Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Square-Enix. Tan solo los inventados son de cosecha propia ^^


CAPÍTULO 13

Squall y Rinoa habían estado dando un paseo por Balamb. Aquel pequeño pueblo pesquero, a pesar de no ser muy grande, estaba lleno de vida. Sus calles adoquinadas, el puerto, su paseo marítimo, los comercios locales y aquella playa de arena fina y blanca hacían del pueblo, un atractivo turístico, por lo que siempre estaba lleno de gente.

La pareja se encontraba ahora en aquel saliente elevado al final de la playa, que ellos consideraban especial. El joven castaño estaba sentado sobre aquella piedra plana, con sus rodillas levemente flexionada y sus brazos apoyados en ellas. Entre sus piernas y recostada contra su pecho, estaba Rinoa que parecía haber entrado en una especie de trance ante tan agradable contacto.

- Estas muy callada -dijo Squall depositando un leve beso sobre su pelo-.

La oyó emitir una especie de ronroneo y se refugió más entre esos brazos.

- Se supone que eres tu la charlatana de la pareja ¿no? -bromeó el chico apoyando su barbilla en el hombro de la joven-.

Ésta sonrió.

- ¡Ah! ¿eso opinas de mí?

Sintió como Squall sonreía contra su cuello mientras notaba sus cálidos labios en su piel.

- Cuando me conociste seguro que lo pensaba -siguió comentando ella intentando recordar aquellos inicios-.

- Bueno, es cierto que hablabas… demasiado.

- ¿Demasiado? -se indignó falsamente girando su cara para mirarlo-.

- Todos, hablabais demasiado -confesó el chico recordando como le costaba estar en compañía de los que ahora consideraba su familia-.

Rinoa soltó una carcajada al oír aquello.

- Recuerdo que ibas a todos lados enfurruñado -rio de nuevo ella jugueteando con los cordones de las zapatillas negras de Squall-.

- Bueno, es que no hacíais más que meteros en líos.

La pelinegra negó con la cabeza con una sonrisa pintada en su cara. La verdad que tenía razón, parece que todos habían llegado a la tranquila vida de Squall para ponerla patas arribas.

- La primera vez que me viste ¿te gusté? -preguntó ella tras un rato de silencio, mientras se movía levemente hacia la izquierda y elevaba la vista hasta Squall-.

Éste inclinó la cabeza para mirarla con un gesto algo sorprendido.

- ¿Por? -preguntó dejando ver una sonrisa entretenida-.

- No sé, curiosidad -contestó ella encogiéndose de hombros-. Nunca lo he sabido, es evidente que tú a mí sí.

Squall dejó escapar aire por la nariz y la besó en la frente.

- De manera romántica, no -se sinceró el chico-. Físicamente está claro que sí, a la vista estaba. Andabas por ahí con ese minivestido blanco -sonrió para sí mismo recordándolo-. Cuando entraste por la puerta, en el baile de graduación, claro que me fijé en ti. La verdad, es que te seguí con la mirada durante un rato.

Rinoa se giró del todo con un gesto en la cara entre la sorpresa y la diversión.

- Nunca me lo habías dicho -refunfuñó dándole un toque en el brazo-.

- No sé, no lo preguntaste -dijo encogiéndose de hombros de manera tranquila-.

La joven negó con la cabeza ante la tranquilidad de aquel muchacho y volvió a recostarse en él.

- Bueno ¿y? -preguntó curiosa-.

- Pues vi que muchos de los cadetes no te quitaban ojo de encima y puede que mi curiosidad hacia ti aumentase levemente.

- Levemente…

- ¡Aha! Después, cuando vi que te girabas en mi dirección, simplemente disimulé, hasta que te acercaste…

- Y seguiste mostrando desinterés -interrumpió ella-.

- Oye, te recuerdo que fuiste tú la que me dejaste plantado en mitad de la pista.

- Yo no te dejé plantado, había ido a hacer negocios al jardín, no a bailar con desconocidos -bromeó dejando escapar una risa-.

- Vale, vale, lo que tu digas -rio él-.

- Y me empezaste a echar de menos ¿a que sí? -dijo ella intentando sonsacarle esa información-.

- No, la verdad -oyó a Rinoa soltar un bufido molesto-. De hecho, cuando te vi en Timber y te lanzaste a mi cuello, pensé en que aquello iba a ser un fastidio.

- Yo, realmente me alegré de verte -confesó ella bajando el tono de voz-.

- Lo sé -se apresuró a decir mientras volvía a besarla en la frente-.

La pareja se quedó un momento en silencio tras aquella charla. Seguramente a Rinoa no le había gustado mucho escuchar aquello, pero era la verdad, jamás sintió algo por ella cuando la conoció.

Tras un rato, Squall dejó escapar el aire de sus pulmones y echándose levemente hacia delante, pasó los brazos por la cintura de Rinoa, ejerciendo algo más de presión a su alrededor mientras escondía su cara en el fino cuello de ella.

- Cuando caíste en coma, me asusté de verdad -dijo de pronto él casi en un susurro-. No sabía que hacer y sin entender por qué, necesitaba que volvieses a ser esa charlatana del principio. Ahí me di cuenta de lo mucho que me gustaba tu compañía. Aun no entendía que eran todos aquellos sentimientos, pero pronto entendí que estaba empezando a sentir algo por ti y que, por nada del mundo, quería perderte -confesó con la cara pegada a la mejilla de la chica-. Y ahora simplemente, no puedo estar sin ti -dijo sin más, de la manera más natural del mundo-.

Rinoa no dijo nada, tan solo se giró por completo y sentándose a horcajadas sobre él, se enredó en su cuello.

- Me vas a hacer llorar -dijo en un hilo de voz-.

El joven disfrutó de aquel abrazo mientras paseaba sus manos por la cintura y espalda de ella. Pero se dio cuenta que el poco sol que los había acompañado esa tarde, ya se había escondido y debían volver al jardín.

Rinoa salió de su refugio personal y lo miró a los ojos.

- Pareces cansada -observó Squall al ver los ojos de ella algo rojizos-.

- Bueno, esta noche no es que hayamos dormido demasiado -contestó bajando la mirada de manera tímida al recordarlo-.

- No, me temo que no -dijo él apartando a Rinoa con delicadeza y empezando a levantarse-. Pero ha merecido la pena ¿no? -añadió con una sonrisa juguetona-.

La pelinegra se quedó prendida de esa sonrisa que era la primera vez que le mostraba. Seguramente nadie más la había visto aún.

- ¡Oh, si! Ha merecido la pena -comentó levantándose también sin dejar de sonreír tontamente-.

Cuando estuvo de pie, Rinoa se acercó y cogiendo los cordones de aquella sudadera negra, obligó al chico a inclinarse hasta que alcanzó sus labios.

- ¿Volvemos al jardín? -comentó ella sin separarse de su boca-.

Squall asintió mientras la besaba una última vez. Después la cogió de la mano, y juntos emprendieron su camino hacia el jardín.


Zell miró el reloj de su muñeca y comprobó que eran las ocho de la tarde. Había estado entrenando con un amigo casi tres horas, aquel joven Seed que acompañaba a Zell era de las pocas personas que podía seguirle el ritmo. Caminaron juntos a través de la maleza de la zona de entrenamiento, hasta que ya cerca de la salida, el artista marcial divisó a su izquierda a Quistis.

El joven de la cara tatuada se despidió de su compañero y sin que la instructora se diese cuenta, se plantó frente a ella.

- ¡Vaya Quistis! Pareces muy… enfadada, ¿a cuántos monstruos has pateado? -comentó el chico divertido al fijarse en la instructora-.

Ésta llevaba un atuendo que solía ponerse para entrenar que constaba de unos pantalones técnicos ceñidos y una camiseta de manga larga, de color azul marino. Por encima llevaba una chaqueta entallada de cuello alto y con refuerzos acolchados en la parte del pecho y codos. Zell observó como restos de barro y sangre se esparcían a lo largo de aquel traje.

- ¡Ey, Zell! -saludó sin ánimo mientras se quitaba los guantes-.

El artista marcial la escrutó con la mirada.

- ¿Ocurre… algo? -preguntó con cautela el chico mientras emprendían sus pasos hacia la salida-.

La joven suspiró y se pasó una mano por su larga coleta rubio para colocársela correctamente. Caminaron un rato en silencio, hasta que ambos se dejaron caer en un banco que había frente a aquella área.

- Puedes contármelo… si tú quieres… -insistió sin querer resultar pesado-.

La muchacha lo miró de reojo y dejó entrever una sonrisa. Agradecía la preocupación de su amigo. Antes de que se animase a hablar vio como Zell le tendía una barrita de chocolate y cereales.

- ¡Oh! ¿Intentas comprarme con azúcar? -bromeó ella aceptando aquel dulce que estaba deseando-.

El joven se recostó contra el respaldo del banco y sacó otra para él mientras sonreía a la instructora.

- Esta tarde -comenzó a decir Quistis dando un primer bocado a la barrita-, he ido a ver a Seifer, creo que para que me explicase que demonios está pasando -ésta suspiró recordando el momento-. No ha servido de nada.

El muchacho se quedó callado mientras degustaba aquel tentempié y después se inclinó hacia delante buscando la mirada de la joven.

- Te gusta Seifer, ¿verdad? -preguntó sin rodeos-.

Zell observó como esos ojos azules que caracterizaban a la instructora, lo miraban con verdadero asombro.

- No te juzgo, de verdad -se apresuró a decir con las manos en alto-. Siempre habéis tenido una complicidad… "especial" -dijo dudando de la palabra para describir la relación que tenían-. Y desde que volvió al jardín tras lo de Artemisa, bueno, se os veía muy bien juntos.

Quistis sonrió con nostalgia al recordar como poco a poco se había forjado esa amistad extraña y que ahora tanto añoraba.

- Soy la comidilla del grupo, ¿no? -preguntó dando otro bocado al dulce de chocolate-.

- No, claro que no, pero todos nos hemos dado cuenta, os lleváis muy bien. Él te busca continuamente y tú a él, o por lo menos hasta hace unas semanas -matizó el artista marcial dándose cuenta del cambio de actitud de Seifer-.

La instructora dio otro largo suspiro y se recostó en el banco estirando sus piernas. Observó sus botas llenas de barro y se preguntó si era verdad que le gustaba Seifer, ni siquiera se había parado a pensarlo, simplemente le agradaba estar con él.

- Crees que está mal que te guste, ¿a que sí? -preguntó frente al silencio de la joven-.

El chico rubio la miró de reojo con media sonrisa en la cara y dándole el último bocado a aquella barrita de chocolate, estrujó el papel del dulce y lo lanzó hacia la papelera que tenían junto enfrente, colando la pelota de papel en ella. Después se desperezó y pasando sus brazos tras la cabeza, se recostó de nuevo hacia atrás.

- Él es un traidor, tu una importante Seed e instructora… -siguió hablando el chico intentando hacer que ella mostrase sus verdaderos sentimiento-.

- Para, Zell -dijo con calma, pero con un tono levemente molesto-.

- A pesar de que a mi no me cae muy bien, creo que hacéis buena pareja -éste observó como captaba la mirada de Quistis con su último comentario-. Eres demasiado exigente contigo misma y Seifer hace que… -dudó de nuevo al querer explicar lo que ellos veían cuando estaban juntos-. Te relajas… -dijo tras una pausa-.

Oyó a la muchacha soltar una especie de sonido de incredulidad.

- ¡Es verdad! Cuando estas con él, te pareces más a la Quistis del orfanato.

La joven giró la cabeza hacia su amigo y clavó sus ojos en él, sorprendida. ¿Otra vez ese comentario? ¿Tanto había cambiado en ese tiempo? Ella no lo creía así, era su deber como instructora y como Seed de alto rango hacer lo correcto en cada momento y Seifer desde luego, no era una elección correcta.

- Es un maldito traidor, Zell. Lo ha vuelto a hacer -comentó echando la cabeza hacia atrás mientras clavaba sus ojos en la ornamentación del alto techo-.

- ¿En serio crees eso? -preguntó el-.

- Todos lo creéis ¿no? Squall no puede ni verlo, Rinoa le tiene miedo…

- ¿Y tanto te importa lo que piensen los demás?

- Los demás no, vosotros -recalcó volviendo la vista al muchacho-.

Hubo un momento de silencio. Zell realmente creía que a pesar de lo que todos pensasen de Seifer, juntos eran otra cosa. Seifer era distinto estando junto a ella, parecía mas calmado y centrado y Quistis mucho mas relajada, era como si los defectos de ambos se complementasen a la perfección.

- Yo no creo que sea un traidor -comentó ante la sorpresa de la chica-. Nunca lo he dicho porque evidentemente, tengo mi orgullo, pero con lo de Artemisa, le creí y lo que está pasando ahora, creo que algo le está pasando. No se puede ser tan capullo durante tanto tiempo -dijo dejando entrever media sonrisa-.

Quistis sonrió con él cuando escuchó aquello.

- Solo digo que nosotros somos tus amigos, nunca te juzgaremos, hagas lo que hagas -finalizó mientras se levantaba y volvía a estirarse elevando sus brazos hacia arriba-.

La instructora lo observó desde el banco y de verdad, agradeció aquel apoyo, ¿había servido de algo saber que sus amigos no la juzgaban?

- Gracias, Zell.

El chico le guiñó un ojo y se alejó por el pasillo.

- Nos vemos.

Quistis lo observó hasta que lo perdió de vista y suspirando sonoramente, volvió a recostarse en el banco. Pensó entonces en la charla de esa misma tarde con Seifer, parecía tan preocupado y esa última despedida, ese beso en la frente, era como si el chico supiera que algo grave estuviera por ocurrir. Con todos esos pensamientos rondando su cabeza, echó un ultimo vistazo a sus piernas y sus manos llenas de sangre y suciedad y decidió que ya era hora de darse una ducha. Tal vez aquello la ayudase a aclarar sus ideas.


La semana parecía pasar deprisa para todos. Ya era miércoles y Rinoa caminaba con paso decidido hacia la enfermería mientras hablaba con Squall por teléfono. Al final la misión se había complicado más de lo debido y se habían visto obligados a quedarse un día más en Deling.

Quistis, que se encontraba sentada en una silla junto a la cama de Selphie, vieron entrar a la pelinegra con un gesto un tanto agrio en su rostro. Suspiró sonoramente un par de veces para luego hacer unos pucheros y despedirse del comandante con voz lastimera.

Ambas chicas no pudieron evitar una sonrisa a escondidas.

- ¡Vamos Rinoa! Volverá mañana como muy tarde -dijo Selphie desde la cama-.

La bruja volvió a suspirar y guardando el teléfono en el bolsillo de su chaqueta vaquera, se dejó caer en un incómodo sillón que había cerca de la ventana.

- Ya… lo sé…

- Estáis muy pegajosos últimamente ¿lo sabéis? -apuntó Quistis con ese tono estricto que la solía acompañar-.

Selphie volvió a sonreír.

- ¿No puedo echarle de menos? -recriminó la joven con un tono da falsa molestia-.

- ¡Yo creo que ha pasado algo más entre vosotros! -dijo esta vez Selphie con voz cantarina mientras lanzaba besitos al aire-.

Ambas observaron como Rinoa abrió los ojos demasiado y después carraspeaba nerviosa recolocándose en ese incomodo sillón. Oyó a sus dos amigas soltar una carcajada.

- Eres un libro abierto, Rin -dijo Quistis cruzándose de brazos-.

- ¡Y vosotras muy cotillas!

- Así que es eso… Mmmm ¿y qué tal? -preguntó demasiado ilusionada Selphie mientras se incorporaba en la cama-.

Rinoa echó la cabeza hacia atrás mientras desviaba la vista hacia el techo. Después se levantó y caminó hasta el borde de la cama.

- ¿Tu no estabas convaleciente? -observó Rinoa viendo como Selphie no se había quejado en absoluto de aquel corte en el abdomen-.

- ¡Me encuentro perfectamente! -sonrió ampliamente para después poner su típico gesto de súplica que utilizaba a la perfección cuando quería algo-.

Rinoa rodó los ojos hasta Quistis y ésta le devolvió la mirada por encima de las gafas.

- A ver, bueno, es Squall Leonhart, nos podías dar un pequeño avance de como…

- ¡Tú también Quistis! -exclamó con las manos en alto-.

De pronto la joven bruja se vio arrastrada hasta el borde de la cama por Quistis quien la obligó a sentarse mientras clavaban la mirada en ella.

- No te hagas de rogar, ¡venga, dinos que tal! -insistió Selphie con los ojos brillantes mientras daba palmaditas-.

Rinoa bajó la mirada algo avergonzada mientras en sus labios se dibujaba una tímida sonrisa.

- Bueno… bien -se atrevió a decir con la voz débil-. Muy bien -continuó-, él es… -la joven desvío su mirada al techo de manera dubitativa-, cariñoso -dijo al fin recordando la noche del sábado-.

- ¡Lo sabía! -exclamó de pronto Selphie dando un bote en la cama-.

Quistis y Rinoa la miraron y se echaron a reír.

- A mi no me engaña con esa fachada de tipo duro -aclaró cruzándose de brazos-. En el fondo es como un cachorrito.

Rinoa soltó una carcajada que resonó en toda la habitación.

- Será mejor que no te oiga decir eso, Selphie -rio Quistis levantándose de la silla-.

La joven de pelo despuntado se desperezó y dejándose caer de nuevo en la mullida almohada, suspiró con media sonrisa en la cara.

- Me dais envidia -comentó dirigiéndose a Rinoa-. Ojalá yo estuviera así con Irvine.

- Bueno, yo le noto cambiado ¿no? – habló Quistis-. Desde que estás aquí no se ha separado de ti ni un segundo, estaba realmente preocupado.

De pronto por la puerta entraba aquel vaquero con su habitual sonrisa de rompecorazones que ahora solo mostraba a Selphie. Ésta desvió la mirada hacia él y su gesto cambió radicalmente, una sonrisa algo tonta se pintó en su cara y dejó de prestar atención a sus amigas.

- ¡Oh, Rinoa! Creo que sobramos aquí -bromeó la instructora cogiendo del brazo a la pelinegra-.

- Si, nosotras nos vamos, por cierto, mañana te dan el alta ¿no? -dijo Rinoa antes de salir por la puerta-.

Vieron asentir a su amiga, pero sin despegar la vista del vaquero. A la tarde volverían a hacerle una visita, estaba claro que ahora no les iba a prestar demasiado atención.


Quistis y Rinoa se encontraban sentadas en las escaleras del hall. Eran casi las once de la noche, hacía un rato que habían acabado de cenar y ahora simplemente, descansaban haciendo algo de tiempo hasta irse a sus habitaciones. A pesar de que Selphie se encontraba en perfecto estado, todos estaban algo afectado por los hechos que estaban ocurriendo. Todo lo que les había contado la joven Seed y después Rinoa, corroborando algunos hechos, solo les había ayudado a aumentar las sospechas sobre esos tres hermanos.

Era cierto que desde que se habían marchado, hacía ya casi una semana, las cosas parecían calmadas. No se había vuelto a saber nada de ellos y todo en el jardín parecía tranquilo, demasiado, había pensado Rinoa.

- ¿Has vuelto a tener esas pesadillas? -preguntó la instructora mientras jugueteaba con un mechón de su largo flequillo-.

Oyó como la joven pelinegra suspiraba y recogía sus piernas contra su pecho.

- Alguna noche -confesó apoyando la barbilla en sus rodillas-.

- No, nos habías dicho nada.

- Ya… bueno… ninguna ha sido tan fuerte como las primeras. Simplemente esa voz diciendo mi nombre y escenas incoherentes de algo parecido al jardín.

- ¿Squall lo sabe?

- No, no quiero preocuparlo.

- Rinoa… -pronunció su nombre mientras suspiraba-. No hace falta que nos ocultes cosas porque pienses que nos molestas -comentó con amabilidad-.

- Bueno, cuando duermo con él, no tengo esas pesadillas -dijo ella como intentando justificarse-. Raro ¿no? -vio como Quistis se encogía de hombros-. Le he comentado algo a Edea, sin entrar en detalles, a veces pienso que este nuevo poder, no sé, igual no llegue a controlarlo y acabe…

- Eso no va a pasar -interrumpió a la chica sin dejarla acabar la frase-. ¿Y qué dice Edea? -preguntó seguido para omitir el tema de que ese poder pudiera corromper a Rinoa-.

- Dice que puede ser fruto del cansancio, entre los entrenamientos con Zell y a las tardes con ella, dice que el estrés puede interferir en la correcta asimilación de dicho poder pero que no corro peligro.

- Creo que te estás exigiendo demasiado, Rin -opinó Quistis mientras se quitaba las gafas y las guardaba en una funda que llevaba en el bolsillo de la falda-.

Rinoa estiró las piernas y se giró para mirar a su amiga.

- ¿Y me lo dices tú, señorita Trepe? -dijo algo incrédula mientras dibujaba una sonrisa-.

Ésta la miró como si no entendiese de lo que hablaba.

- Bueno… vale… no soy la mas apropiada para decir eso.

- No ¿verdad? -negó Rinoa-.

Ambas mujeres se miraron unos instantes y se echaron a reír. Claro que no era la mas indicada para hablar de exigencias, ella era incapaz de relajarse, aunque fuera un momento.

De pronto Quistis sintió como el cuerpo de la pelinegra se pegabas más a ella y se agarraba a su brazo. Ésta, algo sorprendida, siguió la mirada de su amiga y por fin vio aquello que la estaba poniendo realmente nerviosa. Justo frente a la puerta del hall, pasaba Seifer con paso ligero, las manos en los bolsillos y la espalda levemente arqueada, como si estuviera realmente tenso. El joven rubio, se detuvo durante unos instantes y las miró desde su posición.

- No te va a hacer nada ¿vale? -susurró Quistis dándole una palmadita en la rodilla-.

La pelinegra observó entonces, como en la distancia Seifer no la miraba a ella, sino que toda su atención recaía en Quistis. Ésta levantó la mano dubitativa e hizo un gesto a modo de saludo. El chico, no hizo ni dijo nada, simplemente se quedó allí parado mirando a Quistis con unos ojos que pedían perdón a gritos y de pronto, emprendió sus pasos y despareció por el pasillo colindante.

La instructora bajó la mano y suspiró cansada.

- ¿Qué acaba de pasar? -preguntó Rinoa girándose levemente para enfrentar a su amiga-.

Ésta soltó un sonido a modo de risa.

- No lo sé, Rin, estoy hecha un lio -comentó escondiendo la cara entre sus manos-. Se supone que debería darme igual lo que le pase, él quiere hacerte daño y anda metido en todo este lio de Yinna y…

Quistis sintió la mano de Rinoa sobre su hombro haciendo que la mirase.

- Él no parece estar bien, creo que está sufriendo con todo esto, la última vez que me atacó parecía estar luchando contra el mismo para no hacerme daño -explicó Rinoa intentando aliviar a su compañera-.

- El domingo fui a hablar con él, me dijo que os pidiera perdón, a ti y a Squall, que nunca te quiso hacer daño. Después me dijo que lo dejásemos, que no nos metiésemos más en todo este asunto.

- Pero entonces…

- Si, supongo que anda metido hasta el cuello. Intenté que me explicase que estaba pasando, pero es como si, ni el mismo, lo supiera.

Rinoa volvió a mirar al frente y perdió la mirada en las brillantes escaleras de mármol que descendían bajo sus pies. Conocía a Seifer, sabía de ese maldito carácter desagradable qué tenía y también sabía la facilidad para comportarse como un capullo y conseguir apartar a la gente de su lado. Pero esta vez, estaba casi segura de que ese chico estaba realmente asustado y no sabía cómo pedir ayuda.

El silencio se hizo presente entre las muchachas, estaba claro que la instructora no quería seguir hablando de aquello, parecía demasiado confusa para ser Quistis, así que Rinoa simplemente lo dejó estar.

Tras unos minutos en los que se hicieron compañía mutua, la joven bruja, fijó la mirada en la entrada del hall, donde tres hombres cruzaban la puerta acristalada. Los tres parecían decirse algo para luego despedirse.

- ¿Es Squall? -preguntó Quistis enfocando la vista en la única persona que se quedó allí-.

No obtuvo respuesta alguna de la pelinegra ya que ésta salió corriendo escaleras abajo y vio cómo se lanzaba al cuello del comandante. Quistis sonrió al ver como Squall casi pierde el equilibrio ante el efusivo recibimiento. Aquella joven, siempre tan espontanea, a veces la envidiaba, esa facilidad que tenía para no dudar en hacer lo que realmente sentía. Y parecía que estaba dando sus frutos ya que, desde luego, había conseguido ablandar aquel carácter frio y distante del comandante.

Bajó las escaleras con parsimonia y pasando cerca de la pareja, hizo un ademan de cabeza dando la bienvenida a Squall para después, despedirse de ellos.

- Nos vemos mañana -dijo Quistis-.

Vio como el comandante la sonreía y se sorprendió de aquel gesto, pensó entonces en si alguna vez había vista esa sonrisa en él, seguramente no.


Cuando Squall entró en su cuarto, lo primero que hizo fue soltar la bolsa de viaje y su arma, y dejarse caer en la cama. Se desperezó y se tumbó con los brazos extendidos hacia los lados.

- ¿Cansado? -preguntó Rinoa sentándose en la silla del escritorio-.

La pelinegra observó como Squall movía la cabeza de manera afirmativa, pero con sus ojos cerrados. Lo miró desde su posición y vio que tenía algunas heridas. En su labio inferior se adivinaba un pequeño corte, en la ceja izquierda llevaba una tirita con algo de sangre y sus brazos tenían algunos arañazos y rasguños.

- ¿Me dejas que te cure esas heridas, soldado? -preguntó ella mostrando una sonrisa entretenida-.

Squall abrió un ojo y la miró elevando levemente la cabeza. Después se levantó con pesadez y se dirigió al baño. La joven bruja lo siguió en silencio y vio como el chico se quitaba la camiseta algo sucia y la echaba a un cesto cercano a la ducha. Después se sentó en un pequeño taburete y sacó de un armarito de madera, un neceser verde.

Rinoa lo abrió y lo primero que cogió es un algodón con alcohol. Se colocó entre las piernas de Squall y cogiéndole por el mentón, comenzó a limpiar esas heridas en la cara. Lo oyó quejarse ante aquel primer contacto del alcohol en sus heridas, pero no dijo nada más.

- Estas muy callado ¿todo bien? -preguntó con algo de cautela la chica-.

El joven comandante no dijo nada, simplemente pasó sus manos por las piernas de ella y la obligó a acercarse más a él. Cuando la tuvo lo suficientemente cerca, refugió su cara en el vientre de la muchacha. Rinoa dejó escapar el aire por la nariz a modo de risa y dejando el algodón en el lavabo, pasó sus manos por el pelo del joven.

- Te he echado de menos ¿sabes? -dijo Squall rompiendo el silencio mientras elevaba la cara para mirarla-.

Rinoa inclinó su cabeza hacia abajo buscando esos ojos azules, después acarició la cicatriz que cruzaba su frente y que le uniría para siempre a Seifer Almasy para después, besarlo con delicadeza.

- Pero eso esta bien ¿no? -preguntó ella queriendo saber si el echarla de menos le había llegado a molestar-.

- Si, supongo. Nunca lo había sentido -confesó bajando la vista-. Solo con Eleone y dolió tanto que bloqueé completamente ese sentimiento.

- Y… ¿eso te molesta? -preguntó ella dubitativa-.

El chico se quedó callado pensando la respuesta.

- No, es agradable saber que estarás aquí cuando llegue -dijo dejando entrever una leve sonrisa-. Tú y los demás -añadió con tranquilidad-.

Rinoa sonrió de nuevo mientras ponía una nueva tirita en la ceja.

- Vaya, parece que empiezas a ser humano -bromeó ella-.

Squall la pellizcó en la cintura al escucharla haciendo que ella se retorciese levemente y dejó que acabase de curarle los brazos y un corte más profundo que tenía en la espalda.

- Voy a darme una ducha -comentó levantándose de aquel taburete-.

Ella asintió y empezó a recoger las cosas de la cura. Justo cuando iba a salir del baño, Squall la cogió de la muñeca.

- ¿Quieres… quedarte a dormir aquí? -preguntó con algo de cautela. Desde el sábado pasado, no habían vuelto a estar juntos y ambos parecían un poco tímidos-.

Rinoa lo miró directamente, ella también sentía un leve sentimiento de vergüenza, pero las ganas de estar con él podían con aquella sensación. La chica no lo dudó y asintió mostrándole esa sonrisa que lo volvía loco.

- Iré a buscar algo de ropa, vuelvo en un rato.

Squall sonrió y la vio abandonar su habitación.


- ¿En serio? ¿otra vez?

El vaquero dejó caer la baraja de cartas sobre la cama de Selphie. Ésta sonrió triunfante mientras le sacaba la legua.

- No juego más, me has ganado ya ¿ocho veces?

- Nueve, con esta -corrigió la joven-.

- Me rindo -dijo levantando sus manos en alto-.

Selphie se recostó en las mullidas almohadas de aquella cama y miró a Irvine fijamente. Tras un rato observándose mutuamente, el joven no aguantó más y tuvo que apartar la mirada, carraspeando nervioso, por un momento se había quedado prendido de ella.

- Es muy tarde Irvine, puedes irte… si quieres -comentó la chica colocándose mejor en la cama-.

- ¿Quieres que me vaya? -preguntó de pronto de manera muy seria-.

Selphie lo observó detenidamente y pensó que aún no había visto tan serio a aquel vaquero, es como si hubiera madurado de golpe y aquello le gustó. Ella siempre había pensado que era algo inmaduro, aunque pensándolo bien y viendo como se había portado estos días con ella, tal vez era solo una fachada. El francotirador mas famoso de Galbadia tenía fama de mujeriego y poco responsable con sus actos, tal vez le estaba costando deshacerse de ese papel que le había sido adjudicado por el resto.

- Gracias -dijo de pronto Selphie-.

- ¿Por qué?

- Bueno, sé que estando inconsciente no te has separado de mí, te lo agradezco.

- Es lo que tenía que hacer.

- No, no es verdad, el resto no lo ha hecho, pero tú si -dijo ella intentando descubrir si aquel interés hacia ella era de amistad o podía ser algo más-.

- Yo… -el chico de coleta se calló e intentó buscar las palabras adecuadas-. Me puse en lo peor Selphie, no despertabas y… fue duro ¿sabes? De verdad creí que no volvería a…

De pronto sintió como Selphie se abrazaba a su cuello obligándolo a rodearla por la cintura. Era tan menuda, pensó Irvine al sentirla por primera vez entre sus brazos.

- Estoy aquí Irvine -dijo con la cara escondida en el cuello del vaquero-.

Éste la estrechó más entre sus brazos y la sintió relajarse, solo quería cuidarla y estar cerca de ella todo el tiempo que le fuese posible. Cuando Irvine deshizo aquel abrazo, vio como la joven apartada la mirada hacia un lado, sus ojos ahora parecían inescrutables. Éste acarició su mejilla y buscó la mirada esquiva de ella.

- ¡Ey! ¿pasa algo?

- Tengo miedo Irvine, mucho -confesó de pronto para sorpresa del muchacho-.

Desde que había despertado y les había contado todo lo que la pasó, a ninguno de ellos les había dicho lo aterrada que estaba. Había intentado ser la Selphie jovial de siempre pero ahora que tenía a aquel hombre frente a ella, sintió el deseo irrefrenable de confesarle aquellos sentimientos.

- Ese ser intentó matarme. De hecho, cree que me mató, no sabe que estoy con vida. Cuando vuelvan al jardín y vea que estoy viva…

- No va a pasar nada, nosotros estamos contigo, yo estoy contigo -dijo cogiéndola de las manos-.

Ellos buscan algo o quieren algo, no sé. Los sueños de Rinoa -Selphie bajó la mirada preocupada-. Es la elegida, Seifer os lo dijo.

- Tampoco podemos hacerle mucho caso a Seifer, últimamente no parece estar en sus cabales.

- Sé que va a pasar algo, todos lo sabemos, pero no queremos verlo.

Irvine suspiró, claro que sabían que algo no andaba bien y dejar pasar el tema no hacía mas que ponerlos en peligro, pero la verdad es que no tenían nada de donde tirar, la única persona que podía ayudarles era Seifer y no parecía muy por la labor.

- Por ahora no podemos hacer mucho más, ¿por qué nos disfrutamos, aunque sea un poco, de ese baile en nuestro honor? Sé que te encantan los preparativos -sonrió él-. Luego, ya veremos qué hacer.

Selphie sonrió, agradecía las palabras de aquel vaquero y la verdad que se sentía segura a su lado.

- ¿Te quedas un rato más? -preguntó ella-.

Vio al joven asentir mientras se levantaba a coger una manta cercana. Cuando volvió, la besó en la frente e intentó acomodarse en ese sillón algo incomodo.

- Intenta dormir un rato, mañana te dan el alta -le recordó-.

Ésta asintió y colocándose bien entres las sábanas, se quedó dormida.


Rinoa te tumbó en la cama algo tensa y cogiendo las sábanas, se tapó hasta el cuello. Oyó a Squall en el baño acabando de lavarse los dientes y cuando lo vio salir, su nerviosismo aumentó. Llevaba unos pantalones de cuadros rojos y ese torso, del que no podía apartar la mirada, al descubierto ¿Se supone que debían hacer "algo"? Pensó ella mientras lo veía caminar hasta la cama. De repente, aquella situación se había vuelto rara, no sabía si se acostarían o simplemente dormirían. La joven de pelo azabache intentó acallar esos pensamientos algo molestos, nunca había vivido esa situación así que no tenía ni idea de cómo actuar.

Perdida en ese mar de pensamiento absurdos, sintió los brazos del chico rodearla de la cintura y girarla para pegarla a su pecho. Al momento aquel nerviosismo incoherente, desapareció y se perdió en el calor que siempre desprendía el cuerpo de Squall.

- Mmmm… siempre estás calentito -susurró ella arrimando más su espalda a Squall-.

Éste dejó escapar una risa al escucharla.

- He dormido fatal estos días -dijo con la voz algo ronca por el cansancio mientras pegaba su frente en la nuca de Rinoa-. Solo necesitaba estar así contigo -dijo estrechándola más contra su cuerpo-.

La joven sonrió para sí misma y enredando sus pies entre las piernas de Squall, se quedaron dormidos.

Un fuerte golpe hizo que Rinoa se despertase sobresaltada. Sintió su corazón golpear con fuerza contra su pecho y buscó el reloj en la noche. Los brazos de Squall rodeándola por la cintura la impedían moverse, así que, con cuidado, se deshizo de aquel abrazo e incorporándose levemente, vio que tan solo eran las dos de la madrugada.

Algo aturdida, volvió a echarse en la cama y tras unos minutos, sintió como una leve confusión que no podía explicar, se abría paso en su mente. Se asustó, intuyendo de qué se trataba, ya le había pasado otras veces y ahora sabía, casi con seguridad, que era Yinna. Cerró los ojos con fuerza e intentó pensar en Squall. Sus manos acariciándola, sus labios besándola, su cuerpo… Por un momento, sintió que no era real, que Squall, no era real y que sus amigos, que el jardín, tampoco lo eran. Cuando intentaba pensar en todo aquello, la sensación que tenía era la de estar en un sueño.

Asustada por aquellos sentimientos, se levantó de la cama con cuidado, no queriendo despertar a Squall y caminó hacía el baño. Cuando pasó cerca de la ventana, vio que un fuerte viento se había levantado en el lugar y que las ramas de los árboles se agitaban con fuerza en el exterior. Tal vez el fuerte golpe que la había despertado hacía un rato, era tan solo el viento. Cogió aire e intentó tranquilizarse, seguramente su imaginación la estaba haciendo ver cosas que no eran ciertas.

Emprendió sus pasos hacia el baño, pero de pronto escuchó una especia de susurro tras ella y cuando se giró, un destello rojizo, se cruzó frente a sus ojos. Asustada, corrió los pocos pasos que la separaban del baño y cerrando la puerta tras de sí, encendió la luz y se apoyó en el lavabo.

Su respiración se estaba descontrolando, estaba empezando a faltarle el aire y sabía que debía tranquilizarse, nada de eso era real, Yinna no estaba en el jardín, así que todo estaba siendo fruto de su miedo.

- Rinoa, tranquilízate… -se dijo para ella misma mirando su reflejo en el espejo del lavabo-.

Cerró sus ojos y echando la cabeza hacia atrás, cogió un par de bocanadas de aire para intentar calmarse. Pero cuando su vista volvió al espejo, comprobó horrorizada como un ser blanquecino, de ojos rojos y dentadura afilada estaba tras ella. Sin poder mover un solo músculo, observó como ese ser de pelo largo y negro se acercaba hacia ella. De pronto cayó en la cuenta, era ella, ese ser horrible, era Yinna. Justo cuando iba a girarse para salir de allí, unas manos heladas y levemente húmedas, la agarraron del cuello. Sintió entonces lo mismo que aquella noche en su habitación, cuando salió huyendo hasta la habitación de Squall. Siempre había sido ella, desde el principio.

No supo cómo, pero un grito desgarrador salió de su garganta y justo cuando intentaba zafarse de aquel agarre vio como ese ser se desvanecía delante de sus narices, dejando una especia de aura amarillenta, la misma que describió Irvine hace ya algunos días.

Cuando Squall escuchó el grito, saltó de la cama de un ágil salto y corrió hacia el baño. Cuando abrió la puerta se encontró una Rinoa con la mirada desencajada, un sudor frio invadiendo su frente y sus manos temblorosas. La llamó sin obtener respuesta, pronunció su nombre un par de veces más y la zarandeó por los hombros. Su mirada estaba fija en algún punto del suelo.

- ¡Rinoa! ¡que pasa! -insistió el joven cogiendo la cara entre sus manos y obligándola a mirarlo-.

Por fin aquello ojos oscuros, cobraron vida y miraron a Squall.

- ¿Qué ha pasado? -insistió el chico más calmado-.

La mirada asustada de Rinoa volvió a aquel punto en el suelo y después a Squall, negó con la cabeza levemente y sus ojos se empañaron con lágrimas que no llegó a derramar.

- No… lo… sé -comenzó a hablar con voz apagada-. Creo que era… Yinna… pero con ese aspecto que nos describió Selphie -dijo al fin-.

- ¿Cómo? -dijo muy sorprendido-. Ella no está… ellos no están en el jardín, Rinoa. ¿Cómo que estaba aquí?

Los ojos asustados volvieron a clavarse en Squall, dándole a entender que no tenía ni idea de explicar eso que acababa de pasar.

- Era ella, lo sé. No sé cómo lo hace, pero estaba aquí. La he visto desaparecer delante de mis narices y ha dejado esa misma estela amarillenta que nos describió Irvine cuando vio a uno de los hermanos. ¿lo recuerdas? -preguntó esperanzada como si necesitase que Squall la diese la razón-.

El joven comandante se llevó una mano al pelo, retirándolo de su frente.

- Me acuerdo.

En ese momento, Rinoa pareció relajarse del todo. Solo necesitaba saber que no se estaba volviendo loca, que todo eso que solo ella veía, era cierto.

Squall la miró una ultima vez y se tranquilizó al verla más calmada, así que la cogió de la mano y volvieron a la cama. El joven se tumbó boca arriba y dejó que ella se acomodase junto a él. Sintió las piernas de Rinoa enredarse con las de él y como sus brazos lo rodeaban por el pecho.

- Lo siento -dijo ella contra su cuello-.

- ¿Por?

- Por despertarte.

Squall dejó escapar aire por la nariz a modo de risa.

- No pasa nada -susurró besándola en la frente un par de veces-. Intenta dormir ¿vale?

Sintió de nuevo a Rinoa acomodándose mas en su pecho y como se quedaba dormida tras varios minutos, aunque ahora era él, quien no podía pegar ojo. Aquello que acababa de pasar le había inquietado demasiado, ¿cómo era posible que Yinna estuviera allí? Recordó entonces las palabras de Rinoa de hacía ya unas semanas, diciendo que algo horrible estaba por pasar. No sabía porque, pero ahora, él también estaba empezando a sentir aquello.


Notitas…

Bueno, no estoy muy satisfecha con este capítulo y sé que no pasa nada espectacular, pero tenía varias escenas en la mente que me parecían esenciales para el avance de la historia. Siento que, si no desarrollo algunos sentimientos y pensamientos de personajes, el hilo de la historia avanzaría sin sentido. Espero que no os aburráis y gracias a tod s por leerme!

Hasta la próxima.

aariiaadnaa: ¡Yo sí que no me lo creo! Cada vez que colgaba un capítulo nuevo pensaba en ti, jeje y si leerías la historia en algún momento. ¡Y aquí estás, muy bienvenida! Te dejé algún mensaje privado desde la aplicación de FF porque vi el tuyo, pero yo creo que funcionan fatal. Bueno espero con ansias desesperadas tus comentarios, opiniones, críticas… lo que tu quieras. Espero que te esté gustando la historia porque lo mío me está costando, jeje. Yo creía que me resultaría más fácil escribirla, pero me falla la inspiración. Así que ya sabes, a dejar reviews como ¡loca! Me alegra un montón que estés por aquí. ¡Un besazo!

PrincesitaGatita: ¡Ooohhh, mil gracias! ¡Que ilusión, madre mía! Todo un honor que mi historia fuese la primera, aunque está un poco mal escrita y me da vergüencita, jejej. Necesitaba urgentemente arreglar eso, así que me animé a reescribirla. Espero que te esté gustando tanto o más que la primera. Esperaré tus reviews y gracias por leer.