duplex facies

Andrómeda Negro

Saint Seiya Awakening, UA

Se dice que no puede existir un gran mago, sin un gran asistente que lo respalde


Ser un doble de acción es un trabajo poco respetado y nada sencillo. Ambas cualidades ocurren, seguro, a causa de que el doble tiene la misión de jamás opacar al actor original. De ser posible, el público ni siquiera debe notar su existencia; entonces se puede decir que su trabajo ha sido impecable.

«Andrómeda Negro» bien sabía que su personaje no pasaría de un plano minoritario en aquél extraño torneo de equipos, pero, ocurrió algo extraño: «Shun de Andrómeda (Nebular)» tampoco brilló durante mucho tiempo. El joven no tiene reparos en admitir que sintió cierta satisfacción al respecto en su momento; el actor de «Shun» jamás se lo ha reprochado.

De cualquier modo, mientras los apostadores y duelistas en el Torneo de Jamir continuaban disfrutando de las ediciones y los nuevos rivales invitados, resultó ser que Shun llegó a poseer cuatro personajes jugables y, al ser dos de ellos favoritos en el torneo, volvió a requerir de dobles para suplirlo en los enfrentamientos.

Andrómeda Negro aceptó sin dudar el papel de «Shun del Inframundo» mientras el original se ocupaba del rol de «Shun Divino». No era un problema el que ni siquiera le hubiesen ofrecido tomar el segundo papel aunque fuese en los equipos rivales, pues sabía que tal cosa jamás sería su decisión; mas tuvo ciertas dificultades en adaptarse a un papel protagónico.

Más aún, cuando ciertas «Diosas» se unieron al juego y Shun del Inframundo brilló todavía más que en un principio. Andrómeda Negro llegó a sentirse como un traidor cuando, en lugar de molestarse o pedir el papel de regreso, Shun tan solo lo felicitó y deseó que continuase haciendo un buen trabajo (en aquél momento, despreció su apretón de manos).

Incluso así, a veces les toca luchar juntos y Shun del Inframundo debe admitir que son las peleas en que más calmado se encuentra. Pues más allá del sentimiento de traición, lo cierto es que posee cierto temor que lo supera; temor a perder; temor a ver caer a sus compañeros (un pensamiento que es extrañamente acorde al personaje del Shun original); temor a manchar el nombre que le obsequiaron. Cuando lucha junto a Shun Divino siente cierta paz, aún más que cuando tiene a su lado a la diosa ateniense o a «Ikki Divino» (su ex-jefe, quien le ofreció el papel de doble de acción en un principio).

Cada vez que acaba el torneo, gane quien gane, Andrómeda Negro suele invitar a Shun a comer y, aunque el actor japonés bien podría marcharse junto a «Shiryu Divino» o «Atena» quienes también realizan apariciones regulares, el otro siempre acepta.

De cualquier modo a nadie, nadie que logre verlos salir del estadio, extraña el ver a Shun Divino y Shun del Inframundo juntos una vez más.

Andrómeda Negro lo hace por gratitud, no por amistad. Tampoco respeta tanto a su actor principal y cualquiera que logre aguzar lo suficiente el oído para espiar sus escasas conversaciones puede apreciar éste hecho. Sus cenas en compañía del otro son agradables, de cualquier modo. Pues Shun sabe que Andrómeda Negro no posee muchos amigos y confía en demasiadas pocas personas, de hecho, es seguro que se regocija en saber que él es una de ésas pocas personas mientras sorbe el té que acompaña su postre.

El mayor nota que está siendo observado con inusual seriedad y sonríe devolviéndole su atención.

—Buen trabajo hoy, Andrómeda —aquello logra hacer al más joven alzar las comisuras de sus labios, aunque pronto oculta su sentir tras un bocado de pavlova.

—Hm, como siempre, ¿no es así, Andrómeda? —su respuesta es intencionalmente burda mas no logra derrumbar el humor de su contraparte, quien ríe asintiendo.

Después de todo, para Shun, todos sus dobles comparten su título y no repara en llamarlos ni en ser llamado de aquél modo de regreso. Es un gesto inútil y, para cualquiera que lo observe desde fuera, probablemente carezca de propósito; aún así, Andrómeda Negro fue simplemente «Andrómeda» para Shun desde el primer día en que trabajaron juntos y las cámaras dejaron de enfocarlos. Esa minúscula seña de respeto fue lo que dispuso al menor a no rechazar la oferta para volver a participar en aquella historia cuando le ofrecieron la oportunidad.

La razón por la cual permaneció, incluso cuando le pidieron dejar de ser un imitador.