Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Square-Enix. Tan solo los inventados son de cosecha propia


CAPITULO 10

El día había amanecido demasiado grisáceo para ser Balamb. Unas nubes plomizas amenazaban lluvia y un viento nada habitual, golpeaba de vez en cuando, contra los ventanales del jardín.

Squall se despertó temprano, sintiendo como una fina lluvia había comenzado a golpear contra la ventana de la habitación. Estiró los brazos y se desperezó con cuidado para no despertar a Rinoa. La menuda chica descansaba a su lado, con sus piernas encogidas y algunos mechones de pelo cayendo por sus mejillas. Squall sonrió con ternura al verla y besando su frente con suavidad, se levantó. Escuchó como la pelinegra dejaba escapar un sonido parecido a un ronroneo mientras se giraba de nuevo refugiándose entre las sábanas.

Rinoa abrió los ojos minutos más tarde y sin moverse, se quedó envuelta en la quietud matutina. Observó el reflejo de las gotas de lluvia que resbalaban por el vidrio hasta que la puerta del baño abriéndose, llamó su atención. Por ella vio salir a Squall y su mirada, hasta ahora fija en las diminutas gotas de lluvia, viajó sin remedio, hasta aquel hombre.

Observó que llevaba puesto unos pantalones cortos por encima de la rodilla de color negro y su torso estaba al descubierto, seguramente iría a entrenar. Lo vio caminar de un lado a otro, recogiendo alguna que otra cosa, ajeno a las miradas indiscretas provenientes de la pequeña chica que se encontraba oculta entre las sábanas de la cama. Rinoa suspiró en silencio y se mordió el labio inferior al ver aquel cuerpo y como cada uno de esos músculos se marcaban a la perfección. El joven no tardó mucho más en abrir un armario que había a la izquierda y ponerse una camiseta ceñida, del mismo color que el pantalón.

- Buenos días… -susurró Rinoa desde la cama. Ya era hora de dejar de espiar en silencio-.

- ¡Oh! Estás despierta –se sorprendió el chico girándose con rapidez hacia la cama-.

La joven bruja sonrió con timidez y se incorporó recostando su espalda en el cabecero.

- ¿Vas a entrenar? -preguntó sabiendo la respuesta-.

Squall asintió y acercándose hasta ella, la besó.

- Puedes quedarte un rato más, si quieres, aún es temprano –comentó él sentándose en la cama-.

Rinoa no pudo evitar observar cómo aquello ojos azules la miraban con vehemencia y como otras veces, un cosquilleo se abrió paso en su estómago.

- ¿En serio tienes que ir a entrenar? Es sábado –comentó la pelinegra tumbándose de nuevo y tapándose hasta el cuello. Vio como Squall sonreía de esa manera sensual, ajeno al efecto que causaba su sonrisa en cualquier mujer-. Podías quedarte aquí… conmigo –añadió de manera tímida-.

- O podías venir conmigo –contestó con rapidez inclinándose sobre ella y quedando a escasos milímetros de su boca-.

La mujer se quedó quieta sintiendo el leve peso del chico y ese calor acogedor que desprendía. Llevó las manos hasta sus mejillas y con calma, lo besó con suavidad, tal vez de esa manera lo convencía de que se quedase con ella.

- ¿Nos vemos en la cafetería en un rato? –susurró él contra su boca rompiendo el beso-.

Estaba claro que la mujer no había conseguido su propósito. Ésta asintió mientras suspiraba. Squall la besó una última vez y calzándose, cogió la bolsa de deporte y se marchó dirección a la sala de entrenamiento.


La joven bruja decidió quedarse un rato más en la cama, la verdad que estaba agotada de toda la semana y necesitaba aquel descanso más que nunca. Aun sentía el cuerpo algo dolorido por los entrenamientos de Zell, aquel chico de pelo pincho y cara tatuada se había ganado a pulso el título del Seed más activo del jardín.

A pesar de que estaba algo más relajada y dormir con Squall, realmente la hacía sentirse más segura, no podía quietarse de la cabeza los últimos hechos. Seifer, no entendía que podía estar pasándole por la cabeza a ese chico, ¿en serio toda aquella locura era por lo que pasó entre ellos hace años? Ahora que lo pensaba, nunca la pidió perdón, aunque ella se distanció tanto de él, que perdieron el contacto, hasta hace unos meses, cuando empezó a trabajar con los Seeds de Balamb.

Y Yinna, esa chica siempre le pareció extraña, desde el primer día que la conoció, pero desde el principio la ofreció su ayuda y no pudo resistirse a ella. Aunque ahora entendía, que seguramente, toda esa falsa atención que la brindaba había sido simplemente para controlarla.

Recordando la semana que había pasado con ella, intentó entender su comportamiento. Ahora sabía, casi con certeza, que esa mujer conseguía, de alguna manera, entrar en su mente, hacerla ver lo que a ella le convenía. Tal vez Seifer se comportaba así porque a él también lo estaba controlando. Pero ¿cómo demonios lo hacía? ¿Podía ser algo parecido a lo que hacía Eleone? No, no, aquello no podía ser.

Intentó apartar esos pensamientos de su mente y de un salto se puso en pie. Decidió entonces darse una ducha, iría a buscar a Squall y después desayunarían juntos.

No habían pasado ni cuarenta y cinco minutos cuando Rinoa salía de la habitación de Squall en busca del chico. Pero justo cuando cerraba la puerta la voz de una mujer, la hizo quedarse quieta durante unos segundos.

- Rinoa, querida.

La voz de Edea la sobresaltó levemente. Ella no debería estar saliendo de la habitación de Squall y menos con una mochila a su espalda en la que llevaba algunos enseres personales y algo de ropa.

- ¡Oh, Edea! –se giró mostrando una de sus mejores sonrisas-. Buscaba a Squall, pero me ha dicho que está entrenando, iré a buscarlo –mintió intentando parecer lo más creíble posible-.

- Ya, ya, tranquila –contestó la mujer guiñándole un ojo de manera cómplice-.

- No es lo que piensas –se adelantó a explicar Rinoa agitando las manos de forma negativa mientras sonreía de manera nerviosa-.

- No pasa nada, no se lo contaré a nadie –dijo posando una mano sobre el hombro de Rinoa-.

La pelinegra suspiró resignada, de verdad que aquello no era lo que ella estaba pensando, aunque podía haber sido ¿no? Rinoa sacudió su cabeza, sintiendo como sus pensamientos se estaban descarrilando de nuevo. Oyó a Edea soltar una tímida carcajada.

- Solo quería decirle a Squall que Cid lo está buscando, ¿le puedes decir que se pase por el despacho cuando pueda? –explicó de manera compresiva la mujer de larga melena-.

Rinoa asintió con la vergüenza invadiendo todas las partes de su cuerpo. Sintió como sus mejillas enrojecían y sus manos sudaban sin control. Vio a Edea despedirse de ella sin poder esconder más su risa. ¿Le diría algo a Kramer? Intentó no pensar más en el tema y antes de ir en busca de Squall pasó por su habitación y dejó aquella mochila delatadora.

Caminó algo preocupada por los pasillos del jardín hasta que llegó a la sala de entrenamiento y vio a Squall en el lado de las colchonetas. Sin querer romper su concentración, se adentró en la sala y tomó asiento en uno de los bancos de madera. No pudo evitar admirarlo durante un rato y fijarse en cada uno de sus movimientos, tan coordinados, tan perfectos, tan sexys.

Una sonrisa de resignación se pintó en su cara cuando observó como algunas alumnas que se encontraban allí, le lanzaban miradas furtivas al comandante, dejando escapar algún que otro susurro mientras sonreían tontamente. ¿Sabría aquel hombre, ajeno a todo, hasta qué punto ese maldito atractivo que poseía causaba tal efecto en las mujeres? La pelinegra soltó el aire por la nariz a modo de risa, estaba aprendiendo a vivir con aquello.

Lo vio levantarse del suelo en un ágil salto y comenzar a golpear un saco de boxeo cercano. Sus músculos se marcaban inevitablemente con esa camiseta negra sin mangas y el leve sudor que empezaba a empapar sus brazos, hacía que éstos se viesen aún más estilizados. Se fijó entonces que sus golpes eran rápidos y certeros y reconoció algún que otro movimiento de lo aprendido con Zell en ese tiempo. Se preguntó si algún día podría enfrentarse a Squall en una pelea cuerpo a cuerpo, seguro que sería divertido.

Estuvo observándolo un rato más, estaba claro que aquel cuerpo era el resultado de incontables horas dedicadas al duro entrenamiento. Cada músculo parecía esculpido a la perfección y se podía apreciar la gran fuerza física que poseía ese chico. No tardó mucho más, desde que había empezado a golpear aquel saco con todas sus ganas, en reparar en Rinoa. Sonrió de medio lado y cogiendo su toalla, caminó hasta ella con esos andares que la descolocaban demasiado.

- Últimamente tienes la manía de espiarme en silenció –comentó apoyándose en una columna cercano al banco donde estaba Rinoa mientras se secaba el sudor de la frente-.

Rinoa sonrió de manera coqueta mientras se giraba en dirección donde se encontraba aquel muchacho.

- ¿Sabes? Estas realmente sexy con esa ropa tan pegada –dijo sin tapujos la chica-.

Squall dejó escapar una risa y tras beber agua de una botella que tenía a sus pies, tomó asiento al lado de la pelinegra.

- ¿Eso crees? –preguntó con desinterés apoyando los antebrazos en sus rodillas y relajando el cuerpo después del entrenamiento-.

- Bueno lo creo yo y el resto de las alumnas que andan por aquí –comentó señalando con la cabeza a un grupo de cuatro chicas arremolinadas en la esquina contraria que no hacían más que mirar a la pareja y cuchichear-.

Squall miró de reojo hacia el grupo de alumnas que al momento se giraron y comenzaron a reír de manera nerviosa. El joven agachó su cabeza y la meneó de forma negativa. Ya se había dado cuenta de aquel detalle, pero la verdad, es que no le importaba lo más mínimo, siempre le había dado igual todo aquello hasta que apareció Rinoa en su vida y la puso patas arriba.

- ¿Y te importa? –preguntó con curiosidad-. El otro día en el Crush me pareció intuir ciertos celos –añadió divertido mientras se levantaba y la miraba de reojo-.

Era más que consciente de su atractivo y de las miradas no tan disimuladas de algunas alumnas, pero siempre había sido así, nunca quiso ser popular sino todo lo contrario, solo quería pasar desapercibido. Pero ahora que tenía una persona a su lado que le importaba, no quería que aquello se convirtiese en un problema.

- Bueno… no, supongo. Aprenderé a vivir con ello –suspiró estirando sus piernas y apoyando las palmas de sus manos en el banco-.

- ¡Vaya! Eso sueno demasiado dramático viniendo de ti -comentó Squall guardando la toalla en la bolsa de deporte-. Sabes que nunca te…

- Lo sé -se adelantó a decir ella mientras le guiñaba un ojo. Sabía que Squall jamás la engañaría-.

Squall la sonrió de aquella manera que muy poca gente conocía y de nuevo las mariposas de su estómago revolotearon inquietas.

- Por cierto, Edea me ha visto saliendo de tu habitación –dijo cambiando de tema y bajando el tono de voz a modo confidente-.

Los ojos de Squall se clavaron en Rinoa inevitablemente.

- ¿Y? –preguntó ansioso tomando asiento de nuevo al lado de la chica-.

- Pues… no me ha dicho nada, que no me preocupase, que no iba a decir nada.

- Nada de que… -dijo de manera inocente-.

- Ella ha creído que yo… bueno que tú y yo… pues eso…

Oyó como Squall soltaba una carcajada al ver a Rinoa tan apurada.

- ¡Ah! Que nos hemos acostado –soltó sin rodeos el chico-.

- ¡No grites! –exclamó ella tapando la boca a Squall-.

- Eres tú la que gritas –rebatió entre risas intentando apartar la mano de Rinoa de su boca-.

El grupo de chicas que, con anterioridad, se encontraba al otro lado del gimnasio, pasaron con sus cosas por delante de la pareja. De nuevo sonrieron tontamente y con un gesto de mano se despidieron del comandante. Squall carraspeó nervioso recobrando la compostura y les devolvió el saludo, adquiriendo ese gesto serio que lo acompañaba la mayor parte del tiempo.

- Te pones muy serio ¿sabes? -dijo Rinoa entre risas clavando su dedo índice en el entrecejo enfrentado de Squall-.

El chico la miró y sonrió de medio lado, era tan reconfortante estar con ella, hacía que todas las preocupaciones del momento se disiparan de un plumazo con tan solo verla sonreír.

- Bueno y Edea ¿quería algo? -preguntó esta vez en tono más serio retomando el hilo de la conversación anterior-.

- ¡Oh, si!, que, si podías pasar un momento por el despacho, Kramer quería comentarte algo -explicó levantándose del banco-.

Squall hizo un mohín y levantándose también, se estiró para relajar el cuerpo. No le apetecía nada ir al despacho siendo sábado, seguro que el director lo liaba con alguna cosa y al final se quedaba más de la cuenta. Con ese último pensamiento revoloteando por su mente, sintió como los delgados brazos de Rinoa lo rodeaban y su cabeza se recostaba en su pecho. Por un momento el chico, miró hacia su alrededor para comprobar si había alguien, aun le costaba dejarse llevar en público, aunque a veces le saliese de manera natural. Cuando comprobó que no había nadie en aquella sala, cogió a la joven de la cintura y con cuidado la llevó contra la columna cercana.

Oyó a Rinoa soltar un suave ronroneo que acompañó de una sonrisa. Rápidamente fue acallada por los suaves labios del chico. Éste la besó con tal suavidad y calidez que la pelinegra creyó derretirse allí mismo. Poniéndose de puntillas, enredó una de sus manos en el suave pelo de Squall y la otra, la paseó por la ancha espalda. Podía notar el sudor del joven en su piel, pero no la importó lo más mínimo.

Cuando la chica profundizó aquel beso, Squall no pudo evitar estrecharla más de la cintura mientras la acorralaba contra esa pared en un intento de que no escapara de allí. Aunque a juzgar por los besos y caricias de ella, no tenía ninguna pinta de querer irse a ninguna parte. Sus manos reptaron sin control sobre aquel cuerpo perfecto. Era tan pequeña y esbelta, Squall sentía que encajaba a la perfección entre sus brazos. La necesitaba tanto que creyó que fácilmente perdería el control allí mismo. Pero debía ser paciente.

- Creo que necesito una ducha…-susurró con voz pesada dejando de besarla, pero sin separarse de aquellos dulces labios-.

Rinoa asintió aun con sus ojos cerrados y depositó fugaces besos sobre la boca del chico mientras sus manos se paseaban sin pudor sobre aquel abdomen perfectamente esculpido.

- Rin… -susurró su nombre sin poder ocultar el deseo en su voz-. Para, si no quieres que te lleve a la habitación ahora mismo -dijo en un intento de amenaza que para nada sonó así-.

- Pues hazlo, no me resistiré -murmuró juguetona poniéndose de puntillas y enredando de nuevo sus brazos alrededor del cuello del chico-.

Squall sonrió ocultando su cara en el cuello de ella y la rodeó por la cintura. Girándola suavemente, comenzó a avanzar hacia la salida con ella pegada a su pecho

- Tengo que ir al despacho -recordó él sin dejar de caminar con ella delante-.

De camino, cogió la bolsa de deporte y la besó una última en el cuello para ponerse a su lado y salir de aquel lugar. Hubiera deseado raptarla en aquel mismo instante y desaparecer el día entero junto a ella. Pero una vez más aquel cargo de comandante, lo reclamaba.

- ¿No vemos ahora? -preguntó él sin querer soltar a esa mujer-.

- Claro -sonrió ella mientras lo besaba en la mejilla para después alejarse por el pasillo-.


Quistis llevaba un buen rato sentada en una de las mesas de la cafetería dando vueltas a un café algo aguado. Se había despertado temprano, la verdad que no había dormido demasiado bien con todo lo ocurrido el día anterior. Seifer le preocupaba demasiado, ella solo había querido ayudarlo en estos meses, pero él solito lo había fastidiado todo. Otra vez se había dejado engatusar por personas ajenas al jardín y otra vez, estaba poniendo en peligro a su hogar y como no, a Rinoa. Pensó entonces en ella, siempre queriendo parecer más fuerte de lo que era para no preocupar al resto.

Una sonrisa melancólica se pintó en su cara, solo esperaba que todos esos acontecimientos se resolvieran y no fuesen a más. No sabría si estaba preparada para otra batalla sin precedentes.

De pronto la voz cantarina y alegre de Rinoa, se coló entre aquellos pensamientos que empezaban a ser demasiado oscuros y la vio tomar asiento a su lado.

- Rin, hola -saludó la instructora-. ¡Vaya pareces…!

- ¿Contenta? -adivinó dejando ver una enorme sonrisa-.

Quistis sonrió al verla así.

- Mmmm… ¿Squall tiene algo que ver con tu estado de ánimo? -preguntó curiosa dándole un leve empujón con su hombro-.

- Puede…- la pelinegra dejó escapar una sonrisa tímida-. Últimamente es muy… atento -añadió eligiendo la palabra correcta-.

- Oh, ¿sí? y ¿cómo de atento? -siguió curioseando la instructora mientras le guiñaba un ojo a Rinoa-.

Ésta sonrió y meneó la cabeza de forma negativa.

- No es lo que piensas -contestó devolviéndole el empujoncito en el hombro-.

- Lo sé, lo sé, solo bromeaba, sé que está preocupado por ti. Me alegra verle así ¿sabes? Preocupándose por alguien más, llevaba tantos años encerrado en si mismo que no sabría si lo vuestro funcionaría. Él a veces puede ser complicado, pero contigo es distinto.

La instructora hizo una pausa recordando el comportamiento insoportable de Squall en el pasado y como ella, una y otra vez, intentaba hacerle ver que no podía seguir así.

- Así que ni te ocurra hacerle daño, ¿me oyes? No quiero verle sufrir de nuevo -advirtió la rubia de manera divertida, pero dejando entrever que aquello iba en serio-.

- No lo haré, te lo aseguro -afirmó con rotundidad mientras mostraba esa sonrisa que cautivaba a cualquiera-

- Bueno, ¿y tú qué tal? Lo de Seifer… sé que él te importa -dijo la bruja en tono preocupado-.

Oyó como Quistis suspiraba sonoramente y se dejaba caer contra el respaldo de la silla, perdiendo totalmente esa pose altiva y correcta que solía acompañarla.

- Yo creía… que tal vez podía… ayudarle, no sé. Supongo que me equivoqué -intentó explicarse adquiriendo un tono triste que no pasó inadvertido para la pelinegra-.

- Bueno, ya oíste a Squall, en el despacho le dijo que solo intentaba advertirme de algo, tal vez nos estemos equivocando con él -opinó Rinoa mientras posaba una mano sobre la de Quistis para intentar animarla-.

- ¿Por qué le defiendes?

Rinoa clavó su mirada en los ojos casi cristalinos de aquella instructora. ¿Por qué de repente se ponía a la defensiva? La pelinegra suspiró y sonrió cálidamente.

- No lo hago, de verdad creo que le pasa algo. Si ha estado con Yinna este tiempo puede que le obligue a hacer cosas en contra de su voluntad. Sé de lo que hablo, cuando estoy con esa mujer es como si me olvidase de todo, solo existe ella, no sé, es difícil de explicar -intentó argumentar observando como el gesto severo de la instructora iba relajándose-.

Irvine y Zell no tardaron mucho más en llegar, tomaron asiento al lado de las chicas y se acomodaron con sus bandejas rebosantes de comida. El vaquero parecía especialmente contento, seguramente por la llegada de Selphie ese mismo día. Mientras charlaban de cosas sin importancia, oyeron como el volumen de la televisión que pendía en un lateral de la cafetería, aumentaba y todas las personas que se encontraban allí, empezaron a prestar atención a la mujer que estaba dando una noticia de última hora.

"Hoy, sábado 26 de marzo, se han hallado los cuerpos de dos alumnas en el propio jardín de Trabia. Al parecer eran estudiantes del lugar, ambas de 18 años. Los cuerpos se han encontrado con múltiples heridas y al parecer, el autor de los crímenes se ha llevado el corazón de ambos".

Un alboroto se propagó en la cafetería a medida que todos iban escuchando la noticia. Rinoa y los demás se miraron con preocupación y Selphie fue la primera que llegó hasta sus mentes, pero se tranquilizaron en parte cuando aquella mujer de la tele dijo los nombres de las víctimas y ninguno coincidió con el de ella.

"Las autoridades han empezado a relacionar estos asesinatos con el que, anteriormente, sufrió el jardín de Balamb, recordemos que el cuerpo estaba casi en las mismas condiciones que los hallados en el día de hoy, por lo que se está empezando a hablar de un asesino en serie. Además, los tres cuerpos parecen tener una marca similar en su espalda".

Cuando mostraron la marca que tenían las víctimas, Rinoa la observó con detenimiento y algo en ella, se le hizo familiar. La marca consistía en un semicírculo y una línea atravesándolo verticalmente por el centro. Además, a medida que aumentaban las víctimas, esas líneas también. La última víctima, que había sido encontrada en un aula en Trabia, ya tenía tres líneas atravesando aquel semicírculo, al parecer el asesino las marcaba.

Tras el fin de aquella noticia, el murmullo de todos los alumnos, instructores y trabajadores fue en aumento, tan solo, la intensa lluvia que golpeaba los ventanales del jardín mitigaba levemente esas voces.


Squall llevaba ya un rato sentado frente al director, quien tenía cara de muy pocos amigos, como ya venía sucediendo días atrás.

- Yo no sé nada, ya se lo he dicho -contestó Squall sin perder la compostura-.

- Pero las fichas no están, Squall. Y da la casualidad de que tú me advertiste sobre esos alumnos nuevos.

Las cejas de Squall se enfrentaron al máximo ¿Qué tenía que ver eso?

- Ya se lo he dicho…

- Tampoco están las copias en Dirección -interrumpió de nuevo el hombre con enfado-.

Squall se tensó al oír aquello, sabía que Quistis las había cogido. Debía devolverlas a su sitio cuanto antes.

Edea, que se encontraba sentada en el sofá de piel de color granate, se levantó y acercándose a Squall, posó sus manos sobre los hombros del chico, en un gesto tranquilizador.

- Bueno, ya lo arreglaremos, tampoco es para tanto ¿no? -manifestó la mujer viendo que Cid se estaba pasando con el tema. Últimamente lo veía realmente irritado, debía hablar con el-.

El hombre entrado en canas levantó la vista hasta su mujer y la miró con recelo.

- Retírate -le dijo a Squall sin apenas mirarlo-.

Éste se levantó y negando con la cabeza, salió de allí. Realmente el director estaba insoportable. Cuando el chico ya estuvo fuera, Edea se acercó hasta la mesa y apoyó sus manos en la mesa en un gesto de enfado.

- ¿Qué te pasa? -preguntó sin tapujos levemente cabreada-.

Cid se levantó de su asiento y masajeó sus ojos bajo las gafas.

- No me gusta que me ninguneen -comentó con calma paseándose por la estancia-.

- ¿Qué te ninguneen? Pero, que estás diciendo -rebatió Edea realmente indignada-.

- No tienes derecho a contradecirme, ese chico…

- ¡Ese chico es Squall! -exclamó la mujer de larga melena interrumpiendo a su marido-. Cuidamos de él cuando solo era un niño y del resto, así que si, creo que tengo derecho a contradecirte si veo que te estás pasando de la raya. ¿Se puede saber que te pasa? Últimamente le tratas con desdén continuamente.

El director farfulló malhumorada y volvió a sentarse con genio en su sillón. Ni el mismo sabía que le pasaba, solo sentía, que últimamente, todo le venía grande y que la dirección del jardín se le estaba yendo de las manos.

- Sabes que duermen juntos, ¿no? Él y Rinoa -vio como Edea dibujaba una mueca de indignación en su cara-.

- ¡Oh! Pues claro que lo sé ¿y? ¿cuál es el problema?

- ¡Que está prohibido dormir en la misma habitación! -exclamó furioso-.

- ¿En serio, Cid? ¿vas a prohibir a muchachos de dieciocho años que se relacionen? Sabes que es ridículo, y ¿todo este sermón que les has soltado es por eso? -preguntó entre la indignación y la sorpresa. No podía creerse que todo fuese por eso-. No puedes evitar que tengan relaciones ¿lo sabes no?

Kramer la miró por encima de sus gafas y por un momento, Edea, no reconoció a su marido.

Antes de que aquella discusión continuase, unos nudillos en la puerta resonaron de manera insistente. Tras una pausa, el director dio permiso para entrar. Por la puerta se coló una más que preocupada Shu y tras ella Squall, con cara de no entender nada.

- ¡Ha pasado algo! -dijo la joven con la mirada desencajada-.

Squall, quien se la encontró justo cuando iba a coger el ascensor y le pidió que la acompañara, se posicionó frente a ella. Por la expresión preocupada en el rostro de Shu, intuyó que algo realmente grave estaba ocurriendo.

- Es Selphie… -la voz de la ayudante se quebró momentáneamente-.

- ¿Qué ha ocurrido? -dijo esta vez Edea llegando hasta la chica-.

- Ha sufrido un accidente en Trabia y está malherida…

- Pero ¿está bien? -interrumpió de manera nerviosa Squall cogiendo a Shu del brazo-.

- No, no lo sé muy bien, la traen hacia aquí.

- Yo me ocupo, no os preocupéis -habló por primera vez Kramer quien parecía mantener la calma ante la situación-. Avisaré a Kadowaki para que lo prepare todo y hablaré con Trabia. Os mantendré informados.

- Hay algo más -comentó otra vez Shu con la voz rasgada-.

Todos la miraron expectantes, seguramente tampoco eran buenas noticias, a juzgar por el semblante de la joven, que en pocos minutos había palidecido del todo.

- Han hallado dos cadáveres más en el jardín de Trabia. Nos han dicho que la policía se pondrá en contacto con nosotros, parecen asesinatos similares a lo que le ocurrió a Darcy.

El silencio fue el protagonista durante unos segundos en aquel despacho, ¿qué se supone que estaba pasando? ¿estaba todo relacionado? ¿el accidente de Selphie tendría algo que ver en todo aquello?

La voz de Edea, siempre serena y relajado, los tranquilizó y les invitó a marcharse, más tarde hablaría con ellos. Squall maldijo con rabia y salió de allí sin despedirse de nadie. Necesitaba contárselo a los demás.


Al llegar al hall, Squall observó como alumnos e instructores, se paseaban nerviosos de un lado para otro. Seguramente ya se habían enterado de las muertes en Trabia. Anduvo de prisa entre el gentío, notando la creciente tensión en el ambiente, todo el mundo parecía demasiado alterado. Cuando llegó a la cafetería, un murmullo tumultuoso llegó hasta sus oídos, se detuvo por unos instantes en la entrada e intentó divisar a los demás.

Por fin dio con ellos en el fondo, cerca de un ventanal. Rápidamente se acercó y las miradas inquietas de cada uno de ellos se clavaron sin remedio en el comandante, tal vez buscando una respuesta para la que no tenía solución.

- Squall, ¿te has enterado? -dijo Quistis con urgencia-.

El asintió y sin ser consciente, buscó la mirada de Rinoa, pero esta parecía demasiado ausente.

- Ha pasado algo más -comenzó a decir con semblante preocupado-.

Todos, incluida Rinoa que pareció salir de su letargo, lo miraron.

- Selphie ha sufrido un accidente, la traen ya hacia aquí, Kadowaki ya lo sabe.

Sin apenas poder continuar con la explicación, vio como el vaquero salía corriendo de la cafetería, posiblemente en dirección a la enfermería. Squall intentó detenerlo, pero fue en vano. Le entendía perfectamente, si le pasase algo a Rinoa, el tampoco atendería a razones.


Habían transcurrido un par de horas desde que, en aquella mañana de sábado, todo diese un vuelco inesperado. Tras la impactante noticia del accidente de Selphie, habían ido corriendo a la enfermería. Los muchachos llevaban casi dos horas fuera, esperando ansiosos cualquier indicio que pudiera aliviar la creciente angustia que los envolvía.

Se habían acercado por allí, Cid con Shu, después algunas compañeras de la joven, Edea y demás instructores. El resto iban y venían, esperando noticias, pero Irvine, aquel vaquero jovial, no se había movido de allí, ni siquiera había dicho una palabra desde que se fuera de la cafetería. Se encontraba sentado en el suelo con su espalda recostada contra la pared y aquel gorro de cowboy tapando sus ojos.

Todos habían intentado animarlo en vano. Simplemente los miraba y dejaba entrever media sonrisa fingida. Fue Rinoa quien dándole un pequeño codazo a Squall, le indicó que podía ir a hablar con él. El chico la miró con el ceño fruncido, pero ésta le insistió con la mirada. Él era el comandante y su amigo, aunque a Squall todo aquello de la amistad le estuviese costando bastante. El grupo confiaba en él, así que, acercándose hasta Irvine, se recostó en la pared y se dejó caer hasta el suelo, dónde se acomodó junto al vaquero.

- Sabes que no soy muy bueno animando a la gente -empezó a hablar Squall intentando captar la mirada de Irvine-.

Oyó como el chico de la coleta, soltaba una risa seca.

- Eres pésimo -bromeó-.

- Ya… -sonrió Squall-. Ella va a estar bien ¿vale? -continuó desviando la mirada al frente-. Es fuerte y luchadora, lo sabemos bien, hemos luchado juntos en una batalla que creíamos perdida. Ella, al igual que tú, tenéis la capacidad de animar al grupo, de hacer ver que por muy mal que esté la situación, siempre se puede ganar. Así que creo que Selphie luchará hasta el final como siempre ha hecho.

- No puedo perderla, Squall -habló por fin el vaquero levantando la cabeza al frente y dejando ver esa mirada felina-. Ni siquiera le he dicho lo que siento realmente, siempre haciendo el idiota delante de ella para ocultar mis sentimientos -confesó en un hilo de voz-.

- Lo sé -contestó Squall posando su mano en el hombro de Irvine-.

Justo en ese momento salió Kadowaki junto a una joven enfermera que ejercía de ayudante de la mujer. Todos se arremolinaron ante la doctora.

- Tranquilos, ¿vale? -dijo con semblante serio-. Hemos conseguido estabilizarla, pero ha perdido mucha sangre. Las siguientes horas son vitales, no os puedo decir nada más -finalizó bajando la mirada en gesto preocupado-. Podéis pasar a verla.

La mujer se retiró e Irvine fue el primero en seguir a la doctora hasta la habitación donde yacía la joven. Los demás fueron tras él. Cuando entraron, vieron a Selphie demasiado pálida. En su cuello se adivinaba una marca amoratada y varios arañazos se esparcían por los brazos. Kadowaki les explicó que la herida grave había sido en el abdomen, un gran corte que la había hecho perder demasiado sangre. No podían hacer mucho más por ella, más que esperar a que despertara.


El tiempo en aquella habitación pasaba demasiado despacio. Podía oírse como fuera, una más que furiosa tormenta, azotaba el lugar haciendo que de vez en cuando las enormes cristaleras del jardín vibrasen a causa de los truenos.

Irvine, que se encontraba sentado en una incómoda silla al lado de la cama donde descansaba Selphie, no se había apartado de ella desde que la doctora les diese permiso para entrar, la miraba con tal devoción que pareciese que el tiempo se detuviera a su alrededor. Rinoa se mantenía tras el vaquero con su espalada recostada en la pared y con aquellos ojos oscuros, demasiado tristes.

Quistis, tras ausentarse brevemente para despejarse, regresó a la habitación y no pudo evitar notar el desánimo que pesaba sobre cada uno de sus amigos. Pasó junto a Zell y le palmeó el hombro en un gesto amistoso. Después se acercó hasta Squall, quien se encontraba recostado contra la ventana, con la mirada perdida en la tormenta que rugía en el exterior.

- ¿Intentando arreglar el mundo tu solo? -bromeó la joven mientras posaba una mano en el hombro de su comandante-.

- Quistis… -dijo girándose hacia ella levemente sorprendido-. Si pudiese, créeme que lo haría -comentó con aquel semblante serio, pero irresistiblemente atractivo-.

La mujer dejó entrever una sonrisa.

- Por cierto, esta mañana he estado en el despacho. Kramer me ha soltado otra charla de las suyas porque no encuentra las fichas de esos tres -explicó encarando a la mujer-.

- Pero…

- Lo sé, tu cogiste las de Dirección que, por cierto, también sabe que no están allí, debes devolverlas cuanto antes -añadió bajando el tono de voz-.

- Mañana es domingo, no habrá nadie por allí, no te preocupes. ¿Y por qué las fichas no están en el despacho de Kramer? -preguntó realmente confundida-.

- No lo sé Quistis -suspiró el chico echando la cabeza hacia atrás-. ¿No te parece que todo esto es una maldita locura? Y ahora Selphie… ni siquiera sabemos que la ha pasado.

De pronto la Doctora entró en la habitación y les aconsejó a todos que lo mejor sería que fuesen a descansar, de momento no podían hacer nada más por ella. Kadowaki intentó tranquilizarlos diciendo que ella misma estaría de guardia y que la cuidaría, si había alguna novedad, les avisaría.

Todos creyeron que era lo más acertado, la verdad que llevaban allí varias horas, ni si quiera habían comido en condiciones y el cansancio empezaba a adivinarse en sus caras. Irvine fue el único que no quiso marcharse, a pesar de la insistencia de sus amigos, el vaquero decidió que se quedaría un rato más.


Era media tarde y a pesar de las horas, la luz natural que se filtraba en el jardín a menudo ahora era insuficiente a causa de la oscuridad que se cernía aquel día en Balamb. Así que las luces del lugar ya estaban encendidas, haciendo que de vez en cuando, tintinearan a causa de la tormenta.

Tras salir de la enfermería habían intentado comer algo, pero los acontecimientos vividos, hacía tan solo unas horas, les impedía ingerir algo en sus estómagos. Las horas pasaban y Selphie aún no había despertado, Kadowaki les había dicho que debían tener paciencia, la pequeña Seed iba a estar cuidada y atendida en todo momento.

Cuando miraron el reloj de pared que pendía en la habitación donde descansaba Selphie, vieron que eran las nueve de la noche y decidieron que ya era hora de marcharse. Consiguieron convencer a Irvine de que fuese a descansar, pasar la noche allí tampoco iba a solucionar nada.

De camino a sus habitaciones, vieron que Edea se acercaba hasta ellos, al parecer pasaría la noche en el jardín dada las circunstancias del momento. Estuvieron un rato charlando, la mujer pudo leer el desánimo en aquellos muchachos e intentó animarlos diciéndoles esa típica y trillada frase de "Todo saldrá bien" pero ¿qué más podía decirles? Ni si quiera sabía si Selphie se recuperaría.

Fue Squall el que decidió quedarse un rato más con ella, necesitaba saber si sabían algo más sobre las nuevas víctimas de Trabia. El resto se despidió de la pareja y Rinoa le miró y asintiendo, se entendieron a la perfección, luego la buscaría en su habitación.

- Parece que os entendéis muy bien ¿no? -comentó la mujer haciendo que Squall desviase la mirada algo incómodo. Esperaba no tener una charla de "esas" con Edea.

La mujer sonrió al verlo así y cogiéndolo del brazo, caminaron hasta llegar a una de las pasarelas cubiertas con vistas a un jardín donde observaron como la lluvia cesaba en parte, aunque el cielo oscuro y totalmente encapotada, no auguraba nada bueno.

- No te preocupes -siguió hablando Edea acariciando el brazo del chico en un gesto maternal-. No voy a darte una charla sobre sexo.

Squall no pudo evitar clavar sus ojos azules intensos en la mujer.

- Creo que sois lo suficientemente inteligentes como para saber que debéis hacer. Pero tened más cuidado, Kramer sabe que, a veces, dormís juntos.

El chico suspiró a su lado.

- Ya le he dicho que es algo normal, no debería enfadarse por ello, pero últimamente…

- Esta raro Edea -acabó la frase Squall por ella-.

- Lo sé, no sé qué le pasa parece que absolutamente todo le molesta. Siento el comportamiento de esta mañana, él de verdad os aprecia y contigo, creo que te sobreprotege, por eso a veces es tan duro -intentó disculparse la mujer recordando el comportamiento desproporcionado de Cid-.

- No importa Edea, con todo lo que está pasando puedo entender que este estresado -el joven calló y recostándose en la barandilla, perdió la vista en la lejanía de aquel jardín-. ¿Se sabe algo de las chicas de Trabia?

La mujer se removió a su lado y le imitó, adquiriendo la misma pose que el joven.

- Hemos hablado con las autoridades que llevan el caso, aún no saben nada solo que parece ser el mismo autor. Simplemente nos han dicho que nos tendrán informados.

Squall escuchó en silencio, a su mente llegaron las imágenes de los tres hermanos, era demasiada casualidad que justo cuando ellos se van a Trabia, ocurran dichos acontecimientos, pero como aquello le parecía una auténtica locura y simplemente eran especulaciones, decidió no comentar nada a Edea. Tal vez más adelante.

- Bueno, será mejor que descansemos, el día de hoy ha sido duro.

La mujer se acercó a Squall y lo abrazó con cariño. El joven se dejó reconfortar, era agradable sentir el calor de aquella mujer que en el pasado había cuidado de él.

- Gracias Edea -dijo despidiéndose de ella con un beso en la mejilla-.

La mujer le sonrió una última vez y se alejó hacia las escaleras del hall. Se alegraba tanto de verlo así, empezaba a recordarle al niño que fue en la infancia, atento, protector y cariñoso con las personas que realmente le importaban. No tenía dudas de se convertiría en un gran hombre.


Notitas…

Espero que no se haya hecho muy larga la espera, pero cada vez tengo menos tiempo para escribir, aunque ahí voy, poquito a poquito. Dar las gracias como siempre a todas las personas que siguen mi historia y que la agregan a favoritos.

Gracias a todos por leer. Hasta la próxima.

Nancyriny: ¡Oooh! perdón por la tardanza, pero es que no tengo tiempo, escribo parrafillos cuando puedo. Aun así, me alegra un montón de que te parezca que se está poniendo interesante. Es cierto que de lo de Selphie no hice referencia en Creciendo Dentro, habían pasado demasiados años de una historia a otra, hubo cosas que se me pasaron. Aún así, espero que este capi te haya gustado porque hay una buena ración de la parejita ¿no? Jeje. Y nada, creo que el siguiente puede que contenga tu mas que esperada escena entre Squall y Rinoa, creo. Si no es este, será el siguiente, fijo. Hasta la próxima y como siempre. ¡GRACIAS!