La semana pasada no pude subir el capítulo correspondiente debido a que seguía con las decoraciones de navidad, como compensación por ser navidad, esta vez subiré capitulo doble

Agradezco mucho su apoyo a los que le han dado una oportunidad a esta historia, espero este siendo de su agrado, y no se olviden de dejar un comentario.


Capítulo 7 - Casa de locos

Paso los siguientes días asechando a Sebastian, esperando el momento de poder atacarlo, con el paso de los días, se percató de que, a excepción del anciano y Sebastian, el resto de los sirvientes eran unos completos idiotas, y no terminaba de entender como no terminaban por destruir la mansión.

Primero asecho a Sebastian en la cocina mientras hacia los preparativos del almuerzo, Jill lo observaba oculta detrás de la puerta de la cocina, cuando el tipo que se supone ostentaba el título de chef entro a la cocina con un lanzallamas, no habían pasado ni dos minutos cuando una enorme bola de fuego salió de aquella cocina, haciendo saltar la puerta de sus bisagras y aplastándola contra la pared. Por lo menos la puerta le servía de escudo para protegerla del fuego.

Después del almuerzo, siguió a Sebastian hasta el jardín, el demonio había salido a supervisar el trabajo de Finnian, el jardinero, Jill permaneció oculta detrás de un pequeño pino en una maceta justo en la base de la pequeña escalinata, sus agudos sentidos le permitieron percibir una sombra que se acercaba a ella a toda velocidad. Salto a un lado justo a tiempo, una enorme roca cayo justo donde ella había estado momentos antes.

— ¿Qué rayos acaba de pasar!? — exclamó alarmada

— ¡Lo siento! — se disculpó Finnian aproximándose — ¿Están bien?

— ¡Finny! ¡Deberías tener más cuidado! — le reclamó Sebastian con un ligero tono de molestia en su voz — ¡has puesto en peligro a Lady Sutcliff por muy poco!

— ¡Lo siento mucho Lady Sutcliff! — se disculpó agachando la cabeza — no era mi intención herirla de ningún modo

— Parte esa roca y usa los trozos para reparar el muro del jardín — le ordenó — y Finny… ¡Mide tu fuerza esta vez! — le advirtió

— Como diga, señor Sebastian — asintió el joven jardinero, propinándole un puñetazo a la roca, haciéndola añicos, Jill quedó en shock ante la increíble fuerza del muchacho.

Regresó a la mansión, buscando al mayordomo, pero no podía sentir su presencia en ningún lado, se dirigió nuevamente a la cocina, hasta que escucho un grito de ayuda proveniente del pasillo, se apresuró a ver que sucedía, y vio a la sirvienta, Meirin, corriendo por el pasillo tratando de mantener el equilibrio de una torre de cajas apiladas de tal modo que no le permitían ver por dónde iba.

La sirvienta tropezó y aquellas cajas salieron volando, Jill retrocedió unos pasos, dispuesta a atrapar las cajas antes de que cayeran, pero no pudo retroceder demasiado, ya que tropezó con el cuerpo de Sebastian. El mayordomo la sujetó con un brazo para evitar que cayera, mientras que con la mano libre atrapo todas las cajas apilándolas una sobre otra para evitar que cayeran.

— Meirin, te he dicho que no apiles las cosas de modo que impidan tu visión! — la riño

— Lo … lo siento mucho…se…señor Sebastian — se disculpó tartamudeando

— ¿Se encuentra bien, Lady Sutcliff? — le pregunto mirándola directamente a los ojos

— ¡¿Que rayos está pasando en esta mansión?! — exclamo — ¡¿acaso les diste ordenes de que intentaran matarme?! — le reclamo al mayordomo

— Meirin, ve a asear el hall principal, y por favor… ¡no rompas nada! — le indico a la sirvienta

— Como diga, señor Sebastian — asintió la sirvienta alejándose por el pasillo

— Lady Sutcliff, como la invitada de mi amo, deberé pedirle, también a usted, que deje de exponerse de esa manera, por esto le dije que tuviera especial cuidado al pasearse por los pasillos de la mansión — le dijo soltando un suspiro — en ningún momento he tratado de aniquilarla como usted asegura

— ¡Todos los sirvientes, a excepción del anciano Tanaka, han tratado de matarme! — gruñó señalando al anciano bebiendo té en un rincón

— Solamente ha estado en los lugares equivocados mi Lady — le respondió — todos estos sirvientes pueden ser un tanto torpes, en realidad, demasiado torpes, pero tienen otros talentos que es el verdadero motivo por el que ellos están aquí

— ¿Y entonces debo creerte? — pregunto arqueando una ceja — ¡Ahora aleja tus manos de mí! ¡No intentes propasarte!

— He notado que ha estado siguiéndome — le dijo soltándola — ¿puedo preguntar por qué motivo?

— Solamente quiero terminar con lo que interrumpió Will, el otro día en el callejón.

— Me temo que deberá ser en otro momento, mi Lady — respondió Sebastian suspirando con fastidio — Justamente ahora me queda poco tiempo para hacer los preparativos de la comida y del postre.

— ¿Te acobardas ante mí? — le pregunto retadoramente

— Me deja en una difícil posición, mi Lady — resoplo evidente molestia — Pero, como le dije, deberá esperar para otra ocasión, ahora si me permite, debo iniciar los preparativos para la comida — le indico — procure tener cuidado en donde se mete, para evitar problemas.

Los días pasaron, Jill trato de mantenerse alejada del trio mortal para evitar salir herida. Salía constantemente al jardín, subiendo a las ramas de los árboles de un salto, observaba la extensión del jardín trasero y la propia mansión que estaba ante ella. Era muy distinto a su hogar, aunque era un sitio hermoso, sobre todo si no se encontraba en peligro de ser aplastada por una roca.

Observo unos hermosos rosales blancos en un rincón del jardín, observo como el jardinero se aproximaba a revisarlos. Jill bajo del árbol, aproximándose al chico para ver las flores.

— ¡Son unos hermosos rosales! ¿Fuiste tú quien los cultivó? — le pregunto

— ¡Lady Sutcliff! — exclamó con sorpresa — Lamento el incidente del otro dia — se disculpó apenado — Y si, así es, los he estado cuidando desde que el señor Sebastian mando a traer estos rosales de Alemania, me alegro de que florecieran antes de Navidad — le respondió con una cálida sonrisa en su rostro, pero a juzgar por su siguiente expresión, parecía que se acababa de acordar de algo muy importante — ¡Ya casi es navidad! — exclamó — ¡Discúlpeme señorita Jill, acabo de recordar algo importante! — dijo antes de salir corriendo hacia la mansión

Jill suspiro, todos en esa casa eran bastante extraños, se dio la vuelta para salir del jardín, planeaba pasear por el bosque unos momentos. Pero su agudo oído percibió el sonido de un carruaje aproximándose. Se dirigió a la entrada de la mansión, permaneciendo oculta detrás de un muro, observando el carruaje que acababa de llegar. Observo a una mujer adulta descender del carruaje, acompañada de una niña más o menos de la edad de Ciel.

Si quería ver más de cerca no tenía más opción que entrar a la casa, le dio la vuelta a la mansión en poco tiempo, entrando por la puerta que conectaba el salón con el patio. Se escabulló rápidamente por los pasillos, tratando de evitar a los sirvientes. Logro llegar a la recepción, observando todo desde las sombras.

Aquella mujer tenía un aspecto bastante pulcro, su cabello plateado estaba peinado con un severo moño y un mechón largo ligeramente rizado le caía por la frente, su mirada severa parecía estar analizando todo.

La niña que la acompañaba era un poco más alta que Ciel, de cabello rubio sujeto en dos coletas altas y perfectamente rizadas, la niña se lanzó para abrazar con demasiada alegría a Ciel.

— ¡Elizabeth! — la llamo la mujer — ¡deberías de abstenerte de hacer esas escenas impropias en público! — la riño — además, es una descortesía no saludar primero

— Lo siento mucho, madre — se disculpó la chiquilla — es que estoy muy feliz de ver a Ciel

— Hace mucho tiempo que no nos vemos, marquesa Midford — la saludo Ciel con nerviosismo

— Dejando de lado tu terrible formalismo — le respondió la mujer — ¿qué es esa facha de recién levantado que te cargas? — lo miro amenazadoramente — ¡presumo que de verdad te acabas de levantar!

— Ha sido bastante tiempo, bienvenidas, marquesa Midford, lady Elizabeth Midford — las saludo Sebastian inclinando la cabeza con educación — gracias por tomarse la molestia de viajar todo el camino hasta aquí

Jill alcanzo a ver que la marquesa miraba con molestia a Sebastian y a Ciel.

— ¿Tengo algo en el rostro? — pregunto Sebastian con algo de sorpresa

— ¡¿Que apariencia tan indecente tienes tu?! — le reclamo a Sebastian — tanto amo, como sirviente, a pesar de ser hombres, ¡mantienen ese flequillo tan largo! — gruño tomando el flequillo de Sebastian — ¡El solo verlos me irrita! ¡Deberían de aprender de Tanaka!

Jill solo pudo escuchar las suplicas de Ciel, pidiéndole a la mujer, su tía, que se detuviera. Pero la marquesa hizo caso omiso, cuando se alejó de ellos, ambos tenían el flequillo perfectamente peinado hacia atrás, Jill no pudo evitar reír ante la situación, saliendo de su escondite, fue un terrible error.

— ¿Quién es ella? — pregunto la marquesa al percatarse de su presencia

— Yo la vi en el funeral de la tía Ann — respondió la niña

— Lady Sutcliff es una conocida del joven amo, viene de muy lejos, y pasara una temporada en Inglaterra por cuestiones de trabajo — les indico Sebastian — Lady Sutcliff, ellas son la marquesa Frances Midford, hermana del anterior conde Phantomhive — señalo a la mujer en primer lugar, y después a la niña — Y ella es la señorita lady Elizabeth Midford, hija menor del marques Midford, y prometida del joven amo.

— Un… Un gusto conocerlas — saludo Jill inclinando la cabeza — Mi nombre es Jill Sutcliff

La marquesa no respondió en absoluto, permaneció unos instantes analizándola de pies a cabeza. Jill paso saliva al notar la mirada gélida de aquella mujer sobre ella.

— Tienes una apariencia bastante extraña — le dijo finalmente, Jill trato de disimular su disgusto ante sus palabras — ¡¿Que son esas ropas que tienes?! ¡Completamente indecentes para una dama! — exclamo escandalizada — ¡Y ese cabello! ¡Definitivamente tendré que hacer algo contigo en este instante! — le reclamo aproximándose a pasos firmes a ella, tomándola del cuello de la camisa para arrastrarla escaleras arriba

Jill manoteo tratando de liberarse de aquella mujer, pero de verdad le parecía un ser humano demasiado aterrador, no dejaba de repetirle que sus ropas eran demasiado indecentes para una dama, que como era posible que vistiera así de andrajosa, la llevo a una habitación que no difería mucho de la suya, solo que esta tenia tapices claros y una alfombra a juego. Un par de mesitas de noche a cada lado de la cama, un bello ropero blanco y un elegante tocador, además de un elegante biombo tapizado en un rincón de la habitación, pero, a pesar de que la habitación estaba completamente limpia, era obvio que no había sido usada en demasiado tiempo.

— Esas no son ropas que una dama refinada deba usar — seguía murmurando — no sé cómo mi sobrino te permitió entrar en esta casa con esas fachas, ahora ¡quítate esas indecentes ropas o te las quito yo! — le ordeno autoritariamente

— ¡si señora! — respondió Jill pasando saliva, ocultándose detrás del biombo para comenzar a desvestirse

En ese momento llamaron a la puerta de la habitación, la marquesa se apresuró a abrir, se trataba de Sebastian, el cual llevaba consigo un gran arcón elegantemente adornado. Lo coloco dentro de la habitación y salió nuevamente de ahí.

— ¿qué es eso? — pregunto saliendo a la vista, estaba únicamente en ropa interior, la cual tampoco parecía agradarle a la marquesa.

La mujer abrió el arcón y comenzó a sacar diversas prendas, colocándolas sobre la cama, Jill no lograba entender como una mujer humana, como aquella, lograba intimidar a una shinigami como ella. La marquesa había dejado sobre la cama algunas faldillas interiores, un par de vestidos, y por ultimo saco un corsé.

— No tengo que usar todo eso, ¿verdad? — pregunto nerviosa

— Claro que lo usaras, es lo que una dama decente debería de vestir todo el tiempo — respondió de manera firme, comenzó por ponerle un camisón, y después la faldilla, ajustándola, después le coloco el corsé — Eres una chica delgada, pero esto resaltara más tu figura — le dijo girándola para ajustar las cintas, repentinamente le dio un fuerte tirón

— ¡Me voy a quedar sin aire! — se quejo

— ¡Tonterías! Una dama decente tiene que tolerar esto y más, es el precio de la belleza y la clase

— ¡Pero yo estaba bien! — murmuro entre quejidos, la marquesa volvió a apretar las cintas con toda su fuerza, y vaya que eran bastantes — ¡me voy a morir! — gimoteo

— ¡solo un poco más! — le dijo dándole un fuerte tirón nuevamente

Jill se quejó sujetándose del poste de la cama, era incómodo y sentía como le faltaba el aire, quizá si hubiera una manera de asesinar a un shinigami … ¡Un maldito corsé!

La marquesa tomo un par de vestidos y se los sobrepuso, valorando cual se veía mejor, finalmente se decidió por un vestido azul obscuro, son algunos detalles en negro. Pero antes de ponérselo, la marquesa tomo la katana y la observo unos instantes

— Curiosa arma posee, señorita Sutcliff — dé dijo neutral — ¿puedo? — le pregunto, Jill solamente asintió, temía que, si hablaba, terminaría por perder el aire que le quedaba en los pulmones, la marquesa desenfundo la katana, observando la impecable hoja la cual tenía únicamente un rayón bastante profundo en una cara de la hoja, además de un kanji o carácter japonés grabado cerca de la empuñadura. — Excelente arma si me permite decirlo, perfectamente balanceada y con una hoja bastante firme a pesar del grabados, y perfectamente cuidada, supongo que esta marca debió de hacerse al chocar con otro material bastante duro y afilado — dijo analizando con detenimiento — aun así la hoja es recta y bastante resistente, y he de decir que el filo es extraordinario — murmuro pasando su dedo por un costado del filo — mantener un arma en este estado es bastante trabajo — le dijo guardando la katana nuevamente en su funda, Jill simplemente agradeció sus halagos, la realidad era que, aunque si limpiaba constantemente la katana, esta, al ser una Death Scythe no perdería su filo, los cuidados que requería eran mínimos. — Este vestido consta de dos piezas, por lo que será muy fácil esconder la katana entre la faldilla interior y la falda.

— ¿!De verdad es posible hacer eso!? — pregunto sorprendida

— Por supuesto, solo hay que saber cómo hacerlo — respondió la marquesa tomando la katana para sujetarla de la faldilla interna, después le coloco la falda del vestido. Y por último el corsé externo, el cual no ajustó con tanta fuerza

Jill se sorprendió, la katana no le estorbaba en absoluto, tampoco podía percibirse que la llevaba con ella.

Llamaron un par de veces a la puerta, nuevamente era Sebastian el cual traía con él un pequeño maletín, la marquesa lo tomo y observo de manera amenazante a Jill.

La joven shinigami sintió un escalofrío recorriéndole la columna de arriba a abajo, paso saliva por el nerviosismo, la mirada de aquella mujer la estaba asustando bastante. Retrocedió un par de pasos, topándose con la pared de la habitación, se sentía en peligro con esa humana, aunque no podía discernir bien el por qué.

Ciel se encontraba en la sala de descanso acompañado por Lizzy, se preguntaba qué clase de torturas estaba aplicando su tía con Jill.

No demoraron tanto en reunirse con ellos, Sebastian entro a la pequeña sala, manteniendo la puerta abierta para que la marquesa pudiera pasar, y detrás de ella entro la shinigami.

Ciel la miro con algo de sorpresa, realmente lucia diferente, con un vestido elegante de color azul obscuro y pequeños detalles en negro, además de que la marquesa había deshecho la coleta de la joven y había acomodado su azulina cabellera en una media coleta alta, el resto de los mechones caía sobre sus hombros.

— ¡Luce muy hermosa! — exclamo Lizzy con los ojos brillantes de la emoción — mamá es verdaderamente sorprendente ¿verdad Ciel?

— Tienes razón, me sorprende lo que ha logrado la tía Frances con Jill. — respondió Ciel tratando de fingir su asombro

— Y lo que a mí me sorprende es que sigas siendo tan relajado — lo riño — y que permitas a tu mayordomo tener esa imagen tan desaliñada — agrego viendo a Sebastian, el cual solo sonrió frunciendo levemente el ceño — ¡recuerda que tú eres el que se casará con mi hija en un futuro, y tienes que conservar la buena imagen de la familia Phantomhive! — les reclamo — supongo que tendré que mostrarles cómo se hacen las cosas, y ¡comenzare por revisar toda está mansión!

Ciel y Sebastian se quedaron como piedras, ninguno de los dos dijo absolutamente nada, tenían prácticamente las mismas oportunidades de detenerla, como Jill las había tenido momentos antes.