Disclaimer: Los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es LyricalKris, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to LyricalKris. I'm only translating with her permission.


Capítulo 18

Una enorme y poderosa ira había estado creciendo constantemente en el interior de Edward. Bella era una prioridad por lo que su miedo por ella, y su necesidad por consolarla tanto como podía, tomaban precedencia por encima de su ira. Pero ahora, ahora que sabía que ella estaba a salvo —molesta, afligida y confundida pero a salvo— Edward podía concentrarse en la ira.

Cuando estuvo seguro que Bella estaba a salvo con Rosalie, Edward emprendió vuelo. Se obligó a no ir detrás de Felix primero. Había sido la bala de Felix que había impactado en el cuerpo de Bella. Habría sido su bala que la hubiera matado si él no hubiera intervenido.

Él lo iba a pagar.

Sin embargo, Edward primero revisó su catálogo mental de los humanos que habían estado en los muelles. Los tenía en su bolsillo, mayormente. Eso era útil. Necesitaba estar seguro de las posibles repercusiones de sus acciones, especialmente porque concernían a Bella.

La mayoría de los humanos se encontraban en varios estados de negación. No tenían contexto para lo que habían visto, y por lo tanto sus mentes habían llenado los blancos con cualquier explicación que se presentaba. Algunos creían que las drogas que habían consumido habían estado mezcladas con algún tipo de alucinógeno. Otros creían que era meramente una cuestión de que sus mentes les había jugado una mala pasada en el caos que se produjo cuando se desató el tiroteo.

A Edward le parecía divertido el hecho que una gran parte de los humanos estaban debatiendo la idea del cielo y el infierno. Habían visto alas. Unas amenazantes y tan negras como la noche. ¿Había sido un demonio? Si los demonios existieran, ¿habría un infierno? Si la chica hubiera sido arrastrada hacia allí, ¿qué les pasaría a ellos? La idea del infierno era un concepto aterrador, especialmente para aquellos que tenían atrocidades pesando en sus almas.

El temor humano por el castigo eterno era de hecho una bendición para él. No era su trabajo ni su preocupación infligir castigo por mal comportamiento. En el gran esquema de las cosas, las malas acciones, incluso a una escala masiva, no era algo que importara con respecto a la eternidad, pero la mente humana se resistía al concepto de un tiempo interminable. Sus mentes preferirían explicar su aparición con cualquier historia que pudieran conjurar. Calmaban sus mentes y entonces activamente apartaban el recuerdo a un rincón de sus conciencias, para no volver a pensar en ello.

No, la mayor preocupación de Edward era, como lo había sido por veintidós años ya, Bella. Si estos humanos no eran una amenaza para Bella, él no era una amenaza para ellos. Así de simple.

Pero él era meticuloso. Se obligó a ir más lento en su revisión de lo necesario.

Él creía que Bella necesitaba tiempo para procesar todo lo que había visto, todo lo que le había contado. Por mucho que su rechazo había dolido, él creía entenderlo. Lo que ella había sufrido hoy iba más allá de lo que la mayoría de los humanos podía soportar. Uno por uno, ella había visto a su familia rechazarla, pero esto era algo diferente. Laurent, quien una vez fue su hermano, hoy la había enviado directo al peligro a sabiendas; Edward sabía que ella era bastante inteligente para comprender eso. Eso, junto con el hecho que había visto a su único hermano leal que le quedaba ser disparado, hubiera sido más que suficiente para lidiar.

Ella se encontraba sola y aislada, y la única persona que tenía, la única persona en la que confiaba, resultó no ser una persona en absoluto. Incluso sin su traición, este hubiera sido el peor día de su vida, el día en que ella perdió todo lo que le quedaba, pero él le había robado la confianza en él. Sí, él lo había hecho para salvar su vida, pero las heridas del corazón y de la mente eran igual de violentas como las balas.

Así que, aunque él no deseaba nada tanto como deseaba tenerla de vuelta en sus brazos, Edward se obligó a concentrarse en prevenir alguna reacción violenta en contra de Bella y en asegurarse de que esto no se volviera en un asunto más grande para todos los ángeles.

Ninguno de los otros estaba en posición para contarle a alguien lo que había sucedido, no sin incriminarse a sí mismos. Aquellos que intentaron hablar con sus camaradas rápidamente fueron ignorados. Aquellos, como Peter, que conocía tanto a Bella como a Edward en alguna faceta, estaban concentrados en asuntos más urgentes. Él se encontraba en la sala de espera del hospital, caminando de un lado a otro y tratando de no llorar sin mucho éxito.

Finalmente, a Edward no le quedaba nadie más a quién revisar a parte de Felix.

El hombre estaba manteniendo el perfil bajo. Todos se habían dispersado tras el tiroteo. Como Peter, él, también, estaba caminando de un lado a otro, aunque sus pensamientos estaban llenos de cualquier cosa menos dolor. Él vacilaba, preocupado por cómo tomarían esto los hermanos Scarpinato; si lo iban a culpar; si habría alguna represalia de la otra organización.

Cual fuera la fealdad que estaba a punto de suceder, Felix culpaba solo a una persona: a Bella. Él sabía lo que había visto. La imagen de Edward descendiendo sobre ellos, con alas extendidas y asombro, era clara en su mente. Él siempre había creído que Edward iba tras ellos y que Bella lo estaba ayudando. Ahora, no sabía qué pensar sobre Edward excepto que era una amenaza. Y Bella, en lo que le concernía, seguía ayudándolo.

Un hombre como Felix no lidiaba bien con el miedo y no tener el poder. Una desafortunada infancia, una mente retorcida y una sensación de derecho a todo era una combinación letal en la mejor de las circunstancias. Al hombre ya no le quedaba humanidad. Edward había conocido pocas mentes más viles, y había presenciado muchas inquisiciones.

Cuando estuvo seguro que Felix se encontraba solo en su guarida, Edward entró en acción. Necesitó muy poco de su poder para montar un espectáculo. El cielo sobre la casa se oscureció y cayeron relámpagos. Al mismo tiempo que un trueno sacudió la casa, todas las tomas eléctricas explotaron con chispas. En la casa, Felix se cubrió la cabeza, yendo hacia el centro del cuarto mientras los cristales de las bombillas y las pantallas de televisión salían volando.

Cuando levantó la cabeza, Edward se encontraba al otro extremo del cuarto. Estaba erguido y alto, sus alas extendidas de pared a pared. Podía ver el terror en el rostro del hombre, podía sentir la emoción ondulando en el cuarto alrededor de ellos. Felix levantó su arma y Edward inclinó la cabeza, su sonrisa malvada. Felix disparó varias veces. Edward ni siquiera se inmutó. Con cada disparo, daba un paso adelante, fácilmente ignorando el dolor que cada bala provocaba a su cuerpo humano. Los ojos de Felix se abrieron aún más.

Las balas del hombre se acabaron justo cuando Edward se encontraba a su alcance, y eso era tanto afortunado como desafortunado. Había un tecnicismo en la fuerza que había mantenido a Edward lejos de Bella cuando ella irradiaba miedo y lo quería muy lejos de ella. Felix amenazaba la vida de Edward, aunque de manera ineficiente, por lo que su voluntad no afectaba la habilidad de Edward para tocarlo. Sin embargo, Edward no podía matar al hombre por la misma razón que no podía salvar a Jasper.

No podía alterar el destino de un humano. No podía arriesgarse a ser apartado de Bella. Así como estaban las cosas, vivía con temor al momento en que los ángeles vinieran por él, llevándolo de vuelta a su reino por todo lo que él ya había hecho. Lo desconcertaba que todavía no hubiera pasado, pero no iba a discutirlo.

Así que era fortuito que las balas de Felix se acabaran, y él ya no estaba amenazando la vida de Edward. Edward luchaba contra el tirón que amenazaba con lanzarlo hacia atrás, lejos de Felix. El hombre no necesitaba saber que él no podía tocarlo ahora.

—¿Qué demonios eres? —preguntó Felix, su voz ronca. Estaba aterrado, pero no iba a mostrarlo.

—Un ajuste de cuentas —dijo Edward, y con esas palabras, volvió a invocar sus poderes. Un viento poderoso llenó la habitación, levantando todo lo que no estaba sujetado y mandándolo a volar. Algunos de los objetos impactaron a Felix.

Edward no podía tocar al hombre, pero eso no quería decir que no podía ponerse creativo. Felix fue arrastrado por el fuerte viento hacia la pared. Edward dejó que la luz llenara la habitación, una luz cegadora y dolorosa para los ojos. Escuchó al hombre chillar mientras los artículos lo impactaban repetidamente.

—¡Detente! ¡Detente!

—¿Y por qué debería hacerlo? —Edward dejó que los artículos cayeran al suelo, pero mantuvo bastante viento así Felix seguía fijo en su lugar—. ¿Qué te hace merecedor de misericordia cuando no le mostraste ninguna a tus víctimas? —Con un ademán de su mano, permitió que el viento arrastrara a Felix hacia la pared opuesta antes de finalmente dejarlo caer. Caminó hacia él con paso mesurado, deteniéndose cuando encontró resistencia. Miró fijo a Felix y supo lo que el hombre veía. Sabía que sus ojos ardían, iluminados por una luz interna. Iluminados por gracia en vez de un alma—. Dime lo que le hubieras hecho a Bella Swan si hubieras tenido la oportunidad, y dime por qué no debería hacerte lo mismo.

—Mira, lo que sea que quieras, puedes tenerlo. Quieres las drogas, tienes las drogas. Como sea.

—Niño tonto. —Volvió a desplegar sus alas, queriendo lucir tan inhumano como era posible—. Tan arrogante. Eres menos que nada, y los asuntos triviales en los que desperdicias tu vida son intrascendentes para mí.

El hombre estaba magullado y sangrando. Edward creía que quizás su brazo estaba roto. Quería desesperadamente romper algo más, algo mucho más vital, pero no podía quitarle las habilidades reproductivas al hombre.

La respiración de Felix era dificultosa, su postura irradiaba rendición.

—Por favor, hombre. ¿Qué quieres?

—Olvida el nombre Bella Swan. Por lo que te respecta, ella murió en ese muelle. Eso es lo que le dirás a Aro, Caius, y Marcus. —Sonrió ante la expresión en el rostro de Felix—. Las cosas que sé sobre ti y tu vida, niño, pueden destruirte. Pero deberías preguntarte a ti mismo si eso podría ser suficiente para mí. —Dejó que su sonrisa se volviera más fría y más maligna mientras se cernía sobre Felix—. Tengo un conocimiento íntimo del cuerpo humano hasta la última vena, el último nervio. Podría arrancarte cada milímetro de piel de tu cuerpo mientras sigues vivo, y entonces, volverte a unir para sufrir cualquier atrocidad que se me ocurra. —Inclinó la cabeza, fulminándolo con la mirada—. Y créeme, niño, tengo toda la existencia humana a la que recurrir. Se me ocurren muchas cosas.

Cada pizca de arrogancia y oratoria de chico duro que Felix tenía se esfumó. Estaba haciendo todo lo posible para no llorar, y no estaba teniendo éxito.

—Está bien. Mierda. Lo que sea. La perra...

Edward invocó un rayo, dentro de la casa, dejando que impactara a Felix donde ardiera de dolor, pero que no tuviera efectos secundarios excepto una pequeña cicatriz que bajaría por el centro de su espalda, a lo largo de su columna. Felix gritó. Se retorció de dolor antes de caer al suelo, respirando con dificultad, llorando suavemente. Roto en espíritu y no en cuerpo, aunque también estaba bastante roto en ese sentido.

De muchas maneras, era una lástima. Felix provenía de un entorno de crueldad, había recuperado el poder de la única manera que sabía. Ahora estaba siendo reducido a la víctima que había sido de niño, el pequeño niño asustado que se encogía de miedo y no tenía poder.

Como un ángel, Edward se había sentado pasivamente, observando las facetas de la humanidad como un hecho, una verdad. Ahora, conocía la emoción humana. Era extraño odiar a este hombre frente a él, sentir un placer vengativo al lastimarlo sabiendo sobre todas las personas que Felix había lastimado; lo que le hubiera hecho a Bella, si hubiera tenido la oportunidad. Al mismo tiempo, saber cómo había sido moldeado en la cosa que era, más monstruo que hombre, Edward sintió una punzada de pena demasiado humana.

—Estaré observando, Felix Bettaluci. Y sabré el momento que siquiera pienses en traicionarme.

Edward lo dejó entonces, desapareciendo, dejando a Felix con huesos rotos y quemaduras que no podría explicar sin sonar como un demente.

~FAH~

Bella seguía esperando a que su mente se apagara, y aún así seguía preguntando más. No había ninguna parte de ella que pudiera lidiar con todo lo que se le había dicho hoy, todo lo que había visto, pero tenía tantas preguntas que no parecía capaz de parar de preguntar.

Por su parte, Rosalie era paciente. Contestó algunas preguntas y eligió cuidadosamente otras, pareciendo saber cuánta información Bella podía soportar. A Bella se le había ocurrido más de una vez que era injusto. Rosalie también había sabido que el mundo de Bella no era lo que ella creía y no se lo había dicho.

Pero Rosalie no era su novio. Rosalie no era una persona que Bella creía que había conocido íntimamente. Y Rosalie no había sido el hombre dulce e inocente que amaba, que de repente desplegó unas enormes alas negras y la llevó hacia un prado tranquilo a tres estados de distancia en un parpadeo.

Edward había tenido razón. Necesitaba hablar con alguien; alguien que no la arrojara en un manicomio, pero ella simplemente no estaba preparada para hablar con él. Todo en su mundo había sido destruido hoy. Todo. Todos a los que amaba ya no estaban: James, Laurent, y Victoria por su ira y odio, Jasper por el espacio incierto entre la vida y la muerte, y Edward, perdido por esta cosa que había tomado su lugar.

Bella aferró el periódico amarillento que Rosalie había colocado en sus manos para que las palabras y las fotos se arrugaran. Le resultaba difícil respirar y se preguntaba si estaba a punto de hiperventilar.

—Busqué esto después que Edward comenzó a pasar tiempo contigo —dijo Rosalie, su voz gentil—. Supuse que ayudaría. Las palabras son una cosa. Una prueba es algo completamente diferente. —Cuando Bella no respondió, Rosalie frotó su espalda—. El mundo no ha cambiado, Bella. Estas cosas siempre han existido. Es solo que lo sabes ahora.

El periódico que Bella sostenía era el boletín de la ciudad donde sus padres habían muerto. Sus nombres y sus fotos se encontraban en el artículo en la primera página —era un pequeño pueblo— junto con los otros que habían muerto. Una de las últimas fotos era de un joven de Chicago. Veintisiete años. Soltero. Sin hijos. Un concertista de piano cuyos padres habían muerto cuando él tenía diecisiete años. Su vida interrumpida en su mejor momento veintidós años atrás.

Edward Cullen.

Bella se estremeció y apartó el periódico de ella. Era demasiado raro. Era demasiado extraño ver el rostro de Edward allí en ese viejo periódico, especialmente cuando no era su rostro. No en verdad. La misma estructura y apariencia, sí, pero había algo diferente. Incluso en blanco y negro, había algo diferente en los ojos, en la curva de su boca. El hombre en la página era un extraño con una máscara de Edward.

No, Bella se recordó a sí misma. El Edward que ella conocía era un ángel usando el rostro de este hombre.

—¿Dejó que todos murieran ese día? —preguntó de nuevo.

—No. —Rosalie siguió frotando su espalda—. Las personas mueren, Bella. Los humanos están destinados a una vida finita, y algunos de nosotros tenemos puntos fijos. Ese es el trabajo de los ángeles, fijar los puntos según se les indica. Esa es la razón de su existencia, su propósito. Es lo mismo que cualquier ecosistema. Si eliminas un elemento, el entorno se desequilibra. Esto es simplemente a mayor escala.

—Pero dejó que este hombre muriera.

Rosalie suspiró.

—Sí. Así como los humanos, los ángeles son capaces de cometer errores. —Inclinó la cabeza de la manera que Bella había visto a Edward frecuentemente hacer—. Aunque no estoy segura si puedes llamarle un error, en verdad. Así no es cómo funciona. El mundo es diferente porque te encuentras en él y este Edward Cullen no, pero un error implica que el mundo está peor.

—¿No lo está? —dijo Bella, mirando al frente. Inhaló temblorosamente—. ¿Jasper estaría muriendo si no fuera por mí?

—Quizás. Si su punto estaba fijado, entonces él hubiera llegado aquí sin importar si existías o no, Bella.

—¿Y si no es un punto fijo? Es como un efecto dominó, ¿cierto? ¿O el efecto mariposa? Sobreviví cuando no debería haberlo hecho. Edward Cullen murió cuando no debería haberlo hecho. ¿Y si mi existencia quitó los puntos fijos de Jasper o lo que sea?

Rosalie presionó la boca en una línea fina, pensando en ello.

—Puntos fijos o no, el mundo no es un lugar determinado. Edward hizo una pregunta muy similar una vez, o más bien una pregunta similar. Fue castigado por salvar tu vida como si fuera algo incorrecto. Si se suponía que debías morir, si ese era tu punto fijo, entonces ¿por qué no simplemente arreglarlo?

Viendo la expresión en el rostro de Bella, Rosalie tocó su rodilla.

—No es lo que él quería, Bella. Desde el momento en que te vio, no quiso nada más que protegerte. Esto no se trata de verdades y certezas. Incluso con lo que sabes ahora, que tú existes y que Edward está tan singularmente concentrado en ti es prueba de que no hay leyes absolutas en la naturaleza. Así cómo él alteró tu percepción del mundo, tú también alteraste el suyo. Y él tiene milenios de edad, así que piensa en cómo eso debió haberse sentido.

Le ofreció a Bella una pequeña sonrisa.

—Bella, él jamás ha sido capaz de explicarse por qué eres tan importante para él. No hay una razón para que lo seas. Los humanos, estamos configurados para necesitar a otros, para necesitar vínculos. Todo desde nuestra fisiología a nuestra mentalidad está configurado con la necesidad de interactuar con otros humanos. Los ángeles no están hechos de esa manera. Los ángeles están configurados para la obediencia y el deber. Como ángel, podría haber estado sola por un eón y no estar exhausta mental ni físicamente.

»—Y aún así, Edward tiene una conexión muy profunda contigo. No necesitaba venir aquí. Cuando te vio seguir un camino del que no podría protegerte, podría haberte dejado a tu suerte. En cambio, encontró un tecnicismo que le permitió esta posibilidad, una posibilidad para acompañarte hasta estar a salvo de nuevo. —Tomó a Bella por los hombros y le dio una ligera sacudida—. Bella, lo que él siente por ti y cómo lo ha expresado es un misterio para él así como esto de los ángeles lo es para ti. Alteraste su configuración. Despertaste algo en él que no debería existir; no en los ángeles.

La respiración de Bella era entrecortada mientras su corazón amenazaba con salirse de su pecho. Levantó las piernas sobre la cama, doblándose en una bola tan pequeña como era posible. Comenzó a mecerse y a temblar.

—¿Puedo tener un minuto? —susurró. Era jodidamente grosero echar a Rosalie de su propio cuarto, pero realmente necesitaba el tiempo para desmoronarse.

—Por supuesto. Solo llama si me necesitas.

Si me llamas, lo escucharé.

Bella cerró los ojos y se estremeció de nuevo. Ni bien Rosalie cerró la puerta, se acostó, sus piernas aún pegadas firmemente a su pecho. Intentó pensar en demasiado y en absolutamente nada. Intentó acomodar los hechos en su cabeza e intentó olvidarlos.

Jamás se había sentido tan sola como sumamente se sentía ahora mismo. Era una puñalada desolada justo en el centro de su ser, un dolor que la dejaba sin aliento y aterrada. Bajó el mentón a su pecho y lloró. Lloró por todo lo que había perdido, lloró porque su mundo daba vueltas, vueltas y vueltas, y no podía detenerlo. No podía sujetarse, y no podía soltarse. Se encontraba desamparada. Sin fuerzas mientras su mundo seguía autodestruyéndose a su alrededor.

Laurent, quien una vez fue su hermano, había intentado matarla. Él debería haber sabido lo que estaba haciendo al enviarla a los muelles.

James y Victoria, quienes una vez fueron su hermano y hermana, la odiaban. Por lo que le concernía a ella, los había traicionado. Su traición podría haberle costado a James su seguridad, y ella no hubiera querido eso tanto si la amaba o no.

Jasper. Ella había hecho todo lo que podía para salvarlo. Su último hermano. La única parte de su familia que le quedaba. Su desesperación la había llevado al extremo. Por supuesto, entendía lo peligroso que era Felix. Entendía que no tenía por qué buscarlo en primer lugar, pero ella hubiera hecho lo que fuera, intentado cualquier cosa, para mantener a Jasper a salvo. Para recuperarlo.

Y Edward...

Parte de ella reconocía que no lo había perdido. Su fe y confianza en él estaban debilitadas; si él podía mentir sobre ser humano, ¿qué tan real podría ser lo que habían sido para el otro? Aún así, si podía aceptarlo por quién era, todo lo que era, entonces no tendría que perderlo a él también.

Por supuesto, eso podría ser la negación, pero, llegados a este punto, ¿qué le quedaba?

Tentador. Dios, era tan tentador, porque sí quería sus brazos a su alrededor de nuevo. Quería el calor de sus suaves y dulces besos para alejar el frío helado que se había asentado en su estómago, irradiando hacia afuera.

—Edward —susurró.

No hubo ningún sonido, pero sabía sin duda que ella ya no se encontraba sola en la habitación. Cerró los ojos fuertemente y jadeó, dándose cuenta que estaba sin aliento. Había comenzado a sudar frío.

Pasó un minuto, luego dos. Finalmente, rodó y miró instintivamente hacia el rincón más alejado del cuarto.

Él estaba allí, su mirada fija en ella, llena de preocupación y cautela. No se movió hacia ella, sino que se mantuvo donde se encontraba contra la pared, esperando. La voz de Bella estaba atascada en su garganta. Tenía tanto que decirle, y todo quería salir al mismo tiempo.

—Jasper sigue en cirugía —dijo él, su voz suave y tranquila—. Está luchando, Bella. Ha sobrevivido a lo peor.

Por tan asustada que estaba por Jasper, Bella tenía lugar suficiente en su corazón para sentir apreciación por Edward. Ella entendía un poco más por qué no podía salvar a Jasper de la manera en que lo había hecho él con ella. Sabía que se había arriesgado al salvarla. De nuevo. Estaba arrepentida de haberlo criticado en su estado de pánico, pero incluso ahora, la intensidad de su necesidad de que Jasper sobreviviera a esto amenazaba con hacer que rogara.

Pero entendía que Edward estaba dándole lo que podía. Él asumió que Jasper se encontraba en primer plano en su mente, y había hablado sobre eso primero, a pesar de todo lo que podría haber querido decir. No todo sobre él era una mentira, se recordó a sí misma. Él era un buen hombre.

Bueno, suponía que era un buen ángel.

Inhaló profundamente y extendió una mano hacia él en una súplica silenciosa. Creyó ver sus ojos iluminarse. Dio un paso hacia adelante, y cuando ella no le indicó que se alejara, siguió avanzando hacia ella.

Bella se sentó, y cuando él se encontró frente a ella, tomó su mano. Tocarlo calmaba algo dentro de ella, como si uno de los millones de pedazos de su corazón y su cabeza se hubieran asentado nuevamente en un lugar firme. Jaló, y él se sentó a su lado.

Después de un largo minuto mirándose al otro, él abrió la boca. Ella llevó un dedo a los labios de él.

—Aún no —dijo con un susurro tembloroso.

No. El miedo y la incertidumbre estaban batallando con la adoración y el amor que ella sentía por este hombre. Este ser. Al mirarlo a los ojos, podía ver que todo lo que él había sido para ella seguía allí. Simplemente era parte de un todo más grande.

Si él pudiera mantenerse en silencio, si ella pudiera tener solo un minuto más, creía que quizás podría comenzar a aceptar todo de él.

Con la mirada en ella, Edward se acomodó y esperó.