Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Square-Enix. Tan solo los inventados son de cosecha propia ^^


CAPITULO 11

Seifer caminaba por los pasillos colindantes a los dormitorios, llevaba casi todo el día encerrado en su habitación. Esa misma mañana se había enterado, como el resto del jardín, de las horribles muertes de esas chicas en Trabia. No le hizo falta hacer muchas cábalas para saber quienes eran los autores de tal atrocidad. Luchaba continuamente contra la sensación de control que ejercía Yinna sobre él, creyendo que tal vez, al estar lejos, la situación sería distinta, que mejoraría, pero no había sido así.

Viento y Trueno habían ido en su busca, desde dentro de su habitación había podido escuchar como sus dos amigos, aporreaban la puerta de manera insistente y también los había oído hablar de manera preocupada sobre él. En esos momentos no quería estar con nadie, no quería salir de su habitación y correr el riesgo de encontrarse con Rinoa, estaba seguro de que en cuanto la viese, no podría controlarse.

Cuando se la cruzaba, intentaba continuamente luchar contra ese sentimiento de odio, que en el pasado tuvo hacia ella y del que Yinna se aprovechaba continuamente para poder controlarlo. Él intentaba luchar contra aquello, pero cada vez era más fuerte.

Fue el rugir de su estómago, lo que le obligó a salir de la habitación. Eran casi las diez de la noche, seguramente apenas quedaría gente en la cafetería, así que se animó a ir a comer algo. No tardó ni quince minutos en devorar un bocadillo algo seco y comerse una pieza de fruta. Cuando terminó de cenar se encaminó de nuevo a su cuarto, pero como otras tantas veces, esa sensación incontrolable, lo asaltó y lo supo al instante, Rinoa estaba cerca.

Luchando contra su propio instinto, caminó deprisa, pero estaba claro que el destino no estaba de su parte. De frente pudo ver como la menuda mujer caminaba hacia él de manera despistada mientras miraba algo en el móvil y sonreía de aquella manera que, de seguro, a Squall lo volvía loco.

Intentó darse la vuelta, pero era como si su cuerpo no le respondiese. Deseaba con todas sus fuerzas que esa mujer lo mirara y saliese huyendo en dirección contraria, aunque conociéndola seguro que eso no pasaría. Él la conocía y a pesar de lo que pudiera parecer, ella era fuerte, decidida y valiente, aunque a veces la imprudencia la hiciese meter la pata.

Apenas fue consciente de lo que pasó, pero cuando quiso darse cuenta, tenía a Rinoa acorralada contra una pared. Sus ojos, como otras tantas veces delataban miedo, pero lo miraban fijamente, como retándole. Aquello, sin saber porque le enfureció aún más y cogiéndola de los brazos, la empotró de nuevo contra la fría pared del pasillo, arrancándole un quejido de dolor.

- Me sacas de quicio, maldita bruja -masculló entre dientes acercándose demasiado a su cara-.

Rinoa giró la cara hacia un lado y cerró los ojos cuando la boca de Seifer se acercó demasiado a la suya. Pudo notar el cálido aliento del chico rozar su cuello y como sus labios besaban su piel.

- Hueles muy bien -comentó de manera algo lasciva-. Siempre hueles bien… -añadió separándose algo de ella-.

La pelinegra sintió como el muchacho la dejaba algo más de espacio y se atrevió a mirarlo. Seifer mantenía su fuerte agarre por los brazos, pero había dejado caer la cabeza en un gesto, que a Rinoa le pareció de arrepentimiento. Sabía que Seifer estaba luchando contra algo, otra vez, como otras tantas veces que se había dado esa misma situación.

- Seifer, por favor, tu ya no eres así -se atrevió a decir con la voz algo temblorosa-. ¿Todo esto es por lo que ocurrió entre nosotros? -preguntó queriendo saber realmente la razón de ese comportamiento-. Porque me odias tanto…

La voz de la bruja se quebró sin remedio y sus ojos se empañaron de repente. No podía creer que Seifer la tuviese esa inquina, fue él quien se comportó como un auténtico bastardo hace años.

Seifer cerró los ojos con fuerza y agitó la cabeza de manera negativa, intentado luchar contra esa fuerza invisible que le obligaba a hacer aquello. Quería soltar a Rinoa, de verdad que lo deseaba, pero le era imposible. La dulce voz de la pelinegra, ahora quebrada de temor, lo atravesó como un rayo, llegando a lo mas profundo de su ser. Ella creía que todo eso era porque la odiaba, porque nunca fue capaz de pedirla perdón por aquella estupidez que cometió en el pasado. Él y su maldito ego, se odiaba tanto por eso y por muchas otras tantas cosas, sabía que Yinna se aprovechaba de esa debilidad, sin duda ese era su punto débil.

- No… -susurró de pronto clavando esos ojos verdes en Rinoa-.

Ésta sintió como el doloroso agarre cedía y él se separaba de ella. Otra vez estaba ocurriendo lo mismo, sabía que se arrepentía, pero temía que los momentos de lucidez tan solo fuesen momentáneos y volviese a atacarla. Así que, sin pensarlo demasiado, salió corriendo en dirección contraria pero segundos más tarde, notó como el chico la volvía a agarrar del brazo impidiéndole la huida. Fue en ese corto periodo de tiempo que Rinoa pudo llamar a Squall y volver a guardar su teléfono en el bolsillo.

Solo esperaba que diese resultado.


Squall observó como Edea se alejaba escaleras arriba y desaparecía en el ascensor. Esa mujer siempre conseguía calmarlo al igual que Laguna, que, a pesar de su rechazo hacia él, no podía negar que le estaba empezando a gustar que ese hombre ejerciese de padre.

Mientras se encaminaba por los pasillos que llevaban a los dormitorios, el móvil en su bolsillo vibró. Cuando lo cogió vio que era Rinoa, con una sonrisa tonta en su cara, descolgó y comenzó a hablar. No obtuvo respuesta de ella, insistió, creyendo que tal vez, había poca cobertura, pero de repente escuchó unas voces mezcladas con algo de ruido. Su corazón dio un vuelco cuando entre esas voces, pudo reconocer la de Seifer y después la de Rinoa, diciéndole algo, parecía asustada.

Sin dudarlo, guardó el móvil y salió corriendo pasillo adelante. Cuando llegó a la pasarela de uno de los jardines, no lo dudó y saltó por encima de la barandilla de manera más que ágil, dejándose caer en la mullida hierba. Atravesó el jardín lo más rápido que pudo, de esa manera atajaba camino hasta los dormitorios. Sintió como la fina lluvia que parecía en aumento, lo empapaba, pero un sentimiento de terror le atenazaba, haciendo que esa humedad, le diesen completamente igual.

Cuando llegó a la pasarela de enfrente, saltó de nuevo la barandilla y sus botas resonaron en el frio mármol, pasó su mano por el pelo algo húmedo y salió corriendo en dirección a los pasillos femeninos, tal vez Rinoa estuviera allí.

Corrió todo lo que pudo, esquivando a su paso, un par de alumnos y otro que salía a su paso por una de las esquinas. Sus reflejos perfectamente desarrollados por el duro entrenamiento de todos esos años, le impidieron chocar y seguir corriendo hasta que, por fin, en el pasillo contiguo a los dormitorios femeninos, en un pequeño hueco que había con una puerta de seguridad, divisó la espalda de Seifer.

No supo como llegó hasta allí pero cuando fue consciente, Seifer se encontraba en el suelo a causa de un fuerte empujón por parte de Squall. Sintió a Rinoa refugiarse tras él y tras cerciorarse de que ella estaba bien, volvió la vista hasta el Seed rubio que comenzaba a levantarse con una de sus más que conocidas sonrisas fanfarronas.

- ¿Sabes? Admiro esa capacidad que tienes de venir al rescate, ¿cómo lo haces? -preguntó en tono jocoso mientras se masajeaba el hombro dónde había recibido el golpe-.

Squall ni siquiera se paró a escuchar sus tonterías, en dos zancadas se plantó frente a él y dándole otro par de empujones, consiguió empotrarlo contra la pared mientras lo cogía de la chaqueta con rabia contenida.

- Siento que últimamente siempre acabamos así -siguió burlándose Seifer-.

- ¡Cállate! -gritó dándole otro fuerte golpe contra la pared-. ¿Qué se supone que estás haciendo? -preguntó realmente cabreado ante los repetidos ataques hacia Rinoa-.

Escuchó como la joven intentaba disuadirlo para que lo dejara, no merecía la pena, pero la rabia que lo invadía cada vez que veía a ese tipo, podía con él. Squall siempre se había caracterizado por su templanza y saber estar ante situaciones extremas, pero con Seifer, aquello era distinto, sacaba lo peor de él y más si tocaba a lo que más quería, Rinoa.

- Basta… -la voz de la chica se abrió paso ante la creciente ira del comandante-. ¡Basta!, déjalo por favor, quiero irme -insistió la mujer cogiendo a Squall por el brazo-.

Éste giró la cabeza y vio como sus ojos estaban vidriosos, de repente parecía tan cansada. Tras unos segundos en los que luchó contra sí mismo, cedió el agarre hacia Seifer.

- Sabemos lo de Yinna -dijo Squall en tono más calmado-.

- ¡No sabéis una mierda! -exclamó con odio mientras se recolocaba la ropa-. No tenéis ni idea -rio fanfarrón-.

La pareja lo vio como comenzaba a alejarse.

- Y… tú y yo, algún día, acabaremos lo que empezamos -acabó diciendo mientras se giraba una última vez y clavaba una mirada de odio en Rinoa-.

Squall intentó salir tras él, pero ella volvió a retenerlo. Éste, viendo en el estado en que se encontraba, decidió hacerla caso y juntos se fueron a su habitación.


Cuando llegaron a la habitación Rinoa, la chica se sentó en el borde de la cama y con un sonoro suspiro, escondió la cara entre sus manos. Aun podía sentir el fuerte agarre de Seifer en sus brazos y su corazón aun latía demasiado deprisa.

Squall la observó en silencio, estaba cabreado, demasiado, pero desde luego ella no tenía la culpa. La luz de un rayo en el exterior hizo que el joven desviara la vista hasta la ventana y el estruendo del trueno no tardó en resonar en el lugar, de nuevo una tormenta se acercaba. Con el rugir del trueno, observó como Rinoa se estremecía, dando un pequeño brinco en la cama a causa del susto.

- Odio los truenos… -susurró con voz débil-.

El chico la miró con ternura y acercándose, se arrodilló frente a ella.

- No sabía que te diesen miedo -dijo con calma sin ser consciente de aquel detalle-.

Rinoa lo miró por primera vez desde que habían llegado a la habitación y pudo leer una serenidad en sus ojos azules, que hicieron que el miedo desapareciese por completo.

Ella sonrió con dulzura y de pronto unas ganas de llorar inmensas la invadieron sin poder evitarlo. No quería llorar frente a Squall, pero le fue imposible reprimirse. Al chico no le sorprendió aquello, estaba claro que la tensión que había vivido ese día debía salir por algún lado.

Con cuidado, se puso en pie y cogiéndola de la mano la refugió contra su pecho, dejando que se desahogase. Él esperó paciente, acariciando su pelo y depositando pequeños besos sobre su cabeza. Necesitaba preguntarle por Seifer, quería saber que pasó entre ellos, aunque ese no fuese el motivo de los continuos encontronazos con él.

- Rinoa… -llamó el joven con cautela cuando notó que el llanto cesaba-.

La chica hizo caso omiso y siguió refugiada en el calor que desprendía el cuerpo de Squall, era tan agradable. Sabía lo que le iba a decir, lo sabía, porque cada vez que Seifer la atacaba él intentaba saber que ocurría.

- Rin… -volvió a llamarla-. Seifer y tu… ¿Qué es lo que pasó? Necesito saberlo.

Sintió como el menudo cuerpo de ella se tensaba entre sus brazos, pero no se soltó de él.

- ¿Os acostasteis? Y…

- ¡No! -exclamó de pronto interrumpiendo a Squall y elevando la mirada por fin hacia él-. Claro que no -insistió deshaciendo el abrazo-.

- Lo intentó, entonces.

Cuando dijo aquello, vio como los ojos de Rinoa se abrían de par en par y se clavaban en los de él sin remedio.

- Como sabes eso…

- He recordado que cuando estábamos en primero, no dejaba de fardar de que se acostaba con una morena de Deling muy…

Squall soltó aire por la nariz a modo de risa molesta y no pudo acabar la frase, no quería reproducir las palabras que utilizaba Seifer para referirse a esa mujer, que por desgracia resultó ser la propia Rinoa.

- Eras tu… -susurró Squall echando la cabeza hacia atrás en gesto de agobio-.

Vio como Rinoa volvía a tomar asiento en el borde de la cama, él la siguió y se sentó a su lado.

- No pasó nada porque yo no quise, pero el insistió y se puso algo violento -intentaba explicar Rinoa mientras jugueteaba con los anillos de su cuello-.

La pelinegra sintió como la mano de Squall se posaba en su muslo y desviando la mirada hasta él, suspiró cansada recordando los hechos.

- En aquella época pasábamos bastante tiempo juntos. Nos divertíamos, me hace reír y mi padre no podía ni verlo -la chica rio con nostalgia al recordar aquello-. Creo que por eso me gustaba tanto estar con él.

La pelinegra hizo una pausa y acomodándose en la cama, perdió la mirada en sus propias manos.

- Nos besamos un par de veces, nada importante o no para mí. Me gustaba mucho estar con él, pero más como un amigo que otra cosa. Tal vez fue culpa mía que no supe dejar las cosas claras, no sé.

La mano de Squall se entrelazó en la de ella intentando hacerla ver que nada de lo que hubiera ocurrido con Seifer era culpa de ella.

- Una tarde estábamos en mi habitación, era verano y no teníamos mucho que hacer. Simplemente estábamos pasando el rato, yo me reía con sus tonterías y de pronto me besó. Sin querer ofenderle, me aparté con sutileza, intentando explicarle que no estaba segura de lo que sentía hacia él -la chica hizo otra pausa y cogiendo aire prosiguió-. Cuando le dije aquello, su cara cambió por completo, nunca le había visto así parecía tan dolido y defraudado. Y de pronto se abalanzó sobre mí, no supe muy bien que ocurrió. Sé que forcejeamos, yo estaba asustada pero conseguí darle una patada en el estómago. Cuando se hizo a un lado, me levanté rápidamente y me alejé, pero no vino tras de mí, simplemente se levantó y antes de marcharse, me dijo que me iba a arrepentir por lo que había hecho.

Squall suspiró a su lado y se pasó las manos por su pelo de manera algo tensa.

- Será imbécil -susurró para sus adentros-. ¿Y después? -preguntó inquieto sabiendo que la historia aún no había acabado-.

- Después vino la gran venganza -sonrió con pena-. Básicamente se dedicó a humillarme contándole a toda la gente que conocía, cosas que no eran ciertas.

Squall enarcó una ceja de manera inquisitiva.

- Imagino que el mismo tipo de cosas que os contaba en clase -explicó ella-. Y como no, todos esos rumores llegaron hasta mi padre junto con unas fotografías manipuladas en las que parecía que yo… bueno… ya me entiendes.

Rinoa bajó la cabeza avergonzada al recordar aquello.

- ¿Unas fotografías? -dijo totalmente incrédulo Squall-. Pero como se le pudo ir tanto la olla…

El joven soltó un sonoro suspiro de frustración.

- No sé como hizo esas fotos, lógicamente no era yo, pero la verdad, que lo parecía -recordó-. Y bueno mi padre, como no, entró en colera y me encerró en casa durante meses, solo podía salir con él y nada más. Después, el tiempo fue pasando y toda esa locura se fue olvidando. A Seifer no le volví a ver hasta hace unos meses, cuando empecé a trabajar con vosotros.

- Pero en el baile, la primera vez que nos vimos, fuiste a buscarle ¿verdad? -vio como ella asentía-.

- Si, había un pasado tiempo, no sé, estaba desesperada y fue el único que se me ocurrió. Da igual, porque no le encontré.

Squall se quedó en silencio. No paraba de pensar en lo que le había contado Rinoa y como debió sentirse durante aquellos meses en los que Seifer se dedicó a decir esas barbaridades de ella. Él las recordaba, como no. Todas las mañanas cuando Seifer llegaba a clase se sentaba en una mesa de atrás, con un grupo de pervertidos que se dedicaban a escucharle embobados. Squall intuía que todas esas historias no era verdad, le conocía demasiado bien, y sabía que era un fanfarrón, pero aún recuerda que no podía evitar sentir lástima por esa chica a la que se refería continuamente con desprecio.

El joven se levantó con calma de la cama y se paseó por la estancia hasta llegar a la ventana. Fijó la vista en la tormenta del exterior que ahora era la protagonista. Rinoa lo observó desde la cama, aquella ancha espalda mas tensa de lo normal y su silencio, la hacía creer que escuchar por fin la historia de Seifer, le había inquietado demasiado, tal vez ahora no quisiese estar con ella.

- ¿Quieres irte? -preguntó la pelinegra con un hilo de voz temiendo la respuesta-.

El chico se giró repentinamente al escucharla, sus ojos, ahora azules casi cristalinos a causa del juego de luces del exterior, la miraron con extrañeza.

- Tu… ¿quieres que me vaya? -rebatió creyendo que tal vez después de recordar la historia necesitaba su espacio-.

La vio negar con la cabeza de manera enérgica y mirarlo con esos ojos redondos y muy abiertos, que a menudo le recordaban a la inocencia de una niña. Éste sonrió para sí, claro que no quería irse de allí, es lo que menos quería es ese momento. Con calma se quitó la chaqueta y la dejó en una silla cercana, después se descalzó y acercándose hasta la cama, cogió a Rinoa de la cintura y se tumbó con ella en la cama. Al momento, sintió como ella pegaba su espalda a su pecho, encajando a la perfección entre sus brazos. Se dejó embriagar por ese suave olor a jazmín que siempre acompañaba a la chica y se refugió en su cuello.


No supieron decir cuánto tiempo había pasado, pero tampoco les importaba demasiado. La tormenta del exterior pareció remitir, pero truenos lejanos, seguían resonando en la habitación. Rinoa creyó quedarse dormida entre los brazos de Squall, el calor que desprendía era tan agradable que la adormeció durante un rato.

La joven se removió levemente y oyó un leve ronroneo de placer salir de la garganta del chico, ésta sonrió y dándose la vuelta, quedó cara a cara con él. Al instante esos ojos azules la miraron con ternura excesiva.

- Hola… -susurró el con esa sonrisa que derretía a cualquiera-.

- Me encanta cuando sonríes así -se atrevió a decir ella de manera tímida-.

- Así, ¿cómo? -se sorprendió el joven-.

Ella rio bajito.

- De esa manera que solo me muestras a mi -explicó con calma mientras lo besaba-.

Squall correspondió aquel beso suave y delicado y su mano viajó hasta la fina cintura para atraerla más hacia él.

- Siento haberte hecho recordar lo de Seifer, ahora entiendo porque no querías contarlo -comentó en la intimidad de la habitación-

- No pasa nada -sonrió-. La verdad, que me he quitado un peso de encima, quería contártelo, pero nunca encontraba el momento -explicó mientras acariciaba el brazo de Squall de manera mecánica-.

- Me alegro -susurró él con ese tono sensual que adquiría su voz-.

Squall se perdió momentáneamente en esos ojos oscuros y su mirada se desvió por instinto, hacia la apetitosa boca, necesitaba tanto besarla, pero no sabría si en aquella ocasión, podría parar. Sintió entonces la pausada respiración de Rinoa contra sus labios y se fijó que ésta se mantenía levemente abierta, como si estuviera invitándolo a besarla de una vez. El joven castaño no pudo resistir más esa tentación y muy despacio, se deshizo de aquel espacio inútil entre sus bocas.

Capturó esos labios rosados entre los suyos en un suave movimiento, primero besó su labio superior para luego besar el inferior de manera pausada. Con tan solo ese leve roce, Squall se encendió imaginándose hacia donde podría desembocar aquello y de nuevo, sus labios capturaron los de Rinoa en un beso cargado de pasión contenida.

La pelinegra se deshizo de placer en el mismo instante que la boca de ese hombre la besó de esa manera. Sus besos eran suaves y lentos pero profundos, haciendo que cada vez que su lengua se encontraba con la de él, un gemido involuntario saliese de su garganta. Sintió la mano de Squall acariciar su cintura con extrema delicadez para después pasearla por su espalda hasta sus nalgas y perderse en uno de sus pechos sin dejar de besarla.

Cuando la falta de aire los hizo separarse, el chico emitió una especie de gruñido y enroscándose en su cintura, escondió la cara en el cuello de ella. Escuchó a Rinoa sonreír.

- ¿Qué pasa? -dijo ella con voz melosa pasando una de sus piernas por la cintura de él-.

- ¿Crees que es el momento adecuado? -declaró saliendo de su refugio particular y enfrentando la mirada de ella-.

Para Squall hace semanas que cualquier momento era adecuado para dar un paso más, pero ella, a pesar de sus más que numerosas insinuaciones, no estaba seguro de que quisiese aquello. Por la forma de besarlo y de estar con él en esos momentos íntimos, entendía que sí, pero ahora que veía el momento cerca, no sabía si era lo más apropiado. No quería hacerla sentir incomoda y después del encontronazo con Seifer y de contarle lo que pasó hace años con él, tal vez estaba más sensible de lo normal.

- Tu… ¿estás bien?... quiero decir, después de lo de hoy no sé si…

- ¿El Caballero protegiendo a la Bruja?

A Squall no le pasó desapercibido aquel tono sensual en la voz de la chica que había empezado a acompañarla desde que habían comenzado a besarse.

- Estoy muy segura de esto Squall -volvió a hablar, esta vez en tono serio-.

Sus miradas se encontraron de nuevo en la penumbra de la habitación y tras dedicarse unos segundos de atención, fue Rinoa quien, acercándose a su boca, lo besó. En ese mismo instante, el chico supo que esa noche sería especial.

Cuando la dulce boca de Rinoa rozó de nuevo la suya, el chico se colocó sobre ella con cuidado, acomodándose entre sus piernas. Se irguió levemente sobre sus brazos y se deshizo de su camiseta, sintiendo al instante el suave tacto de las manos de ella acariciando su espalda desnuda.

Volvió a besarla de esa manera a la que la tenía acostumbrada. Tras saborearla durante unos segundos, abandonó su boca para besar sus mandíbulas y cuello, deteniéndose unos instantes en la fina y dulce piel de aquella zona, mientras que sus manos comenzaron a desvestirla.

Con calma, se deshizo de la camiseta de tirantes negra que solía llevar, dejando a la vista su más que sugerente ropa interior. Era negra, con un encaje en los bordes y unos finos tirantes, que Squall, no pudo resistirse a bajar para besar sus pequeños hombros.

Rinoa no pudo contener que su respiración se acelerase con las suaves pero atrevidas caricias del comandante. Podía sentir las grandes manos del chico recorrer su cuerpo despacio. Primero su cuello, clavículas, hombros, para después llegar hasta sus pechos donde se detuvieron momentáneamente para seguir por su abdomen, hasta el inicio de su falda. No fue muy consciente, pero en segundos el chico se había deshecho de ella junto con los pantalones cortos que solía llevar. Fue entonces cuando el brazo de Squall la rodeó por la cintura y elevándola, se sentó con ella a horcajadas en la cama. La pelinegra pasó sus brazos alrededor del cuello y volvió a besarlo. Sintió los dedos del chico recorrer su espalda con agradables caricias que hacían que su piel se erizase en cada roce.

Squall notaba como la joven que tenía entre sus brazos se estremecía con cada caricia y aquello lo estaba volviendo loco, quería más, necesitaba más de ella, así que con cuidado le quitó la única prenda superior que se interponía entre ellos, dejando a la vista sus perfectos pechos. No dudó en acariciarlos con delicadeza, dejándose embriagar por esas formas redondeadas que encajaban a la perfección en sus manos. La oyó gemir y él no pudo esconder una sonrisa contra su boca rosada, le gustaba oírla, eran sus caricias y sus besos lo que provocaban aquello. Su excitación aumentó y llevado por la pasión, volvió a tumbarla en la cama. Con rapidez se quitó los pantalones vaqueros y antes de volver a su tarea, se paró a observar aquel cuerpo que yacía bajo él, era tan perfecta.

Rinoa, que había entrado momentáneamente en un estado de placer sin igual, abrió los ojos despacio, ni siquiera recordaba haberlos cerrados y vio al joven erguido sobre ella mirándola con total devoción. Sus ojos azules estaban cargados de pasión desbordada, su pelo cayendo desordenado hacia delante y sus músculos marcándose tensos.

En ese instante, sintió algo de vergüenza ante la intensidad de la mirada de Squall. Nunca habían llegado tan lejos, por lo que jamás había estado desnuda frente a él. Por mero instinto, intentó taparse con uno de sus brazos, pero éste la detuvo.

- ¿Sabes que eres preciosa? -dijo con la voz levemente ronca sin esconder un tono ferviente-.

Ella sonrió con timidez y desvió la mirada momentáneamente. De repente estaba siendo tan consciente de todo, que las dudas la asaltaron y por un momento, su cuerpo se tensó levemente.

El chico, que la vio desviar la mirada, enseguida pudo leer en sus ojos oscuros, que estaba empezando a sentirse algo incomoda. Así que con cuidado cogió la manta que estaba desordenada a sus pies y tapando ambos cuerpos, volvió a recostarse sobre ella. Sus torsos desnudos se rozaron en una agradable caricia y Rinoa se abrazó a su cuello, dejando que el joven descargara todo su peso sobre ella. Era agradable sentirlo así, su calor acogedor, su anchura cubriéndola, protegiéndola.

- Podemos parar si quieres… -comentó él mientras besaba su cuello-.

Rinoa lo cogió de las mandíbulas y le obligó a mirarla. Apartó algunos mechones de su suave pelo de la frente y de nuevo, como otras tantas veces, se perdió en aquel mar azul que eran sus ojos.

- Porque eres tan bueno…

Es lo único que salió de la boca de Rinoa. Ella lo vio dibujar una leve sonrisa, seguramente nadie en toda su vida le había dicho algo así, pero ella realmente lo pensaba. Siempre tan atento con ella y cuidadoso, pero a la vez tan sensual, que se moría de placer cada vez que estaba con él.

- Solo necesito un momento… así contigo… -susurró ella rozando aquellos labios-.

No tuvo que decir nada más, Squall la entendió perfectamente y acomodándose entre sus piernas, depositó varios besos por sus mejillas y acarició con su nariz las mandíbulas de ella.

- El que necesites, no tengo intención de moverme de aquí -bromeó intentando relajarla-.

La escuchó reír y mirándola una última vez, acarició su cara haciéndola entender que con él estaba segura, que jamás la haría hacer algo que no quisiera.


El tiempo pasó bajo aquella manta, entre besos, caricias y alguna que otra risa confidente. Simplemente notando sus cuerpos semidesnudos, sin ninguna prisa, sin ninguna presión. Rinoa comenzó a relajarse de nuevo entre esos fuertes brazos y se dejó llevar por el placer. Podía sentir cada músculo de esa espalda bajo sus pequeñas manos. De vez en cuando, acariciaba el perfecto abdomen del chico, terso y apretado, recorriendo sus formas, una y otra vez. Oyó jadear a Squall cuando sus manos bajaron algo más abajo y rozaron el elástico de su ropa interior.

Ella sonrió contra los labios de él cuando lo escuchó.

- No soy de piedra ¿sabes? – murmuró en una especia de ronroneo volviendo a mordisquear el fino cuello blanquecino de ella-.

Rinoa estaba comenzando a disfrutar demasiado de todo aquello. Echó la cabeza hacia atrás en un intento de mantener la cordura y sus pechos se elevaron hacia Squall. Éste se irguió sobre sus brazos dejando algo más de espació entre sus cuerpos y se mordió el labio inferior al ver a esa mujer tan expuesta. Sin pensarlo demasiado, empezó un recorrido de besos que comenzaron en la fina piel de la sien y fueron bajando por sus mejillas, mandíbula y cuello. Cuando llegó a esos pequeños, pero turgentes pechos, se perdió un rato entre caricias y besos. La joven empezó a respirar de manera acelerada, soltando tímidos gemidos ante aquel placer, y clavando, de vez en cuando, las uñas en los anchos hombros de Squall. Podía sentir esas grandes manos recorrer cada centímetro de su cuerpo, abarcándola entera en cada caricia, le encantaba la sensación de sentirse pequeña bajo el fuerte cuerpo.

El comandante, que se había perdido en sus pechos en un festín de besos, comenzó a bajar una de sus manos por el plano abdomen de ella. En su camino acarició esa tersa piel con la yema de sus dedos, pasando por lo huesos de sus caderas hasta llegar a su entrepierna. La primera caricia en esa zona íntima hizo que Rinoa soltara un jadeo y elevara su pelvis de manera inconsciente. Separó algo más las piernas al sentir los dedos de Squall sobre la tela de su ropa interior y mordió sus labios. El chico abandonó los pechos de la joven para volver a devorar su boca.

Rinoa recibió aquellos besos con avidez, no se había dado cuenta lo mucho que estaba deseando que la volviera a besar. Sintió sus mejillas enrojecer y un calor sofocante había empezado a invadirla. Cuando Squall la vio de esa manera, sonrió para sí, pero ella no pudo verlo porque sus ojos se mantenían cerrados ante las suaves caricias. Sin dudar un segundo más, enredó un par de dedos en la fina tira de su braguita y tirando hacia abajo, se deshizo por fin de ella.

La pelinegra abrió los ojos con algo de sorpresa y se encontró con la mirada felina del joven devorándola. Sus dedos habían empezado de nuevo un delicioso pero lento recorrido hacia su intimidad. Se sonrojó al darse cuenta de lo mucho que necesitaba esas caricias. Gimió sin cordura, sin vergüenza, cuando los hábiles dedos de él empezaron a masajear aquella zona con delicadeza extrema, guiados por esos gemidos que ya no se preocupaba en acallar.

Squall la sintió temblar ante el placer que iba en aumento y volvió a capturar su rosada boca en un beso lleno de pasión contenida. No podía más, necesitaba ir más allá así que, dejando de prestar atención en esa zona, deslizó su mano hasta el cuello de ella y besándola de nuevo, se deshizo de su ropa interior con rapidez. Cuando volvió a colocarse sobre ella y su sexo rozó su intimidad, sintió los brazos de ella enredarse en su cuello, atrayéndolo, y una de sus piernas enredarse en su cadera como si no quisiera dejarlo escapar. Rinoa se sorprendió de querer tanto aquello, necesita a Squall en su interior. Así que besándolo de nuevo y elevando su pelvis levemente hacia él, lo invitó a entrar.

El joven castaño, perdido en un mar de sensaciones que estaba descubriendo esa noche, se inclinó sobre ella y volvieron a besarse, esta vez de manera lenta y suave. Sus sexos se encontraron desnudos y se rozaron entre múltiples jadeos sin dejar de besarse. Cuando Squall rozó su entrada sintió como la mano de Rinoa se posaba en su mejilla haciéndole abrir los ojos. Sus miradas cómplices se encontraron, ambas cargadas de un sin fin de emociones.

- Despacio, por favor -jadeó ella sin poder ocultar la pasión que se había desatado en su interior-.

Squall la miró con ternura infinita y besó la punta de su nariz y la comisura de sus labios para acabar capturando aquella boca entre la suya, mientras se deslizaba dentro de ella de manera muy lenta, acomodándose a esa estrechez. Sintió a Rinoa aferrarse a su espalda con urgencia y emitir un sonido de molestia, el cual fue relegado rápidamente por un leve suspiro. El chico se detuvo en su interior dejando que ella se acostumbrase a él y acomodándose más sobre ella, acarició uno de sus muslos, los cuales le aprisionaban a la altura de las caderas.

Fue ella la que sintiendo que esa molestia del principio empezaba a desaparecer, comenzó a mover sus caderas contra él de manera lenta. Se sorprendió a si misma de que saliese de manera tan natural. Squall al sentirla así, se irguió levemente sobre sus brazos y empezó a moverse dentro de ella, despacio. No pudo evitar observarla detenidamente, como si quisiese bebérsela. Cada gesto, cada expresión que ella hacía, quería conservar esos recuerdos para siempre.

Rinoa comenzó a sentir un placer sin fin, se sentía plena y extasiada. Clavó sus uñas en los brazos de Squall arrancándole un gemido ronco mientras enterraba su cara en el cuello de la chica. Lo sintió descargar todo su peso sobre ella mientras aquel vaivén iba en aumento, seguía siendo lento, como ella había pedido, pero más profundo.

Ambos jóvenes estaban perdiendo la cabeza ante todas esas nuevas sensaciones, gemían, se mordían y se besaban con desesperación. Squall volvió a aferrarse a uno de esos tersos muslos que lo rodeaban y moviéndose contra ella varias veces más, la sintió retorcerse bajo su cuerpo, acallando sus gemidos contra el cuello del chico. Sintió las uñas de ella clavarse en su nunca y espalda, mientras la notaba palpitar de placer, envolviéndolo de un gozo sin igual que lo hizo explotar minutos más tarde.

El joven agotado se desplomó sobre ella y la besó una y otra vez. No podía dejar de hacerlo, era adictiva. Sus miradas se encontraron de nuevo después del clímax y se miraron como si fuese la primera vez que se veían después de mucho tiempo y él sonrió mientras la miraba embobado. ¿Era su percepción o ahora estaba más bonito qué hacía un rato?

La pelinegra, intentando recuperar su respiración y sintiendo aún los espasmos del placer, no se movió lo más mínimo, le encantaba sentir el peso del chico sobre ella, el calor que deprendía y como la miraba.

- ¿Qué? -susurró ella con voz cantarina buscando los ojos de él en la penumbra-.

- ¿Qué tal? -preguntó el chico queriendo saber cómo se encontraba-.

- Bien… -musitó ella dejando ver una sonrisa gratificante mientras se erguía levemente buscando los labios de Squall-.

Él ronroneó contra esa boca rosada sin dejar de acariciarla. No podía parar de besarla y de pasear sus manos por ese cuerpo que lo enloquecía.

- Si la gente supiese lo cariñoso que puedes llegar a ser, no se lo creerían -comentó Rinoa algo sorprendida por ver a ese chico tan rudo, de aquella manera-.

- Es un secreto, nadie puede enterarse. Mi fachada de tipo duro se iría al traste -bromeó mientras recorría las mandíbulas de Rinoa con sus labios-.

La oyó soltar una carcajada mientras se removía entre sus brazos.

- Necesito ir al baño señor comandante -dijo ella empezando a incorporarse y buscando algo de ropa que ponerse-.

Dio con sus braguitas al final de la cama y mientras se las ponía, sintió a Squall tras ella besando su espalda y hombros, mientras una de sus manos acariciaba su abdomen.

- Repetiría esto ahora mismo -la susurró en el oído haciendo que a la joven se le erizara la piel-.

- Pervertido… -dijo girándose mientras lo besaba de nuevo-.

Rinoa encontró la camiseta del joven en el suelo, al lado de sus pies, y poniéndosela caminó hasta el baño. Squall se dejó caer en la cama boca arriba sin poder apartar la vista de esa mujer, que hacía tan solo unos minutos, había sido suya.

Minutos mas tarde salió del baño y vislumbró a Squall recostado contra el cabecero de la cama, su pelo rebelde y desordenado caía de manera sensual por su frente y la manta, más abajo de sus caderas, tapaba lo esencial. Se ruborizó en la penumbra de la habitación al ver de nuevo, aquel torso desnudo, tan marcada, tan perfecto, deseaba tocarlo sin descanso. Tras aquellos pensamientos, le siguieron los de hacía solo unos minutos, todo lo que acaban de hacer, jamás creyó que la primera vez con alguien pudiera ser así. Un fuerte trueno, la hizo pararse de repente mientras cerraba los ojos y se abrazaba a sí misma. Fue la dulce voz de Squall, la que la trajo de vuelta y en dos zancadas corrió hasta la cama, se metió bajo la manta y se acurrucó junto a Squall. Éste la rodeo por los hombros y la besó en la frente.

- ¿Eres una poderosa bruja, pero te dan miedo los truenos? -bromeó dándole un toquecito en la nariz con su dedo índice-.

Sintió un golpe en su abdomen por parte de la chica.

- Muy gracioso -se quejó falsamente-.

Hubo un momento de silencio en los que Rinoa se removió y se abrazó mas al chico, buscando refugio en el cuello de éste.

- Me pasa desde que mi madre murió -confesó con la voz levemente rasgada-.

Squall se sorprendió al escucharla decir eso, ahora mismo se sentía bastante imbécil.

- Lo… lo siento, no lo sabía… -se disculpó enredando sus dedos en el suave pelo de ella, mientras apoyaba los labios sobre su frente-.

- Tranquilo -sonrió de manera amable-. Fue hace mucho, cuando ocurrió el accidente era un día como hoy, llevaba todo el día lloviendo muchísimo… -la joven hizo una pausa sintiendo las reconfortantes caricias de Squall-. Fue a la noche cuando nos comunicaron el fallecimiento. Yo era muy pequeña pero no puedo borrar de mi cabeza la tormenta que azotaba Deling aquella noche.

El joven la atrajo más hacia su pecho y la rodeó con sus brazos.

- Vas a acabar odiándome por hacerte recordar historias del pasado -comentó con algo de ironía recordando que hacía tan solo unas horas le había hecho contarle lo de Seifer-.

Rinoa soltó aire por la nariz a modo de risa. Odiarle, jamás podría hacer tal cosa. A pesar de su carácter reservado, que en varias ocasiones la sacaba de quicio, se le haría imposible odiar a Squall. Aunque intentase ocultar sus verdaderos sentimientos al resto, con ella eso no serviría. El era atento, se preocupaba por los demás y sabía que jamás traicionaría a alguien que le importara.

Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras recorría con delicadeza las formas de aquel abdomen perfectamente moldeado. Había soñado incontables veces con acariciar el torso de Squall de esa manera, teniéndolo solo para ella y para nadie más.

- Estas muy callada ¿pensando en si odiarme o no? -bromeó de nuevo desviando la mirada hacia abajo intentando buscar esos ojos almendrados-.

La pelinegra elevó la vista mientras sonreía de nuevo.

- Imposible odiarte con este abdomen -siguió la broma mientras apretaba las duras formas cuadradas-.

- ¡Oh, vale! Solo soy un físico -dijo soltando una carcajada-.

- ¡Aja! -pronunció ella moviéndose hacia arriba y besando los labios del joven que hacía tiempo tenía desatendidos-.

Éste la correspondió con dulzura mientras acariciaba su mejilla. Cuando sus bocas se separaron, Squall la miró con devoción absoluta y acariciando su labio inferior con su pulgar, la besó una última vez de manera suave.

Rinoa sintió aquel leve roce en su labio y le pareció un gesto tan íntimo, tan personal, que no pudo evitar sonreír contra su boca.

- Te quiero Squall Leonhart -susurró para volver el pecho del joven, ahora su refugio personal-.

Éste sonrió y acomodándose junto a ella, dejó que el sueño por fin los atrapase en sus redes. Squall la notó abrazarlo y enredar sus piernas con las de él. Aquella noche la complicidad entre ambos alcanzó, sin duda, la perfección. Confiaba en ella ciegamente y por fin sentía que podía ser el mismo, después de tantos años encerrado en esa coraza impenetrable, creyó que, tal vez, podía ir desprendiéndose de ella.


Notitas…

Lo sé, es única y exclusivamente de Squall y Rinoa, pero espero que os haya gustado. Me ha costado un poco redactar las escenas subidas de tono ya que en realidad son solo dos adolescentes experimentando "eso" por primera vez. Así que espero que haya quedado tierno y no burdo.

Gracias a todos por leer. Hasta la próxima.

Nancyriny: ¡Oh, eché de menos tu review!. Espero que hayas disfrutado del capitulo, ya sé que llevabas tiempo esperando la escenita. Ya me contarás que te ha parecido. Un besazo!