el orco este punto débil, sacó rápidamente su espada para introducirla en el cuerpo de Halith.
Fue cuestión de minutos para que la guardia cobrara venganza al ver a su compañero tendido con el color carmesí tiñendo sus ropas. Una nueva cuota de odio se depositó en el interior del capitán.
-Basta Thorin… estoy cansada… ¡Hace horas que no hicimos parada alguna! ¡Tengo hambre, sed, huelo mal, me duelen los pies y casi anochece!-
-Cuando llegaste a nuestro mundo te quejabas menos que ahora-
-Será que en ese momento no podía hablar y te tenía miedo-
Thorin no pudo evitar soltar una carcajada.
-¿Me tenías miedo? ¿Y ahora?-
-Bueno… eh… ahora te conozco un poquito mejor. Perro que ladra no muerde-
El enano no captó al instante el pequeño refrán (pues jamás lo había escuchado), pero le bastó un pequeño momento para comprenderlo.
- Pues si no quieres que este perro empiece a morder, te sugiero que te levantes y sigas caminando-
-Pero Thorin…-
-¡Ahora!-
Azul se comportaba como una chiquilla. Esta parte del viaje, menos terrible que lo que había pasado desde su llegada, comenzaba a no gustarle. Tal vez por el hecho de estar viajando sólo con el jefe de los enanos la amedrentaba en un cierto grado, pero extrañaba la compañía de los hermanos, Balin y Bofur.
De mala gana se levantó y emprendió la ardua caminata. Elen, de tanto en tanto, le daba cabezazos en la espalda pues el animal también se daba cuenta de que la muchacha comenzaba a retrasarse. La mochila ya no la soportaba, a pesar de que ya estaban con lo justo de provisiones. Y en ese estado de mal humor e incomodidad comenzó a recordar las comodidades de su hogar, de la ciudad en donde vivía y más que nada, de sus afectos.
-¿Soñando?- Preguntó Thorin sacándola de ese trance.
-Recordando más que nada… ahora que puedo-
El enano sonrió por lo bajo.
-¿Y qué recuerdas?-
Azul calló y suspiró.
-Las calles de mi barrio, el árbol de manzanas que hay en mi patio…los atracones de comida con mis amigos… los rostros de mi familia… - Volvió a suspirar y prosiguió.- Recuerdo que un día en que había ido a visitar a un amigo. Una hora después comenzó a llover tan fuerte que no podía regresar y…-
Ahora era Thorin el que callaba y la escuchaba atentamente. Era la primera vez que ella hablaba de su vida privada. Habló de elementos que el enano jamás había escuchado nombrar, que al principio le resultaron tan extrañas y hasta inclusive las catalogó (para sí mismo) de hechicería. Pero pronto entendió que su civilización tenía alguna ciencia que, tal vez, no se había descubierto aún en Arda. A pesar de todo, Thorin vio en Azul su parte más humana, más terrenal. Y los restos de aquella opinión que había formulado tiempo atrás que la habían hecho mucho daño, se fueron desvaneciendo con cada palabra que ella decía.
-… y entonces nos olvidamos de que teníamos la torta en el horno. Cuando nos dimos cuenta, corrimos a la cocina pero ya era tarde: la torta era roca dura de color negro. -
-Para ser una mujer, te falta práctica en los quehaceres del hogar.-
-¡Olvídate! Soy malísima en las artes culinarias.- Dijo ella riendo.
Azul caminó veinte metros más y cayó al piso. Había tropezado con una rama que no había visto. Ya casi no había luz en el bosque, pero Thorin insistía en seguir la marcha. Azul se levantó, y al hacerlo, miró la silueta de los árboles y algo la asustó. Tironeó el abrigo de Thorin y señaló el lugar donde había visto ese "algo" que no pudo precisar. Thorin, lentamente, desenfundó a Calacyria.
-No… hagas… ningún… movimiento…- le susurró el enano.
Casi al instante de que Thorin pronunciara esas palabras, Elen comenzó a moverse frenéticamente y Azul no pudo hacer demasiado: el caballo había escapado.
Luego, lo que sucedió fue más rápido. Las sombras que se movían en la penumbra, atacaron a Thorin dejándolo fuera de combate en cuestión de segundos sin siquiera poder defenderse y en un abrir y cerrar de ojos, el enano había desaparecido.
