Todo lo que reconozcas pertenece a Rick Rordan
VIII La cabra muerta es la única salvación.
El castigo fue limpiar los platos del banquete de Aves del Estínfalo en honor a Clarisse con lava en compañía de Percy, Tyson y Annabeth. Era realmente incómodo, porque, salvo Tyson, teníamso que llevar unos guantes y delantales especiales. Al menos sirvió para que Percy y Annabeth se reconciliaran y el hijo de Poseidón nos contara unos sueños muy raros que había tenido sobre Grover con un vestido de novia que le hablaba de una conexión de empatía y de algo que olía como el dios Pan por su magia salvaje. Cuando acabó Annabeth parecía un poco escéptica.
-Si realmente lo ha encontrado -murmuró-, y si pudiéramos recuperarlo…
-Espera un momento -dije-. Actúas como si eso que Grover ha encontrado, sea lo que sea, fuera la única cosa del mundo capaz de salvar al campamento. ¿Qué es exactamente?
-Te voy a dar una pista. ¿Qué es lo que consigues cuando despellejas a un carnero?
-¿Montar un estropicio?-propuso Percy.
-No, un vellón de cabra-respondí yo. Y entonces lo entendí-. El Vellocino de Oro. ¿Es posible?
Annabeth dejó en la lava un plato lleno de huesos de pájaro.
-Chicos, ¿os acordáis de las Hermanas Grises?
-Me parece que me he perdido esa parte-comenté. Me explicaron su aventura en un taxi infernal y luego Annabeth continuó explicando.
-Dijeron que conocían la posición de lo que andabas buscando, y mencionaron a Jasón. También a él le explicaron hace tres mil años cómo encontrar el Vellocino de Oro. Conocéis la historia de Jasón y los Argonautas, supongo.
-Pues claro.
-¡Sí! -dijo Percy-. Esa vieja película con los esqueletos de arcilla.
Annabeth puso los ojos en blanco.
-¡Oh, dioses, Percy! Eres imposible.
-¿Cómo era, pues?
-Escúchame bien. La verdadera historia del Vellocino de Oro trata de dos hijos de Zeus, Cadmo y Europa, ¿sí?, que iban a convertirse en víctimas de un sacrificio humano y suplicaron a su padre que los salvara. Zeus envió un carnero alado con lana de oro, que los recogió en Grecia y los trasladó hasta Cólquide, en Asia Menor. Bueno, en realidad sólo trasladó a Cadmo, porque Europa se cayó en el trayecto y se mató. Pero eso no importa.
-A ella sí le importaría…
-La cuestión, Percy, es que cuando Cadmo llegó a Cólquide, ofrendó a los dioses el carnero de oro y colgó el vellocino en un árbol en mitad de aquel reino. El vellocino llevó la prosperidad a aquellas tierras; los animales dejaron de enfermar, las plantas crecían con más fuerza y los campesinos obtenían cosechas abundantes. Las plagas desaparecieron, y por eso Jasón quería el vellocino, porque logra revitalizar la tierra donde se halla. Cura la enfermedad, fortalece la naturaleza, limpia la polución atmosférica…
-Podría curar el árbol de Thalia.
Annabeth asintió.
-Entonces, hay que conseguir el Vellocino-dije.
-Tienes razón, Andy. Pero el Vellocino de Oro lleva siglos perdido; montones de héroes lo han buscado sin éxito.
-Pero Grover lo ha encontrado -dijo Percy-. Salió en busca de Pan y ha encontrado el Vellocino de Oro, porque los dos irradian magia natural. Tiene sentido, Annabeth; podemos rescatarlo y salvar el campamento al mismo tiempo. ¡Es perfecto!
-No es tan fácil-vaciló Annabeth-. Tendríamos que luchar contra el peor de los cíclopes, Polifemo, y solo hay un lugar en el que pueda estar: su isla en el mar de los Monstruos.
-¿El Mar de los Monstruos?-pregunté.
-Sí, el mar donde navegaron los grandes héroes, Ulises, Eneas, Jasón...
-¿El Mediterráneo?-eso era un suicidio. Una de las primeras reglas de la legión era no ir a las Tierras Antiguas, porque allí los monstruos son demasiado fuertes.
-No. Bueno, sí… pero no.
-Otra respuesta directa, muchas gracias.
-Mira, Percy, el Mar de los Monstruos es el mar que cruzan todos los héroes en sus aventuras. Estaba en el Mediterráneo, sí, pero, como todo lo demás, ha cambiado de posición a medida que el centro de poder occidental se desplazaba.
-Como el monte Olimpo, que ahora está encima del Empire State, ¿no? O como el reino de Hades, que se encuentra en el subsuelo de Los Ángeles.
-Exacto.
-Pero un mar entero lleno de monstruos… ¿Cómo puede ocultarse algo así? ¿No verían los mortales que pasaban cosas raras, quiero decir, barcos tragados por las aguas y demás?
-Claro que lo ven. No lo comprenden, pero saben que ocurre algo extraño en esa parte del océano. El Mar de los Monstruos queda junto a la costa este de Estados Unidos, al nordeste de Florida. Los mortales incluso le han puesto nombre.
-¿El Triángulo de las Bermudas?
-El mismo.
Aunque el plan parecía un suicidio convencimos a Annabeth y decidimos proponerlo esa noche en la hoguera, delante de todo el mundo.
…
Las noches en la hoguera eran un poco depresivas. Por mucho que lo intentaran mis hermanos, la gente cantaba sin entusiasmo. Dioniso se fue pronto, murmurando algo del pinacle. Al acabar las canciones, antes de que Tántalo se pusiera a dar los avisos, Percy se levantó
-Señor-dijo. Y a Tántalo le dio un tic en el ojo.
-¿Nuestro pinche de cocina tiene algo que decir?-Percy no se dejó intimidar y nos miró a Annabeth y a mí, que también nos levantamos.
-Tenemos una idea para salvar el campamento-anunció Percy. De repente la atención de todo el mundo estaba centrada en nosotros.
-Existe algo que puede curar el árbol de Thalia: el Vellocino de Oro-dije yo.
-Y sabemos donde está. El Vellocino está en una isla del Mar de los Monstruos-explicó Annabeth-. Bastará con que alguien llegue hasta allí y lo traiga. Pero será muy arriesgado. El Vellocino está en manos del cíclope Polifemo, lo usa para atraer sátiros por el olor de su magia natural.
Los murmullos se extendieron entre los campistas. Muchos se mostraron de acuerdo con la idea. Tántalo aceptó el plan para salvar el campamento.
-Y todos sabemos quien debería ir a esta misión tan peligrosa-dijo.
No voy a mentir, pensaba que se refería a nosotros. Por nada habíamos salvado el mundo el verano pasado y además habíamos propuesto la idea. Me emocionó la perspectiva de ir los tres a salvar a Grover y al Campamento Mestizo. Mis sueños sobre ello duraron dos segundos.
-La heroína y ganadora de los laureles dorados: Clarisse.
La cabaña de Ares aplaudió y Clarisse aceptó la misión. Yo me senté y Will me consoló. La decepción se me debía de ver en la cara, o Will ya me conocía muy bien. Pero Percy no se quedó calladito.
-¡La idea ha sido nuestra!-gritó el hijo de Poseidón- ¡Salvamos el mundo! ¡Deberíamos ir nosotros!
Percy empezó a discutir con Clarisse y no aguanté. Me levanté, fui hasta Percy y lo obligué a sentarse.
-Déjalo, Percy- le pedí al oído.
-Es nuestra misión-respondió, todavía enfadado-. Pienso fugarme y ir a buscar a Grover.
-A lo mejor. Pero no ahora.
Entretanto Clarisse se levantó para ir a ver al Oráculo a la Casa Grande, mientras Tántalo nos contaba la historia de su vida fingiendo que no lo era y luego anunciaba que las arpías harían guardia por la noche.
Fue tocar la almohada y dormirme profundamente. Pero pronto me di cuenta de que no era un sueño, sino una visión. Vi a Percy en una playa hablando con... ¿Hermes? Vi un yate llamado Princesa Andrómeda y a Luke en él. Vi a Clarisse en un barco metálico lleno de zombies y una especie de boca gigante. Una explosión y Percy , Annabeth y Tyson estaban allí conmigo. Y una isla llena de ovejas y a Grover con vestido de novia. Y la visión terminó ahí.
Recordé que el año pasado nos había visto en la misión y me di cuenta de lo que significaba. Me levanté, me vestí y cogí mis cosas. Con todo el rollo de que el Campamento podía dejar de ser seguro en cualquier momento tenía una mochila con todo lo que necesitaba siempre lista. Estaba a punto de salir de la cabaña cuando oí que alguien me llamaba:
-¿Andy?-era Will.
-Qué haces despierto?-pregunté.
-Te vas a la misión-no era una pregunta.
-Por favor, no me delates. He tenido un sueño. Tengo que ir.
-Puedes confiar en mi. Pero sabrán que te has ido y te expulsarán del Campamento.
-Si conseguimos salvarlo, creo que podré vivir con ello.
-Ten cuidado-pidió Will mientras cerraba la puerta.
-Lo intentaré, hermanito. Buenas noches.
Una vez salí de mi cabaña no supe a donde ir. Entonces vi a Annabeth y Tyson salir de sus cabañas y los seguí.
-¿Adónde vais?-pregunté.
-¿No has oído a Percy gritar?-preguntó Annabeth.
Pues no. Pero a llegar a la playa Percy estaba allí con unas mochilas y perfectamente, así que dio un poco igual. Nos contó su conversación con Hermes y esa fue la prueba definitiva de que teníamos que irnos.
-Tenemos que ir a la misión-aseguré.
-No podemos llevarnos a Tyson- replicó Annabeth-. Polifemo en un... c... i... o... ¡Argh!
-C-i-c-l-o-p-e -interrumpí a Annebth, que con su dislexia era incapaz de deletrear la palabra-. Tyson se viene con nosotros. Hermes ha preparado también cosas para él.
-Solo me ha dado tres mochilas-comentó Percy.
-Yo ya llevo la mía. La tenía lista por si atacaban el campamento y tuve una corazonada al cogerla.
En ese momento las arpías sonaron muy cerca de nosotros.
-¡Hay que llegar a ese crucero!-dijo Percy, señalando un barco en el estrecho.
-¿Y como?-preguntó Annabeth.
-Hermes dijo... Dijo que mi padre me ayudaría.
-¿Y a qué esperas?
Percy se metió en el agua y dijo algo que no pudimos oír. Por un segundo pareció que no pasaría nada, pero se formaron ondas en el agua y aparecieron una especie de caballos pez.
-Hipocampos-dijo Annabeth-. Son preciosos.
-¡Ponis pez!-chilló Tyson.
Nos subimos a los hipocampos. Había uno para cada uno, y uno más grande para Tyson. Fue increíble. Rápidamente llegamos al yate. Después de que Tyson se despidiera de su hipocampo, Rainbow, subimos al barco.
El barco era alucinante, pero estaba vacío. Tyson decía que olía algo malo, es decir, monstruos. Pero necesitábamos descansar, así que buscamos una suite vacía. La puerta estaba abierta y dentro estaba todo listo para recibir alguien. Estuvimos revisando las mochilas de Hermes y hasta se había acordado de las piezas metálicas de Tyson y la gorra de invisibilidad de Annabeth.
Percy, Tyson y yo tuvimos que compartir el cuarto, porque Annabeth se quedó con el otro por ser la única chica. Así que me tocó dormir en el suelo. Aunque la alfombra era suave. Tenía miedo de dormirme, no sabía si quería tener más visiones. Por suerte al final no soñé nada.
Nos despertó una voz de megafonía dando avisos sobre una sesión de destripamiento. Y fuimos a ver que pasaba. Nos sorprendimos al ver gente, pero estaban como en un trance. Y luego estaban los monstruos. Estaban entre la gente y estos no parecían notar nada raro.
Entonces Annabeth nos metió a todos en el baño de señoras.
-Pero, ¿que?-pregunto Percy.
-Shh- respondió Annabeth. Pasaron junto al baño dos dracaena y luego oímos una voz que reconocí al instante.
-… sólo es cuestión de tiempo. ¡No me presiones, Agrius!
Era Luke, sin la menor duda. Aquella voz era inconfundible.
-¡No te estoy presionando! -refunfuñó el tal Agrius. Su voz era más grave y sonaba más furiosa-. Lo único que digo es que si esta jugada no resulta…
-¡Resultará! -replicó Luke-. Morderán el anzuelo. Y ahora, vamos, tenemos que ir a la suite del almirantazgo y echar un vistazo al ataúd.
Después de eso volvimos a la suite, cogimos nuestras cosas y nos pusimos a buscar la suite del almirantazgo. Estábamos en ese piso cuando Tyson dijo:
-Voces dentro.
-¿Qué?-preguntó Percy-¿Voces dónde?
-Dentro- Tyson señaló la puerta de la suite del almirantazgo.
-¿Puedes oír que dicen?-pregunté.
Tyson cerró los ojos como para concentrarse. Y de repente su voz se transformó en una ronca imitación de la voz de Luke:
-… la profecía nosotros mismos. Los muy idiotas no sabrán hacia qué lado ir.
Antes de que yo pudiese reaccionar, la voz de Tyson se hizo más grave y brutal, como la del otro tipo que habíamos oído hablando con Luke frente a la cafetería.
-¿Estás seguro de que el viejo hombre caballo se ha ido definitivamente?
Tyson imitó la risa de Luke.
-Ya no se fían de él. No pueden fiarse con los esqueletos que tiene en el armario. El envenenamiento del árbol ha sido la gota que colma el vaso.
Annabeth se estremeció.
-¡Para ya, Tyson! ¿Cómo lo haces? Es espeluznante.
Tyson abrió su ojo con aire desconcertado.
-Estoy escuchando.
-Sigue -le dije-. ¿Qué más dicen?
Tyson volvió a cerrar el ojo. Siseó con aquella voz brutal:
-¡Silencio!
Luego cuchicheó con la de Luke:
-¿Estás seguro?
-Sí -dijo Tyson con la otra voz-. Ahí fuera.
No tuvimos tiempo de reaccionar, solo Percy pudo decir:
-¡Corred!
Pero la puerta se abrió y salió Luke con dos guardaespaldas peludos armados.
La suite del almirantazgo sería una suite normal si no fuera por el ataúd dorado de tres metros que había en una especie de estrado. Estaba cubiertos de dibujos de matanza y masacre y emitía un aura maligna.
Luke nos pidió sentarnos. No lo hicimos.
-Bueno, Percy, hemos permitido que sobrevivieras un año más. Espero que estés agradecido. ¿Qué tal tu madre? ¿Y el colegio?
-Has envenenado el árbol de Thalia.
Él suspiró.
-Directo al grano, ¿eh? Está bien, por supuesto que envenené el árbol. ¿Y qué?
-¿Cómo te atreviste? -Annabeth parecía tan furiosa que creí que iba a explotar-. ¡Thalia te salvó la vida! ¡Nuestras vidas! ¿Cómo has podido profanarla…?
-¡Yo no la he profanado! -replicó Luke-. ¡Fueron los dioses quienes la profanaron, Annabeth! Si Thalia estuviese viva se pondría de mi lado.
-¡Mentiroso!
-Si supieras lo que se avecina entenderías…
-¡Lo que entiendo es que quieres destruir el campamento! -gritó-. ¡Eres un monstruo!
Luke meneó la cabeza.
-Los dioses te han cegado. ¿No puedes imaginarte un mundo sin ellos, Annabeth? ¿De qué sirve toda esa historia antigua que estudias? ¡Tres mil años de lastre! Occidente está podrido hasta la médula. Tiene que ser destruido. ¡Únete a mí! Podemos volver a construir el mundo partiendo de cero. Y podríamos utilizar tu inteligencia, Annabeth.
-¡Será porque tú no tienes ninguna!
Él entornó los ojos.
-Te conozco, Annabeth. Te mereces algo mejor que participar en una búsqueda inútil para salvar el campamento. La colina Mestiza será arrasada por los monstruos antes de un mes. Los héroes que sobrevivan no tendrán otra alternativa que unirse a nosotros o ser perseguidos hasta su completa...
-Cállate-interrumpí, mirándolo con furia-. Deja en paz a Annabeth. Ella ha elegido salvar vidas en vez de destruirlas, es tu problema estar en el otro bando.
-Andy, has crecido estos meses. Sabes, si había alguien que ponía en peligro mi traición eras tú, con tu poder de detectar mentiras. Por eso evitaba hablar contigo siempre que podía el verano pasado.
No respondía nada, porque lo que él quería era que hiciera una locura. Aún así, la ira me inundaba, viendo a ese maldito traidor que iba a destruir el campamento. Vi que hablaba, pero no oí lo que dijo. Y, de la nada, Tyson se lanzó sobre Luke.
Por un segundo pareció que le destrozaría la cara, pero los guardaespaldas medio oso de Luke lo protegieron. Y empezamos una pelea.
Pero era una pelea que no podíamos vencer, así que salimos del camarote y corrimos hacia uno de los extremos del barco. Los monstruos empezaron a seguirnos y aquello se convirtió en una persecución masiva. Pero llegamos al final del barco y nos rodearon. Me asomé a la barandilla para ver la caída hasta el agua, pero encontré nuestra salvación: un bote salvavidas. Lo solté y grité:
-¡Chicos, saltad!-Percy, Annabteh y Tyson me obedecieron.
En cuanto estuvimos todos en el bote, Percy creó una ola gigante que nos alejó del Princesa Andrómeda. Usando un termo con vientos regalo de Hermes nos internamos en el océano Atlántico.
Llamamos a Quirón por mensaje Iris, pero parecía que estaba en una fiesta loca y no se si entendió mucho. Una hora más tarde avistamos tierra. Era una playa con hoteles.
-¡Es Virginia Beach! -dijo Annabeth cuando nos acercamos a la orilla-. ¡Por los dioses ¿Cómo es posible que el Princesa Andrómeda haya llegado tan lejos en una sola noche? Deben de ser…
-Cinco mil treinta millas náuticas -dijo Percy.
Lo miramos asombrados.
-¿Cómo lo sabes?
-Pues… no estoy seguro.
Annabeth reflexionó un momento.
-Percy, ¿cuál es nuestra posición?
-Treinta y seis grados, cuarenta y cuatro minutos norte; setenta y seis grados, dos minutos oeste -respondió automáticamente. Luego sacudió la cabeza-. ¡Uau! ¿Cómo es que lo sé?
-Por tu padre -dedujo Annabeth-. Cuando estás en el mar, posees una orientación perfecta. Es genial.
Por su cara, a Percy no le pareció tan genial. Pero no importó, porque aparecieron los guardacostas. Así que Annabeth ordenó a Percy que nos llevara a la bahía de Chesapeake, donde conocía un escondite.
Entramos en un río y Percy dejó el bote en una orilla pantanosa. Lo escondimos entre la maleza y Annabeth nos guió hasta un montón de zarzas que resultó ser un escondite mestizo.
-¿De donde ha salido?-pregunté a Annabeth.
-¿Lo construiste tú?-preguntó Percy.
-Thalia y yo. Y Luke- no insistimos más.
Percy mandó a Tyson a buscar un supermercado, cosa que dudaba que fuera a encontrar. Nos quedamos los tres en la cabaña y comenzamos a hablar del encuentro con Luke. Fue inevitable hablar de Thalia y, cuando Annabeth iba a contarnos porque odiaba a los cíclopes, apareció Tyson con ¿una caja de dónuts?
Resultó que frente al refugio había aparecido un local de Dónuts Monstruo. Antes de entender que pasaba Annabeth nos mandó callar. Oímos un roce tras nosotros y la conocida sensación de que un monstruo andaba cerca.
Nos dimos la vuelta y vimos... Una hidra. Nos mantuvimos quietos sin desenvainar las espadas, era posible que no nos viera. Mi corazón se encogió de puro pánico al ver sus cabezas de serpiente. En una de ellas vimos la lona amarilla de uno de nuestros petates, había encontrado el refugio. Sin querer, Tyson partió una ramita. Y las siete cabezas se volvieron hacia nosotros.
-¡Dispersaos! -gritó Annabeth, y se lanzó hacia la derecha. Percy, Tyson y yo también nos apartamos y esquivamos el ácido del monstruo. Ignoré el terror y saqué mi espada. Aunque sabía que no serviría de mucho. Pero Percy no debió recordarlo, porque cortó una de las cabezas. Y de ella salieron otras dos.
No tenía muy claro como matar a la hidra. Los mitos no se decidían. Unos decían que había que cortar todas a la vez, otros que había que cortar una especial y otros más que había que quemar los muñones para que no volvieran a crecer.
Intentábamos que la hidra no nos matara, pero no éramos rivales para ella.
Entonces oí un ruido extraño: un chuc-chuc-chuc que al principio tomé por los latidos de mi corazón aterrorizado. Sonaba con tanta fuerza que hacía temblar la orilla del río.
-¿Qué es ese ruido? -gritó Annabeth, sin quitar los ojos de la hidra.
-Motor de vapor -dijo Tyson.
-¿Qué? -Me agaché y la hidra escupió su ácido por encima de mi cabeza.
Entonces, del río que teníamos a nuestra espalda, nos llegó una voz femenina muy conocida:
-¡Allí! ¡Preparad la batería del treinta y dos!
Una voz respondió algo, pero no entendí que decía excepto:
-¡Fuego a discreción!
-¡Al suelo!-gritó Annabeth, dándose cuenta una fracción de segundo más tarde que yo.
Una explosión y la hidra se deshizo, llenándonos de baba. Cuando nos levantamos vimos un barco extraño de hierro, lleno de zombis y con la bandera de Ares acercándose por el río. Una chica nos miraba desde la proa.
-¿Clarisse?-pregunté.
-¡Pringados! -dijo con una sonrisa sarcástica-. Aunque supongo que debo rescataros. Venga, subid a bordo.
Resultó que el barco era de los perdedores de la guerra de Secesión y estaba bajo el poder de Ares, que se lo había dejado a su hija para la misión. A Clarisse no le hizo mucha gracia que apareciéramos en su misión para "robarle el protagonismo" según dijo. Pero me dio igual, porque había visto que iba a pasar y que tendría que aguantarnos. Además, dijo algo del Oráculo, así que creo que su profecía nos daba la razón. En fin, que nos dejó quedarnos en su barco.
A la mañana siguiente nos despertaron con una noticia: llegábamos al Mar de los Monstruos. El motor crujía y resoplaba y Tyson no ayudaba repitiendo que el barco no estaba preparado para aguas profundas. En el horizonte se veían unas manchas oscuras. Tras unos minutos, las manchas oscuras del horizonte empezaron a perfilarse. Hacia el norte, una gigantesca masa rocosa se alzaba sobre las aguas: una isla con acantilados de treinta metros de altura, por lo menos. La otra mancha, un kilómetro más al sur, era una enorme tormenta. El cielo y el mar parecían haber entrado juntos en ebullición para formar una masa rugiente.
-¿Es un huracán? -pregunté.
-No -dijo Clarisse-. Es Caribdis.
Annabeth palideció.
-¿Te has vuelto loca?
-Es la única ruta hacia el Mar de los Monstruos. Justo entre Caribdis y su hermana Escila.
Se montó una buena discusión sobre cual sería el camino más seguro, que Clarisse terminó asegurando que podría volar a los monstruos.
-Dirección a Caribdis- ordenó la hija de Ares a los zombis confederados.
A medida que nos aproximábamos a los monstruos, el fragor de Caribdis crecía más y más. Era un horrible rugido líquido, como el váter más gigantesco de la galaxia al tirar de la cadena. Cada vez que Caribdis aspiraba, el barco era arrastrado hacia delante, entre sacudidas y bandazos. Cada vez que espiraba, nos elevábamos en el agua y nos veíamos zarandeados por olas de tres metros. Aquello no iba a salir bien. Tyson empezó a decir que había que arreglar los pistones y Percy era incapaz de calmar el mar. Hubo una sacudida mayor que las demás y entramos en el remolino.
Clarisse daba órdenes a voz en grito y los cañones se prepararon. Un marinero zombi salió a escape de la bodega y corrió hacia Clarisse. Su uniforme gris echaba humo. Su barba estaba medio quemada.
-¡La sala de calderas se ha recalentado demasiado, señora! ¡Va a estallar!
-¡Bueno, ¡baje y arréglelo!
-¡No puedo! -chilló el marinero-. ¡Nos estamos fundiendo con el calor!
Clarisse dio un puñetazo en un lado de la torreta.
-¡Sólo necesito unos minutos más! ¡Lo suficiente para tenerla a tiro!
-Vamos demasiado deprisa -dijo con aire sombrío el capitán-. Prepárense para morir.
-¡No! -bramó Tyson-. Yo puedo arreglarlo.
Clarisse lo miró incrédula.
-¿Tú?
-Es un cíclope -dijo Annabeth-. Inmune al fuego. Y sabe mucho de mecánica.
-¡Corre! -aulló Clarisse.
-¡No, Tyson! -dijo Percy agarrándolo del brazo-. ¡Es demasiado peligroso!
-Déjalo ir, Percy- le obligué a soltar a su hermano-Tiene que hacerlo.
-Puedo hacerlo-aseguró Tyson, y se fue tras el zombi.
Nos acercamos a Caribdis, una boca enorme y asquerosa. Y Clarisse gritó:
-¡Fuego!
Disparó contra el monstruo varias veces, pero era inútil. De repente el motor cobró vida, Tyson lo había arreglado. Pero entonces Caribdis empezó a escupir. Salimos volando en una ola de quince metros. El barco se rompía y Tyson no había salido de la bodega.
-¡Hay que rescatar a Tyson!-gritó Percy.
-¡Yo lo haré, Percy! ¡Tú evita que el barco vuelque!-respondí.
Me dirigí hacia la bodega. Vi cabezas de serpiente llevarse a varios zombis. Escila. Las ignoré o entraría en pánico. Llegué a la sala de máquinas. El calor era insoportable. Vi a Tyson allí, intentando que no se cayera todo en pedazos.
-¡Tyson!-llamé. Él se giró y me miró con su único ojo.
El barco explotó. Salí volando por los aires. Solo veía el mar, el cielo y trozos de metal. Uno de esos trozos me dio en la cabeza, y ya no vi nada.
Y aquí estamos, ya en el mar de los Monstruos. Probablemente en el próximo capítulo o dos acabe con este libro.
Suerte que hoy es festivo, porque un lunes normal no habría podido subir el capítulo. Feliz día del Trabajo!
Si te está gustando esta historia, me encantaría saberlo, es tan fácil como dejar un review y para mí es una alegría
Erin Luan
PD Nunca me había dado cuenta de todas las cosas que se celebran los días 1
