Cap 24
Acercamientos… ¿adecuados?
Junto con los soldados, los elfos llevaron a Thorin y Azul por un camino que sólo ellos conocían. Y para preservar el secreto, les vendaron los ojos.
Tanto humana como enano sentían que el calor del sol calentaba sus cabezas mientras caminaban sin parar, ya habían surcado el mediodía. Los sentidos de cada uno se amplificaron. Sintieron el aroma a la hierba mezclada con el rocío y la tierra, la humedad de las rocas. Pudieron escuchar el canto de los pájaros que, durante la travesía por el bosque, no se percataron en oír. El viento despeinó los cabellos de los elfos y Azul pudo sentir a qué olía un ser de esa raza. Sintió el aroma dulce de las flores, como las cosas bellas y delicadas hechas por los Valar, pero a la vez no dejaba de sentir que ese aroma también reflejaba unas notas de hombría, como si se tratase de un fuerte roble o un gran ébano, cuyas maderas son duras y resistentes.
-Tranquila.-Dijo Gelion que estaba al lado suyo.- No debes preocuparte. Yo te guiaré.-
El viento volvió a soplar y un nuevo aroma trajo consigo. Esta vez fue algo más fuerte, pero no menos agradable. Este aroma le recordaba a la fuerza del metal, al cobijo de las piedras contra una tormenta, pero también, al agua que cae entre las rocas sin mancha alguna y que refresca más que cualquier bebida especial preparada para los nobles.
-Entonces guíame a mí también.-Interrumpió Thorin-Porque los dos estamos con los ojos vendados.-
Azul extendió la mano hacia la dirección donde había escuchado la voz de Thorin y, con algunas pifias, ambos brazos quedaron bien unidos por un fuerte apretón.
Cuando llegaron y le sacaron las vendas, ambos vieron el campamento exclusivamente de elfos.
Más chico que el de los Beórnidas, el campamento contaba con menos de una decena de carpas donde guarecerse si llovía. Todos los elfos iban armados. Algunos de ellos hacía guardia sobre los árboles y miraban fijamente hacia el horizonte.
-Bienvenidos. Este ha sido nuestro hogar desde hace algún tiempo.- Les dijo Gelion.- Celándir, acompáñalos donde será su lugar de descanso. Creo que para ellos la jornada ha sido muy larga.- Y sin decir más se retiró.
Celándir siguió con sus ojos el trayecto de su capitán hasta que éste desapareció. Luego, su mirada la depositó en los nuevos huéspedes.
-Un enano y una humana…espero que no causen problemas aquí. Y tú…- Miró a Azul que tenía ya en su cintura a Calacyria.-Será mejor que andes desarmada aquí, puedes cortarte con una hoja tan afilada como esa. Lo mismo con tu… ¿dónde está tu daga?- Preguntó el elfo que no veía la funda de la respectiva arma.
-¿Acaso te importa?- Le contestó ella sin miramientos.
-¿A qué le temes mujer? Aquí estarás segura.-
-¿Segura?- Acotó Thorin-¡Le han disparado flechas que casi la matan y dices que aquí estará segura!-
-Mira, para que te quede claro… ¿Cómo era tu nombre? ¿Celándir?.. Lo único que quiero es descansar. Así que cumple la orden que te dio tu capitán y guíanos. Y yo veré si este lugar es en verdad seguro…. Porque como están yendo las cosas, soy pájaro de mal agüero…-
El lugar que les dieron fue lo más raro donde ellos pasarían la jornada. Un enorme árbol cuyo diámetro superaba los cinco metros de longitud, yacía seco y hueco en el extremo izquierdo, casi finalizando, del campamento. Los elfos lo habían acondicionado para uso personal haciendo una escalera que los llevaba a un entrepiso. Según las palabras de Celándir, el árbol se volvía más débil mientras más lo trabajaban, así que prefirieron dejarlo como estaba.
-Hace un par de semanas éste fue el lugar donde el capitán estuvo descansando. Sean cuidadosos-
-¡Tengo que volver al otro campamento!-Exclamó Azul.-¡Elen sigue allí!-
-¿Elen?- Preguntó Celándir.
-Sí, mi caballo. ¡Por Dios que ese caballo me es fiel!-
- Si ha quedado algo allí, entonces no tardarán en traerlo. Pero no seremos nosotros lo que lo hagamos.-
Celándir salió del hueco del árbol para retornar a sus quehaceres y cerró la puerta.
Dejando por fin la mochila en el piso, Azul enfiló para subir la escalera. Thorin, fiel a su instinto, no la dejó hasta que él mismo inspeccionara todos los rincones del gran árbol. Primero revisó la planta baja: había estantes en las paredes del tronco; dos ventanas miraban hacia el este y la otra al oeste dejando pasar toda la luz con sus respectivas cortinas; un hermoso pero sencillo catre y una mesa y tres sillas terminaban el mobiliario. No muy diferente era el entrepiso, algo más chico y con unas mantas extras en uno de los estantes, tenía las mismas comodidades que la planta baja.
Al ver todo esto, Thorin dejó que Azul subiera libremente y lo primero que hizo al ver el catre fue recostarse en él olvidándose por completo su suciedad. Thorin la llamó para que almorzaran lo que llevaba ella en la mochila, pero al no obtener respuesta alguna subió. La encontró profundamente dormida. Con mucho cuidado para no despertarla, la arropó con las mantas.
-Gracias por lo de hoy. – Susurró él en khuzdûl.-Descansa. Te lo has ganado por todo lo que has luchado desde que escapamos. Después de todo, no eres tan demonio como creía que eras…-
Y tomando una silla, se sentó al lado de la cama para descansar él también.
-Capitán, los huéspedes ya están alojados.- Dijo Celándir.
-Bien. Igualmente estarán vigilados. Una pareja tan dispareja como aquella debe tener un fin que nos lo está ocultando, sobre todo por ese enano. Además, me extraña de esa mujer. Nadie que estuviera secuestrado volvería a rescatar a su secuestrador.-
- Se nota que no he estado tan errado en propiciarle las palabras que le he dado para que deponga su actitud. He visto la inseguridad y el miedo en sus ojos, esa mujer es inexperta en el arte de la guerra.-
-¿Y entonces cómo explicas que el dueño de esa hermosa espada sea ella?-
Celándir calló.
-Debemos reconocer entonces que algo de valor tiene. No cualquiera se enfrenta al jefe de los Beórnidas y a usted, capitán. No del modo que ella lo hizo. Me hace pensar que o es muy astuta y nos hemos creído todo este cuento para proteger su secreto, o ella es muy estúpida y no tenía ni la más remota idea de cómo salvar al enano. -
-Dejémoslos por unos días a ver qué es lo que hacen... Tú ocúpate del enano, que yo me encargaré de la mujer.-
En esa orden, Celándir notó que en el tono de su voz había cierta codicia. Creyendo que eran tonterías suyas, y confiando plenamente en su capitán, acató la orden y salió de la tienda de campaña donde habían tenido la charla.
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La noche se hacía presente y junto con ella, el viento frío del norte. El aire comenzó a cargarse con el aroma a tierra mojada, señal de que pronto llegaría la lluvia. En el campamento, los elfos se reunían alrededor de las fogatas para calentar sus cuerpos, beber y/o cenar algo caliente. Todo esto lo veía Thorin, ya despierto, mirando la ventana en la planta baja. Su estómago también había despertado. Considerando que no había comido en toda la jornada,
fue directo hacia la mochila de la joven donde tenía guardado algunos alimentos de reserva. Inspeccionó el modo de abrir y cerrar la extraña alforja. Le pareció fácil pero no entendía cómo el cierre dentado podía unirse con sólo deslizar el tirador y estuvo varios minutos en tratar de descifrar su mecanismo. Cuando se cansó (y con la esperanza de que al llegar a Erebor, los mejores herreros sabrían resolver el mecanismo) se dispuso una buena ración de alimentos y sació su hambre.
Mientras tanto, en el primero piso Azul dormía profundamente. No parecía escuchar el viento que golpeaba la ventana hasta tal punto que ésta se abrió dejando ver las copas de los árboles agitándose bruscamente y la luna en su máximo esplendor. Para ella todo era silencio.
Su subconsciente creó situaciones ridículas en donde Kili y Bofur caminaban por las calles de su ciudad andando en bicicleta. Balin y Fili acompañaban a su madre ayudándola a llevar bolsas del supermercado y Thorin ayudaba a su padre y su hermano clavando maderas contra la puerta de su casa a modo de refuerzo. Su padre tomó el martillo por enésima vez y golpeó contra el clavo. Pero en el envión, el martillo golpeó el dedo de su hermano, que no se inmutó por el golpe. Fue Azul que sintió el dolor, pero en otra parte del cuerpo.
-¡Auch!- Dijo ella en sueños.
-¿Te encuentras bien?- Susurró el enano para no asustarla mientras su mano le tocaba el hombro. Había subido ni bien sintió el quejido. La habitación estaba casi en penumbras pues la pobre luz que iluminaba la habitación era por las fogatas que los elfos habían hecho a unos cien metros de distancia.
Azul se despertó, no sin sorpresa. Cuando su consciente volvió, sintió que Calacyria le estaba aprisionando su ingle, provocándole el dolor. Ella se quitó el cinturón y Thorin lo dejó al lado del catre.
-Creo que tú te llevarías bien con mi padre, si te conociera.- Dijo ella refregándose los ojos.
-¿Has soñado con él?-
-Sí, y contigo también…- Al segundo, notó que sus mejillas elevaban su temperatura y, creyendo que el enano no la había visto enrojecer, agradeció a la penumbra de la habitación por ocultarlas.
-Entonces debió ser una pesadilla…-Bromeó Thorin que había visto el suave color en el rostro de la muchacha.-Sigue descansando… Por lo que veo, aún necesitas dormir. Yo estaré abajo.-
Azul volvió a echarse en el catre.
Thorin cerró las ventanas y bajó lentamente las escaleras, cuando un súbito instinto le hizo girar la cabeza hacia la mujer. La había visto enrojecer…
-Mujeres…- Pensó él mientras en sus labios se dibujaba una inocente sonrisa.
La oscuridad se hizo más pronunciada con el correr de los minutos, el sueño de Azul pasó a ser muy ligero. Le costaba volver a ese sueño profundo y ahora todos los ruidos del exterior los escuchaba. Las sombras comenzaron a incomodarla como a una niña pequeña que no quiere dormir a oscuras por temor a que algo salga a asustarla. Extrañamente así se sentía ella, "algo" perturbaba la tranquilidad que hace unas horas poseía y no quería abrir los ojos. Luego de algunos minutos, esa sensación se disipó relajando su cuerpo y su mente y sintiendo una pequeña calidez cerca suyo. En ese estado pensó que tal vez era Thorin que quería decirle algo y no se atrevía a hacer ruido. Esta vez, ella le haría una broma.
Esperó a que sintiera que el enano estuviera más cerca para luego asustarlo como él ya lo había hecho accidentalmente y esperó.
La calidez que sentía se hizo cada vez más evidente hasta notar una respiración. Tenía que agudizar muy bien su oído para poder escucharla porque era muy débil. Y esa calidez la sintió más fuerte precisamente en su rostro.
-¿Qué rayos está haciendo Thorin?- Se dijo ya un poco incómoda con la situación.
Ella abrió los ojos. No tuvo tiempo de gritar pues la "sombra" que tenía de frente, casi pegado a su rostro, fue más rápido y le tapó la boca para que no gritara. La tenue luz descubría una silueta vestida de negro de los pies a la cabeza. Apenas dos minúsculos agujeros a la altura de los ojos le facilitaba la visión al ser que tenía adelante. Azul empezó a agitar sus brazos sin saber qué hacer hasta que sus piernas actuaron. No con facilidad, su pie derecho se posó sobre el pecho de su contrincante y ejerció su fuerza para tratar de separarse. No pudo. Entonces, con su mano, le tomó el cuello y su dedo gordo hizo presión sobre su garganta, directamente a su yugular. Inmediatamente los efectos de la presión dieron resultado. La "sombra" salió encima de ella medio ahogado y Azul pudo gritar a los cuatro vientos.
Thorin subió como una flecha y vio a la muchacha intentando desenvainar a Calacyria. La "sombra" quiso impedírselo, pero al ver a Thorin no tuvo opción de trenzarse en batalla. Sabía que no podía detenerse demasiado tiempo antes de que llegaran los elfos que, en una mirada fugaz a la ventana, ya estaban en camino.
Aprovechando la altura que tenía, la "sombra" pateó a Thorin, que cayó por la escalera tan pesadamente que el enano quedó sin sentido, abrió la ventana que daba al bosque y saltó para perderse entre el espesor de los árboles y la lluvia que caía copiosamente.
Los minutos pasaron. La conciencia de Thorin iba y venía.
-Él estará bien, sólo se golpeó la cabeza.-
-¡Ese no es el punto! ¡Se suponía que tu campamento era seguro!-
-¡Estamos haciendo todo lo necesario para rastrear al que los atacó! ¡Así que cálmate mujer!-
-¿Qué me calme? ¡Dijiste que nada nos iba a pasar!-
-Mira, si hubiera sido un orco probablemente o ya estuvieras muerta o hubieras desaparecido. ¡Conténtate de que ambos están vivos!-
Luego de esto, Thorin no escuchó más…
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Una gota fría cayó sobre su frente. Un paño húmedo surcaba su rostro y el contacto hizo que se despertara. Thorin ardía en fiebre.
-Shhh… tranquilo.- Susurró Azul mientras sumergía el paño en una cubeta con agua.- Estuviste un par de horas inconsciente. No te levantes.-
Una vela iluminaba alrededor, todo estaba en pleno silencio. Los cabellos de Azul estaban revueltos e inflados. Ignorando el consejo de la mujer, el enano se incorporó. La cabeza comenzó a darle vueltas. El mareo fue evidente y tuvo que recostarse.
-Terco.- susurró ella.- ¿Siempre eres así?-
-¿Cómo te encuentras?- Preguntó él.
-No. ¿Tú como te encuentras? Hace tres horas que te empujaron de la escalera, tienes un chichón en la cabeza que da miedo… ¿Y me preguntas a mí cómo estoy?- Azul volvió a ponerle el paño en la frente.
-He tenido caídas peores. No te preocupes… ¿Qué sucedió? ¿Dónde están los elfos?-
-Ni me los menciones.-Dijo ella ofuscada.- Tú eres terco, pero ellos te ganan por lejos. No puedo creer que sean tan distintos a los elfos que conocí en Rivendell. Los elfos, cuando entraron y te vieron inconsciente, te llevaron a una de sus tiendas para curarte la herida en la cabeza y luego te trajeron nuevamente aquí. Pero yo estaba furiosa. No me dejaban verte por orden de Gelion, y le dije de todo…-
-¿Gelion?-
-Sí. Fue el primero en llegar. Mientras ese sujeto me retuvo pensé que era él quien me sujetaba para que no gritara…-
-Veo que tu ropa está húmeda… ¿No me digas que fuiste a buscarlo?- Al no escuchar respuesta, la reprendió.- ¡Insensata! ¿Cómo puedes poner tu vida en juego de esa manera? Ya tienes una prueba de que esos elfos no sirven ni para rastrear una rata y aún así vas a buscarlo… ¿En qué estabas pensando? Sabes que no puedes exponerte demasiado ¿Y si había orcos merodeando? ¿Crees que los elfos te rescatarán?-
-Lo siento…- dijo Azul con un hilo de voz.-Es que yo…-
-Nada… Déjalo así… Ya está hecho. Mañana nos iremos de aquí. Veo que no podemos quedarnos por mucho tiempo en un lugar.-
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Azul no se atrevió a contradecir esa orden. Dejó que Thorin se durmiera y salió del árbol. Ahora, varios elfos lo custodiaban y podía estar relativamente tranquila si lo dejaba solo. Al salir, ya la lluvia había terminado y vio que los guardias habían hecho una fogata a unos dos metros del lugar, así que se sentó a calentar un poco su cuerpo húmedo Gelion estaba del otro lado del fuego.
-¿El enano se encuentra mejor?- Dijo él que estaba con la mirada perdida en la fogata.
-¿Encontraron algo tus soldados?-
Gelion suspiró al ver la rigidez de las palabras de la mujer.
-Sólo los restos de algunas huellas. La lluvia las ha borrado. Celándir ha dicho que se desviaban hacia el sur, saliendo de nuestros dominios. Por estas horas debe estar volviendo ¿Tú como te encuentras? Fuiste muy osada al acompañar a mis soldados en la búsqueda… Bueno, un poco de modales no vendría bien como para empezar a limar asperezas, ¿no crees?- Dijo Gelion un tanto ofuscado porque Azul no le contestaba.-Ven, siéntate aquí. Te invito un trago de licor para que tu cuerpo recobre un poco el calor.-
-No me gusta el alcohol…-
Gelion sonrió.
-Entonces te invito un té bien caliente-
Considerando el estado en que se encontraba y que no había probado bocado en toda la jornada, aceptó con gusto, aunque algo desconfiada.
Ni bien se sentó, Gelion le sirvió una taza de aquella bebida caliente. Al ver que ella no la probaba, tomó la taza y bebió el contenido por la mitad. Azul, más confiada, probó la bebida. El contacto con su garganta hizo inmediatamente efecto. El calor comenzó a embriagarla y sus músculos comenzaron a relajarse.
-¿Mejor?-
Azul asintió.
-¿Sabes? Hace tiempo que no hablo con una mujer (sea elfa o humana)… Disculpa si mis actitudes han sido un poco toscas pero…-
-..debía cuidar a los míos.- Dijeron ambos al mismo tiempo.- No te preocupes, ya me he curtido de esos tratos.- Continuó Azul luego de darle un buen sorbo al té.
-¿El enano ha hecho….-
-Sólo fue un malentendido.- Se apresuró a decir ella tratando de no hablar demasiado.- Hoy por hoy, es una de las personas en quién más confío.-
Mientras ellos comenzaban a entablar una conversación mucho más amena, Celándir se aproximó al fuego totalmente silencioso.
-¡Celándir, has tardado en volver!-
-Sí capitán, fue duro pero lamentablemente no lo hemos encontrado, salvo esto.-
De una bolsa que llevaba a cuestas, el elfo sacó una muda de ropa totalmente negra.
-Lo encontramos a unas pocas millas del Camino del Bosque. No creo que vuelva acercarse.-
Azul tragó saliva al reconocer las ropas.
-Siéntate, vuelve a tomar el té. Ya has tenido suficientes disgustos en lo que va de la noche.- Le sugirió amablemente Gelion.- Celándir, refuerza la guardia por esta noche. -
-Señor, ¿tendremos que proteger a esa humana? Recuerde nuestra misión…-
-Que esta humana tiene nombre, ¿eh? Me llamo Azul. No tienes que ser tan despectivo.-
Interrumpió Azul algo enojada. Ambos elfos recordaron que ella podía perfectamente entenderlos.
-Lo recuerdo perfectamente.-Acotó Gelion.-Pero teniendo una mujer en nuestro campamento aumentan las posibilidades de ataque, ya que los orcos, si se enteraran, intentarían cazarla.-
Celándir asintió las palabras de su capitán y se retiró con la orden.
-Discúlpalo, últimamente ha estado un tanto nervioso. Hace un par de días han matado a uno de los nuestro. Los orcos cada vez más se animan a cruzar nuestro territorio.-
-Por eso mismo debes dejarnos ir. Tengo que llegar a Erebor cuanto antes.-
-¿Qué tienes que ver tú con esto? Un momento…- Gelion se acordó de la conversación cuando la conoció.-¡Tú… habías dicho que mataste a Hassar!-
Los elfos que estaban alrededor miraron a su capitán y a la humana.
-¿Ahora entiendes por qué debemos irnos?-
-¿Quién está ahora al mando del ejército?-
-Su hijo… Azog.-
Gelion se levantó instintivamente con la mirada perdida. Al segundo llamó a uno de sus soldados. Le dijo algo que Azul no pudo escuchar y éste se retiró. Al minuto trajo una pluma, tinta, papel y un soporte para escribir.
-Tu información es muy valiosa. Si con Hassar debíamos tener cuidado, con su hijo debemos redoblar nuestro esfuerzos. Azog es más cruel que su padre.-
-Por eso, vuelvo a decírtelo… déjanos ir.- Dijo casi en tono de súplica Azul.
-Disculpe capitán por lo que diré, pero… ¿cómo puede confiar en ella?- Dijo el soldado en un acto de atrevimiento.
Gelion levantó su vista con mirada de acero. Y esto le bastó al soldado para retirarse. Pero el pobre elfo tenía razón. ¿Cómo podía dar por cierto una historia como esa?
Sin inmutarse, Gelion comenzó a escribir. Azul miró los caracteres, pero no entendía lo que escribía.
-Dime Azul… mi soldado tiene razón… ¿Cómo puedo creerte?-
-No te pido que me creas, sólo que nos liberes. Tú eres responsables por tus hombres, yo no.-
-Pero lo que me has dicho es delicado…-
- ¿Y cuál es la diferencia entre el padre o el hijo? Los dos son igual de despiadados...-
-No me dices mucho para creerte…-
-¿Y qué? ¿Acaso yo debo creer en ti a la ligera?-
Gelion se calmó. Él tampoco le había dado demasiados argumentos. Vio en ella algo de su esposa, Galérith, cuando la conoció. Ella era impenetrable con sus sentimientos y le costó horrores para que él pudiera ganarse su confianza y al fin, convertirla en su esposa. Teniendo ya esta experiencia, intentó hacer lo mismo y tratar de alejarla del enano.
-Tienes razón. Dijo él sirviéndose otra taza de té tranquilamente.- A pesar de darte cobijo aquí no alcanza para que confíes en mí. Yo mismo no lo haría… Te ruego que me disculpes.-
¿Disculpas? ¿Ese elfo le estaba pidiendo disculpas? Azul estaba atónita. Le hubiera gustado
que Thorin escuchara aquellas palabras que a él le costaron por tanto tiempo decirlas. Y él, en tan sólo unas horas, no tuvo problemas.
-¿Podrías servirme más té?- Preguntó algo avergonzada Azul.
Gelion sonrió para sus adentros y le sirvió. Poco a poco, ambos volvieron a tener una charla amena y cordial. Ninguno de los dos se percató de que más de un par de ojos los estaba viendo mientras Celándir iba y venía reforzando la seguridad del campamento y los guardias hacían la vigilia nocturna. El primer par de ojos estaba a la vista de todos y nadie se daba cuenta, la "sombra" estaba ante ellos. Mirando fijamente, pero sin levantar sospechas, veía con furia el acercamiento en aquellas dos razas y se juró que todo volvería a su curso, como él lo había planeado hace ya tanto tiempo. En cambio, el otro par de ojos se mantenía oculto en las sombras. Veía la misma escena que el otro par de ojos, pero sus sentimientos eran diferentes ¿o no? O tal vez el móvil que causaba tal sentimiento lo era. Veía a Azul más animada con la charla con Gelion y una molestia atravesó su pensamiento. No, no debía tener esos pensamientos y los reprimió una y otra vez cada vez que aparecían en su mente. Pero su mano debió descargar esa tensión con la pared de madera, clavándole las uñas. No así sus dientes, que se apretaban uno contra otro tratando pasar desapercibido en esa noche cargada de acontecimientos.
