Todo lo que reconozcas pertenece a Rick Rordan
XII Las cazadoras salvan el día.
Una lluvia de flechas plateadas se abalanzó sobre la mantícora. Espino intentó defenderse, pero no fue capaz. Percy intentó atacarlo, pero no estaba tan indefenso como parecía y lo esquivó. Entonces salieron del bosque las arqueras. Eran chicas: una docena, más o menos. La más joven tendría diez años; la mayor, unos catorce, igual que Percy y Annabeth.
Iban vestidas con parkas plateadas y vaqueros, y cada una tenía un arco en las
manos. Avanzaron hacia la mantícora con expresión resuelta.
-¡Las cazadoras! -gritó Annabeth.
Thalia murmuró:
-¡Vaya, hombre! ¡Estupendo!
No tuve tiempo de preguntarle por qué lo decía. Una de las chicas mayores se aproximó con el arco tenso. Era alta y grácil, de piel cobriza. A diferencia de las otras, llevaba una diadema en lo alto de su oscura cabellera, lo cual le daba todo el aspecto de una princesa persa.
-¿Permiso para matar, mi señora?
No supe con quién hablaba, porque ella no quitaba los ojos de la mantícora.
El monstruo soltó un gemido.
-¡No es justo! ¡Es una interferencia directa! Va contra las Ley es Antiguas.
-No es cierto -terció otra chica, ésta algo más joven tendría mi edad, trece años. Llevaba el pelo castaño rojizo recogido en una cola. Sus ojos, de un amarillo plateado como la luna, resultaban asombrosos. Tenía una cara tan hermosa que dejaba sin aliento, pero su expresión era seria y amenazadora-. La caza de todas las bestias salvajes entra en mis competencias. Y tú, repugnante criatura, eres una bestia salvaje. -Miró a la chica de la diadema-. Zoë, permiso concedido.
-Si no puedo llevármelos vivos -refunfuñó la mantícora-, ¡me los llevaré muertos!
Y se lanzó sobre Thalia y Percy, sabiendo que estaban débiles y aturdidos.
-¡No! -chilló Annabethy cargó contra el monstruo.
-¡Retrocede, mestiza! -gritó la chica de la diadema-. Apártate de la línea de fuego.
Ella no hizo caso. Saltó sobre el lomo de la bestia y hundió el cuchillo entre su melena de león. La mantícora aulló y se revolvió en círculos, agitando la cola, mientras Annabeth se sujetaba como si en ello le fuese la vida, como probablemente así era.
-¡Fuego! -ordenó Zoë.
-¡No! -grité.
Pero las cazadoras lanzaron sus flechas. La primera le atravesó el cuello al monstruo. Otra le dio en el pecho. La mantícora dio un paso atrás y se tambaleó aullando.
-¡Esto no es el fin, cazadoras! ¡Lo pagaréis caro!
Y antes de que alguien pudiese reaccionar, el monstruo -con Annabeth todavía en su lomo- saltó por el acantilado y se hundió en la oscuridad.
-¡Annabeth! -chilló Percy.
Entonces oímos un tableteo y todos nos giramos hacia el helicóptero. Metralletas, tenían metralletas. La mayoría de las cazadoras se dispersaron rápidamente mientras la nieve se
iba sembrando de pequeños orificios. Me puse delante de Nico y Bianca, en un intento estúpido de protegerlos de los disparos. Pero la chica de pelo rojizo levantó la vista
con mucha calma.
-A los mortales no les está permitido presenciar mi cacería -dijo.
Abrió bruscamente la mano y el helicóptero explotó y se hizo polvo. No, polvo no: el metal negro se disolvió y se convirtió en una bandada de cuervos que se perdieron en la noche.
Las cazadoras se nos acercaron. La que se llamaba Zoë se detuvo en seco al ver a Thalia.
-¡Tú! -exclamó con repugnancia.
-Zoë Belladona. -A Thalia la voz le temblaba de rabia-. Siempre en el momento más oportuno.
La tal Zoë nos miró con superioridad antes de decir:
-Cinco mestizos y un sátiro, mi señora.
-Campistas de Quirón- respondió la chica de pelo rojizo, que de alguna manera me resultó familiar.
-Tenemos que salvar a Annabeth- gritó Percy, acercándose al acantilado-. Ahí abajo está el mar, puedo...
Pero se detuvo cuando varias cazadoras lo agarraron.
-Lo siento, Percy Jackson. Estás demasiado débil, no podemos hacer nada por ella.
-¿Quién lo dice? ¿Tú?
Zoë se adelantó, enfadada, pero la otra chica la detuvo.
-No es una falta de respeto. No comprende que está pasando. Yo soy Artemisa, diosa de la caza.
-Ah... Bueno-fue la gran respuesta de Percy.
Yo me quedé mirando a la chica. Artemisa es la hermana gemela de Apolo, así que ella era... Mi tía. Era raro, porque parecía tener mi edad. Grover estaba más impresionado.
-¡Gracias, señora Artemisa! Es usted tan… tan… ¡Uau!
-¡Levanta, niño cabra! -le soltó Thalia-. Tenemos otras cosas de que preocuparnos. ¡Annabeth ha desaparecido!
-¡So! -dijo Bianca-. Momentito. Tiempo muerto.
Todo el mundo se la quedó mirando. Ella nos fue señalando, uno a uno, como si estuviera repasando las piezas de un rompecabezas.
-¿Quién… quiénes sois todos vosotros?
-Creo que os debemos una buena explicación-dije-. Vamos a empezar de nuevo. Hola, me llamo Andy Williams. ¿Y vosotros?
-Bianca di Angelo.
-Nico di Angelo.
-Encantado. Bien, soy hijo de un dios... griego-por un momento estuve a punto de decir romano-. Igual que vosotros.
-¿Qué? ¿Cómo que nosotros?
-¿Dioses griegos?
-Sí, soy hijo de Apolo-. Los ojos de Nico se abrieron como platos.
-¡Eso es imposible! No puedes estar hablando en serio-dijo Bianca.
La expresión de Artemisa se ablandó.
-Está diciendo la verdad, querida. Los dioses griegos somos reales y todavía seguimos aquí. Y algunos, como mi hermanito, se dedican a tener hijos con mortales- me fulminó con la mirada-. Dime, ¿quiénes son tus padres?
-No tengo padres-respondió Bianca-. Nico y yo solo nos tenemos el uno al otro. Alguien paga nuestra educación, pero...
Nuestras caras le dijeron que nadie se creía eso. Artemisa se acercó a ella.
-Ven conmigo. Tengo varias cosa que explicarte.
Bianca empezó a seguirla y yo pregunté.
-¿Y Nico?-la diosa me fulminó-. Él también necesita que le expliquen...
-Es un varón-dijo la diosa, e hizo que sonara como un insulto-. No tengo nada que hablar con él. Explícale tú lo que quieras-de nuevo se iba a ir, pero se dio la vuelta y dijo-. Thalia Grace y Percy Jackson, venid también. Tenemos que hablar-aunque no parecía que le hiciera mucha gracia.
Y se fueron a una de las tiendas plateadas que las cazadoras habían montado mientras hablábamos. Yo me quedé con Nico y Grover. Y entre los dos tuvimos que explicarle a Nico el nuevo mundo en el que le tocaba vivir. Tenía muchas preguntas y intentamos responder, hasta que hizo "la pregunta".
-¿Y qué dios es mi padre?
-Eso es difícil de saber. Realmente sólo puedes saberlo si tu padre o madre divino te reconoce, y hay mestizos que llevan años esperando una señal de sus padres-expliqué-. Pero se puede intentar adivinar.
-¿Puedes intentarlo?
-Supongo. ¿El dios es tu madre o tu padre?
-Mi madre murió cuando yo era pequeño. Desde entonces solo hemos estado Bianca y yo, yendo de un colegio a otro después de que nos explusaran. Pero de mi padre no sé nada-explicó Nico.
-Entonces es tu padre, supongo-miré a Nico con atención-. No sé quien puede ser, la verdad. No te pareces a ningún semidiós que conozca...
-Se parece a ti-dijo Grover de repente. Los dos nos lo quedamos mirando-. Un poco. En la forma de la cara, en como os movéis, al hablar... Nico es como tú, pero con diez años y el pelo negro.
-¡Tengo once!-se quejó Nico.
-¿A mí? Entonces, ¿hijo de Apolo?-fruncí el ceño- No sé por qué, pero estoy seguro de que no.
En ese momento nuestros amigos salieron de la tienda de campaña. Bianca llamó a Nico y se alejaron para hablar. Noté algo distinto en ella.
Percy se acercó con cara de mala leche.
-Bianca se ha unido a las cazadoras-respondió, cuando Grover le preguntó que le pasaba.
-¿Qué?-se sorprendió el sátiro.
-Tanto trabajo para perder a una de los dos-se lamentó Thalia-. ¡Hemos perdido a Annabeth!
-Esperad, que no me estoy enterando. ¿Qué significa que Bianca se haya unido a las cazadoras?
Me explicaron las normas de la Caza de Artemisa, y también que se venían al Campamento con nosotros, ya que Artemisa se iba a una extraña misión en solitario.
-¿Me estás diciendo que Bianca ha abandonado a Nico?-pregunté, indignado-. Tanto "solo nos tenemos el uno al otro" para dejarlo tirado a la primera de cambio. ¿Cómo ha podido?
-Así son las cazadoras-dijo Thalia, con un rencor que no conocía-. No piensan en lo que dejan atrás, sobre todo si son chicos.
Pero mi mirada se fue hacia los hermanos di Angelo. Ella le hablaba y él lloraba. Me acerqué a ellos y, cuando Nico me vio, se lanzó a mis brazos. Yo lo abracé. Estaba llorando y no paraba de temblar.
-Lo siento, Nico- le dije al oído-. Nosotros seremos tu familia.
-¿De verdad?
-Lo intentaremos.
Bianca abrió la boca, pero la interrumpí.
-No digas nada. Ya has elegido tu camino y este te separa de tu hermano. Lo respeto, pero ya no hay vuelta atrás, así que déjalo ir.
Nunca supe que iba a decir Bianca. Porque en ese momento el sol aterrizó en el prado donde las cazadoras ya habían acabado de recoger sus tiendas.
La nieve se derritió a nuestro alrededor y la luz nos cegó. Pero enseguida se apagó y vimos un coche de lujo (no tengo ni idea de coches, pero estaba bastante claro) de brillante color rojo. El conductor bajó sonriendo y no supe si reír, llorar, esconderme tras un árbol o qué.
Parecía tener diecisiete o dieciocho años. Tenía un aspecto saludable, un brillante pelo rubio y una sonrisa juguetona. Iba con vaqueros, mocasines y una camiseta sin mangas.
No podía estar pasando. Sentía la cara completamente roja, pero no por el calor que desprendían el coche y su dueño, si no por la vergüenza.
-Dime que no es...-rogué a quien pudiera escuchar.
-¡Hermanita! -gritó. Si hubiera tenido los dientes un pelín más blancos nos habría cegado a todos-. ¿Qué tal? Nunca llamas ni me escribes. Ya empezaba a preocuparme.
Artemisa suspiró.
-Estoy bien, Apolo. Y no soy tu hermanita.
-¡Eh, que yo nací primero!
-¡Somos gemelos! ¿Cuántos milenios habremos de seguir discutiendo…?
-Bueno, ¿qué pasa? -la interrumpió-. Tienes a todas las chicas contigo, por lo que veo. ¿Necesitáis unas clases de arco?
Artemisa apretó los dientes.
-Necesito un favor. He de salir de cacería. Sola. Y quiero que lleves a mis compañeras al Campamento Mestizo.
-¡Claro, cielo…! Un momento. -Levantó una mano, en plan "todo el mundo quieto"-. Siento que me llega un haiku.
Las cazadoras refunfuñaron. Por lo visto, ya conocían a Apolo. Él se aclaró la garganta y recitó con grandes aspavientos:
Hierba en la nieve.
Me necesita Artemisa.
Yo soy muy guay.
Nos sonrió de oreja a oreja. Sin duda, esperaba un aplauso. Yo quería morirme de vergüenza. Había imaginado muchas veces como sería mi padre, sobre todo de pequeño, pero había dejado de hacerlo cuando descubrí quien era. Los mitos no lo dejaban en muy buen lugar. Al verlo haciendo el gilipollas y recitando haikus malos no podía imaginar cómo mi madre se había fijado en él o que fuera mi padre.
Perdido en mis pensamientos no me enteré que pasaba. Hasta que Percy me empujó a subir al carro de sol, que se había convertido en un autobús escolar. Cuando pasé delante de él, Apolo me miró y luego vi el reconocimiento en sus ojos.
-¡Eh, tú eres uno de mis críos!-exclamó. Yo me estaba planteando saltar por el acantilado.
-Sí, soy Andy Williams.
-Andy... -perdió la sonrisa y entonces me preocupé-. Tú. El hijo de Judite. ¿Qué haces aquí?
-Estaba en una misión-respondí. Me giré-. Vamos, Nico.
El semidiós me siguió mientras entrábamos en el autobús. Notaba mis mejillas más calientes que el sol. Y eso que estaba subido en él. Las cazadoras se sentaron al fondo del bus. Nosotros nos pusimos delante. Nico me preguntó:
-¿Ese es tu padre?
-Me temo que sí-respondí.
-Me lo esperaba distinto-dijo Percy-. Más... En fin, más parecido a ti.
-Salí a mi madre, supongo.
-¡Salvo por el pelo!-exclamó Grover, y todos se rieron.
En ese momento deseé poder recuperar mi viejo gorro negro esconderme debajo de él. Pero hacía una año y medio que lo había perdido, luchando contra el Minotauro. No había vuelto a pensar en él.
El viaje continuó con calma. Mi padre hablaba con todos salvo conmigo, y no tenía muy claro si enfadarme a agradecérselo. Todo se torció cuando puso a Thalia al volante y acabamos por estrellarnos en el lago del Campamento Mestizo.
Es noche tuvimos Captura la Bandera especial contra las cazadoras. En las pocas horas que llevaban allí se habían ganado varios enemigos entre los campistas, y todos querían darles una paliza. Pero nuestro equipo hacia aguas por todos lados, empezando por los capitanes.
Me di la vuelta un segundo y al siguiente Thalia y Percy estaban a punto de matarse el uno al otro.
-¿Queréis parar?-pregunté-. Os estáis comportando como niños de cinco años. Si queremos ganar tenemos que tomarnos esto en serio, las cazadoras son mejores que nosotros. Da igual quien sea el líder, pero necesitamos un plan.
Ellos se miraron avergonzados, pero llegaron a un acuerdo con la mirada.
-Creo que lo mejor será que tú seas el capitán, Andy- dijo Percy.
-¿Yo? ¿Por qué?
-¿Y por qué no?-respondió Thalia-. Puedes hacerlo.
-Está bien-cedí-. Sobre todo, necesitamos una buena estrategia.
Entre todos ideamos un plan que podría funcionar. Thalia y Percy dirigirían los dos grupos de ataque, cada uno por su lado. Su papel sería intentar llegar a la bandera, pero distrayendo todo lo que pudieran a las cazadoras. Mientras, un grupo en el que estaba yo, tendríamos que intentar llegar hasta la bandera sin que nos notaran. Un último grupo de arqueros vigilaría nuestra bandera.
-¿Seguro que quieres participar?-pregunté a Nico, que se quedaba con el último grupo. Tenía el casco más pequeño que encontramos, pero le quedaba enorme.
-Por supuesto. Tenemos que ganar a esas cazadoras.
-Lo intentaremos. Buena suerte.
Nuestro plan fracasó. Al principio iba bien, los grupos de distracción hicieron su trabajo. Pero mi grupo se encontró con una trampa casi invisible en medio del bosque y nos atraparon. Después de eso, no les costó demasiado pasar a los vigilantes y capturar nuestra bandera.
-¡Las cazadoras ganan! -anunció Quirón sin ninguna alegría. Y añadió entre dientes-: Por quincuagésima sexta vez seguida.
-Al menos lo hemos intentado-intenté animar a un enfadado Percy, cuando una figura envuelta en niebla entró en el claro.
Cuando se acercó un poco más, todos los presentes -campistas y cazadoras por igual ahogamos un grito.
-No es posible -murmuró Quirón. Nunca lo había visto tan impresionado-. Jamás había salido del desván. Jamás.
Tal vez no. Sin embargo, la momia apergaminada que encarnaba al Oráculo avanzó arrastrando los pies hasta situarse en el centro del grupo. La niebla culebreaba en torno a sus pies, confiriéndole a la nieve un repulsivo tono verdoso.
Nadie se atrevió a mover ni una ceja. Entonces su voz siseó en el interior de mi cabeza, extrañamente familiar. Los demás podían oírla también, por lo visto, porque muchos se taparon los oídos.
"Soy el espíritu de Delfos -dijo la voz-. Portavoz de las profecías de Apolo Febo, que mató a la poderosa Pitón".
El Oráculo me observó con sus ojos muertos. Vi mi reflejo en ellos. Luego se volvió hacia Zoë Belladona.
"Acércate, tú que buscas, y pregunta".
Zoë tragó saliva.
-¿Qué debo hacer para ayudar a mi diosa?
La boca del Oráculo se abrió y dejó escapar un hilo de niebla verde. Vi la vaga imagen de una montaña, y a una chica en su áspera cima. Era Artemisa, pero cargada de cadenas y sujeta a las rocas con grilletes. Permanecía de rodillas con las manos alzadas, como defendiéndose de un atacante, y parecía sufrir un gran dolor. El Oráculo habló:
Seis buscarán en el oeste a la diosa encadenada,
uno se perderá en la tierra sin lluvia,
el azote del Olimpo muestra la senda,
campistas y cazadoras prevalecen unidos,
a la maldición del titán uno resistirá,
y uno perecerá por mano paterna.
En medio de un silencio sepulcral, la niebla verde se replegó, retorciéndose como una serpiente, y desapareció por la boca de la momia. El Oráculo se sentó en una roca y se quedó tan inmóvil como en el desván. Como si fuera a quedarse junto al arroyo cien años.
Por mi mente pasaron de repente imágenes sin sentido. Un león enorme en una especie de nave espacial. Bianca llorando ante mis ojos y un gigante de metal. Una presa enorme, una chica pelirroja. Un palacio negro en una colina y Annabeth en el suelo, quizá viva, quizá muerta.
Era una visión del futuro, de la profecía que el Oráculo acababa de anunciar.
Perdón, perdón, perdón por tardar, pero no tuve tiempo antes.
En fin, en este capítulo tenemos a Bianca uniéndose a las cazadoras y a Andy muriéndose de vergüenza. Seguiremos con al maldición del titán en el próximo capítulo.
Gracias por leer y ya sabes que puedes dejar tu opinión o teoría o lo que sea en reviews.
Erin Luan
