Agradezco mucho su apoyo a los que le han dado una oportunidad a esta historia, espero este siendo de su agrado, y no se olviden de dejar un comentario.
Capítulo 9 - El príncipe hindú
La noche del cumpleaños de Ciel comenzó a nevar, y había sido así cada día a partir de entonces. Cada día era más frio que el anterior. Jill disfrutaba de quedarse adormilada debajo de las gruesas colchas de su habitación, y por la mañana no le apetecía moverse en absoluto. Aunque le gustara el clima frio, no terminaba de agradarle el sentir que sus dedos dolían por estar congelados, y eso que, debido a su naturaleza, tenía más tolerancia a las bajas temperaturas. Además, el placer de sentir el calor de las colchas contrastado con el frio de su habitación, era uno de sus pocos gustos culposos que rara vez tenía tiempo de disfrutar.
Pero todo aquello se acababa cada mañana, cuando el demonio iba a sacarla de su cama.
Sucedió que cierto día, Sebastian no solo saco a la shinigami de su cama, sino que además le aviso que bajara de inmediato en cuanto terminara de vestirse, ya que viajarían de nuevo a la ciudad.
Esa misma mañana salieron de la mansión, y esta vez acompañados por los demás sirvientes los cuales iban en un segundo carruaje.
— Quisiera preguntarte algo en cuanto lleguemos — murmuro Ciel recargando si rostro en el dorso de la mano, mientras miraba por la ventana, estaba nevando nuevamente.
— ¿Por qué esperar a que lleguemos a la ciudad? — pregunto Jill curiosa
— ¿Puedes sentir la presencia de otro como tú? — le pregunto observándola de reojo
— Solo si está muy cerca — respondió envolviéndose más en la capa de viaje que le había proporcionado Ciel
— ¿No puedes prever si habrá una recolección cerca? — insistió, la shinigami negó con la cabeza
— No podemos ver el futuro — respondió — Sabemos quién será el siguiente por nuestras listas de la muerte, pero no podemos adivinarlo a simple vista — respondió rebuscando por debajo de la capa, sacando su libreta negra — Nos dan una de estas cuando somos enviados a recolecciones — agregó — Yo aún conservo esta del día que me suspendieron, pero no es que los datos aparezcan y ya, nos son entregados por un encargado en departamento de recursos de mi mundo — suspiro — Desde que me suspendieron, también perdí la capacidad de transportarme a mi mundo, y la capacidad de llamar a mi Death Scythe, no importa donde este
— ¿Podías aparecer tu arma? — pregunto con sorpresa
— Algo así, podemos de alguna manera conjurarlas al momento de ser requeridas, pero… yo no puedo hacer eso con mi katana, no desde que me suspendieron — suspiro — lo he intentado, he tratado de usar demasiada energía en ello, pero no puedo… mi conexión con mi mundo simplemente no está — murmuro
— Me sorprende que aun sigas en suspensión por unos anteojos — murmuro Ciel viendo el paisaje de nuevo — aquel tipo es un estirado de lo peor
— A William solo le interesa que las reglas se cumplan — bufó molesta — de lo contrario, no sé qué más hice mal
— ¿Qué hay de este clima? ¿Hubieras muerto de haberte quedado en la calle? — pregunto curioso — Sebastian es inmune al frío, o al menos parece no afectarle, pero que hay de ustedes
— He visto que a mi hermano casi no le afecta, pero yo soy un poco más sensible … después de cierto tiempo mis dedos se congelan y me duelen … pero soy un shinigami, siento el frio, pero no podría morir de hipotermia
— Te veo muy agotada últimamente
— El frio me da sueño — confeso apenada — por lo demás estoy bien
Ciel soltó una risilla divertida, como si no hubiera esperado aquello de parte de la joven shinigami.
— Es más fácil mantener el calor en la casa de Londres que en la mansión principal, por lo menos en casa, no tendrás tanto frío — respondió.
Cuando llegaron, los sirvientes se dedicaron a bajar el equipaje, mientras que Sebastian preparaba las chimeneas. Entraron a la gélida casa, la cual estuvo tibia en poco tiempo gracias al fuego de las chimeneas. Sebastian le indicó a Jill que podía usar la misma habitación que usó la primera noche que estuvo en esa casa.
Jill comenzó a subir las escaleras, Ciel y Sebastian iban a salir a investigar el caso que le habían encomendado. La joven shinigami se quedó en mitad de las escaleras, cerrando sus ojos. Volteo a ver a Ciel de reojo.
— No siento la presencia de ninguno de los míos cerca — respondió, por lo menos no ahora, si hay algún cambio, te lo diré de inmediato
— Bien, quédate aquí entonces, tus ropas son demasiado llamativas y nada adecuadas para este clima — le dijo dándole la espalda — Sebastian, vámonos.
Ciel y Sebastian permanecieron fuera todo el día, la shinigami permaneció en la biblioteca, leyendo frente a la cálida chimenea de la estancia. Alguien llamo a la puerta.
— Con permiso Lady Sutcliff — se disculpó Tanaka entrando a la biblioteca — le traigo el té de la tarde, le servirá para mantener el calor
— Muchas gracias — respondió dejando el libro que estaba leyendo
— Espero sea de su agrado — le dijo amablemente — es una muy buena Katana, Lady Sutcliff — agrego observando la katana recargada en uno de los sofás. — me hace recordar a tiempos lejanos
— Usted, es oriental ¿no es así? — pregunto bebiendo un sorbo de té — ¡esta delicioso! — exclamó con alegría
— Parece que aún conservo talentos de cuando fui el mayordomo principal de la casa Phantomhive — sonrió el anciano
— ¿Usted era el mayordomo principal? — pregunto curiosa
— Así es, era el mayordomo principal del amo Vincent, el padre del joven del amo — suspiro el anciano con melancolía — disculpe el atrevimiento de este anciano, pero podría permitirme… — pregunto señalando el arma
— Por supuesto — respondió la shinigami pasándole la katana
El anciano la desenfundo, analizando la hoja aun con más escrutinio que la marquesa Midford, la blandió un par de veces con una ligereza sorprendente para un hombre de su edad. Jill lo miró con sorpresa.
— Lleva grabado el kanji de la Luna por lo que veo — murmuro — Y ese arañón, debió ser un oponente fuerte el que le causo esta marca a la hoja — murmuro el anciano antes enfundar la katana nuevamente para devolvérsela
— ¡Señor Tanaka! — lo llamo Jill — quisiera pedirle un favor
— Si hay algo en lo que pueda ayudarla señorita, será un placer para este viejo sirviente — respondió haciendo una reverencia
— Enséñeme a manejar mejor mi katana — le pidió inclinando la cabeza — pude notar la agilidad con la que la manejaba hace unos momentos, inclusive yo a veces me siento torpe en manejarla, por favor, quisiera mejorar en su manejo.
— No hay necesidad de agachar la cabeza ante un simple sirviente, Lady Sutcliff — le respondió el anciano — si puedo ser de utilidad, la ayudaré a practicar — agrego amablemente — por ahora, disfruté del té Lady Sutcliff. La veré en la sala de esgrima más tarde.
El anciano salió de la biblioteca para dejarla disfrutar del té, Jill se quedó viendo la humeante taza, aprovecharía su tiempo en el mundo humano para aprender lo más que pudiera.
Se reunió con Tanaka en la sala de esgrima, el anciano la esperaba con una sonrisa amable en el rostro, llevando consigo una katana también.
El anciano la saludo nuevamente agachando la cabeza, y comenzó con su lección, indicándole a Jill la manera más eficiente de tomar su katana al momento de desenfundarla. Jill repetía los ejemplos que el anciano le daba.
— Debe tener soltura Lady Sutcliff, su arma es una extensión de usted, si su musculatura esta rígida, su arma estará rígida también. — le dijo amablemente — noto su codo un poco rígido al momento de atacar — agrego corrigiendo su postura
Jill pudo notar como le resultaba más fácil desenfundar la katana y lanzar una estocada inmediata
Tanaka la felicitó sonriéndole con amabilidad, diciéndole que estaba lista para avanzar con sus lecciones, y sin que pudiera esperarlo, el anciano desenfundo su propia arma y lanzo una estocada contra ella, los reflejos de Jill apenas y pudieron desenfundar su arma para bloquear la hoja del anciano, sin los ejercicios anteriores hubiera sido imposible.
El anciano la alabo aplaudiendo un poco, Jill respiraba agitada por la impresión. Continuaron la lección, Tanaka le mostro como debía atacar para aprovechar al máximo el alcance de la katana, tanto si la sujetaba con una mano como si lo hacía con ambas.
Aquella lección le resultó bastante productiva y agotadora, pudo notar como inconscientemente tensaba los músculos de su espalda y sus brazos al momento de atacar, situación que Tanaka le ayudó a corregir.
— Debería descansar, Lady Sutcliff — le dijo el anciano con amabilidad entregándole una toalla
— Gracias por ayudarme y darme consejos — sonrió la shinigami haciendo una reverencia con ambos brazos a sus costados.
— Ha sido un placer, mi Lady — respondió el anciano mayordomo — pero por favor, un sirviente no merece tal reverencia
— Pero si un maestro, Tanaka sensei — respondió usando el sufijo dado en Japón hacia los maestros, había completado algunas misiones en la isla del sol naciente.
Ciel y Sebastian regresaron cuando cayó la noche, Jill se reunió con ellos, tenía curiosidad de saber por qué se habían trasladado a Londres con tanta prisa. Se sorprendió de ver que además de ellos dos, se encontraban otras tres personas.
Uno de los sujetos era un tipo oriental bastante alto, con ropas chinas, mantenía sus manos entrelazadas ocultas en sus mangas. Otro de los sujetos era un tipo igual de alto, de tez morena, vestido con una túnica de color verde y un turbante, que dejaba a la vista algunos mechones de su cabello blanco; por último, el tercero de ellos era un chico bastante joven, un adolescente apenas, lucia poco mayor que Ciel, de piel morena, ojos dorados y cabello largo hasta los hombros, que llevaba peinado en solo media coleta alta sujeta con un broche de oro, llevaba unos grandes pendientes a juego, y su túnica se veía más ostentosa que la del anterior sujeto, con múltiples bordados en sus ropajes. Ambos daban la apariencia de ser hindús.
Ciel les reclamo a estos últimos cual era la razón de que lo hayan seguido, Jill observo esto con sorpresa, ya que al parecer estos últimos sujetos no estaban invitados, pero aun así no parecían ser hostiles.
El chico solo respondió preguntándole donde estaba la cama, ya que, según las tradiciones de su país, era obligación de Ciel recibirlo y atenderlo.
El hombre del turbante paso al lado de Jill para subir la escalera.
— la encontré mi señor — dijo regresando al cabo de un momento — venga, es por aquí
Ciel le ordeno que se detuviera, pero el chico hizo caso omiso, Jill dudaba que siquiera estuviera poniendo atención. Subió detrás de Ciel y Sebastian, se abstuvo de preguntar por la identidad de aquellos dos extraños invitados, ya que por lo que podía ver, ninguno de los dos sabía quiénes eran.
— He decidido quedarme aquí — dijo el chico recostándose de lado en la cama, apoyando la cabeza en su brazo — después de todo, ni siquiera consideré quedarme en alguna posada
—Sal de ahí! — le reclamó Ciel con molestia — ¿y a todo esto, quien diablos eres tú?! — agrego
— Yo, soy un príncipe — respondió tranquilamente
— ¿De verdad es un príncipe? — murmuro Jill con curiosidad
— Esta persona es el vigésimo sexto hijo del rey del estado principesco de Bengal — respondió el mayor que lo acompañaba — es el príncipe Soma Asman Kadar
— Y voy a quedarme un tiempo por aquí ¿te parece bien enano? — le dijo a Ciel
Jill tuvo que contener la risa, sabía que si había algo que le molestaba al conde era que lo llamaran enano, y ese chico, el príncipe no tenía ningún reparo en hacerlo.
— Bien como símbolo de nuestra amistad, Agni les preparara chai
— En un clima frio como este, el chai con jengibre no se puede dejar de tomar — respondió el hombre del turbante — tomare prestada su cocina — agrego saliendo de la habitación
— ¡Espera! ¡Servir el té es una de mis funciones! — le reclamo Sebastian siguiéndolo para darle alcance
Los sirvientes observaban maravillados al príncipe, haciéndole preguntas, Ciel suspiro con fastidio.
— Será una noche animada, ¿no lo cree, Conde? — murmuro el sujeto chino
— Justo lo que le faltaba a una noche aburrida y fría como esta — se burló Jill, dándose la vuelta para salir de la habitación, dispuesta a seguir a Sebastian para molestarle.
— Jill — la llamó el conde — será mejor que te quedes aquí — agrego mirándola de reojo con seriedad — No sé cómo reaccione Sebastian al tener un poco de competencia
— ¡Vaya conde, no sabía que teníamos más invitados! — exclamo el chino al percatarse de la chica
— ¡¿Has estado con ella todo este tiempo y apenas te das cuenta?! — le reclamó Ciel — ella es Jill Sutcliff, ha estado en Londres por cuestiones de trabajo desde hace un par de meses — la presentó soltando un suspiro resignado — Jill, es el Lau, un noble proveniente de China, es presidente de la compañía Kong - Rong, y gerente de la sección inglesa del comercio exterior chino — lo presento
— Mucho gusto Lady Sutcliff — la saludo el hombre inclinando la cabeza
— Mucho gusto, señor Lau — respondió la shinigami de igual manera
El aroma a opio impregnaba las ropas de aquel sujeto, era muy leve y casi imperceptible para los humanos, pero no para ella, aquel aroma era similar al que había percibido en Whitechapel cuando había entrado a "the frying pan" la noche que llego para buscar a su hermano. Por aquel aroma, Jill supuso que aquel sujeto no comerciaba solo mercancías legales.
Jill se retiró a dormir al poco tiempo, entró a su habitación, era más pequeña que su habitación de la mansión, pero el calor de la chimenea se mantenía más fácilmente, Sebastian entro detrás de ella.
— He venido a preparar su habitación, Lady Sutcliff — le dijo educadamente
La shinigami se mantuvo en guardia todo el tiempo que el demonio estuvo en su habitación mientras quitaba los listones de las cortinas y las cerraba, acomodó las almohadas y las colchas, y limpió las cenizas de la chimenea.
— Parece que todo está en orden — dijo al finalizar su labor, pudo notar la mirada fija y desconfiada de la shinigami clavada en el — ¿aún desconfía de mí, Lady Sutcliff?
— Es normal desconfiar de un demonio mientras su amo no lo vigila — respondió cortante frunciendo el ceño— Y más si es el demonio con el cual mi hermano empezó a obsesionarse.
— Le aseguro que no tengo intención de absolutamente nada con su hermano — respondió tranquilamente — le dejare las velas para que pueda iluminarse, y vendré por ellas más tarde, si me disculpa — el demonio hizo una reverencia y salió de su habitación.
Jill se cambió de ropa y se tumbó en la cama, ocultándose debajo de las gruesas colchas, haciéndose ovillo, aquella habitación le recordaba la noche que William la había dejado a su suerte en el mundo humano. Se abrazó a sí misma, extrañaba a su hermano, y ahora no sabía cuándo lo vería de nuevo, las lágrimas resbalaron por sus ojos, no pudo dormir hasta pasada la media noche.
Por la mañana la despertó el alboroto en la casa, después un grito de Ciel proveniente de su habitación. Jill se sentó sobre el colchón, aun adormilada.
— Ya estoy despierta — bufó molesta al ver al demonio de pie al lado de su cama
— No se escucha de buen humor, mi Lady
— Eso es porque no lo estoy — respondió desviando la mirada — dormí poco, y que es todo ese escándalo
— Agni ha preparado el desayuno esta mañana — respondió tranquilamente — también se ha encargado de despertar al joven amo
— Sal de aquí, necesito cambiarme de ropa — bufo haciendo las colchas a un lado
— Por favor no demore, o el desayuno se enfriará
Sebastian la dejo sola nuevamente, suspiro mientras se quitaba el camisón y se ponía sus prendas, sintió un escalofrío debido a lo frio de sus ropas, se sujetó el cabello en su coleta alta, y bajo al comedor, Ciel, Lau y el príncipe ya la esperaban.
Durante el desayuno, Jill se enteró de que el príncipe estaba en Inglaterra buscando a alguien, una mujer que trabajaba en su palacio, y que había sido llevada a Inglaterra cuando el príncipe no se encontraba en su palacio para evitarlo. Lamentablemente solo tenían de referencia un horrible dibujo, incluso Jill alcanzo a percibir como Sebastian murmuraba que ni siendo él podía encontrar a nadie con semejante referencia.
Después del desayuno Agni y Soma se pusieron a orar ante una grotesca estatua de una mujer con un cinturón hecho con brazos y un collar de cráneos, la estatua tenía 8 extremidades en una de las cuales sometía la cabeza de una especie de demonio. Agni les explico que aquella era la diosa Kali, protectora del reino de Bengal.
Soma termino de orar y se puso de pie, tomando a Ciel, argumentando que tenían que salir enseguida a buscar a Meena, la mujer del palacio, pero Sebastian lo detuvo, argumentando que Ciel tenía una muy apretada agenda que cubrir, entre estudios y negocios. Aquello no era mentira alguna, Jill paso toda la mañana en la sala de esgrima, practicando las lecciones de Tanaka. Así estuvo hasta pasado el mediodía, cuando el príncipe la llamo y le pidió acompañarlo a la sala de dibujo, ya que la necesitaba urgentemente.
— ¿Y bien? Ya estoy aquí, ¿qué es lo que urgía tanto para que yo viniera? — pregunto con fastidio, pudo notar como Ciel la miraba con sorpresa
— Le he dicho al conde que pintar una botella y flores era aburrido y sin sentido — respondió el príncipe sonriendo con satisfacción
— ¿Y eso que tiene que ver conmigo? — pregunto confundida
— El arte es más bello si se tiene una linda mujer para plasmar — respondió señalándola mientras sonreía divertido — así que… ¿podrías desnudarte?
Jill agachó la cabeza, apretando los puños, Ciel la miró fijamente, pasando saliva. La shinigami estaba furiosa, eso era evidente.
— ¡Deja de interrumpir mis prácticas con tus estupideces! — gruño a punto de golpearlo, pero Sebastian se colocó detrás de ella, sujetándola de las muñecas.
— Lady Sutcliff, trate de calmarse por favor — le dijo al oído — recuerde que es un príncipe, además, lo mejor sería no meterse con su mayordomo, a pesar de ser humano, es un digno rival, inclusive para alguien como yo.
Jill lucho para soltarse del agarre del demonio, sin éxito, respiró un par de veces tratando de calmarse, finalmente Sebastian la libero de su agarre. Le lanzó una mirada asesina al príncipe y salió de la casa, perdiéndose en el frío de la ciudad.
No regreso hasta que el sol se había ocultado, había estado vagando por los tejados de la ciudad, inclusive había pasado parte del día en la punta de la torre del reloj del Palacio de Westminster. Su piel estaba fría y pálida cuando regresó a la casa de Ciel, justo cuando ella iba entrando, el príncipe y su sirviente iban saliendo, Jill esperaba que fuera para marcharse definitivamente, pero no creía tener tanta suerte.
Entro a la casa, Sebastian la esperaba con algo de té caliente para ayudarla a recuperar calor.
— Prepararé el baño mientras bebe el té para que recupere calor — le dijo con amabilidad guiándola a la sala de descanso
— No voy a morir de hipotermia, ¿soy un shinigami recuerdas? — protestó apenada, aun así, tomo la taza de té, el calor recorrió su cuerpo, reconfortándola
Permaneció unos momentos ahí, viendo la nieve caer a través de la ventana, se había molestado tanto por una niñería de un príncipe mimado que había actuado de la misma manera infantil que él.
— Quiero irme a casa — murmuró ahogando un sollozo — quiero ver a mi hermano — un par de lágrimas asomaron por sus ojos
— Lady Sutcliff — la llamo Sebastian, tomándola por sorpresa — lamento interrumpirla, pero el baño está listo — agrego haciendo una reverencia — le ayudará a relajarse y dormir mejor
Jill limpio su rostro con el brazo y salió de la salita, siguiendo a Sebastian a la planta alta hasta el cuarto de baño.
— Siéntase libre de llamarme si necesita ayuda — le dijo el mayordomo dejándola sola
Se desprendió de sus heladas prendas, dejándolas en una cesta, observo un camisón y un par de toallas en una mesita al lado de la bañera. Entro a la bañera después de lavarse, dejando que el agua caliente envolviera su cuerpo, Jill pudo notar como el agua tenía una esencia relajante de lavanda.
Cerro los ojos, aspirando el aroma, ¿por qué se sentía tan alterada? ¿Porque no había dormido bien? ¿O porque extrañaba su hogar? ¿A su hermano? Abrazo sus rodillas, se estaba dejando llevar por las emociones, para una recolectora como ella, eso era impensable.
Se sumergió completamente en la tina permaneciendo unos instantes ahí, antes de salir, se secó con las toallas y se puso el camisón para ir a su habitación, el demonio la esperaba afuera del cuarto de baño.
— ¿Se siente mejor, Lady Sutcliff? — le pregunto al verla más relajada — me tome la libertad de agregar esencia de lavanda y sales relajantes en el agua
— Sí, el baño me ayudó — respondió desviando la mirada
— Prepararé su habitación para que pueda dormir — le dijo acompañándola a su habitación, al igual que la noche anterior, se encargó de acomodar las almohadas, cerrar las cortinas y alisarlas, revisar que tuviera agua disponible — parece que todo está en orden, más tarde le traeré su ropa limpia Lady Sutcliff.
— Está bien — murmuro quedándose sentada en el colchón — Se… Sebastian … — lo llamo antes de que saliera de la habitación
— ¿Sucede algo, Lady Sutcliff? — pregunto el demonio
— Gracias — susurró — supongo, gracias por el té, y por el baño — agregó apenada — aunque eso no cambia el hecho de que tú y yo tenemos un duelo pendiente.
— ¿Aún insiste con ese duelo? — respondió el mayordomo sonriendo de medio lado — Aun así, no hay nada que agradecer mi lady, solo es mi trabajo como mayordomo brindarle la mayor comodidad a la invitada de mi amo — respondió el demonio tranquilamente — descanse bien
El mayordomo salió de la habitación, dejándola sola completamente, Jill se metió debajo de las colchas para no perder calor, quedándose dormida al poco tiempo.
Por la mañana, Ciel se enteró de un nuevo ataque relacionado al caso que investigaba. Se trataba de personas nobles ingleses que acababan de regresar de la India, todos habían sido desnudados y colgados de cabeza afuera de establecimientos, con ellos había una nota, que principalmente reclamaba acerca del maltrato y discriminación hacia el pueblo hindú.
— ¿Sospechas que el príncipe tiene algo que ver? — le pregunto Jill
— Sería extraño, si de verdad esos dos tuvieran que ver ¿entonces por qué vendría a alojarse a mi casa?
— Aunque, fue el príncipe el que se invitó solo desde un inicio — respondió Jill encogiéndose de hombros — supongo que solo nos queda la opción de seguirlos cuando salgan esta noche ¿no lo crees así, mocoso?
Ciel hizo una mueca de desagrado, pero sabía que era lo que tenían que hacer. Esperaron a la noche, cuando el príncipe y Agni salieron de la casa, fueron seguidos de cerca por Ciel en compañía de Sebastian, Lau, y la propia Jill.
Pero pese a todos sus esfuerzos, no lograron nada, efectivamente parecía que solo buscaban a la mujer con aquel horrendo dibujo como referencia. Regresaron a la casa de Londres antes que ellos, fingiendo que no había pasado nada. Soma se retiró a dormir, al igual que los demás, exceptuando por Sebastian.
El mayordomo permaneció en el techo, vigilando cualquier movimiento que ocurría. La shinigami se le unió en la madrugada.
— Lady Sutcliff, si permanece demasiado tiempo aquí, su cuerpo se enfriará
— Estoy abrigada — respondió señalando el abrigo que llevaba puesto — Tampoco es que me vaya a resfriar — suspiro recargándose en la chimenea — no quiero perderme nada de diversión, estoy aburrida.
Cerca de las 3 de la madrugada, alguien salió de la casa, se trataba de Agni, parecía que Sebastian esperaba esto, ya que regresó al interior de la casa para informar a Ciel y a Lau. Se prepararon para seguirlo, repentinamente el príncipe Soma les pidió que lo llevaran con él, ya que quería saber que hacia Agni todas las noches que lo dejaba solo.
Siguieron a Agni hasta una mansión, un poco más grande que la mansión de Ciel de la ciudad, pero minúscula si se comparaba con la mansión Phantomhive del bosque. Ciel les dijo que aquella era la mansión de Harold West Jebb, un tipo que se dedicaba a la importación de bienes, sobre todo especias indias y té. Además de que tenía ciertos registros criminales que no había salido a la luz. El hombre en cuestión estaba a cargo de la empresa "Harold Trading" y "La Casa del Café Harold Hindustani"
— Bien, entonces entremos — murmuro Ciel
Jill asintió y salto por encima de la barda con demasiada agilidad, por su parte, Sebastian cargo a Ciel con un brazo y también saltó la barda. inmediatamente se vieron rodeados por perros guardianes, los cuales estaban listos para el ataque. Soma les advirtió que tuvieran cuidado. Pero los perros se alejaron al sentir la mirada de Sebastian y de Jill clavados en ellos.
— Que perros tan cobardes ha criado el señor West.
El señor Lau se reunió con ellos, llevando con él una llave que había conseguido de un par de guardias que ahora estaban inconscientes. Se colaron dentro de la vivienda llegando hasta la segunda planta.
Había luz proveniente de un estudio, la puerta estaba entre abierta, y les permitía escuchar lo que se habla dentro. Agni estaba ahí, charlando con un hombre rubio, con un fleco alto peinado hacia el frente, el sujeto no dejaba de mencionar marcas que al parecer eran famosas. Además, hablaban de la culminación de un plan de 3 años, y que tenía que ver con "la mano derecha de Dios", Jill no entendía del todo que pasaba, pero cuando aquel hombre mencionó a Menna, Soma entro al estudio bastante exaltado.
— ¡Idiota! — chasqueo Jill
— ¡Esperen, si entramos todo nos descubrirán también! — les advirtió Ciel
Pero no podían quedarse sin hacer nada por demasiado tiempo, aquel hombre le había ordenado a Agni deshacerse de Soma, y por lo que se veía, iba a obedecer aquella orden. Soma no tenía oportunidad contra Agni, Sebastian entro al estudio para salvar al príncipe, pero no fue hasta que se puso de pie que se dieron cuenta que estaba usando una cabeza de ciervo disecado para ocultar su identidad. Hicieron un desastre en aquella habitación, pero finalmente Agni se vio obligado a huir con West.
El regreso a la casa fue incómodo, pero lo peor fue cuando se sentaron para analizar la poca información obtenida, o al menos lo intentaron ya que el príncipe comenzó a hacer una rabieta monumental, quejándose de que todos a su lado lo abandonaban, arrojando el juego de té que estaba en la mesa hacia todas direcciones, sin importarle los ahí presentes.
Jill esquivo una de las tazas y una cucharilla que iba en su dirección, resoplo molesta poniéndose de pie, acortando la distancia que la separaba del caprichoso príncipe con un par de pasos.
— ¡Oh! Parece que Lady Sutcliff está molesta — exclamo Lau
Jill tomo al príncipe por el cuello de su túnica, obligándolo a mirarla, el chico la observo con molestia, tomando sus manos para obligarla a soltarlo, mas no lo logro, no podía contra la fuerza de la shinigami.
— ¡Es de mala educación tratar a un príncipe de este modo! — gruño — ¡en mi tierra te cortarían la cabeza por esta afrenta!
— ¿Pero no estamos en tus tierras o sí? — respondió con burla — En estas tierras es de mala educación arrojar cosas sobre las personas, sobre todo sobre tus anfitriones — gruño observándolo fijamente — no estamos en tu palacio, y nadie aquí tiene por que soportar tus rabietas de niño mimado, y mucho menos yo — agrego jalándolo más hacia ella. El príncipe palideció al ver los ojos molestos de la shinigami directamente. — te sientes indefenso ahora que Agni no está para protegerte ¿verdad? — le pregunto soltándolo de su agarre
El príncipe no respondió, simplemente la miro con molestia y salió de la habitación a pasos rápidos.
— Creí que Lady Sutcliff terminaría por golpear al príncipe Soma — se burló Sebastian — aunque, alguien tiene que enseñarle modales — suspiro viendo el juego de té completamente destruido
Sebastian salió de la sala de descanso, para dirigirse a la habitación del príncipe. Ciel suspiro y se puso de pie para seguir al mayordomo.
— Regresaré en un momento — se excusó saliendo
— Creo que son asuntos que el conde debe atender personalmente — murmuro Lau — será mejor que lo espere aquí comiendo bocadillos — agrego — ¿ira usted Lady Sutcliff?
— Quiero averiguar si pueden hacer entrar en razón al príncipe caprichoso — respondió saliendo de la salita.
Subió las escaleras tratando de escuchar algo, cuando llego a la puerta de la habitación de Soma, pudo escuchar a Ciel hablando con él. Jill se quedó detrás de la puerta, escuchando solamente, no estaba segura de sí debía o no entrar.
— Yo hubiera sido igual que el — lo escucho decir — fui humillado como un animal, mi casa fue incendiada y mi familia asesinada, yo era un... niño impotente — agrego con rabia en su voz, Jill sabía de la tragedia de los anteriores condes Phantomhive, pero tampoco tenía idea de lo que había pasado Ciel — por eso regrese, para que aquellos que me dañaron, pasen una humillación aun peor de la que yo pase — continuo — y mientras yo esté vivo, estaré en su camino y estaré esperando a que ellos vengan a tratar de asesinarme, como sea, me mantendré firme en mis dos piernas — Ciel hablaba con firmeza — aunque estaba en un abismo similar al infierno, me fue dada una oportunidad tan delgada como una telaraña, me aferre a ella y logre ponerme de pie — hizo una pausa — Bien esta aburrida charla termino — dijo finalmente — Sebastian, ven conmigo quiero tener una charla sobre West Jebb — dijo
La puerta de la habitación se abrió, Jill retrocedió un par de pasos, apenada de haber escuchado a escondidas, no entendía del todo porque se sentía así. Pero ahora lograba entender por qué el mocoso tenia aquella actitud.
— ¿Escuchaste todo no es así? — le dijo al verla en mitad del pasillo
— Lo siento, yo… no sabía si debía entrar o no, y terminé escuchando
— No importa, fue mejor que no entraras, bastante traumatizado dejaron al príncipe, tú y Sebastian
— Ciel — lo llamo Soma, él se detuvo antes de salir de la habitación y volvió la mirada solo para observarlo — Estoy apenado, yo... Solamente tengo 17 años y no comprendo nada del mundo comparado contigo — balbuceó agachando la mirada — siempre fui criado con lujos y nunca me detuve a tratar de comprender a las personas que me rodeaban — agrego — Pero esta vez, quiero confrontarlos, cara a cara... por eso necesito...
— Me niego — dijo Ciel tajantemente antes de que el príncipe le hiciera alguna petición — Pero, de todos modos, mi puerta seguirá abierta — agrego de manera más amable
— ¡CIEL! — sollozo Soma lanzándose sobre el con alegría — lamento haber roto esas ocho tazas antes — se disculpó honestamente — y también lamento haberlas arrojado sobre Lady Sutcliff — agrego dirigiéndose a Jill, pero permaneciendo oculto detrás del pequeño cuerpo de Ciel — y… te pido disculpas a ti también — agrego dirigiéndose a Sebastian
— Bien en ese caso, deberíamos de averiguar qué es lo que West Jebb está tramando
Se reunieron nuevamente con el señor Lau en la sala de estar, y juntaron todas las pistas que tenían hasta ahora, "un plan de tres años", "la consumación en una semana", " la mano derecha de Dios" "la mano derecha de Agni", Sebastian hizo recuento los eventos sociales que se realizarían a lo largo de la semana, entre las cuales destacaba una exposición de arte Indio en el Palacio de Cristal. Habían invitado a Ciel para actuar de jurado en una competencia de Curry, e incluso se rumoreaba que la propia Reina, a la cual le gustaba el curry, asistiría, y entregaría "la orden Real" al ganador.
— Así que solo es eso — murmuro Ciel con aburrimiento — West está tratando de conseguir "la orden real" por medio del Curry
— ¿Que es la orden real? — pregunto Soma con curiosidad
— Es un certificado de calidad entregado por la casa real — respondió Ciel con desinterés mientras estiraba los brazos — aquellos negocios que han obtenido la orden real han visto un aumento en sus ventas. — agrego — Pero existen ciertas condiciones para obtenerla, y una de ellas es... dar un servicio gratuito a la familia real por tres años
— ¿Entonces cuál es el trato entre Agni y Meena? — insistió Soma desesperado
— Agni aun te es fiel — le respondió Ciel — él está trabajando para West solo por ayudarte, y posiblemente intenta ganar la orden real a cambio de que regrese a Meena — resoplo — en mi opinión esto no tiene nada que ver con el bajo mundo — bostezo — No puedo creer que me llamaran a Londres solo por un caso tan aburrido como este
— Este es solamente mi problema — dijo Soma levantando el puño — elaborare un plan por mí mismo
— Me alegra escucharlo — respondió Ciel — entonces, ya que vine aquí por nada, al menos debería de tener una recompensa, planeo expandir mis negocios al área de comida, y que mejor que hacerlo en un espectáculo de primera, lo que significa, que la compañía Phantom entrará en la competencia — agrego con determinación — La orden Real deberá ir a mi Compañía
— Tiene solo una semana para crear un departamento de comida — murmuró Lau — ¿tendrá tiempo de conseguir un especialista en curry, una tienda y el equipo necesario conde?
— No hay necesidad de todo eso — respondió Ciel bebiendo un sorbo de té — ¡Sebastian!
— Como mayordomo de la casa Phantomhive, que sería de mi si no pudiera hacer algo como esto — dijo colocando una mano en su pecho — definitivamente ganaré la orden Real
