Y como cada semana, les dejo la parte 5 de esta historia y de mi bebé shinigami ahora en la mansión de Ciel, y compartiendo techo con su enemigo el demonio.

Agradezco mucho su apoyo a los que le han dado una oportunidad a esta historia, espero este siendo de su agrado, y no se olviden de dejar un comentario.


Capítulo 5 - Mansión

Al día siguiente, Jill permaneció afuera de la iglesia durante el funeral de la mujer de rojo, Angelina Durles, o madame Red, así la había llamado el mocoso, y se trataba de su tía. Después del entierro, Ciel abordo su carruaje, y se dirigieron a St. Patrick's Roman Catholic Cementery. Jill siguió de cerca al joven conde, hasta una lápida con el nombre de Mary Jane Kelly grabado en él, en la cual parecía estarles esperando un extraño sujeto de cabello largo y plateado, vestido con una túnica negra y un sombrero de copa, el sujeto sonreía, como si algo le causara gracia todo el tiempo.

— ¿Esta tumba es…? — pregunto la joven shinigami

— Es la última víctima del destripador — respondió Ciel — era inmigrante, como las demás, pero ella no tenía quien reclamara su cuerpo

— El conde fue tan bondadoso al pedirme que me encargara de su cuerpo, y brindarle una sepultura — murmuro el sujeto con un tono de voz divertido, ahora que estaba más cerca, Jill pudo notar la cicatriz que atravesaba su rostro, y otra que atravesaba su cuello, sus ojos estaban cubiertos por su flequillo disparejo.

— Tampoco es que fuera un pedido del otro mundo, Undertaker — le reclamo Ciel malhumorado — no soy bondadoso, solo me siento algo culpable por no haber evitado su muerte — agrego agachando la mirada — pude haberlo hecho, pero preferí sacrificarla para atrapar a Jack el Destripador, para mí, no fue más que una pieza de ajedrez mas

— ¿Sientes culpa por sacrificar un peón del ajedrez? — pregunto Jill con curiosidad, pero Ciel no respondió nada

— ¿Porque no disparo, Joven amo? — pregunto Sebastian con seriedad — en el callejón, porque no disparo contra Madame?

— ¡¿Acaso este mocoso estaba…?! — pregunto Jill sorprendida

— Acaso, usted que es capaz de disparar contra cualquiera, ¿no hizo solo porque se trataba de un familiar? — insistió Sebastian

— No lo hice, porque sabía que tú me protegerías — respondió Ciel de manera cortante — después de todo, es lo que está estipulado en el contrato, hasta que yo cumpla mi misión, tú me tienes que proteger con tu vida de ser necesario — agrego girándose hacia su mayordomo — Es una orden, Sebastian, no me traiciones, ni me dejes solo

— ¡Yes, my lord! — respondió el demonio haciendo una reverencia ante su amo

Regresaron a la mansión de la ciudad, pero de inmediato Sebastian comenzó a empacar, Jill se extrañó por aquella actitud, pero Ciel permaneció tranquilo, esperando mientras leía el diario. Noto la confusión de la shinigami, al verla de reojo.

— Regresaremos a mi mansión en el campo — respondió tranquilamente bebiendo un sorbo de té — no soporto estar en el bullicio de la ciudad

— ¿Mansión en el campo?

— Es normal entre la nobleza que la casa principal este lejos de la ciudad, la mansión principal de los Phantomhive es una de ellas — respondió secamente — las casas de la ciudad son solo para pasar cortas temporadas sociales, que en lo personal me desagradan. Simplemente estaba aquí por trabajo.

— Parecen desagradarte muchas cosas a tu edad, mocoso — señalo Jill con curiosidad, Ciel solo soltó un chasquido, era obvio que le desagradaba que la shinigami lo llamara así.

— Como sea, deberías de descansar en lo que partimos — respondió el Conde — ¿no pensaras que te dejare sola en una casa como esta o sí?

— ¿de verdad quieres que te acompañe? — pregunto extrañada — No lo entiendo, soy un shinigami, mi hermano asesino a tu pariente ¿qué te hace pensar que no puedo causar un desastre así? ¿Cómo estas tan confiado con mi presencia?

— Según pude ver gracias al sujeto del otro día, ustedes se rigen mucho por estrictas reglas — respondió Ciel dejando el diario de lado — fuiste confinada a este lugar por un castigo, ¿no crees que es mejor para ti, no causar problemas y estar cerca de la zona donde te impusieron ese castigo? — preguntó bebiendo otro sorbo de té — no creo que tengas idea de cuánto tiempo estarás aquí realmente, y dudo que tengas los medios para sobrevivir en este mundo sin llamar la atención — las mejillas de Jill se sonrojaron por la pena, el niño tenía toda la razón — Además, te dije que serias mi invitada, mientras estés aquí, por lo menos tendrás techo y comida, y una cama donde dormir, si es que los de tu especie necesitan de esas cosas, pero por lo menos tendrás un refugio estable.

La joven shinigami no protestó, ¿de verdad la estaba ayudando por amabilidad? ¿Por lastima? Si bien era cierto que con sus habilidades podría conseguir un refugio más o menos decente, aun necesitaría alimento, y abrigo, aquel último mes había sido una pesadilla, había logrado colarse en una húmeda y mohosa buhardilla, mantener el calor le había sido complicado, y conseguir alimento había sido una pesadilla.

— ¿O tal vez quieres que desconfíe de ti, debido a tu naturaleza? — pregunto el mocoso con sarcasmo — en ese caso debería decir "vendrás con nosotros a la mansión principal, donde podré mantenerte vigilada con ayuda de mi mayordomo" — dijo en un tono indiferente de voz, al tiempo que comía un bocado de un pastelillo — ¿es lo que esperabas oír? — pregunto

La shinigami lo miro fijamente, a pesar de ser un niño malhumorado, que trataba de portarse como un adulto, la realidad era que quizá no era tan malo. Sebastian entro a la salita repentinamente, causando que todos sus sentidos se pusieran en alerta.

— Todo está listo para partir, joven amo — anuncio el mayordomo, sin inmutarse por Jill.

— Bien, quiero llegar antes del anochecer — dijo el joven conde poniéndose de pie

— Prepararé la cena en cuanto lleguemos — agrego Sebastian preparando el abrigo y el sombrero de su amo

— Entonces, ¿nos vamos? — le pregunto a Jill, la joven shinigami no dejaba de vigilar cada movimiento del mayordomo — Sebastian no te hará nada, eres mi invitada, y te tratara como tal, ya te lo había dicho.

Jill tomo su katana, y siguió a Ciel hasta el carruaje, Sebastian mantuvo abierta para que Ciel y ella pudieran abordar.

Avanzaron por la ciudad, adentrándose en terrenos rurales, Jill observo los campos pasar por la ventana, veía a los campesinos ir y venir, una que otra población a lo lejos. Todo era tan distinto a su mundo.

— Me gustaría preguntarte algunas cosas — murmuro Ciel viendo por la ventana — acerca de tu hermano, de ti, de los shinigamis

— ¿Por eso tu hospitalidad? — pregunto Jill con desconfianza, quizá lo había juzgado mal antes

— No precisamente, pero puede que algo haya de eso — respondió Ciel mirándola divertido

— Escucha, sé que mi hermano menciono algo acerca del asesino de tus padres, pero yo no sé nada al respecto — respondió a la defensiva — si bien, los shinigamis tenemos registro de las almas que recolectamos y pudiéramos saber la identidad del asesino, eso solo sería revisando dicha información, la cual es de uso exclusivo del despacho de shinigamis

— No es eso lo que me interesa saber realmente, entiendo que no puedes divulgar ese tipo de información — respondió Ciel — tampoco puedo obligarte a qué me lo digas

— ¿Entonces qué quieres saber de mí?

— Todo a su debido tiempo — respondió soltando un suspiro — primero quiero llegar a la mansión, hay cosas que tengo que revisar urgentemente

— ¿llegar? ¡Estamos en medio de la nada! — exclamo, mirando al exterior, los extensos campos habían quedado atrás para darle paso a un bosquecillo de árboles de extenso follaje.

— Te dije que me gustaba estar lejos de la ruidosa ciudad — respondió Ciel, sin darle mayor importancia — llegaremos pronto — murmuro — entonces sabrás a lo que me refiero

Jill lo miro con algo de sorpresa, pero no dijo nada, el mocoso tenía razón, no demoraron mucho en dejar la arboleda atrás, para encontrarse dentro del jardín arreglado de una fastuosa mansión, justo en medio de aquel espeso bosque.

El carruaje se detuvo justo en la entrada, Sebastian ayudo a su amo a bajar del carruaje, y le tendió la mano a Jill para ayudarla a bajar. La joven shinigami le dirigió una mirada de desconfianza, y bajo por su cuenta, resoplando por la nariz, Sebastian soltó un suspiro, cerrando la puerta del carruaje.

— Bienvenida a la mansión Phantomhive, lady Sutcliff — le indico el mayordomo, adelantándose para abrir las pesadas puertas dobles de madera de par en par.

— Bienvenido de vuelta, joven amo — los recibieron los sirvientes.

Para sorpresa de Jill, solo había 4 personas ahí, una sirvienta joven de cabello rosáceo y unas enormes gafas redondas, vestía un vestido azul y un delantal blanco. Otro de los sirvientes era un sujeto alto, de cabello rubio y alborotado, ojos azules, piel ligeramente bronceada y escasa barba, su complexión robusta era simulada por el típico traje de chef. El otro era un chico poco más grande de edad que el joven conde, de cabello rubió sujeto con pasadores rojos, y grandes ojos verdes, portaba pantalones marrones a cuadros y una camisa beige, además de un sombrero de paja. El último de ellos, era un anciano de cabello gris, con bigote y monóculo, vestía un traje pulcro y guantes blancos.

Ciel asintió y ordeno a todos seguir con sus labores, los sirvientes asintieron y se retiraron de la enorme y lujosa recepción. Justo frente a ellos había una escalera que a la mitad se dividía en dos, hacia cada ala de la mansión, conectando la planta alta.

— ¿Jamás habías visto una mansión por dentro? — le pregunto Ciel con burla, la joven shinigami no respondió — Sebastian, prepara una habitación para nuestra invitada antes de preparar la cena — le ordenó al mayordomo — Aprovecha para descansar unos momentos, yo revisaré unos documentos pendientes que tengo de mientras — dijo comenzando a subir la escalera — Sebastian, llévame él te y algunos bocadillos al despacho después de que le hayas mostrado una habitación a Jill.

— Como diga, joven amo — respondió el mayordomo inclinando la cabeza — por favor sígame, lady Sutcliff — le indico a la shinigami.

Ella lo siguió guardando cierta distancia, manteniendo su katana siempre a la mano. Sebastian la guio a la segunda planta, a través de un largo pasillo bellamente decorado con tapices y cuadros pintados al óleo. Sebastian de detuvo ante una habitación a mitad del pasillo, abrió la puerta, indicándole a Jill que entrara.

La habitación era amplia, la habitación más grande que había visto en su vida, decorada con tapices en tonos azul claro, y una alfombra de color azul turquesa sobre un piso de madera perfectamente pulida, la habitación tenía 3 enormes ventanales que daban vistas al hermoso jardín, había además una chimenea lista para ser usada, y una mesita de roble con dos sillas, había además una pequeña mesita en un rincón de la habitación con una jofaina y una jarra. Y al centro de todo, había una elegante y hermosa cama con dosel, hecha de madera perfectamente pulida.

— Esta será su habitación lady Sutcliff, aquella jarra contiene agua para que pueda asearse en caso de requerirlo, si necesita tomar un baño más a profundidad por favor comuníquemelo, para poder preparar el cuarto de baño de antemano, desconozco los hábitos de higiene de los suyos — dijo con seriedad — siéntase libre de recorrer la mansión a placer, sin causar problemas — le indico, pudo notar la mirada hostil de la shinigami — ¿sucede algo, lady Sutcliff?

— ¿Como sé que no me atacaras? — mascullo

— Mi lady, eso sería una grave falta de respeto hacia la invitada de mi amo — respondió con fingida aflicción — siéntase a salvo, a menos que intente algo extraño, no tendrá que preocuparse por mí — agrego sonriendo con cinismo — aunque deberé recomendarle que ande con cuidado en la mansión, los sirvientes suelen ser un poco problemáticos de vez en cuando, pero no lo hacen con malas intenciones, ahora si me permite, la dejare para descanse, vendré a llamarla en cuanto la cena este servida.

Sebastian cerró la puerta detrás de sí, Jill se dejó caer en la mullida cama, haciéndose ovillo, no podía permitirse bajar la guardia, pero se sentía demasiado agotada, la noche anterior había permanecido en vela, temiendo que el demonio la atacara mientras dormía, si además tenía en cuenta el tiempo que llevaba en el mundo humano durmiendo poco o prácticamente nada debido al estado de sus refugios. Suspiro, luchando consigo misma para no dormir, pero aquella maldita cama era demasiado esponjosa y cómoda, como podría resistirse, cuánto tiempo más podía pasar sin dormir por estar en guardia.

Su habitación se sumergió en penumbras al poco tiempo, y el brillo de la luna comenzó a colarse por los ventanales. Jill se sentó en el borde del colchón ¿cuánto tiempo había pasado luchando contra el cansancio? No tenía idea realmente.

Llamaron un par de veces a su puerta, inmediatamente se puso en guardia, empuñando su katana. La voz de Sebastian al otro lado de la puerta la estremeció.

— ¿Lady Sutcliff? — la llamó nuevamente — la cena esta lista — le indicó

Jill entreabrió la puerta mirándolo con desagrado.

— Espero no haberla despertado mi Lady — de disculpo con amabilidad — el joven amo la espera en salón comedor — le indicó invitándola a seguirlo

Jill dudo unos instantes y salió detrás del demonio, llevando la katana consigo. Siguió al mayordomo hasta un amplio salón, elegantemente iluminado con una araña que colgaba del techo, en el centro había una enorme mesa perfectamente tallada, con lugar para al menos unas 20 personas. El Joven conde la esperaba, sentado en una de las cabeceras de la mesa. Sebastian le indicó un lugar, a la derecha de su amo.

Ciel bebió agua de una copa, mientras esperaban a que Sebastian sirviera todos los platillos, repitiendo el menú de esa noche. Jill no pudo ocultar su sorpresa, jamás en su vida había visto esa cantidad de alimentos tan elegantemente servidos.

— No sabía que los poderes de un demonio pudieran hacer aparecer algo así — murmuro sorprendida

— ¿Aparecer? — pregunto Ciel confundido — Sebastian prepara todo esto desde cero, como un chef normal

— ¿Hizo esto el solo? ¡¿Cómo una persona normal lo haría?! — exclamo Jill

— Mi Lady, como mayordomo de la casa Phantomhive, que sería de mi si no pudiera hacer algo tan sencillo como esto — respondió el demonio de manera neutral

— Alguien sospechara de él si no lo hiciera de este modo — respondió Ciel comenzando a cenar

Jill tomo un bocado de una espesa sopa, sus ojos se iluminaron de alegría.

— ¡Delicioso! — exclamo alegre sin dejar de comer, había pasado demasiado tiempo comiendo frutas en conserva en su mundo, y sobreviviendo de lo poco que pudiera conseguir para comer durante el último mes y que no estuviera en mal estado, que había olvidado lo que era saborear una comida como aquella.

Ciel sonrió para sus adentros, no había esperado aquella reacción de la shinigami, Jill comió hasta quedar completamente satisfecha.

— Gracias por la comida — soltó un suspiro alegre, cerrando los ojos.

— Es bueno que te haya gustado la comida de Sebastian — respondió Ciel meciendo algo de agua aun en su copa — deberías descansar, te vez aún más agotada que esta mañana en el cementerio — le indico — pospondremos nuestra charla para mañana — agrego bebiendo el restante de su copa

— ¿Estás seguro?

— Cómo puedes ver, aun soy un niño, y necesito dormir — respondió poniéndose de pie — Sebastian, guía a nuestra invitada a su habitación y prepara la mía — ordenó firmemente

— Como ordene — respondió inclinando la cabeza

Jill siguió nuevamente al mayordomo hasta su habitación en la planta alta, Sebastian le dejo un candil encendido en la mesita de noche.

— Las dejare para iluminar su habitación — le señalo — hay un camisón para usted sobre la cama, espero descanse bien, Lady Sutcliff.

Jill lo vigilo hasta que salió de la habitación, se aproximó a la cama, observando el camisón que Sebastián le había indicado. Cerro las cortinas de la habitación y se cambió rápidamente, coloco la katana al lado de la cama, donde pudiera tomarla rápidamente, y se tumbó sobre el colchón, escondiéndose debajo de las colchas, no pudo luchar demasiado tiempo, quedándose dormida en poco tiempo.