Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Square-Enix. Tan solo los inventados son de cosecha propia
CAPÍTULO 12
Aquella mañana de domingo, había amenazado con algunas nubes que amenazaban de nuevo lluvias, aunque por el momento, parecía que estaba dando una tregua.
Eran las seis y media cuando Irvine se despertó algo sobresaltado. A su mente llegaron los hechos del día anterior y ese sentimiento desesperado, se aferró a su pecho. No podía deshacerse de la imagen de Selphie en aquella cama, tan pálida, tan callada, tan quieta… La doctora no les había dado ninguna explicación más, lo que le inquietaba demasiado, ya que parecía como si ni ella misma supiera lo que iba a pasar con la joven.
De manera ágil se levantó de la cama y fue directo a la ducha, solo quería estar junto a ella, le daba igual la hora que fuese, necesitaba verla.
Salió de su habitación y sintió el silencia que aun reinaba por los pasillos, era demasiado temprano. Colocando bien su sombrero, se encaminó deprisa hacia la enfermería.
Cuando llegó, Kadowaki se sorprendió de verlo allí tan temprano. La mujer, a pesar de su gesto afable, no podía ocultar unas leves ojeras que delataban la noche que había pasado junto a Selphie.
- Irvine, es muy temprano -comentó acercándose al chico y acariciando su brazo-.
- Lo sé, pero no podía dormir, ¿cómo está? -preguntó sin rodeos-.
La mujer negó con la cabeza en un gesto preocupado.
- Sin cambios.
- Pero… ella debería haber despertado ya… ¿no? -preguntó con desasosiego-.
- Solo podemos esperar Irvine -dijo sin querer darle esperanzas innecesarias-.
Éste bajó la mirada hacia el suelo y se quitó el sombrero.
- ¿Puedo pasar a verla?
- Claro -sonrió la doctora-. Estaré por aquí se me necesitas-.
- Gracias.
El vaquero se encaminó hacia la habitación donde descansaba la chica y la vio exactamente igual que la tarde de ayer. Su piel blanca, sus labios algo secos y sus manos cruzadas a la altura de su abdomen. Irvine dejó su sombreo en una mesilla cercano y acercándose, se inclinó y la besó en la frente, después tomó asiento en la silla que había al lado de la cama y cogiendo la pequeña mano de la chica, la entrelazó entre la suya. No pudo evitar una sonrisa melancólica al ver esa manita entre la suya, parecía tan pequeña, nunca la había cogido así, aunque a menudo, fantaseaba con ello. Se imaginaba con ella por la playa de Balamb, mientras bromeaban y reían en la orilla o se imaginaba un día con ella por Deling de compras o comiendo en un restaurante. Soltó una risa seca al sentirse algo estúpido por recrear esas imágenes, ahora ni siquiera sabía si esa chica, que quería con locura, despertaría.
- Hola Selphie… -susurró muy bajito-.
El joven de ojos rasgados la miró con dulzura esperando tal vez, que ella despertara.
- Estás preciosa… -volvió a susurrar acariciando su mejilla y apartando un mechón de pelo de su cara-.
Esperó paciente, nada. Sintió como si se partiera en dos, no soportaba hablarla y no escuchar su voz, no soportaba mas verla de aquella manera, realmente parecía muerta.
- ¡Vamos, Selph…! No puedes rendirte ahora -la voz del vaquero se quebró inevitablemente-. Te necesito a mi lado, necesito verte sonreír de nuevo -decía con la primera lágrima resbalando por su mejilla la cual limpió con rapidez-. Sé que he sido un idiota contigo -sonrió para sí recordando esos momentos de ligoteo con otras alumnas delante de ella-. Pero… yo te necesito… te quiero… no me dejes, por favor.
El vaquero escondió la cara entre sus manos evitando derramar las lágrimas que se empeñaban en brotar. De pronto escuchó como la respiración de Selphie se aceleraba y comenzaba a jadear, como si no pudiera respirar. La maquina a la que estaba conectada con un montón de cables, comenzó a pitar de manera insistente e Irvine se asustó.
En el momento que el chico se levantaba para llamar a la doctora, ésta entraba presurosa en la habitación acompañada de otra joven. No supo muy bien que pasó, solo recuerda que esa joven ayudante lo sacó a la fuerza de la habitación y acabó recostado contra la pared del pasillo. Ahora solo podía esperar.
Squall se removió bajo la manta y estirando sus piernas, se dio cuenta de que aún estaba completamente desnudo. Sonrió con satisfacción al recordar de nuevo la noche vivida con Rinoa. Se giró entonces hacia ella y besándola en el cuello varias veces la acarició bajo la camiseta, oyéndola ronronear.
- ¿Qué hora es? -acertó a decir ella con voz ronca a causa del sueño-.
- Muy pronto, pero creo que será mejor irme ahora -comentó colocándose sobre ella-. Ayer Edea me dijo que Kramer sabe que a veces dormimos juntos -informó a la chica sabiendo que lo mejor era salir temprano para que nadie lo viese-.
- Que vergüenza… -musitó ella tapando sus ojos con el antebrazo-. ¿Me lo dices en serio?
El chico asintió mientras se encogía de hombros.
- Creí que me daría una charla de sexo, pero no, solo me dijo que tuviéramos cuidado.
- ¡Oh, Squall! Me muero de vergüenza, no sigas por favor -exclamó de manera dramática mientras escondía la cara bajo sus manos-.
El joven no pudo evitar reír.
- Que mas da, Edea no le dio mas importancia, creo que le parece algo normal. Simplemente me advirtió, nada más -intentó tranquilizarla mientras se acomodaba entre sus piernas-.
Rinoa dejó que el hombre descargara algo más su peso sobre ella y sintió la desnudez del chico contra ella. Sin poder decir nada más, los suaves labios de Squall en su cuello y las fuertes manos reptando bajo la camiseta hasta sus pechos, la hicieron suspirar de placer.
- Me encanta tu cuerpo -susurró en su oído haciendo que la fina piel de Rinoa se erizara-.
Ésta se sonrojó, aun sentía cierta vergüenza con algunos comentarios. Squall la observó y sonrió, le parecía tan tierna verla así, pero supo que debía parar y así lo hizo. El joven la besó una última vez y levantándose de la cama, buscó su ropa interior. Rinoa lo vio de espaldas, completamente desnudo y lo recorrió de arriba abajo con mirada disimulada. De pronto éste, con su ropa interior ya puesta, se giró, pillando a la joven mirándolo en silencio y viendo como giraba la cabeza rápidamente hacia el otro lado.
- ¿Sigues espiándome en silencio? -dijo divertido-.
- Si dejases de pasearte denudo… -comentó intentando justificarse-.
Squall sonrió y acercándose hasta la cama, se inclinó sobre ella, muy cerca de su boca, pero sin llegar a tocarla.
- Llevas mi camiseta puesta, señorita Heartilly -murmuró rozando sus labios-.
Ésta, haciendo un mohín golpeó su brazo para que se apartara, no queriendo caer de nueva en la tentación que era aquel hombre, esparciendo sus feromonas masculinas por donde pasaba. El joven se levantó divertido y fue en busca de sus pantalones. Rinoa aprovechó para quitarse la camiseta y ponerse un pijama corto con el que solía dormir.
Cuando estuvo vestida, se acercó a Squall y le dio la camiseta. Éste se la puso con rapidez y se embriagó del olor de la chica que había quedado impregnado en la prenda.
- Mmmm… huele a ti -dijo cogiéndola de la cintura y atrayéndola hacia él-.
Rinoa enredó sus brazos alrededor del cuello y sintió como la elevaba algunos centímetros del suelo, estrechándola por la cintura. Cuando volvió a notar el suelo bajo sus pies, desvió su mirada para encontrarse con esos ojos azules que ahora parecían totalmente relajados.
- ¿Paso en un rato por tu habitación y vamos a la enfermería? -preguntó ella sin poder ocultar su preocupación por su amiga-.
Squall la observó en silencio, a pesar de lo ocurrido entre ellos aquella noche, no habían podido olvidar lo de Selphie. Él también estaba preocupado por ella, la doctora no les había dado muchas explicaciones al respecto, pero estaba convencido de que esa mujer de pelo despuntado despertaría en cualquier momento.
- ¿Se va a poner bien? ¿vale? -dijo Squall flexionando levemente sus rodillas para quedar a la misma altura que ella-.
Rinoa lo miró y sonriéndole, asintió. Como otras tantas veces, siempre conseguía tranquilizarla, por muy grande que fuese el problema.
- Nos vemos en un rato -dijo el-.
Besándola una última vez, acarició su labio inferior con su pulgar a modo de despida y se marchó directo a su habitación.
Selphie abrió los ojos muy despacio. Sintió como la luz del lugar le molestó en sus retinas y los volvió a cerrar. De nuevo lo intentó y esta vez con su mirada borrosa, quiso saber dónde estaba. Le dolía todo el cuerpo, como si varios camiones hubieran pasado por encima de ella y cuando intentó moverse, un dolor lacerante en su abdomen, la hizo retorcerse de dolor, haciendo que de nuevo cayese en la cama.
Con la confusión invadiendo aun su mente, sintió como unos brazos amables la intentaban recostar de nuevo. Fue la voz atractiva de un hombre hablando, la que la hizo abrir los ojos de nuevo. Intentó distinguir aquella silueta, era alto y su pelo largo estaba recogido en una coleta. Enfocando aún más su vista, pudo ver esos hermosos ojos rasgados de color azul y supo al instante de quien se trataba.
- Irvine… -acertó a decir con la voz rota-.
- Estoy aquí -susurró mirándola con devoción-.
- ¿Eres tú de verdad?
El vaquero asintió sin poder esconder una enorme sonrisa y de pronto sintió como los pequeños brazos de Selphie se enredaban en su cuello y comenzaba a llorar contra su cuello. Éste la rodeó con cuidad por la cintura y acarició su pelo, intentando calmarla.
- Tranquila, ya estás en casa -susurró contra su pelo-. Ahora necesitas descansar -dijo haciendo que la joven lo soltase para que pudiera recostarse de nuevo en la cama-.
La doctora entró de nuevo en la habitación con un par de aparatos para hacerle distintas pruebas.
- Nos tenías muy preocupados, pequeña -dijo de manera maternal Kadowaki-. Voy a hacerte algunas pruebas ¿vale? Y mas tardes nos cuentas que pasó.
Selphie perdió la mirada en el ventanal de la habitación mientras la doctora le tomaba la tensión.
- Todo es confuso -dijo volviendo hasta Irvine quien se mantenía tras la doctora con cara de preocupación. Parecía tan cansado, observó Selphie-.
- Bueno, no pasa nada -dijo dándole un par de palmaditas en la mano-. Irvine -llamó al chico-, ¿por qué no vas a desayunar algo y avisas al resto? Aun debo hacerle algunas pruebas y cambiarle el vendaje. Después os podéis pasar a verla de nuevo -aconsejó la mujer-.
Éste asintió y sin pensarlo, se inclinó sobre Selphie y la besó en la mejilla para después despedirse de ella. La chica sonrió viéndolo desparecer por la puerta.
- Vaya, parece que el atractivo francotirador de Galbadia ha elegido, por fin, chica -bromeó Kadowaki levantándose de la cama mientras le guiñaba un ojo a Selphie-.
La joven Seed se sonrojó, pero no le importó lo más mínimo. Parecía que Irvine había estado realmente preocupado por ella y eso le alegraba, tal vez sí que sentía algo más por ella.
Rinoa se encontraba recostada en la pared frente a la habitación de Squall. Miró el reloj en su móvil y vio que eran casi las nueve y media. Después de que él se marchara de su habitación, no pudo resistir la tentación de echarse un rato más en la cama. La verdad es que no habían dormido demasiado.
Cuando Squall salió de su habitación, las mariposas revolotearon de nuevo en el estómago de la pelinegra. Tenía el pelo algo húmedo y su habitual atuendo había sido sustituido por unos pantalones vaqueros desgastados y una sudadera negra con gorro, que hacía que sus hombros pareciesen más anchos.
Sonrió tontamente cuando se acercó a ella y no pudo evitar un leve rubor al recordar la noche con Squall. Por fin había pasado, por fin, ese paso más, había tenido lugar de la mejor de las maneras. La besó con delicadeza y se dejó embriagar por el aroma a gel y perfume de hombre, como le gustaba ese olor.
Squall la observó en el corto trayecto que los separaba y se fijó en sus mejillas levemente sonrosadas y su sonrisa algo tímida. Sabía que sentiría algo de vergüenza tras lo de anoche, pero aquello le pareció de lo más tierno. Llevaba puesto su habitual camiseta negra de tirantes con una chaqueta vaquera algo entallada y unos pantalones ceñidos de color oscuro. Su pelo liso y brillante caía más abajo de sus hombros y una leve línea negra resaltaba sus ojos y pestañas. El joven la observó con intensidad y sus pensamientos se perdieron en la noche anterior, como deseaba encerrarse de nuevo en la habitación con ella.
Caminaron por el pasillo sin prisa y a lo lejos pudieron divisar la figura de alguien demasiado conocido para ellos, era el director Kramer.
- ¿Es el director? -preguntó Rinoa muy bajito tirando del brazo de Squall-.
Éste redujo el paso al verlo. ¿Tal vez se había enterado de que habían vuelto a dormir juntos anoche?
- Eso parece -afirmó sin desviar la mirada de aquella figura-. Al final va a ser verdad que tiene cámaras en las habitaciones -bromeó buscando, esta vez, los ojos de Rinoa-.
Ésta elevó la cabeza para mirarlo y frunció el ceño.
- No bromees -dijo dándole un codazo-.
La pareja caminó intentando aparentar normalidad, la verdad, que en la cabeza de ambos rondaba la idea de que Kramer les daría una charla, pero si era así, ¿cómo se había enterado? Cuando llegaron hasta el director, éste los miró con seriedad y Squall carraspeó algo nervioso.
- Buenos días, chicos -saludó el hombre en lo que a la pareja les pareció amabilidad-.
- Director, ¿hay algún… problema? -preguntó con inquietud-.
- No, tranquilo solo quiero comentarte algo -contestó mirando a Rinoa con intensidad-.
La pelinegra sonrió de manera algo fingida sabiendo que sobraba en la conversación, y un sentimiento de tranquilidad, la invadió. Al final no era lo que ellos imaginaban. Ésta se despidió de ambos hombres y se fue camino hacia la cafetería. Squall la observó huir deprisa de aquella situación un tanto incómoda y sonrió para sí. Fue la voz del director quien lo trajo de vuelta a la realidad.
- ¿Iréis a ver a Selphie? -preguntó tras un silencio un tanto incomodo intentando empatizar con el chico que se mantenía callado, al parecer a la defensiva-.
Squall lo miró y asintió mientras caminaban, no sabían muy bien donde. Cid suspiró algo cansado y se paró en seco. Estaban cerca del hall y varios alumnos pasaban de manera despistada por su lado.
- Squall, quería disculparme por lo de ayer -dijo por fin aquel hombre-.
El comandante lo miró de manera inquisitiva, para nada esperaba una disculpa por su parte. Seguramente Edea había hablado con él.
- Se lo agradezco, pero no es necesario -comentó con esa serenidad que lo caracterizaba-.
Cid sonrió de medio lado, no sabía por qué, pero esperaba esa reacción por parte de aquel chico que apreciaba demasiado.
- Esta bien -sonrió mientras emprendían sus pasos hacia las escaleras del ascensor-. También quería decirte que como el mes que viene hace seis meses que derrotasteis a Artemisa, he pensado, bueno Edea también -aclaró-, que podemos preparar un evento conmemorativo, creo que os vendrá bien. Se lo mucho que os habéis esforzado para llegar hasta aquí, bueno todos nos hemos esforzado mucho y últimamente las cosas están un poco complicadas -aclaró acordándose de los últimos acontecimientos-.
Squall asintió recordando aquellos primeros meses de caos, y a la vez, adaptación, tras la gran derrota de la hechicera.
- Bien, chico pues os mantendré informados -comento dándola un toque en el brazo-. ¡Ah! Y otra cosa, el martes estarás fuera. Necesitan Seeds de alto rango en las inmediaciones de Deling. Mañana te pondré al día de la misión.
Cid vio como en la comisura de los labios del taciturno comandante se podía apreciar una especia de sonrisa. Estaba claro que aquel joven deseaba estar fuera antes que detrás de una mesa de despacho.
Irvine salió de la cafetería con su estómago lleno y una enorme sonrisa que no había podido quitar desde que Selphie había despertado. Tras aquel copioso desayuno que agradeció ya que el día anterior no había comido demasiado, sacó el móvil de su bolsillo para dar la noticia al resto, pero en un momento que levantó la vista, vio a la joven bruja venir de frente. Parecía algo despistada, con la mirada fija en la niebla que había empezado a extenderse en el exterior. Sin dudarlo corrió hasta ella y cogiéndola de la cintura, la giró en el aire para después dejarla de nuevo en el suelo.
- ¡Selphie ha despertado! -exclamó con alegría mientras la zarandeaba levemente por los hombros-.
Rinoa, que no esperaba aquel encuentro y mucho menos esa noticia, se quedó un rato ensimismada, parpadeando un par de veces, hasta que por fin su cerebro asimiló lo que Irvine acababa de decir. Su cara se iluminó y se lanzó al cuello del vaquero en un arranque de alegría.
- ¡Vamos! -dijo el vaquero cogiéndola de la mano y corriendo hasta la enfermería-.
Cuando ambos chicos cruzaron la puerta entreabierta de la habitación donde descansaba Selphie, Rinoa no pudo aguantarse más las ganas y se abalanzó sobre su amiga abrazándola. Ésta se quejó levemente y la pelinegra se apartó deprisa.
- Lo siento… -se disculpó mirando el vendaje en su vientre-. ¿Cómo estás? Estábamos preocupados, no sabíamos si tu… bueno… -la pelinegra tartamudeo levemente sin poder imaginarse que hubiera pasado si ella no se hubiese despertado-.
- Estoy bien -dijo cogiéndola de la mano-.
Antes de que pudieran seguir hablando, el resto entró por la puerta con la misma cara que la de Rinoa hacía tan solo unos minutos. Zell corrió hasta el borde de la cama y siendo consciente del vendaje que tenía la joven, la abrazó con cuidado. Quistis y Squall, se acercaron después y suspiraron aliviados de verla bien.
- Nos has dado un buen susto -comentó Squall a su lado-.
- Lo siento comandante -dijo sonriendo al muchacho y después a Quistis-.
- ¿Qué te ha pasado? -preguntó esta vez el vaquero acercándose a la cama y colocándose a su lado-.
Todos observaron como el semblante de la joven de pelo despuntado cambiaba radicalmente a uno de preocupación. Pero antes de que empezase a hablar, Kramer y Edea entraron por la puerta, seguidos de Kadowaki.
La doctora estuvo un rato explicándoles cual era la situación actual de la joven. Al parecer, estaba algo baja de hierro y aún deberían esperar a ver los últimos análisis de sangre. La herida había sido grave por lo que el reposo era casi obligado, así que la mujer les comentó que debería quedarse en la enfermería algunos días más, quería tener controlada esa herida del vientre.
- ¿Recuerdas qué ocurrió? -preguntó el director-.
Selphie hizo un rápido recorrido visual, posando la mirada en cada uno de sus amigos de manera confidente. A Irvine fue al último que miró y negando levemente, desvió la vista hacia sus manos que descansaban sobre su regazo.
- No consigo acordarme, solo sé que iba hacia mi habitación, era tarde y apenas quedaba gente por los pasillos y algo me atacó por detrás. Lo siguiente que recuerdo es estar en la enfermería de Trabia, nada más.
- Está bien, no pasa nada. En Trabia nos han dicho que no creen que tenga relación con las muertes -explicó esta vez Edea-. Encontraron algunos monstruos que habían escapado de la zona de entrenamientos, tal vez alguno te atacó.
- ¿Qué… muertes? – preguntó Selphie con un deje de miedo en la voz-.
Oyó a todos y cada uno de ellos suspirar cansados, como si estuvieran hartos de recordar lo mismo una y otra vez.
- ¿La ponéis vosotros al día? -comentó la doctora con una amable sonrisa dirigiéndose al grupo de Seeds-. Tengo algunos papeles que arreglar con Kramer y Edea.
Todos asintieron y tras despedirse, vieron salir al grupo de adultos de la estancia. Antes de que ninguno pudiese decir nada más, Selphie les pidió cerrar la puerta, parecía algo nerviosa de repente. Fue Zell quien se levantó y obedeció cerrando la puerta.
- Sobre las muertes…
Quistis, que se mantenía algo alejada de la cama, se acercó e intentó explicar lo de las chicas de Trabia, pero rápidamente fue interrumpida.
- Ya sé lo de las muertes -confesó Selphie bajo la sorpresa de todos-. Me acuerdo de todo, chicos -añadió bajando algo el tono de voz-. Sé quien me hizo esto… pero no quería contarlo delante de Kramer.
Todos se quedaron sorprendidos al escuchar aquello y de manera inconsciente se acercaron más, rodeando la cama de la joven. Esperaron pacientes hasta que la pequeña Seed comenzó a relatar lo sucedido. No omitió ningún tipo de detalle, ya que, por desgracia, todos los horribles hechos se habían grabado a fuego en su mente. Cuando acabó la historia, los suspiros de agobio se hicieron paso ante el silencio que se había adueñado de los muchachos.
- ¿Estás segura de que era uno de ellos? -preguntó Squall-.
- Sí, pero no sé cuál de los dos, su aspecto, como ya os he contado, era… aterrador -pronunció con la mirada fija en algún punto de la habitación-.
- Entonces ¿no son humanos? -acertó a decir Rinoa que recordaba con claridad el aspecto de Yinna la última vez que la vio-. Creo que Yinna… la última vez, en la cafetería, me pareció verla con ese aspecto, su tez era demasiado blanca y su boca… y sus ojos… -intentó explicar bajo la atenta mirada de los demás-.
Rinoa suspiró una vez más, pero esta vez fue de alivio, por lo menos sabía que esas cosas que había estado creyendo ver, eran verdad.
- ¿Y las fichas? Por eso Cid no las encontraba, seguramente se llevaron la copia del despacho a Trabia -dijo esta vez Quistis mirando directamente a Squall quien asintió demasiado pensativo-.
- Esperad… me he perdido algo, ¿no? -comentó Selphie sin entender todo el lio de las fichas-.
Los chicos la miraron de manera confidente y sonrieron. En pocos minutos Squall le había puesto al día de lo hechos acontecidos en su ausencia.
- Es decir, que se llevaron las fichas para aparentar estar matriculados en Trabia también, pero ¿por qué querrían hacer algo así? -intentó entender Selphie-.
- Por las muertes, imagino, ahora sabemos que son ellos, están asesinando a Seeds en los jardines -matizó Rinoa quien se recostó sobre Squall que había tomado asiento en una silla-.
- Y ¿Seifer? -preguntó de nuevo Selphie-.
Sin saber muy bien porque todos miraron a Quistis, quien se mantenía bastante callada.
- Supongo que vuelve a ser un traidor -dijo sin más, encogiéndose de hombros-.
A Selphie no le pasó por alto aquellos ojos azules, ahora tristes, de la instructora, seguramente se estaba devanando los sesos por entender el comportamiento del chico.
- Eso no lo sabemos -dijo esta vez Rinoa en un tono algo bajo, como si solo lo hubiera pensado en voz alta-.
- Deja de defenderle Rinoa, no merece la pena, ¿cuántas veces te ha atacado ya? ¿con la de ayer? -rebatió la instructora rubia con una calma en la voz que sorprendió al resto. Seguramente estaba guardando sus verdaderos sentimientos, otra vez-.
- No es eso, pero después de escuchar a Selphie, de verdad creo, que Yinna lo controla, no sé cómo, pero lo hace. Os aseguro que es capaz de hacerse hueco en tu mente y hacerte sentir cosas que no son verdad. Juega con tus debilidades, intentó separarme de Squall haciéndome creer que el me engañaba e intentó separarme de vosotros, creyendo que no os importaba -explicó con calma, ahora sus ideas parecían mucho más claras-. Creo que a Seifer le esta haciendo algo parecido, juega con él, con ese odio y esa rabia que sentía en el pasado.
- Y crees que te ataca porque eres… -comenzó a decir el vaquero-. La elegida -dijo al fin-.
Todos centraron su atención en el vaquero, aun no sabían que significaba eso, pero no parecía nada bueno.
- Y Kramer ¿creéis que también está bajo la influencia de ellos? -preguntó esta vez Squall preocupado por su director-. Estos días está más… amable -añadió-.
- Si es cierto que pueden controlar a las personas, puede que, al no estar estos días en el jardín, el director vuelva a ser el mismo ¿no? -contestó Rinoa dudando sin saber muy bien si eso podía ser así-.
Volvieron a cruzar miradas en silencio, intentando aclarar todo eso lio, pero la verdad, es que todo eran suposiciones excepto que seguramente, no eran humanos.
Selphie suspiró algo abatida, demasiadas cosas en muy poco tiempo, necesitaba descansar, reír y no pensar en nada, de momento.
- ¿Podemos hablar de otra cosa? -preguntó desde la cama viendo como el resto la miraba con algo de sorpresa-. Aunque sea un rato, por favor -suplicó haciendo pucheros-.
El resto sonrió, tal vez tenía razón, de momento no podían hacer mucho más que esperar a que esos hermanos volviesen y ver qué pasaba.
- Por cierto -comenzó a hablar Squall-, Kramer me ha comentado que el mes que viene quiere celebrar una fiesta en nuestro honor, por los seis meses -informó creyendo que la noticia alegraría a sus amigos-.
Éste los vio sonreír de oreja a oreja, sabía que aquello les iba a gustar.
- ¡Selphie! Podrías encargarte tu de la organización ¿no?, sabemos que te encanta -animó Zell con energía. Los demás asintieron-.
- Se lo preguntaré a Kramer -apuntó Squall creyendo que después de lo ocurrido tal vez le venía bien desconectar con la preparación de la fiesta-.
La pequeña Seed asintió ilusionada y empezaron a charlas sobre como podía ser aquel evento. Squall los miró y sonrió de medio lado, le agradaba verlos así, tranquilos e ilusionados.
Estuvieron un rato más, riendo y recordando cosas de la primera celebración cuando derrotaron a Artemisa. En ese momento Selphie, no pudo evitar fijarse en Squall y Rinoa. El comandante hacía un rato que se había acercado a la ventana y fijado la vista en el exterior, tras unos minutos, Rinoa había ido tras él. La Seed de pelo despuntado, observó como su comandante se agachaba para decirle algo al oído a la pelinegra, ésta sonreía tontamente y acababa enredada en el cuello de él. Tras aquello vio como la rodeaba por la cintura y escondía la cara en el cuello de ella. Fue cuando se fijó como Squall cerraba los ojos y su semblante siempre tenso, se relajaba por completo entre aquellos brazos.
La Seed sonrió al verlos mientras oía al resto reír con las tonterías de Zell. Se preguntó si habría pasado algo más entre ellos, ya que la complicidad que tenían, no se asemejaba en nada a la de hacía tan solo unos meses. Aún recordaba los nervios de Rinoa cuando quedaba con Squall, nunca sabía cómo actuar con él. Comentaba que era muy callado y reservado, pero cuando le contaba como le había ido, siempre decía lo bueno y atento que era con ella. Se preguntó entonces, si ella alguna vez conseguiría estar así con Irvine.
Fue Kadowaki la que interrumpió ese momento para decirles que Selphie debía descansar, podrían pasarse más tarde por allí.
Era media tarde y parecía que el mal tiempo empezaba a darles una tregua. Unos tímidos rayos de sol se asomaron entre las nubes grises que empezaban a retirarse, dejando algunos claros a la vista.
Quistis caminaba sin rumbo por los pasillos del jardín. Su paso era lento y se dio cuenta lo despistaba que estaba cuando chocó sin querer con un compañero. El joven se disculpó con ella y continuaron sus caminos. Hacía un rato que habían comido todos juntos y tras visitar de nuevo a Selphie, cada uno había hecho sus planes. Squall y Rinoa decidieron ir a dar un paseo por Balamb ya que parecía que había dejado de llover. Irvine se quedó con Selphie, se notaba que no quería separarse de ella y Zell había quedado con un compañero para entrenar.
Ella por su parte, había decido ir a su habitación a descansar un rato, pero cierto individuo rubio de mas de metro noventa, no la había dejado. No hacía más que darle vueltas a su comportamiento, ¿Por qué seguía acosando a Rinoa? ¿Por qué había vuelto a caer en manos de alguien que lo controlaba? Porque… lo estaban controlando, ¿no? Ella quería creer que sí, aunque delante del resto hiciese ver lo contrario. Ella más que nadie deseaba que Seifer no hubiese sido arrastrado hacia el otro lado.
Algo ofuscada por esa sensación de querer entender el comportamiento del muchacho, salió de su habitación sin un destino definido, simplemente queriendo despejar su mente. Pero cuando se dio cuenta que llevaba más de media hora dando vueltas por el jardín, cayó en la cuenta de que realmente lo que hacía era buscar a Seifer. Se paró en seco y dejando escapar una risa seca, se maldijo por aquello. ¿Qué la estaba pasando con él? ¿Lo buscaba para encontrar las respuestas que necesitaban sobre Yinna y sus hermanos? O ¿era simplemente el hecho de querer hacer lo correcto con él? Ella era la encargada de hacer que se graduase, que fuese una persona de provecho, de que… Ese tren de pensamientos se detuvo en seco y a su mente simplemente llego la palabra "MENTIROSA". ¿Por qué se empeñaba en mentirse a ella misma? Claro que Seifer le importaba y claro que lo estaba buscando, pero por la necesidad de estar con él, como hace semanas. Quería saber si estaba bien y si todo eso que estaba haciendo lo hacía simplemente por rabia y odio.
Se sentó en un banco abatida y suspiró sonoramente, no podía permitirse sentir algo así por él, ella era responsable y trabajadora y el era… Seifer, ni más ni menos. Pensó entonces en Rinoa, ella seguramente no estaría ahí sentada creyendo que debía hacer lo correcto, ella seguramente hubiese ido en su busca. Las palabras de su amiga resonaron en su cabeza, "No pasa nada porque te caiga bien".
De pronto, sin que sus pensamientos bloquearan más sus verdaderos sentimientos, se levantó y salió corriendo.
Seifer llevaba tirado en su cama toda la tarde, no dejaba de pensar en lo que le había hecho a Rinoa y en la cara de Squall, jamás había visto al comandante de aquella manera. Su cara llena de odio, capaz de llegar hasta el final si ella se lo hubiera permitido. Nunca vio a Squall perder esa calma que lo caracterizaba como ayer a la noche.
Lanzó otro par de veces, esa pequeña pelota que tenía entre sus manos contra la pared de enfrente. Se sentía agotado y derrotado, incapaz de enfrentarse a sus amigos y mucho menos a Squall y los demás. Justo cuando iba a volver a rebotar la pelota contra la pared, unos nudillos resonaron contra la puerta. Algo sorprendido miró en esa dirección. Sabía que Viento y Trueno, no eran, había desayunado esa misma mañana con ellos y le habían dicho si quería ir con ellos a pasar la tarde fuera del jardín. Él se había negado en rotundo, necesitaba pensar o intentar no pensar o… otra vez el resonar de lo nudillos en la puerta. Su corazón dio un vuelco cuando escuchó una voz bien conocida llamándolo.
Sus ojos se abrieron de par en par y un nerviosismo un tanto inusual, lo invadió. Otra vez aquella cálida voz diciéndole que sabía que estaba ahí dentro. Sin pensarlo un segundo más, se levantó y abrió.
Quistis se quedó con la mano en el aire cuando de repente aquella puerta se abrió. Tras ella apareció Seifer con su semblante habitual de arrogancia exagerada, pero con signos de agotamiento, los cuales no pasaron desapercibidos para ella. Los ojos verdes del muchacho la escrutaron de arriba abajo intentando entender que hacía allí plantada.
- ¡Que haces aquí! -dijo de manera ruda-. Si vienes a sermonearme puedes pirarte.
Quistis bajó la mirada y dejó escapar un sonido molesto, desde luego se había equivocado. Tan solo habían hecho falta un par de segundos para darse cuenta.
- Tienes razón, no sé qué mierda hago aquí -dijo meneando la cabeza de manera negativa. Que estúpida había sido, él simplemente no tenía remedio-.
Justo cuando se giraba para marcharse de allí, sintió la gran mano de Seifer cogerla de la muñeca y arrastrarla hacia el interior de aquella habitación. La joven rubia se quedó algo paralizada, aun podía notar el tacto de aquella mano en su muñeca mientras la masajeaba.
- Lo… siento -acertó a decir el chico mientras se dejaba caer en el suelo con su espalda pegada en el borde de la cama-.
Quistis lo observó detenidamente, algo que no había hecho nunca, permitiéndose el lujo de fijarse en pequeños detalles que la hicieron sentir una especie de cosquilleo en el estómago, ¿qué había sido eso?
El muchacho llevaba puesto un pantalón de chándal de color gris, que caía con gracia en sus caderas y vestía una camiseta ceñida de color negro. Iba descalzo y la mujer no pudo evitar plantar sus ojos en los anchos hombros del chico, sus brazos marcados y su torso apretado bajo la camiseta.
Carraspeó nerviosa y rápidamente apartó sus ojos de aquel cuerpo perfectamente entrenado e hizo un rápido recorrido visual por la estancia, todo estaba muy ordenado. La mesa con una serie de libros y apuntes en una pila, junto con una serie de bolígrafos alineados. Su arma descansaba en la funda, justo al lado de la mesa y su cama perfectamente hecha, con un par de cojines colocados al milímetro. Toda la estancia estaba envuelta en un olor a limpio y gel que no pasó desapercibida para la mujer.
Quistis sonrió de manera tímida captando al instante la mirada inquisitiva de él.
- De que te ríes -dijo algo brusco mientras volvía a rebotar aquella pelota contra la pared de enfrente-.
- No me imaginaba que fueses tan ordenado -contestó con un deje divertido-.
Seifer bufó en una especie de risa molesta.
- Seifer Almasy, el mayor traído de la historia, no puede ser ordenado ¿verdad?
La mujer resopló cansada de aquel victimismo y tomó asiento en la cama, al lado del chico, que se mantenía en el suelo.
- ¿A qué has venido Quistis? -preguntó soltando la pelota y clavando su mirada en la instructora-.
Quistis dudó, simplemente quería verle, sentir su compañía e intentar entender porque estaba haciendo todo aquello. Creyó que tal vez a ella se lo contaría.
- A ver como estaba, -se limitó a decir-, sé que últimamente no vas mucho a clase y los exámenes…
Una risa socarrona interrumpió su retahíla.
- ¿En serio? Ya esta otra vez esa Quistis estirada, creyendo que debe hacer lo correcto ¿verdad?
Los ojos de la instructora se abrieron inevitablemente al escuchar aquello.
- ¡Vamos Quistis!, sé que tú no te acuerdas, pero en el orfanato eras… divertida -el joven sonrió nostálgico-. Me gustaba estar contigo, te hacía rabiar continuamente y tú me perseguías sin fin-. Pero ahora… siempre tan altiva, creyéndote mejor que el resto.
- Yo no me creo mejor que el resto -corrigió sin dejarle seguir hablando-. Simplemente… he cambiado -añadió bajando el tono de voz sin creerse sus propias palabras-.
- Te equivocas instructora, lo único que haces es ocultar a todos, tu verdadera personalidad -dijo él volviendo a coger la pelota del suelo-. Dime ¿a qué has venido realmente?
- Bueno ¡basta ya! -exclamó perdiendo la paciencia mientras se levantaba con genio de la cama. ¿Qué quería escuchar? ¿Qué echaba de menos los días pasados en los que simplemente se dedicaban a molestarse mutuamente? ¿Qué echaba de menos escucharle decir tontería tras tontería? No lo permitiría, no debía dejar que nadie la viese así. Oyó al joven reír de manera fanfarrona, y ofuscada, se quitó las gafas y se masajeó los ojos.
- Quería entender porque te estás comportando así, Selphie casi muere ¿lo sabías? -dijo dolida por el recuerdo-.
Por fin captó de nuevo la mirada del joven.
- Pero ella… está bien ¿no? -preguntó en lo que a Quistis le pareció preocupación mientras se levantaba del suelo-.
- Ahora sí, pero ha sido uno de ellos, nos lo ha contado. Uno de los hermanos de Yinna la ha intentado matar, Seifer -explicó recobrando la calma y acercándose a él- ¿En qué andas metido? –hizo una pausa viendo cómo el gesto del joven se contraía molesto-. Vamos, a mí me lo puedes contar, ¿confías en mí? -dijo acercándose y posando su mano en el brazo de él-.
Cuando Seifer notó aquella mano sobre su piel, una especia de electricidad recorrió su cuerpo. Eso es lo que provocaba esa mujer en él. El simple hecho de tenerla así de cerca hacía que su piel se erizara por completo. Cuando creyó que, tal vez, contarle a alguien lo que estaba pasando, quitarse de alguna manera, esa carga de encima era lo mejor, una especia de dolor punzante atravesó su mente. Entonces volvió a sentirlo, esa confusión que lo envolvía desde que conocía a Yinna. Ese rencor y odio que sintió en el pasado, lo volvía a poseer.
Quistis lo oyó soltar un quejido leve y llevarse las manos a su cabeza.
- ¿Estás bien? -preguntó preocupada poniéndose delante del joven e intentando que la mirase-.
- Será mejor que te vayas -contestó él sin apenas mirarla-.
La joven instructora no se dio por vencida y posando una mano en la mejilla de Seifer, lo obligó a levantar la cabeza. Sus ojos eran inescrutables, pero en ellos, pudo leer miedo, algo que muy pocas veces había visto en él.
- Vamos Seifer, este no eres tú. ¿Qué está pasando?
De pronto vio como los ojos del joven se desviaban hacia algún punto de la habitación, como si alguien lo estuviera llamando. Le recordó a lo mismo que le pasó hace unos días, cuando se lo encontró en el hall. Sintió la mano de Seifer en su cintura y como la arrastraba con delicadez hacia la puerta.
- ¡Márchate! Sino acabaré haciéndote daño a ti también -exclamó con agobio-.
Cuando estuvo a tan solo un palmo de la puerta, la joven se giró sin querer marcharse de allí y vio a Seifer demasiado cerca. Pudo notar la más que evidente diferencia de altura y levantando la cabeza hasta él, se perdió en aquella mirada, ahora indescifrable.
- Seifer…
- No me lo pongas más difícil, ¡vete! -siguió diciendo con algo de desesperación-. Todo esto que está pasando… -el joven calló de repente bajando la cabeza abatido-. Yo no quería…
El muchacho rubio levantó la cabeza cuando sintió el cálido y suave tacto de la mano de ella en su mejilla.
- No os metáis más o será peor, ella… Yinna… manteneros alejados y dile a Rinoa y a Squall que lo siento, no quiero hacerla más daño -acabó de decir mientras empezaba a abrir la puerta-.
Quistis lo miró con preocupación, sin saber que más decirle. Solo quería quedarse allí con él y tranquilizarlo, pero eso no ocurrió. Sintió como los labios del joven besaban su frente y su mano, algo tosca, acariciaba su mejilla. La joven rubia, cerró los ojos ante la calidez de aquel contacto, jamás había visto a Seifer así con ella y cuando quiso darse cuenta, ya estaba fuera de la habitación y la puerta cerrándose delante de ella.
La chica se quedó allí plantada sintiendo aun el tacto de esos labios sobre su piel. Estaba confusa y asustada por verlo así. Intentó llamarlo de nuevo, pero fue inútil, estaba claro que el chico no le abriría la puerta.
Notitas…
Bueno, capítulo un poco de transición y no tan largo, lo sé. Lo he cortado aquí porque si no, se me iba a extender demasiado. Me he querido centrar un poquito más en la relación Quistis-Seifer para que no parezca todo tan brusco, ir dando a entender que se atraen desde hace algún tiempo. ¡Espero que os haya gustado y hasta la próxima!
¡Gracias a todos por leer!
Nancyriny: Ooohh! Me ha gustado un montón tu review. A veces los leo varias veces porque me inspiran para seguir adelante. Ya sabía yo que te iba a gustar, y muy de acuerdo con la "maldita vida de adulto" jejeje, a veces no da tiempo a naa. Bueno, espero que este capi también te haya gustado, quedaba por ahí una escena rezagada de Squall y Rinoa. Espero que te haya gustado y siempre… ¡GRACIAS!
