Estos cortos fanfiction son una colección que he publicado individualmente en mi sideblog en Tumblr: vldfanenesp.

Voltron: Legendary Defender es propiedad de Dreamworks Animation. No poseo ningún derecho sobre los personajes.

El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.


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Tiempo: Temp. 1 Cap. 2 al Temp. 1 Cap. 3

–¡¿Pero por qué?!

–Lance…

–¡No es justo! ¡No lo necesito!

–Lance.

–¡Primero se congelará el infierno antes que yo…!

–¡Lance! –Shiro había tenido suficiente. Alzando la voz silenció de inmediato al joven moreno delante de él, quien aún continuaba con su dedo índice erguido para remarcar su punto.

Desde que el paladín negro se propuso mentalmente aquella petición que tenía para Lance, supo que no iba a ser sencillo… para ninguno. Pero para situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Tan solo habían conseguido formar a Voltron dos veces, lo que volvía la coordinación entre los paladines fundamental, tal vez tanto como su lazó con los leones.

–Ya hemos hablado de esto –repitió una vez más Shiro pasando su mano robótica por su frente desordenando así su flequillo –; si queremos derrotar a Zarkon, debemos ser capaces de formar y pilotear a Voltron lo mejor y lo más rápido posible.

–Sí, pero… –intentó interrumpirlo Lance antes que fuera cortado de nuevo por su líder.

–Ahora como paladines de Voltron, hay responsabilidades que superan nuestros propios deseos. Debemos estar dispuestos a hacer sacrificios.

–Sí, pero… pero –musitó el paladín azul haciendo un lindo puchero – ¡Pero es Keith!

Tal vez la última persona con la que quería contar en una misión intergaláctica para salvar el universo, incluso con el menos deseaba quedar atrapado en un espacio reducido. Para Lance, el paladín rojo era su talón de Aquiles, de la peor manera posible. Desde que se topado con aquel copetillo por primera vez en la academia Garrison, su vida se había ido a pique, y cuando éste desapareció, todo volvía a ser de color de rosa. Por desgracia para él, eso no duró mucho tiempo.

Keith era un piloto nato, tenía mejores reflejos y un instinto sagas, cosas que Lance envidiaba (admiraba secretamente, pero ni muerto admitiría). Era casi como una pesadilla para él, que Shiro (su ídolo), lo obligara en entrenar con el paladín rojo. Todavía tenía muy fresco en su memoria la última vez que había trabajado juntos en un entrenamiento y casi había muerto electrocutado.

–¡Esta bien! –gruñó frustrado alzando sus brazos en el aire, mucho antes de que Shiro pudiera argumentar algo más –. Entrenare con Keith hoy –dijo de mala gana evitado a toda costa ver la leve sonrisa que se dibujó en los labios de Shiro–. ¡Pero te aseguro que será inútil! ¡Quiznak! Para ser líder eres muy mandón –se quejó aún mirando sus tenis –. Actúas como si fueras nuestro padre.

Un leve sonrojo apareció en las mejillas de Shiro ante aquella declaración. Nervioso, tosió suavemente contra su puño.

–Cielo, no soy tan viejo ¿verdad? –dijo –. Tan solo soy unos años mayor.

–Bueno, defectivamente eres todo un "papito" –comentó Lance sin darse cuenta de lo que había dicho. Unos segundos después, su cerebro procesó con horror sus propias palabras, y espantado, se sonrojo terriblemente.

¡¿QUÉ ACABABA DE DECIR?! ¡¿QUÉ QUIZNAK LE PASABA?! ¡¿POR QUÉ DIJO ESO?!

Alarmado, sus ojos no pudieron evitar brincar al rostro de Shiro, quien también se había puesto tan rojo como un tomate y comenzó a balbucear sin sentido:

–Yo… debería… tal vez tú-ú.

–Sí, yo… debo irme… porque… ya sabes…

–C-claro, yo también… debo… por acá…

Y sin poder terminar una frase completa alguno ninguno de los dos o poder verse a los ojos nuevamente, tanto Shiro y Lance huyeron con pánico en direcciones opuestas.

–¡¿Por qué rayos dije eso?! –se preguntó así mismo Lance mientras caminaba por los largos corredores del castillo en dirección de la sala de entrenamiento; justamente donde Shiro le había informado donde podía encontrar a Keith –. ¿Qué es lo que me pasa?

Probablemente, la extraña comida alteana le afectaba o el viaje por el espacio arruinaba su cerebro; pero el paladín azul no podía negar como su estomago revoloteaba la mayor parte del tiempo, sus emociones estaban flor de piel y pensamientos inusuales rondaban su cabeza.

–Espero que sea temporal –musitó algo compungido en lo que la puertas automáticas de la sala se abrieron ante él. Solo esperaba que algún día, pudiera volver a ver a Shiro a la cara otra vez.

Pero tan pronto dio un paso en la habitación, Shiro dejo de ser una de sus preocupaciones. En el centro de aquella enorme sala de entrenamiento, Keith enfrentaba uno de los droides de pelea. Lance recordaba muy bien los difíciles que podían ser aquellos robos, su cuerpo lo tenía muy presente con los moretones que relucían en su piel; pero en aquella ocasión, Keith parecía poder enfrentarlo con tal libertad que lo hacía parecer un juego de niños.

–Probablemente los tiene en nivel para infantes –se dijo a sí mismo el paladín azul, aunque era consciente que los niños alteanos pendían vencer fácilmente el nivel más básico del programa de entrenamiento; mientras que para ellos había resultado casi imposible.

Pasaron varios minutos y Keith parecía no percatarse de su presencia, por lo que Lance comenzó a frustrarse.

–¡Hey, Keith! –le gritó–. ¡¿Ya vas a terminar de jugar?!

El efecto de las palabras de Lance en el paladín rojo fue inmediato, un momento de desconcentración fue lo necesario para que Keith perdiera su arma y fuera lanzado al otro lado de la habitación ante un fuerte golpe en pecho.

El androide de combate se desactivo inmediatamente ante su victoria y Keith, con la respiración entre cortada se levantó del suelo tambaleándose.

–¡¿Qué fue es?! –bramó éste aún más frustrado que el otro, desde el otro extremo de la habitación.

–¡Solo era una pregunta! –gritó nuevamente Lance permaneciendo aún junto a la puerta.

–¡No! ¡Lo hiciste apropósito para distraerme!

–¡No es mi culpa que puedas distraerte tan fácil!

Keith gruñó indescifrablemente un par de cosas más, en lo que Lance disfrutaba su efecto en su compañero paladín.

–¿Qué es lo que quieres? –preguntó Keith todo gruñón aproximándose a Lance. Por primera vez desde que entró en la habitación, el paladín azul pudo percatarse que Keith no vestía su acostumbrada chaqueta rojiza, su cabello y rostro estaban empapados por el sudor hasta hacerlo brillar, y las pupilas de sus ojos se encontraban tan dilatadas que los hacía ver más grandes.

–Yo, nada de ti –contestó Lance con descarada soberbia –. Pero Shiro cree que debemos entrenar juntos para mejor nuestro trabajo en equipo.

–Sí, mencionó algo –comentó Keith blandiendo su bayard y apareciendo una vez más su espada en un abrir y cerrar de ojos.

–Mencionar es decir poco –se quejo el otro cruzando sus brazos sobre su pecho–. Técnicamente, es una orden.

–La verdad, no estoy seguro de eso. No le puse mucha atención.

Algo repentino cambio en la voz de Keith que hizo que Lance clavara sus ojos en él; como si el otro paladín tratara de evitar el tema de Shiro. Pero antes de que el joven moreno pudiera descifrar lo que ocultaba la sique de su compañero, éste blandió su espada en su dirección con dos sagaces movimientos.

–Pues, no hay tiempo que perder –dijo –. Toma tu arma y empecemos de una vez.

–¡¿Qué?! –se quejó el paladín azul –. ¿Acaso no vamos a volar en los leones?

–No –fue lo único que dijo Keith antes de lanzarse contra Lance.

El paladín azul soltó un gritillo en pánico antes de arrojarse a un lado.

–¡¿Qué quiznak te pasa?! ¡¿Acaso quieres matarme?!

–Antes de practicar técnica de vuelo, quiero saber que tan buenos son tus reflejos.

–¡¿Qué clase de técnica descabellada de entrenamiento es esa?!

–¡La mía! –vociferó Keith antes de lazarse nuevamente contra su compañero.

Por casi diez minutos, Keith persiguió a Lance por toda la sala de entrenamiento en lo que el otro escapaba de su filosa arma. Al no tener su bayard consigo, el joven moreno no contaba con nada para defenderse de los ataques de su compañero. Durante toda la persecución, la habitación se llenó de los inconfundibles gritos de Lance en terror.

Y éstos pudieron continuaron mucho más, hasta que finalmente la carrera terminó con el paladín azul tropezando con el androide de combate desactivado, cayendo de bruces al suelo y quedando así a la merced de Keith. Lo que ninguno de los dos esperaba, era que tal como el paladín rojo buscaba, Lance actuó reflejo y logró soltarle una patada en la pantorrilla a su oponente antes de que éste lo alcanzara.

Keith perdió el equilibrio, soltando su bayard y cayendo hacia adelante como un saco de papas. Por suerte o desgracia, Lance amortiguó su caída al caer sobre su cuerpo.

Cuando ambos jóvenes superaron el dolor inicial del impacto y fueron consientes de la situación, se encontraban uno frente al otro, con los rostros a unos centímetros entre ellos. Sus piernas habían quedado entrelazadas por la caída y sus cuerpos agitados estaban calientes por la constante carrera.

Nunca Lance había estado tan cerca de Keith como para percatarse que sus ojos tenía un suave color violeta y que su rostro fuera tan limpio. Era lo único que le faltaba, que Keith tuviera un cutis sin imperfecciones sin el menor esfuerzo.

Pero a como superaban la sorpresa, sus rostros ya por sí acalorados por el ejercicio se sonrojaron aún más por el contacto físico. Cuando finalmente cobraron movilidad de su cuerpos, ambos chicos forcejearon mientras mascullaban incoherencias, en lo que intentaban alejarse unos del otro.

Al lograr liberarse del nudo en que se encontraban sus piernas con las de Keith, Lance salió disparado de la sala como si un demonio buscara su alma, dejando al otro tendido en el suelo. Una vez que alcanzó la soledad del pasillo, se recargó contra la fría superficie de metal, en lo que trataba de calmar su acelerado y loco corazón; sin saber que del otro lado de la puerta, Keith intentaba lo mismo.

No importaba que lo ordenara Shiro, no volvería a entrenar con Keith.

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Se ponen interesantes las cosas ¿no?

Actualización 26 de Octubre: Empieza una temporada importante para mí, por lo cual me será difícil mantenerme activa, actualizar y publicar en lo que respecta la próxima semana. Por lo que no sabrán mucho de mí en los siguientes diez días. Gracias por su compresión y nos vemos del otro lado.