"SINFONÍA DE LA PRINCESA Y EL HÉROE"

Por Light of Moon


NOTA DE LA AUTORA: ¡Hola a todos! Me reporto con la nueva actualización de esta historia, la cual es un gusto escribirla para ustedes, en donde el episodio es relativamente más corto en relación a su predecesor, pero no menos interesante, ya que veremos alguna caras conocidas, de BOTW y también de otro juego de Zelda que, espero puedan ubicar.

Como dije, este episodio es relativamente corto, pero también es pensado para que no se saturen para el siguiente episodio a este, ya que ese sí será algo extenso pero lleno de emociones.
Sus comentarios me motivan mucho y me ayudan a mejorar, así que si alguien quiere manifestar algo, no duden en escribirlo, todo es bienvenido.

Agradezco enormemente a mi amiga, hermana del mal y beta reader Polatrixu, que ha dado el visto bueno a toda esta historia desde su inicio, te quiero mucho Polita, sin ti esta historia no sería posible, así como tampoco sin los consejos de mis amigas Nelida y Stella, mil gracias chicas.

Bueno, sin más preámbulo, ¡a leer!


[ Summary]: "La Espada Maestra elige a su dueño y la princesa tiene que despertar su poder interior; sin embargo, ni una ni otra cosa ha sucedido, aún no se sabe quién será el portador de la espada, ya que no ha aparecido y la Princesa Zelda, desafortunadamente, aún no consigue reavivar el poder de su legado."


CAPÍTULO 6: PIEZA DEL VIENTO

El calor implacable del desierto, quemaba sin piedad a la región de Gerudo, en donde por generaciones había habitado el clan formado por todas las vai guerreras, que habían sabido hacerse grandes ante la hostilidad climática; sin embargo, había otro clan que también yacía resistiendo en el desierto.

En su guarida condecorada con vestigios apócrifos de los sheikah, vivía el clan traidor de la Casa Real, en donde uno de los capitanes se presentaba a la sala de su líder, quien ya lo esperaba para recibir las noticias de su última operación.

El capitán quien hizo una reverencia apoyándose sobre su mandoble del huracán, se agachó para hablar ante el jefe de su infame gremio, haciendo una señal de respeto.

—Señor, Yiram fue capturado por elementos de la guardia del Rey, específicamente, la comandada por el Capitán Denahí. Lo último que supimos por nuestros informantes es que el Rey decidió darle un juicio justo; sin embargo, se lo llevaron a las mazmorras de la prisión de la ciudadela, en donde iban a interrogarlo. —Informó el sujeto, agachando la cabeza.

—¿Crees que hable? —Mencionó con una voz profunda.

—No lo hará, señor. Mis hombres primero se dejarían cortar la lengua antes de hablar de usted o revelar la ubicación del clan.

—Muy bien, todo está saliendo conforme a nuestro plan—. Dijo poniéndose de pie y revelando su imponente y corpulenta figura, vistiendo el mismo uniforme que sus discípulos, pero llevando consigo una capa oscura. Se acercó a una mesa que contenía varios mapas de Hyrule, con distintas anotaciones marcadas.

—¿Dices que un espadachín derrotó al guardián?

—Por poco lo conseguíamos, señor. Pero no contábamos con la destreza de ese joven. —Comentó algo apenado el subordinado.

—No importa, la operación sigue siendo exitosa. Nuestro objetivo no era un asesinato, sino mandar una advertencia al Rey y a su hija. Esos déspotas deben saber que le queda muy poco tiempo a su tiranía.

—¿Desea que ordene una invasión a la ciudadela?

—No, no actuaremos por impulso, sino que lo haremos de manera minuciosa, será en el momento indicado; aún tienen a los sheikah's de su lado. Al parecer nuestros antiguos hermanos olvidaron que por causa de la Casa Real, los cimientos de Kakariko están regados con sangre. —Murmuró mientras colocaba una de sus manos en puño, rememorando uno de los episodios más sangrientos de la cCorona y los habitantes de la villa quiénes, en el pasado, habían construido una mazmorra por orden del entonces Rey justo debajo de la aldea, para capturar así a sus enemigos y torturarlos hasta la muerte. —Nuestra tribu cometió un error al jurarle lealtad a esa familia de traidores que nunca moverían un dedo por defender a Hyrule. ¿O es que acaso la Princesa ya logró despertar sus poderes?

—No, señor. Según nuestros informes, todos los intentos de la Princesa han sido en vano.

—Lo suponía, es una inútil al igual que ese cuento absurdo de Hylia. El único poder real y que le dará victoria a la emancipación de Hyrule, será el de Ganon. Con Ganon conseguiremos nuestra liberación.

—Señor, y ¿qué sucederá si aparece el héroe legendario, el que portará la Espada Maestra? —. Preguntó como duda genuina el capitán del Clan Yiga.

—Eso no sucederá, Capitán Sogg. Desde hace más de cien años, no se ha conocido a nadie que haya podido ingresar al gran bosque de Hyrule y regrese para contarlo. Cualquiera que sea tan osado para adentrarse en las penumbras, morirá en el intento. Nadie sabe qué tipo de criaturas acechen a los viajeros.

—Entendido. Respecto a Yiram…

—No podemos arriesgarnos a realizar una operación para rescatarlo, el Rey estará armado hasta los dientes porque esperará esta acción de nuestra parte; lo mejor será que se quede preso una temporada, nuestro día está cerca y podremos liberar a todos de la opresión de la corona.

—Así será, Maestro Kogg. Gloria a Ganon Calamidad.

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Una vez que las visitas reales se hubieran marchado del dominio zora, se gestaba una acalorada discusión entre los nobles y el consejero real Muzun.

—Con todo respeto, su Alteza, pero una cosa es arreglar un matrimonio entre la hija del Rey Rhoam y el príncipe Sidon y otra muy distinta el permitir que nuestra princesa se encamine en una batalla de la cual conocemos sus dimensiones.

—Servir a Hyrule siempre será un honor para los zoras.

—Puede enviar a cualquiera de nuestros guerreros, no tiene sentido exponer de esa manera a la futura reina.

El Rey Dorphan comenzaba a convencerse de que quizás no valía la pena enviar a Mipha a tal peligro cuando la joven intervino.

—Pero yo quiero hacerlo, Muzun. Padre… —dijo ahora llamando la atención del monarca, —con mi poder curativo, sé que puedo ser de gran ayuda para la batalla contra Ganon.

—Eso es tarea de la princesa Zelda, ella es quien debe luchar directamente contra la amenaza del reino. —Protestó el consejero real.

—Pero ella aún no ha despertado su poder interior. —Manifestó Mipha.

—¡Por soberbia! Seguramente tiene ese mismo complejo de superioridad propio de su raza hyliana.

—Muzun… —Habló Dorphan con condescendencia. —Aunque no seamos la misma raza, los hylianos son nuestros hermanos, compartimos el mismo reino y también, el mismo destino.

—Espero que no se equivoquen, Altezas. Me retiro…

Diciendo esto, el anciano zora hizo una reverencia y se dio la vuelta visiblemente molesto; el líder de la casta anfibia se encogió de hombros, tenía en gran estima a su consejero y siempre consideraba sus opiniones, por lo que no estaba del todo seguro de aceptar que su hija se integrará al frente contra Ganon.

—Hablaré con él más tarde. —Mencionó el Rey.

—No, yo lo haré, papá. —Se adelantó la princesa y caminó en dirección a uno de los jardines de agua que adornaban el palacio.

No tardó mucho en encontrar al anciano de piel verdosa que yacía mirando en dirección al manantial de Lanayru, observando la profundidad de las aguas, como si deseara encontrar una respuesta a sus inquietudes dentro del líquido cristalino.

—Muzun… —Le habló la princesa con voz dulce mientras sostenía su tridente con una de sus manos.

—A sus órdenes, princesa. —Mencionó apenas dándose la vuelta el anciano.

—Sabes que no me gusta que me trates con tanta formalidad. —Mencionó apoyándose en su arma real.

—Sabes lo que opino de los hylianos y sobre todo de tu seguridad, Mipha. —Respondió el de mayor edad.

—Sé que te preocupas por mí, que me has cuidado y guiado desde que yo era una niña.

—Eres más que eso, eres la luz de mis ojos. —Comentó con ternura el viejo zora. —Le prometí a tu madre que podría irse tranquila, mientras yo existiera cuidaría bien de ti y de Sidon.

—Fuiste como un padre para ella y también lo eres para nosotros. —Comentó la princesa acercándose a su tutor. El zora de mayor edad no pudo evitar conmoverse.

—¿Por qué quieres ponerte en riesgo, por qué por los hylianos? —Reprochó. —¿O acaso olvidas que fue por su causa que murió tu madre?

—Los monstruos nos superaron en aquélla ocasión. —Comentó la princesa bajando la mirada, rememorando el asedio que hace varios años había sufrido la región.

—Porque ellos no llegaron a tiempo y ese error costó la vida de muchos de los nuestros, incluída la reina. —Mencionó con dolor y resentimiento.

—Es por ello que no debemos arriesgarnos a un segundo asedio y esta vez protagonizado por la Calamidad, si no lo conseguimos, morirán muchos y no sólo de nuestro pueblo, sino también de todo el reino. —Argumentó. —Siempre me has enseñado que mi don curativo no es un privilegio, sino una responsabilidad; es un don que debo poner al servicio de los demás, de toda la gente.

Muzun resopló, no podía rebatir nada en contra del discurso de Mipha, ya que eran sus mismas palabras las que ella estaba recitando.

—¿No podré convencerte de lo contrario, verdad?

—Me gustaría que me apoyaras. —Solicitó la joven con voz dulce.

Muzun, a pesar de ser un zora de carácter reacio, nunca lograba negarse a los deseos de Mipha; aunque estuviera directamente en contra de ellos.

El mayor suspiró, sabía que no iba a ser fácil convencer a la princesa de lo contrario, pero aún así deseaba consecuentarla; por lo que decidió cambiar de tema en la conversación.

—¿Cómo vas con la armadura?

—Bien, en este momento estoy terminando las grebas. —Informó.

—Aunque acudas a esa lucha absurda, no debes olvidar tu deber real de terminar esa armadura para el otoño; así tendremos todo el invierno para preparar la ceremonia real. Recuerda que tienes que estar casada para la próxima primavera y tu marido debe ser un caballero, digno de tu estirpe y de tu corazón. —Finalizó con cariño el anciano, dejando en claro el gran cariño que sentía por Mipha.

—Así será, Muzun. Así será… —Finalizó la joven esbozando una sonrisa, recordando en su memoria la imagen del candidato que desde hacía un tiempo, ya se había vuelto el objeto de sus afectos.

Una vez que Muzun ya estuvo más tranquilo, Mipha se retiró a sus habitaciones para continuar confeccionando la armadura para el hombre al que en un futuro cercano, le pediría que fuera su esposo. El tan solo pensar que tendría que confesarle su amor intimidaba su carácter reservado; sin embargo, la posibilidad de que este aceptara, llenaba de esperanza a su joven corazón. Con paciencia, colocaba las escamas en las grebas, bordando a mano cada una de ellas, pensando que esta laboriosa tarea tendría su recompensa, cuando viera a su futuro marido portando la armadura característica de su tribu el día de su boda. Pero, ¿quién era el candidato que desde hacía un tiempo se había ganado el corazón de la princesa?

Lo había conocido hacía ya varios años, bastantes a decir verdad; era valiente, fuerte y callado, pero con un encanto natural que fue cuestión de tiempo para que obtuviera el favor de la princesa sin pretenderlo; era el hijo de un reconocido capitán de la guardia real de Hyrule y su nombre era Link.

Lo había conocido cuando él apenas era un niño, pero debido al crecimiento de los hylianos y los zora, Link ahora se veía mayor que ella; no obstante, esto no hizo que los sentimientos de Mipha hacia él hubieran cambiado. Regularmente, la gente de su raza solían casarse con individuos del mismo pueblo y debido al antecedente que Muzun y algunos zoras tenían respecto de los hylianos tenía miedo de que el pueblo y sobretodo su padre, no aprobaran su elección de marido para cuando ella se los hiciera saber; sin embargo, esto no era suficiente para desanimarla, estaba convencida de sus sentimientos y los defendería hasta el final. Contaba la leyenda que hacía miles de años, Ruto la princesa zora de ese tiempo, se había enamorado también de un hyliano y, aunque no se conocía el desenlace de esa historia, quería pensar que el de ella sí tendría un final feliz; porque estaba enamorada, porque se sentía mejor persona cuando pensaba en él, porque disfrutaba su compañía, la charla y sus silencios, su dedicación, sus proezas… Y principalmente, porque no imaginaba su vida al lado de alguien que no fuera él.

Empero, ¿él sentiría lo mismo por ella?

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No muy lejos de la región de Lanayru, se encontraba la aldea de Hatelia, la cual, quedaba bastante cerca de la región zora, muy conveniente para los planes de la princesa quien no creyó que su padre fuera a acceder tan fácilmente a visitar el laboratorio de la hermana menor de Impa:

la científica Prunia, quien tenía su laboratorio de investigación en la colina de la aldea textilera.

—Es una verdadera incógnita el cómo el Clan Yiga logró apoderarse de la inteligencia del guardián. Según nuestros informantes, no tienen la tecnología suficiente para llevarlo a cabo. El conocimiento de las bestias divinas se quedó para unos cuantos sheikah's, por lo que es complicado que unos pocos renegados hayan robado esa información. —Informó la científica, tomando anotaciones en un cuadernillo.

El Rey asintió pero Zelda tenía más preguntas.

—¿Demoraremos mucho tiempo en poder programar a los guardianes?

—No, pienso que posiblemente en un par de meses, o tal vez semanas, ya tendremos el dominio de ellos al cien por ciento. Las bestias divinas ya están listas; hemos tenido unos pocos avances con Daruk y lady Urbosa ya se muestra entusiasmada por iniciar sus prácticas para manejar a Vah Naboris. En cuanto tengamos la orden de su Majestad, y la princesa zora esté lista, podremos iniciar las pruebas de piloto con Vah Ruta. Sólo nos hace falta el piloto de Vah Medoh, que es posiblemente la bestia divina más difícil de controlar, debido a su manejo en el aire; Rotver se está encargando de hacer los últimos ajustes.

—Tecón, el patriarca orni ha designado al guerrero ideal para pilotar a la bestia. —Dijo el Rey en tono sublime.

—¿De verdad, padre? ¿Y quién es él?

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En los confines de la región de Tabanta, en donde el frío y la ventisca se extendían con fuerza cerca de la cordillera de Hyrule, se ubicaba la aldea Orni, lugar donde habitaba el pueblo guerrero del mismo nombre, quienes se caracterizaban por su resiliencia al mal tiempo y por ser los mejores y más diestros en el manejo de flechas de todo el reino, de quienes destacaba uno de ellos; el líder de los guerreros y arquero por naturaleza; Revali. Dotado de una capacidad excepcional con el arco y las flechas, no tardó mucho en ganarse la confianza de Tecón, el patriarca orni, para comandar la línea de defensa de los guerreros, usando la armadura característica de la tribu y cuatro trenzas tejidas con cuentas de jade detrás del plumaje azul oscuro de su cabeza, señal de su jerarquía y rango por encima de los demás luchadores de su casta; sin embargo, tales reconocimientos habían hecho mella en el carácter orgulloso de Revali, quien se distinguía por tener una personalidad tan arrogante como sus habilidades en el combate.

—El Rey Rhoam me ha encomendado el elegir a un guerrero que represente a nuestra tribu en la lucha contra Ganon Calamidad. —Explicó el anciano, entrecerrando sus grandes ojos de búho.

—Es para mí un honor, el poner en alto el orgullo de nuestro pueblo, patriarca Tecón. —Habló con voz potente el guerrero.

—Debes saber, que es una misión arriesgada, Revali y, de ninguna manera, te impondré esa carga en la espalda, si tú no la aceptas.

—Ningún riesgo es suficiente para amedrentar al gran Revali. Si me lo autorizas, patriarca Tecón, ahora mismo partiré al Castillo Real y me pondré bajo las órdenes del rey Rhoam, para derrotar a esa Calamidad. —Dijo usando sus alas en forma de puño.

—Espera, muchacho, no quieras volar todavía. —Detuvo el viejo orni. —Tu misión será pilotar la bestia divina Vah Medoh para apoyar al portador de la Espada Maestra a derrotar a Ganon.

En ese momento, el rostro de Revali se desencajó en una mueca soberbia.

—¿Cómo? ¿Insinúas que el Rey pretende que asista a la batalla con el papel de un simple ayudante de ese desconocido? —Reprochó indignado. —¿Quién es ese guerrero que osa llamarse mejor combatiente que yo? ¡Que lo demuestre!

—Tranquilo, relájate y escucha. —Comentó Tecón con voz calmada. —Aún no sabemos quién será ese portador de la Espada Maestra; según la leyenda, esta es una historia que se ha repetido por generaciones; Ganon como la encarnación usurpada del poder, tiene que ser derrotado por el portador de esta espada, quien es la encarnación del valor, quien luchará codo a codo con la encarnación de la sabiduría, es decir, de la descendiente de Hylia, la Princesa Zelda. La Espada Maestra elige a su dueño y la princesa tiene que despertar su poder interior; sin embargo, ni una ni otra cosa ha sucedido, aún no se sabe quién será el portador de la espada, ya que no ha aparecido y la Princesa Zelda, desafortunadamente, aún no consigue reavivar el poder de su legado.

El guerrero se quedó en silencio. Si bien es cierto, era escéptico en cuanto a las leyendas contadas en el reino, hubo algo dentro del relato que llamó su atención: la Espada Maestra y el héroe. Si ese individuo todavía no aparecía, existía la posibilidad de que no pudiera llegar a tiempo para la batalla contra Ganon o que simplemente nunca fuera encontrado. Esa espada al parecer, confería un gran honor y poder y, si él podría entregarla al Rey de Hyrule, nadie dudaría de su capacidad como guerrero y todo el reino sabría que él era el mejor de todo Hyrule, el más intrépido, el más valiente, escribiría en letras de oro su nombre y el de su aldea. Era una oportunidad que no podría desaprovechar.

—Piénsalo bien, Revali. Cómo te dije, no te obligaré a aceptar si no lo deseas, pero el Rey y sus emisarios vendrán por una respuesta en estos días y será mejor que tengas una respuesta para ellos.

—Y la tendrán, patriarca. Créeme que la tendrán. —Diciendo esto, partió directamente al campo de entrenamiento en Hebra, no podía perder ni un segundo; su valía estaba enjuego y no permitiría que nadie la pusiera en entredicho.

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Después de la visita diplomática al dominio zora, el Rey había decidido que Zelda realizara una visita por su cuenta a la aldea, debido a que él tenía que encabezar el juicio en contra del prisionero del Clan Yiga, por lo que encomendó a su hija el ser emisaria de reclutar al guerrero que sería el piloto de Vah Medoh, acompañado de Impa y una escolta formado por un batallón de soldados que vigilarían y protegerían a Zelda contra todo peligro; no obstante, en el camino de Tabanta, tuvieron que detenerse en el Rancho del mismo nombre que la aldea a la que se dirigían.

—Su Alteza, es un honor para nosotros servirle; esperemos que se sientan cómodos en nuestro rancho que está a su total disposición. —Dijo el posadero, quien se puso bajo las órdenes de la princesa y sus acompañantes.

—Muchas gracias, sólo necesitamos que reparen el carruaje real, ya que sufrimos un desperfecto en el camino y nos gustaría continuar con nuestro viaje cuanto antes a la aldea orni. —Explicó Zelda mientras se acomodaba el grueso abrigo que la cobijaba.

—Oh, Alteza, la reparación no será ningún problema; sin embargo, no recomendamos a ningún viajero trasladarse con un carruaje en los caminos de Tabanta y de Hebra. Como usted sabrá, últimamente hay más apariciones de monstruos en las calzadas del reino y, debido a la nieve, el avance de las ruedas de los carruajes es más lento, por lo que hay una mayor probabilidad de una emboscada que no le deseamos a nadie, mucho menos a usted. —Sugirió el hombre encargado del rancho orni.

—¿Cuál es entonces su recomendación? —Preguntó la rubia.

—Le sugerimos continuar su camino a caballo. Si usted nos lo permite, será un gusto poder ayudarle reparando su carruaje, mientras usted y su comitiva acuden a la aldea.

—Me parece una excelente idea.

Diciendo esto, el encargado del rancho ordenó que ensillaran un caballo manso para la princesa y otro igual para su doncella, quienes partieron enseguida para la aldea orni junto con sus escoltas, teniendo un recibimiento cálido por parte de los habitantes quienes los condujeron con Tecón, el patriarca.

—He hablado con Revali, su Alteza. —Explicó el búho. —Le he explicado el carácter de esta misión, creo que es el candidato idóneo, es nuestro mejor guerrero y el líder de las tropas que protegen esta aldea; sin embargo posee un temperamento reacio y yo no puedo obligarlo a poner esta carga sobre su espalda si él no acepta.

—Patriarca, ¿cree que Revali acepte hablar conmigo? —Preguntó la princesa.

—Seguramente lo hará; Revali es obstinado pero no es una mala persona.

—Hablaré personalmente con él, si me lo permite.

—Por supuesto que sí, su Alteza. Él se encuentra ahora entrenando en el campo de entrenamiento en Hebra, lleva bastantes días practicando desde el alba hasta el anochecer y sólo llega a la aldea para descansar un par de horas.

—Partiremos inmediatamente. —Informó Zelda pero el patriarca la detuvo.

—Princesa, no aguantará las temperaturas de la cordillera de Hebra sólo con esa capa, será bueno para usted cambiar de ropa a una más abrigadora; las ventiscas de las montañas son bastante heladas, sobre todo para las razas que no poseen plumas.

—Quizás en la tienda de ropa encontremos algo. —Sugirió Impa, señalando a uno de los comercios que estaban a unos metros.

—Si en algo más puedo ser de ayuda, estoy a su disposición. —Mencionó el líder de los ciudadanos plumíferos.

—Muchas gracias, Patriarca. Nos gustaría entrevistarnos con Revali cuando antes, le debo una respuesta a mi padre. —Contestó la rubia.

—No les quito más su tiempo y les deseo éxito en su misión, Princesa. Mande mis respetuosos saludos al Rey Rhoam. —Finalizó Tecón haciendo una reverencia.

—Sus saludos serán bien recibidos por mi padre.

Una vez que se marcharon del sitio del patriarca, Tecón miró cómo se alejaba Zelda y su comitiva, observando con condescendencia a la princesa; a diferencia de la mayoría del reino, el líder de los orni se sentía compadecido de ella, ya que no olvidaba que desde que era una niña pequeña, la joven ya cargaba con el peso de tener que salvar el reino, cumplir con sus deberes reales y de sacerdotisa, entendiendo mejor que nadie lo abrumador que muchas veces resultaba ser el líder de una comunidad, imaginando que tener que dirigir a todo un reino siendo una adolescente, debía ser todavía peor. Sumado a su orfandad de madre, a la manera tan estricta de ser del Rey Rhoam.

—Qué injustos hemos sido con esa chiquilla; sin poder vivir su vida para que nosotros podamos vivir la nuestra. —Murmuró…—Hylia, no abandones a la princesa.

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El frío viento de Hebra helaba los huesos y también la voluntad; sin embargo, eso no era suficiente para diezmar el orgullo del guerrero orni que luchaba por controlar el temblor de su cuerpo debido a la baja temperatura y el cansancio. Sostenía el arco de águila con sus alas, lo que lo convertía en el único arquero de su raza en utilizar esa técnica que parecía ser única de los hylianos; sin embargo la había hecho suya, con su habilidad de volar por los aires y su destreza con el arco, le convertía en un luchador letal, logrando disparar tres flechas a la vez a la velocidad del vértigo. Sin embargo, había algo que aún no lograba controlar.

Se colocó nuevamente el arco en la espalda y se puso en posición de vuelo, los ornis a igual que todas las especies que poseían la capacidad de volar, aprovechaban las corrientes de aire para poder planear, pero esto aunque era una condición natural, resultaba un impedimento para Revali; él quería formar las corrientes de aire, no esperarlas.

Con la fuerza de sus grandes alas, comenzó a impulsarse hacia arriba, formando corrientes de aire ascendente, sintiendo como los copos de nieve se alborotaban y cubrían de una fina capa blanca su silueta. Poco a poco fue formando un pequeño torbellino que en cuestión de segundos, se fue haciendo más grande, uniendo a las ráfagas de viento de los alrededores a su favor.

El orni de plumaje azul comenzó a adentrarse en el torbellino, planeando con sus grandes alas, tratando de controlar su capacidad de vuelo, no obstante, fue superado por la fuerza de la ventisca siendo derribado violentamente en el suelo, cayendo de bruces cerca del borde de la montaña.

Hiperventilando, se levantó con dificultad, visiblemente adolorido, colocando su mano en el costado para tratar de aminorar la molestia del golpe recién recibido.

—No lo consigo… —Susurró frustrado y volteó a mirar al cielo, observando la trayectoria del viento. —Debo adentrarme en la corriente. Es la única manera.

Iba a intentarlo por segunda ocasión cuando sus sentidos agudizados sintieron miradas curiosas que lo observaban a sus espaldas.

Volteó rápidamente y reconoció a los caballeros del Rey debido a los estandartes que llevaban insignias de la familia real, y a dos mujeres que los acompañaban, destacando una de ellas por tener el cabello rubio como rayos de sol y que a pesar de que llevaba vestimenta hyliana característica de los exploradores que se adentraban en Hebra, supo que no se trataba de cualquier persona cuando su sola presencia, inspiraba confianza y respeto.

—Me alegra la visita. Pero hoy no pensaba tener público. —Contestó cambiando automáticamente su tono de voz a uno con más seguridad y autoritarismo, mientras terminaba de recuperar su postura erguida.

—Disculpa, fui a la aldea y me dijeron que estarías aquí.

Revali la observó de reojo un poco más; era una chica hyliana, rubia, de ojos verdes y una belleza superior a la cualquier persona de su misma raza; indudablemente, intuyó que se trataba de la princesa Zelda.

—Ya sé a qué vienes. Necesitas mi respuesta. —Dijo anticipándose y volteando a mirar completamente a la descendiente de Hylia. —Tenemos que acabar con Ganon como sea. Me uniré a tu causa. —Finalizó con una sonrisa retorcida, ante la expresión amable de la hija del Rey, clavando sus ojos verdes en la muchacha.

Zelda, suponiendo que sería más difícil el convencer al guerrero quien, al parecer, no le intimidaba su estatus de Alteza Real, lejos de incomodarla, se sintió más en confianza al notar que su interlocutor la trataba como una persona más. Y al obtener una respuesta positiva tan rápido, no pudo evitar emocionarse.

—Muchas gracias, Revali. Sé que es peligroso, pero si contamos con tu ayuda…

—¿¡Peligroso?!

Motivado por el entusiasmo de la princesa, Revali se puso nuevamente en posición de vuelo y con destreza realizó nuevamente las ráfagas de viento ascendentes y, tal como lo había dicho momentos antes, se adentró en ellas con destreza. El viento implacable amenazaba con tumbarlo nuevamente pero ahora no podía permitirse ese lujo; no podía fallar, no delante de la princesa. Con todas sus fuerzas continuó planeando hasta que logró salir avante del torbellino, elevando su vuelo a una altura superior a la acostumbrada; lo había conseguido, había triunfado. En medio del frenesí de su victoria, sacó su arco y tomó tres flechas explosivas y apuntó a las dianas del campo de entrenamiento, atinando a cada una de ellas con destreza y precisión.

Ante tal demostración de poder, Zelda no pudo evitar sonreír emocionada, pensando que con un guerrero de tal calibre en el equipo para derrotar a Ganon, sumaban muchos puntos a su favor. Dicha admiración, no fue desapercibida por Revali, quien aterrizó poniéndose de pie frente a ella, visiblemente complacido.

—Así que a mí me toca ayudar al caballero con… ¿la espada que doblega la oscuridad? ¿Así se llama? —Dijo fingiendo desinterés. —Pues si pierde la confianza al ver a un guerrero de mi talla, no me eches la culpa a mí. —Finalizó guiñando un ojo a la también sacerdotisa, quien se encontraba fascinada ante las habilidades de Revali.

—Y bien, princesa. ¿Quién es ese caballero?

—Aún no aparece, pero estoy segura que lo encontraremos pronto. —Contestó Zelda.

—¿Estás segura que habrá alguien que sobreviva a adentrarse en el Gran Bosque de Hyrule? —Cuestionó.

La princesa dudó. Si bien es cierto, confiaba en las leyendas y profecías del pueblo, también era cierto que no se conocía de nadie que pudiera ingresar al bosque perdido y volver de él.

—A decir verdad, no lo sé, Revali. Pero confío en las profecías y en la voluntad de la diosa para que así sea.

—Si me lo permites y si ese caballerito no aparece, podría sobrevolar el gran bosque y buscar esa espada. Ya fuiste testigo de mis habilidades, así que pongo el poder de un servidor a disposición de la familia real. —Finalizó haciendo una reverencia, alegrando a la princesa en el proceso, en razón de que ya tenían una posibilidad más.

Impa, que se había mantenido al margen del encuentro entre el representante del pueblo orni y Zelda, hizo un respingo en cuanto escuchó a Revali su pretensión de encontrar el mismo la espada maestra.

"¿Pero quién rayos se cree ese cuco pretencioso?" pensó severamente ofendida, ya que según la tradición de los sheikas se creía que el héroe siempre había sido encarnado por un hyliano, los orni eran una raza relativamente nueva en hyrule, incluso se creía que eran una especie descendiente de los zora.

—Vamos princesa, cuéntame más de esa Espada Maestra, mientras vamos con el patriarca a contarle las buenas nuevas. —Dijo Revali caminando al lado de Zelda, entusiasmado de haber impresionado gratamente a la hija de la familia real.

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Ya era tarde cuando el novato de la guardia real había llegado a su nuevo hogar que compartía con su padre en la ciudadela, estando visiblemente cansado después de un día ajetreado. Aunque siempre tenía apetito, esta noche sólo llegó a darse un baño y dormir, necesitaba urgentemente descansar, hoy había dispersado en compañía del Rey a una bandada de moblins por el rumbo del rancho de la llanura y aunque no hubo vidas que lamentar, esos bandidos habían dado buena batalla, por lo que llegó agotado a casa. Una vez que se había refrescado, se acostó a dormir, cayendo en un sueño profundo rápidamente.

"El gran bosque de Hyrule siempre había estado rodeado de leyendas entre propios y extraños desde que tenía uso de razón. Se contaba que, los aventureros que se atrevían a ingresar, nunca se les volvía a ver con vida; fuerzas oscuras se apoderaban de aquella floresta que parecía maldita por seres desconocidos que lograban nublar la vista de los viajeros con el exceso de neblina que cegaba la vista y poco a poco también se iban perdiendo los demás sentidos de los viajeros.

Se quedó mirando fijamente la espesa nube que cubría los grandes árboles cuando de repente escuchó que alguien lo llamaba.

"¡Link, Link!" Le habló una voz femenina en un tono infantil.

Le pareció extraño que la voz proviniera del camino que llevaba directo a la entrada del bosque y, pese a que el instinto le indicara que era peligroso entrar, no pudo evitar caer en las redes de la curiosidad.

"Link, sígueme, date prisa."

Contra todo pronóstico, se adentró en el bosque en el que creyó que sería cegado por la niebla densa; sin embargo, esto no ocurrió. El sendero poco a poco se fue abriendo ante sus ojos en un camino despejado que le indicaba por donde caminar.

"No tengas miedo, sígueme." Apremió la voz desconocida.

Él obedeció y siguió caminando por la estrecha vereda y de repente, escuchó una melodía suave de un instrumento de viento y, cual si fuera un hechizo, se dejó llevar por el canto del bosque.

No supo en qué momento se adentró tanto en la arboleda, cuando de repente se vio en medio de un prado iluminado y a una niña pequeña sentada en un tronco, tocando la armoniosa melodía proveniente de una ocarina de madera.

"Hola, Link. Llegaste rápido" Dijo la pequeña con entusiasmo, dejando su ocarina de lado e invitando al guerrero a acercarse.

La niña tenía un aspecto hyliano; no obstante, algo había en ella que la hacía lucir diferente; tenía facciones finas, ojos azul chispeante y una cabellera de color verde intenso, que hacía juego con sus ropas del mismo color. A pesar de aparentar entre diez y doce años, se veía mucho menor, debido a su complexión menuda y su baja estatura. Al pensarlo un poco más y al atar cabos por su conocimiento de leyendas e historia de Hyrule, juraría que la niña que tenía enfrente pertenecía a la extinta raza de los kokiris; seres de apariencia infantil que solían vivir en el gran bosque y que tenían prohibido salir de él, ya que su vida se veía en riesgo si lo hacían.

"Creo que no te acuerdas de mí" Mencionó la chiquilla al ver el rostro confundido del joven. "Fuimos amigos hace mucho tiempo y prometiste que lo seríamos siempre. Sigues igual de callado, pero ahora eres más grande, mucho más grande." Dijo viéndolo de pies a cabeza. "Aunque no lo creas, ya hemos estado antes aquí, no una vez; muchas veces, más de las que el reino puede recordar."

Esta revelación desconcertó al hyliano; aunque no lograba recordar el rostro de esa pequeña niña, por algún motivo le resultaba extrañamente cercano y familiar.

"Tu destino ha estado unido al del reino desde el inicio de los tiempos; el tuyo, el de Ganon y el de la Princesa del tiempo."

El caballero dio un paso hacia atrás; ¿cómo podía ser posible que él, un simple ciudadano del reino, hijo de un caballero modesto y una campesina tuviera que ver en algo con la Calamidad que amenazaba a Hyrule y sobretodo, con la Princesa Zelda? Este último pensamiento lo hizo estremecer.

"Escucha, Link, no tengo mucho tiempo." Explicó la niña cambiando su tono de voz a uno más serio. "La Calamidad está más cerca de lo que suponen; debes ir al Gran Bosque de Hyrule y adentrarte al bosque Kolog. Sé que debes estar pensando sobre los peligros que implica ir a ese lugar, pero una vez que estés allí, sabrás qué hacer. No hagas caso omiso de mi advertencia, Link; el reino y la Princesa te necesitan."

Diciendo esto, el rubio comenzó a sentirse ligero como una pluma y con incredulidad, descubrió cómo poco a poco la esencia de su ser se iba difuminando en pequeñas chispas doradas, desapareciendo como si fuera un fantasma desvaneciéndose.

"Confíamos en ti, Link. Por cierto, soy Saria."

Inmediatamente el caballero despertó de golpe, sintiendo como un sudor frío perlaba su frente y con el corazón latiendo a mil por hora. Se sentó en la cama y observó como todo su cuerpo estaba en orden y al mirar por la ventana y a la luna menguante en el cielo, se dio cuenta que aún era bastante de madrugada; al parecer, todo había sido un sueño aunque se había sentido sumamente real, demasiado real , pero ¿qué significaba todo aquello?