Todo lo que reconozcas pertenece a Rick Rordan
IX De isla en isla por el mar de los Monstruos.
Por un segundo pensé que estaba muerto. Luego me di cuenta de que no, porque el lugar donde estaba no se parecía en nada al Inframundo.
Era un playa de arena fina, desde donde estaba solo se veía el mar. Intenté levantarme, pero me mareé y volví a tumbarme. Me dolía todo en general, sobre todo la cabeza del golpe que me había dejado inconsciente.
-Pero, ¿qué?-preguntó una voz de mujer.
Me di la vuelta y vi a una chica de unos quince o dieciséis años, con pelo y ojos color caramelo, vestida con una túnica de la Antigua Grecia o Roma.
-¿Estás bien?-preguntó.
-Más o menos. ¿Dónde estamos?-pregunté.
-Estás en mi isla-respondió ella-. ¿Como te llamas?
-Andy. ¿Y tú?
-Calipso.
En su momento no recordé de que me sonaba su nombre. Calipso me ayudó a levantarme y me llevó casi a rastras hasta una cueva en el centro de la isla, cruzando por unos preciosos jardines. Allí me hizo sentarme en una cama, me vendó la cabeza y me dio un plato de estofado que estaba muy rico.
No sé cuanto tiempo pasé allí con Calipso, era difícil medir el tiempo en la isla. Era muy agradable. Me curó y me ayudó. Pude pasear por toda la isla, cubierta por completo de jardines extraordinarios plantados por ella. También tenía un huerto, en el que recogimos tomates. Me preguntaba cuanto tiempo llevaba allí.
Calipso me sonaba de algo, de algún mito. Pero no pude recordarlo hasta una noche. Tuve un sueño. Estaba Calipso con unas niñas pequeñas muy parecidas entre ellas. Jugaban todas juntas y las llamaba hermanas. Todo parecía feliz. Me di cuenta de que eran imágenes del pasado de Calipso. Entonces entraba un hombre enorme y le decía a las niñas que los dioses habían declarado la guerra a los titanes.
Después aparecía Calipso vestida en una armadura y luchaba contra una diosa que creí reconocer como Hera. Pero los titanes perdían la guerra. Y entonces vi a Zeus con los dioses alrededor, y Calipso parecía pequeña ante ellos.
-Por haber luchado en el bando de los titanes- decía el rey de los dioses-, serás condenada al exilio eterno el la isla mágica de Ogigia. Pero no estarás sola. Cada un tiempo llegarán héroes a tu isla y os enamoraréis. Y ellos tendrán que elegir entre ti y el resto de su vida.
Calipso lloraba ante su condena, pero no decía nada.
La escena desapareció. Y la siguiente supe que era una visión del futuro.
Una mano, de piel cobriza y cubierta de hollín, tendida a Calipso. Una voz de chico desconocida que decía:
-Entonces, ejem... ¿Quieres irte de esta isla?
Calipso levantó la vista para mirar al chico, pero me desperté antes de poder ver quien era.
Estaba tumbado en la arena de la playa. Me había quedado dormido mirando el mar, pensando como podría volver. El campamento seguía en peligro, eso si no era demasiado tarde. No sabía que podría haber pasado con Percy, Annabeth, Clarisse y Tyson. Me levanté y corrí a buscar a Calipso. Iba descalzo y vestido con unos pantalones y una camisa de tela ligera hechas por ella. La encontré cuidando un rosal, cerca de la cueva.
-Ya sé quien eres-dije-. Eres Calipso la hija de Atlas, la que condenaron a la isla de Ogigia. Eres la Calipso de la historia de Ulises.
Suspiró y me miró.
-Esa soy yo-respondió ella apenada-. Has tardado en darte cuenta. Lo siento.
-¿Por qué lo sientes? Tú no tienes la culpa de haber luchado en el bando de tu padre. Es lo mismo que hago yo-pensé en voz alta.
-Ya lo sé, pero los dioses no piensan igual, Andy. Pero no es eso. Lo siento porque no podrás salir de la isla.
-¿Cómo que no podré salir?
-Ya tengo experiencia en enamorarme y sé que no es eso lo que siento por ti. Contigo es distinto, es...
-Como si fuera tu hermano.
-Exactamente. ¿Cómo lo has sabido?
-Porque me siento contigo igual que con mis hermanos. Y por un sueño que tuve. Estabas tú con tus hermanas.
-Las Hespérides- señaló Calipso.
-Y tu comportamiento con ellas era igual que conmigo.
Calipso empezó a llorar. Me acerqué a ella.
-¿Qué pasa?
-Yo... Hacía muchísimo que no pensaba en mis hermanas. Lo último que supe de ellas fue cuando Hermes me contó que Zöe había dejado a las demás y se había hecho cazadora de Artemisa. Pero eso fue hace siglos.
Decidí no decirle que seguramente fueran milenios. Solo la abracé.
Me hice a la idea de que me quedaría para siempre en Ogigia. Por eso me pilló por sorpresa cuando, en medio de la cena una balsa de troncos apareciera en la orilla.
-¿Qué?-chilló Calipso.
-¿Qué pasa? ¿Qué es esa barca?
-Tu salida de aquí.
-¿Puedo irme? Pero no te has enamorado...
-La hermandad es un tipo de amor. Creo que mi maldición lo acepta, porque me dolerá cuando te vayas-explicó-Necesitarás esto-uno de sus sirvientes invisibles trajo mi espada-. Buena suerte. La balsa te llevará a donde debes estar.
-Pero... Yo...
-No digas nada. No hace falta.
-Sí que hace falta-cogí aire-. A veces... A veces tengo visiones del futuro y tuve una estando aquí. Alguien volverá a por ti y te sacará de la isla. Sólo quería decírtelo.
-Nadie puede llegar dos veces a Ogigia. Es imposible-noté que quería creer en mis palabras.
-Pues será alguien extraordinario. Y espero seguir vivo el día que eso suceda, para volverte a ver-aseguré, ya subido en la balsa. Esta empezó a irse.
-Adiós, Calipso- grité mientras me alejaba de la orilla.
-Adiós, hermanito-respondió ella.
La balsa se adentró en el mar. Me dormí acunado por las olas.
Me desperté a tiempo para contemplar el amanecer tras una isla con forma de silla de montar cortada por la mitad. Parecía un paraíso, la típica isla a la que los millonarios van cada año y el resto solo imaginamos.
Empecé a rodear la isla y encontré un bote salvavidas. Me desilusioné al ver que estaba vacío. Entonces apareció un enorme barco pirata tras la isla. Y en él iban dos personas.
-¡Percy, Annabeth!-grité para que me vieran. Ellos también comentaron a gritar.
Bajaron una escalera y subí a su barco. Nos abrazamos con fuerza.
-No me creo que sigas vivo-dijo Annabeth-. Estabas en las caldera cuando el barco explotó. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
-Es una larga historia. ¿Y vosotros?
-También es una larga historia- Percy y Annabeth se miraron, incómodos-. ¿Sabes si Tyson...?
Negué con la cabeza, para decepción del hijo de Poseidón.
-¿Y ese bote salvavidas? Es del barco de Clarisse.
-No lo sé, acabo de llegar. ¿Dónde estamos?
-Treinta, treinta y uno, setenta y cinco, doce. La isla de Polifemo.
-¿Y como subimos hasta arriba?
Percy señaló el acantilado que había tras nosotros. No iba a ser divertido.
Cuando llegué arriba me sangraban un poco las plantas de los pies. No había sido difícil subir, pero seguía descalzo.
-¿Qué pasó con tus zapatos?-preguntó Annabeth.
-Volaron en la explosión. Me quedé inconsciente y cuando desperté ya no los tenía-expliqué.
Una vez en lo alto nos asomamos a unas piedras y encontramos una escena muy extraña. Un cíclope gigantesco y con el ojo medio blanco atizaba el fuego, sobre el cual estaba colgada Clarisse. Y Grover miraba todo con un vestido de novia.
-Serás un banquete estupendo-aseguró el cíclope, Polifemo-. Espero que tengas hambre, mi querida novia.
-¿Cómo que novia?-dijo Clarisse-. ¿Grover? Pero si ese es un sátiro.
Polifemo agarró a Grover y le quitó el velo y se dio cuenta de que Clarisse tenía razón.
-¡Me has engañado!-rugió Polfemo-. ¡No eres una cíclope! Voy a comerte, sátiro.
-Pero no me puedes comer crudo. Te sentará fatal. Sé una receta buenísima para comer sátiros. Con salsa de mango. ¿Por qué no vas al bosque a por unos mangos?-propuso Grover.
-Suena bien. Será un banquete delicioso.
-¿Todavía te vas a casar? ¿Y quién será la novia?-preguntó Clarisse, y Polifemo la miró-. No, no, no, no. Ni se te ocurra.
Pero Polifemo la desató y la metió con Grover en la caverna. Luego se marchó a buscar mangos.
-¿Ahora que hacemos? Es enorme, ¿como vamos a vencerlo?
-Con astucia-respondió Annabeth.
El cíclope volvió varios minutos más tarde. Empezó a guiar a su rebaño de ovejas hasta la cueva. Lo que no sabía era que Percy y yo estábamos escondidos debajo de dos. Las ovejas eran enormes y su lana era gruesa, con lo que no tuvimos mucho problema para ir colgados de ellas. Por fin las ovejas llegaron arriba y entramos en la cueva. Polifemo estaba a punto de cerrar con un piedra enorme cuando se oyó un voz:
-¡Eh, bicho horrible!
-¿Quién ha dicho eso?-preguntó Polifemo dándose la vuelta.
-¡Nadie!-gritó Annabeth con su gorra de invisibilidad puesta.
El cíclope se enfadó muchísimo y tiró la piedra de la entrada de la cueva a donde había sonado la voz. Por suerte Annabeth se había movido.
-¡Ni siquiera sabes tirar piedras, inútil!-gritó Annabeth de nuevo.
-¡Voy a matarte!
-¡No puedes matar a Nadie! ¡Ven a buscarme!
Polifemo corrió ladera abajo siguiendo su voz. El truco de Annabeth había funcionado, usar el nombre falso que le había dicho Ulises, Nadie.
Percy y yo nos bajamos de las ovejas y nos pusimos a buscar a Grover y Clarisse. Los encontramos en un cuarto con un telar, Grover intentado cortar las cuerdas que ataban a la chica. Ambos se sorprendieron al vernos.
-¡Percy! ¡Andy!-exclamó Clarisse-. ¿Vosotros dos no habíais volado por los aires?
Pero no pudimos responder, porque Grover se lanzó sobre nosotros en un abrazo cabruno.
-¡La conexión de empatía funcionó! Recibiste mis mensajes.
-Sí, amigo. Y venimos a sacaros de aquí-contestó el hijo de Poseidón.
-¿Cómo habéis esquivado al cíclope?-preguntó Clarisse.
-Nadie lo está distrayendo-contesté.
Desatamos a Clarisse y entonces oímos un grito. Annabeth. Salimos de la cueva y vimos que el cíclope cargaba con la hija de Atenea, medio inconsciente.
-¡He capturado a Nadie!-canturreaba.
-Vale, este es el plan. Yo lo ataco por delante y vosotros por detrás y por los lados-dijo Percy.
-De acuerdo.
Y eso hicimos. Percy aseguró ser él Nadie, no Annabeth, y así el cíclope la soltó. Grover la recogió inconsciente y la llevó a salvo. Clarisse, Percy y yo nos enfrentamos al cíclope. Realmente solo le hacíamos corte en las piernas, Percy y yo con las espadas y Clarisse con una lanza hecha con un cuerno que habían encontrado en la cueva. Pero no le hacíamos verdadero daño y en cualquier momento nos iba a atrapar.
Vimos a Grover correr hacia el puente que unía las dos mitades de la isla.
-¡Retirada!-gritó Percy, y seguimos a Grover.
Llegamos al otro lado y cortamos las cuerdas del puente. Pero demasiado tarde, pues Polifemo también cruzó. Y nos tiró a Clarisse, Grover y a mí al suelo de un golpe. Todo daba vueltas, pero vi como Percy se enfrentaba solo al monstruo. Y le dio una paliza al cíclope.
Polifemo estaba en el suelo, retorciéndose de dolor. Un golpe más con la espada de Percy y moriría. Pero el hijo de Poseidón dudaba. Grover le decía que lo hiciera, que los cíclopes no son de fiar, pero yo entendía a Percy. Allí tirado rogando por su vida, algo en el cíclope recordaba a Tyson, muerto en explosión del barco.
-No quiero matarte-dijo Percy-. Solo queremos el Vellocino de Oro.
-Está bien, llévatelo- respondió Polifemo desde el suelo.
-Voy a alejarme un paso. No hagas ningún movimiento-advirtió Percy. Polifemo asintió y Percy se movió.
Y Polifemo se movió y lo agarró.
-¡He engañado a Nadie! No te llevarás el Vellocino. ¡Voy a comerte!-se regodeó el cíclope. Pero una piedra le golpeó la garganta y lo tiró por el abismo.
-Cíclope malo-dijo un voz conocida. Todos nos dimos la vuelta sorprendidos y vimos a Tyson. Él también había conseguido sobrevivir a la explosión.
Nos explicó que el hipocampo Rainbow lo había encontrado y puesto a salvo, y luego lo había traído hasta aquí.
-¡Tenemos que ayudar a Annabeth!-dijo Percy. La hija de Atenea tenía una fea herida que le cruzaba la frente.
-¡El Vellocino!-dije yo-. Puede curarla.
Tyson fue a por él. Podía pasar entre las ovejas carnívoras de ese lado de la isla gracias a su olor a cíclope. Se lo lanzó a Percy, que bufó al cogerlo, y se lo puso a Annabeth. Su rostro recuperó el color. Le temblaron los párpados y abrió los ojos. El corte en su frente empezó a cerrarse. Pero tenía un par de costillas rotas. Clarisse cargó con ella y Tyson ahuyentó a las ovejas carnívoras, y nos dirigimos al barco de Percy y Annabeth.
Pero cuando estábamos en el agua, nadando para llegar al barco, Polifemo apareció, furioso. Ayudé a Clarisse para llevar a Annabeth al barco. Grover nos seguía. Pero Tyson y Percy se quedaron para luchar. Contra su hermano, ahora que lo pienso.
La pelea fue extraordinaria. Piedras, árboles y rocas volaban por lo aires. Olas de seis metros se alzaban a su alrededor. No podíamos intervenir en esa pelea. Al final Percy y Tyson dejaron tirado al otro cíclope y corrieron hacia el barco. Polifemo se había quedado ciego del todo y no podía seguirlos.
Y cuando estaban a punto de ponerse a salvo Clarisse gritó desde el barco:
-¡En tu cara, idiota!
Me lancé sobre Clarisse para callarla, pero ella era más fuerte que yo y me tiró al suelo. No pude volver a levantarme, las heridas de mis pies eran demasiado grandes. La hija de Ares siguió gritando, aunque Percy le ordenó callarse. Y una enorme roca cayó en el casco del barco, muy cerca de mi. Empezamos a hundirnos.
En el primer momento supe que no podría salir de allí nadando. El mar nos succionaba con fuerza, ni el mejor nadador del mundo lo habría conseguido. Así que me concentré en mantener el oxígeno. A pesar de ello la conciencia se me empezó a escapar, me hundía en la oscuridad. Aunque sabía lo que esperaba después de la muerte, ya lo había visto, en el fondo tenía miedo.
La luz volvió. Y también el oxígeno. Respiré con fuerza y el sol me deslumbró. Sonreí. Estaba vivo. Me di cuanta de que estaba sobre un hipocampo. Vi a Grover sobre otro y a Clarisse, Tyson, Percy y Annabeth con el Vellocino de Oro sobre otros dos. Nos alejábamos a toda velocidad.
Cerré los ojos de cansancio y me dejé llevar.
Cuando desperté, Percy estaba explicando que los hipocampos no nos acercarían más a la orilla por miedo a los humanos, así que tendríamos que ir nadando.
Llegamos a un muelle atestado y vimos la fecha: 18 de junio. Estuvimos diez días fuera, el árbol de Thalia estaba a punto de morir y estábamos en la otra punta del país. Mientras dejaba que la magia del Vellocino curara mis pies, los demás empezaron hablar.
-¡Todo es culpa tuya por entrometerte, Jackson! -acusó Clarisse-. Ya lo dijo el Oráculo...
-¿Cómo le echas la culpa a Percy? Él nos ha salvado a todos-rebatió Annabeth.
Las chicas empezaron a discutir, pero Percy las calló.
-Clarisse, ¿qué fue lo que te dijo exactamente el Oráculo?-pregunté.
-Navegarás en el buque de hierro con guerreros de hueso,
acabarás hallando lo que buscas y lo harás tuyo,
pero habrás de temer por tu vida sepultada entre rocas,
y sin amigos fracasarás y no podrás volar sola a casa-recitó la hija de Ares.
-Todo se ha cumplido ya salvo la última parte-comenté.
-Necesitamos dinero-dijo Percy.
-No tenemos nada-respondió Grover.
-¿Billetes verdes?-preguntó Tyson-. Yo tengo.
Y sacó trescientos cincuenta dólares de una bolsa impermeable de las que nos había dado Hermes. La había rescatado cuando explotó el barco.
Metimos a Clarisse en un taxi.
-Te vas al aeropuerto. Vuela a Nueva York y llévales el Vellocino de Oro-ordenó Percy.
-¿Y vosotros?-preguntó ella.
-Solo hay dinero para uno. Y lo dice la profecía, gracias a nosotros puedes volar sola de vuelta al campamento-dije.
-Además, esta es tu búsqueda-recordó Percy.
Y la hija de Ares se fue con el Vellocino.
-Tendremos que buscar otra forma de regresar-dijo Annabeth.
Noté como unos brazos enormes me agarraban.
-Luke- dijo Percy, mientras el hijo de Hermes le apuntaba al cuello con su espada. Sus guardaespaldas nos habían cogido a los demás-. ¿Que quieres?
-Ofreceros mi hospitalidad de nuevo.
Nos llevaron al barco, que no habíamos visto atracado en el muelle. La cubierta estaba llena de monstruos. Luke no se andó con rodeos.
-¿Y el Vellocino?
No respondimos. Él nos registró a todos, pero no encontró nada.
-¿Dónde... está... el... Vellocino?-repitió furioso.
-Aquí no-dijo Percy.
-¿Cómo...? Clarisse.
Luke se enfureció y mandó traer su caballo.
-Así que querías que te trajéramos el Vellocino y ahorrarte el trabajo de ir a buscarlo-dijo Percy.
-Pues sí, pero lo has estropeado todo, maldito enano.
Vi a Percy tirar un dracma de oro a un chorro de la piscina. Y entonces dijo:
-Así que nos has engañado a todos, incluso a Dioniso en el Campamento Mestizo.
Un mensaje Iris apareció sobre la piscina. Percy siguió hablando e hizo que Luke contara todo su plan, como envenenó el Pino de Thalia para que fuéramos a buscar el Vellocino de Oro y luego robarlo para revivir a Cronos. Y en el mensaje Iris el dios del vino lo escuchó todo, y con él Tántalo y todos los campistas.
-¿Y Quirón no tuvo nada que ver?-preguntó Percy.
-Por supuesto. Fui yo y lo sabes, ¿por qué lo vuelves a preguntar?-el hijo de Hermes se empezaba a a hartar de Percy.
-Para que le quede claro a todos-contestó Percy con una sonrisa.
Y entonces Luke se dio la vuelta y vio a todos los que escucharon su confesión. Con su espada atravesó el mensaje Iris, que se desvaneció. Y entonces llegaron unos guardias y rodearon a Luke y Percy.
-Uno contra uno, Luke. Vamos, ¿de qué tienes miedo?-retó el hijo de Poseidón.
-No vas a engañarme para que luche contigo. Además ya te vencí y volvería a hacerlo.
-Así que tienes miedo.
Luke se lanzó sobre Percy. Sabía que nuestro amigo hacía todo esto para darnos tiempo de escapar, pero no veía como. Me agarraban los brazos, no podía coger mi espada. Percy tenía una herida en la pierna que no le dejaba levantarse y Luke iba a rematarlo, cuando se lió todo.
Flechas empezaron a llover sobre los monstruos, incluido el que me tenía cogido. Saqué mi espada. Llegaron una docena de centauros que parecía que llegaran de una fiesta, con Quirón al frente. Y montaron tantísimo caos que estaban destruyendo el ejército de Luke.
Fui a por Percy y le ayudé a arrastrarse hasta la piscina, y el agua le curó la herida de la pierna hasta poder levantarse. Los centauros nos sacaron de allí cuando los monstruos comenzaban a contraatacar.
Los monstruos nos siguieron por las calles, pero los centauros empezaron a acelerar y todo se volvió borroso. Cuando los contornos volvieron estábamos en un aparcamiento de caravanas. Mientras los centauros celebraban, Quirón nos explicó que había estado allí esperando por si aparecíamos y por suerte pudo llegar a salvarnos. Y también que los centauros pueden correr muchísmo más rápido que un caballo y que un coche.
Y así fue como volvimos al campamento. Allí estaban todos destrozados y mis hermanos haciendo turnos extra en los turnos extra de la enfermería. Por suerte habían despedido a Tántalo y Quirón volvía a su puesto.
En cuanto Clarisse cubrió la rama más baja del pino con el Vellocino de Oro, la luna pareció iluminarse y pasar del color gris al plateado. Una brisa fresca susurró entre las ramas y empezó a agitar la hierba de la colina y de todo el valle, todo pareció adquirir más relieve: el brillo de las luciérnagas en los bosques, el olor de los campos de fresas, el rumor de las olas en la playa.
Poco a poco, las agujas del pino empezaron a pasar del marrón al verde. Todo el mundo estalló en vítores. La transformación se producía despacio, pero no había ninguna duda: la magia del Vellocino de Oro se estaba infiltrando en el árbol, lo llenaba de nuevo vigor y expulsaba el veneno.
Las semanas siguieron con normalidad. Se organizó otra carrera de carros, en la que volví a participar. Pero Percy y Annabeth me tiraron a mí y a Michael, mi compañero, con un artilugio extraño construido por Tyson. Y gracias también a un escudo hecho por Tyson ganaron la carrera.
Grover se quedó todo el verano antes de irse para seguir buscando a Pan. Pero el que se marchó fue Tyson, a trabajar en el palacio de Poseidón con los otros cíclopes.
La misma noche de la marcha de Tyson me despertó el ruido de pasos por la cabaña.
-¿Qué...?-pregunté medio dormido.
-Ha aparecido un chica junto al pino- respondió Kayla-. Salió de la nada.
Me levanté con los demás y fui para allí. Por el camino vi a Annabeth llorando.
-¿Estás bien?
-No, Andy. Ella... Ella... Estaba muerta...-no pudo seguir. Una idea loca se abrió paso en mi mente.
Corrí más rápido para llegar al pino. Y, como todos, pude ver a Percy ayudar a una chica de ropa de cuero, pelo corto y negro y ojos azules, muy azules.
-¿Cómo te llamas?-preguntó él.
-Me llamo Thalia -dijo-. Hija de Zeus.
Y así terminamos con el Mar de los Monstruos.
Aún no vamos directamente con la maldición del titán, pero eso ya lo veréis dentro de un mes.
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Gracias por leer
Erin Luan
