1.- Prólogo: El Sueño del Círculo Cruzado

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En su sueño sucedieron un montón de situaciones raras. Recordaba correr junto a un grupo de extrañas personas y animales.

Luego se encontró en la cima de un risco, tocando su ocarina. El cielo estaba cubierto de nubes negras, iba a azotar una tormenta eléctrica en cualquier momento. No recordaba si había sido él quien la invocó o si intentaba despejarla.

Entonces, de la nada se puso a pelear con una rata-conejo amarillo. El animal tenía el poder del rayo a su disposición y podía poner una buena pelea. Al final, tanto él como la rata amarilla saltaron para darse una patada voladora el uno al otro. A la vez que lo hacían, Link se dio cuenta que a ambos lados había otros personajes haciendo lo mismo, unos con otros, como una especie de combates organizados.

No supo si llegó a aterrizar después de esa patada, solo escuchó a un hombre gritando muy emocionado, pero no le entendió qué decía.

Al final, un tiempo indefinido después del combate, se vio solo en un espacio oscuro. No había suelo, ni arriba ni abajo, solo estaba él… y una mano. Era una mano cubierta en un guante blanco, enorme, tan grande como el portón levadizo hacia el mercado de Hyrule. La mano flotaba frente a él, sin un dueño, sin un brazo que la atara, pero se movía, y peor aun, tenía intención.

Entonces la mano le apuntó directo al pecho, con su dedo índice más grande que él mismo. Link sintió un intenso dolor por un instante. Se miró el pecho desnudo y descubrió una marca grabándose ahí mismo, por medio de magia. Se trataba de un círculo negro, cruzado por dos líneas en cruz; una vertical y una horizontal. No se cruzaban al medio, sino que en un costado. De esa manera formaban un símbolo que nunca antes había visto.

—Héroe del Tiempo— lo llamó la mano, su voz potente, enorme, proveniente de todos lados.

Link alzó la vista hacia la mano. No entendió cómo una mano podía hablar, mucho menos cómo sabría de su título. Nadie conocía ese título, pues había sido olvidado en un futuro que nunca fue.

—Tú tienes su amor. Tú entrarás al torneo.

—¡¿Qué?! ¡¿Amor de quién?!— alegó él— ¡¿Qué eres tú?! ¡¿Qué torn…

Pero no pudo seguir preguntando, puesto que en ese momento despertó.

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Era de noche, estaba muy oscuro, hacía algo de frío. Link estaba en su cama. Estaba empapado en sudor, sujetaba su espada con su mano izquierda y alzaba la otra como si llevara su escudo.

Necesitaba calmarse. Ese sueño lo había estremecido más de lo que habría esperado de cualquier pesadilla. Sentía como si apenas hubiera escapado con su vida.

—Ya, solo fue un sueño— se dijo.

Su cuerpo aún sentía el miedo. Necesitaba calmarlo con su mente racional, bajar los ánimos. Pensando en eso, encendió su lámpara de aceite sobre su velador, se puso de pie y se dirigió a la cocina.

—Un buen trago de leche me calmará los nervios— pensó.

Fue a la caja con sus reservas, sacó una de las botellas que le había dado Malon en su última entrega, la abrió y se la tomó entera. Suspiró. Respiró varias veces, ya más calmado.

Poco recordaba del sueño, solo la pelea con la rata amarilla y la mano enorme.

Entonces volvió a vivir los instantes del dedo apuntándole y el círculo formándose en su pecho. Con desagrado, se llevó la punta de los dedos al pecho.

—No fue real— se dijo.

Pero entonces sintió un relieve que antes no había.

Alarmado, se giró hacia la lámpara de aceite y se rajó la camisa para descubrir sus pectorales. Desconcertado, contempló ahí en el medio: la marca de un círculo negro cruzado por dos rectas. Link comenzó a respirar más agitadamente, mientras comprendía que otra nueva y extraña aventura estaba por impactar su vida.