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La locura del rey

Kili llegó con la ayuda prometida minutos después de que Thorin noqueara al enano, donde fue escoltado con una fuerte seguridad. Muy pronto sería puesto bajo interrogatorio.
El joven enano escuchó todo lo ocurrido y estuvo a punto de gritar de rabia pero Thorin cerró su boca. Era una suerte para ellos que los vidrios de las ventanas no se hubieran roto y así encubrir lo que estaba pasando, aunque el hecho de haber soldados en la puerta del lugar, ya hacía sospechar a los pocos transeúntes que pasaban.
Entre los soldados, se encontraban Balin y Dwalin que se había unido al grupo cuando se enteraron que el príncipe estaba en problemas. Thorin guió a los soldados al interior del negocio e intentaron romper las paredes. Solo hicieron meros rasguños.
-Kili.- Dijo Thorin luego de salir del cuarto.- Lleva a Azul a casa. Dile a mi padre que tenga compasión por ella y que hablaremos juntos cuando vuelva – Su sobrino asintió-
-Thorin, el abuelo está al tanto de una parte, pero esto lo enfurecerá.-
-Sí, lo sé… Ten preparada tu espada- Dijo esto último por lo bajo. Los ojos de Kili se agrandaron más. - No sea cosa que quiera hacerle daño…- acotó e instintivamente miró a la muchacha dando un suspiro.- Ah…. Gracias por la daga. Me sirvió bastante-
Kili sonrió mientras tomaba el arma y la enfundaba.
La mirada de Azul iba y venía por todo el lugar intentando comprender cómo había llegado a semejante desastre. Joyas, colgantes y anillos estaban tirados por doquier… pero ya nada de eso tenía valor. Nada podía compararse al valor de la vida… y la vida de Diesa y Gelion peligraba enormemente. Intentó una vez más entrar a aquel cuarto trasero del local para ver si podía encontrar algo que les permita avanzar en la búsqueda, pero los soldados fueron inflexibles.
-Ven Azul… Debes volver al palacio- Le dijo suavemente Thorin.
La mujer se dio vuelta con mirada desconcertada, para luego pasar a una de enojo. Ella no se iría de aquél lugar, no abandonaría a Gelion y a Diesa a su suerte.
-Entiendo que quieras ir, pero a duras penas puedes moverte. Solo Mahal sabe cómo has podido defenderte con un vestido tan pesado para pelear. Kili te acompañará.-
-No… no me atrevo a volver. Tu padre, Elrond… Dís… ¡¿qué les diré?! ¡Me matarán si no estás allí!-
Thorin la miró extrañado.
- ¿Qué te ha pasado Azul? No eres la misma mujer que conocí hace meses… aquella mujer no le importaba mandar al diablo a cualquiera que se cruce por el camino.- Sentenció Thorin.
Y era verdad. Algo había cambiado en el transcurso de su estadía en Erebor. Su carácter se había ido aplacando con el correr de los meses. Ahora sólo obedecía las reglas de conducta impuesta por una sociedad que no era de su raza ni de su mundo. Dudó muchísimo al contestar, pero sabía que en el estado en que se encontraba no podría ayudar mucho.
-¿Prometes que llegarás a tiempo? Tu padre y tu hermana son difíciles de tratar- Preguntó ella temblorosa.
Thorin se acercó a ella. La miró a los ojos y el corazón de Azul volvió a latir con fuerza. El enano tomó las mejillas de la mujer con ambas manos.
-Lo prometo– Le dijo seriamente. –Y te prometo que traeremos a Diesa y a Gelion nuevamente.-
Azul quedó inmóvil cuando aquellas palabras fueron acompañadas por un beso en la frente. Ella, sin saber qué hacer o qué decir, asintió.
Kili, al ver que Azul no se movía, la tomó delicadamente del brazo y la llevó hasta la carreta con la que estuvieron paseando. Una vez arriba, Kili cedió un abrigo que había traído para ella, pues ya era noche cerrada y comenzaba hacer frío. Thorin los siguió con los ojos hasta que los perdió de vista
-Mi tío te tiene en una alta estima…- Concluyó Kili intentando sacar un tema de conversación mientras viajaban.
-Kili… por favor… ahora no. – Dijo ella a duras penas.
-Lo siento…- Se disculpó el enano.- Es que será difícil enfrentar a mi abuelo y a mi madre en esta situación…-
-Lo sé… y eso me aterra.-
-Haré todo lo posible para contenerlos.-
El minuto de silencio que se generó entre ellos fue atroz.
-Lo siento… por Diesa.- Azul tenía la congoja en su garganta.
-No tienes que pedir perdón… Ya sabes cómo es esto- Kili abrazó a la muchacha y sintió que ahogaba un suspiro.- No llores….aún.-
El llegar a los aposentos reales fue una tortura para ambos. Dís estaba con Fili y Sannla que la intentaban tranquilizar como podían. Para alivio de Azul y Kili, Thráin no se encontraba. Al abrir las puertas doradas y pasar al recibidor, Dís se acercó gritándoles por el paradero de su amiga. El silencio de los recién llegados fue su respuesta.
Con una ira inusual en la mujer enana, se abalanzó contra la humana profiriendo insultos en su lengua natal mientras que intentaba agarrarla de los cabellos. Azul no se defendió, pero no recibió daño alguno, pues Fili y Kili pudieron sostener a su madre.
-¡Maldita seas humana! ¡Trajiste la desgracia a nuestra familia!- Gritó Dís fuera de sí.
-¡Madre! ¡Cálmate! ¡Ella no tuvo la culpa!- Dijo Fili mientras redoblaba sus fuerzas para sujetar a su madre.
-¡Suéltenme hijos malagradecidos! ¡Defiendan a su raza, no a esta basura!-
-¡Escúchala madre, por favor!-
imploró Kili.
-¡No tengo nada que escuchar! ¡Por su culpa Diesa está en peligro! ¡Suéltenme!-
Los potentes gritos de Dís traspasaban las gruesas paredes de piedra. Detrás de Azul, las puertas doradas nuevamente se abrieron mostrando a un enfurecido rey que tenía desenfundada su espada.
"Esto se pone cada vez peor" Pensó Fili.- ¡Azul, muévete!- la alertó.
El grito de Fili activó sus movimientos y giró sobre sí misma. Vio pasar la espada del rey a su izquierda.
-¡Abuelo! ¡No!-
Kili soltó a su madre y defendió a la mujer poniéndose frente a ella con los brazos abiertos.
-No te atrevas Kili….- Rugió Thrain al ver a su nieto que le hacía frente.
Kili tragó saliva pero siguió defendiendo a Azul.
-Cometes un gran error abuelo… ¡recapacita!-
-¡No hay nada que recapacitar!- La espada del rey nuevamente tomó altura. El joven enano empujó a la humana y su espada frenó el golpe del rey.
-¡No la tocarás abuelo! ¡No sabes lo que haces!-
-¡Basta los dos por favor!- Gritó Azul. -¡Thrain! ¡Es suficiente!-
-¡Para ti, soy "SU MAJESTAD"!- Bramó el enano mientras le daba una patada a su nieto que lo dejaba sin aire, derribado en el piso.
Dís, que al principio veía con buenos ojos que su padre se haya metido en el asunto, ahora temía por Kili, que le costaba levantarse. Bajando la guardia, dirigió su mirada al menor de sus hijos, totalmente preocupada. Fili, ya liberado, no dudó hacerle frente a su abuelo.
-¡¿Qué es esto?! ¡Tú también!- Dijo sorprendido Thráin.
-¡No dejaré que le hagas daño!- A diferencia de su hermano, Fili no tenía armas. Por lo que abrazó a Azul fuertemente. -¡Mátame si quieres llegar a ella!-
Kili, haciendo un esfuerzo, se incorporó. Nuevamente se posicionó entre Azul y Thráin con la espada en alto.
- Entiéndelo abuelo… ella no es el enemigo… Nosotros creemos en ella. Si dudas de quién es, dudas de nosotros, de Balin y de Thorin. Daremos nuestra vida por defenderla.-
-Si así lo quieren…-Sentenció el rey.- Entonces… mis queridos nietos, prepárense.-
La experiencia de Thráin en el arte de la guerra se hizo presente en aquél momento. Kili fue el primero en caer, aunque no pudo hacer mucha resistencia por la patada recibida. Fili atacó con sus manos desnudas, solo para recibir un golpe en la cabeza que lo dejó tirado en el piso.
-¡Padre! ¡¿Qué has hecho?!- Gritó en Khúzdul Dís al ver que sus hijos estaban inconscientes.
Sin tiempo a nada, la espada del rey se elevó por tercera vez.

En el local, la guardia inspeccionaba minuciosamente la habitación trasera. Balin, Elrond, Thorin y Dwalin ayudaban. "Cuanto más pares de ojos mejor", decía Balin.
Rápidamente los soldados tomaron las cajas de los estantes, muchas de las cuales sólo había baratijas.
-Montar todo un negocio para tan espantoso propósito….- Dijo Dwalin a su hermano. – Aquí hay otra cosa más profunda…. Aquí hay planificación-
-Y una que ha llevado muchísimo tiempo….- Se lamentó Thorin.- ¿Tan ciegos hemos estado?-
-Tendremos que investigar nuestras propias filas… ¿Cómo los dejaron entrar? ¿De quién es verdaderamente el negocio? Es una falta gravísima a nuestra seguridad-Inquirió Balin.
Las cajas fueron tiradas en el salón principal del local para trabajar con mejor comodidad y que el recinto estuviera libre por una posible pelea. Solo una de las cajas presentó resistencia al moverla de su sitio.
-¡Príncipe Thorin! Esta caja contiene algo demasiado pesado- Informó un guardia.
Thorin se acercó e intentó moverla. Se requería mucha fuerza para mover aquello. Solo pudo deslizarlo unos centímetros cuando una puerta hecha enteramente de piedra y disimulada en la pared se abría silenciosamente dejando ver un pasadizo. Éste, comenzaba a bajar abruptamente y en forma de caracol. En las paredes había antorchas encendidas, señal de que alguien había pasado no hacía mucho tiempo.
-Esto no es obra de algunos meses….-Elrond pensó en voz alta, viendo que la estructura era sólida y bien planificada.- Alguien les está llevando la delantera por mucho tiempo….-
Thorin, tomando una antorcha, se dispuso a bajar aquella pendiente, cuando un dolor punzante y agudo le traspasó la cabeza que le hizo perder el equilibrio. La antorcha rodó por la pendiente perdiéndose de vista.
Al cerrar los ojos, producto del dolor, vislumbró a su protegida indefensa. Su padre, espada en mano y desencajado de furia, no dudaba en asestarle el golpe final.
-¡Padre!¡No!- Gritó Thorin

Una mezcla de agua estancada y comida en estado de putrefacción comenzaba a sentirse en sus narices. El tintinear de las gotas que caían hacía despertar su audición junto con el sonar de los cascos del poney que tiraba de la carreta. A todo esto, la misma carreta parecía andar dando brincos por el terrero irregular por donde estaba transitando haciendo que el dolor de cabeza se incrementara en un cierto grado. Movió sus labios y se descubrió que en su comisura había algo de sangre seca donde el dulzor de aquel líquido vital lo hizo conectar más con la realidad. Lentamente abrió los ojos y giró su cabeza: a su derecha yacía Diesa inconsciente, pero ilesa. Jamás pensó que una salida tan inocente pudiera complicarse de esa manera.
Delante de él, dos enanos conducían la carreta. Uno tenía las riendas, el otro se limpiaba la cara con un trapo.
-Drek… ¿Cómo hacen las mujeres para sacarse todo este maquillaje? ¡Por los demonios que es incómodo!-
El conductor se rió abiertamente y sacó de su bolsillo un frasco.
-Prueba esto Dwan, es un aceite. Supuestamente dicen que funciona.-
El conductor le tendió el frasco cuando instintivamente miró de reojo el "cargamento" que llevaban. Lo miró a su compañero y le hizo señas con la cabeza
-Veo que has despertado- Dijo Dwan cuando se acercó al elfo había despertado, pero aún confundido. -Bienvenido a las alcantarillas de Erebor: lugar de ratas, parias y todo aquél que no encaja en la maldita sociedad enana. En unos pocos minutos las dejaremos atrás. Te recomiendo que sigas durmiendo, porque el camino es largo- Luego de decir aquellas palabras, Gelion volvió a recibir otro golpe en la cabeza dejándolo nuevamente inconsciente.

La espada quedó detenida a centímetros del cuello de Azul que no podía moverse producto del shock. Una sensación de espasmo inundó el cuerpo del rey que soltó el arma de inmediato. El grito de su hijo retumbó dentro de su mente mientras que escenas fugaces corrían a través de sus ojos abiertos.
-¿¡Qué es esto?!- Exclamó consternado Thráin. -¡Libérame de este hechizo mujer!-
-¡Yo… yo no he hecho nada!- Contestó ella retrocediendo.
Thráin también retrocedió y cerró sus ojos con la esperanza de no ver las imágenes que se le presentaba, pero era inútil. Trastabilló y cayó al piso tomándose la cabeza.
Dís fue hasta su padre para contenerlo.
-¡PARA YA! ¡TE LO SUPLICO!- Gritó la enana desesperada.
Azul no sabía qué hacer. En un intento por ayudarlo, se acercó al enano y lo tomó por los hombros.
-Su Majestad… vuelva a la cordura.- Le dijo intentado contener su nerviosismo.- No sé lo que está viendo, ¡pero está en Erebor! ¡Tiene a sus hijos y sus nietos!- Luego, alzó la vista hacia el techo como si mirara más allá.- ¡Aulë! ¡Si esto es obra tuya no es gracioso! ¡Déjalo en paz!-
Poco a poco, el temor de Thráin se fue aplacando y recobró la visión. Pero ahora la que temblaba era Dís.
-¿Quién eres tú para que el mismo Aulë te obedezca?- Le preguntó temerosa.
-Preocúpate por tu padre antes de preguntar eso… -Le contestó Azul.-Thráin… Señor…. Su Majestad…-
El rey miró a la mujer, y luego a su hija que la abrazó repentinamente como si hubiera vuelto de un largo viaje lleno de penurias.
-Mis nietos… ¡¿Qué he hecho?!- Se lamentó al verlos inconscientes.

Thorin agarró el primer poney que tenía a mano y a todo galope se dirigió a su hogar.
"¡Estúpido idiota! ¡Debería haberla acompañado!" Pensaba para sus adentros mientras doblaba una esquina.
Al llegar, le sorprendió que el recinto principal se encontrara totalmente silencioso, como si nada hubiera pasado. Lentamente saco su espada rogando a Mahal que no la tuviera que usar contra su propio padre. Subió las escaleras y enfiló directamente hacia la habitación de Azul, donde no la encontró. Instintivamente se dirigió hacia el comedor sin hacer ruido. Espada en mano, abrió las puertas de par en par.
La escena era lúgubre a pesar de la gran cantidad de velas que iluminaban el recinto. La mesa principal estaba repleta de vendas y ungüentos. Los rostros de los presentes denotaban cansancio físico y psicológico.
-¡Por fin Thorin! ¡Has llegado!- Exclamó Dís aliviada. Thorin bajó la guardia y abrazó a su hermana. Sannla estaba curando a Fili, el golpe en la cabeza que su abuelo le había propinado resultó en un pequeño corte en el cuero cabelludo que la enana intentaba curar.
Kili fue atendido por su madre que vendó el moretón violáceo tirando a negro que Thráin le había asestado en el pecho.
El rey estaba taciturno. Ni siquiera se inmutó cuando su hijo se hizo presente. Los dedos de sus manos frotaban sus ojos por el cansancio mental que había sufrido.
-¡Padre!- El joven enano se arrodilló al lado de su progenitor.- ¡Padre! ¿Te encuentras bien? ¿Qué has hecho para que Mahal esté furioso contigo?-
El rey, al escuchar a su hijo, abrió los ojos.
-¿Cómo sabes tú de lo que me ha sucedido?-
-Te he visto… Mahal me ha advertido. Pero viéndolos a todos, sé que el peligro ha pasado.-
Miró alrededor y no vio a su protegida- Padre… ¿dónde está Azul?-
Thráin no contestó. Una mano se posó en el hombro izquierdo de Thorin.
-Thorin… volviste- Dijo una abatida y ojerosa Azul con una bandeja repleta de tazas y una tetera. –Algo me decía que volverías rápido.-
El enano la ayudó a dejar la bandeja en la mesa, y a la vista de todos, la abrazó efusivamente.
Dís se asombró muchísimo por el comportamiento espontáneo de su hermano. Azul respondió al abrazo pero con más suavidad, producto del cansancio que llevaba a cuestas.
-Tranquilo Thorin.-Le susurró al oído. –Todo está bien.-
La muchacha tomó las tazas para comenzar a servir. La primera de ellas, se la ofreció a Thráin
–Tenga su majestad… le vendrá bien algo caliente.-
El aroma del té recién hecho relajaba la mente del rey que aún no podía encontrar una explicación lógica a todo lo que había sucedido. Thorin también fue servido, junto con los jóvenes enanos y las mujeres enanas. Nadie rechazó el té y todos tomaron en silencio.
-Es cierto entonces….- Thráin fue el primero en hablar.- Eres la favorecida de Mahal…-
-Lamentablemente…- aseveró ella luego de tomar un sorbo de la bebida. – Pero lo que importa en este momento, es encontrar a Diesa y Gelion.-
Thorin quiso saber lo que había ocurrido allí, pero Azul sacudió su cabeza como diciéndole "ahora no".
-Tenías razón al pensar que había una puerta oculta…- Dijo Thorin. –Pero creo que hemos dejado pasar demasiado tiempo y han escapado.-
-¿No hay ninguna pista?- Preguntó Kili mientras intentaba moverse.
-No pude bajar por la rampa que encontramos detrás de de la puerta oculta, pues….- Miró a su padre.- Un dolor agudo traspasó mi cabeza y tuve la visión de que las cosas no marchaban bien aquí.- Thorin suavizó las palabras.
-Su majestad...- Dijo Azul más tranquila luego de beber el último sorbo de té- No es el primero de su familia que me ha querido matar…- Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de la muchacha contagiando al resto, no así al rey.-
-¿Pero cómo dices semejante cosa, mujer?-
-Es cierto. Casi todos de la compañía quisieron matarme….- Bochornosamente los enanos levantaron levemente la mano. Ahí la sonrisa del rey se dibujó en sus labios.- Fili, tú levanta las dos manos…. Tú eres un pervertido.- Dijo la joven recordando anécdotas de viaje. El joven enano se sonrojó y tuvo que soportar la mirada de su madre por largo rato.
-¿Así como si nada pasara me perdonas?- Preguntó el rey entre sorprendido y abatido.
-Digamos que ya estoy acostumbrada a este tipo de tratos...-
La pequeña broma había resultado perfecta para relajar la tensión que se mantenía en el ambiente. Más relajados, Thorin y Azul contaron lo sucedido y Sannla también contó su parte del relato.
-¡Ay Diesa!- Se lamentó Dís.- ¡Tu fascinación por las joyas te ha llevado a este peligro! Le he dicho mil veces que no sea tan codiciosa-
-Un mal que los enanos siempre hemos llevado.- Concluyó Kili.
-Hay algunos puntos que no entiendo….-Fili pensaba en voz alta.- El primero es… ¿cómo sabrían que ustedes estarían de paseo? Por lo que deduzco, sabían de antemano las predilecciones de Diesa y la salida de ustedes. -
Un inquietante silencio se hizo entre ellos.
-Espías en el palacio…y muy cercanos.-Se aventuró decir Sannla, que silenciosa como ella misma, sacaba sus propias conclusiones.
-Y el segundo punto….-Siguió Fili y abruptamente cambió de idioma- ¿Azul, cómo supiste que "él" no era "ella"?-
-Gracias por no hablar en Khúzdul… - Se mofó ella pero respondió la pregunta.- Debo admitir que las lecciones de Diesa sobre maquillaje dieron resultado. Ese enano se olvidó de maquillarse el cuello. Además su rostro no era tan terso como el de las enanas.
-¿Y cómo te diste cuenta que era aquel enano que intentó secuestrarte a días de tu llegada? Por lo que nos ha dicho Sannla, la mayor parte del tiempo se habló en Khúzdul.- Objetó Thorin.
-Tenía una cicatriz en la nariz.- Azul fue demasiado rápida en su contestación.-Ese día que intentó secuestrarme, le mordí hasta que sangró. Además, cuando fue descubierto, cambió su tono de voz. -
Algo no le cerraba a Thorin. Conocía a Azul mejor que el resto, pero su instinto de guerrero le decía que ella ocultaba algo. Su pensamiento fue cortado por los ruidos de la puerta principal. La llegada de Elrond y Balin hizo que se incorporaran de sus asientos, esperando nuevas noticias y Dís salió en busca de ellos.
Los recién llegados hicieron una reverencia.
- Denme buenas noticias…- Inquirió Thráin.
-Lo siento su Majestad…- escaparon.- Se lamentó Elrond.
-Luego de tu partida Thorin, Dwalin y un grupo de soldados bajaron por ese pasadizo. Conduce directamente a las alcantarillas de la ciudad, básicamente un laberinto subterráneo. Vaya uno a saber por qué camino tomaron.- Informó Balin
-¿Hay planos de esa construcción en alguna biblioteca?- Preguntó Azul
-Sí, deberían ser muy antiguos. Hace varios siglos que no se hacen modificaciones al sistema cloacal.- Dijo pensativo Thráin.
-Recuerden que además tenemos a un prisionero.- Informó Elrond. –Un buen interrogatorio bastará para sacarle información.
-Debemos actuar cautelosamente.- Dijo el rey muy suavemente.- Ahora no confío en nadie más que en nosotros (incluido Dwalin) y buscaré la forma de deshacernos de los traidores que nos rodean. Dís, Sannla…. y Azul. Ustedes irán a la biblioteca real y buscarán todo lo relacionado a la construcción de Erebor. Balin, tomarás a Fili y a Kili, y trazarán una investigación a largo plazo de todos los soldados. Sé que no es tarea fácil, Pero necesitamos ganar tiempo. Lord Elrond, Thorin… ustedes me acompañarán. Tendremos un charla con el prisionero.-
Una vez que Thráin terminó de hablar, todos asintieron.
-Azul…- La llamó Thráin antes de marcharse a los calabozos.- Te recomiendo que tengas a mano tu espada….por las dudas. Tienes quince minutos para partir.

Aulë abrió los ojos. Su mirada denotaba cierta decepción.
-Dijiste que ya no intervendrías….-le reprochó Yavanna.
-Lo sé…. Pero lamentablemente esto no será beneficioso en el futuro.-
Yavanna abrazó a su marido y ambos quedaron en silencio.
Al mismo tiempo en que ambos esposos demostraban su amor, Mandos también abría lentamente sus ojos….Un alma debía ser llamada a sus aposentos.