serpens cor

Shaina, June

Post-canon

El caduceo es símbolo de la imparcialidad de los heraldos.

El bastón de Asclepio es un símbolo de salud.

El Uroboros es un ciclo constante, así de principio como de final.

Si una serpiente comienza una maldición, naturalmente, es su deber acabarla.


—¿El corazón de Ofiuco? —cuestionó June, ajustando la máscara sobre su rostro. El frío, pese a que ya no nevaba, se colaba cada tanto hacia su rostro. Un sentimiento más bien desconocido.

Shaina, quien guiaba la marcha, asintió antes de decidir ir por el camino derecho. Sabía que el dueño de la torre no se mostraría hostil con ella o su compañera, pero, aún era lo suficientemente juguetón como para hacerlas tropezar en el camino si le permitían detectarlas antes de tiempo.

—Es una vieja leyenda —explicó el santo mayor—. De antes, incluso, de que la armadura se volviera de plata. El corazón de Ofiuco, y por extensión el de quién sea que la porte, es benévolo. Mas he allí el problema, en la historia del santuario, solo yo y otra mujer hemos sido aptas de portar su voluntad.

—Eres muy amable, Shaina, aunque odies admitirlo —June esquivó fácilmente un golpe disfrazado de señal para cambiar de rumbo. La rubia sonreía bajo su máscara.

—Niña tonta, no interrumpas a tus mayores —se resignó a objetar—. Lo que quiero decir es, ¿no te parece raro? Incluso la ropa de Pegaso, el favorito de nuestra diosa, ha pasado por al menos una decena de mujeres; ¿siquiera se han contado las del Camaleón? —«diecinueve, veinte conmigo» pensó June—. No entrenaste en el santuario así que no tienes por qué saberlo, pero, las previas aspirantes a Ofiuco fueron asesinadas por sus rivales. Es normal, lo sé, es una competencia a muerte; lo que no es normal es que todos estén de acuerdo en acabar primero con las mujeres —Shaina suspiró—. Se dice que somos lo opuesto a los varones, que en vez de usuarias del talento de Asclepio somos la otra serpiente del caduceo. La anterior portadora, en lugar de ser una curadora, extendió su propia vida a cambio de las de sus compañeros; arrancándoles a todos los enfermos el corazón. Su trato con Tánatos fue tan repugnante que nadie desea su resurgimiento.

Por un trecho del camino, el fuerte viento las cubrió en su silencio. El santo de Camaleón, quien amaba con tal ímpetu al santo de Andrómeda aún cuando se sabía no correspondida en el sentimiento, no podía entender el recelo de su hermana de armas para con sus compañeros. Mas, si lo que decía era cierto…

—¿Por qué estás viva? —tal vez no era la mejor formulación de la pregunta, pero logró hacer reír a la mayor.

—Porque el Aguila salvó a ésta serpiente —rememoró con un inusual deje de aprecio en la voz—. Ella dijo que no toleraría la injusticia de un complot y, si tanto les preocupaba que yo fuera a enfrentar a mis hermanos indiscriminadamente, tan solo debían asegurarse de no verme a la cara si algún día me quitaba la máscara frente a ellos.

June hizo una mueca, pues incluso ella sabía sobre el descaro del caballero de Pegaso cuando se trataba de la privacidad de Ofiuco. Pero, Shaina hacía mucho tiempo que superó la ira de la venganza.

—Patético, que un pajarito tuviera que salvarte la cola —comentó con su voz más hiriente, pero el santo de Ofiuco apenas volteó a verla un momento, sutil y elegante como un reptil.

—Te hacen falta amigos, rubita.

«Ouch» June tan solo tosió, pues no podía mostrarse débil ni ante esa preciada hermana suya.

—¿Qué tiene que ver ésa historia tuya con mi Camaleón?

—Oh, nada —Shaina habló muy suavemente, como si murmurase para sí misma—. Pero de seguro tienes el nivel para conectar con el pasado de tu armadura, dime, ¿alguna vez lo has hecho? —June asintió tras pensarlo un momento—. Yo también lo he hecho, por más que me negara en un principio… Puedes hacer caso a mi consejo u olvidarte de todo ésto, pero, no creo que debas seguir intentando mostrar tu rostro al santo de Andrómeda.

—¡¿Y éso por qué?! —cuestionó alcanzando a su mayor, deteniéndola por el hombro izquierdo. Shaina no se alteró.

—Porque tú eres idéntica a mi predecesora, en apariencia y en actitud, Camaleón —June presionó con fuerza los dientes mas no se movió, ni siquiera respiró, durante un largo rato—. El amor no corre en un solo sentido —Shaina apartó la mano de su hermana con gentileza—. No estamos lejos, vamos, que volverá a nevar en cualquier momento.

June de Camaleón respiró hondo, la humedad fría volvía a invadir su máscara. Shun de Andrómeda era un ser humano casi divino, ¿acaso Shaina pensaba que no lo sabía ya?, ¿acaso pensaba que ante un predecible rechazo ella intentaría matarlo para arrancarle el corazón como la última Ofiuco hizo con algún Camaleón?, ¿en verdad creía que era tan…?

June volvió a respirar hondo y notó que Shaina se había detenido y había volteado para verla. Podía sentir la empática pena en la expresión ajena bajo la máscara de plata. Totalmente patético y desagradable, porque, quién es tan idiota como para apenarse por una asesina con cien rostros.

—Te sigo, te sigo. No pares por mí —expresó la más joven mientras se acercaba a la mayor con prisa.

June sabía que su obsesión por Shun la había hecho cometer idioteces a mansalva, pero, sus hermanos le habían permitido hacerlo; ninguno de ellos logró ganarle. Shaina en cambio, justo como Marín, la había derrotado sin necesidad de que ninguna de las dos se jugase el honor al respecto, una y otra vez. Incluso ahora, no se comportaba extraño, ni cautelosa ni desconfiada al momento de darle la espalda.

—Shaina —llamó cuando la torre finalmente se delineó detrás de la cortina de humedad—. Si vuelvo a cometer una idiotez, ¿podrías detenerme?

El santo de Ofiuco suspiró cruzando los brazos sobre su abdomen.

—¿Aún crees que te traje hasta aquí solo por esa abolladura? —Shaina inclinó su cabeza hacia la torre—. Kiki está aterrado por las cosas que puede leer en tu cabeza y no puedes entrenar tu paz mental con Andrómeda cerca. Vamos a meditar aquí hasta que dejes de pensar en éso, sin importar cuánto tardes, lo quieras o no. Voy a limpiar ese corazón ponzoñoso aunque para ello tenga que arrancártelo.

Las últimas palabras de Ofiuco fueron una verdadera amenaza, mas el Camaleón asintió prontamente.

—Gracias —«en verdad eres gentil como ninguna otra» no pudo evitar pensar.