Señoras y señores: aquí está el segundo capítulo!
Todo lo que reconozcas pertenece a Rick Riordan.
II. Acabo en la cabaña más hortera
Cuando por fin llegamos a Nueva York, Grover nos hizo prometer que le esperaríamos, lo cual me pareció raro, y se fue al baño.
Percy y yo cogimos las maletas y nos dispusimos a esperarle. Pero a los dos minutos Percy decidió marcharse. Cuando empezó a alejarse le dije:
-¿Que haces? Le prometimos a Grover que esperaríamos.
-¿Para que quiere que estemos aquí?-replicó él-Quiero ver a mi madre, así que me voy a casa.
-¿Tú crees que yo no hecho de menos a mi madre? Pero no voy a incumplir mi promesa.
En vez de responder se dio la vuelta y siguió alejándose. Pensé en seguirlo, pero unas palabras resonaron en mi mente "Si vas tras tu amigo..." ¿Se referiría a esto? Al final no reuní el valor necesario y seguí allí esperando.
Quince minutos después Grover salió por fin del baño (qué estaría haciendo para tardar tanto...). Miró hacia mí y preguntó:
-¿Dónde está Percy?
-Se ha ido-contesté.
-Oh, no. ¿Te dijo a dónde se iba?
-A su casa-al ver que abría la boca me adelanté-. No sé dónde vive. Me lo dijo, pero ya no lo recuerdo.
Grover empezó a dar vueltas, nervioso. Al final decidió que hacer.
-Te acompaño a casa-anunció-. Pero tendremos que irnos pronto.
Empezamos a andar camino a Brooklyn. Intenté preguntarle a Grover por qué pasaba varias veces, pero él me respondía con evasivas. Al final decidí dejarlo, por el momento.
Por fin llegamos a casa tenía muchas ganas de ver a mi madre. La echaba mucho de menos.
Se llamaba Judite Williams. Físicamente solo nos parecíamos en los ojos color café que había heredado de ella. Mi madre era morena, con el pelo largo y rizado y muy guapa. Yo salí a mi padre, al que no conocía.
Mi madre y él habían coincidido en una fiesta cuando ella acababa de acabar la universidad. El destino quiso que al día siguiente se volvieran a encontrar. Con el tiempo empezaron salir y luego llegué yo. Pero él no pudo quedarse. Según mi madre era un hombre muy ocupado y tuvo que marcharse. Yo sigo enfadado con él por haberle roto el corazón a mi madre. Ella es genial, muy buena persona, siempre ayuda a los demás y ha luchado mucho por conseguir el trabajo de sus sueños, profesora. Da clases en un colegio cerca de casa, del que a mí me expulsaron hace un par de cursos.
Cuando entré ya había llegado de dar clase y estaba preparando mi comida. Me acerqué por detrás y le di un abrazo, y también un susto.
-¡Andy!-exclamó, y me devolvió el abrazo-¿Qué tal estás?
-Muy bien, acabo de llegar. ¿Y tú?
-Esperando por ti, mientras preparo los canelones.
-¿Canelones de carne?-ella asintió con la cabeza- Muito obrigado-dije en portugués, el idioma natal de mi abuela-, es mi comida favorita.
-¿En serio? No me había dado cuenta en los doce años que te he criado-rio y yo me reí con ella. Hacía meses que no me sentía tan feliz.
-Perdón por interrumpir, pero...-habló Grover.
-Ah, si. Me había olvidado. Mamá, este es Grover Underwood, un compañero de clase. Me ha pedido venir conmigo.
-Hola, señora Williams. ¿Puedo hablar con usted a solas un momento?-preguntó, nervioso pero serio.
-Claro. Andy, ve a deshacer la maleta.
Me fui a mi cuarto, deshice la maleta, coloqué mis cosas y me cambié de ropa. Cuando volví a la cocina mi madre asentía a algo que había dicho Grover. Cuando me vio entrar me dijo:
-Andy, cuando acabes de comer prepara una mochila.
-¿Para qué?-pregunté.
-Vas a un campamento de verano.
No hice preguntas. No era el primero y a mí me gustaban, así que no me parecía mal. Sí que me extrañó que fuera tan repentino, pero no lo di importancia. Mi madre solía olvidar decirme cosas y luego las recordaba de repente.
Preparé mis cosas y Grover (que iba a ir allí conmigo) y yo subimos al coche de mi madre. Esta nos dejó en algún punto de Long Island. Que yo supiera allí no había ningún campamento. Aunque a lo mejor era nuevo.
Mi madre se fue y comenzamos a andar. Nos dirigíamos a una colina con un árbol en lo alto. Pero Grover se detuvo.
-Ay, no-dijo.
-¿Qué...?-pero no terminé mi pregunta, pues lo sentí.
Más tarde reconocería ese sensación, pero en aquel momento solo sentí peligro.
-Creo que va a por Percy. Tenemos que seguirlo-dijo Grover, lo cual no tuvo ningún sentido.
Y salió corriendo. Yo fui tras él. De repente Grover se quitó zapatos y luego los pantalones. Eso suena fatal, pero fue lo que pasó. Y sus pierna estaban cubiertas de pelo y tenía pezuñas
-¡No eres humano!-exclamé. Algo se removió en mi memoria-¡Eres un fauno!
-No, soy un sátiro. Fauno es el nombre romano y prefiero el griego.
-Un sátiro-repetí-. La criatura mitológica medio cabra, medio humano. Guau.
No se me ocurrió que más decir. Tras un carrera muy, muy, muy larga llegamos a una playa. Una tormenta se agitaba sobre nuestras cabezas.
Los bordes de mi visión estaban teñidos de rojo del esfuerzo. Pero reconocí el lugar.
-Esto es Montauk. Percy me contó que viene a veces con su madre-le dije a Grover.
Como si lo hubiera invocado mi mejor amigo salió de la cabaña y se sorprendió de vernos allí fuera bajo la lluvia. Su madre apareció detrás. No se parecía en nada a Percy.
Grover habló con ellos mientras yo intentaba recuperar el aliento.
-Vamos, Andy- me llamó el sátiro.
Todos subimos al coche. Percy estaba alucinando y yo también. Hacía muchas preguntas, pero yo no hacía mucho caso. En un momento Grover dijo que estaba vigilando a Percy y yo pregunté:
-¿Y yo? ¿Qué pinto en todo esto? ¿Si a quién tenías que cuidar era a Percy, qué hago yo en este coche?
-Ahora no puedo explicarlo todo-respondió Grover-. Pero si te puedo decir que te encontré por casualidad.
Iba a responder, pero hubo un destello de luz y salimos volando. Un rayo acababa de caer en el coche.
Acabé del revés. Por suerte estaba junto a la puerta y pude salir. Luego ayudé a Percy. Grover estaba inconsciente y lo sacamos entre los dos. Oí que Percy se acercaba a su madre y ella le decía que la dejara atrás, que llegáramos a la colina con el pino que había visto antes con Grover. Pero una sombra se nos tragó.
Por un instante me quedé paralizado. Ante nosotros se alzaba el dueño de la sombra. Era gigantesco y tenía una cabeza con cuernos... El Minotauro. El nombre se alzó desde las profundidades de la memoria. Por mi mente pasaron los mitos de su creación. Había muchas versiones de su historia, pero estaba seguro de que Teseo lo había matado. ¿Cómo seguía vivo?
¿Qué me pasa?, me pregunté. Veo un monstruo gigante y lo único que pienso es "se supone que ya lo mataron". Se supone que no debe existir. Pero esa idea no calaba en mí. Me estremecí al darme cuenta de que la existencia del Minotauro o de Grover, un sátiro, me parecía tan natural como los árboles o el mar.
Percy sacó a su madre del coche, cargamos con Grover y echamos a correr hacia el pino. A cada paso que daba me costaba más avanzar bajo la lluvia. Pero no solo por el esfuerzo. Llegaba el sueño, lo que significa que ya anochecía.
-¡Ahora no!-grité no se muy bien a qué. Al instante me di cuenta de que fue un error, cuando el monstruo se giró hacia nosotros.
-Está casi ciego, se guía por el olfato y el oído-explicó la madre de Percy.
Seguimos corriendo y pude ver mejor el pino. Era gigantesco y tenía algo, un fuerza, que a la vez me inspiraba confianza, me decía que estaría a salvo, y me daba ganas de alejarme, como si no debiera ver ese árbol magnífico.
Me caí al suelo y Percy cargó con todo el peso de Grover. Iba a levantarme cuando vi unos ojos en la oscuridad. Un lobo. Y me llamaba. "Los lobos llegarán pronto." Venía a buscarme.
Di un paso en su dirección, pero oí un grito:
-¡No, mamá!
No dudé ni un segundo y me di la vuelta a tiempo para ver a la madre de Percy desaparecer en un destello dorado entre las manos del Minotauro. Mi amigo se lanzó contra el monstruo sin más arma que su furia. Pero este se lo sacudió de encima como a una pulga y cayó al suelo.
Quería ayudar, pero el cansancio me pesaba en los músculos. Y todo porque era de noche. Ojalá hubiera luz del sol, pensé. Y eso encendió algo en mi interior. En sentido literal.
Noté un cosquilleo por todo el cuerpo. Luego calor en las manos, en la cabeza... Y la luz. Como un destello de sol saliendo de entre las nubes de tormenta, mil veces más cálido que un rayo. Pero no venía de arriba, sino de mí. Aumentó por momentos y sentí como si la energía volviera a mi cuerpo.
El Minotauro soltó un berrido, repentinamente cegado. Me lancé sobre él. Me subí a su espalda. Desde allí arriba vi a Percy levantarse. La luz seguía brillando. El monstruo se lanzó sobre él, pero conseguí desviarlo. Mi amigo le arrancó un cuerno al hijo de Pasifae.
Ayudé a Percy a subir a la espalda del monstruo. Y clavó el cuerno en su cuello. El Minotauro cayó al suelo. Yo le arranqué el otro cuerno y seguí su ejemplo. El monstruo se deshizo en polvo, como la señora Dodds.
La luz se apagó y el cansancio cayó sobre mí como una ola. Cogimos a Grover entre los dos y subimos la colina.
-Andy- dijo Percy-. Estabas brillando. Brillando como el sol.
-Sí-no sabía que responder-. No sé como lo he hecho. ¿Estás bien, Percy? Tu madre...
No respondió, solo miró hacia las nubes mientras sus lágrimas se mezclaban con la lluvia.
Al otro lado de la colina había un valle. A lo lejos vi unas cabañas, un lago, un bosque, un muro de lava, un ruedo y muchas más cosas que no pude procesar. Vi a gente acercarse a nosotros, no pude más y me derrumbé de agotamiento.
...
Me desperté al amanecer, como siempre. Mi cuerpo me pedía a gritos dormir, pero simplemente no podía. Junto a mí había una ventana. Por ella vi como un lago se volvía una plancha dorada con las primeras luces del sol.
Me giré, con mucho dolor, y observé a mi alrededor. Estaba en una cama con sábanas blancas. Junto a esta una mesilla con vendas y medicamentos y una silla. Como si fuera una especie de habitación de hospital.
La puerta se abrió y entró un chico rubio, como yo; de ojos azules y un par de años mayor.
-¡Sí que eres madrugador!-exclamó, con una sonrisa, al verme despierto- Soy Lee Fletcher. Bienvenido a la enfermería.
-Hola-dije yo-. Yo soy Andy Williams.
Solo pronunciar eso hizo que mil agujas de dolor se clavaran en mi pecho. El chico vio mi mueca de dolor y cogió algo de la mesilla. Era un trozo de algo, del tamaño de un brownie.
-Es ambrosía-explicó ante mi mirada desconfiada.
-Como la comida de los dioses en los mitos-comenté.
-Exacto. Cura las heridas, pero si tomas demasiado explotarás.
-¿Qué?
-Tranquilo, Andy. Esta es la cantidad exacta para que te cure las heridas sin peligro.
-Está bien-respondí.
Cogí la pasta y le di un mordisco. Sabía a pastelinho de nata o pastelinho de belem, un postre portugués que mi abuela solía hacer, antes de que le diera un infarto y muriera. Empecé a sentirme mejor y esbocé un asomo de sonrisa.
-Ya estás mejor, eh-comentó Lee-. Venga, intenta levantarte.
Lo intenté y, con mucho dolor, lo conseguí. Me comí el resto de la ambrosía. Lee me dejó apoyarme en él para salir de allí. Me costaba un poco andar.
No sabía a dónde íbamos, pero mientras tanto Lee me iba enseñando el lugar. Las pistas de voleibol, el lago, el muro de lava, los campos de fresas...
-Lee-interrumpí.
-¿Sí?-contestó él.
-¿Qué es este lugar?
-El Campamento Mestizo.
Llegamos a un edificio de estilo victoriano pintado de azul. En el porche había tres personas. Una era Grover, sin pantalones. Otra era un hombre regordete y con una camisa de estampado de tigre. Y el último... Bueno, tardé unos segundos en procesarlo. Tenía el cuerpo de un semental blanco. Pero, donde un caballo habría tenido la cabeza, estaba el cuerpo de un hombre de cintura para arriba. Y era un hombre que yo conocía.
-¿Señor Brunner? ¿Es un centauro?
Mi profesor de latín me miró. No parecía extrañado por la situación.
-Me temo que mi nombre no es Brunner, Andy. Era solo una tapadera. Mi nombre real es Quirón.
-¿Cómo el centauro entrenador de héroes?-una mirada bastó para que rectificara- Eres el centauro entrenador de héroes.
-Exacto.
-Pero eso es imposible. Si tú eres real y también el Minotauro...
Me interrumpió el retumbo de un trueno.
-Los nombre son poderosos, Andy-me explicó Quirón. Si solo miraba su cara era como estar de vuelta en clase-. Será mejor que no los uses a la ligera.
-Vale. Entonces si tú eres real, y también el... Hijo de Pasifae y los sátiros-señalé a Grover-. ¿Acaso todos los mitos son reales?
-Lo has pillado rápido-comentó Lee, del que sinceramente ya me había olvidado-. Yo tardé como dos horas en que se me ocurriera esa posibilidad.
-Sí, Andy, los conocidos como mitos griegos son reales-continuó Quirón, ignorando la interrupción-. Los dioses y monstruos de los que hablábamos en clase existen. Y se van moviendo con la civilización occidental. Primero en Grecia, luego en Roma y después se fueron moviendo por casi toda Europa. Actualmente se encuentran aquí, en Estados Unidos.
Una idea se abrió paso en el caos de mi cabeza. Una idea que tenía mucho sentido, pero a la vez parecía peligrosa.
-En los mitos-comencé- los dioses no paraban de tener aventuras con mortales. ¿Es posible...?-antes de terminar la pregunta me respondí solo. Ese sitio en el que enseñaban a luchar, los monstruos, la ambrosía...-Soy hijo de un dios. Y tú-señalé a Lee-. Y todos los adolescentes de este sitio.
-Eres muy listo, Andy. Yo apuesto por Atenea-respondió el rubio a mí lado, antes de irse a no sé dónde.
-Pues va a perder esa apuesta-dije-. Supongo que el dios será mi padre. Nunca lo conocí, mi madre me dijo que se fue cuando nací.
-Hay leyes antiguas que prohíben a los dioses quedarse con sus hijos-explicó Quirón.
-Me gustaría decir que no me lo creo, pero no es así. Es... Imposible. Y sin embargo me parece tan normal.
-Eso es que tienes mente abierta, chico-habló por primera vez el hombre regordete-. Deja de lloriquear.
-Vale, señor...
-Señor D, director de este campamento de mocosos malcriados.
-¿La D significa algo?-pregunté.
El me miró mal por preguntar.
-Es la D de Dioniso.
-Dioniso. El dios griego del vino, el teatro y la fiesta.
-Sí-contestó el dios-. Ahora vete. Quirón y yo tenemos una partida de pinacle pendiente.
Pero en ese momento entró Percy con una chica rubia de ojos grises que daba miedo. Y vuelta a empezar. Después de explicarle a Percy lo de los dioses y demás (tardaron un buen rato, Percy es muy cabezota), Quirón le pidió a Annabeth, la rubia, que no llevara a la cabaña 11.
-¿Por qué a la 11?-pregunté.
-Cada cabaña pertenece a un dios y en ella duermen sus hijos. Aún no os han reconocido, pero la cabaña 11, la de Hermes, os acogerá hasta que os reconozcan o os quedaréis allí y ya-explicó Annabeth.
-¿Y tú?-preguntó Percy-¿Ya te han reconocido?
-Sí, hace mucho, llevo aquí desde los siete años. Mi madre es Atenea.
Recordé lo que Lee había dicho de si sería hijo de Atenea. Si todos se parecían a Annabeth esperaba que no tuviera razón. Esa chica daba miedo.
La cabaña 11 estaba vieja y llena de gente. Por el camino había visto una de plata y otra de oro (que, sinceramente, me parecieron un poco excesivas y horteras) y pensé que por qué Hermes no le daba a sus hijos una cabaña mejor, si encima tenían que acoger a más gente.
El líder de la cabaña era Luke, un rubio de ojos azules, hijo de Hermes, de unos dieciséis años y con una cicatriz que le cruzaba la cara. Nos consiguió dos sacos de dormir y un hueco minúsculo en el suelo. Se lo agradecía, pero algo en él me daba mala espina. No sé si tiene sentido, pero sentía mentiras en él.
Sonó una caracola, señal de que era hora de cenar. Los miembros de la cabaña 11 hicimos una fila, con Percy y conmigo de últimos por ser los nuevos, y nos dirigimos al comedor. Era un pabellón al aire libre con columnas griegas.
Las mesas eran unas normales de piedra como las de cualquier sitio para hacer un picnic. Había una por cabaña y, mientras que cuatro mesas estaban vacías, la de Hermes estaba tan llena que yo cené en el suelo.
Unas dríades, espíritus de los árboles, repartieron la cena. Había barbacoa y pizza y vasos mágicos que daban la bebida que quisieras, salvo alcohol. Antes de comer todos se levantaban y echaban parte de su comida a unos braseros. Luke nos explicó que eran ofrendas para los dioses.
Yo tiré un trozo de mi pizza. No sabía a que dios ofrecérselo así que susurré:
-Esto es para todos los dioses.
Después de cenar Quirón dio unos anuncios. Algo de una partida de captura la bandera. Y luego nos obligó a Percy y a mí a levantarnos.
-Os presento a dos nuevos campistas-anunció el centauro-. Percy Jackson y Andy Williams.
En cuanto pronunció mi nombre algo brilló. Por un momento pensé que brillaba de nuevo, como la noche anterior. Pero no. Sobre mi cabeza había una especie de holograma, dorado y brillante, en el que se veía un arco y una lira. Antes de que Quirón dijera nada, un nombre salió de las profundidades de mi mente:
-Apolo.
Lo primero es lo primero: Que os ha parecido el capítulo? Os esperabais el padre divino de Andy?
Lo segundo, me gustaría responder a un comentario que una person ha dejado en esta historia. Preferiría hacerlo por privado, pero esta persona no tiene cuenta. Podéis no leerlo si queréis. (Es la parte en cursiva)
Persona desconocida: si pido reviews es porque quiero saber que opina de mi historia quien la lee. Así que muchas gracias por darme la tuya, aunque no te guste, también a mi no me gustan algunos fanfics. Pero no por eso voy a eliminar esta historia. Tengo todo el derecho a escribir aquí y puede que haya alguien que quiera leer Dividido. Y aunque no lo hubiera, seguría escribiendo, porque me gusta, porque quiero mejorar. De nuevo, gracias por tu review.
No tengo muy claro cuando podré subir el próximo capítulo, la próxima semana no podré escribir porque estoy en exámenes, pero en cuanto pueda seguré escribiendo.
Por favor, reviews y gracias por leer.
Erin Luan
