Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Square-Enix. Tan solo los inventados son de cosecha propia ^^
CAPITULO 9
Quistis se apresuró en marcharse de aquella estancia sin ser vista. Con rapidez salió al pasillo y comprobó que la puerta de ese lugar ahora estaba cerrada herméticamente. Justo cuando se disponía a dejar aquella zona, se encontró de frente con Irvine que parecía igualmente sorprendido. Por un momento, se quedó paraliza, pero en cuanto su cerebro analizó y entendió que aquella persona no era una amenaza, se tranquilizó.
- Irvine, me has dado un susto de muerte, ¿qué hace aquí? –preguntó en un susurro mientras llegaba hasta él y lo cogía del brazo para salir de allí-.
- No, ¡qué haces tú aquí! ¿Acabas de salir de la sala de dirección? Esta zona está restringida al personal autorizado.
- ¡Ya lo sé! Por eso tenemos que salir de aquí ¡ya!
El vaquero no pudo decir nada más porque se vio arrastrado por la instructora hacia una zona neutral. Cuando ambos muchachos se cercioraron de que nadie los había visto y que no levantaban ninguna sospecha, tomaron asiento en un banco cercano.
- Tengo las fichas –dijo Quistis bajando el tono-.
Irvine la miró sin entender a qué se refería.
- Las fichas de "tus amigos" los nuevos –matizó enseñándole la carpeta con cuidado-.
- Pero ¿cómo…? ¿No deberían estar en el despacho del director? –preguntó realmente sorprendido-.
- Hay copias en dirección y no me preguntes como he conseguido entrar –añadió sabiendo que esa área estaba restringida a los altos mandos del jardín-. ¿Quedamos en media hora en la biblioteca? –vio como el vaquero asentía con decisión-.
- Yo me encargo de Zell y Rinoa, están entrenando juntos. Avisa tu a Squall –dijo el chico levantándose con rapidez-.
Quistis asintió y se marchó en dirección a la biblioteca, seguro que a aquellas horas de la tarde ya estaría vacía.
Squall se había dedicado la última hora, a darle vueltas a un montón de papeles sin poder concentrarse en absoluto. Las últimas palabras de Seifer le habían dejado realmente preocupado. ¿A qué se refería con que solo intentaba advertirla?, pero ¿de qué?, y ¿eso de las cinco y la elegida? Seguía creyendo que ese tipo estaba perdiendo la cabeza, pero aun así, no podía dejar de darle vueltas. Necesitaba hablar con él, pero de manera calmada, sin insultos, ni malas maneras. Si Rinoa corría un peligro real, necesitaba saberlo.
Sin pensarlo un segundo más, recogió aquellos papeles que le habían acompañado esa tarde y se levantó con rapidez. Cogió su chaqueta de cuero del colgador y salió de allí. Cuando se dirigía hacia el ascensor, las puertas de éste se abrieron y por ellas apareció Edea. Aquella mujer, siempre con semblante amable y una sonrisa en la cara.
- Squall –dijo acercándose a él y abrazándolo-. ¿Cómo estás?
- Bien –asintió con amabilidad-. ¿Qué tal con Rinoa? –preguntó sin rodeos-. La noto exhausta –añadió con preocupación intentando omitir el comportamiento tan extraño de esa semana-.
Tenía prisa pero no perdería la oportunidad de indagar si Edea había notado ese mismo comportamiento en la pelinegra.
- ¡Oh! Va bien, muy bien diría yo –Squall se sorprendió al escuchar aquello-. No te voy a negar que los entrenamientos son duros pero su poder es… especial. Ella es muy fuerte, Squall.
- Entonces su poder está… ¿bien? –dudó al formular la pregunta. Edea lo miró de manera inquisitiva-.
- ¿A qué te refieres?
Squall suspiró y llevándose la mano a su nunca, la masajeó en un gesto de preocupación.
- Bueno, esta semana ha estado un poco despistada, confusa, cree que tal vez su poder…
- Ella está bien, Squall –interrumpió Edea con una sonrisa tranquilizadora-. Su poder no la está controlando, si es eso lo que querías preguntar –Squall dejó entrever media sonrisa-. Es posible que esté cansada, entrena todos los días con Zell y conmigo y sumado a los estudios, es normal.
El chico, al escuchar aquello por parte de Edea, sintió una especie de alivio que hacía tiempo necesitaba. Seguramente tenía razón y todo era fruto del cansancio.
- Gracias Edea.
- Vamos a cuidar de ella ¿vale? –dijo besándolo en la mejilla con afecto-.
Squall asintió y despidiéndose de la mujer, se dirigió al ascensor. Ahora necesitaba encontrar a Seifer.
Cuando salió del ascensor y apareció en el hall, se quedó un rato pensativo, ¿dónde demonios iba a buscar a Seifer? Últimamente se escondía demasiado bien. Comenzó a bajar las escaleras sin demasiado ánimo pero en cuanto su mirada se clavó en la entrada principal, aquello cambió.
Por ella aparecían Viento y Trueno, sin duda esos tipos debían saber dónde estaría Seifer. Sin pensárselo, bajó las escaleras de dos en dos y se plantó frente a ellos, sorprendiéndolos.
- ¡Comandante! –exclamó Viento-.
- Chicos, necesito encontrar a Seifer ¿sabéis donde esta? Es muy importante.
Squall observó como la pareja cruzaban miradas cómplices.
- Mucho tiempo sin hablar –comentó Viento-. El estar raro, no ser el mismo.
Squall no pudo evitar sorprenderse, ya eran demasiadas las personas que opinaban que Almasy ya no era el mismo.
- No sabemo' lo que le pasa pero esa gente…
- ¡Que gente! –interrumpió Squall-.
- El ir con otras personas, nosotros no conocer y ya no hablar con él.
- ¿Qué personas? ¿sabéis quiénes son? -preguntó Squall cada vez más nervioso temiendo la respuesta-.
- Si, hermanos ser, nuevos en el jardín. Dos hermanos y una hermana.
Squall palideció al escuchar aquello, al final las sospechas de Irvine, sus propias sospechas, todo era cierto, Seifer y esos tres hermanos nuevos, estaban tramando algo.
- Gracias, debo irme –dijo con rapidez dejando a ambos más confusos si cabía-.
Debía contárselo a los demás y sobre todo, debía hablar con Rinoa cuanto antes. Justo en ese momento sintió como su móvil vibraba en su bolsillo, lo sacó y vio un mensaje de Quistis, decía que fuese a la biblioteca, debían hablar de algo.
Cuando Quistis entró en la biblioteca eran las ocho de la tarde. A esas horas apenas quedaría nadie allí, tan solo la bibliotecaria, una mujer de mediana edad con un carácter un tanto especial y algunos ayudantes, entre ellos aquella chica que se llevaba tan bien con Zell.
Miró con cierto recelo a su alrededor y vio que la amiga de Zell, la observaba con asombro, seguramente recordaba que esa misma mañana, ya habían estado allí. Sin prestarla más atención, tomó asiento en el fondo, en una amplia mesa de roble que quedaba algo escondida por un par de estanterías con libros de historia pero que tenía una vista perfecta de la entrada.
Con cuidado, sacó aquella carpeta que contenía las fichas de los alumnos de último curso y empezó a revisarlas. No habían pasado ni cinco minutos cuando, Zell y Rinoa cruzaban por la puerta, tras ellos Irvine, dando grandes zancadas, parecía realmente tenso, observó Quistis. Dio gracias de que ninguno de ellos fuera visto por la bibliotecaria y aquella chica. No sabía por qué pero cualquier movimiento que hacían, le parecía que levantaba sospechas.
- ¿Has avisado a Squall? –preguntó el vaquero tomando asiento junto a los demás. Quistis asintió-.
- ¿A qué viene tanto misterio, chicos? –preguntó esta vez Rinoa que parecía más tranquila de lo normal-.
Todos la miraron con algo de incertidumbre. Estaba claro que no sabía nada de lo que había pasado esa mañana, ni del encuentro con Seifer.
- No has hablado con Squall ¿verdad? –intuyó Quistis cerrando de nuevo aquella carpeta-.
Rinoa negó y sus ojos se estrecharon con recelo.
- ¿Qué es lo que pasa? –preguntó removiéndose de manera incomoda en su silla-.
Zell suspiró de manera sonora y se dispuso a contarle a Rinoa lo que descubrió la noche anterior de Seifer. Tras aquello, la pelinegra no acertó a decir nada e Irvine acabó de contarle el surrealista encuentro con Almasy en el nivel superior.
Rinoa se había quedado realmente seria, tal vez intentando entender todos aquellos encuentros con Seifer. Fue la voz de Zell quien la sacó de aquellos pensamientos.
- ¿Por qué no vamos buscando las fichas de esos tres hasta que llegue Squall?
Todos asintieron y Quistis ofreció unas cuantas hojas a cada uno para repartir el trabajo. Empezaron a ojear una por una, eran bastantes lo alumnos de último curso, así que debían tener paciencia.
- ¿Y que se supone que vamos a encontrar? –preguntó esta vez Irvine sin saber muy bien de que iba a servir encontrar sus fichas-.
- Bueno, sus nombres, por ejemplo, ni siquiera sabemos cómo demonios se llaman, su procedencia, si han estado matriculados en otros jardines, no sé…
- ¿Pero porque creéis que tienen algo que esconder?
Rinoa iba a decir algo más pero la voz de la instructora la interrumpió.
- ¡Lo tengo, son ellos! – exclamó con júbilo dejando las fichas en el centro de la mesa-. Mirad, Galh, Sonhen y ella, Yinna.
Rinoa parpadeó un par de veces y tragó saliva. Sin decir una palabra, cogió la ficha de Yinna y miró la fotografía una y otra vez, sin duda era ella.
- No puede ser…
El resto la miró con preocupación al ver la cara de su amiga.
- ¿Que pasa Rinoa?
- Ella es… no puede ser…
La joven bruja, tiró la ficha en la mesa y con algo de torpeza, se levantó de la silla. Los demás vieron como su cara tornaba a una de incredulidad.
Justo en ese momento apareció Squall. Ni siquiera habían sido conscientes de que el comandante estaba allí.
- ¡Os tengo que contar algo! –exclamó con la voz algo entrecortada mientras apoyaba las manos en la mesa-. Es Seifer…
Squall calló de repente al ver a Rinoa de pie y como los demás la miraban intentando entender que ocurría.
- ¿Estáis seguros de que ella es Yinna? –dijo la pelinegra con cautela acercándose de nuevo a la mesa-. Ella es…
- ¡Espera…! -Squall se acercó y cogiendo la ficha, observó la foto de la mujer. Inconfundible, esos ojos y ese flequillo azabache, ya se había cruzado con esa mujer-.
- ¿Ella es Yinna? ¿tu Yinna? –preguntó realmente sorprendido dirigiéndose a Rinoa-. ¿Esta es la chica con la que has estado últimamente? –vio como Rinoa asentía con la mirada desencajada-.
- Pero ¿cómo es posible que no te hayas dado cuenta? –preguntó sorprendida Quistis-.
- No lo sé, nunca me fijé en ellos, me daba bastante igual quienes eran, la verdad. Pero vosotros os empeñabais en decir que eran muy raros y…
Squall suspiró sonoramente y entre dientes, dejó escapar un par de maldiciones. Los demás lo miraron, de repente, el comandante parecía realmente preocupado.
- Yo venía a deciros que Viento y Trueno me han confirmado que Seifer se está viendo con ellos.
Los demás no pudieron evitar la sorpresa y Squall se dispuso a explicarles con más detalle lo sucedido.
- Tras la charla que nos ha dado el director por la pelea de esta mañana, Seifer me ha acabado diciendo, que Rinoa corre peligro, que no la dejemos sola y… -sus ojos viajaron directamente hacia Rinoa que parecía no estar asimilando nada de aquello-, … que tenga cuidado con esa amiga nueva. En ese momento no lo entendí pero ahora…
- Yinna… -susurró esta vez Zell-. ¿Creéis que la mujer que hablaba con Seifer anoche es ella?
Todos suspiraron cansados. Necesitaban atar cabos, todo aquello empezaba a ser demasiado confuso, así que tomaron asiento en aquella mesa de la biblioteca y empezaron a repasar los hechos, si era cierto que Rinoa estaba en peligro, debían saberlo y cuanto antes.
Llevaban un buen rato sentados en aquella mesa, seguramente en breve algún encargado se acercaría para decirles que estaban a punto de cerrar la biblioteca.
Habían intentado atar todos los cabos, incluso Rinoa les había contado, con todo lujo de detalles, aquellas pesadillas que venía teniendo.
- Deberíamos volver a hablar con Seifer –comentó Zell-.
- ¿Para qué? –dijo Rinoa para sorpresa de todos-. Creo que está más que claro, Seifer lleva semanas tramando algo con esos tres hermanos nuevos, algo contra mí y la hermana, Yinna, me ha utilizado. Ahora entiendo porque a veces se comportaba así conmigo.
- ¿A qué te refieres? –preguntó Squall a su lado-.
- A veces sentía como si me hipnotizara, no sé, cuando la llevaba la contraía o estos días atrás, es como si entrase en mi cabeza –dijo sin sonar muy convincente-. Puede ser ella la de mis sueños, continuamente dice que por fin me han encontrado –añadió con semblante serio-.
Aquello la estaba empezando a dar mucho miedo.
- ¿Y si están todos locos? –soltó de pronto el vaquero recostándose en la silla-. ¡Joder!, ¿en serio vamos a creer que esa gente está conspirando contra Rinoa? Pero ¿por qué? ¿para que la quieren? ¡Es una maldita locura! –dijo al borde del enfado-.
- ¿No eras tú el que decía que esos tres eran muy raros? –rebatió Quistis con su habitual calma-.
- Solo bromeaba, ¡maldita sea!
- Pues tus deseos se han hecho realidad –bromeó Zell sacando una sonrisa al grupo-.
- No pienso comprobar si está loca o no, no pienso acercarme a ella nunca más –dijo Rinoa removiéndose en su asiento-.
El grupo cruzó miradas cómplices sabiendo que, tal vez, aquello no era lo más apropiado.
- Espera, creo que lo mejor sería actuar con normalidad, ¿no creéis? –dijo la instructora mirando de nuevo al grupo y buscando el apoyo necesario-. Si queremos descubrir la verdad, creo que es lo mejor –los demás asintieron, incluido Squall-.
- ¡Oh, genial! –exclamó con inquina la pelinegra-. ¡No es a vosotros a quien buscan esos malditos chiflados! –comentó posando la mirada en cada uno de ellos-. Y tú Squall ¿en serio? –añadió clavando una mirada recelosa en el joven-.
Antes de que ninguno dijera nada más, aquella señora de mediana edad, se acercó hasta ellos y con amabilidad, los invitó a marcharse. Rinoa fue la primer en levantarse con genio de su silla y salir de allí, sin esperar a ninguno de ellos, ¿en serio la iban a utilizar como cebo? Los demás la vieron desaparecer de la biblioteca, debían hablar con ella en la cena.
Rinoa caminaba con rabia contenida por los amplios pasillos del jardín. No entendía como sus amigos y sobre todo Squall, iban a permitir que Yinna, la supuesta mujer que tramaba algo contra ella, siguiese siendo su amiga. Ahora empezaba a sentir miedo, recordaba a la perfección cada una de esas situaciones tan extrañas que vivió con ella, aquella noche en el Crush, toda esa semana en la que continuamente la intentaba disuadir de estar con Squall y esa misma mañana en la cafetería, se había puesto realmente violenta porque la había visto con Squall en gesto cariñoso. Ahora lo entendía, intentaba separarla de él, pero ¿por qué?
Sin apenas darse cuenta se encontraba en la entrada de la cafetería, dudó si entrar o no pero la verdad es que se moría de hambre. Justo cuando se disponía a buscar una mesa, una mano en su hombro la hizo girarse.
- Rinoa… ¡hola!
Ésta palideció al instante cuando aquella voz penetró en sus oídos, no la hacía falta girarse para saber que era ella, Yinna.
- Quería disculparme por lo de esta mañana, me he puesto algo nerviosa pero no soy yo la que debe decirte que hacer ¿no?
Rinoa la vio sonreír de una manera en la que jamás se había fijado. Su sonrisa era más amplia de lo normal y sus dientes, perfectamente alineados y demasiado blancos. La pelinegra parpadeó, intentando recobrar la compostura. No debía notar su miedo.
- Ey… ¿estás bien?
Rinoa consiguió esbozar una sonrisa forzada mientras asentía.
- Creía que estarías enfadada –comentó en tono fingido como el que solía utilizar-. Bueno, solo quería despedirme.
- ¿Des-pe-dirte? –acertó a decir la pelinegra. Por un momento sintió una especia de alivio, tal vez se marchaban y no volvía a verla-.
- Si, me marcho unos días a Trabia, mis hermanos ya están allí.
De pronto Rinoa cayó en la cuenta.
- ¿Tus… hermanos? No me habías dicho nada de…
- ¡Oh!, si mis hermanos, ¿no te acuerdas? Te he hablado de ellos en más de una ocasión.
La joven bruja volvió a sentir aquello que notaba cada vez que estaba con esa mujer. Su conversación vacía la creaba tal confusión que acababa cediendo ante todo y esos ojos que comenzaban a adquirir una especie de tonalidad rojiza.
"Eres nuestra Rinoa"
La bruja se tensó de pronto y sus ojos se abrieron de par en par. Esa voz había resonado en lo más profundo de su ser.
- ¿Qué has dicho? ¿Qué acabas de decir? –preguntó nerviosa-.
Antes de que Rinoa perdiese más las formas, alguien entrelazó su mano con la de ella y sintió unos labios besarla en la cabeza.
- Rin, ¿vienes?
La voz serena de Squall, se hizo paso ante esa creciente confusión trayéndola de nuevo a la realidad. Vio como Yinna entrecerraba los ojos de manera recelosa ante la presencia del comandante.
- ¡Oh! Comandante, toda suya, solo me despedía de ella –comentó con tono rencoroso-. Nos vemos pronto, Rinoa.
Squall sonrió de medio lado y tirando de Rinoa, se la llevó de allí. Ésta no pudo evitar girarse para mirar una última vez a Yinna pero lo que vio la dejó realmente desconcertada. En el momento que cruzaron sus miradas, el aspecto de aquella chica cambió, su tez palideció de repente y sus ojos enrojecieron hasta el punto de que apenas quedó resto alguno de su color de ojos. Y su sonrisa, para nada se parecía, en algo, a la habitual. Sus dientes perfectamente blancos, ennegrecieron dando paso a una especie de dentadura afilada y su boca ensanchó de manera exagerada, sin duda aquello había dejado de ser humano.
El corazón de Rinoa golpeó con fuerza su pecho y se giró rápidamente, evitando más el contacto visual. La voz de Squall, diciéndola algo que no pudo escuchar y su fuerte mano entrelazada a la suya, la tranquilizaron. Apresuró el paso hasta ponerse a su altura, solo quería llegar a la mesa con los demás.
Seifer llevaba toda la tarde, desde que había salido del despacho del director, en aquel lugar escondido en la zona de entrenamiento al que muy poca gente sabía llegar. Él, hacía tiempo que se había aprendido de memoria el camino. Era el lugar en el que escapar de todas aquellas miradas que continuamente se posaban en él, estaba tan cansado de todos. Había intentado con todas sus fuerzas hacer las cosas bien, enderezarse, mirar por su hogar, el jardín, pero le estaba siendo realmente complicado.
Llevaba días cagándola con Rinoa, con Squall y sobre todo con Quistis. Si tan solo hubiera tenido el coraje de decirle lo que sentía por ella, tal vez todo esto que estaba ocurriendo y lo que estaba por venir, no estaría pasando. Pero en su mente solo resonaba, una y otra vez, la negativa de Quistis, ¿cómo esa mujer perfecta, se fijaría en alguien como él? Solo en sus sueños más íntimos, estaría con ella.
De pronto, la voz de una mujer, lo sacó de golpe de aquellos pensamientos. Algo asustado, se giró y vio a Yinna plantado tras él.
- ¿Cómo demonios has sabido donde estaba? –preguntó realmente sorprendido de que hubiera dado con él en ese lugar escondido-.
Oyó reír a la mujer de manera algo demente.
- ¿A estas alturas aun crees que puedes esconderte de nosotros? Eres estúpido –comentó con desprecio-.
- ¡Basta ya! –exclamó Seifer dirigiéndose a ella con ira-.
Yinna extendió su mano en alto hacía él y con una fuerza antinatural, lo detuvo en el sitio. Seifer se quedó paralizado, apenas podía respirar y mucho menos moverse.
- Solo vengo a decirte que nos vamos a Trabia y serás tú el que te encargues de Rinoa estos días –explicó con calma mientras esa fuerza invisible ejercía más presión sobre el chico-.
- … No… pienso…
- No te estoy preguntando, ¡te lo ordeno!
Los ojos de Yinna enrojecieron y su aspecto tornó a ese que con anterioridad había visto Rinoa.
- Creo que saben algo y tú te encargarás de que todo siga como hasta ahora.
Seifer sintió como la voz de la mujer penetraba en lo más profundo de su cerebro, nublando cualquier decisión que pudiera tomar. El agarre invisible cedió y el chico no pudo más que asentir, otra vez había caído bajo el hechizo de esa mujer y otra vez, en lo único que pensaba era en hacer daño a Rinoa pero como otras tantas veces, podía luchar contra aquello, estaba seguro.
Lo último que vio fue desaparecer a esa mujer entre la vegetación del lugar.
Rinoa llevaba con la mirada fija en el suelo un buen rato, oía de fondo como sus amigos seguían dándole vueltas a lo de Yinna. Intentaban buscar la manera de no levantar sospechas e intentar descubrir que tramaban.
- No pasa nada –dijo de pronto interrumpiendo la conversación de los demás. Vio como sus miradas se clavaban en ella-. Lo haré, seguiré estando con ella, cuando vuelva de Trabia, intentaré descubrir algo más –acabó diciendo sin mucho convencimiento. Sabía que cuando estaba con ella, una especia de "hechizo" la hacía obedecerla, así que no sabía muy bien cómo iba a llevar a cabo tal cosa-.
Todos la miraron con ojos expectantes, tal vez esperando que dijese algo más, pero la pelinegra ya había dicho suficiente. Si necesitaban que ella no levantase sospechas cuando estaba con Yinna, así lo haría.
- Intenta evitarla todo lo posible y cuando estés con ella, estaremos cerca de ti, no te perderemos de vista -aclaró Squall cogiéndola de la mano. Por nada del mundo dejaría que Rinoa corriese un peligro innecesario-.
Los demás asintieron intentando transmitirle a la bruja la mayor tranquilidad.
- Por cierto, ¿cuándo volvía Selphie? –preguntó de pronto el vaquero intentando cambiar de tema-.
- Mañana sábado. Me comentó que a la hora de comer seguramente estaría aquí –contestó Zell que había sido el último en charlar con ella-.
Todos vieron como Irvine se relajaba en su silla al escuchar aquello. Esos tres no coincidirían con ella mucho tiempo.
Estuvieron un rato más en la cafetería observando en silencio, como los alumnos e instructores iban abandonando el lugar. Cada uno de ellos estaba inmerso en sus propios pensamientos, de pronto sentían que los acontecimientos se estaban precipitando sin control y no podían hacer nada por detener aquello. Fue uno de los trabajadores de la cafetería quien muy amablemente, les invitó a marcharse de allí, ni siquiera se habían dado cuenta como de tarde era.
Antes de despedirse, todos cruzaron miradas cómplices, seguramente esa noche sería complicado conciliar el sueño.
Rinoa, sin duda era la que más tenía que pensar. Todos los hechos de esa semana empezaban a venirle algo grandes, ni siquiera sabía cómo podía haberse dejado engañar por Yinna, ahora se sentía bastante estúpida. Caminaba de manera cansada en dirección a los dormitorios, cuando una voz tras ella, la hizo detenerse. Se giró con parsimonia, sabiendo perfectamente a quien pertenecía esa voz y vio como esos ojos azules, la miraban con un deje preocupado.
La mujer lo observó caminar hacia ella, sus botas resonando contra el suelo y sus cinturones bailando al ritmo de cada paso.
- ¿Pasa algo? -preguntó Rinoa cuando el joven estuvo a su altura-.
Lo vio negar con la cabeza mientras ella intentaba esbozar una sonrisa cansada, tal vez para hacer ver a Squall, que todo estaba bien, aunque no fuese verdad del todo.
- ¿Te apetece... que hablemos un rato? -preguntó dubitativo mientras se masajeaba la nuca-.
Rinoa no pudo evitar cierta sorpresa, el joven comandante, frio y taciturno, la estaba pidiendo una charla nocturna, eso sí que era raro.
- ¡Vaya! esto sí que es raro y no lo de esa loca y sus hermanos -bromeó mientras veía como a Squall se le fruncia el ceño más de la cuenta-.
El chico suspiró y dejó caer la cabeza en un gesto de preocupación.
- No tiene gracia -dijo muy serio volviéndose a enfrentar a la chica-. Estoy... preocupado.
Hubo un momento de silencio. Rinoa no quería preocuparlo más de la cuenta, ella no era así, no le gustaba que la gente de su alrededor estuviese mal por su culpa, porque, aunque no lo hubiera dicho, sentía que todo aquello que estaba pasando lo había provocado ella. Si no se hubiera acercado a Yinna, si Seifer nunca...
- Estoy bien -sonrió intentando deshacerse de aquellos pensamientos-. No me va a pasar nada, pero si todo esto es para tener una cita nocturna conmigo, la acepto -añadió divertida colocando las manos tras su espalada y moviéndose de manera algo coqueta-.
Squall, al oír aquello no pudo esconder una sonrisa y el peso que venía sintiendo, desapareció levemente. Estaba claro que la pelinegra solo intentaba tranquilizarlo. Éste le tendió el brazo y rápidamente Rinoa se colgó de él. Juntos, se encaminaron hacia los jardines del exterior.
El ambiente era más fresco que los días pasados y parecía que el cielo estaba muy encapotado. La pareja llegó hasta una zona algo más apartada y bajaron unas escaleras hasta sentarse en un banco de piedra.
Estuvieron un rato en silencio, simplemente disfrutando de la compañía mutua. Squall se sorprendió de aquello, normalmente el estar con alguien en silencio, le incomodaba, aunque no lo pareciese pero con Rinoa era distinto, su compañía simplemente le relajaba.
- Estas muy callado -dijo ella girándose y pasando sus piernas por encima de las de Squall-.
El chico dejó que se acomodara y le cedió su chaqueta ya que empezaba a refrescar.
- ¿Estás bien? –preguntó sin rodeas acariciando una de las piernas de la chica-.
El silencio de la joven, lo hizo desviar su mirada hasta ella y observar cómo jugueteaba con los anillos de su cuello, gesto que solo hacía cuando estaba demasiado nerviosa.
- No me digas que sí, porque sé que no es cierto –siguió hablando el comandante llamando la atención de ella. Rinoa lo miró con asombro-.
- Creo que empiezo a conocer demasiado bien tus gestos, solo cuando estás inquieta jugueteas con esos anillos –dijo señalando el colgante-.
Rinoa no pudo evitar una sonrisa mientras se sonrojaba levemente. Él tenía toda la razón, estaba demasiado nerviosa.
- Sabía que eras observador pero no tanto -respondió ella mientras apoyaba la cabeza en el hombro del chico-. Claro que estoy nerviosa -añadió casi en un susurro mientras se arrimaba más a Squall-.
Éste la rodeo con sus brazos y dejó que se acurrucara contra su pecho.
- No quiero dejarte sola -dijo besándola en la frente-.
- Pero ellos están en Trabia, no me pasará nada –argumentó la pelinegra-.
- Podías dormir conmigo ¿no? –soltó Squall sin pensarlo demasiado-.
Sintió como Rinoa abandonaba su pecho y lo miraba con ojos de niña pequeña, como si no entendiese nada.
- Solo dormir... -añadió Squall viendo aquello ojos almendrados, debía aclararle que necesitaba estar con ella esa noche, nada más pero tal vez se estuviera malinterpretando-.
El joven se giró levemente para quedar cara a cara con Rinoa y acarició su mejilla con sumo cuidado mientras recogía un mechón de pelo tras su oreja.
- Tienes miedo, Rin, lo sé y estás intentando que no lo note para no preocuparme. -Rinoa agachó la cabeza ante aquellas palabras-. Déjame estar a tu lado -añadió cogiéndola por el mentón para que lo mirase-.
Rinoa no pudo evitar sorprenderse ante las palabras de Squall, ¿desde cuándo se había vuelto tan atento? De pronto sintió como los brazos de Squall la rodeaban de nuevo y la refugiaban contra su pecho.
- Por favor… -susurró el contra su pelo-.
Rinoa suspiró derrotada, ¿cómo iba a decirle que no? Ella lo estaba deseando, pero también sabía que aquello no estaba bien, las normas del jardín prohibían dormir fuera de sus habitaciones pero la verdad, que esa noche, necesitaba más que nunca su compañía.
- Está bien –se rindió Rinoa ante aquel hombre mientras se aferraba a él con más fuerza-.
En el momento que la había abrazado de aquella manera, todos esos nervios habían desaparecido siendo sustituidos por una agradable sensación de calidez. Jamás creyó que estar con Squall pudiera causarle tantas sensaciones agradables. Los primeros meses con él habían sido algo más complicados, por decirlo de alguna manera. Le costaba tanto demostrar sus sentimientos, que a veces esa frialdad que lo caracterizaba dañaba demasiado a Rinoa pero ella, con ese carácter que la caracterizaba, se decía que solo tenía que tener paciencia. Y parecía que estaba dando sus frutas. Desde hacía días, Squall estaba cambiando, de repente era tan atento y cariñoso, que ella se derretía con su presencia, incapaz de decirle que no a cualquier cosa que propusiese.
Eran casi las doce de la noche y Selphie caminaba tranquilamente por los pasillos del jardín de Trabia. En ese par de días se había dedicado a visitar a algunos compañeros y familiares. Creyó que salir de Balamb unos días, le ayudaría a despejar la mente respecto a Irvine pero la verdad, que no había sido así, todo lo contrario, cada dos por tres a su mente llegaban recuerdos de los momentos vividos con él. Parecía que le iba a costar más de lo que creía olvidarse de esos sentimientos equivocados que tenía hacia el vaquero.
Recordó entonces la llamada del día anterior de él, su voz al otro lado del teléfono, parecía algo preocupada pero a la vez, la hizo saber que estaba muy contento de hablar con ella, lo cual la descolocó bastante. Fue entonces cuando le contó que Squall había empezado a sospechar algo de esos tres hermanos nuevos. Recuerda que una sonrisa tonta se dibujó en su cara cuando escuchó al vaquero decir aquello, seguro que se había alegrado un montón de que alguien y sobre todo Squall, le diese la razón sobre aquel tema. Le había pedido que indagase en Trabia, tal vez allí sabían algo de ellos. Cuando Selphie colgó el teléfono, no pudo evitar un mohín, ¿encontrar algo sobre ellos en Trabia? Eso iba a ser realmente complicado, por no decir imposible, pero para su sorpresa, no fue así.
Había dedicado todo el viernes a averiguar algo sobre esos tipos, total, tampoco tenía nada mejor que hacer y así de paso, charlaba con gente conocida. Había preguntado a amigos, compañeros e incluso al Director pero había sido el amigo de un instructor, quien la comentó algo que la puso en alerta. Al parecer la descripción de esas personas coincidía con unas fichas de unos alumnos que jamás habían visto en el jardín. Como no, Selphie preguntó a esa persona si tenía acceso a las fichas y tras un par de horas, había aparecido en la cafetería con ellas. Cundo la chica de pelo despuntado las vio, no pudo evitar un grito de sorpresa. Sin duda eran ellos, en las fotos aparecían algo cambiados, ella no llevaba el pelo tan largo y ese flequillo recto, había sido sustituido por la raya a un lado. Ellos dos tenían los rasgos levemente cambiados, sus colores de pelo eran algo más claros pero sin duda eran ellos. Aquel chico que le dejó ver las fichas también le comentó que las había encontrado en un lugar donde no deberían estar, como si alguien quisiera ocultarlas. Selphie sacó fotografías de las fichas y decidió no decir nada hasta llegar a Balamb.
Ahora se encaminaba hacia el ala de invitados, donde muy amablemente le habían preparado una habitación pero justo cuando se disponía a girar en aquella dirección, un ruido sordo llamó su atención ¿Qué había sido eso? Había sonado como un fuerte golpe o como si alguien se hubiera caído desde una gran altura. Intentó no darle más importancia, podía haber sido cualquier cosa pero en el momento que había decidido ignorar la situación, un grito ahogado sonó cerca de ella.
La pequeña mujer se puso alerta y retrocedió sobre sus pasos hasta quedar frente a uno de los pasillos sin salida y en el que estaba el aula didáctica y una sala de descanso. Sin pensarlo demasiado caminó con sigilo y fue cuando una especia de sonido que tornó a unos sonidos guturales, la hicieron temblar de miedo.
Llegó hasta el aula de descanso y se paró frente a la puerta de madera, miles de cosas pasaron por su cabeza pero otro fuerte golpe, seguido de un grito animal, la hicieron retroceder levemente. De pronto una fuerte ráfaga de aire que no supo identificar, la golpeo con fuerza, haciéndola perder brevemente el aliento.
Guiada por su cargo de Seed y su instinto protector, abrió la puerta pero lo que vio, la dejó completamente paralizada. Un escalofrió involuntario la recorrió de pies a cabeza y nauseas llegaron a su garganta. Allí, en medio de aquella aula, un reguero de sangre se extendía entre las mesas, como si alguien hubiese arrastrado algo.
Otro de esos extraños ruidos la sacó de su estado letárgico y rápidamente giró la cabeza en dirección al lugar de donde procedían. Sin saber porque, se dirigió hacia allí con sumo cuidado, esperaba encontrarse alguna especie de monstruo que había escapada del área de entrenamiento y estaba herido pero algo la decía que lo que encontraría, sería mucho peor y así fue.
Allí, frente a ella, se encontraba una especie de ser de aspecto terrorífico. Sus ojos eran completamente rojos, parecían estar inyectados en sangre y de su boca emanaba un líquido algo viscoso. Su cara era demasiado pálida, con unas enormes ojeras oscuras bajo aquello ojos y sus dientes sin duda, no eran humanos.
Selphie retrocedió instintivamente cuando sus ojos se encontraron con los de aquel ser. En su mano, de las cuales sobresalían una especie de cuchillas, sostenía lo que parecía un corazón humano. Selphie trastabilló al retroceder y un grito ahogado salió de su garganta cuando vio el cadáver completamente destrozado de una joven.
Sin poder apartar la vista del cadáver, observó que sin duda el corazón que sostenía aquella criatura era de ella. Tenía un enorme agujero en su pecho y su abdomen estaba lleno de cortes, dejando entrever alguna que otra víscera.
Cuando la pequeña mujer de pelo despuntado, reaccionó, empezó a retroceder muy lentamente sin apartar la vista de aquel ser que ahora, la miraba como su siguiente presa. Siguió retrocediendo con lentitud, sin bajar la guardia, debía encontrar el momento oportuno para escapar de allí pero aquello no ocurrió. El ser de aspecto animal, soltó el corazón que aun sostenía en la mano y profiriendo un gruñido grave, saltó por encima de unas mesas y comenzó a seguirla.
Ésta, que vio lo que iba a pasar, se giró y salió corriendo lo más rápido que pudo de allí. Comenzó a correr sin rumbo por los pasillos del jardín, el miedo la atenazaba el corazón y sentía como le faltaba el aliento. Podía notar a aquella cosa pisarle los talones, su olor y su respiración tras ella.
De repente y sin que Selphie se esperase aquello, la criatura saltó por encima de ella y aterrizó delante, frenando la carrera de la joven en seco. No tuvo tiempo de reaccionar ya que la criatura la acorraló contra la pared del fondo y la hizo un profundo corte en el abdomen con esas cuchillas que poseía.
Los ojos de Selphie se abrieron de par en par al notar el corte y rápidamente se llevó las manos hacia la herida. Al momento, sus manos se llenaron de sangre y comenzó a sentir como del corte brotaba sangre sin parar. Un leve mareo no tardó en llegar, sabía lo que iba a pasar si seguía perdiendo sangre a ese ritmo. Vio como aquel ser se acercó a ella con cautela mientras la miraba con aquellos ojos inyectados en sangre.
Cuando estuvo a escasos milímetro de ella, notó el pesado aliento pegar contra su cara y entonces, cayó en la cuenta.
- Tu... tu... eres... u...uno... de ellos –consiguió pronunciar Selphie, no tardaría mucho en perder la consciencia-.
- Vaya, vaya... has acertado -dijo en un tono demasiado grave para proceder de un humano-.
- Por... porque... ¿qué quieres?
- Has visto demasiado... debes morir... como las demás -añadió el ser dejando entrever aquellos dientes afilados-.
Selphie no aguantaba más, sentía como poco a poco, iba perdiendo la conciencia y como el corte de su abdomen, latía debido a la sangre que manaba de él. En ese mismo instante, la horrible criatura levantó a la chica por el cuello y lanzó la otra zarpa contra su pecho. Ella, viendo lo que estaba por pasar, solo pudo gritar. Lo último que vio fue... oscuridad.
Notitas…
¡Feliz año! Bueno espero que esta vez no haya sido tan larga la espera. En este capítulo he intentado aclarar quien era Yinna, que imagino que ya se venía intuyendo, y también he querido plasmar el misterio que envuelve a Yinna con sus tres hermanos y Seifer. Espero que se esté entendiendo, a veces creo que no sé dejarlo muy claro y que solo lo entiendo yo, jejej.
Gracias a todos por leer y ya sabéis, animaros a dejar algún comentario, ayudan un montón a seguir adelante con al historia.
Nancyriny: Feliz año! No sé como expresar mi gratitud por tu fidelidad. Me encanta que estés ahí siempre. Nada espero que esté capitulillo te haya gustado y que se vaya entendiendo bien la historia. No sé si la he enrevesado mucho, ya sabes que a veces me lio, jeje. Mil gracias por leer. Hasta la próxima.
