Todo lo que reconozcas pertenece a Rick Riordan.
III Me presento voluntario a una misión mortal
El dios griego del tiro con arco, la música, la poesía, la medicina, las profecías y el sol. Hijo de Zeus y Leto, gemelo de Artemisa.
Apolo.
Mi padre.
Parte buena: Lee (y bastante gente más) era mi hermano y no tendría que vivir con los de Atenea, como él pensaba.
Parte mala: Ya no estaba con Percy y la cabaña de Apolo, la número siete, era la cabaña de oro.
Cuando el holograma apareció y me reconocieron los chicos sentados en una de las mesas estallaron en vítores. Lee, el capitán de la cabaña, se acercó y me sentó con ellos.
-Bienvenido a la cabaña 7, hermanito-me dijo.
Yo no lo escuchaba. Era ya de noche y seguía despierto de milagro. Además todos me hablaban y me rodeaban. Pero conseguí ver como algunos de los hermanos de Luke se acercaban a Lee, con intención de cobrar sus apuestas, seguramente.
De nuevo me encontré el último de la fila cuando nos fuimos a la cabaña de Apolo. Lee me ayudó a buscar una litera vacía y yo me dormí nada más tocar la almohada.
A la mañana siguiente pude ver mejor el lugar en el que iba a pasar el verano. Por dentro era bastante normal. Había muchas literas y las paredes eran de madera. En los alféizares de las ventanas había unas flores que no reconocí.
Salí fuera. Mis cosas seguían en la cabaña de Hermes, tendría que ir a buscarlas más tarde. Fui al comedor. No había nadie. Me senté en la mesa de mi cabaña, disfrutando del silencio. Y me puse a recordar lo que había soñado esa noche.
Todo habían sido imágenes inconexas. Primero estaba con una criatura como la señora Dodds, en realidad era la señora Dodds, en un autobús. Luego en un tren, y Percy, Grover y Annabeth estaban allí también. Luego estábamos los cuatro en una especie de cueva gigante, frente a un palacio de piedra negra. Y por último estábamos en un playa y Percy luchaba contra un tipo vestido de motorista.
No sé cuanto tiempo estuve allí pensando, pero de pronto había gente a mi alrededor. Por la luz del sol, no debía pasar de una hora. Varios de mis hermanos (aún no lo había acabado de procesar) habían llegado. Pero nadie más.
-Sí que madrugas-me comentó un chica pelirroja. Me había fijado antes en ella, pues en la cabaña, salvo ella y otros dos chicos, todos eran rubios-. ¿Cuánto tiempo llevas aquí fuera.
-Me desperté al amanecer-reconocí-. No puedo controlarlo.
-Eso es porque nuestro padre es el dios del sol-me explicó-. Los ciclos solares afectan a nuestro cuerpo, aunque tú eres especialmente sensible.
-Tiene sentido, supongo. Gracias... ¿Cómo te llamas?
-Kayla. ¿Y tú?
-Andy.
-Venga, vamos a desayunar algo. Y luego vamos a ver que se te da bien-su sonrisa no presagiaba nada bueno.
Aun lo siento por Kayla. Me arrastró durante todo el día a probar todas las actividades para las que tenían talento los hijos de Apolo. Pues ni una se me dio bien.
En el tiro con arco demostré no tener puntería cuando le di a una chica de Ares, que me miró prometiendo venganza.
En la enfermería intenté curar a la chica de Ares. No tenía ni idea de lo que hacía y, después de que le echara demasiada agua oxigenada en la herida, fue Michael Yew (uno de mis hermanos) quien la curó.
Y del canto y la música prefiero no hablar. Después probé algunas de las otras actividades del campamento, pero fue una decepción tras otra.
Al final del día me sentía un inútil de campeonato. Encontré a Percy hablando con Grover en la orilla del lago. Resultó que a mi amigo le había ido más o menos tan mal como a mí. Al menos a él se le había dado bien ir en canoa. Yo había volcado.
Estábamos allí, consolándonos mutuamente, cuando de repente nos agarraron por detrás. Pude ver a varios chicos de la cabaña de Ares. Y allí, frente a nosotros, la chica a la que le había clavado la flecha.
Nos arrastraron hacia unos baños que había junto a la enfermería.
-En la cabaña de Ares tenemos una pequeña tradición, ¿sabíais?-nos comentó la chica- A los novatos pringados les metemos la cabeza en...
No hicieron falta más palabras, teniendo en cuenta a donde nos llevaban. Me retorcí aún más. Ya había estado en esos baños, y no eran los más limpios.
Conseguí liberarme una mano. ¿Y ahora qué?, pensé. ¿Qué podía hacer contra el chaval que me llevaba, que pesaba el doble que yo? Mi mente se puso en lo que más tarde conocería como "modo batalla".
Tanto la chica como sus secuaces debían pesar el doble que yo, pero uno estaba distraído agarrando a Percy. Mi única ventaja era mi velocidad, pero para eso tenía que soltarme. ¿Y cómo? Me quedé mirando mi mano y empecé a notar un cosquilleo. Y entonces brilló, como un pequeño sol.
La acerqué a la cara del chico y este quedó cegado y me soltó. El que tenía a Percy se distrajo y este se pudo soltar. Pero Clarisse, la chica, no cayó en la trampa. Agarró a Percy y lo llevó a los baños. La seguí.
Entré en los baños justo a tiempo para que una ola gigante me lanzara fuera. Volví a levantarme y vi el interior de los baños. Los retretes habían explotado y todo estaba empapado. Todo, salvo Percy.
-¿Estás bien?-pregunté.
-Sí-me respondió. Se acercó a mí y me dijo-. ¿Puedes... esto... apagarte, por favor?-señaló mi mano, que seguía brillando. Me concentré unos instantes y esta se apagó- ¿Cómo lo haces?
-No lo sé. ¿Cómo has hecho estallar los retretes?-él se encogió de hombros- Pregunta más fácil, ¿qué has hecho para enfadar a Clarisse?
-Ni idea. Se ha extendido el rumor de que soy un hijo de los Tres Grandes.
-¿Los Tres Grandes?
-Los tres dioses mayores. Poseidón, Zeus y...
-Plutón-contesté. Percy me miró confuso-. Perdón, Hades. Plutón es su nombre romano.
-Como se llamen. Resulta que juraron no tener hijos porque eran demasiado poderosos.
-Ya decía yo que la cabaña de Zeus estaba muy vacía.
-Es verdad. En fin que dicen que soy un hijo de uno de los Tres Grandes. Y a esa chica, Clarisse creo, no le gustó la idea. ¿Y a ti por qué te tiene manía?
-Le tiré una flecha al brazo, por error, y luego no fui capaz de curarle la herida.
En ese momento entró Annabeth y el resto de campistas. No paraban de hablar y preguntar que había pasado. Nos echaron y fueron a buscar a un hijo de Hefesto que revisara si los váteres estaban rotos o algo.
Fui a la cabaña de Hermes a por mis cosas y ropa seca. Al verme empapado varios chicos me preguntaron que había pasado, pero yo no contesté.
Al llegar a mi cabaña me cambié de ropa. Tenía algunos rasguños de haberme caído al suelo, pero nada grave. Kayla entró corriendo mientras revisaba que los chicos de Hermes no me hubieran robado nada.
-Lo que has hecho ha sido alucinante-me aseguró-. Y tú que decías que no tenías poderes de Apolo.
-¿Qué?
-Cuando te brilló la mano, es un poder que tienen a veces los hijos de Apolo.
-Kayla, cálmate, por favor-pidió Lee, que acababa de entrar-. Verás, Andy, Apolo es dios de tantas cosas que sus hijos pueden heredar poderes muy variados y nunca todos. El más común es el talento con el tiro con arco, seguido de la medicina y la música. Pero uno de los más raros es el que tú tienes.
-¿A qué te refieres?
-Antes, cuando brillaste, invocaste la luz solar-explicó Lee-. Ese es tu poder. Por eso el ciclo solar te afecta tanto, porque estás más conectado con la parte... Solar, por así decirlo, de Apolo.
-Vaya-no se me ocurría que más decir.
-Es un poder alucinante, Andy. Hace años que nadie tiene ese poder en la cabaña-comentó Kayla-. Hace que mi puntería parezca poca cosa.
-¿Qué dices? Eres la mejor arquera que conozco-respondí.
-Gracias, Andy. Sigue así y serás mi hermano favorito.
-Eh-se quejó Lee-. ¿Y yo qué?
Empezaron a pelearse en broma con almohadas. Llegaron más de mis hermanos y se unieron a la pelea. Yo también lo hice. En ese momento, creí que aquel lugar podía llegar a ser mi hogar.
Varios días más tarde fui a una clase de esgrima que daba Luke. No era el mejor con la espada, pero no se me daba mal.
El hijo de Hermes se desquitó con Percy y conmigo, por ser los novatos. Literalmente, nos dejó en ridículo. Aunque una de las veces Percy tuvo un ramalazo de inspiración y consiguió desarmarlo, siendo Luke uno de los mejores espadachines del siglo.
Por mi parte yo conseguí vencer a otro de los chicos aún inexpertos. Hay que decir que me complicaba las cosas que todas las espadas me resultaran incómodas.
Los días pasaron con tranquilidad, hasta la partida de captura la bandera. Después de cenar tuvimos que coger nuestras armas armaduras y colocárnosla. Lee vino a ayudarme a ajustar las correas de la mía, pero apenas tuvo que hacer nada. Estaba perfectamente colocada. Ni yo sabía cómo lo había hecho, solo... Lo hice.
Las cabañas que dirigían eran Atenea, el equipo azul, contra Ares, el equipo rojo. La primera se había aliado con las dos más llenas: la de Hermes y la de Apolo (¿En serio, papá?). Ares se había juntado con el resto: Deméter, Hefesto, Afrodita y Dioniso.
Lee me explicó como funcionaba rápidamente: teníamos que cruzar al lado del otro equipo y robar su bandera, a la vez que proteger la nuestra. Como un juego normal, pero con armas. También me explicó que los hijos de Apolo que eran médicos no solían participar para luego curar a los heridos, que los arqueros se quedaban vigilando la bandera, pues podían atacar desde más allá de la distancia mínima que se podía estar junto a la bandera, o los usaban de distracción.. Y los músicos usaban sus habilidades en el ataque, casi siempre como distracción.
-¿Y yo que hago?-pregunté- No soy médico, ni arquero, ni músico. Solo una lámpara portátil.
-Oye, tu poder es muy chulo, solo tienes que aprender a usarlo-repitió por millonésima vez-. Ve con Annabeth, me dijo que tenía algo pensado para ti.
Allí fui. La hija de Atenea estaba hablando con Percy. Me acerqué a ellos y Annabeth me dijo lo que tendría que hacer: patrulla de frontera.
-¿Y qué se supone que tenemos que hacer?-preguntó Percy, que tenía el mismo papel que yo.
-Os quedáis junto al arroyo y vigiláis que nadie del equipo rojo pase-contestó Annabeth.
-¿Y ya está?-pregunté yo- ¿Nos quedamos ahí de pie y ya?
-Vuestro papel es más importante de lo que parece. Atenea siempre tiene un plan. Ah, por cierto, cuidado con la lanza de Clarisse.
Dijo esas palabras misteriosa y nos dejó allí solos. Percy y yo nos dirigimos al arroyo. Quirón explicó las normas (no matar ni mutilar, no guardias a menos de seis metros de la bandera...) y el juego comenzó.
Percy y yo nos quedamos sin hacer nada unos tres minutos. Luego oí un gruñido y me invadió la misma sensación que tuve cuando el Minotauro acechaba. Luego paró y de repente apareció Clarisse y cinco de sus hermanos.
-¡Al agua, pardillos!-gritó la chica.
Se lanzaron sobre nosotros. Conseguí esquivar a uno y le di un golpe con la hoja de la espada a otro. Luego me cogieron. Clarisse me golpeó con su lanza en el pecho y noté un chispazo. Recordé en ese momento las palabras de Annabeth y las entendí. ¡La lanza de Clarisse era eléctrica!
-La bandera está por allí-dijo Percy, que estaba en la misma situación que yo, señalando hacia un punto del bosque. Me di cuenta de que nadie me había dicho donde estaba nuestra bandera.
-Ya-contestó uno de los chicos de Ares-. Pero verás, no nos importa la bandera. Lo que nos importa es quien ha ridiculizado a nuestra cabaña.
-¿Y entonces por qué no le estáis pegando una paliza a Clarisse?
Después de decir eso deseé haberme quedado callado. Clarisse volvió a clavarme la lanza y no me quedé frito porque llevaba armadura. Repitió la operación con Percy y los chicos de Ares nos lanzaron al arroyo.
Me pegué un buen porrazo contra las piedras y por un segundo me quedé aturdido. Luego empecé a tragar agua y me levanté tosiendo. Y no me esperaba lo que vi. Percy estaba dándoles una paliza a los Ares.
Antes de que pudiera reaccionar le había roto la lanza a Clarisse y los otros chavales estaban por el suelo.
Y entonces Luke entró corriendo con la bandera de equipo rojo.
-¡Era una trampa!-se lamentó la hija de Ares.
En cuanto pasó a nuestro campo con la bandera esta pasó de ser roja con un jabalí y una lanza (símbolos de Ares) a ser plateada con un cauduceo (símbolos de Hermes).
Habíamos ganado. Annabeth apareció de repente, y Percy y yo estábamos muy enfadados con ella.
-¿Tú querías matarnos o qué?-recriminé.
-¡Nos has usado de distracción!-exclamó Percy.
-Os lo dije, Atenea siempre tiene un plan.
-¡Uno en el que nos hacen pedacitos!-rebatió Percy.
-Iba a ayudaros, pero te has cargado tú solito a todos los chicos de Ares-miró el brazo de Percy-. ¿Cómo te has hecho eso?
-Es una herida de espada-respondió él.
-Era-remarqué yo. Ante nuestros ojos la herida se cerró y desapareció.
-Percy, sal del agua-pidió Annabeth.
Al hacerlo este se derrumbó.
-Madre mía. Madre mía.
-¿Qué pasa Annabeth?-pregunté.
Pero no pudo responder. La sensación volvió y me di la vuelta justo a tiempo para ver a una criatura salir de los arbustos. Era como un perro, pero gigantesco, negro como una sombra y con ojos como brasas. Quiró gritó algo que no entendí en un idioma que no era inglés.
El perro se abalanzó sobre nosotros tres y agarró a Percy con sus gigantescos colmillos.
Sin pensarlo mucho, levanté las manos hacia el monstruo. Y estas brillaron. Les siguió el resto de mi cuerpo, y pude ver como la criatura se desvanecía bajo la luz. Cuando desapareció del todo la luz se apagó y me derrumbé, agotado. Alguien me agarró antes de que mi cabeza golpeara el suelo.
Pude ver a Percy, que estaba muy herido.
-¡El arroyo!-gritó Annabeth.
Percy pareció entender y se arrastró hasta el agua. En cuanto tocó el líquido su cuerpo empezó a curarse. A los pocos segundo logró levantarse. Y sobre su cabeza apareció un símbolo verde y brillante, un tridente. Todos empezaron a arrodillarse. Y Quirón dijo:
-Salve, Perseus Jackson, hijo del dios del mar.
Al día siguiente Percy fue trasladado a la cabaña 3, la cabaña de Posedión. Y cada vez estaba más deprimido. Todos le trataban como si tuviera una enfermedad rara. Había empezado a dar clases particulares de esgrima conmigo y con Luke, porque nadie más quería estar con él.
Unos días después estaba en le enfermería, haciendo inventario (lo único que hacía bien allí dentro), cuando Percy entró y me enseñó un recorte de periódico que hablaba de la "desaparición" de Percy y su madre.
-Percy, ¿estás bien?-pregunté.
-¿A qué te refieres?-contestó él.
-A tu madre.
Su expresión lo dijo todo. No se que habría hecho si mi madre hubiera corrido esa suerte. Pero como no fuera al Inframundo a buscarla...
Al día siguiente fui a buscar a Percy por la mañana, pero Grover se me adelantó y lo llevó a la Casa Grande. Sabía que no debía seguirlos, pero me pudo la curiosidad. Escuché como Quirón le explicaba a Percy lo del rayo robado y la guerra entre Zeus y Poseidón. Ahora varias cosas tenían más sentido, como el ataque de la señora Dodds. Cuando Percy entró para subir al desván, decidí asomar por el porche a hablar con Quirón.
-Andy- saludó el centauro-. ¿Qué haces aquí?
-He escuchado la conversación que has tenido con Percy- Quirón no supo que decir, así que seguí hablando-. Lo siento, sé que no debería haber escuchado. Pero, si Percy acepta, ¿puedo ir con él?
-Eso es su decisión.
Justo en ese momento mi amigo regresó.
-¿Qué decisión?-preguntó- Hola, Andy.
-¿Qué te ha dicho el oráculo, Percy?
-Ha… ha dicho que me dirija al oeste para enfrentarme al dios que se ha rebelado. Recuperaré lo robado y lo devolveré intacto.
-Lo sabía-intervino Grover.
Quirón no parecía satisfecho.
-¿Algo más?
Percy dudó y tuve claro que sí había algo más.
-No-respondió-. Eso es todo.
Después Quirón aún estuvo hablando un rato, explicando a Percy que tendría que ir al Inframundo (en Los Ángeles), enfrentarse al Señor de los Muertos, recuperar el arma más poderosa que existe y devolvérsela a Zeus antes del solsticio de verano, en diez días.
-Y... ¿Tendré que ir solo?-preguntó mi amigo.
-No-contestó Grover-. Yo iré contigo, soy tu protector. Tengo que hacerlo o no me darán mi licencia de buscador.
Iba a preguntar que era eso de la licencia de buscador, pero Quirón habló.
-Además, hay dos voluntarios para acompañarte.
-¿Dos? ¿Quién estaría tan loco como para presentarse a una misión así?
Yo levanté la mano y Annabeth apareció de repente, gracias a esa gorra de los Yankees. Al parecer no era el único que espiaba la conversación.
-Llevo mucho tiempo esperando una misión, Sesos de Alga-espetó-. Atenea no es ninguna fan de Poseidón, pero si vas a salvar el mundo, soy la más indicada para evitar que metas la pata.
-No creo en las coincidencias. Si empezamos esto juntos es por una razón-comenté.
-Hay un problema...-interrumpió Quirón- Las Leyes Antiguas dictan que sólo puede haber tres miembros en una misión. Así que Percy tendrá que decidir.
En ese momento recordé los sueños que había tenido hacía unas semanas. Esos en los que estábamos Percy, Annabeth, Grover y yo. Recordé el palacio negro. Tenía que ser el Inframundo.
-Tenemos que ir los cuatro-aseguré.
-¿Y eso por qué?-replicó Annabeth.
-Tuve un sueño. Estábamos los cuatro en el Inframundo.
-¿Y qué pasa con las Leyes Antiguas?-preguntó Percy.
-A veces... Hay que romper algunas reglas.
Y así fue como acabé en un autobús Greyhound con mi mejor amigo, mi otro amigo que tenía patas de cabra y una hija de Atenea que daba miedo. Mi primera misión. La primera de muchas.
Y con esto termina la parte del Campamento Mestizo del primer libro. El próximo capítulo será la misión para recuperar el rayo robado.
Pesaba subir este capítulo mañana o pasado, pero la cosa es esta: estaba viendo el Mundial de Fútbol y Marruecos acaba de eliminar a España en penaltis hace como media hora. Y dije: pues voy a escribir fanfics. Así que acabé el capítulo antes de lo esperado.
En fin, espero que os esté gustando la historia y me encantaría que me dijerais vuestra opinión o ideas para la historia dejando un review
Muchas gracias por leer
Erin Luan
