Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Square-Enix. Tan solo los inventados son de cosecha propia ^^
CAPITULO 8
Squall se despertó algo sobresaltado. Se incorporó en la cama y un ruido, como una especie de gruñido sordo, llamó su atención. Miró hacia un lado y hacia otro, y en la esquina del baño, le pareció ver una especie de destello rojizo. Se frotó los ojos y algo confuso, vio que allí no había nada. Suspiró y miró su reloj, la una de la madrugada.
Desvió la mirada hacia su derecha y allí estaba ella, esa pequeña mujer que lo tenía hechizado. Acarició su pelo con delicadeza y la besó con sumo cuidado en la mejilla. Se habían quedado dormidos sin darse cuenta.
- Rin… -susurró Squall intentando despertarla-. Rinoa… -insistió-.
La pelinegra suspiró y girándose, se acomodó de nuevo. Squall no puedo evitar sonreír al verla de aquella manera.
- Rinoa –volvió a llamarla meneándola levemente por el hombro-.
Ésta por fin hizo un amago de despertarse y con un ronroneo, frotó sus ojos.
- Nos hemos quedado dormidos –apuntó el joven-. Debería irme.
- No, quédate, por favor… -suplicó la chica aferrándose a la cintura de él-.
- Pero…
El chico sintió como aquello bracitos ejercían más fuerza a su alrededor impidiendo que se marchara de allí.
- Está bien –susurró contra su pelo-.
Squall se irguió y cogiendo una gruesa manta que había a los pies de la cama, tapó ambos cuerpos. Sintió a Rinoa acurrucarse contra su pecho y no pudo más que acomodarse y envolverla con sus brazos.
Rinoa abrió los ojos despacio, una leve luz se filtraba por las rendijas de la persiana e incorporándose sobre uno de sus brazos, alcanzó a ver la hora, las siete de la mañana. A pesar de las horas, se sentía muy descansada, como si hubiera podido recuperar de golpe aquella energía que llevaba faltándole toda la semana.
Volvió a tumbarse y los brazos de Squall la aprisionaron contra el fuerte cuerpo. La joven cerró los ojos ante tan agradable contacto y girándose con cuidado, quedó cara a cara con el muchacho.
Lo estuvo observando un rato en silencio, acarició su rostro con cariño y apartó algunos mechones de pelo de su cara. Parecía tan relajado. Intentó recordar detalles de estos días pasados pero se le hacía complicado. ¿Cómo era posible que hubiera ignorado a Squall durante días sin apenas ser consciente? Ni si quiera se había despedido de Selphie el jueves, por no hablar de las múltiples llamadas de Quistis, a la que no le había cogido el teléfono. Todo lo que podía recordar era como un mal sueño, como si nada de eso hubiera pasado y ahora la invadía un sentimiento de culpabilidad y de pena por haberse comportado así con ellos. Pero juraría que no había sido consciente.
Squall despertó lentamente al sentir el suave roce de la mano de Rinoa sobre su rostro. Ésta se encontró con aquella mirada azulada cargada de ternura que rara vez mostraba a los demás y una hermosa sonrisa adormilada. Sus ojos parecían de un azul mucho más intenso cuando despertaba, nunca se había fijado en ese detalle.
- Hola… -susurró ella-.
El joven sonrió y la besó con demasiado ternura, lo cual hizo que un cosquilleo involuntario recorriese el estómago de Rinoa.
- Hola… -murmuró él con la voz algo ronca por el despertar-.
Squall jugueteó con algunos mechones sueltos del cabello de la joven y pudo ver que parecía realmente descansada. Sus ojeras habían desaparecido y su color de piel volvía a ser rosado.
- ¿Has descansado?
- Mucho –sonrió ella-.
El silencio se adueñó de la pareja y simplemente se miraron con intensidad.
- Creí que te perdía –confesó él por fin-. Estos días han sido duros ¿sabes? Ni si quiera me cogías el teléfono –continuó poniéndose boca arriba y cruzando sus brazos por detrás de la cabeza-. Y no entendía por qué.
Rinoa suspiró e irguiéndose, se sentó a su lado.
- Lo siento, ni si quiera he sido consciente de ello, todo es… confuso. Recuerdo sentirme algo sola, vosotros estabais ocupados, después el funeral y esos sueños cada noche, sin descanso –explicó jugueteando con el borde de la camiseta de Squall-.
- Intentaba hablar contigo todas las tarde, verte, pero no me dejaste…
- Lo sé –interrumpió ella recordando ahora con más claridad todas esas llamadas de Squall y que ella apenas prestaba atención-.
El chico se irguió en la cama y se sentó, quedando cara a cara con ella. Acarició su mejilla intentando que levantase la mirada.
- ¿Y los sueños? No sabía que seguías teniéndolos.
Rinoa negó con la cabeza.
- No han sido tan fuertes como los primeros pero sé que he estado soñando con alguien llamándome, diciendo mi nombre y creo que siempre es la misma persona. Pero esta noche no ha pasado –añadió enfrentándose a la mirada del chico-. Tal vez dormir contigo me ayude –sonrió ampliamente-.
- ¡Oh! Pues entonces tendré que venir todas las noches a tu habitación –comentó él con cierta picardía-.
Rinoa enarcó una ceja a modo divertido.
- A dormir, por supuesto –añadió el chico-.
Ambos se miraron de manera más que cómplice y se echaron a reír.
- Por cierto, ¿qué tal tu examen? –preguntó esta vez Squall-.
- Creo que bastante bien –contestó ella recordando las preguntas-. Mi profesor particular es bastante bueno en la materia –bromeó-.
- ¡Oh! Si, algo he oído –la siguió el juego mirándola de reojo mientras se recostaba de nuevo en la cama y se estiraba haciendo que sus músculos se marcasen de más-.
Rinoa lo miró desde su posición y no pudo evitar morderse el labio inferior al ver como su camiseta se remangaba y dejaba a la vista la parte baja de su abdomen.
- Veo que tienes mejor el codo –comentó el chico al fijarse que apenas quedaba un rasguño de aquel encuentro-. Por cierto, ¿Seifer te ha vuelto a…?
- ¡No, qué va! –contestó ella con rapidez sin dejar acabar a Squall-.
La chica bajó la mirada de nuevo, aquel tema era lo que hacía que ambos se pusieran a la defensiva.
- Aquella tarde en mi habitación, ya te expliqué lo que ocurrió pero, te pusiste realmente furioso y…
- Lo sé pero entiéndeme, ¡te atacó! –exclamó clavando su mirada en la de ella-.
- Eso es lo que intenté decirte, no me atacó –vio como Squall fruncía el ceño ante la confusión del momento-. Él no me atacó, Squall.
Rinoa se aclaró la garganta y cogiendo aire, volvió a recordar el encuentro con Seifer. Seguía creyendo que ese chico estaba raro, a pesar de sus más que evidentes diferencias, era como si él intentase advertirla de algo. Pero siempre que lo intentaba, parecía tan confuso y perdido que lo único que inspiraba era miedo.
- ¡Está loco, joder! –sentenció Squall sentándose de nuevo en la cama-.
- Puede… o puede que no, ¿por qué sino diría todas esas cosas? –contestó Rinoa intentando entender la situación-.
- No sé, para llamar la atención o…
- No, Squall, le pasa algo, estoy segura, creo que debería hablar con él.
- ¡Ni lo sueñes! Yo hablaré con él, no te dejaré a solas con ese tipo –aclaró demasiado serio-.
- Bueno, pues iremos los dos.
- Eres muy cabezota, ¿lo sabías? –dijo con media sonrisa-.
El castaño vio como Rinoa se encogía de hombros ante la obviedad y le brindaba una más que hermosa sonrisa, como la había echado de menos. Éste se desperezó una última vez y besándola en la frente, se levantó de la cama.
- Creo que debería irme –dijo muy a su pesar. Hubiera deseado quedarse todo el día en esa habitación-.
La pelinegra lo observó ponerse las zapatillas y coger su chaqueta de cuero. Cuando ambos se cercioraron de que no se olvidaba nada, lo acompañó hasta la puerta.
- ¿Nos vemos en la cafetería? –preguntó ella sintiendo los suaves labios del chico sobre los suyos-.
- Claro –contestó él saliendo por la puerta e intentando no ser visto-.
Antes de que aquel joven se marchase de allí, Rinoa lo agarró de la camiseta y atrayéndolo hacia ella, lo besó con urgencia en un cálido beso, que Squall no se esperaba.
- Te quiero… -susurró ella contra aquella boca que la volvía loca-.
Squall a punto estuvo de empujarla dentro de la habitación junto a él y demostrarle como de loco estaba por ella, pero no era el momento. El chico suspiró mordiéndose el labio inferior y apoyando su frente contra la de ella, la besó una última vez.
- Tenemos que quedar para "estudiar" de nuevo –bromeó con un deje sensual-.
Rinoa sonrió y le golpeó con suavidad en el brazo.
- Nos vemos ahora –terminó diciendo ellas mientras cerraba la puerta-.
Squall suspiró una última vez intentando controlar sus hormonas desorbitadas y se marchó en dirección a su habitación.
Al otro lado del pasillo, alguien presenció aquella última escena y una rabia incontrolable la invadió. Aquello no podía ser, juraría que ella tenía el control pero aquella maldita niña y ese maldito comandante, ¿cómo de fuerte era ese amor que se profesaban? Ahora todo volvía a estar como al principio.
Rinoa hacía un rato que se había duchado y preparado y se encontraba en la entrada de la cafetería. Una amplia sonrisa se dibujó en su cara cuando vio aparece a Squall. ¿Cuánto había pasado? ¿una hora? Daba igual, aquel hombre la hacía extremadamente feliz.
- ¡Oh! Señorita Heartilly, ¿cuánto hace que no nos veíamos? –bromeó el chico llegando hasta ella y besándola delante de bastante gente que pasaba por ahí-.
Rinoa se quedó algo sorprendida por aquel gesto.
- Vaya ¿y estas muestras de cariño en público? –comentó ella divertida-.
El chico se encogió de hombros y sonrió, dándola a entender que le daba exactamente igual la gente. De pronto alguien se acercó a Squall y le reclamó un momento. Rinoa lo identificó como uno de los ayudantes de mando.
- Ahora voy –le dijo Squall a Rinoa separándose de la entrada con aquella persona-.
La pelinegra asintió y se adentró en la cafetería pero justo a mitad de camino, alguien la agarró de la mano y girándola, la separó hacia un lado.
- ¿¡Se puede saber qué haces!? –exclamó aquella persona elevando el tono de voz y claramente asqueada-.
- ¡Yinna! pero que…
- ¿Qué se supone que haces con Squall? -interrumpió enfadada zarandeándola del brazo-.
- ¿Cómo que qué hago con…?
Rinoa no pudo acabar la frase.
- ¡Eres realmente estúpida! –cortó tajante esa mujer con inquina mientras apretaba el brazo de Rinoa con fuerza-. Has vuelto a caer en sus mentiras, dijiste que cortarías con él.
-¡Yo no dije eso! Y ¡suéltame! Me haces daño –exclamó Rinoa apartándose de ella- Además ¿a ti que te importa?
Yinna se quedó callada y sintió como la ira inundaba cada parte de su ser. Sus ojos comenzaron a enrojecer pero antes de que pudiese decir nada más, un par de alumnos pasaron corriendo por su lado, chocando sin querer con ella. Ésta se giró realmente enfadada y los fulminó con la mirada. Los muchachos se disculparon entre risas y cuando volvió a girarse, vio como aquella bruja se alejaba de ella.
- ¡Rinoa… espera!
Lo único que vio fue como la pelinegra levantaba una mano en alto a modo de despedida y ni siquiera se giraba para mirarla.
- "Mierda" –exclamó para sus adentros, aquello se le estaba yendo de las manos-.
Cuando Squall entró en la cafetería, una mujer de pelo largo morena y flequillo perfecto, cruzó una mirada con él que no pasó desapercibida para el chico. Juraría que un destello rojizo nublaba aquella mirada. La identificó enseguida, era la hermana de los alumnos nuevos. Se sorprendió de verla allí, ¿cuántas veces la había visto, dos, tres, tal vez? Ni siquiera sabía cómo se llamaba. Era rara y sus hermanos también, a Squall no le inspiraban nada de confianza, era como si siempre estuvieran tramando algo.
Sin querer darle más importancia, se acercó hasta una mesa en la que divisó a Rinoa y Quistis. Ambas mujeres ya se habían servido su desayuno, así que antes de tomar asiento, fue a por su comida.
Cuando llegó, Quistis lo miraba con una enorme sonrisa.
- Eh… ¿pasa algo? –preguntó confuso sentándose-.
- Nada, Rinoa me ha dicho que ya habéis hablado y me alegro –comentó con la misma sonrisa-.
- Ya… -dijo sin más empezando a desayunar-.
- También me ha dicho lo que le ha pasado esta semana –añadió la instructora con semblante serio-.
- Deberíamos hablar con Edea, si tu poder… -empezó a decir Squall sin poder acabar la frase-.
- Ya, ya, ya sé lo que pasaría, no me lo recuerdes –interrumpió Rinoa al comandante sabiendo lo que pasaba cuando una bruja se corrompía ante su propio poder-.
De pronto en los teléfonos móviles de los tres empezaron a sonar notificaciones sin descanso. Los jóvenes suspiraron sin entender que pasaba y cuando leyeron, se miraron de manera cómplice.
- ¿Zell? –se sorprendió Rinoa-.
- Si, eso parece –contestó Quistis, Squall asintió a su lado-.
- Dice que es urgente, debemos vernos en la biblioteca, es importante, daros prisa. Con muchas exclamaciones y letras en mayúscula –leyó Rinoa de manera mecánica-. Yo no puedo ir, empiezo en quince minutos las clases.
- Está bien, iremos nosotros –aclaró Quistis levantándose y mirando a Squall quien acababa de terminar su desayuno-.
Rinoa los vio abandonar la cafetería con prisa y ella no pudo más que suspirar sonoramente, no le apetecía nada ir a clase.
Zell llevaba un buen rato en la biblioteca dando vueltas como un ratoncillo enjaulado. No había pegado ojo en toda la noche, lo que vio y oyó, sin duda, le hubiera quitado el sueño a cualquiera. Intentó calmarse tomando asiento en una de las mesas del fondo. Repasó mentalmente lo que había escuchado de la boca de Seifer y aquella mujer desconocida, no quería dejarse ningún detalle ya que absolutamente todo, tenía importancia.
Miró a su alrededor y cruzó alguna que otra mirada con aquella chica que solía estar en la biblioteca. ¿Cuantas veces había hablado con ella? Seguramente muy pocas, pensó. Su mente abandonó temporalmente las imágenes de la noche anterior para centrarse en aquella chica, era bonita y amable, y cuando se veían se sonreían mutuamente, ¿tal vez debería invitarla a salir? Sintió como sus mejillas tornaban a un color rojizo pero justo en ese momento, vio aparecer a Squall y los demás de manera atropellada en la estancia.
Los Seeds hicieron un rápido recorrido visual por la biblioteca y pronto dieron con Zell.
- ¿Se puede saber qué te pasa? –dijo el vaquero con un tono de voz algo elevado para estar en una biblioteca-.
Los pocos alumnos que estaban allí los miraron con intensidad y aquella chica que solía hablar con Zell, los mandó callar.
Fue Squall quien se disculpó pero con rapidez, se dirigieron hasta la esquina del fondo donde estaba el artista marcial.
-¿Y bien? ¿A qué viene tanto mensaje misterioso? –volvió a hablar Irvine esta vez en un susurro-.
Cuando todos estuvieron sentados alrededor del rubio, éste levantó la vista y se cercioró de que las pocas personas del lugar, ya nos les prestaban ninguna atención.
- Tengo que contaros algo –dijo realmente preocupado-. Y no os va a gustar- añadió negando con la cabeza en un gesto de agobio-.
Todos lo miraron expectante y sin decir nada más dejaron que Zell comenzase a contar lo que le había pasado la noche anterior con Seifer. Cuando terminó, fijó la vista en la de sus compañeros e intuyó lo que ya venía adivinando, se habían quedado igual de impactados que él.
Miró a Squall en especial y vio cómo se llevaba los dedos de su mano derecha hasta su frente y la masajeaba mientras cerraba sus ojos. Soltó el aire por la nariz en un gesto de total frustración.
- Lo voy a matar… – susurró entre dientes-, os juro que lo voy a matar –repitió elevando el tono mientras comenzaba a levantarse-.
Fue Quistis ayudada de Irvine quién lo detuvo y cogiéndolo del brazo, lo obligaron a sentarse de nuevo.
- ¡Cálmate tío! –exclamó el vaquero bajando el tono de voz-.
- No puede ser, debe haber sido una confusión –habló esta vez Quistis quien parecía afectada por la noticia-.
Zell la miró con algo de pena, todos los allí presentes sabían la complicidad que había surgido entre Seifer y ella en esos meses, incluso creían que aquel muchacho podía estar cambiado gracias a la instructora.
- No, Quistis, era él, le vi salir de allí –aclaró Zell-.
- ¡Claro que era él! Lleva días acosando a Rinoa, ahora lo entiendo todo –soltó de pronto Squall sin ser consciente de que ninguno de los que estaba allí sabía aquello-.
- ¡Espera! ¿Qué acabas de decir? –dijo algo alterada Quistis cogiendo del brazo a su comandante-.
- Si, Quistis, ese tipo, el que tú crees que está cambiando, ¡sigue siendo un auténtico bastardo! –dijo Squall escupiendo las palabras. Estaba tan cabreado que le daba igual a quien dañar-.
- Squall, ¿de qué hablas? ¿cómo que está acosando a Rinoa? –preguntó esta vez Zell quien ya no entendía nada-.
El joven comandante volvió a suspirar y se dispuso a contarles los encuentros de Rinoa con Seifer. Es cierto que le había prometido a Rinoa no contarlo pero dada las circunstancias, era lo más apropiado.
- No puede ser, sé que le pasa algo, él no es tan miserable, Squall –comentó con preocupación Quistis-.
- Rinoa dice lo mismo –aclaró el castaño mientras resoplaba-.
Hubo un momento de silencio en los que de seguro, intentaron arrojar algo de luz a aquella situación.
- ¿Creéis que ella corre peligro? –preguntó con cautela Irvine. Zell había dicho que la mujer que estaba con Seifer se alegraba de que la bruja y el comandante estuvieran enfadados-.
Todos clavaron la mirada en el vaquero, tal vez tenía razón y Rinoa no estaba segura y ¿quién demonios era esa mujer misteriosa que parecía controlar a Seifer? Eran demasiadas las dudas e interrogantes que surgían.
- Debemos hablar con él, tengo media hora antes de entrar al despacho –explicó Squall mientras se ponía de pie, le daba igual ir solo, necesitaba hablar con ese tipo cuanto antes-.
- Te acompaño –dijo Irvine a su lado-.
- Podéis encontrarlo en el segundo piso, tiene clase allí en un rato –aclaró la instructora en tono preocupado. Todo aquello le daba muy mala espina, estaba segura de que Seifer no estaba siendo él mismo-.
Los demás asintieron y se encaminaron a toda prisa hacia el segundo piso.
Rinoa se encontraba recostada en la pared de enfrente de una de las aulas del nivel superior. La clase anterior había terminado y antes de empezar la siguiente, había decidido salir un rato fuera, necesitaba algo de aire. A su mente llegó el encontronazo con Yinna en la cafetería, se había puesto realmente furiosa cuando la había visto con Squall. ¿Por qué la molestaba tanto que estuviera con él? ¿Tal vez a ella también le gustaba? No, eso era una tontería.
Sacó el móvil del bolsillo de su falda y vio que estaban a punto de dar las diez de la mañana. Miró hacia un lado y comenzó a observar como los alumnos de la clase de al lado empezaban a llegar, no fue consciente hasta que no estuvo a unos pasos de ella, que Seifer venía con ese grupo. Rápidamente apartó la mirada pero antes de que pudiera entrar en su clase, éste la llamó. Rinoa intentó ignorarlo mientras emprendía los pasos hacia el interior del aula pero una mano en su hombro, la detuvo.
- Rinoa, por favor, escucha –comentó el chico con calma-.
Cuando Rinoa se giró para mirarlo, vio que por primera vez en mucho tiempo, sus ojos volvían a ser los de siempre.
- Seifer, en serio, tienes que dejar de hacer esto –intentó explicar Rinoa ante un creciente nerviosismo-.
El chico observó como la joven bajaba la mirada asustada y ni siquiera era capaz de enfrentarlo. A su mente llegaron aquellos recuerdos de hace un par de años, cuando se comportó con ella de manera tan ruin. Por aquella época, él no tenía cabeza ninguna y solo pensaba en chulearse ante los demás. Ahora recordaba que jamás la pidió perdón por aquello.
- ¿Cómo está tu brazo? –dijo cogiéndola algo rudo-.
La joven bruja se tensó y los recuerdos del pasado inundaron su mente sin control. Cada vez que la agarraba de esa manera, Rinoa no podía evitar recordar lo que pasó con él.
De pronto, la voz de una mujer la sacó de esos pensamientos y sintió como el agarre de Seifer cedía.
- Rinoa ¿pasa algo? –dijo una compañera de clase que estaba presenciando la escena-.
La pelinegra la miró y sonriendo, asintió, haciéndola entender que todo estaba bien. Miró a Seifer por última vez y sin decir nada más, se metió en clase.
El chico la observó y comprendió que poco tenía que hacer. Por su culpa ella corría peligro. Observó como el resto de alumnos acababan de entrar en la clase y dudó si entrar o no, total ¿servía de algo intentar reconducir su vida? ¿graduarse como Seed? Ahora nada de aquello tenía sentido alguno, sí, Seifer Almasy se estaba rindiendo. En ese instante, los recuerdos de Quistis llegaron a su mente y un sentimiento de pena se apoderó de él, no sabía muy bien porque, pero se odiaba por defraudarla. Esa mujer le hacía sentir bien, cuando estaba con ella podía ser él mismo, fanfarrón, bocazas y algo estúpido, parecía que a ella era a la única que le gustaba esa personalidad.
Mientras emprendía sus pasos hacia el piso inferior, con todos esos pensamientos en su cabeza, alguien lo agarró del brazo y lo llevó hasta la pared del fondo, haciéndolo chocar con rudeza.
- ¡Mierda! Se puede saber…
Seifer no pudo acabar la frase, ya que un brazo en su cuello, le impidió seguir hablando.
- ¡Comandante! –dijo con dificultad mientras dibujaba media sonrisa fanfarrona. No sabía porque pero cada vez que Squall aparecía frente a él solo le salía ser un auténtico imbécil-.
- ¿Qué estas tramando? ¿Qué le vais a hacer a Rinoa? –preguntó realmente furioso Squall mientras apretaba su agarre-.
Los ojos de Seifer se abrieron de par en par y agarrando el brazo del comandante, intentó que aflojase el agarre. Fue Irvine quien cogiéndole de los hombros, apartó al chico de Seifer. Éste se llevó las manos al cuello y empezó a toser.
- ¿Estáis locos? Joder…
- Ayer a la noche, Zell te oyó hablar con alguien sobre Rinoa, ¿de qué va todo esto? –dijo esta vez Irvine sin rodeos y enfrentándose directamente al chico rubio-.
- ¡No os metáis! -contestó con desgana mientras se colocaba bien la ropa. Seifer intentó disimular su asombro, no podía permitir que lo descubriesen, sino todo iría a peor-.
En ese momento Squall dejó caer la cabeza en un gesto molesto y no pudo evitar soltar una risa seca. Cogió aire intentando calmarse pero no le sirvió absolutamente de nada. Levantó la vista de nuevo hasta Seifer y cuando sus miradas se cruzaron, volvió a abalanzarse contra él. Sintió a Irvine intentando pararle pero con agilidad, se zafó de él y se centró en su presa, ese maldito hombre que tenía intención de dañar a lo que más le importaba en ese momento, Rinoa.
- Escúchame… -masculló acercándose a su oído-. Como se te ocurra hacerla daño, juro que te arrancaré el corazón en vida ¿me oyes? –añadió con ira empotrándolo más contra la pared y volviendo a cogerlo del cuello-.
- Ellos… no pararán… no ahora que están tan cerca –Seifer intentó explicarse pero el agarre de Squall le dificultaba la respiración-. Necesitan… cinco… la elegida…
El vaquero, viendo que a Seifer empezaba a faltarle el aire, intentó de nuevo separar a su comandante de aquel individuo pero una voz grave tras ellos, los hizo detenerse a ambos.
- ¡Leonhart!
El castaño, al escuchar aquella voz tan conocida, se separó de golpe de Seifer y se giró can la mirada algo desencajada-.
- Director…
- Espere, podemos explicárselo –habló esta vez Irvine-.
Kramer alternó una fría mirada entre los tres muchachos.
- Os quiero a los dos esta tarde en mi despacho –sentenció refiriéndose a Squall y Seifer-.
- Y tú, al despacho ¡ya! –exclamó con enfado señalando a Squall mientras se marchaba de allí-.
- "Mierda" –farfulló Squall para sus adentros sabiendo que aquello traería consecuencias-.
- Vaya, parece que la has cagado, comandante –se jactó Seifer masajeando aun su cuello dolorido-.
- ¡Cállate! –gritó Irvine encarándose a él-.
Fue Squall, esta vez quien detuvo a Irvine, no merecía la pena seguir con aquello. Ambos chicos vieron como Seifer desaparecía por las escaleras que llevaban al primer piso. ¿Realmente había servido de algo aquel encontronazo?, seguramente no.
Quistis llevaba toda la mañana algo despistada, lo que les había contado Zell esa misma mañana sin duda le había chocado demasiado y después Irvine le había comentado el encuentro de ellos con Seifer, que al parecer, solo había servido para que el Director les echara un sermón de los suyos.
La joven rubia suspiró y miró su reloj, acaba de terminar la última clase de la mañana y se sentía agotada, solo quería irse a su habitación y descansar. Cuando salió del aula se dirigió por el pasillo que daba directamente a la pasarela del jardín principal y de pronto sus pies se detuvieron en seco, aquellos tres hermanos, los cuales llevaban días sin ver, se cruzaron con ella y la saludaron de manera cordial.
No pudo evitar girarse y seguirles con la mirada, sin duda su aura era demasiado tenebrosa, seguro que Irvine opinaba lo mismo. Fue entonces cuando recordó la conversación de la noche anterior, Squall había intentado ver las fichas pero Kramer se había negado en rotundo, tal vez ella podría hacer algo al respecto.
Deshaciendo sus pasos, se encaminó de nuevo hacia las escaleras que daban directamente al piso superior pero otra vez, se detuvo al verse sorprendida por una persona que bajaba por esas mismas escaleras. La instructora la miró y sin decir nada, bajó la mirada emprendiendo su camino, justo cuando se cruzaron, esa persona la agarró de la muñeca con suavidad.
- Quistis…
Allí estaba Seifer, como siempre con cara de preocupación, culpabilidad y tal vez, miedo, sin duda ese no era el Almasy que ellos conocían. Quistis recordó lo de esa misma mañana y sin poder enfrentarse a él, intentó seguir adelante pero el joven se lo impidió.
- Imagino que lo sabes todo ¿no? –habló dejando escapar aire por la nariz-.
La instructora, que se encontraba unos peldaños por encima de él, lo miró desde su posición y solo pudo leer decepción en su mirada.
- ¿Qué se supone que le has estado haciendo a Rinoa? Y… y… anoche… Zell te oyó hablar con alguien… sobre ella… -Quistis suspiró agobiada-. ¿De qué va todo esto Seifer?
- No quiero hacerle daño a Rinoa, es solo que…
- ¡Pues deja de acosarla! –exclamó enfadada-.
- ¿Acosarla? –contestó sorprendido. Él no la acosaba aunque ahora que lo pensaba, se comportaba como un lunático últimamente-.
Quistis observó cómo bajaba la mirada hacia el suelo.
- Puedo explicártelo –dijo buscando la mirada esquiva de Quistis. Sin duda parecía molesta ante su presencia. Últimamente todo el mundo parecía molesto cuando él estaba cerca-.
- ¿Cómo se lo has explicado a Squall e Irvine? –siguió atacando al muchacho-.
- ¡Mierda! ¡Squall ha venido como un loco donde mí!, ¿que querías que hiciera? –dijo intentó excusarse-.
- Mira, da igual, tú sabrás lo que haces pero ni se te ocurra tocar un pelo a Rinoa, ¿me oyes?
Dicho esto, la instructora se dio la vuelta y terminó el tramo de escaleras que la separaba del nivel superior. La pena la invadió por completo. De verdad, ella deseaba que Seifer hubiera cambiado pero parecía haber estado equivocada todo este tiempo.
Eran las cinco en punto cuando unos nudillos resonaron en la puerta del despacho de Squall. Éste levantó la vista de sus papeles y sin dar permiso para entrar, el director se coló dentro.
- Puedes venir a mi despacho –ordenó sin decir nada más y con semblante demasiado serio-.
Squall asintió sin más y le siguió hasta su despacho. Cuando entró, Seifer ya se encontraba allí, se cruzaron miradas retadoras y sin decir nada, Squall tomó asiento en la silla que estaba al lado del chico rubio.
Ambos observaron al director, éste se paseó un par de veces frente al enorme ventanal y tras suspirar varias veces, tomó asiento en su sillón de piel oscura.
- Bien, ni lo sé, ni me importa por lo que estuvierais peleando, pero no creo que sea la manera de solucionar las cosas, es más, creo que esa es la manera más estúpida de todas.
Kramer hizo una pausa para quitarse sus gafas y dejarlas sobre la mesa. Masajeó sus ojos y tras dejar escapar el aire de sus pulmones, prosiguió con la charla.
- Me sorprende que llevéis estudiando todo este tiempo aquí y os sigáis comportando de esta manera tan inmadura, ¿de verdad, no habéis aprendido nada?. La vez que os peleasteis fuera y os hicisteis, ambos, esa cicatriz, fui demasiado blando, confié en vuestra palabra, pero me habéis defraudado. Tú, Seifer, también te perdonamos todo lo que pasó con Artemisa pero a veces me pregunto si realmente eras o no, consciente de lo que hacías. Y tú, Squall, simplemente me has fallado, pensé que tu madurez dejaba de lado esas peleas por demostrar quién es el más fuerte. ¿Tenéis algo que decir?
Squall se removió inquieto, ¿de verdad era necesario todo aquello? Que si no habían aprendido nada, que si eran inmaduros, nada de aquello tenía sentido. El director era tan ajeno a lo que de verdad estaba pasando, que empezaba a darle igual aquella maldita charla de críos "inmaduros".
- No es lo que usted cree –comentó con calma Squall. Seifer lo miró con curiosidad, conociendo a Squall seguramente no le acusaría directamente-.
- Pues explícamelo entonces –apuntó el director-.
Squall suspiró intentando mantener la compostura. Llevaba días desconfiando de Kramer, apenas hablaban y el trato para nada era como antes, así que no pensaba contarle nada de lo que estaba pasando.
- ¿Seifer? –dijo esta vez dirigiéndose al rubio viendo que Squall era incapaz de decir nada-.
- Yo… bueno…solo quiero decirle que puede confiar en mi… nunca haría nada en contra del jardín, es mi hogar –comentó en tono poco creíble-.
Kramer alternó la mirada entre ambos intentando vislumbrar indicios de aquella pelea. Pero viendo a ambos muchacho, llegó a la conclusión que simplemente se llevaban mal y jamás llegarían a un entendimiento.
- Seifer puedes marcharte.
Squall abrió los ojos con sorpresa y miró al director intentando entender que acababa de pasar. El joven de más de metro noventa, hizo un ademán con la cabeza y se despidió del director.
- ¿Y ya? ¿Eso es lo que piensa hacer? –dijo Squall realmente indignado-.
- ¿Qué quieres que haga, chico? –rebatió con enfado-.
- ¡Maldita sea, el trama algo! –exclamó levantándose de golpe y dando un golpe en la mesa del director-.
- ¿Qué trama algo? –preguntó algo indignado el director-. Squall, creo que estás algo paranoico, hoy Seifer, el otro día con los tres muchachos nuevos, ¿se puede saber qué te pasa?
Squall resopló malhumorado, iba a ser imposible aclarar algo con el director. Así que se levantó de su asiento y emprendió sus pasos hacia la salida.
- Y por cierto esos tres hermanos son muy raros, apenas se les ve por el jardín, faltan a clase, no se relaciona ¿les ha visto hoy? –preguntó algo nervioso-.
No sabía por qué pero después de los últimos acontecimientos, tenía la sensación de que había una conexión entre Seifer, los tres hermanos y las pesadillas de Rinoa pero cada vez que intentaba atar cabos, su cabeza se hacía un auténtico lío.
Observó como en la cara del director aparecía media sonrisa y lo miraba con incredulidad.
- ¿En serio Squall? Ellos no han tenido una vida fácil ¿sabes? Seguramente estén haciendo la maleta, esta noche se marchan a Trabia ya que tienen familia allí y créeme que esos chicos necesitan apoyo, ahora más que nunca. Han perdido a sus padres hace tan solo unos meses y de manera muy trágica, así que no me extraña si no se relacionan demasiado, es normal.
Squall lo escuchó pero nada de aquello le parecía creíble. Tal vez era verdad y se estaba obsesionado con todo lo que estaba ocurriendo. No quiso decir nada más porque seguramente Kramer se lo rebatiría, así que con orgullo, abrió la puerta de roble macizo y abandonó la estancia.
Cuando salió al pequeño hall que reunía ambos despachos, vio a Seifer sentado en un pequeño sofá granate junto a una mesilla con algunos folletos del jardín. Squall lo miró con recelo y sin decirle absolutamente nada, se adentró en su propio despacho.
- Olvídame Seifer –dijo Squall notando como la mano del rubio sujetaba la puerta para poder pasar dentro-.
- Espera… lo de Rinoa…
- ¡No te atrevas nombrarla! –exclamó con los dientes apretados mientras se giraba y encaraba a Seifer-.
Seifer se echó hacia atrás al ver la ira del comandante y levantó las manos en alto.
- No quiero hacerla daño ¡joder! Solo intento advertirla –Seifer observó como el semblante de Squall cambiaba radicalmente a uno de sorpresa-.
- ¿Advertirla de qué? –preguntó inquieto-. ¿Qué está pasando?
Seifer siguió retrocediendo ante el acecho del comandante hasta que su espalda chocó con la puerta.
- No puedo contarlo ¿vale? Solo digo, que no la dejéis sola y esa nueva amiga que tiene…
- ¿Qué amiga? –exclamó sin entender nada-.
- ¡No te separes de ella! Es lo único que puedo decir.
Dicho esto, Seifer abrió la puerta y desapareció de allí. Squall se quedó plantado, viendo como el chico desaparecía. Ahora sí que no entendía nada.
Notitas…
¡Perdón! Al final he tardado más de lo esperado pero no me da la vida para más, jeje. Pero bueno aquí está el capi, por Navidad. Comentaros también que está habiendo un montón de problemas con el sitio de FanFiction, los escritores llevamos meses sin ver el tráfico de las historias, es decir, no sabemos si hay alguien que las lee o no y eso enbajona bastante, la verdad. Así que si os animáis a dejar reviews pues mejor que mejor.
Hasta la próxima y ¡Felices Fiestas!
Nancyriny: ¡Lo siento! Ya sé que dije que tenía más de la mitad escrito, y era verdad pero… en fin… se me van los días y no me entero, jeje. Nada espero que la espera no se te haya hecho muy larga y como siempre, que disfrutes mucho de la lectura.
Gracias por tu fidelidad, me ayudas a seguir adelante .
