Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Square-Enix. Tan solo los inventados son de cosecha propia ^^


CAPÍTULO 15

Eran las once y media de la noche cuando Squall cruzó la enorme puerta del hall. Al final se había quedado más tiempo del que esperaba con Eleone, pero, la verdad, es que necesitaba esa compañía más que nunca. Habían estado charlando, riendo y bromeando sobre Laguna y durante ese tiempo, había conseguido olvidar lo que estaba pasando en el jardín. En más de una ocasión pensó en contarle todo, estaba claro que necesitaban ayuda con aquello, pero al igual que le ocurrió con Laguna, no había sido capaz de contar toda esa locura sin aportar ninguna prueba.

Mientras caminaba por el pasillo principal, intentó llamar a Rinoa, pero después pensó que, tal vez, estaría ya dormida. Así que comenzó a escribirle un mensaje, solo para que supiera que ya estaba de vuelta, pero en ese momento se cruzó frente a él, la persona que menos esperaba encontrarse a esas horas.

- ¡Seifer! -gritó Squall llamando la atención del chico-.

El rubio de metro noventa se paró en seco y lo miró receloso.

- ¿Vas a echarme la bronca por no estar en mi habitación? -dijo con su tono habitual de fanfarronería, pero completamente fingido, adivinó el comandante-.

Squall no dijo nada y sus ojos fueron a parar al cordón negro que rodeaba su cuello. En dos zancadas se acercó a él y cogiendo esa cuerda, sacó el colgante que llevaba bajo la camiseta.

- ¡Qué haces! ¡maldita sea! -exclamó con enfado mientras arrancaba el collar de las manos de su comandante-.

- ¿Qué es eso, Seifer? Ese colgante, es la marca de la última víctima ¿Qué significa? y, ¿por qué lo llevas tú? -preguntó realmente ofuscado ante tanta duda-. Joder, Seifer… -resopló viendo que el rubio se había quedado completamente callado-.

Squall lo observó entonces y vio como unas ojeras, bastante pronunciadas, adornaban sus ojos. Su semblante, siempre arrogante, ahora parecía extremadamente cansado y sin duda, ese porte altivo que solía acompañar al muchacho había desaparecido, siendo sustituido por una especie de cansancio crónico. Seifer parecía asustado y al acecho, tal vez el resto del grupo tenía razón y el joven estaba siendo manipulado por esos tres hermanos.

De pronto, sin que Seifer contestase a ninguna de sus preguntas, vio como miraba hacia un lado y hacia otro, como si algo llamase su atención. Squall intentó acercarse más a él, pero éste, al verlo, se apartó con desconfianza.

- Vamos Seifer, que te pasa -preguntó Squall con un atisbo de preocupación-.

- ¿Acaso te importa? -rebatió en lo que al comandante le pareció rencor-.

El joven castaño resopló cansado.

- Esos tres hermanos… Yinna… ¿te están haciendo algo?

El muchacho rubio, clavó su mirada en la de Squall al escuchar ese nombre y su semblante cambio de manera radical.

- ¿No lo entendéis?, ya no importa -dejó entrever una sonrisa sarcástica-. Ellos… han cerrado el círculo.

Squall frunció el ceño ante aquellas últimas palabras.

- ¿Qué? ¿Qué quieres decir con que han cerrado el círculo?

- No hay marcha atrás.

La mirada de Seifer se endureció y se acercó algo más a su comandante.

- Esta vez, no podrás salvarnos, Squall.

Dicho esto, se dio la vuelta y desapareció por el pasillo circular.

El chico castaño, se quedó allí plantado, con un millón de dudas rondando su cabeza, ¿qué había querido decir con esa última frase? Por primera vez, desde que todo había comenzado, sintió que Seifer no era él mismo, parecía realmente confuso en todo momento, como si estuviese bajo la influencia de algo o de alguien.

Meneó su cabeza de forma negativa, intentando quitarse esa idea de la cabeza, Seifer siempre sería Seifer. Emprendió de nuevo sus pasos hacia su cuarto, necesitaba descansar.


Quistis llegó temprano al despacho del director, necesitaba entregar unos informes de los alumnos de último curso, pero con todo lo que estaba pasando, su concentración había sido nefasta y se había retraso más de la cuenta.

Cuando llegó hasta la puerta, tocó un par de veces hasta que el hombre dio permiso para entrar.

- Director, buenos días -saludó la mujer con educación-.

Vio como el hombre acababa de llegar a su puesto de trabajo ya que aun estaba colgando la chaqueta en un perchero cercano y encendiendo el ordenador.

- Le traigo los informes de los alumnos de último curso.

- Los tenías que haber entregado hace dos días -comentó el hombre tomando asiento y sin apenas mirarla a la cara-.

Quistis, se quedó callada ante la repentina contestación y observó el semblante demasiado serio de Cid. Parecía realmente agotado y su mirada vacía, como si simplemente fuera un autómata obligado a estar allí.

El hombre resopló y masajeó sus ojos.

- ¿Se.. encuentra bien? -acertó a decir la instructora-.

- No es habitual que te retrases en tu trabajo, eres una de las mejores instructoras del jardín ¿crees que puedes permitirte el lujo de fallar?

Los ojos de la mujer se abrieron de par en par, ¿acababa de escuchar aquello?

- Mira da igual, la próxima vez, hazlo mejor -farfulló en tono mordaz-.

La mujer rubia no entendía nada, pero entonces se acordó de los comentarios de Squall sobre Kramer en estas últimas semanas, era cierto que el hombre estaba cambiado, nunca les había hablado así, esa no era su forma de ser.

Quistis se disculpó por la tardanza en su entrega y comenzó a marcharse del lugar, pero la voz del director la detuvo.

- Por cierto, dale esto a Selphie, lo necesitará para empezar con la organización del baile.

La mujer se giró y cogió una carpeta de color rojo que Cid le tendía.

- Pero…

- Si no necesitas nada más, puedes marcharte, tengo mucho trabajo.

Quistis lo miró una vez más con gesto más que sorprendido, pero el hombre no la vio ya que estaba inmerso en el papeleo. Cuando cogió el ascensor, intentó entender que acababa de pasar ¿se supone que Selphie estaba en la organización del baile? No sabían nada de aquello, pero entonces cayó en la cuenta de que Squall comentó que hablaría con Kramer sobre el tema, seguramente con todo lo sucedido el día de ayer, se había olvidado de comentarlo.


Selphie se encontraba en la cafetería con un zumo de naranja y un bollo de mantequilla mirando de manera distraída una revista de moda. De pronto, alguien a su lado la sobresaltó, haciendo que el bollo se le resbalara de sus manos.

- ¡Quistis, que susto! -exclamó llevando su mano al pecho-.

Ésta se disculpó y le plantó la carpeta encima de la mesa.

- ¿Qué es esto? -preguntó con curiosidad mientras se disponía a abrir dicha carpeta-.

- Kramer me ha dicho que puedes empezar con la organización del baile -explicó con una sonrisa sabiendo que aquello alegraría a su amiga-.

En la cara de Selphie fue dibujándose una amplia sonrisa y después dio un par de palmaditas mientras se abrazaba a su amiga.

- He pasado por delante del gran salón y ya hay algunas personas esperando, así que ¡corre! -la animó-.

La joven de pelo despuntado le dio un último sorbo al zumo y otro bocado al bollo de mantequilla y cogiendo la carpeta, salió de allí corriendo. Después de lo que había pasado y de lo afectada que la vieron la noche anterior con la llegada de Yinna y sus hermanos, sabía que la noticia la alegraría y así había sido.

Quistis observó como, justo por la puerta entraba Irvine, quien detuvo la carrera de la joven agarrándola de la cintura, ella le comentó algo y después se abrazó al cuello del vaquero, quien tuvo que encorvarse para corresponder el abrazo. Quistis sonrió al verlos y supo que sería cuestión de tiempo que esos dos comenzasen a salir en serio. Vio al chico del sombrero acercarse hasta la mesa con media sonrisa bobalicona en su cara y tomar asiento de manera informal.

- Te mueres por sus huesos -bromeó la instructora dándola un codazo en las costillas-.

Irvine carraspeó nervioso y para sorpresa de Quistis, no intentó disimular la situación.

- Puede ser -contestó con toda la calma del mundo-.

El vaquero vio la expresión un tanto sorprendida de su amiga y sonrió mientras apoyaba sus brazos en la mesa.

- ¿Sorprendida de mi sinceridad? -bromeó para después adquirir un semblante más serio-. Me asusté mucho cuando la trajeron de Trabia, creía que no despertaría.

Hubo un momento de silencio.

- Me gusta Quistis, me gusta mucho y no querría perderla por nada del mundo -confesó al fin sin ningún tipo de dudas-.

El vaquero vio como en la cara de la instructora se iba dibujando una sonrisa de satisfacción.

- ¡Pero no le digáis nada! -exclamó con rapidez-. Quiero ser yo… -titubeó unos instantes antes de continuar-. Bueno, necesito un poco más de tiempo, nada más.

- Pero, sabes que a ella también le gustas ¿no? -dijo Quistis intentando saber por qué el chico necesitaba ese tiempo-.

El joven sonrió con algo de vergüenza, algo que Quistis y tal vez, ninguno de sus amigos, habían visto en él.

- Ya… bueno… me he dado cuenta, si -titubeó rascándose la nuca-.

- Y ¿entonces? -preguntó realmente curiosa-.

- Nunca he estado así antes ¿sabes?, en realidad nunca me he tomado en serio a ninguna chica, pero Selphie… ella es distinta, simplemente quiero hacer las cosas bien -explicó recostándose de nuevo en la silla-.

- Eso está muy bien Irvine, no sabía que pudieras ser tan… -la joven dudó de la palabra para describirlo-.

- ¿Maduro? -dijo él-.

Quistis sonrió.

- Si, supongo que es eso.

En aquel instante y sin que fuesen conscientes, apareció Rinoa y se dejó caer en la silla al lado de la instructora, recostando su cabeza en el hombro de ella.

- Rin… -saludó dándole una palmadita en la rodilla-.

- He dormido fatal, no he podido dejar de pensar en Yinna -acabó la frase bajando el tono de voz-. Hoy la veré en clase -añadió con preocupación mientras se recostaba en la mesa-.

Quistis y el vaquero cruzaron miradas cómplices entendiendo a la pelinegra.

- No va a pasar nada, vas a estar con mas gente en todo momento -intentó calmarla Irvine-.

La joven bruja suspiró, ella no estaba tan segura de aquello.

- Oye, y ¿Squall? -preguntó Quistis intentando cambiar de tema-.

- Al final llegó tarde al jardín y esta mañana me ha escrito para decirme que tenía que ir ya al despacho -explicó con desgana sabiendo que seguramente sería difícil ver al comandante hoy-.

- Por cierto, ¿sabías que Selphie estaba en la organización de baile? ¿Squall te dijo algo? -preguntó de nuevo Quistis-.

- No, no lo sabía, ayer al mediodía estuve con él, pero no me comentó nada, se le habrá pasado, con todo lo que está pasando.

- Yo creo que os dedicáis a hacer otras cosas -bromeó esta vez Irvine poniendo morritos-.

Rinoa pasó del color natural de su cara a uno colorado en milésimas de segundo.

- ¡Cállate! -exclamó tirándole una bolita de papel que había cerca de la bandeja de comida de Quistis-.

La instructora soltó una carcajada al ver que la pelinegra no podía ocultar nada. Irvine le sacó la lengua e intentó picarla de nuevo, sabiendo que aquello la distraería, solo quería hacerla reír un rato, pero sin ser conscientes, alguien llegó hasta ellos y los saludó.

- ¡Hola!

Rinoa palideció de pronto al escuchar aquella voz y el papelito que tenía entre sus dedos y que iba a ir a parar directamente en la cara de Irvine, se resbaló de su mano. Quistis e Irvine, carraspearon nerviosos y dándose cuenta del estado de la pelinegra, la instructora le dio un toque en la pierna para que reaccionara.

- Eeee… hola… Yinna…

- Tenemos clase ahora juntas, ¿vienes? -preguntó con esa enorme sonrisa y sus dientes perfectamente blanco y alienados-.

- Esto… bueno…

Rinoa dudó y miró a sus amigos pidiendo ayuda, pero ya era demasiado tarde, aquella mujer la cogió del brazo y levantándola se la llevó de allí.

- Mierda… -susurró Irvine-, deberíamos haber…

- Levantaríamos sospechas, debemos hacerla que creer que todo está como antes de que se marcharan.

Los dos Seeds la vieron desaparecer con la tensión recorriendo cada parte de su cuerpo. Pero creyeron que sería mejor así.


Zell acaba de llegar de un evento en Trabia al que había sido enviado junto con dos compañeros más. Dicho evento no había tenido mas repercusión y para su sorpresa, ya estaban de vuelta en el jardín.

Cuando cruzó las verjas metálicas de la entrada, su tripa rugió levemente y mirando su móvil, vio que casi era la hora de comer, pero antes de eso, decidió pasarse de nuevo por la biblioteca. Estaba seguro de que si esa chica, con la que solía charlar, estaba allí, podría ayudarle con ese símbolo, y ya de paso, tal vez, podría invitarla al baile. Una sonrisa entretenida apareció en su cara y sin demorarse más, emprendió sus pasos hacia allí.

Cuando entró en la biblioteca, hizo un rápido recorrido visual y vio a esa joven en uno de los laterales, al fondo del lugar. Con paso decidido se acercó hasta allí y tomó asiento en una mesa cercana. Observó la estantería que estaba frente a él y comprobó que había algunos libros de aspecto antiguo, en los que no habían reparado el día anterior.

Se levantó de la silla y con curiosidad, empezó a ojearlos. Eran libros demasiado grandes y pesados, y como todos los que habían podido ver en la tarde de ayer, era casi imposible encontrar algo en ellos.

El joven de flequillo en punta suspiró sonoramente y se recostó en la estantería intentando trazar un plan de como acercarse a la chica de la biblioteca. Pero de pronto, una voz suave y cálida, lo hizo girarse sorprendido.

- ¡Hola! Eres Zell ¿verdad?

Ahí estaba esa chica con su largo pelo trenzado y esos ojos color café, mirándolo con ternura. Zell carraspeó nervioso y tartamudeó levemente, mientras asentía.

- Me parece que buscas algo ¿no es así?

El artista marcial, se quedó prendido de esa bonita sonrisa que le mostraba y cuando volvió en sí, asintió con energía.

- Eeee… si, si, pero no sé si entre estos libros…

- Si me dices de que se trata puedo ayudarte -dijo con amabilidad-.

Zell se acercó a la mesa y tomando asiento, sacó de su bolsillo un papelillo donde había dibujado el símbolo. La chica de la trenza tomó asiento a su lado y cogiendo el trozo de papel, lo miró con detenimiento.

- Pero este símbolo ¿no es el de la víctima de Galbadia? -comentó con sorpresa-.

El chico rubio suspiró, no quería dar explicaciones de por qué necesitaban información sobre aquello. La mujer lo miró y pareció entender que no debía preguntar más de la cuenta.

- Cuando lo vi en la televisión, a mí también me resultó familiar ¿sabes? – siguió hablando mientras se levantaba e invitaba a Zell a seguirla-.

Éste no dijo nada y en silencio, la siguió.

- Nuestro jardín esta colaborando con la policía y ¿el director te ha encargado buscar información? -preguntó curiosa-.

Zell sonrió de medio lado.

- Algo así…

Vio como ella sonreía de nuevo y rodeando una de las estanterías del final, se paró frente a una serie de libros algo extraños. La joven se estiró y alcanzó uno de tapas azules de la última balda, después se sentó en una de las mesas y Zell siguió sus pasos.

El joven observó la tapa, era de piel y parecía muy antiguo, en ella podía apreciarse un símbolo algo raro en un tono dorado y alrededor de éste, había unas letras en un idioma que Zell no supo reconocer.

- Mira -dijo la joven tras pasar un montón de páginas y pararse en una que contenía un símbolo muy parecido al que buscaban-.

- Vaya, es casi idéntico -se sorprendió Zell que nunca tuvo la esperanza de encontrar algo en la biblioteca-.

- ¿A que sí? La única diferencia es el círculo, aquí no está cerrado del todo -apuntó la joven-. Hay una extensa explicación, puedes llevártelo si quieres y lo miras más tranquilo -comentó sonriendo a Zell-.

El chico la miró y mostrando cierta admiración hacia ella, le dio las gracias y salió de allí corriendo.


Rinoa acababa de terminar su tercera clase de la mañana y en todo ese tiempo, Yinna no se había despegado de ella. La pelinegra intentaba aparentar normalidad, esa mujer no dejaba de hablarla de cosas sin importancia y en ocasiones, la pillaba observándola de reojo, pero cuándo Rinoa se giraba para mirarla, ésta apartaba la mirada.

La joven bruja resopló y se recostó en la silla, después abrió un cuaderno y apuntó una serie de cosas en él. Miró el reloj y vio que en diez minutos empezaría su siguiente clase. Cuando desvió la vista hasta la entrada del aula vio que, por la puerta, aparecía Seifer con un semblante muy serio y con aspecto de estar realmente agotado. Rinoa no pudo evitar tensarse levemente al verlo. Desde que la había atacado ese último día en los pasillos de las habitaciones de las chicas, no lo había vuelto a ver.

- ¡Oh!, es ese chico, el que te atacó, Seifer ¿verdad? -comentó Yinna a su lado mientras se arrimaba más a ella-.

Rinoa rodó los ojos exasperada, pero Yinna no pudo verla, como si no supiese quien era él. Cuando Seifer comenzó a subir las escaleras, seguramente para colocarse al final de la clase, observó como cruzaba una mirada con Yinna y después, clavó esos ojos verdes en ella. Rinoa pudo leer cierta suplica en ellos.

- Tranquila, no te hará nada -dijo Yinna posando su mano sobre el brazo de ella-.

En cuanto aquella fría y húmeda mano, rozó la piel del brazo de Rinoa, ésta sintió como todo se nublaba. Aquella aula donde se encontraba comenzó a oscurecerse y los alumnos, empezaron a desaparecer, como si tan solo fuesen una visión.

La pelinegra, se quedó quieta, intentando asimilar lo que estaba pasando. Su respiración se aceleró en cuestión de segundos y su mente, como otras veces, se nubló, incapaz de pensar con claridad.

"Este no es tu lugar Rinoa"

Aquella voz, siempre grave, resonó en su cabeza. Asustada, se levantó de su sitio y entre aquella penumbra que inundaba la clase, bajó las escaleras y abrió la puerta para salir al pasillo.

Cuando abrió los ojos, todo volvía a ser normal. Se recostó en la pared e intentó actuar con normalidad, ya que eran varios los alumnos, que pasaban por allí. De pronto una mano en su hombro la hizo sobresaltarse de nuevo.

- Seifer… eres tú -dijo con tranquilidad, por un momento creyó que era Yinna-.

- ¿Estás bien? -preguntó con deje preocupado-.

- Si, creo… gracias…

Yinna no se hizo esperar y apareció al lado de los muchachos con aquella falsedad que hacía tiempo habían descubierto en ella.

- Rin, ¿qué ha pasado? -preguntó apartando a Seifer y cogiéndola del brazo-.

La joven bruja se quedó callada y alternó la mirada entre ella y Seifer. Aquello le estaba empezando a resultar ridículo, estaban juntos en eso que tuviesen entre manos, pero ambos fingían no conocerse.

- Sé que vosotros dos…

En ese momento y antes de que Rinoa pudiese acabar la frase, vio como Seifer que se había mantenido tras Yinna, la miraba y negaba en silencio. Aquellos ojos se llenaron de miedo y la bruja, entendió que no debía decir nada, no por ahora.

- ¿Qué dices? -preguntó Yinna-.

- Nada, nada, estoy bien Yinna, gra-ci-as -consiguió decir esa ultima palabra con una amabilidad que ya no sabía cómo fingir-.

Yinna la miró directamente a los ojos y por un momento Rinoa, no pudo casi ni moverse, era como si la tuviera hechizada.

- Bien -dijo de pronto con una enorme sonrisa casi inhumana-. Tengo que irme ahora.

- Como que te vas… -dijo confundida Rinoa-.

- Estoy en la organización del baile, creo que esa amiga tuya, la bajita, también está allí ¿no?

La pelinegra no pudo decir nada ante la sorpresa y simplemente la vio marchar de allí. En ese instante, el instructor de la siguiente clase pasó por delante de ellos y los animó a entrar.

Seifer caminó primero, pero la joven lo detuvo cogiéndolo del brazo.

- Déjalo estar, no lo estropees más -dijo el joven rubio girándose para mirarla-.

- Pero…

Seifer se deshizo del agarre y simplemente negó con la cabeza para después encaminarse a su sitio.

Rinoa se quedó unos instantes quieta intentando entender lo que acababa de pasar, pero como siempre, su cabeza se hizo un lio y ese presentimiento de que algo malo estaba por pasar, la invadió.


Squall se encontraba en el ascensor que llevaba al piso superior con un café humeante entre sus manos. Llevaba mas de cuatro horas sin levantarse de aquel sillón de despacho y cuando las letras de aquellos informes empezaron a amontonarse, siendo incapaz de leer una sola línea más, creyó conveniente tomarse un respiro. De camino a la cafetería, intentó llamar a Rinoa, pero ésta no le cogió, miró la hora y comprobó que era la una del mediodía, aun estaría en clase.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, el chico no pudo dar un solo paso más ya que la presencia de una mujer de aspecto acerado apareció frente a él.

- Comandante -le saludó con educación la mujer-.

Squall vio pasar a Yinna por su lado para entrar en el ascensor y desaparecer en él. El chico se quedó allí quieto, no sabía que habían vuelto al jardín, aunque era de esperar. Entonces llegó hasta su mente el hecho de que se había olvidado, por completo, de comentar con el resto lo de la organización del baile, se maldijo por dentro y se dirigió al despacho de su director.

- ¡Director!

El joven entró de manera algo atropellada y sin pedir permiso, lo cual supuso, que no le había hecho ninguna gracia a su superior. Lo oyó suspirar de manera irritada al otro lado de la mesa y mirarlo con cierta inquina.

- ¿Se puede saber por qué no llamas a la puerta?

- Disculpe, director. Acabo de ver a Yinna y...

- ¿Y qué? -le interrumpió Cid-.

Squall se quedó allí plantado intentando saber porque había entrado de esa manera en el despacho de Kramer, pero la presencia de Yinna le inquietaba demasiado. Dejó el vaso de café en una mesita cercana a la salida e intentó calmarse.

- Aun no he informado a Selphie de que podía incorporarse a la organización del baile y tampoco que Yinna estará con ella -explicó tomando asiento y sintiéndose algo estúpido por aquel olvido-.

- No te preocupes por eso, esta mañana Quistis ya se lo habrá dicho. Ha estado aquí y de paso le he dado una lista de tareas para que se las de a la señorita Tilmitt -explicó sin apenas mirarlo a la cara-.

- Espere, pero…

- ¡Qué, Squall! -exclamó de pronto sin dejar seguir hablando al comandante-.

El chico se quedó unos segundos callado, mirando al director de manera retadora y sin poder reprimirse, se levantó de aquella silla y dio un golpe en la mesa.

- ¡Maldita sea! ¿No se da cuenta?

Squall sabía que estaba perdiendo los papeles, pero toda aquella historia empezaba a molestarle demasiado.

- Ellos… esa mujer… no es de fiar -comenzó a hablar bajo la atenta mirada de Kramer-. Las fichas no las encontraba porque estaban en Trab…

- ¿Estas fichas? -dijo de pronto Cid sacando las fichas de esos alumnos de un cajón-. ¡Basta ya! ¡Estoy harto, llevas días con esa tontería de que no son de fiar! -dijo furioso con una mirada que Squall no reconoció-. Quiero que te vayas ¡ahora!

El joven comandante lo miró una última vez y con la rabia recorriendo cada parte de su ser, se dirigió hacia la salida.

- No se que le pasa, pero se está equivocando -dijo Squall antes de abandonar la estancia-.

Cuando salió de allí, apareció frente a él Edea con semblante realmente preocupado.

- ¿Se puede saber que os pasa? se os oye desde el ascensor -comentó acercándose al chico-.

- Ahora no, Edea -dijo yendo hacia su propio despacho mientras daba la espalda a la mujer-.

- ¡Oh, sí! Ahora, sí -rebatió con algo de genio cogiendo a Squall del brazo y entrando en el despacho de él-.

El joven castaño refunfuñó por lo bajo y Edea le obligó a sentarse en el sofá al lado de la mesa de despacho. La mujer lo observó bajar la cabeza mientras pasaba sus manos por el pelo de manera más que nerviosa. A veces se olvidaba de que tan solo era un chico de dieciocho años en el que había recaído una enorme responsabilidad.

- ¿Me cuentas que pasa? -dijo la mujer más calmada recostándose en la mesa-.

Squall levantó la cabeza y la miró directamente. Una sonrisa amable se dibujó en su cara cuando posó su mirada en esa mujer que era lo más parecido a una madre que había conocido.

- No es nada, de verdad -suspiró recostándose en el sofá-.

Hubo un momento de silencio en el que Edea se mantuvo a la espera, sin querer forzar a ese joven al que quería como a su propio hijo. Tras unos segundos Squall volvió a mirarla y tras soltar el aire por la nariz, se decidió a hablar.

- Cid, hace días que no es el mismo, no es mi imaginación Edea, le pasa algo, Quistis también lo ha notado -comentó desviando la mirada hacia el exterior-.

- Lo sé, Squall -contestó para sorpresa del chico-. Creí que, tal vez, era cansancio o estrés, pero es como si no le reconociese. Cuando me mira, veo sus ojos vacíos, desde luego no es el hombre que yo conocía -confesó con semblante preocupado-.

Squall se levantó de aquel sofá y dando un par de vueltas por el despacho, se devanó los sesos de si contarle a Edea lo que sabían o no.

- Creo que tu sabes algo -expuso Edea llamando la atención del chico-. Puedes contármelo.

- Es una locura Edea.

La mujer se acercó hasta él y cogiéndole de la mano, se sentó en el sofá con él a su lado.

- Seguro que no es para tanto -comentó con una sonrisa-.

Squall la miró una última vez y todos esos recuerdos de cuando era pequeño estando junto a ella, le llegaron de golpe. El chico cogió aire y se dispuso a contarle lo que sabían sobre esos tres hermanos. En la historia omitió algunos detalles, como las pesadillas de Rinoa o el extraño comportamiento de Seifer, sin saber por qué, no quiso involucrarlo. Le contó las sospechas que tenían de los asesinatos, del ataque a Selphie en Trabia y de que no parecían ser humanos.

Cuando el comandante acabó de relatar aquello, vio como los ojos de Edea se paseaban por la estancia hasta clavarse en el exterior, donde parecía que una fina lluvia se había hecho dueña del lugar.

- Entiendo que no nos creas, pero…

- Cuando esos tres hermanos vinieron a matricularse, yo estaba con Cid ¿sabes? -recordó volviendo la vista hasta Squall-. Nunca dije nada porque me pareció una tontería, pero sentí algo extraño con su presencia, como si ellos no me dejasen…

- ¿Pensar con claridad? -declaró sin dejar acabar la frase a Edea-.

Ésta lo miró con cierta sorpresa, era eso exactamente lo que notó.

- Rinoa dice lo mismo cuando está con esa mujer, Yinna -aclaró el joven-.

Edea no podía pasar esa historia por alto, así que aconsejó que él y los demás no hiciesen nada por el momento. Ella investigaría y preguntaría a Laguna, por si ellos sabían algo al respecto. Le pidió que tuvieran cuidado y se despidió el chico con un abrazo.

En cuanto la mujer abandonó el despacho el cuerpo de Squall se relajó por completo, sentía que se había quitado un gran peso de encima. Debía contárselo a los demás.


Selphie se encontraba subida en una escalera colocando algunas guirnaldas decorativas en la pared del fondo. A pesar de que dos compañeros estaban sujetando esa escalera, no se sentía muy segura, nunca le habían gustada demasiado las alturas.

- Selphie, ¿quieres que sigamos nosotros? -dijo uno de los chicos desde abajo viendo la inseguridad de la joven-.

Ésta miró hacia abajo con cuidado y sonriendo, asintió.

- Gracias -dijo ella bajándose y dándole los adornos a uno de ellos-.

Selphie hizo un rápido recorrido visual y se acercó a una de las mesas improvisadas donde otros compañeros parecían discutir sobre algo. Pero en el camino hacia allí, alguien la detuvo.

- ¡Hola!

Cuando la joven Seed vio de quien se trataba su corazón dio tal vuelco que juró quedarse sin respiración.

- Soy Yinna, el director Kramer me ha encargado compartir contigo la organización de este evento.

Selphie vio aquella sonrisa que Rinoa había comentado en alguna ocasión y el vello de todo el cuerpo se le erizó.

- Pero…

- Pareces sorprendida ¿no lo sabías? Creía que el comandante ya te habría informado.

- "Genial Squall" -maldijo para sus adentros-.

- Creo que no nos conocíamos -comentó Yinna extendiendo la mano hasta Selphie para estrecharla-. Rinoa me ha hablado de ti, y de todos vosotros, aunque bueno, quien no os conoce ¿verdad? Los héroes que salvaron el mundo.

Selphie notó cierto tono sarcástico en aquella última frase y sonrió de medio lado intentando fingir normalidad, algo que le estaba costando bastante. Por su mente empezaron a pasar un sinfín de situaciones de por qué esa mujer estaba allí. Seguro que era ella la que había ido donde Cid a pedirle colaborar en la organización, tal vez era una manera de tenerla vigilada ya que su hermano ya le habría contado lo sucedido en Trabia o había creído que Rinoa participaba también en dicha organización o tal vez…

- Kramer me llamó, tu aun seguías en la enfermería y bueno, no sabían cuando te recuperarías -explicó Yinna interrumpiendo los pensamientos de Selphie-.

La Seed la miró de manera inquisitiva, así que ¿solo era eso? ¿Kramer se lo había pedido?

- ¿Me dices de una vez como que puedo ayudar? -exclamó con algo de irritación-.

Selphie salió de aquel ensimismamiento en el que había entrado desde que esa mujer se había plantado frente a ella y cogiendo una copia de las tareas a realizar, se la pasó a Yinna.

- Puedes ayudar en aquel grupo -señaló al fondo del salón donde otros alumnos estaban colgando mas adornos en la pared-.

- ¡Vaya! Creí que haría algo más interesante -dijo de manera mordaz-.

Selphie rodó los ojos y simplemente se marchó de allí, no soportaba mas estar con esa mujer. Mientras comenzaba a organizar el catering para el evento, no pudo dejar de mirar en la dirección donde se encontraba esa mujer que la ponía los pelos de punta. A pesar de la distancia que las separaba, podía sentir como si una sensación de pesadez se instalase en su mente, haciendo que el pensar con claridad le fuese casi imposible. ¿Sería eso a lo que se refería Rinoa?


Aquel día había transcurrido más lento de lo esperado para esos Seeds. Al final ni siquiera habían podido reunirse para la comida así que ahora, casi las nueve de la noche, se encontraba en la puerta de la cafetería esperando a Rinoa, quien se encontraba hablando con Squall por teléfono intentando que bajase con ellos a cenar, lo cual seguramente no ocurriría.

Y como era de esperar aquello no pasó. Cuando todos estuvieron sentados en la mesa con sus respectivas bandejas llenas de comida, la pelinegra les explicó que parece que Kramer no tenía un buen día y aun retenía a Squall en el despacho. También le pidió que, por favor, les dijese a los demás, que necesitaba que estuvieran todos en el desayuno, ya que debía contarles algo muy importante.

- ¿Y no te ha dicho de qué se trataba? -preguntó Quistis con curiosidad que vio negar a Rinoa-.

- ¿Y con Yinna? ¿Qué tal? -preguntó esta vez el vaquero alternando la mirada entre Rinoa y Selphie que eran las únicas que habían tenido que estar cerca de ella por obligación-.

Selphie fue la primera en contestar y removiéndose de manera incomoda en su silla, comentó que le ponía los pelos de punta y que una vez que le había asignado ciertas tareas, tampoco supo más de ella. En cambio, Rinoa se mantuvo callada durante unos instantes, recordando ese momento en clase cuando, de nuevo, todo a su alrededor pareció no pertenecer a esa realidad. Si los sueño que venía teniendo ya la preocupaban bastante eso que hacía unos días la pasaba, la estaba devorando por dentro, pero no quiso decir nada a los demás.

- ¿Rin? – la voz de Selphie a su lado la hizo desviar la mirada que se mantenía fija en la mesa-.

La joven bruja pareció despertar de su ensimismamiento y suspiró algo abatida.

- Ha estado pegada a mí toda la mañana hasta que se ha marchado a la organización del baile -explicó mirando de manera cómplice a Selphie-.

- Ya… Me he dado un susto de muerte cuando la he visto allí ¿por qué Squall no me dijo nada? -se quejó haciendo un mohín-.

Rinoa se encogió de hombros.

- No le veo desde ayer a la tarde, ni si quiera he podido hablar con él cinco minutos seguidos por teléfono. Supongo que se olvidó de comentarlo -dijo intentando disculpar al comandante-. También he visto a Seifer en clase -añadió mirando a Quistis quien rápidamente clavó sus ojos azules en la bruja-.

- ¿Y? -preguntó con cautela-.

- No sé, no parece él, esta continuamente alerta y Yinna y el han cruzado miradas en varias ocasiones, no sé, todo resulta tan frustrante -comentó exasperada la mujer-.

El silencio se hizo dueño del grupo durante unos instantes hasta que Zell, quien no había abierto la boca mientras devoraba su cena, se dispuso a halar.

- Por cierto, esta mañana he estado de nuevo en la biblioteca y he encontrado un libro que tiene un símbolo muy parecido al de la víctima.

Rápidamente todos se echaron hacia delante en sus sillas prestando toda su atención al artista marcial.

- Seguro que esa chica tan mona te ha ayudado -sonrió Irvine dándole un codazo-.

Zell desvió una mirada recelosa hasta el vaquero, pero no quiso seguirle el juego.

- Pues sí, muy amablemente, me ha guiado hasta dicho libro. Me ha comentado que también le sonaba cuando lo vio en la tele.

- Bueno ¿y? -preguntó un tanto impaciente la bruja-.

- He estado echándole un ojo esta tarde, pero la verdad, no he encontrado nada. Hay párrafos en un idioma raro y toda la literatura es muy pesada.

- ¿Me lo dejas esta noche? -dijo con entusiasmo Rinoa-.

El joven se rascó la nunca y sonrió al ver la emoción de la chica.

- Si, claro pero no te emociones, igual no encuentras nada. Luego pasamos por mi habitación y te lo doy.

Rinoa sonrió ampliamente.

Estuvieron un rato mas charlando y de vez en cuando miraban hacia la entrada con inquietud, esperando, tal vez, ver a Yinna y a sus hermanos, pero eso no ocurrió. Desde que esos hermanos habían aparecido en sus vidas, no los habían visto por la cafetería ni un solo día.


Era medianoche y tan solo algunos alumnos rezagados corrían ya hacia sus habitaciones. El silencio, a esas horas, empezaba a ser el protagonista de aquella majestuosa escuela militar. Tan solo el sonido del agua de las fuentes del hall, interrumpía aquel silencio.

Yinna caminaba con paso lento hacia el patio exterior. Cuando salió, una fina lluvia, que había acompañado al pueblo de Balamb durante todo el día, la hizo refugiarse bajo una tejavana al final del lugar. Vio a sus hermanos aparecer por la pasarela exterior que conectaba los pasillos y con un gesto de mano, los hizo acercarse hasta ella.

- ¿Has devuelto las fichas? -preguntó con inquietud ella-.

Sonhen asintió sin cambiar un ápice el gesto del rostro.

- El director es nuestro, hará lo que le digamos, sin dudar -añadió-.

Yinna dejó entrever una media sonrisa.

- Y, ahora ¿qué? -preguntó esta vez Galh que se había mantenido en silencio-.

La mujer rodó los ojos hasta él.

- Ahora debemos ser pacientes y esperar, hemos conseguido cerrar el círculo, lo más difícil ya está hecho -explicó con un atisbo de locura en la mirada-.

- ¿Y qué haremos con la chica de Trabia? Creía que había acabado con ella, pero resultó ser más dura de lo que esperaba -la voz de Sonhen resonó de manera grave en el silencio del lugar-. Seguro que se lo ha contado a los demás -añadió bajando el tono de voz-.

- Eso ya no importa, nadie les creerá, digan lo que digan. Están solos en esto.

Una presencia acercándose hasta los tres hermanos hizo que Yinna dejase de hablar y se girase hacia donde provenían aquellos pasos.

- ¡Joder! ¡Estáis completamente chiflados! -apuntó el joven con cierta sorna-.

- Seifer… ¿qué haces aquí? -preguntó la mujer acercándose hasta él y posando esa fría mano sobre su hombro.

- ¡No me toques! -exclamó apartándose de ese ser-. No quiero seguir con esto -sentenció-. No quiero seguir haciendo daño a Rinoa -añadió mirando a Yinna de manera retadora-.

La mujer dejó escapar una especie de sonido a modo de risa burlona.

- Hasta ahora lo has hecho muy bien, gracias a ti hemos podido cerrar el círculo y esa bruja esta débil, aunque ella crea lo contrario -comentó con una amabilidad fingida que Seifer captó al momento-. Creí que la odiabas -añadió la mujer con desinterés-.

- Yo no la odio, tú me hiciste creer eso. Te aprovechaste de ese rencor que sentía y me pusiste en contra de todos ellos -argumentó sin dejar de mirarla fijamente. No dejaría que detectase su miedo-.

Esa mujer comenzó a reír por lo bajo hasta que su risa demente comenzó a escucharse por todo el jardín. De pronto se giró y se dirigió hacia Seifer.

- ¡Tu seguirás con nosotros hasta el final! ¿me oyes? -amenazó la mujer con esa sonrisa exagerada y empezando a adquirir ese aspecto que desde luego, no era humano-.

Seifer sintió como su cuerpo se paralizaba por completo, incapaz de mover un solo musculo.

- Si cuentas algo de todo esto a alguno de esos malditos Seeds, te aseguro que Rinoa sufrirá de una manera inimaginable y a ese comandante arrogante le obligare a mirar como su bruja se deshace de dolor. Ella es la clave, no dejaré que lo estropees, no cuando estamos tan cerca.

Seifer sintió como el aire comenzaba a faltarle y sus rodillas comenzaron a doblarse hasta que cayó al suelo. En ese momento, ese agarre invisible cedió, haciendo que su movilidad regresase con el ansiado oxigeno que empezaba a faltarle.

Tosió un par de veces y como pudo se incorporó, pero antes de que pudiera decir nada más, observó cómo esos tres desaparecían por la pasarela hacia el interior del jardín.

Como otras tantas veces su mente volvió a nublarse y ese rencor hacia Rinoa lo envolvió como la marea, incapaz de deshacerse de él.


Notitas…

Bueno pues otro capitulito completado. Espero que os haya gustado y gracias por leer. Hasta la próxima

Nancyriny: Si, Squall y Rinoa son demasiado monos en sus inicios, tan inocentes ellos. Ya sé que en este capitulo no hay ración de ellos dos, pero no te preocupes, habrá más. De hecho, el siguiente capitulo empieza con ellos, como no.
Como siempre, gracias por tu fidelidad y por supuesto, por tus reviews, que ya sé que siempre lo digo, pero me dan vidilla. Un abrazo fuerte!