¡Bienvenidos! ¡Hermosa gente de toda la Tierra Media!
¡Bienvenidos Sally1912 y azahara19! Siéntanse libres de pasar por mi humilde morada ^_^
¡Y rebienvenida Elein88! ¡Me alegro que te hayas pasado!
El capítulo de hoy lo escribí pensando en un angelito verde que se me fue hace ya tres meses y algunos días... entenderán el por qué y la comparacion.
Creo que todos los que escribimos alguna historia reflejamos en parte nuestros deseos, nuestros miedos, las fortalezas y debilidades de cada uno. Hoy elegí homenajear a ese angelito que me cuida en el cielo de las mascotas. Por eso notarán que el capítulo termina con algo de desazón.
Aún así, espero que lo disfruten.
Nos vemos el mes que viene ^_^
La ciudad de Abanith
Esa noche Elen y Azul durmieron una al lado de la otra mientras que Thorin estuvo atento a la oscuridad. Sin que nadie lo molestara, su mente comenzó recordar su paso por el Bosque Verde y comenzó a hablar mentalmente consigo mismo.
-¡La próxima vez debemos obligar a la muchacha a no quedarnos más tiempo en un lugar! Lugar donde llegamos, lugar donde encontramos problemas…-
-No debe ser fácil ser lo que ella es…-
-¡Oh! ¡Vamos! ¿Ahora te pones de su parte?-
-Le he prometido a mi abuelo llevarla hasta Erebor. Así lo haré.-
-¡Promesas baratas! ¡Tú mismo has cambiado! ¡Reconócelo!-
-¡Tú y yo sabemos (que al fin y al cabo somos la misma persona) que un enano nunca traiciona su palabra!-
-¡Excusas! Sabes a lo que me refiero, por lo tanto sabes que "eso" no es bueno para nuestro pueblo... Algún día deberá irse.-
-Y así será.-
Molesto consigo mismo, volvió a concentrarse en la vigilancia…
Al día siguiente, bien temprano, volvieron con el monótono viaje. En las dos semanas que transcurrieron, la salud de Elen empeoraba. El aumento en la temperatura corporal del animal era evidente. Pero aún así, ella los instaba a que suban a su lomo para seguir viaje. Por las noches, tiritaba de frío a lo que Azul sacaba su capa para taparla y se acurrucaba a su lado mientras le acariciaba detrás de la oreja. Durante el día, mientras no los llevaba a cuestas, era notorio los continuos desbalances de su cuerpo. Ya no le quedaba mucho tiempo.
El ánimo de Azul decaía con cada día que pasaba. Intentaba no mostrarse deprimida frente a Elen, pero dicen que los animales tienen una cierta empatía para detectar los estados de ánimo, y cada vez que ella estaba mal, la yegua le cabeceaba para pedirle caricias.
Por fin, luego de varios días, vislumbraron a lo lejos una cadena montañosa que a Thorin le hizo extrañar. No era sus montañas… ¿Tanto se habían desviado de su curso?
Para no preocupar a la muchacha, le ocultó la información hasta tanto él no esté enteramente seguro de donde estaban.
A medida que pasaban las horas, el terreno dejaba de ser agreste y campos de trigo comenzaban a verse a lo lejos. Y de tanto en tanto, emergían de ese mar dorado la mirada de los hombres, mujeres y algunos enanos que los miraban con recelo y algunos con asombro.
-Thorin, ¿dónde estamos?- Inquirió Azul al ver a gente de su raza.
-Lo sabremos cuando encontremos el pueblo…-
Mientras recorrían el sendero bien marcado que los llevaba hacia el poblado, un cuerno resonó por todo el campo. Las caras de los campesinos reflejaron el temor y la misma Elen sintió que el peligro se acercaba. Esto hizo que sus fuerzas volvieran repentinamente.
Thorin sintió que la cabeza del animal estaba en su espalda.
-¡Hey! ¿Qué quieres animal?-
Elen pateaba el suelo y relinchó efusivamente. Giró su cabeza y con su hocico mordisqueó los estribos de la silla de montar.
-Debemos subirnos.-Ordenó Thorin mientras se escuchaba por segunda vez el cuerno.
-¿Qué? ¡Elen no aguantará!-
-¡Escucha bien! ¡Este caballo tiene un sexto sentido! ¡Tú lo sabes! ¡Hazle caso!-
Azul miró a Elen preocupada.
-¿Estás segura amiga? Estás muy débil para llevarnos… - Se preocupó mientras le abrazaba y le hacía caricias. Elen, con su cabeza, la empujó hasta su lomo.
Las personas que trabajaban, dejaron sus herramientas y corrieron en dirección norte. Unos minutos después, varios grupos de hombres y orcos montados en huargos comenzaron a copar los campos y mataban a todo ser que estaba delante de ellos.
Azul subió primero y luego ayudó a Thorin. Ni bien Elen sintió el peso en el lomo, con una irrefrenable energía partió al galope.
La hueste enemiga avanzaba, y les llamó la atención la pareja que escapaba con un caballo. Sin dudarlo, salieron a la carga.
Thorin tomó el arco y las flechas que estaban sujetas en la silla de montar y cuando ellos estuvieron a su alcance, disparó. Elen galopaba como el viento. Azul no necesitaba espolearla porque pudo notar que estaba dando todo de sí misma.
-¡Saca tu espada! ¡Nos alcanzan!-
El grito de Thorin la hizo volver a la realidad. Calacyria refulgió a la luz del sol nuevamente y un nuevo reto cruzaría el camino de Azul. Aquellos hombres se acercaban. Una cosa era matar a orcos… ¿pero se atrevería atravesar el cuerpo de alguien de su misma raza?
Mientras ella tenía esa disyuntiva, el primer ataque lo recibió Thorin. El orco casi lo derriba a no ser por el rápido reflejo de Azul en protegerlo.
Los huargos intentaban morder las patas de Elen a toda costa pero ella se esforzaba por galopar más rápido que ellos. Luego, el siguiente ataque provino de varios hombres. Éstos llevaban pintada la cara de color negro con marcas rojas, sus cuerpos estaban cubiertos a la usanza orca, lleno de huesos y pieles. El primero que atacó, rápidamente fue muerto por la flecha que Thorin disparó, los siguientes fue más arduo. Mientras que Azul los desarmaba, el enano les daba el golpe fatal. Simplemente ella no podía…
El camino, antes de tierra, se volvió prontamente asfaltado en piedra y a lo lejos, unas murallas del mismo material comenzaban a visualizarse. Un tercer sonido de cuerno arremetió contra los enemigos, haciéndoles dudar por algunos instantes. Algunos emprendieron la retirada, otros continuaron las hostigaciones. Los que se quedaron, descargaron toda su furia contra Thorin y lograron derribarlo. Azul frenó a Elen a unos cincuenta metros luego de dejar inconscientes a los hombres y matar a los huargos.
-¡Vete!- Gritó el enano mientras se desembarazaba del cuerpo de uno de sus enemigos y cargaba contra otro para ponerle fin a su vida.
-¡No!-
Elen caminaba en círculos nerviosa, Azul dudaba.
-¡Debes llegar a Erebor! ¡¿Quieres volver a tu hogar o no?!-
Esas palabras traspasaron su corazón. Cerró sus ojos y giró en dirección hacia las murallas.
Thorin vio como se alejaba. Sacando su espada, esperó a la pequeña horda que se aproximaba.
-Deseo que pronto vuelvas a tu mundo, Azul.- Y allí, se lanzó al ataque.
No estuvo solo, cientos de flechas cruzaron el cielo para dar en el blanco justo. Los enemigos cayeron como hojas en el otoño, y luego de la primera embestida, Azul apareció por encima de él. Elen lo había saltado para quedarse enfrente y hacerle de escudo.
-No me vuelvas a decir que te abandone…- Y allí le extendió la mano para que subiese.
Una tropilla de enanos y algún que otro humano armados para la guerra, aparecieron para contrarrestar la hueste orca. El choque entre ambas facciones no se hizo esperar. Los campesinos fueron protegidos por este grupo bien armado, pero ponían más énfasis en la protección de las pocas mujeres que se encontraban allí. Los campos dorados, en cuestión de minutos, fueron regados con sangre roja y negra. Otra lluvia de flechas surcó los cielos, pero esta vez desde el bando contrario.
Thorin tomó la mano de Azul y subió al lomo de Elen, tomando las riendas; pero una de las flechas se incrustó en el brazo izquierdo del enano. Al ver la herida, Azul espoleó a Elen para sacarlo del campo de batalla. Éste, por su parte, veía que la muchacha le decía algo, pero no podía escucharla, su vista se nublaba y todo a su alrededor daba vueltas. Luego de dirigirle una última mirada a su compañera de viaje, se desmayó.
-¡Rápido! ¡¿Dónde está el antídoto?!-
-¡Debemos sacarle la punta de flecha!-
-¡Malditas escorias! ¡Ya nos vengaremos!-
Thorin no abrió los ojos sino hasta cuatro días después de su llegada. Ni bien entraron en la ciudad, unos soldados las rodearon y sin querer, Azul dejó caer el cuerpo inconsciente de Thorin. Preocupadísima por lo que acababa de hacer, se bajó rápidamente de su caballo para atenderlo. No pudo. Los guardias le apuntaron con sus armas, la despojaron de Calacyria y la metieron presa en una celda. En cuanto a Thorin, se llevaron rápidamente.
Su estancia en la prisión de aquella ciudad no fue la gran cosa. Había estado presa con los elfos y con los orcos; ya contaba con experiencia. Pero su preocupación estaba dividida entre Thorin y Elen. Nada sabía de ellos y eso era lo que más le ponía los pelos de punta. Los días que estuvo encarcelada, ningún enano habló con ella y sólo se limitaron en dejarle comida.
Thorin frunció el ceño en señal de dolor. Su brazo estaba vendado y apenas podía moverlo producto del cabestrillo que le habían puesto.
-No debes moverte Thorin… fue un milagro de Mahal que hayamos podido salvarte. El veneno ya había tomado casi todo tu cuerpo. Pensamos que morirías…- El enano que lo acompañaba en la habitación le hablaba en Khuzdûl.- ¿Cómo se encuentra?-
-¿Cómo sabes mi nombre?-
-¿Cómo sé su nombre? ¡Ja! Eso es fácil. Primero, porque hace ya varios años que nos conocemos. Segundo, porque de todos los enanos que conozco, eres el único que suele enfrentarse con ese valor tan característico como el suyo…y tercero, porque de todos los enanos, usted es el heredero de Erebor, príncipe Thorin.-
Thorin enfocó su vista y lo miró. Un enano cuya cabellera y barba estaban prolijamente adornadas lo miraba con semblante respetuoso. Sentado del lado derecho de la cama, había estado haciendo vigilia todas las noches en las que Thorin estuvo inconsciente, reflejándose en su rostro por lo cansado que estaba. Al ver que lo miró, el enano se levantó de su asiento e hizo una reverencia, inclinándose respetuosamente.
-¡GLÓIN!- Exclamó Thorin con alegría sincera.- ¡Hace tanto tiempo que no veo una cara conocida! ¡Me da gusto verte!-
-El gusto es mío señor, más al verlo con tan buen ánimo luego de golpear las puertas de la muerte y volver para contarlo. Pero me es raro que esté aquí. Supuestamente este lugar no lo debería conocer pues se ideó luego de su partida hace casi ya un año. ¿Cómo supo de su existencia?-
-Al parecer Mahal nos ha guiando, pero ya que lo mencionas… ¿exactamente en dónde estamos?-
-A medio camino entre las Colinas de Hierro y Erebor. Un punto estratégico pensado por su padre.-
-¿Por qué?-
-Durante los últimos meses hemos tenido varios ataques a los diferentes pequeños poblados que están alrededor de Erebor y a los diferentes mercaderes que van y vienen entre ambos reinos; en especial a las mujeres…-Thorin tragó saliva cuando oyó esa información
-…En conjunto con su primo, idearon esta ciudad, y de a poco, varios hombres con sus familias pidieron permiso para habitar y crear un hogar. Su padre aceptó, a cambio de que ellos labraran la tierra. Por eso usted ha visto esos campos dorados. Al parecer es una tierra óptima para el cultivo, pero los continuos ataques nos están molestando más de lo que pensamos. Las mujeres apenas salen de sus casas por temor a que sean raptadas.-
-¿Y en Erebor? ¿Cómo es la situación?-
-Ya su padre ha comenzado a preparar un ejército para ir en su búsqueda. Ha tardado demasiado en volver. ¿Qué le ha ocurrido? ¿No había partido junto con sus sobrinos, Balin y Bofur?-
-Es una historia muy larga y difícil de explicar…-
-Así debe ser para cambiar compañeros de tan envergadura por una… mujer humana. Que de por cierto la hemos encerrado en los calabozos hasta tanto usted se despierte. No confiamos en los extraños.-
Al oír esto, Thorin se sobresaltó. Puso sus pies en el piso y quiso levantarse cuando un súbito mareo lo volvió a su posición anterior.
-Ha estado sin moverse por cuatro días… ¿Acaso crees que su cuerpo no lo notará? Además, no debe preocuparse por una campesina que se ha armado.-
-¿Campesina dices? ¿CAMPESINA? ¡Oh Glóin, no sabes cuán equivocado estás! Así como la ves, me ha salvado la vida en más de una ocasión… debes sacarla de allí inmediatamente.-
-Pero señor… -
-Es una orden…-
Glóin estuvo a punto de irse.
-¡Espera!... Antes de que la liberes, avisa a toda tu gente de lo que te diré. Y a partir de ahora, hasta que dejemos este pueblo me tratarán de una cierta manera-
Al escuchar la nueva orden que Thorin le daba, Glóin lo miró totalmente extrañadísimo por la decisión tomada. Pero, confiando ciegamente en su señor, aceptó.
"Ok… ya pasé por la de los elfos y de los orcos… tenía que haberlo previsto. ¿Tendré que estar en alguna cárcel de alguna otra raza que no conozca? Encima aquí hace frío… nadie me habla, hasta podría decir que es un poco… ¿aburrida sería la palabra correcta? Por lo menos la comida no es mala y tiene sabor. En definitiva, extraño la comida de mi mundo…
El acento de los enanos es muy diferente al que tiene Thorin cuando hablan… y que dicho sea de paso a mí me ignoran… ¿Tendría que ponerme feliz o triste? ¡Ah! ¿Qué estoy pensando? Desde que llegué todo el mundo quiere algo conmigo… mejor dejo de pensar un rato y me relajo… bueno, no tanto… por lo menos hasta que tenga noticias de Thorin…¡Elen! ¿Qué habrá pasado con ella? ¡Dios quiera que se encuentre bien!...
Ya pasaron dos días y esto es un embole. ¿Tan mal se encuentra Thorin? Los enanos que me traen la comida no responden a las preguntas que hago. ¿Me entenderán? Desde que partí de Rivendell que me encuentro sin hacer nada. No tengo ni mi cuaderno, ni mis lápices… ¡ni siquiera la bendita daga! Por lo visto, no es fácil escapar de aquí. Las paredes son de piedra y los barrotes son gruesos… parecen estar hechos de acero. Los enanos son astutos, la cerradura no está en la puerta, sino a los costados de la celda. Lo que sí, hoy justamente hace bastante frío y no tengo nada con qué abrigarme. La cota de mithril no ayuda mucho, pero es una suerte que no me la hayan sacado… Quiero volver a respirar aire puro, quiero llegar a Erebor, quiero volver a mi casa…
La ciudad estaba construida a los pies de un pequeño cordón montañoso, donde nacían las Colinas de Hierro. A medida que las casas se acercaban a las duras paredes de piedra de la montaña, más sólida eran las construcciones. También, se podía observar la división natural que los habitantes hacían: los humanos cerca de los campos; los enanos, cerca de las montañas. Aún así, la relación entre ellos era cordial y amena. Ambas razas sabía que necesitaban de la otra para sobrevivir y por ello, la simbiosis que se generaba en el lugar se hacía notar.
Glóin salió de la posada con dos guardias armados. Cruzaron la calle de tierra y caminaron varias cuadras hasta llegar al pie de la montaña. Los enanos habían construido una cárcel para mantener a los ladrones. Afortunadamente, muy pocos eran los que cometían actos delictivos pues es conocida la severidad con que los enanos hacen cumplir las leyes.
Los tres enanos entraron a la cárcel. Subieron por las escaleras hasta llegar al tercer piso y caminaron por un pasillo bastante amplio iluminado por algunas antorchas, pues allí no había ventanas, hasta llegar hasta donde la muchacha se encontraba. Glóin la encontró acurrucada en la esquina de la celda, dormida.
-¡Eh! ¡Tú! ¡Mujer! ¡Despierta!- Ordenó Glóin. Azul ni se inmutó.
Al ver que no había respuesta alguna, los dos guardias entraron para despertarla. Ésta, al verlos, los miró despreocupadamente.
-Mmm… ya era hora… ¿Thorin está bien, no?-
-Debes venir conmigo mujer, hay cosas que debemos saber de ti.-
-Eso lo consideraré como un sí…-
Los guardias la tomaron por los brazos y la levantaron como si fuera un papel. La muchacha le llevaba varios centímetros de altura a los enanos.
-Mucho tiempo de viajar con Thorin.- Pensó, mientras se comparaba con la altura de los guardias.
Al salir de la celda, la corriente de aire que circulaba por los pasillos la hizo estornudar y apuró el paso. Los guardias, pensando que quería escaparse, la tomaron del brazo fuertemente mientras caminaban directo a la salida.
Thorin, ya levantado y tomando un caldo reconfortante en la sala de estar de la posada, vio como un rostro azulado llegaba a la estancia. Allí, Thorin recordó el día en que ella había aparecido y el nombre que ahora llevaba. Algo en su duro corazón dejaba de ser inmutable. Azul, en cambio, vio al enano con su brazo izquierdo en un cabestrillo.
-Vuelves a parecerte a un demonio… ¿Qué te ha ocurrido?-
-¡¿Cuántas veces tengo que repetírtelo?!- Explotó Azul al escuchar su antiguo insulto y sentándose en frente de él.
Glóin, al escuchar la altanera forma de hablarle a un enano tan respetado como Thorin, golpeó suavemente su cabeza. – Es suficiente.- Sentenció el príncipe. – Azul, por favor, siéntate. Pediremos una buena taza de caldo.-
La muchacha fulminó con la mirada a Glóin mientras se sentaba.
-Supongo que estás bien… ¿Qué pasó? Pensé que esa flecha te había causado una herida menor…-
-Esa flecha estaba envenenada señorita…- Glóin interrumpió la conversación.- El capitán Thorin estuvo bajo el cuidado de la guardia de la ciudad de Abanith durante estos cuatro días.-
-¿Capitán?- Dijo Azul mirando a Thorin, perpleja.
-No eres la única que guarda secretos, yo también tengo los míos.-
Algo tenían esas palabras que le hicieron ruido. Debía recordar algo en todo este viaje, pero no pudo precisar. Glóin siguió hablando.
-El caso es que no podíamos liberarla si el capitán no respondía por usted. Gracias a Mahal, él se ha recuperado y ha pedido su presencia.-
Haciendo una reverencia, el enano y los guardias se retiraron.
-Bueno bueno…- Ironizó la muchacha al ver la solemnidad con la que los enanos se trataban.- Al parecer tengo al lado mío a un "capitán" ¿Acaso ahora tendré que tratarte distinto?-
-Sí, como capitán ordeno que debes dejar tus caprichos de lado.-
-¿Caprichos? El único capricho que quiero ahora es que le digas a los guardias o a quien sea que….- Thorin ya había cambiado su rostro por uno de fastidio.-… me consigan una manta. Me estoy muriendo de frío.- Acto seguido, Azul se acurrucó frotándose los brazos y bajando la cabeza hacia su pecho. El enano se levantó de su asiento y al segundo Azul sintió que el calor volvía a su cuerpo. El abrigo de Thorin yacía en su espalda. Ella sonrió.
Veinte minutos después, el posadero le entregaba un tazón lleno de sopa caliente. Al ver que su cliente era una humana, no dudó en echarle alguna que otra verdura. Azul, contenta por el plato caliente, devoró la comida en cuestión de minutos.
-¿Te vas a comer eso?- Preguntó ella mirando el tazón de su compañero. Había dejado algunos restos de caldo.
Thorin sonrió y le acercó el tazón. Azul echó los restos a su comida.
-¿Cuánto tiempo estarás así? ¿Falta mucho para llegar a Erebor?-
-Estamos muy cerca. Ni bien me saquen esto, podremos irnos.- y señaló su brazo.
-¿Y luego? Una vez que lleguemos, ¿qué haré? Aulë me dijo que debo llegar a tu ciudad, pero después no sé qué debo hacer para volver a mi mundo.-
Thorin quedó mudo. No había pensado en eso.
-Tendremos que preguntarle a los versados para ver qué haremos contigo. Pero sólo a los más dignos de confianza, por seguridad. Los servidores de Melkor están por todas partes, ahora más que nunca. Mientras tanto, hablaré con el rey para que puedas tener un hogar. Ya que no sabemos cuánto tiempo estarás aquí.-
Ahora Azul se queda sin palabras. Siempre pensó que una vez que llegara a aquél reino su estancia se reduciría a unas pocas semanas (pensamiento bastante iluso). Pero Thorin tenía razón. El llegar a Erebor implicaría permanecer por quién sabe cuánto tiempo. ¿Cómo se ganaría la vida?
-Vamos, no te aflijas.-La animó el enano – Ten fe en que todo tendrá solución y tú podrás volver a tu casa.-
Azul, al escuchar esas palabras, se incorporó de su asiento para depositar un pequeño beso en su mejilla como símbolo de su gratitud. Como todo enano, Thorin intentó no incomodarse por la acción de la muchacha y a pesar que lo intentó, sonrió duramente.
Luego de ese pequeño beso, Azul quedó pensativa, como si algo se le hubiera pasado. Miró el cabello largo, ondulado y negro del enano y en una asociación de pensamientos, dio con lo que andaba buscando.
-¡ELEN!-
El grito rompió el trance que ambos estaban entretejiendo y Azul salió disparada hacia el exterior de la posada. Thorin salió tras ella para que no se perdiera.
-¡Las caballerizas! ¡¿Dónde están las caballerizas?!- Preguntó ella al ver que por la calle pasaban un grupo de soldados patrullando la zona. Éstos, no le prestaron demasiada atención, pero cuando Thorin se acercó, se pusieron firmes y respondieron las preguntas que éste les hizo. Luego de las pertinentes indicaciones, ambos corrieron. Pero Azul fue más rápida que Thorin y llegó mucho antes. Ya en el lugar, Azul tuvo problemas para que la dejaran pasar y sólo fue cuando el enano llegó que pudo seguir. Pero se contuvo, pues entendía que si él no estaba con ella, ningún enano la tomaría en serio.
Uno de los cuidadores los guió. En el camino, varios poneys estaban siendo cepillados y muchos alimentados. Éste les dijo que el caballo estaba en otro lugar, pues los recintos le quedaban pequeños y debían tener especial cuidado pues había llegado enfermo. Al oír esto, Azul tuvo que contener las lágrimas.
Encontraron a Elen echada en el suelo, cubierta con una manta y su cabeza apoyada sobre un montículo de paja. Azul corrió hacia ella y le rascó detrás de la oreja.
-Hola hermosa, aquí estoy…-
Elen abrió los ojos y relinchó. Azul se sentó muy cerca de ella, y Elen puso su cabeza en el regazo de su ama. Le lamió la mano y volvió a cerrar los ojos.
-¿Elen?-
Thorin supo qué pasó y despidió al enano con un gesto.
-¿Elen estás bien?- Azul dio pequeños golpecitos en el lomo del caballo.- ¿Elen?- Volvió a llamarla ya con lágrimas y voz temblorosa.
-Ella se ha ido…- Thorin se acercó.
-¿Qué?-
-Ha sido un animal magnífico… Sabía que volverías por ella y te esperó.-
-No… Elen no…-
-Te ha sido fiel hasta el último momento de…-
-¡No! ¡No me digas eso! ¡NO!- Y allí Azul rompió en llanto.- ¡¿POR QUÉ?! ¡¿POR QUÉ ME QUITAN TODO?! ¡PRIMERO MI HOGAR, DESPUÉS ARWEN Y ARAGORN, AHORA ELEN! ¿QUÉ HICE PARA QUE ME CASTIGUEN ASÍ? ¿Qué hice…?- Tocó su cabeza con la cabeza de Elen.
Thorin concluyó que Azul tenía mala suerte. Desde que había pisado este mundo había perdido a seres que le habían dado su cariño y afecto. Al verla en tal estado, el instinto de su sexo se hizo presente y la abrazó, como queriendo protegerla de un peligro mayor: la muerte recorría el lugar donde se encontraban. Escuchó que Azul susurraba en sus oídos "no es justo" repetidas veces.
La muerte no es justa cuando corta un retoño nuevo. Y menos en ese mundo. Pero es algo a lo que ninguno de ellos puede controlar. Azul tenía razón al pronunciar esas palabras hacía algunos minutos, Thorin había cambiado, y se prometió, siendo él el heredero al trono, y como el guerrero fuerte y noble que era, haría cualquier cosa para que ella vuelva a su hogar, y si no lo conseguía, haría que su estancia fuera lo más alegre para compensar todos esos dolores. Pero nuevamente su mente maquinó más rápido y pensó en la noche que dejaron el Bosque Verde y sobre todo en el elfo llamado Gelion. La cuestión era, ¿lo hacía por el honor a su linaje o…?
A una orden suya, el cuerpo de Elen fue llevado y horas después, enterrado con todos los honores que un caballo digno de un rey podía tener. Los siguientes días fueron grises para la muchacha, pues Thorin, a pesar de que ganaba fuerzas, debió reforzar la seguridad de la ciudad pues los ataques continuaron y él la veía poco. Tampoco le permitían recorrer demasiado la ciudad con tantos peligros dando vueltas y mayormente se quedaba en la posada tirada en la habitación que le habían dado. El cuaderno que Elrond le había regalado estaba intacto, junto con el segundo regalo de Arwen. No tenía ánimos, ni siquiera sabía el paradero de Calacyria.
Luego de dos semanas, Thorin decidió por fin partir. El día de la partida se les fue dado a cada uno provisiones, tapados gruesos de pieles para el frío y un caballo fuerte que ambos compartirían. Glóin devolvió la espada, pero no a la muchacha, sino a Thorin pensando que era suya. Ni bien la tuvo en sus manos, la devolvió a su dueña quien la enfundó en su cinturón.
Thorin subió primero al caballo y luego Azul.
-Siete días nos separan de Erebor. Un esfuerzo más…- susurró Thorin para que sólo Azul lo oyese. Pero ya la mirada de la muchacha había cambiado a una más sombría.
Luego de los saludos pertinentes, Thorin espoleó el caballo y partió al galope, siempre dirigiéndose al noroeste.
