¡Hola a todos! Hermosa gente de toda la Tierra Media!
Y sorpresa! ¡Regalo de Reyes!
Antes de irme de vacaciones, les regalo otro capítulo para que la espera no sea tan ardua.

:gracias por tus cumplidos. ¡Sigue pasándote cuando gustes!
Esta vez no hay música =( . Pero creo que para el próximo capítulo habrá ^_^
.
Espero que lo disfruten!

Lynlia

Infecciones de batalla

-¡Nénar!- Exclamó el elfo mientras se incorporaba de su cama. Las heridas de su hombro, ya cicatrizadas hacía meses, de tanto en tanto le jugaban una mala pasada si se movía de tal o cual manera.
Lentamente se vistió con la elegancia que sólo los elfos tenían. Salió de su habitación y los elfos con los que se cruzaba lo saludaban inclinando levemente la cabeza. Caminó por un corredor donde, a pesar de estar bajo una colina cuyas paredes y techo estaban cubiertas por piedras, corría un ligero aire frío.
Llegó hasta una puerta más alta que él, trabajada hábilmente. La puerta tenía grabado un gran árbol cuyas raíces y ramas se entrelazaban entre sí, y de tanto en tanto, incrustaciones de piedras preciosas de varios colores aparecían en las ramas a modo de fruto. Los guardias que custodiaban la hermosa puerta le cerraron el paso. En su lengua nativa, pidió audiencia con el rey del Bosque Verde que le fue dado de inmediato.
Cortésmente, hizo una reverencia ni bien entró al salón.
-¡Elrond! ¡Tú no debes hacer tales cosas!-
-Estoy en tus dominios mi amigo Thranduil. Yo aquí soy sólo un huésped.-
-¡Tonterías! ¡Ven, siéntate a mi lado! Algo te perturba pues tu rostro no es el de todos los días.-
-No soy el mismo desde que mi pueblo ha sido vencido y mi hija… -
-Cuéntame que te aqueja.-
Con un movimiento de manos, los sirvientes se retiraron en silencio. Ambos quedaron solos sentados frente a frente.
-Debo partir Thranduil. La Luz de Durin ha llegado a Erebor.-
-¿Cómo sabes que ha llegado?-
-Como Protector de Vilya puedo sentir que está sufriendo. Así como también siento que lo más delicado de este mundo está siendo cortado de una manera nunca antes vista. Tú mismo has protegido hasta el extremo a las mujeres de tu pueblo y a medida que pasan los días, nuestro enemigo cada vez es más osado en sus ataques-
Thranduil se levantó de su asiento.
-Elrond…Debo admitir que tu llegada no ha traído buenos augurios. Rivendell, ha sido para todos los elfos como un bastión de esperanza cada vez que la tierra es azotada por guerras. El verte llegar aquella noche con tu gente, malherida y tú mismo en el filo de la muerte, hacen que mis pronósticos no sean del todo favorables. Ahora que puedes comenzar de nuevo ¿Por qué quieres ir a Erebor? ¿Acaso desconfías que los enanos no puedan hacer su tarea? -
-Antes de que mi pueblo caiga, el don de la clarividencia de Arwen se hizo presente mientras desayunábamos. Esa mañana me advirtió: "Padre, cuando las situaciones se pongan difíciles, ve a socorrer a Azul. Necesitará de ti." No volvimos a hablar del tema. Dos semanas después, ella era capturada. Y mi corazón me dice que ya no pertenece a este mundo. Tomaré el consejo que mi hija me ha dado. Ayúdame.-
Thranduil lo miró seriamente.
-El Río del Bosque conecta mis tierras con Esgaroth. El río posee corrientes rápidas, por lo que llegarás en un día a la ciudad. Luego deberás ir a pie. Te proporcionaré un bote, aunque no es lo recomendable, pues como te dije, son aguas verdaderamente rápidas, pero dado la urgencia. Yo no iré, a pesar de que les he dicho a los enanos que iría, pero en esta situación prefiero preparar a mis soldados yo mismo. Dile a Thráin que en esta guerra, tendrá mi apoyo si así él lo solicita.- Elrond inclinó levemente su cabeza.
Pasaron tres semanas luego de la conversación. Elrond despedía a su pueblo, abatido por las pérdidas. Había adoptado una vestimenta rudimentaria, puesto que debía pasar lo más desapercibido posible hasta su llegada a la Montaña Solitaria. Despidió a sus hijos, quien el mayor de ellos, se haría cargo de su pueblo de ahora en más.
-¡Elrond, hijo de Eärendil! ¡Eres como un hermano para mí y no te dejaré viajar solo!- Un elfo apareció detrás del rey. El elfo era casi tan alto como Elrond, de piel rosada, cabellos dorados finamente trenzados y ojos color miel. Estaba listo para partir, en su cinturón poseía una espada corta y en su espalda, un carcaj lleno de flechas con su respectivo arco. Vestía muy parecido a Elrond.
-Yo lo acompañaré a Erebor, Lord Elrond, y lo protegeré. Ni bien el rey hizo el anuncio, me ofrecí de inmediato.-
Elrond lo miró. Parecía que el elfo había estado esperando hacía tiempo un llamado como aquél y estaba ansioso por partir.
Luego de los pertinentes saludos de despedida, el elfo arrastró un pequeño bote hacia el río y ambos se embarcaron. Rápidamente la corriente hizo de las suyas y ambos tuvieron que remar sincronizadamente para estabilizar la embarcación.
-Vayan con Eru-
Susurró Thranduil.

Diesa estaba embelesada. Había sobrevivido a una terrible batalla y ahora estaba en brazos del enano que más amaba.
-No te vayas… Hay tanto que debemos contarnos…-Rogó ella con una dulce voz a la que Thorin estuvo a punto de ceder.
-Mi querida Diesa, tendrá que ser en otro momento. Por saber de ti he dejado a un lado a todo mi ejército y mis obligaciones como capitán. Pero vendré y cuando estés repuesta, ambos daremos un paseo por la ciudad, como lo hacíamos antaño.-
-¡Sí!-
Exclamó ella con nuevas esperanzas.
Thorin tomó delicadamente la mano de la enana y le dio un beso. Con una reverencia se retiró de sus aposentos dejando a Diesa sola, pero sumida en fantasías de amor.
Ya en el pasillo, Dís lo esperaba.
-¿Y bien?-
-Se repondrá. Es una enana muy fuerte. Mañana podrán ponerse al día ustedes dos y criticarán a medio reino.-
-¡No seas duro conmigo!-
Le reprochó ella- ¡Hace décadas que no nos vemos!-
-Dís… mejor ve con tus hijos. Ellos están exhaustos y lo más probable que deseen verte…-
-Sí, tienes razón…-
Dís abrazó a su hermano agradeciendo por lo bajo a Mahal. Ambos caminaron juntos y bajó en la primera escalera que encontró. Él, por su parte, siguió caminando hasta llegar a la habitación de Azul. Golpeó suavemente y al no escuchar respuesta entró sigilosamente.
Debería estar enojado con ella. Era la segunda vez que desobedecía la ley de su pueblo pero si ella no hubiera llegado, Diesa hubiera corrido un riesgo aún mayor.
Arropada solamente con las sábanas, Azul dormía profundamente. Su pecho subía y bajaba un tanto irregular y su ceño estaba arrugado.
-Qué estarás soñando para tener esa expresión tan seria… Luz de Durin…- Se preguntó él mientras se sentaba al costado de la cama.
Azul se movió en sueños.
-Arwen…- Dijo ella dormida, y de sus ojos, brotaron dos gotas que parecían ser diamantes a la luz de la luna.
"Tan fuerte por momentos y ahora….."- Se dijo él.
Cuando se dio cuenta, su cuerpo estaba reclinado en dirección a la muchacha.
-Arwen…- Sollozó nuevamente Azul. Giró sobre sí misma y le dio la espalda.
El enano quedó en silencio contemplándola con la poca luz que había en el recinto.
"Descansa Luz de Durin… algún día, si tal es tu decisión, volverás a tu lugar en el firmamento. Mientras tanto, yo me ocuparé de ti y de que puedas brillar en nuestro mundo…"
Se levantó de la cama y antes de salir, le hizo una reverencia.

Diesa se levantó a la mañana siguiente como si nunca hubiera estado en peligro. Su encuentro con Thorin fue lo único que necesitó para escapar del temor y la depresión. Estaba con buen humor y llena de energías. Al despertar, vislumbró que tres paquetes habían sido colocados en un aparador, frente a su cama. Curiosa, se levantó y los abrió. Tres vestidos hechos de la más finísima tela estaban en su poder. Embelesada, tomó uno de ellos y se lo midió mientras se veía en el gran espejo que tenía al costado del armario.
-¡Es perfecto! ¡Me lo pondré hoy!- Exclamó al deleitarse nuevamente con el vestido verde esmeralda.- ¿Esto será obra de Thorin o de Dís?- Pensó.
Luego de asearse (que verdaderamente lo necesitaba) y de ponerse tan maravilloso vestido, bajó galantemente las escaleras, como solo una noble podía hacerlo: cabeza en alto, pecho levemente erguido, a paso lento pero continuo y con una pequeña sonrisa en su rostro.
Fili fue el primero en verla y quedó embobado al ver la belleza de la enana.
-Mahal debió haberla escondido por mucho tiempo….-
-¿Disculpe?-
-Digo… los tesoros no se muestran todos los días…- Fili se inclinó ante ella.
-¡Que apuesto y caballero te has puesto mi querido Fili!-

Fili levantó su mirada incrédulo. Era la primera vez que la veía.
-Fili, ¿No me reconoces?-
-Pues… no. Lo siento.-
Dijo él algo avergonzado.
-Hace muchos años que no vengo por estas tierras. Soy Diesa, la amiga de tu madre. La última vez que te vi, apenas caminabas-
Un leve calor subió a las orejas de Fili. Había intentando cortejar a la amiga de su madre sin saberlo. Inmediatamente le sonrió.
-¡Oh! ¡Bienvenida!- Le brindó una reverencia.- ¡Por favor acompáñanos a desayunar! ¡Está todo servido! -
La enana asintió y ambos entraron en el salón comedor.
-¡Diesa! ¿Cómo te sientes ahora después de tan desgraciado viaje?- Dís la recibió con un abrazo y la sentó al lado suyo.
-¡Mejor! ¡Pero he tenido unos sueños horribles de matanzas y sangre! ¡Lo de ayer no se borrará jamás de la mente!-
Fili, Thorin y Thráin llegaron a la mesa. Ambas mujeres saludaron cortésmente y el rey le dio la bienvenida a la recién llegada efusivamente. Los sirvientes dispusieron el desayuno en la mesa y comenzaron a comer animadamente.
Luego de varios minutos de contar viejos recuerdos, travesuras de niños y e informes de batalla, Diesa notó que una de las sillas que rodeaba la mesa estaba vacía.
-¿Esperamos a alguien más Thorin?- Preguntó ella.
-¿Por qué lo dices?-
-Pues… - Y señaló con su mano la silla.
-Ah…. Nuestra huésped- Terminó Dis con desgano.
-¡Madre!-Chillaron sus hijos. Thráin continuó.
-Es una mujer humana que Thorin encontró en su viaje de regreso desde Ered Luin. Thorin ha contraído una deuda muy grande con ella y para saldarla, la hemos alojado aquí.- Thráin miró a su hija con ojos penetrantes. Dís entendió enseguida el mensaje oculto en aquellas palabras guardando el secreto de quién en verdad era.
-El tema es que es bastante rara, incluso para ser una mujer. Creo que el viaje con la compañía de Thorin le hizo perder la delicadeza que debe tener una dama.-
-Eso es grave…-

-Bastante. Pero como tú has venido creo que podemos hacer algo por ella. Le he contado de tu venida. ¿Y sabes qué? ¡Me dijo que tú eras valiente! -
Mientras ellas hablaban, Kili comenzó a ponerse un tanto incómodo con aquella charla. Comenzaron a disponer los horarios de Azul de las clases de modales sin el consentimiento de la muchacha, lo que realmente le molestó. Hasta Thorin transformó su cara pues ambos la conocían lo suficiente como para saber que Azul pegaría el grito en el cielo. Si tan sólo ella estuviera allí…
-Un momento…- Se dijo Kili.- ¿Por qué ella no está aquí?- Preguntó en voz alta el joven enano.
Una sucesión rápida de imágenes pasaron por los ojos del príncipe luego de aquella pregunta. Se levantó de repente y abandonó corriendo el salón comedor, seguido de Kili que había visto el cambio en el rostro de Thorin.
-¡Idiota! ¿Cómo pude haberme olvidado de semejante detalle?- Se decía Thorin para sus adentros, apenado.
Subió las escaleras y al llegar a la puerta de la habitación de la muchacha, golpeó dos veces.
-No contesta nadie- Dijo Thorin.
-Entremos.- Concluyó Kili.
Y sin darle tiempo, Kili giró el picaporte y la puerta se abrió. Todavía la habitación estaba a oscuras.
-¡Buenos tardes!- Gritó Kili para despertarla. Ella no se inmutó del sueño. El joven enano abrió las cortinas de un tirón y la luz entró furiosa por el recinto.
-Azul, es hora de despertar- Dijo Thorin acercándose a la cama. Aún dormía.
-Oye, Thorin… despiértala un beso, como en esos cuentos para niños.-
Thorin lo miró con gravedad y luego quiso girar el rostro de Azul. Cuando sus dedos tocaron el mentón de ésta, notó que ardía en fiebre.
-¿Azul?- Dijo Thorin ya algo preocupado. Puso su mano en la frente para confirmar la temperatura- ¡Azul despierta!-
No hubo reacción.
Inmediatamente retiró las sábanas que la cubrían y (con algo de pudor) subió el camisón para descubrir una de sus piernas.
-¡Lo sabía! ¡Niña tonta! ¡¿Por qué no pediste ayuda?!-
Kili descubrió que la herida en la pierna de Azul, casi cicatrizada se había convertido en una horrible hinchazón de color morado tirando a negro y llena de infección.
Thorin también divisó que la fiebre había ganado terreno en todo su cuerpo.
-Kili, avisa a los sanadores de inmediato y a mi padre. Ella no despierta y eso no es bueno.-
El enano así lo hizo y salió corriendo. Cuando entró al salón comedor, lo hizo pausadamente y sin llamar la atención. Enfiló directamente donde estaba su abuelo y le comentó al oído.
Sin inmutarse, Thráin bebió su copa y compartió unas palabras con su hija. Luego se dirigió en un susurro a su nieto en idioma común.
-Yo mandaré a los sanadores, ve y ayuda a Thorin. Tenemos visitas Kili, y no queremos levantar sospechas.-
Kili asintió y se retiró del lugar.
-¿Qué es lo que pasa padre?-
-Al parecer nuestra huésped está con una ligera indisposición. Diesa, me temo que tendrás que esperar para conocerla. Mientras tanto, creo que ustedes dos que tienen mucho qué contarse. ¿Por qué no van a dar un paseo?-
Dís le susurró a su amiga.
-¿Ves? De seguro sabe que tú has llegado y con ello los modales.- Diesa tuvo que ahogar una risa.-Ven, la idea de mi padre es buena. Vamos a dar un paseo por los lugares de nuestra infancia.-
Las mujeres enanas se levantaron, hicieron una pequeña reverencia al rey y salieron del lugar.
-A mí sí que puedes decirme qué está sucediendo…-Inquirió Fili.
-Ve a buscar a los sanadores. Tu amiga no se encuentra bien al parecer.-
-¡Ay Azul! ¿Y ahora en qué te has metido?-

Mientras tanto en la habitación de Azul, Thorin entró en el baño y abrió la grifería para llenar la bañera con agua.
-Azul… Azul responde.- Suavemente comenzó a darle pequeñas bofetadas para ver si se despertaba, pero era inútil.
Con sus fuertes brazos, la cargó y la metió en la bañera con la esperanza de que el agua helada de la montaña la despertara. Un ligero frunce en el rostro de la mujer consiguió el enano cuando la piel de Azul tocó el agua. Luego de algunos minutos, la fiebre comenzó a ceder levemente.
Kili entró trayendo algunos frascos con un líquido en su interior.
-¿Thorin?-
-Aquí, en el baño-
Al entrar vio que Azul estaba siendo sostenida por Thorin dentro de la bañera. Producto del agua, Kili vio las curvas de la muchacha que se veían por detrás del camisón.
-¿Dónde has conseguido eso?- Preguntó Thorin sacándolo del trance en el que había caído su sobrino.
-¿Eh? ¿Esto? Bueno, es que siempre tengo algo de medicina. Como de vez en cuando me meto en problemas…- Luego cambió el tema.- ¿Thorin?-
-¿Qué?-
-¿No te da un poco de pudor verla así, en paños menores?-
-No es la primera vez que la he visto de esta manera.-Se sinceró el enano.-Creo que la fiebre cedió bastante. Ayúdame a llevarla hasta su cama.-
Con algunos empapes, la acomodaron nuevamente en su lecho y todavía seguía sin reaccionar.
-La medicina no funcionará estando la piel cicatrizada- Observó Kili.
-Tienes razón- Sacó de su cinturón una pequeña daga e intentó hacer un pequeño tajo en la pierna de Azul.
-¡POR MAHAL, PRÍNCIPE THORIN! ¿Qué está haciendo? ¿Por qué no me ha esperado?-
Tanto Thorin como Kili se pusieron en posición de combate cuando fueron sorprendidos por un enano que entraba a la habitación junto con Fili. Lóni, Jefe de los sanadores del reino, era el único que no le importaba mandar al diablo al mismísimo rey si no obedecía sus órdenes. La salud de la familia real no era un juego, y ellos entendían su carácter.
-Dígame qué rayos han estado haciendo ustedes dos con esta muchacha. ¿Por qué está empapada? ¿Y por qué usted tiene una daga en su mano?-
Luego de un par explicaciones, Thorin, Fili y Kili salieron de la habitación. Al cabo de media hora, Lóni salió.
-¿Qué rayos pasa aquí?- Preguntó seriamente el sanador.
-¿Cómo se encuentra Azul?-
-Primero mi pregunta príncipe Kili. Príncipe Thorin, ¿Qué sucede? La herida que posee la mujer es muy común en los soldados del reino.-
-La única información que necesitas, Lóni, es que debes sanarla. He contraído una deuda con ella y por eso está aquí.-
-Eso puedo entenderlo príncipe, pero lo que no entiendo es por qué ella, siendo mujer, tiene una herida de flecha orca, y para colmo, envenenada. Es una herida reciente, de no menos de veinticuatro horas, que casualmente, el reino tuvo un ataque parecido ayer.-
Thorin odiaba en sobremanera la lógica del sanador. Pero por eso, él era el jefe de todos ellos y uno de los más cercanos a la familia real.
-Se te darán las explicaciones pertinentes cuando sea el momento, Lóni. Mientras tanto, debes contentarte con lo que te he dicho hasta ahora.-
Viendo que el asunto encerraba más secretos que no le era permitido entrometerse, el sanador hizo una reverencia.
-La señorita se encuentra estable. La fiebre alta se debe a las horas que pasó sin asistencia, pero pronto bajará. Hizo bien en sumergirla en agua helada. Esto hizo que la presión estaba ejerciendo la infección disminuyera y me fue más fácil hacerle el tajo que usted quiso hacerle (pero con los instrumentos adecuados). El pus que acumulaba era bastante, pero la pierna se ha deshinchado. Le he dado el antídoto pertinente. En unos días se repondrá, pero mientras tanto, reposo absoluto y mucho líquido. Si la fiebre persiste, repita los baños de inmersión. Y por favor, ponga a disposición una doncella para esas tareas. Me extraña de usted príncipe Thorin. –Esto último fue en tono de reproche, a lo que Kili estuvo de acuerdo.
Volviendo a repetir la reverencia a los tres príncipes, se retiró.
Se produjo un silencio incómodo.
-¿Cómo es eso que no es la primera vez que la has visto en paños menores?- Inquirió Kili.

Ya no era una espiga.
Sus cosas, su cielo y su mundo estaban alrededor de ella. Estaba en su hogar.
Con llave en mano, pudo entrar a su casa.
¡Mamá!
¡Papá!
Nadie contestaba.
Las expectativas comenzaron a decaer.
Recorrió todos los cuartos de la pequeña casa donde había crecido.
Nadie.
¿De qué servía su casa si las personas que amaba no estaban con ella?
¡Arwen!

La mañana siguiente Diesa ya se había repuesto del todo y Thorin tuvo que cumplir con su palabra, pese a estar ocupado con asuntos de la guerra, ya prácticamente en las puertas del reino.
Bien temprano estuvo Thorin esperando en la puerta de la habitación de Diesa. Iba y venía algo nervioso. Hacía tiempo que no tenía una cita (que al fin y al cabo lo era) y temía ser demasiado tosco con ella.
-¿Por qué tardará tanto?- Se preguntaba una y otra vez.
-¡Hijo! ¿Qué estás haciendo aquí?-
-¡Padre! ¡Te creí estar con Dwalin y Balin practicando con el hacha!-
Thráin caminó por el pasillo hasta darle una palmada en el hombro.
-¡Relájate! Saldrás con una de las mujeres más lindas de las Colinas de Hierro. ¿O no crees que se ha vuelto muy hermosa?-
-Sí.-
Asumió Thorin.- En realidad lo hago pues se lo prometí, pero no creo conveniente tener este tipo de demostraciones en público cuando están pasando tantas atrocidades.-
-¡Te equivocas! Mientras nosotros, como gobernantes, podamos brindarle a nuestro pueblo tranquilidad, ¡hazlo! Que los problemas no interrumpan las costumbres. ¡Sal y disfruta! ¡Que desde tu llegada no has podido divertirte!-
-Divertirme… como si con todos los problemas que hay hubiera tiempo para eso.- Pensó el joven enano.
Thráin se retiró dejándolo solo a Thorin. Ni bien el rey se perdió de vista, la puerta comenzó a abrirse.
-Perdón la tardanza Thorin… ¿vamos?-
El enano tragó saliva. Diesa estaba realmente hermosa. Un vestido verde bordado con hilos de oro, resaltaban sus cabellos que lo llevaba a medio recoger. Su pequeña y débil barba estaba peinada con sumo cuidado y en la punta de cada mechón terminaban en hermosas mostacillas de cristal.
-Thorin… ¿Sucede algo?-
-No…-Carraspeó.-Vamos.- Y como un caballero, ofreció su brazo a Diesa.
Antes de cruzar los umbrales de su hogar. Fili apareció y saludó con una reverencia a ambos.
-¡Thorin! ¿A dónde te diriges?-
-Iré a dar un paseo con Diesa. ¿Necesitas algo?-
Por alguna razón Fili no deseaba hablar sobre Azul frente de la enana.
-¿Recuerdas lo que dijo Lóni ayer? Necesitamos una doncella para atenderla -
-Creo que de eso puedes ocuparte tú. Pregúntale a tu madre que ella sabe de esas cosas, o a tu abuelo o Balin.-
Diciendo esto, Thorin y Diesa salieron.
-Qué raro está Thorin… nervioso sería la palabra.- Se dijo Fili.

El viaje en el bote fue realmente dificultoso como Thranduil lo había dicho. Con un poco de buena suerte y algunas salpicaduras lograron llegar a la noche a la Ciudad del Lago. Luego de estirar un poco las piernas y aflojar tensiones, los elfos se internaron en la ciudad en busca de alguna posada en donde descansar.
-¡Alto ahí! ¿Qué es lo que quieren?- Dijeron los guardias que custodiaban la entrada principal.
-Somos viajeros-Dijo Elrond- Solamente buscamos un techo, comida y una cama donde pasar la noche. Luego seguiremos nuestro camino.-
-¿Hacia dónde van?-
-A Erebor-
El capitán de la guardia encendió una antorcha para verlos mejor. Los elfos, serenos, los dejaron inspeccionar sin ningún temor.
-¡Elfos del Bosque Verde! ¿Qué hacen elfos como ustedes en esta zona? Jamás dejan su territorio a menos que algo esté sucediendo.-
-Es cierto- Argumentó Elrond.-Por eso estamos en esta empresa. Aunque ya es muy tarde para hablar de esto a estas altas horas de la noche. ¿Nos dejará pasar?-
El capitán hizo un ademán con la mano y la puerta se abrió.
Pasaron la noche en la ciudad sin mayores contratiempos, y por la mañana, antes de que el sol saliera del horizonte, abandonaron el pueblo sin rastros.
Al cuarto día de navegación llegaron a los límites de su destino. Ocultaron la embarcación en unos matorrales y emprendieron esa parte del viaje a pie.