Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Square-Enix. Tan solo los inventados son de cosecha propia


P.D. Voy a pasar las Notitas al final del capítulo. He visto que en el móvil se alarga demasiado hasta que empieza a verse el capítulo.


CAPITULO 7

Rinoa se encontraba dando vueltas a un café de manera despistada. Otra noche que no dormía demasiado bien. Juraría que otro extraño sueño la había desvelado pero esta vez, no lo recordaba con claridad. Solo sabía que se había despertado empapada en sudor y con esa horrible sensación de que algo está por venir. También recordaba como aquella voz, la de siempre, le susurraba algo que no podía recordar.

Eran las diez de la mañana cuando había llegado a la cafetería y buscado una mesa apartada del gentío pero cerca del amplio ventanal. Un sol brillante, sin nubes acechándolo, era el protagonismo de aquella mañana de finales de marzo y la temperatura en el exterior, empezaba a ser muy agradable.

Rinoa se dejó reconfortar por unos rayos que se filtraban por aquel ventanal e impactaban directamente sobre sus piernas. Cerró los ojos disfrutando de aquella sensación tan placentera pero pronto, la imagen de Squall mirándola con esos ojos azules, la invadió por completo, haciendo que su corazón golpease con fuerza contra su pecho.

Desde la noche anterior no habían hablado. El camino de vuelta al jardín desde el Crush, lo hicieron en completo silencio, ninguno de los dos se atrevió a decir nada. A pesar de que no podía decirse que estuvieran enfadados, la tensión entre ambos se olía a kilómetros a la redonda.

De pronto unos brazos alrededor de su cuello, la sacaron de ese sinfín de pensamientos haciendo que casi derramase su café.

- ¡Selphie!, me has asustado –comentó intentando recobrar la compostura-.

Tras ella apareció Quistis y ambas mujeres tomaron asiento. Ambas la miraron de manera inquisitiva, como si supieran perfectamente que la ocurría pero esperando tal vez, que la joven bruja, se explicase. Pero la única respuesta que recibieron, fue un largo suspiro.

- Mmmm… ¿te pasa algo? –preguntó esta vez Quistis bajando levemente sus gafas y mirando a la pelinegra por encima de éstas-. ¿Es Squall verdad?

Rinoa levantó la vista hasta la instructora algo sorprendida, ¿tan obvio era que no estaba bien con él?

- Ayer en el bar estabais raros–comentó esta vez Selphie adelantándose a su amiga-. Os habéis peleado ¿no?

Otro largo y sonoro suspiro. La pelinegra estiró los brazos encima de la mesa y recostó su cabeza en ellos. Intentó explicar el porqué de aquella pelea pero omitiendo, claro estaba, el incidente con Seifer. Al escucharse a ella misma, todo resultaba bastante estúpido, por no hablar de los celos irracionales que habían salido a relucir por culpa de Yinna. A pesar de ello, Rinoa seguía con aquella sensación de apartarse de él, no le apetecía en absoluto estar a su lado y aun no entendía porque.

- Bueno Squall es difícil de llevar, la verdad pero ¿celosa? –comenzó a hablar Quistis-. Solo tiene ojos para ti –Selphie asintió a su lado-.

- Lo sé, sé que jamás me haría algo así pero no sé, creo que es un cúmulo de todo –argumentó intentando hacerse entender-. Solo… necesito algo de tiempo –añadió casi en un susurro-.

Quistis y Selphie se cruzaron una mirada de preocupación cuando la oyeron decir aquello, ¿desde cuándo esa mujer no quería estar con Squall?

- Oye Rin, ¿pasa algo más entre vosotros? ¿de verdad todo es porque estuvo hablando con una amiga de la infancia? –preguntó Selphie algo estupefacta sin obtener respuesta alguna-.

La pelinegra escuchó a su amiga en la lejanía, de pronto una sensación, algo extraña, se había instalado en su mente, como una especie de pesadez que la impedía pensar con claridad, solo quería estar sola.

- ¡Vaya! Creo que alguien quiere una explicación –comentó Selphie viendo aparecer por la puerta al apuesto comandante con cara de pocos amigos-.

Rinoa desvió la mirada hasta la entrada y vio acercarse a ese hombre que invadía sus pensamientos continuamente. Sus andares, como siempre, eran especialmente sexys. Llevaba puesto unos pantalones vaqueros de color negro y una camiseta de manga larga de color gris, la cual llevaba remangada hasta los codos y se ceñía a su torso, realzando la musculada figura del comandante. Sus cinturones granates tan característicos en él, se movían a cada zancada que daba. Parecía algo tenso y preocupado, intuyó ella.

Cuando el joven llegó hasta la mesa, saludó en un tono demasiado serio y apenas miró a Selphie y Quistis. Desde que había entrado por la puerta no le había quitado ojo a la pelinegra.

- ¿Podemos hablar? –preguntó sin rodeos dirigiéndose a Rinoa-.

Ésta bajó la mirada durante unos segundos y después asintió. Anduvieron un rato por los pasillos sin decirse absolutamente nada y decidieron salir a los bancos del exterior. A pesar de las horas, el sol empezaba a calentar y en cuanto Rinoa tomó asiento en uno de esos bancos, se deshizo de su chaqueta vaquera, quedándose tan solo con una camiseta de manga corta de color negro.

Squall, se quedó de pie frente a ella, sintiendo el agradable calor del sol en su espalda.

- ¿Cómo tienes el codo? –preguntó por fin señalando la zona y viendo que el moratón se había reducido bastante-.

- Mejor –se limitó a decir ella, dirigiendo una fugaz mirada a su propia herida-. ¿Qué quieres Squall? –dijo ella de pronto de manera cortante. Seguía sin saber muy bien porque se comportaba con él de esa manera, solo quería escapar de allí-.

El chico entrecerró sus ojos y la miró con recelo pero intentó guardar la calma, no había ido a pelear sino a intentar arreglar aquello que les estuviera pasando.

- No quiero pelear –dijo en tono grave pero con esa calma que lo caracterizaba-.

- No estamos peleando –apuntó ella de manera mordaz-.

Oyó suspirar a Squall sabiendo que le estaba haciendo perder la paciencia con su comportamiento.

- Si vas a seguir así, mejor me largo –amenazó el joven. Éste vio como apartaba la mirada al parecer avergonzada pero no dijo nada-. No estarás así por la chica de anoche en el bar ¿no? Ya te dije que era una amiga de la infancia –aclaró sintiéndose algo ridículo por tener que dar esas explicaciones-.

La observó desde su posición de manera inquisitiva, parecía incomoda, como si su presencia la molestase pero no se iría de allí hasta que aclarasen aquello.

- Ya sé que fui un borde ayer a la tarde y no tenía que haberme puesto así por lo de Seifer, lo siento –insistió él intentando que aquella conversación sirviese para algo pero al parecer no lo estaba consiguiendo-.

Rinoa elevó la vista hasta Squall por primera vez desde que había comenzado esa charla. Sus ojos parecían casi cristalinos a causa del reflejo del sol y una leve sonrisa, algo triste, se dibujaba en su cara. Realmente se estaba esforzando por arreglar aquello, nada habitual en Squall, lo que la demostraba, lo mucho que ella le importaba.

- Da igual, Squall –comentó Rinoa levantándose del banco con dejadez-.

Se sorprendió a ella misma de las palabras que acaban de salir de su boca, ni siquiera había sido consciente. Sabía que él se esforzaba cada día por esa relación y en ese mismo instante, la estaba demostrando que no quería perderla.

- ¿Te apetece que pasemos el día juntos? –preguntó él cogiéndola de la mano y acariciándola en un gesto de cariño impidiendo que se marchase de allí-.

- Voy a ir a Deling, se lo prometí a mi padre, además echo de menos a Ángelo, necesito verlo –dijo con nostalgia-. Ya hablaremos –acabó diciendo soltándose de la mano de Squall y pasando por delante sin apenas mirarlo-.

Éste se limitó a mirarla desaparecer en el interior del jardín mientras intentaba entender que había pasado. Esa despedida había sonado realmente trágica, como si no quisiera volver a verlo, nada de aquello tenía sentido. Apretó sus puños con fuerza intentando mantener la calma y diciéndose a él mismo que no pasaba nada, si ella había decidió ignorarlo, no sería él quien se quedase atrás.


En la otra esquina de aquel patio donde estaba la pareja hablando, se encontraba esa mujer que llevaba tiempo observándolos. No pudo evitar sonreír cuando vio a aquella bruja pasar por delante del comandante sin dirigirle ni siquiera una mirada. No había visto ningún gesto de cariño entre ellos en toda la conversación, aquello iba por buen camino.

- ¿Te diviertes? –dijo ese muchacho alto que solía aparecerse de repente-.

- Eres tú… -dijo con desprecio-.

- Yo también me alegro de verte –contestó con sarcasmo acusado-. Veo que tu plan funciona –vio como la mujer torcía la comisura de sus labios en una especia de sonrisa-.

- Bueno puede que tu tengas algo que ver también –comentó intentando ser amable-. Siento su debilidad y su tristeza y eso me permite acceder a su mente con mucha más facilidad. Si sigue separándose de sus amigos y sobre todo, de ese comandante, será nuestra, no tendremos que hacer grandes esfuerzos por llevárnosla.

El joven que acaba de llegar se tensó a su lado al escuchar las últimas palabras. Se había metido de lleno en aquella locura sin apenas pensar en las consecuencias y sin saber realmente que iban a hacerle a esa bruja, simplemente cegado por la ira y frustración que en ocasiones sentía por esos Seeds. Tal vez era el momento de retroceder aunque era consciente de que cada vez que lo intentaba, esa mujer volvía a convencerlo, como si ejerciese un gran poder sobre él.

- Me alegro... –se limitó a decir intentando sonar convincente-.

La mujer se giró de pronto y clavó esos ojos sobre él, como si hubiera leído su mente.

- Ni se te ocurra traicionarnos porque las consecuencias serán devastadoras, te lo aseguro –comentó con calma volviendo la vista hacia el frente-.

El chico asintió con rotundidad haciendo ver que eso no pasaría. Se despidió con un gesto de mano y dejó allí a esa mujer regocijándose en sus propios delirios. A saber que era lo siguiente que tenía preparado.


El fin de semana había pasado deprisa, demasiado pensó Squall, que tenía la sensación de no haber aprovechado el poco tiempo libre que tenía. Era las ocho de la tarde del domingo y a pesar de que la temperatura era algo fresca, se encontraba sentado en un banco de una de las pasarelas que daban a uno de esos hermosos jardines. Tenía los pies apoyados en la barandilla y sus manos metidas en los bolsillos de sus pantalones. Unos pequeños auriculares de color blanco podían adivinarse a través de su largo pelo castaño. Su mirada estaba perdida en algún punto lejano del exterior y la letra de la canción aleatoria que resonaba en sus oídos, hizo que sus pensamientos se centrasen en Rinoa por completo.

"If I walk away again

Maybe every promise was broken

I'll never look back

I'll never love you again

Never again".

La voz algo ronca y levemente nasal de aquel cantante, lo arroyó sin control haciendo que un nudo se instalase en su pecho. Apenas la había visto en estos días, tan solo había conseguido desayunar con ella esa misma mañana y la verdad, que no había ido demasiado bien. Simplemente se habían dedicado a cruzarse palabras llenas de rencor. ¿En qué momento habían llegado a esa situación? Una punzada de dolor en su pecho, lo atravesó cuando pensó, en que tal vez aquello era el fin. Pero ¿por qué? Él ya se había disculpado y había intentado un acercamiento pero se negaba a arrastrarse más, suplicando un perdón que creyó no necesitar.

De pronto alguien a su lado, lo sobresaltó. Aquel vaquero de casi metro noventa, se dejó caer a su lado de manera informal y con sutileza, retiró uno de sus auriculares y se lo puso.

"Now your love is dead to me

Like every word you said to me

Lift me up, tear me down

Here we go, round and round

All this time was wasted

Every moment spent together

We falling apart".

- Vaya… bonita pero…

- Ha sonado por casualidad, no pienses que voy llorando por las esquinas –bromeó el comandante retirando sus auriculares y guardándolos en el bolsilla-.

- Si, no te pega nada ir de víctima –comentó el chico acomodándose en el banco-. Es por Rinoa ¿no? –dijo Irvine viendo el estado de su amigo-. No la hemos visto en todo el fin de semana –añadió algo sorprendido-.

- Ya, yo tampoco –contestó con sarcasmo-. Hoy ha pasado el día con una compañera de clase, una tal Yinna, creo, y el sábado estuvo en Deling –explicó sin apartar la vista del frente-.

- ¿Habéis discutido? –preguntó de manera cauta sabiendo que su amigo no era muy dado a dar explicaciones-.

- Si pero ya le he pedido perdón, no sé, está rara, como ausente.

- Tal vez sienta cierta presión con todo lo que la está pasando, a ella es a la que más le ha cambiado la vida, además lo de Darcy… - dijo Irvine intentando alentar a su amigo-.

- Lo sé e intento ayudarla y apoyarla en todo lo que puedo pero esto es distinto, es como si no quisiera estar a mi lado, me esquiva continuamente –agregó con deje molesto-.

- Bienvenido al club –dijo Irvine divertido ofreciendo el puño a Squall para que lo chocase-.

Éste lo miró divertido y lo chocó.

- No te va muy bien con Selphie ¿no? –dijo volviendo a su posición con las manos en los bolsillos-.

- ¡No! –contestó con energía mientras estiraba los brazos a lo largo del respaldo del banco-.

- Bueno, he de decir que muy bien tampoco lo haces –bromeó Squall dibujando media sonrisa-.

- ¡Ey! –se quejó su compañero-. ¿Qué se supone que debo hacer?

- Pues decirle lo que sientes, sin más.

- Pero…

- ¿En serio crees que no le gustas? – preguntó sentándose normal y girándose hacia Irvine. Era tan obvio que hasta a Squall le daba rabia-. Pero ¿tú las has visto cómo te mira? Le cambia la cara, tío.

Irvine carraspeó a su lado de manera nerviosa y se removió a su lado.

- El jueves se marcha a Trabia, tiene algunos días libres –informó Squall-. Creo que huye de ti –añadió bromeando pero intentando que aquel vaquero reaccionase. Selphie no iba a aguantar mucho más esa situación-.

- Juraría que estábamos hablado de ti, no sé qué ha pasado –dijo Irvine mirando de reojo a Squall-.

El vaquero vio como en la comisura de sus labios se dibujaba una sonrisa. Por lo menos esa charla parecía haberle animado en cierta manera.

- ¿Nos vemos en la cena? –preguntó el comandante levantándose de allí-.

Irvine asintió y con un gesto de mano, se despidieron.


La semana pasó casi sin darse cuenta, ya era jueves pero aquellos Seeds, ni siquiera habían sido conscientes del paso de los días. Squall junto con Zell habían estado un par de días fuera. Una aldea cercana a Galbadia requería de la presencia de Seeds, ya que unos rebeldes se habían instalado en aquel pueblo con la idea de someter a los trabajadores en ciertos sectores. El comandante agradeció salir del jardín y sobre todo del despacho. Apenas había hablado con Rinoa y la verdad, que necesitaba respirar. Quistis llevaba toda la semana de exámenes con los más jóvenes, Irvine había empezado a hacer las pruebas para ser instructor de los más pequeños, era algo que siempre le había gustado y Selphie se había marchada a Trabia esa misma mañana muy temprano.

Rinoa por su parte, había seguido su rutina. Llevaba entrenado con Edea todos los días después de las clases y la verdad que estaba agotada, apenas tenía tiempo para ella misma, para tomarse un respiro y el poco tiempo que sacaba, alguna tarde, quedaba con Yinna. Aquella chica siempre conseguía animarla. Últimamente se sentía algo sola, los demás tenían otras obligaciones de Seed, ella era la única que seguía teniendo horario de estudiante y le era muy difícil coincidir con ellos. Por no hablar de Squall, que no le había visto en toda la semana, sentía pena pero a la vez, el orgullo la hacía seguir adelante.

- ¿Qué tal con Squall? –preguntó Yinna desde la mesa de estudio. Rinoa y ella, llevaban toda la tarde haciendo un trabajo en la habitación de la pelinegra-.

La joven bruja se encogió de hombros y se dejó caer en la cama.

- No sé, apenas hemos hablado, supongo que eso no es bueno ¿no? –sonrió con nostalgia-.

- Para estar así, mejor dejarlo –comentó sin dejar de escribir en un cuaderno de anillas de color rojo-. Creo que no te presa la atención que debería –añadió de manera despreocupada-.

Rinoa se sorprendió al escuchar aquello y un pequeño pinchazo se hizo presente en su pecho. ¿Cómo? Esas palabras ni si quiera habían pasado por su mente en ninguna ocasión, aunque ahora que lo pensaba, llevaban desde el domingo sin hablarse y ninguno de los dos había hecho mucho esfuerzo por conversar. Es más, ella ni siquiera se había parado a pensar en cómo estaría él. Llevaba toda la semana con bastante estrés y cuando estaba con Yinna, era como si sus amigos y en especial Squall, desaparecieran de su mente, como si no existiesen.

¿Qué estaba pasando? Aquello no le gustaba, de pronto sintió una presión en su pecho, la angustia y el remordimiento, la invadieron por completo y la imagen de Squall sonriéndola, la arrolló como un tren en marcha. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Cómo es posible que se hubiese comportado con él de esa manera tan ruin? Era Squall, era aquel hombre, que sin pensar en su propia vida, la rescató en el pabellón de la bruja, quien la hacía sentirse tan protegida, tan querida, que a veces ni se creía la suerte que tenía de haberlo encontrado.

Tumbada en la cama y con todos esos pensamientos, que parecían resurgir de la nada en su mente, se giró y miró el reloj de la mesita, las ocho y media de la tarde. Sintió una claridad mental que llevaba tiempo anhelando, con todo el ajetreo de esos días ni siquiera había sido consciente de que no estaba siendo ella misma, su forma de ser le impedía comportarse de esa manera pero sin entender el porqué, lo estaba haciendo.

De un salto se levantó de la cama y se dirigió a la puerta pero la voz de Yinna, la detuvo en seco, por un momento se había olvidado de que ella estaba allí.

- ¿Dónde vas? –preguntó sorprendida pero en tono molesto-.

- Necesito hablar con Squall, no quiero perderlo, él… él no me ha hecho nada y yo me estoy comportando como una cría.

- ¡Espera! –la mujer detuvo a la pelinegra levantándose con rapidez-.

Rinoa la miró de manera inquisitiva y la vio titubear.

- Ven, siéntate un momento –dijo arrastrándola hasta la cama-. ¿No debería ser él quien venga a buscarte? Es decir, tú has dicho que apenas os habláis, ¿quieres arrastrarte hasta él, como cuando le conociste? Tu misma me has contado que no le caías nada bien –explicó cogiendo de las manos a Rinoa y mirándola muy fijamente-.

La pelinegra sintió como las manos de Yinna ejercían más presión y creyó ver como aquellos ojos de color extraño, enrojecían.

- Supongo… que tienes razón –dijo la pelinegra como si esas palabras no saliesen de su boca-.

Los brazos de Yinna rodearon a Rinoa en un abrazo un tanto incómodo, está se quedó muy quieta y tras unos segundos, correspondió aquel abrazo.

- Bueno debo irme, mañana nos vemos –dijo con una especie de sonrisa fingida mientras la besaba en la mejilla-.

- Eh… si –acertó a decir Rinoa como si eso que acabase de pasar tan solo hubiese sido un sueño-.


Squall llegó a la cafetería algo temprano para la cena pero a pesar de ello, lo demás ya se encontraban allí, todos menos Rinoa. Un sentimiento incomodo lo recorrió de pies a cabeza, ahora se daba cuenta de lo mucho que se inquietaba cuando pasaban mucho tiempo separados. Era irónico, cuando la conoció no soportaba estar más de cinco minutos cerca de ella y ahora, la echaba de menos continuamente.

Desde el domingo no habían vuelto a hablar, tan solo habían cruzado algunas palabras a través de mensajes por el móvil pero nada más. Ni si quiera sabía cómo se encontraba, había estado toda la semana entrenando con Edea, seguramente estaría agotada. Además el martes se había celebrado el funeral de Darcy pero ninguno de ellos pudo acudir, así que tuvo que ir sola, seguramente se había sentido muy sola. Squall intentó hablar con ella a la noche pero le resultó imposible. Sentía que no podía apoyarla lo suficiente y que todo lo que les estaba ocurriendo era culpa de él.

Antes de tomar asiento, cogió una bandeja y tras unos minutos llegó con algo de cena junto a los demás. Se miraron con ojos cansados, parece que la semana había sido agotadora para todos. Tras conversar de cosas sin importancia intentando bajar su nivel de estrés, Quistis sacó el tema de los tres hermanos a relucir. Al parecer había estado hablando con algunos compañeros instructores y uno de ellos, les daba clase. Como bien ya venían intuyendo, a dicho instructor también les parecían de los más raro. Parece ser que muchas veces faltaban a clase y eran bastante introvertidos, apenas participaban en clase.

Squall suspiró y chasqueó la lengua de manera molesta.

- El lunes a primera hora estuve hablando con Kramer sobre ellos –comentó llamando la atención de todos los allí presentes-.

- ¿Y? –le apremió el vaquero zarandeándolo levemente por el brazo-.

- Nada, apenas me miró a la cara y simplemente me dijo que se estaban adaptando bastante bien –explicó dejando escapar una risa sarcástica-. Le dije a ver si me dejaba ver su fichas y casi me echó del despacho –añadió incomodo recordando aquel momento-.

- ¿Te echó del despacho? –se sorprendió Zell-.

- Casi… Últimamente está muy raro, apenas habla conmigo y parece que todo, absolutamente todo, le molesta –comentó Squall-.

- Sí, es cierto, yo también lo noto como ausente ¿no? –dijo esta vez Quistis quien había coincidido varias veces con el director-.

Todos volvieron a suspirar sonoramente y se removieron en sus asientos.

- ¿Y si le decimos a Selphie a ver si puede descubrir algo en Trabia? –dijo de pronto el vaquero-.

Todos lo miraron con algo de sorpresa pero no era mala idea, los jardines estaba conectados entre sí, tal vez allí, supieran algo.

- Ya me encargo yo de llamarla –añadió con una enorme sonrisa mientras se levantaba con energía-. Mañana os cuento –se despidió empezando a teclear en su móvil-.

En ese momento Zell también se levantó y se despidió. Tan solo quedaron en la mesa la bella instructora y el comandante quien no parecía con ninguna intención de moverse de allí.

- Está intentando arreglarlo ¿verdad? –habló Quistis siguiendo con la mirada a Irvine quien desparecía por la puerta-.

Squall sonrió de manera discreta a su lado.

- Eso parece, ya le dije que no creo que Selphie aguante más tonterías.

Quistis sonrió a su lado sabiendo que aquella frase de seguro lo había dejado bien tocado. Estuvieron un rato en silencio. Quistis observó a su comandante y amigo, devanarse los sesos a cada segundo. Estaba más que claro que Rinoa era la persona que ocupaba aquella cabeza.

- ¿Sabes algo de Rin? –preguntó la mujer con cautela-.

Los ojos azules de Squall se clavaron como dos témpanos de hielo sobre la instructora, como si aquella pregunta no viniese a cuento. Quistis se tensó ante la penetrante mirada pero después se relajó viendo como Squall soltaba todo el aire que había retenido en sus pulmones en un sonoro suspiro.

- No desde el domingo. Intenté hablar con ella el día del funeral pero no me cogió –explicó apoyando los codos en la mesa mientras escondía la cara entre sus manos en un gesto de agobio-. ¿Tu? –preguntó con ojos esperanzados levantando la cabeza con rapidez-.

La mujer negó preocupada.

- Ni si quiera ha venido a cenar, siento que la estamos dejando de lado –dijo el chico realmente afectado-.

- ¡Eso no es verdad! –rebatió la instructora apoyando su mano sobre la del chico-. Es cierto que esta semana ha sido… complicada –tardó en elegir la palabra intentando describir aquellos días un tanto caóticos para todos-. Pero parece que ella… no sé es como si no quisiera vernos. Yo apenas he cruzado alguna palabra con ella en estos días.

Squall suspiró con agobio mientras echaba la cabeza hacia atrás en su silla.

- Porque no hablas con ella, seguro que está en su habitación. Esta mañana me ha dicho que tenía que acabar un trabajo, imagino que seguirá allí –aconsejó comprensiva-.

Quistis sabía perfectamente cómo funcionaba la cabeza de Squall, llevaba años con él, siendo su compañera, instructora y amiga. Le había costado mucho acercarse a él pero por fin lo había conseguido. Él era cabezota igual que Rinoa pero a diferencia de ella, Squall tenía una capacidad innata que le hacía alejarse de las personas que le importaban cuando algo no iba bien.

- No empieces a ser un borde con ella –dijo Quistis cruzándose de brazos de manera muy seria-.

Éste la miró con sorpresa.

- Si, si no me mires así, tu frialdad hace daño… ¿sabes? –confesó ella bajando el tono de voz recordando los más de un desplantes del chico cuando era su alumno-.

Squall no dejaba de mirarla demasiado sorprendido y cuando fue consciente, apartó la mirada, tal vez avergonzado.

- Contigo también fui un imbécil ¿no? –dijo a modo de disculpa-.

La instructora lo miró y sonrió con cariño.

- Un poco –contestó guiñándole un ojo-. Solo digo que no te comportes así, no dejes que tu orgullo te ciegue. ¡Es Rinoa! Babeas cada vez que la ves –bromeo dándole un pequeño toque en el hombro-.

- No te pases… -dijo mirándola de reojo pero dejando entrever una media sonrisa-.

El joven se levantó de su asiento y parándose a su lado, se agachó y la besó en la cabeza.

- Gracias… –dijo ante la sorpresa de Quistis- …por todo –añadió emprendiendo su camino hacia la salida-.

Quistis se quedó allí, demasiado sorprendido ante el gesto de su comandante, al final iba a ser verdad que aquella bruja estaba ablandando su corazoncito de hielo.


Squall salió de la cafetería en dirección al pasillo femenino, sin dejar de pensar en las palabras de Quistis. Es cierto que esa mujer le había ayudado siempre. Incluso cuando más lo necesitaba, ella siempre había estado ahí pero él siempre se había comportado de manera muy borde.

En aquella época tan solo pensaba que la instructora Trepe era un incordio, todo el día tras él, diciéndole lo que tenía que hacer. Ahora se daba cuenta que lo único que hacía era preocuparse por él. Tal vez sin ella, nunca hubiera llegado donde está ahora. Así que si, tenía mucho que agradece a esa mujer.

Sin darse apenas cuenta, el chico se encontraba frente a la puerta de Rinoa. Por unos instantes dudó en llamar, se moría de ganas de verla pero su orgullo se anteponía haciéndolo dudar de absolutamente todo. Tal vez aquella relación había llegado a su fin, tal vez, ella se había cansado o simplemente ya no sentía lo mismo. Squall meneó la cabeza de un lado a otro, fuera lo que fuera, le debía una explicación. Cogió aire y se dispuso a llamar, sus nudillos resonaron con prudencia contra la madera. No escuchó nada al otro lado, así que insistió, hasta que unos pasos amortiguados se escucharon al otro lado.

Cuando Rinoa abrió la puerta, no pudo evitar un sonido de sorpresa salir de su garganta, para nada esperaba encontrarse con él allí. Se sentía realmente confusa, ni si quiera sabía si se había quedado dormida, ni qué hora era.

Cuando Squall la vio allí plantada con ese gesto de confusión, su corazón golpeó contra su pecho en un sentimiento de incertidumbre. Estaba algo pálida y unas ojeras se pronunciaban bajo aquellos hermosos ojos que ahora parecía apagados, sin vida.

- ¡Ey! ¿Estás bien? –dijo sin esperar a que lo invitase a entrar mientras la cogía del mentón para que lo mirase-.

Éste cerró la puerta tras de sí y acariciando la mejilla de Rinoa con extremo cariño, la condujo hasta la cama.

- ¿Qué haces aquí? -preguntó ella sintiendo el cuerpo del chico a su lado-.

Por un momento cerró sus ojos al sentir aquel calor tan familiar del chico, ese aroma a gel y ropa limpia, el tacto de sus manos sobre las suyas. ¿Qué la estaba pasando?

- ¿Cómo qué hago aquí? ¿en serio? –preguntó Squall a la defensiva-. ¿Eso es lo único que tienes que decir? No sé nada de ti desde hace días Rinoa.

"Desde hace días" las palabras de Squall resonaron como un eco en la cabeza de la bruja. Estaba realmente cansada.

Squall resopló ante la negatividad de la chica y se levantó de la cama. La miró otra vez desde su posición, no parecía ella, tan apagada y tan triste. Ni si quiera lo había mirado a la cara, era como si simplemente rechazara su presencia pero él no se iba a rendir.

- Pareces muy cansada –comentó el joven agachándose frente a ella y buscando sus ojos-.

- Lo estoy –afirmó con media sonrisa-. Llevo toda la semana entrenando con Edea después de las clases, la verdad, es agotador –explicó con desgana-.

Rinoa sintió como aquel chico que se mantenía frente a ella con paciencia infinita, recogía un mecho de pelo tras su oreja y por primera vez desde que había entrado en su cuarto, clavó su mirada en esos ojos azules. Él sonreía con ternura pero a la vez parecía realmente preocupado.

- Te echo… de menos –confesó Squall sin saber que más decir-.

Silencio.

- ¿Qué pasa Rin? ¡Dímelo, por favor!, ¡no aguanto más esta situación!

El comandante abandonó su posición de rodillas y se puso en pie, pasando las manos por su pelo de manera más que nerviosa. ¿Por qué ella no decía absolutamente nada?

- ¿Quieres que lo dejemos? ¿Es eso? –soltó a bocajarro harto de tanta indiferencia-.

De pronto, como si alguien activase un interruptor en la cabeza de Rinoa, se levantó de golpe y sintió sus ojos empañarse sin remedio. ¿Qué acababa de decir? Le estaba perdiendo, ahora lo recordaba, hace tan solo unas horas se encontraba con Yinna en su habitación y ella misma le había dicho esas mismas palabras y su respuesta había sido un rotundo no. ¿Cómo iba a querer perder al que consideraba sin duda, el amor de su vida?

Su mente se despejó al momento, de nuevo todos esos sentimiento hacia Squall volvieron de golpe, como si una losa los hubiera tenido enterrados.

- ¡No! –gritó con aire contenido sorprendiendo a Squall-. No quiero perderte –añadió con voz quebrada-.

El chico se giró cuando escuchó la negativa rotunda de ella y la vio allí, frente a él, temblando levemente mientras intentaba no derramar ninguna lagrima. Éste no lo dudó, fue hasta ella y cogiéndola de la mano la estrechó contra su pecho. Al momento sintió los delgados brazos de la mujer aferrarse a su espalda con fuerza, como si hiciese una eternidad que no lo veía. Acarició su pelo con una de sus manos mientras depositaba pequeños besos sobre su cabeza.

- Lo siento… -susurró ella al fin sin despegarse de aquel pecho-. No sé qué me pasa, todo es… confuso, como si nada de esto fuese real.

Squall al escuchar aquello, la separó de su pecho y la miró de manera interrogante.

- ¿A qué te refieres?

- No lo sé, es difícil de explicar, estos días… no recuerdo gran cosa, ni siquiera sé cuántos días han pasado y tu… lo demás…

Rinoa intentaba explicarse pero le era realmente complicado. Aquello que la estaba pasando escapaba a su comprensión. Derrotada, volvió a sentarse en la cama.

- Es como si no estuvieseis.

Squall no sabía que decir, eso era imposible, ¿cómo podía estar tan desorientada? Un sentimiento de preocupación se agarró a su pecho haciendo que incluso, le costase respirar.

- Squall, creo que mi poder… creo que no voy a poder controlarlo –confesó con una lagrima solitaria rodando por su mejilla-.

- ¿Crees que por eso has estado así? Y ahora…

- ¡No lo sé! –exclamó frustrada llevándose las manos a la cara. No sabía porque había estado así y de pronto volvía a recordar todo, no podía explicarlo-.

El joven volvió a su lado y la abrazó. Si eso era así, si su poder empezaba a corromperla, poco podían hacer. Pero eso no pasaría, para eso tenía a sus amigos y le tenía a él, para recordarlo quien era ella.

- ¡Debemos hablar con Edea! –exclamó Squall cogiendo a Rinoa de la mano y arrastrándola hasta la puerta-.

Éste sintió como ella se frenaba de repente.

- No, por favor, ahora no, no pudo más, estoy agotada y frustrada… mañana por favor –suplicó ella-.

Squall la miró una última vez y asintiendo, la llevó hasta a la cama y se tumbó con ella. La rodeó con sus brazos y besó su frente repetidas veces. Solo quería estar con ella, la había echado tanto de menos que no había sido consciente de que haría si la perdiese.

- Voy a estar contigo ¿vale? No dejaré que te pase nada –susurró con cariño-.

La joven asintió y se refugió en el pecho del chico. Solo necesitaba descansar.


Zell llevaba algo más de una hora en la zona de entrenamiento. A veces entrenar después de la cena, le ayudaba a dormir mejor.

Miró su reloj y vio que ya era algo tarde, así que sin demorarse más, salió de allí. Caminó deprisa, encontrándose apenas con un par de alumnos rezagados. Decidió atajar por uno de los pasillos laterales que conducían directamente al pasillo de las habitaciones masculinas pero algo hizo detener sus pasos. Unas voces lejanas llamaron su atención, meneo la cabeza de forma negativa, intentando no darle importancia pero aquellas voces empezaron a subir de tono.

Sin poder remediarlo, Zell se desvió de su camino y giró hacia el pasillo de la derecha. Anduvo con cautela, percibiendo esas voces más cerca, hasta que visualizó la puerta que daba al aula de ordenadores. Por un momento, una cierta incertidumbre lo hizo detenerse pero sin saber porque, acabó escondiéndose tras una columna, muy cerca del aula.

- ¡Te he visto salir de su habitación esta tarde! ¿Qué pretendes hacer?

Zell intentó distinguir la voz, era la de un hombre pero el eco del lugar hacía que no pudiera apreciarla con claridad. La voz de una mujer contestó esta vez.

- La muy estúpida, cree que es su poder lo que la tiene así, esto está siendo más fácil de lo que imaginábamos –rió histérica sin prestar ninguna atención a ese individuo que acababa de llegar-. ¿Sabes? Creo que va a cortar con el Comandante –añadió con júbilo girándose hacia el hombre y con una siniestra sonrisa-.

Zell se tensó repentinamente al escuchar aquello, sin duda hablaban de Rinoa.

- Qué demonios pretendes hacer… -susurró con miedo el hombre dentro del aula-.

- Y ¿qué más te da? –contestó la mujer con desdén-. La odias ¿no? Y a los demás también. Ya les traicionaste una vez, no te costará volverlo a hacer –añadió con cierta inquina-.

- ¡Mierda! Yo nos les traicioné, ¡joder! Yo, yo solo… -la voz de aquel hombre se cortó de pronto-.

Zell pudo apreciar como una especie de gruñidos un tanto extraños, como si alguien estuviese ahogándose, empezaban a resonar en el lugar.

- Obedece cuando se te diga y punto.

Un silencio sepulcral se hizo el dueño de aquel lugar, hasta que la voz del hombro volvió a escucharse.

- Así lo haré… -dijo aquella voz de manera autómata y totalmente sumisa-.

- ¡Márchate!

Zell escuchó la puerta del aula abrirse y con gran maestría, giró hacia el otro lado de la columna para no ser visto por esa persona. Pero cuando aquel hombre pasó de largo, se quedó de piedra. Su cuerpo apenas respondía, intentó decir algo pero le fue imposible. A pesar de que solo vio a esa persona de espaldas, supo perfectamente de quien se trataba, era Seifer.

Cuando reaccionó se marchó de allí antes de ser visto por la mujer que discutía con él. Anduvo el corto trayecto que lo separaba de su habitación como un zombi, con la mente totalmente nublada por lo que acababa de presenciar. Sin duda esa noche no pegaría ojo.


Notitas…

Bueno pues otro capitulito finito. Cada vez me quedan más largos, espero no aburriros. Lo de Seifer se veía venir ¿no? Jeje. La canción que escucha Squall de manera "aleatoria" es If I Walk Away de The Wreckage.

Gracias a todos por leer. Hasta la próxima

Nancyriny: Bueno capítulo extralargo para que no te quejes. Ya sabía yo que te haría ilusión lo del Crush y si, la chica de la infancia es, ni más ni menos que Hayley, que lista eres, jeje. No quise darla más protagonismo ni decir el nombre en este capítulo porque si no, no tendría sentido que Rinoa no se acordase de ella en Creciendo Dentro, aunque me hubiera encantado alargar la escena. Y nada como siempre darte las gracias por seguir fiel. Buenas noticias, el siguiente capítulo está a la mitad, así que no tardaré en subirlo.