¡Hola a todos! Hermosa Gente de la Tierra Media! ¡No crean que me he olvidado de ustedes!
Este año tengo más obligaciones que años anteriores, lo que me obliga a dejar la historia en letargo. Siento muchísimo la espera, pero prefiero subir un capítulo coherente y de calidad antes que sacar 5 capítulos hechos a las patadas...

Respondiendo:

Linnetask: Sí, las rivales estarán juntas por varios meses... aunque la tranquilidad de Azul sea sólo pasajera ;)

Ani: ¡Bienvenida! ¡Pásate cuando quieras, siempre habrá un lugarcito para el que desee entrar!

Ana: ¡Otra bienvenida más! (¿O serás "Ani" y me dejaste otro review?) Gracias por haber notado la relación creciente que hay entre ellos, pero tendrás que seguir leyendo, para ver si efectivamente Azul pertenecerá a Erebor... ;)

: ¡Perdón! Comenté más arriba que estoy bastante más ocupada, y apenas tengo tiempo en ponerme a escribir. Pero en mi mente ya tengo todo... sólo tengo que ponerme a escribir.

Iriaherreras: Azul nunca tiene buena suerte en ese tipo de cosas. Pero siempre las cosas se pueden torcer ;)

Guest: ¡Y al final actualicé! ¡Llevó tiempo, pero ya está el capítulo!

Bienvenid también a Aigo Snape!

Bueno, espero que lo disfruten =)
¡Hasta el próximo capítulo!

Cap. 39

Modales que toda mujer ¿enana? debe tener para vivir en sociedad.

Los tres enanos se retiraron. Una vez que Balin cerró la puerta, el rey despidió a Balin. Éste, haciendo una reverencia, bajó las escaleras en absoluto silencio.
-Thorin, debemos hablar. Vayamos a tu habitación.-
Luego de caminar unos metros y entrar al recinto, ambos se sentaron en las sillas. Thráin puso sus manos entrelazadas sobre la suntuosa mesa de ébano y miró a su hijo con ojos penetrantes.
-¡¿Qué diantres fue eso Thorin?! ¿Cómo puedes desautorizarme frente a los huéspedes?-
-Yo no te he desautorizado, padre.
-Dijo él con voz calma, pero firme.- Sólo te he dicho que ella no se quedará quieta estando encerrada. ¿O crees porque tú o yo le hayamos puesto esa condición la cumplirá al pie de la letra? -
-¡La cumplirá o…!-
-¿O qué? ¿Crees también que nuestras cárceles son suficientes para atemorizarla? ¡De alguna u otra forma ella se escapará porque sencillamente no es de este mundo! ¡Es como retener a una pobre ave en una jaula sabiendo que el depredador está muy cerca!-
-Pues justamente la "jaula" está cerrada. Por lo tanto, tu "ave" está segura.-
-Entonces ruega a Mahal que nuestras tropas jamás caigan, padre.-
Y así quedaron las cosas entre ellos. Padre e hijo, separados por dos posturas algo antagónicas.

Al retirarse los hombres de la habitación de huéspedes, Sannla entró.
-Bueno querida, ¿estás lista para tus primeras clases?- Dijo Dís en un falso tono de cortesía.
- No tengo opción, señora- Dijo Azul con total desgano.
-¡Tenemos tanto de qué aprender! ¡Costura, bordado, modales frente a la corte, cocina, vestimenta! ¡Será grandioso!- Cada vez que Dís enumeraba aquella lista, un bloque de preocupación comenzaba a acrecentarse en sus espaldas.- Creo que en un par de días estarás lista. Diesa, mi amiga te instruirá y tomaremos el té para que veas un poquito en qué te convertirás luego de haber tomado las clases.-
-Ehhh… ¿Genial?-
-¡Oh! No te aflijas pequeña humana… ya verás que será mucho mejor que andar vistiendo de hombre.- Dís comenzó a enfilar hacia la puerta.- ¡Le diré a Diesa que se prepare!- La enana abrió la puerta, y se retiró. Ya del otro lado, una pequeña risa surgió entre sus labios que no pudo acallar mientras bajaba las escaleras.
-¡Vendetta!- Dijo Azul en un arranque de furia.
-Señorita, ¿Se encuentra bien?-
La muchacha olvidó que aún no estaba sola.
-¿Eh?... Sí…-
-La princesa debe tenerla en estima para que le proporcione tamañas lecciones. Aquí, sólo las mujeres de la realeza tienen ese tipo de educación.-
-Qué consolador….-
-No se preocupe, si lo desea puedo ayudarla.-
-¿Cómo te llamas? Ayer no pude preguntar tu nombre.-
-Sannla. ¿Y el suyo?-
-Azul-
Durante los siguientes días, Azul vio en Sannla una posible amiga. Trabajadora como pocas, ayudaba a la muchacha en las pequeñas cosas de la vida cotidiana: en su aseo personal, el vestir y trasladarse de un lugar hacia otro (aún sin el consentimiento de sanador). En muy pocos días, Azul generó una cierta simpatía por la joven enana y su convalecencia fue mejor llevada.
Una semana después, Lóni le daba permiso para trasladarse por los pasillos siempre y cuando su doncella estuviera a su lado. Al enterarse Dís de la mejoría de ésta, mandó a los sirvientes a preparar la mesa para el té, y así presentar a Diesa.
Azul bajó lentamente las escaleras con ayuda de un bastón y de Sannla. Aún la herida no estaba del todo cerrada y los tirones del movimiento de su pierna le hacían doler. Cuando por fin cruzaron las grandes puertas del salón, Diesa y Dís ya estaban tomando el té.
-Llegan tarde.- Se mosqueó Dís.
-Lo siento señora.- Acotó Azul.- La herida aún no sana, y hoy duele más que de costumbre…-
-Bueno… como sea….- Dís se levantó de su asiento, y así lo hizo su acompañante.- Diesa… ella es Azul, tu nueva aprendiz.-

Desde su llegada a las cárceles, su estadía no fue muy placentera. Se había salvado por un pelo de que le cortaran la cabeza, pero sabía mentir muy bien. No le importó demasiado echarle la culpa a su "amigo", ahora muerto. Y bien que le sirvió aquella condición, pues los muertos no pueden quejarse, defenderse ni cobrar venganza. Aquél saco de carne fue el chivo expiatorio para que él siguiera vivo, aunque no de la mejor manera.
Los días transcurrieron entre panes algo rancios, agua y un pedazo de carne que ni siquiera llegaba a cubrir la mitad del plato donde se lo servían. Él estaba acostumbrado a la cerveza (o un buen vino), alguna que otra compañía que le calentara la cama (siempre y cuando dispusiera de dinero) y carne de cordero bien cocida. Aquella estadía en la cárcel comenzaba a pesarle. Y cosa rara en su pensamiento: los primeros días la pasó como aceptando el destino que le había tocado, pero al transcurrir los meses, su mente comenzó a maquinar alguna forma de escape. A su alrededor sólo tenía la cama de hierro, una frazada para los días fríos junto con la almohada y un cubículo donde orinaba. Luego, pensó en sus manos. Cortas y robustas, eran fuertes, pero no había comparación entre la fuerza de éstas con las manos de un enano entrenado para la batalla. Dwan no era tonto. El soldado que lo arrastró hasta su celda el primer día que llegó, tenía una fuerza descomunal en sus dedos cuando lo apretó del brazo para obligarlo a avanzar. "Y esto no es nada, imbécil" le dijo éste.
Decidió, por fin, a entrenar sus manos con los elementos que tenía a mano. Tal vez, y sólo tal vez, y un poco de suerte podría escapar.
Durante los siguientes días, las fuerzas de brazo que realizaba se extendían desde la madrugada hasta minutos antes que la guardia matutina llegara a entregarle el desayuno. Y cada día que pasaba, más fuerza acumulaba. A pesar de esto, no sabía exactamente cómo utilizarla para escapar.
Quiso que el destino que los enanos que patrullaban el sector donde él residía, fueran reemplazados por dos jóvenes mozalbetes que tenían apenas un par de centímetros de barba. Con dos centurias de experiencia de vida cada uno, custodiaban enérgicamente los pasillos de los prisioneros donde Tork, el más joven de los dos, le había tocado el pasillo donde habitaba el prisionero.

-Buenas tardes señora Diesa…- Dijo Azul de buena gana, levantando su mano esperando un apretón
-SEÑORITA, querrá decir….- dijo la enana, mirando con repulsión la mano de la humana.
-Disculpe…. Señorita.- Azul bajó el brazo.
-¿Ésta es la harapienta que hay que enseñarle?- Preguntó Diesa a Dís.
-Lamentablemente- Dijo ella.
Diesa caminó en círculos en torno a Azul, examinándola desde todo punto de vista.
-Bien… veré que puedo hacer…. – Dijo la enana con un tono totalmente resignado. -¿Qué sabes hacer humana? ¿Cocinar? ¿Limpiar? ¿Servir?-
Azul miró a Dís como pidiéndole ayuda. Prefería pasar como una inútil y ser ninguneada antes que meter la pata.
-Dís, al parecer ella es bastante tímida. Creo que ya te he contado su historia y mi hermano cree conveniente que la instruyamos para que sea toda una dama.- Acotó Dís.
-¿Una dama? Eso está por verse….- Diesa sonrió forzadamente.- Ven querida, siéntate. El arte de ser una dama es todo un reto. Tendrás que hacer todo lo que yo te diga para poder convertirte en una. ¿Estás de acuerdo?-
Azul miró a la enana y asintió. Al instante, un revuelto en su estómago le hizo arrepentirse de su decisión.
-¡Bien! ¡Entonces comenzaremos ahora mismo! Siéntate frente a mí y tu criada a tu lado. Comenzaremos con cómo comportarse en la mesa.
Sannla miró a su ama con un rostro que iba entre la ignorancia completa y la repulsión. Y con mucha paciencia, comenzó a ayudarla.

Dwan dejó pasar varios días mientras estudiaba al niño que habían puesto para patrullar el pasillo. Éste era más menudo (cosa rara en un enano) y aproximadamente de igual estatura que Dwan. Sólo había un delicado tema, el crío tenía una corta barba. Dwan, en cambio, una barba de varios centímetros de longitud (lo único que tenía aseado y cuidado con los elementos que tenía a mano). En su mente, comenzó a maquinar un riesgoso plan con aquél crío, para lo cual, debía sacrificar su único orgullo que tenía, si fallaba, no sólo sería el hazmerreír de todos los enanos, sino que estaría condenado a muerte. ¿Podría vivir con la deshonra llegado el caso que le perdonase la vida? ¿O era mejor morir en el intento? Así estuvo meditando durante otros varios días, hasta que el encierro, la falta de buena comida y las ganas de revolcarse con una buena prostituta comenzaron a pesarle.
"¿Y por qué?" Se dijo un día, entre decidido y ofuscado "¿Por qué un enano como yo debe estar por debajo de cualquier mujer? ¿Y más de esa estúpida mujer humana? Ellas….débiles e histéricas. ¡Ellas nos deben servir a nosotros!"
Los rumores y opiniones que se escuchaban en los bares de mala muerte que él frecuentaba le daban la razón. El cuerpo de una mujer (de cualquier raza) sólo servía para una sola cosa, el resto era meramente accesorio.
El pensamiento machista comenzó a obrar en el corazón ya ennegrecido del enano y a tener cada vez fuerza. Y fue ésta la que le dio el valor que necesitaba para poder realizar el pequeño plan que estaba en su cabeza.
Muy sutilmente, Dwan comenzó a acercarse al nuevo soldado. Palabras como: "por favor", "perdón" y "gracias" fueron muy certeras a la hora de entablar conversación. Y notó que daba resultado. Poco a poco, notó que su comida había mejorado su sabor y una manta extra le fue dada. Dwan reía por lo bajo.
Las conversaciones cada vez fueron más fluídas entre el carcelero y el preso. Dwan, hacía uso de su bífida lengua para endulzar las palabras. Y en ese tema, él era un experto.
Las semanas pasaron y mientras él repasaba el plan en su cabeza, se dio cuenta de que había una pequeña faltante, ¿cómo reduciría al niño para que no dé la alarma? Esa noche, inspeccionó los elementos para ver si podía fabricar alguna arma y resultó que la cama tenía resortes donde se depositaba el colchón. Intentó forzar uno de los resortes pero su fuerza era insuficiente para romperlo. Apenas pudo doblar apenas unos centímetros. Pero el hecho de haber podido hacer tal cosa lo animó. Volvió con más ansias sobre su entrenamiento con los dedos para adquirir más fuerzas, y semanas después, pudo romper un pedazo de resorte. Ahora sólo faltaba en cómo matar a su víctima.

Las semanas que pasaron, no fueron las mejores para Azul….
-¡No! ¡Esa es la cuchara para el postre! ¡No para el azúcar!- Gritó Diesa mientras se cruzaba de brazos. Azul soltó inmediatamente la cuchara de plata, que cayó al piso haciendo un ligero tintineo. El té se enfriaba- ¡Levántala!- La humana obedeció.
-Vamos una vez más Azul,- Siguió Sannla amorosamente. –Ésta, la más pequeña, es para el azúcar. Después ésta de aquí, es la que te pide la señorita Diesa. Fíjate en la concavidad que tiene y compárala con la anterior. Y la más grande es….-
-¿Para las tortas?- Contestó Azul cohibida…
-¡Exacto!- Felicitó Sannla.
-Pero tortas…. Postres…. ¿Para qué hacer dos cucharas diferentes cuando el fin es el mismo?-
-Plebeyos…-Murmuró Diesa, harta de esas preguntas que cuestionan las reglas de etiqueta.- ¡Una vez más, antes que se enfríe del todo el té!-
Azul, sentada en su silla, se irguió. Una mano la dejó sobre su regazo y con los dedos pulgar y medio de la otra tomó delicadamente el asa de la taza de té. Sin hacer ruido, bebió un poco y su rostro se transformó. La bebida se había enfriado y con un gran esfuerzo, se lo tragó.
-¡No!- Bramó Diesa.- ¡Los codos pegados al cuerpo! ¡No eres una gallina que anda cacareando con las alas abiertas! ¡Una vez más! ¡Sannla, vuelve a servir el té! -
-Pero….- Diesa miró a la muchacha como si fuera a devorársela. Y eso bastó para que cerrara la boca.
Luego de dos horas de lecciones, Azul se retiraba a su habitación exhausta junto con Sannla.
-¡Humanos! ¡Se nota a la distancia que ella jamás podrá ser una dama!- Dijo Diesa con total convicción.-Camina como si fuera un hombre, tiene una falta total de modales y come como un cerdo… ya hubiera desistido de su educación sino le hubiera dado mi palabra a Thorin.-
-No aguantará demasiado, querida amiga. En su rostro puede verse el cansancio de las lecciones. Aunque me llama la atención que su "criada" sepa tanto de modales.-
-¿Y a quién le importa la criada? Esta "mujer" no soportará más de un mes conmigo, y Thorin tendrá que decidir qué hará con ella.-
-Que Aulë te oiga Diesa…-
En su habitación, Azul se quitaba los zapatos y se tiraba en la mullida cama.
-Señorita Azul, sabe usted que una dama no se debe recostar de esa manera….-
-¡Oh! ¡Vamos Sannla! ¡Ni hasta tú puedes aguantarla! ¡Todo lo que (escasamente) sé es por ti, no por ella! Encima de todo, tengo el estómago que reviento de té…. helado. -
-¿Desea que le prepare un baño caliente, así se relaja?-
-Sannla, ¿No tienes algo mejor que hacer que servirme?- Objetó Azul. La enana sonrió.
-Es mi trabajo señorita, déjeme cumplirlo.- La humana refunfuñó.
Luego de un relajante baño, Azul se sentó frente a un amplio espejo mientras Sannla le hacía una hermosa trenza. Gracias a ella, la piel de la humana comenzaba a recuperar la suavidad perdida y sus manos olvidaban lo que era tener durezas en la punta de los dedos. Lo mismo ocurría con su cabellera, de un enmarañado "nido de pájaros", como le había escuchado decir a Diesa, ahora poseía unas leves ondas como si fueran suaves olas de mar. Lo que no podía hacerle entrar en razón a la humana era el uso del maquillaje, tan necesario en las damas de la corte, que había tenido varias discusiones. Hasta que Azul fue tajante y le ordenó (la primera y única orden que le dio) que no insistiera con el tema. Sannla tuvo que asentir, de mala gana.
Mientras ambas estaban en silenciosa compañía, un "toc toc" se escuchó en la puerta.
-Adel…-
Sannla se adelantó y negó con su cabeza.
-Yo debo ir a preguntar quién es, para luego informarla y que usted decida si lo hace pasar o no.-
-Complicada que eres….-
Sannla, aseguró la trenza y fue hacia la puerta, que fue abierta a medias.
-Señorita Azul, es un elfo…. Su nombre es Gelion. ¿Lo hago pasar?-
Al oír el nombre, a Azul se le hizo un nudo en el estómago.
-Eh… sí. Supongo que sí…-
Sannla abrió totalmente la puerta.
-Buenas tardes Azul….-
-Hola Gelion... hace tiempo que no te veo.-

Gelion notó el cambio en su respiración y en la apariencia de la muchacha, y si antes le había asombrado con la similitud de su desaparecida esposa, ahora no creía tener dudas de sus sentimientos.
- Un par de semanas que estoy aquí y te veo totalmente distinta… al parecer te ha sentado de maravillas tu estancia en Erebor-
Esto, ruborizó a la mujer. Ella intentó disimularlo.
-¿Necesitas algo?- Dijo, volviendo a la lengua común
- Sí. Ya que me he desocupado en mis obligaciones y Lord Elrond me ha dado la tarde libre, quería preguntarte si deseas caminar conmigo por la ciudad.-
-Oh… no puedo.- Objetó Azul.- Siendo mujer, no puedo salir dentro de los límites de la montaña.- Por dentro, daba las gracias por primera vez a esa estúpida ley.
-Me han contado que hay otra ciudad, donde las mujeres pueden pasear libremente… ¿Aceptas? Puedes llevar a tu doncella si así lo deseas-
Al oír esto, la mirada de Sannla se transformó en anhelo, y Azul la miró.
-Voy a arrepentirme de esto.- Se decía a sí misma.- Ok… ok. Acepto. ¿Cuándo?-
-Te esperaré abajo, así te preparas.-
Con una reverencia, Gelion se retiró.
-Me debes una Sannla….-
"Nada tan estúpido cómo la cortesía y la piedad" Se repetía Dwan, mientras desnudaba lo más rápido posible al joven guardia muerto y tomaba sus ropas.
Con gran disgusto, cortó su barba a la manera del guardia y con el agua que poseía para tomar, se lavó como pudo para tener un buen aspecto.
Las semanas de entrenamiento con lo poco que poseía habían dado resultado. Un poco de actuación hicieron que el guardia entrara en la celda, creyéndolo muerto. El trozo del resorte ahora estaba depositado profundamente en su garganta. Ya cambiado y tomando su lugar, Dwan recogió las armas y salió de la celda con mucha cautela, pero con la seguridad y la arrogancia de un soldado de la guardia.
-¡Eh! ¡Tú! ¡Mozalbete!- Gritó un soldado. Dwan detuvo su marcha, sin voltearse.- ¿Cómo está el prisionero?-
Respirando hondo y recordando la voz de su carcelero, contestó.
-¡El infeliz duerme tanto como si estuviera muerto!- Y de sus palabras, salió una risa verdadera, que contagió al resto.
-¡Vete de una vez! ¡Me has hecho reír!-
Esta vez, la buena suerte estaba del lado equivocado.
Pasaron varios días hasta que se dieron cuenta de lo sucedido, hasta que el hedor a carne podrida comenzara a inundar las celdas contiguas. Pero ya era tarde, Dwan había escapado y en su mente sólo había venganza contra la humana que lo había puesto entre rejas.