Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Square-Enix. Tan solo los inventados son de cosecha propia ^^
Notitas…
Aquí os dejo el capítulo dos, básicamente es la continuación del anterior. En éste ya se puede ver alguna escenita misteriosa introductorio de lo que está por pasar. Y como bien comenté en la intro, desarrollaré mucho más las escenas entre personajes y sus sentimientos. Me gustaría hacer ver que todo tiene sentido en esta nueva versión.
CAPITULO 2
Eran casi las nueve de la noche y Quistis y Selphie ya se encontraban en la cafetería esperando al resto. Por la puerta vieron aparecer a Squall con Rinoa pero se detuvieron en la entrada y tras besarse varias veces, algo que a las chicas les sorprendió, vieron a Squall despedirse.
La pelinegra se acercó hasta ellas con una enorme sonrisa en su rostro y se dejó caer en una de las sillas mientras suspiraba. Ésta no fue consciente de su estado hasta que oyó carraspear a las dos muchachas que tenía a su lado, Rinoa se giró para mirarlas y las vio allí, con cara de circunstancia.
- Pasa… ¿algo? –preguntó la bruja algo confundida-.
- ¿Qué acaba de pasar en la entrada? -preguntó juguetona Selphie mientras le daba un leve codazo-. ¿Y esas muestran de cariño en público? –rió-.
- Es muy raro ¿no? Viniendo de Squall, quiero decir -apuntó esta vez Quistis-.
Selphie abrió los ojos y con una enorme sonrisa se acercó más a Rinoa demasiado entusiasmada.
- ¡Oh! ¿Ha pasado algo más entre vosotros? –susurró con algo de euforia-.
- ¿Si? -se unió Quistis sonriendo-.
Rinoa las miró y les tapó la boca a ambas.
- No, no, claro que no, no es eso… aunque no os voy a negar que no me importaría -sonrió con algo de picardía-. ¡Me muero por verlo sin camiseta! -exclamó mientras reía-.
- ¡Ya claro! y quien no –apuntó Quistis-.
- ¡Quistis! -le reprochó Selphie dándole un codazo-.
- ¡Qué! -exclamó con las manos en alto-. Bueno, admitamos que el señor comandante está bastante bue…
- ¡Oye, es el novio de tu amiga! –la interrumpió Selphie girándose hacia ella-.
- Si, si lo sé –contestó guiñándole un ojo a Rinoa-. Pero… ¿está buen…?
Quistis no pudo acabar la frase porque la pequeña de pelo despuntado, le tapó la boca de manera cómica.
Rinoa no pudo evitar reírse ante tal situación, sabía de antemano lo que Quistis creyó sentir en el pasado por Squall pero quedó claro que aquello era más bien, un amor fraternal, aunque a la instructora le costó admitir tal cosa. Además, desde que Seifer había sido readmitido en el jardín, se les podía ver juntos bastante a menudo. Ella alegaba que al ser su instructora, quería que aprobase el examen final para ser Seed y él simplemente parecía divertirse mientras la molestaba, aunque la complicidad entre ambos era más que evidente.
- ¡Mira!, puedes decírselo tú misma, por ahí viene Squall –dijo Selphie saludando al comandante con una amplia sonrisa-.
Quistis carraspeó algo nerviosa y se colocó bien las gafas.
- Hola, chicas… eh... ¿os pasa… algo? -preguntó enarcando una ceja mientras las miraba y tomaba asiento al lado de Rinoa-.
No supo muy bien que estaban haciendo pero vio como Quistis mandaba callar a Selphie y ésta le propinaba un golpe en el hombro, mientras Rinoa no paraba de reír.
- Da igual, no quiero saberlo –acabó diciendo mientras se recostaba en la silla-.
Los demás no tardaron mucho en llegar y antes de tomar asiento, fue Squall el primero en levantarse y dirigirse a la cola con Zell y el vaquero.
- Por cierto, Irvine ¿qué tal con Selphie? –preguntó el artista marcial-.
- ¿Con Selphie? Bien, supongo… -contestó desinteresadamente, mientras iba llenando su bandeja con comida.
Zell giró la cabeza en dirección al comandante y puso los ojos en blanco mientras negaba con la cabeza de manera cómica. Squall dejó escapar una risa.
- En serio, tío, ¿se pude saber qué te pasa? –insistió el joven rubio-.
- ¿Qué me pasa de qué? Oye, no os entiendo, de verdad.
- Ella te gusta y tú a ella pero le haces daño con ese comportamiento tuyo de babear con el resto de estudiantes –atajó el comandante pasando delante de él y cogiendo algo más de comer-.
Zell asintió exageradamente ante la obviedad.
- Tú verás lo que haces, pero se va a cansar de ti –continuó Squall con esa sinceridad que lo caracterizaba-.
- Pero, ¿ella os ha dicho algo? –preguntó de manera agobiada al escuchar las palabras del chico-.
- No, no, Irvine, pero no estará ahí eternamente, tío –concluyó mientras se giraba y lo miraba muy fijamente-.
Zell y Squall se fueron hacia la mesa mientras que el vaquero se quedó un rato pensativo en la cola. Fueron las chicas las que lo sacaron de sus pensamientos.
- ¿Te ha dado un aire? –dijo divertida Rinoa pasando por su lado y dándole un golpe en el hombro-.
- Ey… -saludó con la mano pero se fijó en que Selphie ni lo miró-.
La verdad, que desde aquella mañana que habían estado juntos, Selphie no le había hecho ni caso y ahora que lo pensaba, le fastidiaba un poco. Cogió su bandeja de comida y colocando bien su sombrero, se fue hacia la mesa.
- ¿Pasa algo con el vaquero? –preguntó la instructora a Selphie con algo de curiosidad-.
- Eso pasa… -contestó señalando a Irvine que antes de llegar a la mesa se había entretenido a coquetear con dos estudiantes-.
Quistis y Rinoa no pudieron esconder la risa, este chico no tenía remedio.
- Simplemente tiene miedo de empezar algo serio, supongo –dijo esta vez Rinoa intentando elegir su postre-.
- Me da igual, paso de él –sonrió la joven de pelo despuntado mientras marchaba hacia la mesa-.
La pelinegra miró a Quistis y encogiéndose de hombros, se echaron a reír.
- No se lo cree ni ella – apuntó Rinoa riendo mientras caminaban juntas hacia la mesa-.
Eran las diez, más o menos, cuando terminaron de cenar, estuvieron un rato bromeando y charlando de cosas sin importancia. Squall, que se encontraba recostado de manera informal en su silla, simplemente observaba y reía con las tonterías de Irvine y Zell. Era extraño pero se sentía relajado y cómodo con esa situación. Era algo que, a lo largo de su vida, no había vivido y la verdad que le gustaba, supuso que era eso lo que significaba tener amigos.
Recordó entonces que los días posteriores a la derrota de Artemisa, no habían sido fáciles. A pesar de aquella celebración en la que disfrutaron de la gran victoria, los días siguientes fueron bastante caóticos. Eran demasiados los cambios que se habían producido tras la derrota de la bruja y volver a la normalidad no estaba siendo fácil, por no hablar de su reciente cargo de comandante y los nuevos poderes de Rinoa. Fueron días y días de duro trabajo, intentando entender todo el funcionamiento que conlleva un jardín militar, y largas y exhaustas reuniones con Esthar y Galbadia para llegar a un acuerdo sobre que debían hacer con los poderes heredados de la nueva bruja. Pero a pesar de las adversidades, parecía que todo, iba poco a poco, asentándose. Por fin la normalidad en la vida de aquellos Seed y de todo el jardín, empezaba a ser su día a día.
La cafetería fue vaciándose poco a poco y cuando el servicio de limpieza empezó a recoger las mesas, fueron conscientes de que debían marcharse ya. Mientras se encaminaban por el pasillo principal que llevaba a las habitaciones, se cruzaron con tres estudiantes un tanto extraños. Rinoa sintió como de repente, el tiempo se ralentizaba y al cruzarse con ellos, la mujer, la miró muy fijamente y creyó ver como sus ojos enrojecían, como si los tuviera inyectados en sangre.
En ese pequeño fragmento de tiempo, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, fue la voz de Squall la que la sacó de sus pensamientos y reanudó los pasos junto con sus amigos.
- Hey... ¿pasa algo? –preguntó preocupado-. Pareces asustada.
- No, no estoy bien, es solo que… -la bruja volvió a girarse en dirección a esos tres alumnos y los vio alejarse por el pasillo-.
Zell, que vio como Rinoa se fijaba en ellos, les explicó que eran los tres alumnos nuevos. Squall, se extrañó al escuchar aquello, ya que él no tenía constancia de que hubieran ingresado alumnos nuevos pero no le dio más importancia, seguro que a Shu y al Director se les había pasado el contárselo.
El artista marcial aclaró que eran hermanos y llevaban en el jardín algo más de un mes. Parece ser que habían perdido a sus padres en un accidente pero había demasiado rumores en torno a su historia. Muchos alumnos los tachaban de ser demasiado "raros" y que apenas se les veía por el jardín. Fue Irvine esta vez, el que terminó de avivar aquella historia, contándoles que lo de sus padres no había sido un accidente y que por el jardín, corría el rumor que habían sido ellos mismos los que los habían asesinado.
Todos lo miraron con algo de asombro cuando acabó la historia.
- ¡Vamos hombre!, eso es una locura, son los nuevos, de algo hay que hablar ¿no? –comentó Squall quitándole hierro al asunto-.
- Squall tiene razón, ¿en serio creéis que el Director admitiría a alguien así en el jardín? – dijo esta vez la instructora-.
Todos se miraron entre si y después rodaron sus ojos hasta clavarlos en el vaquero.
- Oye, yo solo os he contado lo que se oye por los pasillos –dijo intentando disculparse-. Aunque esta noche tendría cuidado por si esos tres entran en vuestras habitaciones y os hacen picadillo – bromeó soltando una carcajada al ver las caras de circunstancia de sus amigos-.
- ¡Irvine, eres un idiota, de verdad! –le recriminó Selphie dándole un fuerte golpe a la altura del abdomen y marchándose de allí mientras suspiraba exasperada-.
- ¡Qué! ¡Era broma!… Venga, hombre, no te enfades –exclamó el vaquero mientras iba tras ella-.
- No tienen remedio estos dos –añadió Quistis mientras se despedía de los demás-. Mañana nos vemos.
Squall y Rinoa fueron los últimos en despedirse.
- Te has quedado un poco seria ¿no? –dijo el chico con media sonrisa mientras pellizcaba su cintura con cariño.- Rin, son solo rumores ¿en serio te has creído algo de lo que han contado?
- Bueno, no, no sé –la joven negó con la cabeza-. Al cruzarme con ella me ha parecido… -dudó si seguir contando lo que había visto-.
Antes de que pudiera continuar, Squall la interrumpió.
- Venga, te acompaño hasta tu habitación –dijo rodeándola por los hombros y emprendiendo los pasos por el pasillo femenino.-
Cuando llegaron hasta la puerta, el chico cogió a Rinoa de la cintura y besándola, la llevó contra la puerta. Ésta sintió su espalda chocar contra la madera y no pudo evitar sonreír contra los labios de Squall.
- Vaya, señor comandante le noto algo… impaciente –sonrió juguetona-.
El joven dejó escapar una risa seca y mordiendo su labio inferior, la besó en la frente, intentando quitarse de la cabeza algunas escenas con ella que empezaban a revolotear por su cabeza.
- Creo que será mejor que me vaya – suspiró separándose de la muchacha-.
Pero antes de irse se acercó de nuevo a ella.
- Me vuelves loco… -susurró en su oído haciendo que a Rinoa se le erizara la piel-.
Squall la miró una última vez y guiñándole un ojo, se marchó de allí, dejando a una Rinoa más que confundida. Ésta abrió la puerta de su habitación y cuando la cerró tras de sí, se dejó caer en la cama sonriendo como una niña pequeña. El sí que la volvía loca, pensó ella.
Hacía días que Rinoa lo notaba mucho más receptivo, solía hacer comentarios como el que acababa de decir y creía que tal vez, le estaba indicando que podían dar un paso más en su relación. La chica se quedó un rato pensativa y de pronto, se levantó de golpe de la cama dando un pequeño gritito entre la alegría y la histeria.
Eran algunas las ocasiones en las que podían a ver llegado más allá pero al final, todo había quedado en besos llenos de urgencia y caricias por encima de la ropa, nada más. Cuando decidían parar, Rinoa quedaba algo decepcionada, se moría de ganas de acostarse con Squall pero ahora que lo pensaba y veía que aquello se podía producir en cualquier momento, se moría pero de miedo. Con todos esos pensamientos rondando por su cabeza decidió ducharse y descansar, tal vez mañana podían hablar del tema.
Cuando salió de la ducha, se puso unos pantalones cortos de color negro y una camiseta de tirantes ceñida, de color blanco. Quitó el exceso de humedad de su pelo y tras peinarse, se echó en la cama. Por alguna extraña razón, no fue Squall y su jueguecito seductor, el que vino a su pensamiento, sino aquella mujer que se había cruzado en el pasillo.
Le pareció tan extraña, esos ojos y la sensación que le produjo al cruzársela, no fue simplemente un escalofrío, era como si algo la oprimiera el pecho cuando hizo contacto visual con ella pero a pesar de eso, no podía recordar su cara, solo podía ver esos ojos inyectados en sangre. Rinoa sacudió la cabeza para borrar aquella imagen y pensó que seguramente todo había sido su imaginación. Creyó quedar dormida pero de pronto una serie de imágenes inconexas empezaron a cruzarse por su mente, ¿era un sueño? No lo parecía.
En aquel sueño, si es que lo era, podía ver un extenso pasillo, demasiado oscuro y con una especie de neblina cubriéndolo, más tarde lo identificó con un pasillo del propio jardín. Caminó por el y a lo lejos pudo identificar dos siluetas, una de ellas era Squall, sin duda, reconocía aquella espalda ancha y levemente arqueada, y esa pose que a ella le resultaba tan sexy. La otra silueta no supo identificarla pero de pronto vio como sacaba un cuchillo de gran tamaño y lo clavaba en el vientre del muchacho.
Rinoa intentó gritar pero no pudo, no tenía voz, unas lágrimas involuntarias rodaron por sus mejillas y fue cuando escuchó una voz algo rasgada proveniente de la persona que había apuñalado a Squall.
- ¡Oh!, la pequeña Rinoa se ha quedado sin voz, pobrecita – dijo aquella persona-.
Rinoa intentó articular palabra pero le fue imposible.
- Tranquila, esto acaba de comenzar -susurró esa persona en la lejanía sin dejarse ver-.
De pronto la pelinegra se incorporó de golpe en la cama, hizo un rápido recorrido visual y vio que estaba en su habitación, secó esas lágrimas que no recordaba haber derramado y suspirando, se llevó las manos a la cara.
- Maldita sea, que ha sido eso… -susurró en la penumbra de su habitación y al parecer más calmada-.
Cuando fue a levantarse para beber un poco de agua, creyó oír una especie de quejido, pero no podía ser ¿no? Asustada miró hacia la esquina de la ventana y después a la del baño, nada.
- Venga Rinoa, tranquilízate, solo es tu imaginación –se dijo a ella misma-.
Justo cuando iba a emprender los pasos hacia el baño, sintió una presencia tras ella que la hizo girarse rápidamente. Un destello rojo, de lo que creyó, eran uno ojos, la hicieron ahogar un grito.
- Por fin te hemos encontrado…
La muchacha sintió aquel susurro en su oído y como unas manos heladas la agarraban del brazo. Ésta gritó aterrada y salió corriendo de la habitación sin saber muy bien hacia donde se dirigía. No tardó demasiado en darse cuenta, que instintivamente, había corrido hacia la habitación de Squall, que se encontraba en el pasillo paralelo al de ella.
Por un momento se sintió estúpida pero el miedo que sentía en ese momento podía con ella, así que con cuidado para no despertar a nadie más, pero de manera insistente, empezó a llamar a la puerta.
- Vamos abre… -susurró ella mirando a un lado y a otro del pasillo, creyendo que aquello que estaba en su habitación, podía haberla seguido hasta ahí-.
De repente la puerta del comandante se abrió con algo de violencia y tras ella apareció un Squall al parecer, bastante molesto por la intromisión. Rinoa lo miró con unos ojos que él no supo descifrar y pronto relajó el gesto. La vio descalza y con un pijama que no dejaba demasiado a la imaginación, sin pensarlo, la cogió de las manos y la arrastró hacia el interior.
Cuando la joven vio que estaba dentro, se enredó en el pecho de Squall, escondiendo su cara.
- Oye, Rin… -la llamó acariciándola el cabello-. ¿Qué es lo que pasa?
Sintió a la mujer entre sus brazos demasiado tensa y su respiración parecía bastante acelerada.
- Rin… -volvió a llamarla obligándola a mirarlo mientras cogía la cara entre sus manos-.
La joven levantó la vista hasta él y de repente todo aquello le pareció una locura, suspiró agobiada y deshaciendo el abrazo, se sentó en el borde de la cama.
- ¡Mierda! Lo siento –intentó disculparse por aquel comportamiento-. No sé ni por dónde empezar, ahora me siento bastante estúpida por haber venido ¿sabes? –sonrió para tranquilizarlo-.
Vio como Squall se arrodillaba frente a ella y posaba sus manos sobre las rodillas de ella.
- No pasa nada, pero ¿estás bien? Parecías muy asustada – dijo acariciando su mejilla-.
- Sí, sí, creo…
Rinoa miró al chico directamente desde que había entrado por la puerta y entonces reparó en que iba sin camiseta. Ésta se quedó callada y sintió como se sonrojaba sin poder apartar la mirada de ese torso. Se lo había imaginado varias veces pero la verdad, aquello superaba con creces, todas sus expectativas.
Squall la vio sonrojarse y viendo donde se clavaban sus ojos, se levantó con parsimonia y se giró para coger la camiseta de la silla del escritorio.
- Voy a ponerme la camiseta ¿vale?
- ¡No! –gritó Rinoa de pronto-.
Squall se giró de manera divertida, con la camiseta ya en la mano.
- ¿No? –dijo el con media sonrisa-.
- Quiero decir… que bueno… por mí… como quieras tú… -tartamudeó ella-.
De pie era aún mejor, pensó Rinoa.
- Estás roja ¿sabes? -rió el joven acercándose de nuevo a ella-.
- No, no es verdad – negó ella llevándose las manos a sus mejillas las cuales ardían-.
- Como un tomate –siguió él bromeando-.
La joven se dejó caer en la cama y tapó su cara con la almohada. Olía a Squall, era tan agradable. Escuchó al chico reírse aún más.
- Venga, te traeré un vaso de agua.
Rinoa se quitó la almohada de la cara y lo vio de espaldas en dirección al baño, en ese pequeño trayecto observó aquella espalda perfecta. Llevaba puesto un pantalón de pijama de cuadros oscuros que Rinoa creyó, llevaba demasiado caído, dejando ver algo más abajo de su cintura.
- Que hago aquí ¡maldita sea! –suspiró volviendo a tumbarse en la cama-.
Cuando Squall salió del baño con el vaso de agua la vio de pie junto a la ventana, parecía tan frágil en ese momento. Su delgado pero esbelto cuerpo, podía adivinarse perfectamente con ese pijama tan corto. Él sabía que ella era fuerte, muy fuerte, aunque a veces, su inseguridad y la espontaneidad que la caracterizaba, la hiciese parecer más débil de lo que realmente era.
- Toma, bebe un poco de agua –ofreció el chico llegando hasta ella-.
Cuando la tuvo enfrente y la vio tan pequeña y desprotegida, solo quiso abrazarla.
- ¿Por qué no me cuentas que ha pasado? –comentó con la voz levemente rasgada mientras recogía el vaso para dejarlo en una mesa cercana y escondía a Rinoa contra su pecho-.
Rinoa suspiró una última vez y se reconfortó entre aquellos brazos, acarició la espalda desnuda del chico sintiendo cada musculo de ésta, se sentía tan bien. Algo más aliviada, se deshizo del abrazo y de nuevo, tomó asiento en la cama. Squall la siguió.
- Suena bastante estúpido ahora que me he tranquilizado –comentó ella dejando escapar una risa seca-.
- Venga Rin, cuando has entrado estabas muy asustada.
La joven cogió aire y se dispuso a relatar lo que le había pasado.
- A ver por donde empiezo -dudó jugueteando nerviosa con los anillos que pendían de su cuello-. Pues bien, he tenido un sueño, bueno no parecía un sueño, la sensación era muy real pero… -la chica meneó la cabeza levemente intentando continuar-. En ese sueño, alguien te… apuñalaba.
Vio a Squall abrir los ojos de repente muy sorprendido.
- Vale… -dijo algo confuso él-.
- Cuando me desperté un poco confunda y asustada, me pareció oír algo dentro de la habitación y luego, no sé muy bien que pasó pero sentí como una mano helada me agarraba del brazo y me susurraba que por fin me habían encontrado –acabó de relatar sin demasiada confianza-.
Decidió omitir lo de los ojos rojos ya que ni siquiera sabía si toda aquella locura era fruto de su imaginación. Ella miró al chico muy fijamente y vio sus ojos levemente entrecerrados intentando asimilar lo que acababa de escuchar.
- No me crees ¿no? –dijo de pronto ella-.
- No es eso, es solo que… bueno… creo que puede ser que tras despertar de la pesadilla…
- Vale, no me crees, no pasa nada –sonrió con desgana mientras se levantaba de la cama-. Será mejor que regrese a mi habitación –dijo con calma pero de manera muy seria-.
Rinoa entendía que sonase a locura pero la verdad que ahora que lo pensaba, le enfadaba que Squall ni si quiera la diese un voto de confianza. Así que lo mejor sería volver a su habitación, mañana con más calma y la mente despejada, volverían a hablar. No quería enfadarse por algo así.
Cuando la pelinegra llegó hasta la puerta dispuesta a marcharse, cayó en la cuenta.
- ¡Mierda! –maldijo bajando la cabeza exasperada mientras masajeaba sus ojos-. No tengo la tarjeta de mi habitación, me la he dejado dentro – maldijo de nuevo-.
El chico rió tras ella y cogiéndola de la cintura, la hizo girarse.
- Quédate aquí ¿vale? Mañana a primera hora iré al despacho, allí tenemos tarjetas maestras, iré a tu habitación y cogeré tus cosas.
La joven suspiró algo agobiada mientras posaba sus manos sobre los brazos de Squall y esquivaba la mirada de éste.
- Está prohibido dormir fuera de la habitación, Squall, si me pillan aquí… y el resto de gente, si me ven salir… empezarán a cotillear –argumentaba realmente agobiada-.
- Eso no pasará, lo prometo y que la gente cotillee… me da exactamente igual, ya lo hacen ¿sabes? Tu y yo somos la comidilla del jardín –sonrió intentando tranquilizarla-.
Rinoa sonrió con el último comentario, era cierto que los alumnos solían hablar de ellos, no sabía exactamente que, ni que se imaginaban, pero ella creía que eran una pareja de lo más normal.
Squall dobló levemente las rodillas para quedar a la altura de la joven y buscó la mirada esquiva de ella mientras sonreía. Ésta lo miró, eran tan pocas las veces que lo veía sonreír.
- Está bien –aceptó al fin-.
El chico la cogió de la mano y la guió hasta la cama.
- Prometo no hacerte nada –bromeó Squall mientras se acomodaban juntos en la cama-.
Sentía a Rinoa un tanto incomoda, lo cual era normal, ya que nunca habían dormido juntos y él últimamente empezaba a sentir cierta urgencia cada vez que estaba con ella, así que intentó relajar el ambiente.
- Bueno, igual si lo haces… no salga huyendo – contestó esta vez ella mientras se giraba en la cama quedando cara a cara con él-.
Squall se sorprendió levemente al escucharla y vio como un brillo especial aparecía en los ojos de Rinoa. Éste la sonrió y acarició su mejilla.
- No hay prisa Rin, de verdad, solo bromeo, es muy gracioso verte nerviosa –sonrió el chico-.
- ¿Ah, sí? Así que solo es eso –dijo ella con desinterés falso mientras se ponía boca arriba-. Vaya…que decepción señor Comandante, esperaba ver más a parte de ese torso desnudo.
Squall rió a su lado, viendo el juego que se traía la joven.
- Bueno, ya te habrás dado cuenta que me muero de ganas de avanzar contigo ¿no? – comentó él poniéndose boca arriba también y pasando los brazos tras su cabeza-.
El chico la miró de reojo y vio que ella hacia lo mismo, tras un silencio, empezaron a reír. En ese corto periodo de tiempo se había creado una gran complicidad entre ellos.
- Estás muy graciosa cuando te sonrojas ¿sabes? –dijo Squall tras un rato en silencio recordando lo roja que se había puesto al poco de estar en la habitación-.
- Ya bueno, no esperaba verte… así –contestó ella señalándolo-.
- ¿Así?
- Bueno ya sabes, así, sin nada, estas muy… quiero decir, tu forma física es… impresionante –intentó acabar la frase sin sonar demasiado ansiosa-.
Rinoa podía intuir que Squall estaba en forma, cuando lo abrazaba o se acariciaban, sabía que estaba fuerte pero verlo con sus propios ojos, no tenía palabras.
- Vaya, pues gracias –contestó de manera graciosa-. Si te molesta puedo ponerme la camiseta –añadió de manera más seria mientras levantaba levemente la cabeza para mirar a la joven-.
- ¡Oh! No, no, no hace falta, para nada, me encanta, es decir, que me gusta… mucho.
La pelinegra volvió a sonreír y sin pensarlo demasiado, se giró hacia él, acomodándose en aquel pecho con el que llevaba semanas soñando. Squall enseguida la rodeó con su brazo y se sorprendió de ver lo sencillo y natural que podían ser aquellos gestos. Era como si su cuerpo sabría exactamente lo que tenía que hacer en cada momento. Hace un par de meses, ni se imaginaba con ella durmiendo. Él nunca había estado así con nadie, jamás le había interesado, pero con ella era distinto. Era consciente de que muchas veces actuaba de manera distante pero desde hace semanas, sentía que eso estaba cambiando, podía comportarse con Rinoa de manera mucho más natural, sin pensar demasiado en cómo debía actuar ante ciertas situaciones y ahora que sentía esa complicidad con ella, que creía tiempo atrás, le faltaba, se moría de ganas de ir más allá con ella pero como bien había dicho, el esperaría el tiempo que hiciese falta.
Mientras acariciaba de manera mecánica el brazo de ella que reposaba en su abdomen, sintió que Rinoa estaba profundamente dormida. Pensó en lo mucho que había cambiado en esos meses y como, por primera vez en muchos años, volvía a sentir que había gente a su alrededor, que se preocupaba por él.
Con esos pensamientos en su cabeza, se dejó vencer por el sueño. Nada ni nadie le arrebataría lo que ahora tenía.
Bueno, pues otro capitulito. Ya sé que puede que todo vaya más lento en esta versión pero me parece súper necesario desarrollar cada escena, (cosa que no hice en la versión antigua). Creo que es vital para el transcurso de la historia.
Gracias por leer!
