¡Hola a todos! ¡Hermosa gente de toda la Tierra Media!
Esta noche les traigo un nuevo capítulo que espero que lo disfruten!
Erinia: ni uno, ni lo otro =P. Cuando leas ya entenderás ;) En cuanto a lo que comentas: Cuando comencé a escribir esta historia hace ya un año, no la imaginé linealmente. Se me vino a mi mente varios "bloques" por llamarlo de alguna manera, y ese capítulo fue uno de ellos. Así que cuando llegó el momento de plasmarlo en la historia, puse real atención a lo que me imaginé por aquél entonces.
Bueno, basta de cháchara! Los dejo con la lectura!
Los veo en el próximo mes!
Lynlia
Equivocaciones
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Thorin escuchaba los gritos de Azul hasta que repentinamente ésta calló abruptamente. Al enano le pusieron una capucha que le dificultaba la respiración y sus manos quedaron atadas fuertemente por una soga. A lomos de una bestia fue llevado por quien sabe cuánto tiempo hasta que lo tiraron al piso. Escuchó rugidos de varias bestias alrededor suyo, y el aroma a barro podrido que el ambiente despedía. Lo que sea que estaba allí afuera, también se había llevado a Calacyria.
Azul vio que una gran sombra se llevaba a las rastras a Thorin y quiso detenerlo. Otras sombras, mucho más bajas que la anterior, la rodearon. Ella comenzó a defenderse al ver que querían apresarla, cosa que las sombras dudaron un poco al verla en posición defensiva. Allí se dio cuenta de que los seres estaban cubiertos por una tela gruesa de color negro, dándoles un aspecto fantasmagórico. Uno de ellos, resopló y cuando tuvo la ocasión, golpeó con el canto de su espada en la nuca de la muchacha, cayendo totalmente inconsciente.
-Pobre mujer… creo que se me ha ido un poco de las manos-Dijo el de la espada en su propio idioma
-¿Habrá tenido la suerte de haber escapado de alguna cacería?- Le contestó otro, tomándole el pulso para ver si se encontraba estable.
-¿Pero el enano?-
-Con el aspecto andrajoso que tenía, seguro que es un renegado. En los tiempos que corren no me extraña que la haya vendido para salvar su pellejo-
-Llevémosla al campamento. Tal vez los elfos se apiaden de ella y la ayuden-
-¡Levántate enano!- Le dijeron a Thorin cuando le quitaron la capucha.
El sol de la mañana hizo que las pupilas del enano se contrajeran. Lo primero que vio fue un claro de varios metros a la redonda y una silueta de un hombre corpulento vestido con ropajes hechos con cuero y pieles. La cabalgata en aquella bestia le había dejado todo el cuerpo dolorido y cuando quiso levantarse, tambaleó y cayó. Escuchó risas provenientes de hombres que hacían un círculo en torno a él y al hombre que le dirigía la palabra.
-¿Dónde está?- Dijo con voz pastosa el enano mientras sus ojos se acostumbraban a la potencia de la luz. Hacía horas que no tomaba ningún líquido y su boca estaba seca.
-Eso a ti no te importa escoria. ¡Estás en nuestros dominios! ¡Nosotros hacemos las preguntas!-
-¡¿Dónde está Azul?!- Dijo Thorin furioso y mirándolo directamente a los ojos.
-Vaya…. Por lo menos tienes la decencia de saber el nombre de la que acabas de vender.-
-¿Vender?-
-¡No seas hipócrita con nosotros! Hemos visto muchísimas veces que los enanos y algún que otro humano llevan mujeres a los descampados, lejos de las ciudades. Luego, ellos las abandonan para que los orcos se las lleven. Tu gente nunca me cayó bien por su codicia, enano. Pero hacerles eso a tus mismas mujeres…. Dan asco… -
Thorin se quedó helado con lo que el hombre acababa de contar. Y no pudo contradecir por el shock que le provocaron esas palabras. Y en su mente se generaron muchas dudas acerca de la seguridad de Azul cuando llegaran a Erebor.
-¡¿Dónde está Azul?!- Volvió a rugir Thorin.
El cielo estaba apenas teñido por los rayos del sol, pero Azul ya despierta, no abrió los ojos. Escuchó los sonidos de su alrededor. Sólo las aves mañaneras cantaban alegres por un nuevo día. Cuando se sintió firme en poder enfrentarse a lo que venía, lentamente sus ojos se abrieron. Estaba sola. Como aún hacía frío, se encontró arropada con una manta y debajo de su cabeza había otra enrollada a modo de almohada. Tuvo que reprimir un quejido pues el golpe en la nuca todavía le dolía. Sus pertenencias estaban allí, salvo Calacyria, junto con Elen, que hacía de guardia acurrucada al lado de ella. A lo lejos, se veían hombres que iban y venía atareados en encender un fogón. Nadie le prestaba atención.
Calculando el ángulo de visión entre ellos y su posición, obligó a Elen a correrse hasta que quedó tapada por el cuerpo del animal. Ya totalmente segura, inspeccionó a fondo sus pertenencias. Su arco estaba allí pero le quedaban menos de una docena de flechas, todas las demás se habían perdido cuando Elen escapó. Sin pensarlo dos veces se calzó el arma. Su mochila estaba intacta así que también se la puso. Y con mucha cautela comenzó a buscar a Thorin.
Divisó un campamento de mediana envergadura de hombres armados cuando estuvo relativamente cerca. Hablaban un dialecto extraño para ella, y de vez en cuando, algunos hablaban en lengua común. Unos llevaban leña para reponer y otros servían el desayuno. Todos y cada uno de ellos estaban ocupados en una tarea. De pronto, recordó que debía ser muy cuidadosa con sus huellas, y las marcas que dejaba en el suelo sería muy fáciles de reconocer pues aún tenía puestas sus zapatillas, aunque no le quedaran mucho tiempo de vida. Delicadamente borró sus rastros y siguió con su búsqueda.
Luego de varios minutos recorriendo el campamento y que el aroma a comida le abriera el apetito, se decidió aventurarse hasta una tienda. Vislumbró a la distancia que de una de las tiendas de campaña salía pan recién horneado y la gula se apoderó de ella, considerando que dentro su mochila había alimentos de sobra para saciar su hambre. Haciendo caso omiso a su ética, sigilosamente cortó con la daga la tela de la tienda para hacerse paso y así entró a hurtadillas a la tienda. Varias fuentes con docenas de panes estaban listas para ser servidos. Sin pensar, Azul tomó cuatro de una de las fuentes y salió corriendo a la espesura del bosque que le daba cobijo. Afortunadamente, nadie de los hombres la vio salir cuando tres hombres entraron a la misma tienda a tomar las fuentes.
-Vamos. Aún nos faltan estas repartir estos panes y podremos desayunar.-
-Sí, estoy harto de este trabajo. La próxima exploración lo haremos con los elfos. ¡Allí quiero estar!-
-¡Ayúdame entonces a repartir si quieres hacer eso!-
De mala gana, Hared tomó una fuente. Miró los panes y vio que faltaban.
-¿Acaso no ha quedado más harina para hacer más?-
-¿Qué dices? Está todo calculado. Yo mismo he hecho los bollos de masa y por cada fuente deberían haber diez panes.-
Rhaodus empezó a contar.
-Uno, dos… cinco….y seis… Faltan cuatro.-
Un viento helado, propio de la mañana, inundó la tienda. El tajo en la tienda comenzó a bambolearse dejando ver una hendija.
Los dos hombres se miraron y dejaron caer las bandejas para dar la alarma.
Ya los rayos del sol podían verse en los cielos. Azul ingirió los panes con desenfreno mientras caminaba. Hacía tiempo que no probaba algo tan rico y simple como un pan recién horneado.
Cuando se sació, volvió a buscar a Thorin y se internó un poco más entre los límites del campamento, cuidando de que no la vieran.
Unos hombres caminaban totalmente apurados. Estaban en formación circular y entre ellos una persona de mediana estatura, casi tan alta como ella, con una capucha en la cabeza. Todos ellos seguían a un hombre corpulento, al parecer el jefe de todos ellos, mientras caminaban saliendo del campamento. Azul frunció el ceño, sacó una flecha, su arco y los siguió, rogando a Dios que no tuviera que utilizar esas armas.
-¡Donde está Azul!- Repitió Thorin entre furioso y preocupado.
-A salvo. Lejos de tu raza.-
No había pasado muchas horas desde que ellos se separaron. Y eso Thorin lo tenía en cuenta. Sabiendo que el lugar donde estaban era territorio de los elfos y que era muy probable que la llevaran frente a Thranduril, podría llegar a un acuerdo presentándose como el heredero del Reino Bajo la Montaña. Pero le pesaba tener descubrir su título frente a Azul pues consideraba que todavía no era el momento. Pero todos estos pensamientos podían llevarse a cabo siempre y cuando pudiera escapar.
A todo esto, un hombre llegó corriendo hacia el hombre corpulento y dijo algo en su idioma. Thorin pudo observar que sus pupilas se contraían y se le erizaba la piel, mientras que sus dientes comenzaron a rechinar. El jefe le dio algunas indicaciones y el hombre salió corriendo por donde había venido.
-¡¿A cuántos más has traído?!- Le espetó el jefe.
-¿Qué? ¿Ahora deliras? ¡Tus hombres nos han visto que éramos dos!-
-¡Mientes!-
-¡¿Qué le ha pasado a Azul?!- Dijo Thorin mientras se levantaba.
El hombre calló y tuvo que decir la verdad.
-Ha desaparecido.-
A Thorin le invadió una ira tan grande que no pudo contenerse y así como estaba, atado de las manos, se lanzó hacia el jefe.
Una flecha rozó su pierna derecha haciéndole una herida relativamente grande, pero sin peligro de desangre.
-Jamás dejes que un enano se acerque a ti de esa manera.- Dijo un elfo entre los árboles.
Gelion se acercaba junto con Celándir. Ambos tenían tensos sus arcos apuntando al enano.
-Taedoc, hace tiempo que no te veía… sigues tan enorme como siempre… y algo más peludo. ¿Éste te ha traído problemas?-
-No Gelion. Me ha llegado la noticia que la mujer que queríamos enviarte para que tu gente la cuide ha desaparecido…. No estamos solos aquí.-
-No te preocupes, están en camino mis soldados para apoyarlos. Iré con tus hombres para ayudarlos en lo que haga falta. Celándir, quédate con ellos-
El elfo asintió y junto con Gelion se retiraron tres hombres.
A unos metros de allí, cubierta por la espesura del bosque, Azul divisaba todo. Un escalofrío surcó su espina dorsal al ver el momento donde la flecha hería a Thorin. No pudo entender por qué un elfo hería a un enano si ambos eran enemigos de los orcos. Y eso fue el puntapié inicial para acumular valor y enfrentarse a ellos pese a tener un concepto de los elfos que se contraponía con lo que acababa de ver.
Ni bien Gelion se retiró, Azul se levantó del suelo, y como Kili le había enseñado, estiró el arco y apuntó, esperando el momento preciso para disparar.
-¿Y bien enano?- Siguió Celándir- ¿Nos dirás donde están tus compañeros?-
Como todo buen enano, Thorin le escupió en la cara.
La reacción no se hizo esperar. Rápidamente Celándir sacó una daga para asestarle al enano por su descaro, pero una flecha silbó directo al arma, que se la sacó de la mano. Otra flecha pasó rozando su hombro haciéndole un tajo en sus ropas, pero sin hacerle daño. Con la misma velocidad con que recibió el ataque, el elfo miró hacia el bosque y calculó la trayectoria de las flechas recibidas. Con sus ojos penetrantes pudo ver que, entre las plantas, algo se acababa de mover. Inmediatamente sacó su arco y flecha y apuntó. Thorin, que intuía lo que estaba pasando al ver que Celándir apuntaba seriamente y que había una máxima probabilidad de que acertara en su tiro, empujó al elfo haciéndole perder el tiro ligeramente a la derecha y robándole la espada en su cintura. Los cinco hombres que estaban custodiando a Thorin, se lanzaron en dirección a la flecha perdida de Celándir y Taedoc comenzó a pelear contra el enano que ya intentaba reducir al arquero.
La primera flecha que lanzó Azul dio en el lugar preciso, dándole a su protector unos momentos más de vida. Pero la segunda flecha fue disparada antes de que tensara al máximo el arco, alcanzando al elfo. Azul tragó saliva cuando vio lo que había hecho y se dijo a sí misma que el arco y la flecha no era para ella. Luego de estas dos acciones quiso retirarse del lugar, pero una tercera flecha zumbó. Tuvo el tiempo suficiente para darse cuenta de la trayectoria y girar su rostro a noventa grados hacia la izquierda. La flecha rozó su mejilla derecha tiñéndola con su propio color carmesí. Al sentir que algo caía en su rostro, Azul se pasó un dedo y descubrió la herida, cuyas gotas cayeron al suelo. Al ver que varios hombres se dirigían a su posición, respiró hondo y se ocultó, pero sólo para tomarlos por sorpresa y reducirlos como bien sabía hacer ella. El problema era: ¿los mataría? Los enemigos que se enfrentaría no eran orcos, eran humanos y elfos. ¿Pero por qué trataban así a Thorin?
Mientras uno de ellos se acercaba, decidió que los dejaría inconscientes tan rápido como le fuera posible. Al pasar el primer hombre, lo hizo trastabillar y con todo el peso que su cuerpo pudo darle, lo golpeó secamente en la cabeza. El hombre lanzó un grito de rabia antes de perder la conciencia. Esto hizo que sus compañeros pudieran ubicarse y enfilar en la dirección donde Azul se encontraba.
Con los segundos contados, miró el armamento que tenía el desmayado. Una espada, un par de dagas arrojadizas y algunas hierbas medicinales era todo lo que poseía. Cargó su arco al hombro y tomó la espada. Pero algo cambió en ella cuando tomó el arma y desistió de aquello. Juntando algunas piedras que encontró tiradas, las lanzo lejos para desviar la atención de los soldados. Y lo logró. Cuando se cercioró que estaban fuera de su alcance salió al claro, volviendo a tomar su arco, con una flecha lista para ser disparada en cualquier momento.
El arco de Celándir fue pateado por Thorin a varios metros mientras éste intentaba alcanzarlo. Taedoc forcejeaba, pero el tamaño del enano hacía que éste se volviera escurridizo.
Otra flecha pasó zumbando por la oreja de Taedoc a lo que Celándir respondió con un disparo directo al corazón de la muchacha, ya visible en el claro. La flecha dio en el blanco sin herirla gracias a la cota de mithril que llevaba puesta.
Azul respondió con el mismo ataque, pero tuvo más suerte. La flecha fue apuntada hacia la botamanga del pantalón quedando sujeta firmemente a la tierra.
-¡Suéltalo!- Bramó Azul cargando el arco lo más rápido posible para luego apuntar al elfo.
Taedoc, al ver esto, consiguió sujetar a Thorin por el cuello, llevándolo al límite de la asfixia.
Celándir, que no conocía a la muchacha, también apuntó, pero su mirada era de acero frente a la nerviosa mirada de Azul. Al leer su rostro de esa manera, lo tomó a su favor.
-¿Es la primera vez que tomas un arco y una flecha, querida?- Dijo Celándir mientras seguía apuntando.- Lo veo en tus ojos, estás llena de miedo y dudas…-
-¡Cállate! ¡Suelta al enano!- Y arqueó más el arco mientras surtían efecto las palabras del elfo.
-¿Por qué? ¿Acaso ese enano te ha dado respeto? ¿O te ha tratado como a una cualquiera?-Azul no entendía por qué era tan certeras esas palabras si era la primera vez que lo veía. Su mente se volvió a los primeros días desde su llegada.-Oh… ya veo… no me he equivocado.-
-¡Eso a ti no te incumbe!-
-Es cierto, no. Pero no deberías defenderlo…- Acto seguido una flecha se incrustó superficialmente en la pierna de Celándir. Azul fue rápida en cargar otra flecha.- Y con poca puntería…. ¿O acaso todavía nunca has matado, mujer?-
-¡Ya basta! ¡No quiero matarte! ¡Suelta al enano y nos iremos!-
-¿A dónde? ¡Ese enano te engaña!- Vio detrás de Azul que los guardias que ella había dispersado volvían a reagruparse. Él, levemente con la cabeza les hizo señas para que no hicieran acto alguno.- Estás rodeada, no podrás salir de aquí.-
Ella echó una mirada fugaz a los alrededores Tenía razón. Miró a Thorin que luchaba por respirar. Tenía que tomar una decisión y la tomó. Su expresión cambió. Apuntó directamente a la cabeza del elfo, y éste se dio cuenta de que ahora sí iba enserio.
-Si no lo haces, juro que te mataré… y no me importa lo que digan tus dioses…-
Al ver el elfo esta acción, él también apuntó en la cabeza.
-Estarás muerta antes que el enano se asfixie.-
-Bueno, me ahorrarás el trabajo de buscar a alguien que me mate… Nos harás un bien a ambos-
Esta respuesta descolocó al elfo bajando la guardia unos instantes. Azul aprovechó para lanzarle una patada dejándolo desarmado y con otra de éstas, golpeó la herida en la pierna, dejándolo de rodillas. Lo tomó de los cabellos y, sacando su daga, lo depositó rápidamente sobre el cuello del elfo.
-No me provoques más…. ¡Dile que lo suelte!-
-Taedoc, no te preocupes por mí. No dejes que ese enano se escape.- Dijo Celándir en élfico.
-Taedoc, si le pasa algo a ese enano, tú morirás con el elfo.- Dijo ella haciendo uso del mismo idioma. Y lentamente comenzó a deslizar la daga. Pero hasta Celándir pudo notar que, en ese momento de máxima tensión para él donde su vida pendía de un hilo, la mujer volvió a dudar. Su mano empezaba a temblar y sus ojos se volvieron húmedos.
Thorin, que seguía luchando, vio como todo esto se había retorcido de una manera imprevista. Vio en Azul el recuerdo de lo duro que fue para ella su primera muerte y que no podía superar.
Con la poca voz que tenía, intentó gritar.
-¡No!-
Al ver la reacción de Thorin, Taedoc aflojó la tensión de sus músculos de alrededor del cuello del enano pero no lo soltó.
-¡No lo hagas!- Gritó Thorin con algo más de voz.
-¡No! ¡Ellos quieren matarte!- Y sujetó con más firmeza el cuello de Celándir.
-¿Y luego qué? ¿Qué ganas con matarlo?- Thorin no obtuvo respuesta, pero vio en los ojos de Azul que seguía con las mismas intenciones.
-Lo hará… suéltame si no quieres que pase una desgracia.- Le dijo a su captor.
Taedoc lo soltó, pues sabía que si se escapaba, no llegaría muy lejos. Thorin se acercó lentamente.
-Azul… dime, ¿Por qué lo matarás? Generarás un problema aún mayor al que tenemos.-
-Ellos te lastimaron…-
-Pero aún estoy aquí vivo… No manches tus manos con alguien que no vale la pena-Celándir se sintió insultado. Azul comenzó a debatirse mentalmente y sintió una voz dentro suyo que le decía: "Mátalo".
-Mírame…Azul mírame… mírame muchacha...- Thorin hablaba en un tono tan dulce que hasta el mismo elfo lo miró.- El arte de la guerra tiene estos momentos… donde debes escoger quién vive y quién no. Aún no puedes elegir pues el haber presenciado aquellas atrocidades y el hecho de que Hassar haya sido tu primera muerte…-
-¿Hassar? ¿Ella ha matado al gran orco?- Se dijo Celándir.
-…ha sido un golpe muy duro para alguien como tú… por ello te digo… perdónale la vida. Mírate… tú no eres así.-
Azul, casi al borde del llanto, miró los ojos penetrantes de Thorin. Miró su postura, su mano junto con su daga y un escalofrío le recorrió la espalda. Ella apartó lentamente el arma del cuello del elfo y retrocedió unos pasos. La daga se le cayó de las manos y se cubrió el rostro para que no la vean llorar.
-¿Es eso cierto?- Interrumpió Celándir , ya liberado. -¿Hassar ha muerto?-
Al ver que Azul no respondía, Thorin tomó la palabra.
-¡¿Ahora quieres hablar insensato?! ¡Hemos estado escapando durante días casi sin descanso! ¡Sí, Hassar está muerto! ¡Pero su hijo ha tomado el mando y es más terrible que su padre y no dudará en tomar venganza! ¡¿Ahora entiendes por qué hemos entrado en el bosque?! ¡Así como su padre, él se ha ensañado con ella!-
Taedoc se acercó a Azul y con su manota levantó el mentón de la muchacha.
-¿Es eso cierto? ¿Ese enano te está protegiendo?-
Ella asintió.
-Déjennos ir… Por favor.-
-¿Quién mató a Hassar?-
Thorin se interpuso entre ella y Taedoc.
-No la presiones- Dijo él con voz casi amenazante.
-¿Qué está sucediendo aquí?- inquirió Gelion que acababa de llegar junto con los hombres de Taedoc.
El elfo observó a cada uno de ellos hasta toparse con Azul, acurrucada en el hombro del enano.
-Galérith… has regresado.-susurró Gelion en élfico con un tono esperanzador.
-¿Quién es Galérith?- Dijo ella que lo escuchó perfectamente.
Celándir, al ver en el trance en el que había caído su capitán, se acercó a él y se lo llevó lejos para hablar.
-Tienen agallas para enfrentarse a nosotros a pesar que los hayamos confundidos con enemigos.- Dijo Gelion cuando regresó. -Taedoc, todo esto ha sido una horrible confusión que yo mismo enmendaré. Puedes decirles a tus hombres que bajen sus armas, yo responderé por ellos. Bienvenidos al Bosque Verde. En estos momentos, ustedes están bajo territorio de los Beórnidas, cuyo líder es Taedoc.- Y lo señaló con las palmas abiertas.-Nuestro rey, Thranduril, cedió estas tierras del sur para que ellos puedan vivir en paz con la condición de que ningún orco o enemigo sobrepases las fronteras.-
Taedoc miró con recelo a Thorin y escupió en el suelo.
-Por favor, acepten nuestras disculpas quedándose esta noche en nuestro campamento.- Gelion siguió hablando. –Allí tendrán un lugar apacible para descansar y reponer fuerzas… que ya bastante pocas le quedan, considerando lo que me han contado-
-Thorin… no quiero… quiero irme.- Susurró Azul.- Hay algo que no me gusta de ese elfo.-
Gelion escuchó la conversación y acotó.
-Sé que dudas de mi palabra por todo lo que han pasado. Per déjame darle un voto de confianza al enano.-
Gelion susurró muy por lo bajo a los soldados y éstos se retiraron. Al minuto traían algunos objetos envueltos con una manta.
-Toma enano. Aquí tienes tu arma.-
Uno de los soldados desenvolvió el paquete y allí estaba Calacyria enfundada.
-Gracias.-Dijo Thorin irónicamente. –Pero a mí no me corresponde tomarla. La dueña de la espada es ella.- Y señaló a Azul
Gelion se sorprendió.
