Todo lo que reconozcas pertenece a Rick Rordan
XIX Nos fugamos de Alcatraz
Al día siguiente Jason nos avisó de que los tres tendríamos que ir a la sesión del senado. La verdad, nunca había estado en una. Lo cual era normal, porque solo iban los senadores. Suponía que tenía algo que ver con la misión que le habían dado a Jason.
Reyna, Jason y yo llegamos a la ciudad, saludamos a Término y entramos al edificio del senado. Los senadores ya estaba allí, todos vestidos con túnicas blancas. También había varios adultos de la ciudad y los pretores. No sentamos en la última grada del auditorio redondo. Amanda y Sean empezaron a hablar, explicando las noticias que yo había traído sobre Saturno y la guerra que se avecinaba.
-Es demasiado pronto para poder hacer algo -explicó Amanda-. Necesitamos saber más para decidir una estrategia.
-Pero, por ahora, hemos decidido destruir a un poderoso monstruo que ha despertado hace poco y que podría unirse al ejército del titán: el monstruo marino de Troya. -dijo Sean-. Y por eso hemos decidido ordenar una misión, a manos del centurión de la Quinta Cohorte, Jason Grace, hijo de Júpiter.
Mi amigo dio un paso adelante, colocándose frente a los senadores. Octavio, que también estaba allí, le dio una palmada de apoyo, pero su expresión desvelaba que no era el fan número uno del hijo de Júpiter. Votaron para aprobar la misión y nadie estuvo en contra lo cual, por lo que sabía, era raro.
-Una vez aprobada la misión, es hora de que elijas a tus dos compañeros -le dijo Amanda a Jason.
-Reyna Ávila Ramírez-Arellano, hija de Belona y legionaria de la Segunda Cohorte. Y André Williams Sousa, hijo de Apolo, legionario de la Quinta Cohorte y rastreador -dijo él, y tuve la sensación de que lo había estado practicando antes, parecía algo nervioso.
Reyna y yo nos levantamos y nos acercamos a él. Los senadores susurraban entre ellos. Uno habló directamente a los pretores.
-¿Es buena idea que haya dos miembros de la Quinta Cohorte?
-¿Por qué no lo sería, David? -respondió Sean.
-Bueno, los de la Quinta no suelen hacer que las cosas salgan bien...
-¿Estás dudando de las habilidades de tus compañeros? -preguntó el pretor.
El senador nos miró. O más bien miró a Jason. Casi me pareció ver algo de miedo en sus ojos.
-N-No, pretor.
-Está bien -respondió este-. ¿Tienes algún plan, centurión?
-Sí -respondió Jason-. El único que ha vencido al monstruo marino de Troya antes ha sido Ulises y fue gracias a una espada especial que había recibido de Minerva y que la diosa había bendecido. Tenemos que encontrar esa espada y usarla para vencer al monstruo, que se encuentra en la bahía de San Francisco.
-Está claro que tienes un buen plan -dijo Amanda-. Eso es bueno. Aprovechad el día de hoy para prepararos. Mañana partiréis para cumplir la misión.
Después de eso la sesión acabó y nos fuimos a prepararnos. Acabé de meter lo necesario en una mochila y vi a Jason de pie junto a su cama, mirando fijamente su mochila. Me acerqué a él.
-¿Estás bien? -pregunté.
-No lo sé. Estoy nervioso, creo.
-Eso es normal. Yo también estoy nervioso.
-Lo sé, pero... Hace años que no salgo del campamento -por lo que sabía, Jason se había criado allí así que podía imaginar que eran bastantes años.
-Todo va a salir bien, Jason.
-¿Y si no sale bien?
-Escúchame, va a salir bien. Vamos a seguir tu increíble plan, vamos a matar a ese monstruo y vamos a volver al campamento los tres sanos y salvos.
-¿Eso crees?
-Pues claro que sí.
-¿De verdad mi plan es bueno?
-¡Por supuesto que lo es! -he ido en misiones menos planeadas y han salido bien, quise decir. No lo hice-. Es un gran plan.
-Gracias -se sonrojó un poco y yo también.
-Entonces... ¿Por qué es tan especial esa espada?
-Bueno, fue la primera espada de Oro Imperial que existió, mucho antes del nacimiento del Imperio Romano. Pertenecía a Criasor, el guerrero dorado, hijo de Neptuno y Medusa. Pero perdió una pelea contra Minerva para vengar el honor de su madre y la diosa se quedó la espada. Luego la bendijo y se la dio a Ulises, que la utilizó para vencer al monstruo marino de Troya.
-Guau. No tenía ni idea -respondí-. Sabes muchísimo de mitología.
-Bueno, he tenido tiempo para aprender y... Me gusta estudiar sobre ello.
-¿Tienes idea de donde puede estar la espada? -pregunté.
-Estoy casi seguro de que está en Ítaca.
-Espera, ¿en Ítaca? ¿Vamos a tener que ir a la isla? ¿En Grecia?
-¿Qué? No. ¡Eso está completamente prohibido!
-¿Y entonces? -que no diga el Mar de los Monstruos, que no diga el Mar de los Monstruos...
-La isla de Ítaca, como todo, se ha movido. Actualmente está en la isla de Alcatraz.
-¿Ahí es a donde iremos primero?
-Exacto.
Al amanecer del día siguiente los tres estamos parados junto a la barrera que separa el campamento del mundo mortal. Hacía tan solo dos semanas estábamos justo allí también, pero esta vez era distinto. Porque los tres nos íbamos.
-¿Listos? -preguntó Reyna.
-Vamos allá -respondió Jason.
Y los tres juntos cruzamos la barrera. El campamento Júpiter se desvaneció detrás nuestro. Caminamos hasta el pueblo más cercano y cogimos un tren hasta San Francisco. Era fin de semana y había muchos adolescentes por la calle, así que salvo por las espadas (aunque no sé que verían los mortales) no llamábamos mucho la atención. Caminamos hacia el puerto para coger un barco hasta la isla.
La bahía era impresionante. La primera vez que había estado allí, el otro día realmente, no había podido fijarme bien. El agua brillante, con el Golden Gate encima... Mi vista se fue hacia una cumbre cubierta de una niebla antinatural. Un escalofrío me recorrió. Algunas de las visiones que había tenido al tocar el ataúd dorado volvieron a mí.
-¿Ese es el monte Tamalpais? -preguntó Reyna-. ¿El que está cubierto de niebla?
Asentí con la cabeza.
Seguimos caminando hasta llegar al sitio donde estaba los barcos que iban a Alcatraz. Compramos unos billetes para el siguiente viaje, que salía en media hora. Así que nos sentamos a esperar.
-¿Es seguro ir hasta la isla con mortales? Si tenemos que pelear... -dijo Reyna.
-Es nuestra mejor opción. No tenemos otra manera de llegar a la isla que por el agua y si vamos en un barco lleno quizás no nos hundamos...
Claro, pensé, Percy no podía volar por riesgo a que Zeus lo tirara del aire y el mar era igual de peligroso para Jason. Entendía su idea, quizás Neptuno no hundiera el barco si estaba lleno de mortales.
Mientras esperábamos entre los turistas me pareció ver un cabello rubio muy familiar. Me escondí detrás de Reyna rápidamente.
-¿Qué te pasa? ¿Has visto un monstruo? -preguntó ella.
-No, no, no me pasa nada... -respondí, pero sin dejar de ocultarme tras ella.
Mierda. Había olvidado que Annabeth vivía en San Francisco. Cuanto menos tiempo pasáramos en la ciudad mejor, porque si alguien me iba a encontrar era ella. Por suerte pronto nos subimos al barco.
Llegamos a la isla sin problemas. Nos separamos del resto de turistas. Pero no sabíamos donde buscar.
-Se supone que la espada está en la tumba de Ulises -explicó Jason-. Pero no sé donde puede estar la tumba.
-¿En la isla hay un cementerio?
-Creo que sí -dije, intentando recordar el mapa que había visto en el barco-. Pero no creo que la tumba que buscamos esté ahí.
-Ya, eso sería demasiado fácil -respondió Jason.
-¿Y entonces qué? ¿Donde más podría haber una tumba en esta isla? -preguntó Reyna.
-Podría ser en cualquier sitio, por toda la isla hay una sensación de muerte.
Los dos se me quedaron mirando cuando dije eso. No lo entendí.
-Ya sabéis, esa sensación que hay en los cementerios, como un aura de muerte... ¿Por qué me miráis como si me hubiera vuelto loco?
-Andy, no se de que hablas.
-Yo tampoco -añadió Reyna-. ¿Puedes sentir la muerte?
-No -dije, pero sonó más como una pregunta que como una afirmación-. Yo pensaba que todo el mundo sentía eso...
¿Sentir la muerte? Eso sin duda no era un poder de Apolo. A menos que tuviera algo que ver con mi poder para ver el futuro.
-Está claro que no tenemos ni idea de por qué puedes sentir eso, pero podemos utilizarlo. Tenemos que empezar a buscar. ¿Por qué no vamos a donde esa... sensación sea más intensa? -propuso Jason.
-Está bien.
De repente todo se había vuelto muy raro, pero cerré los ojos, respirando hondo, para concentrarme en esa sensación. La sensación era como una vibración en el aire. En esa isla era muy intenso, mucho más que en otros sitios en los que había estado. Abrí los ojos y empecé a caminar hacia donde la sensación se volvía más intensa. Reyna y Jason me siguieron, sin decir nada, pero podía notar que estaban algo asustados por mi extraña habilidad. Intenté no pensar en eso mientras nos movíamos.
Entramos en uno de los edificios de celdas. Cruzamos varias pasarelas hasta llegar el piso más bajo. De una de las celdas llegaba una sensación de muerte tan intensa que casi era como un zumbido en mis oídos.
-Aquí... Aquí es más intensa -dije.
-¿Estás bien? -me preguntó Jason.
-Yo... -¿como explicar como me sentía? La sensación de muerte siempre me había agobiado. Y sabía que ellos se estaban preguntando cuantas cosas les ocultaba además de esto. Demasiadas cosas-. Estoy bien. Tranquilo.
-¿Qué tiene de especial esta celda? -preguntó Reyna, abriendo la puerta y entrando.
-No lo sé -respondí, mientras Jason y yo entrábamos tras ella. Me acerque al fondo y vi que la pared estaba medio derruida-. Mirad esto.
-Parece como si alguien se hubiera intentado fugar por aquí- comentó Jason, observando el pasillo oscuro que se abría ante nosotros.
-Estoy casi seguro de que tenemos que ir por ahí -dije yo. En lo que se refiera a semidioses, la respuesta correcta siempre es el aterrador túnel oscuro secreto.
Reyna y Jason parecían pensar lo mismo que yo, así que nos adentramos por el túnel.
Avanzábamos muy despacio. No podíamos ver nada, así que pisábamos con mucho cuidado.
-¿Crees que podrías usar tus poderes para que veamos algo? -preguntó Jason.
Genial, mi parte favorita, pensé, hacer de linterna. Me concentré y mi mano se iluminó con una cálida luz dorada. Si estaba mucho tiempo sin luz solar mis poderes se volvían más débiles. Pero como apenas llevábamos un par de minutos caminando y solo estaba usando mi mano como fuente de luz no me preocupé.
Seguimos caminando y caminando por no se cuanto tiempo. Era difícil medir el tiempo allí abajo. Empezamos a preguntarnos que era ese túnel.
-¿Creéis que sea uno de esos túneles de fugas de Alactraz? -pregunté.
-Ni idea. Aunque me parece que ya no estamos en la isla -respondió Reyna.
-¿Estamos debajo del mar? -dijo Jason.
-Creo que sí.
Seguimos caminando, aquel túnel parecía no acabarse nunca. Tenía la sensación de ver figuras translúcidas en la oscuridad más allá de mi luz. Aquel lugar me ponía muy nervioso.
Nos encontramos varios monstruos, un cíclope y varios sabuesos del infierno. Acabamos con ellos sin demasiados problemas.
-¿Qué es este lugar? -preguntó Jason por enésima vez. Yo me hacía la misma pregunta.
De repente noté como mis poderes se volvían mucho más débiles y se apagaban.
-¡Andy!
-¿Estas bien? -Jason se acercó a mi y me agarró. Me sentía un poco mareado. Había usado mis poderes durante mucho rato y los hijos de Apolo no se llevaban bien con los subterráneos.
-Creo... Creo que acaba de anochecer -no tenía ni idea de como lo sabía, pero sí sabía que era cierto. Normalmente mis poderes se debilitaban al anochecer, pero no de manera tan brusca.
-¿Anochecer? -repitió Reyna-. ¿Cuanto tiempo llevamos aquí abajo?
Decidimos parar a descansar, porque yo no podía seguir. Nos sentamos apoyados en una pared. Encendimos un pequeño fuego y la luz rojiza nos iluminaba levemente, además de calentarnos.
Me sentía inquieto. Quería salir de allí.
-Descansa -me dijo Jason, sentado a mi lado mientras Reyna cuidaba del fuego-. Lo necesitas.
No respondí, pero apoyé la cabeza en su hombro. Pude ver como se sonrojaba, pero no se movió. Cerré los ojos y el agotamiento me mandó de golpe al mundo de los sueños.
Por supuesto, en un sitio como ese no podía tener un sueño normal y tranquilo.
Estaba en el mismo lugar que en la realidad, pero solo. Ante mi había dos puerta y delante de ellas un hombre muy extraño. Su cuerpo era normal, pero de su cuello salían dos cabezas que se daban la espalda la una a la otra y me miraban de reojo.
-Bienvenido, André Williams Sousa -me estremecí al oír mi nombre completo.
-Eres un dios -no era una pregunta. Tenía un aura de poder que solo los dioses pueden tener-. ¿Quien eres? ¿Que haces en mis sueños?
-Cuantas preguntas -dijo una de las cabezas-. Deberías aprender a cerrar la boca.
-Piensas rápido -dijo la otra-. Y no tienes miedo a las respuestas. Eso es admirable.
-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?-volví a preguntar.
-Soy Jano. El dios de las puertas y las decisiones.
-Y estoy aquí porque tú, más que nadie, estás evitando una decisión. Una que deberías haber tomado hace tiempo.
Las puertas tras el dios cambiaron después de sus palabras. En una apareció un águila y en la otra un pegaso, tallados en la madera. Entendí que era lo que quería.
-No pienso elegir. No puedo.
-Tienes que hacerlo.
-Tu indecisión podría tener terribles consecuencias.
-O podría salvar Roma. Los dioses lo dijeron, el augur lo vio en sus augurios -aunque tampoco es que me fiara demasiado de la capacidad profética de Octavio.
-¿Quien crees que manda esos augurios? Tu padre, Apolo.
-Él tomó una decisión hace tiempo. ¿Buena o mala? Quien sabe, pero ahora tú tendrás que pagar por él.
¿Mi padre? ¿Esto era culpa suya? Lo más triste de todo era que ni siquiera me sorprendía. Él había provocado todos mis problemas. La rabia empezó a crecer dentro de mi.
-Me da igual lo que hiciera mi padre. ¡No soy él! -respondí.
-Da igual quien seas. Tienes que elegir, semidiós.
-No puedes evitar esta decisión.
-¡Sí puedo! Pertenezco a los dos campamentos.
-¡NO! ¡DECIDE! -gritaron las dos cabezas a la vez.
-¡No pienso elegir! ¡No puedes obligarme! -grité.
-¡Andy! Andy, ¿qué pasa? -el sueño se desvaneció y vi a Jason sobre mí, preocupado.
Respire hondo, alejando la sensación de seguir en el sueño.
-Déjale espacio, Jason -pidió Reyna, y el hijo de Júpiter, que hasta ese momento me había estado abrazando, me soltó. En cuanto se alejó sentí frío.
-¿Estás bien? -preguntó-. Empezaste a agitarte en sueños y luego gritaste.
-Estaba... Acabo de tener una pesadilla.
Me miraron comprensivos. Todos sabíamos lo desagradables que pueden ser los sueños de semidioses.
-¿Nos lo quieres contar? -preguntó Jason.
-No puedo -dije negando con la cabeza. Luego me levanté-. Tenemos que salir de este sitio.
No tenía ni idea de que era aquel túnel infinito, pero sin duda era un lugar mágico y muy muy peligroso.
En vez de usar mis poderes para alumbrarnos de nuevo, hicimos una antorcha con los restos del fuego, porque yo aún seguía débil. El túnel excavado en la roca por el que habíamos caminado hasta el momento dio paso a otro hecho de ladrillo. Nos nos detuvimos hasta llegar a una bifurcación.
-¿Por donde vamos? -Reyna hizo la pregunta que todos estábamos pensando.
Jason cerró los ojos y colocó en medio de la bifurcación. No quisimos interrumpir lo que fuera que estaba haciendo. Tras unos segundo se abrió los ojos y se giró hacia nosotros.
-Por aquí -señaló el túnel de la derecha- viene una corriente de aire. Aire del exterior.
Nos encaminamos en esa dirección. Las paredes de ladrillo dieron paso a tierra húmeda plagada de raíces de plantas, como el subsuelo de un bosque. Nos dimos cuenta de que cada vez había más luz, hasta que la antorcha no hizo falta. Tras un rato más vimos el final del túnel. Nos apresuramos en ir hacia allí.
Como sospechaba, estábamos en un bosque. El túnel del que habíamos salido parecía un agujero en una colina. Estaba amaneciendo y los primeros rayos de sol llegaban a nosotros entre las ramas de los árboles. Eran reconfortantes después de tanto tiempo en la oscuridad.
-¿Seguimos en San Francisco? -pregunté.
Reyna se encogió de hombros. Jason miraba alrededor, confundido.
-¿Este lugar no os resulta familiar? -dijo el hijo de Júpiter.
A mi me parecía como cualquier otro bosque. Según yo, podríamos haber estado casi en cualquier lugar del mundo en el que hubiera árboles. Pronto llegamos a un claro. Y entonces la vi.
Una enorme ruina de piedras rojas y grises, y vigas de madera toscamente cortadas. Era fácil imaginar la increíble casa que un día fue. Pero incluso así era un lugar único en el mundo. Un lugar que yo ya conocía.
Estábamos en la Casa del Lobo.
Acabé el capítulo hace unos días, pero estaba de vacaciones. En fin, que aquí está. Quiero intentar extender la parte de esta misión, porque siento que hay mucho de los griegos y muy poco de los romanos hasta ahora. Así que la Batalla del Laberinto no hará su aparición pronto, o al menos no en el próximo capítulo.
Se aceptan teorías de que pasará ahora en reviews.
Gracias por leer,
Erin Luan
