Herencia de padre
...He heredado mucho de ti y he administrado demasiado bien esta herencia, sin tener en cambio, en mi ser, los contrapesos necesarios, tal como tú los tienes.
Franz Kafka – Carta a su padre.
Arima Kishou invitó a Kuki Urie a cenar a su apartamento.
(¿Siquiera vive cerca?).
El lugar era lujoso e incluso mejor ubicado que el Chateau, si eso era posible. La vivienda ocupada por Urie y el resto de los Quinx a unas calles era visible desde el piso de Arima Kishou.
(Apuesto a que se mudó aquí para vigilar a Sasaki).
Urie no sabía por qué pensó eso. Ya no tenía caso. El funeral de Haise había sido miserable. Tooru no podía estar en pie, Shirazu bebió antes de ir y vomitó en las flores de la ofrenda a la tumba del difunto tutor de los Quinx, Saiko avisó con antelación que no solo no iría, sino que no volvería a salir de su habitación el resto del año. Un desastre.
Pero toda crisis escondía una oportunidad y Urie era un sobreviviente. Justo como su papá.
Arima Kishou lo miró durante toda la ceremonia. De reojo. Como a veces miraba a Haise. Como si compartieran algo.
Lo hacían.
Todos lo sabían.
(¿Cómo sale un ghoul de su puta prisión y termina trabajando para el CCG si no?)
Mikito Urie era atractivo. Kuki lo sabía porque las mamás de sus compañeros en la escuela susurraban y se sonrojaban cuando él lo dejaba en clase. También cuando iba a reuniones con su traje negro de civil.
Kuki también se sonrojaba. Pero por orgullo. O eso pensaba. La gente pocas veces hablaba con su padre. Se sentían intimidados por su uniforme del CCG, que a veces estaba manchado con sangre. También por su aura.
Mikito Urie parecía un héroe marchando. Él...solo se hacía cargo de las situaciones en tanto surgían.
Kuki quería ser así al crecer. No solo para que lo admiraran. O ganar dinero. También para proteger a su papá.
—Traje vino...—saludó Urie, cuando Arima Kishou lo recibió en su hogar. Notó que no tenía criados. O tal vez los habría despedido por el día.
(¿Duerme aquí a veces? ¿En verdad?)
El piso era enorme, espacioso, con vista. Costaba una millonada. Urie dedujo que sería una herencia aunque con un Investigador tan diestro y prolífico como Kishou, no podía saberlo. El mismo Ángel de la Muerte había asesinado sin ayuda a tantos ghouls, de tantas clases, que tranquilamente pudo haberse comprado el edificio luego de ahorrar un par de años.
De todos modos, había algo en ese lugar que le recordaba a Urie a una oficina, un lugar que no es propio, en el que pasas escaso tiempo de tu vida, para trabajar. Por compromisos. No se sentía un hogar.
Era como eso contra lo que Haise peleaba para que el Chateau no fuera. Un sitio impersonal. Curiosamente, a Urie siempre le incomodó la efusividad de Sasaki para convertir la vivienda de los Quinx en un hogar tradicional, se sentía...Falso. Y tal vez las motivaciones de Haise para llevarlo a cabo no eran sinceras.
A lo mejor, morir fue lo mejor para Haise Sasaki, por mucho que les doliera a sus subordinados. Y a su propio mentor.
—Bienvenido —recibió Arima Kishou a Kuki Urie, echándole una mirada carente de interés a la botella.
No era la más cara, es solo que Urie tenía que aparentar que no iba a verlo por lo cual si, iba. A esas horas.
Era importante.
Su papá recibía hombres a veces. Su madre se iba para eso. Visitaba a su familia en un pueblo a horas de Tokyo. Kuki en ocasiones viajaba con ella pero...
A medida que crecía, detestaba más y más, estar separado de su padre. Mikito Urie trabajaba largas jornadas y no siempre llegaba para cenar, pero las ausencias de su madre implicaban que su padre estaría el fin de semana en la casa. Podían salir a pasear juntos, de la mano. Ir al parque. Comer helado.
Kuki adoraba ser abrazado por su padre, sentir el perfume de su loción de afeitar impregnándole la cabeza, estar a salvo en su calor.
Muchos niños quieren casarse con sus madres. Pero Kuki...Él solo quería ser especial para su papá.
Mikito estaba triste, su madre y él peleaban por dinero, las horas de trabajo, el seguro en caso de...
Kuki era su consuelo. Pensaba que si lo amaba suficiente, él se quedaría. La idea de que se fuera como los padres divorciados de otros compañeros de la escuela, lo aterrorizaba.
Cuando la madre de Kuki se iba, los amigos de su padre, sus compañeros de escuadrón y otros...Lo visitaban.
Eso era normal.
Por supuesto, no bebieron. Urie no estaba allí para cenar, aunque Arima Kishou había preparado (o acaso, ordenado), una comida digna que los esperó a ambos en el comedor. Y esa era la propuesta. Cenar para discutir los pormenores del escuadrón.
La carne al vino en las fuentes se enfrió en tanto Urie seguía a Arima por la cocina, hasta un aparador donde guardó la botella de obsequio y el joven vio su oportunidad para tomar por el talle a su superior.
—Me gustaría discutir mi posible promoción —susurró en el oído de Arima Kishou.
El hombre no se inmutó. No apartó a Urie, que era casi igual de alto. Más que Haise.
—Lo supuse...—contestó Kishou, ladeando la cabeza, colocando las manos sobre la mesada pristina y recibiendo sin queja alguna los primeros besos de Urie en su hombro y cuello.
—Iwao, por favor —rogó el padre de Kuki.
Cuando los amigos de Mikito lo visitaban, Kuki tenía la orden de quedarse en su habitación. Dejaba la radio prendida. Escuchaba canciones infantiles.
Pero durante una pausa o en ocasiones, si había gritos o algo...Extraño, podía oir lo que sucedía. Y si su papá y esos amigos, estaban muy ocupados...Le era posible salir de su habitación, bajar un par de peldaños, asomarse por los barrotes de las escaleras y ver. Muy bien.
Kuki no sabía por qué quería contemplar a su padre haciendo esas cosas tan extrañas con sus amigos y compañeros de escuadrón. Aquellos actos se parecían a cómo un hombre y una mujer hacían un bebé. A veces. Pero en otras ocasiones solo eran comportamientos raros y un poco asquerosos.
El padre de Kuki había estado besándose, por ejemplo, con el papá de Takeomi.
Takeomi no le agradaba a Kuki y su papá menos. El padre de Takeomi visitaba la casa de Mikito Urie más seguido que otros hombres, como el señor Mado o Marude.
Aquella vez, Mikito Urie se encontraba con las piernas abiertas, muslos a lados de la cintura del padre de Takeomi. Kuroiwa, el mayor, había llamado la atención de Kuki mucho antes que los gemidos de su padre, ya que batía sus manos contra el trasero de Mikito.
(Déjalo en paz).
Los adultos alternaban el besarse, sujetarse y hablar. Kuki agudizó el oído tanto como pudo para entender lo que decían.
—Sabes que no puedo, Urie...
—Lo necesito mucho...Vamos...
—¿Es por la casa? Te dije que no podrías comprarla, no debiste pedir ese préstamo.
—Mi hijo se merecía un buen lugar. Hay una escuela de arte cerca...—suspiró Mikito y se ladeó para lamer el cuello de Iwao. El compañero del padre de Kuki gimió muy fuerte. Se apartó para inclinarse sobre la mesa y tomar un vaso de whisky que probablemente Mikito Urie le había servido.
—El arte no es para los muchachos, ya suenas como mi mujer —gruñó el hombre de cuello grueso y cejas marcadas.
El padre de Kuki se sentó a su lado en el sofá y continuó acariciando la rodilla de su compañero con una media sonrisa. Kuki pensó que se parecía levemente a la expresión de ternura que tenía con él pero...Era diferente. Como si buscara conseguir algo del padre de Takeomi.
—¿Sigues con ella?
—Cocina bien y normalmente sabe su lugar, es solo que quiere vivir por encima de lo que tiene. Y desde luego, soy yo quien debe complacerla. Te llevarías bien con ella.
—¿Lo crees? —el padre de Kuki sonrió y subió su mano de dedos largos y pálidos, hasta la entrepierna del hombre a su lado.
...Kuki sabía qué seguía. Casi no pudo escuchar bien el resto. Comenzó a tocarse en el mismo lugar, sobre la ropa.
No quería pensar así en su padre. Pero aquel espectáculo le despertaba deseos extraños. Kuki se tocaba, tal vez, por imitar y entender a los adultos en ese acto que parecía tan importante y sobre el que su madre parecía no querer saber nada, a juzgar por el rechazo con el que recibía ciertas preguntas de su propio hijo.
—¿Y tu mujer?
—De viaje.
—¡Ah! —el hombre echó la cabeza hacia atrás, con la boca abierta. Jadeó.
—¿Así?
—¿Y...tu hijo?
—Duerme.
—Ya...La próxima vez, no deberíamos venir a tu casa...Es peligroso.
—¿Lo es? ¿Dos efectivos del CCG casados en un mismo cuarto de hotel no? ¿O en el interior de un coche con los vidrios empañados, en el bosque de los suicidas?
—Mikito...Te confías demasiado. Por eso perdiste tu promoción como líder de...escuadrón...
El padre de Kuki sacó los genitales de Kuroiwa, el anciano, del pantalón de traje. Aunque tenían la misma edad, supuestamente, eran muy diferentes. El padre de Kuki estaba delgado y a pesar de tener sus primeras canas, su rostro era anguloso y atractivo. El padre de Takeomi tenía sobrepeso y demasiado vello en todas partes, además de una expresión permanentemente grave. El miembro de Iwao hacía juego con su complexión, era grueso pero corto y surgía de un montón de vello oscuro.
Eso, al padre de Kuki no parecía importarle. Se arrodilló e inclinó, buscando ponérselo entre los labios y succionar.
Estuvieron así, un momento. Iwao se tapaba la boca, para ahogar sus quejidos. Cerraba los ojos. Se mordía el labio inferior.
Kuki había visto antes cómo terminaba eso. A él mismo se le ponía un poco dura la verga, pero no como a los adultos. Aún.
Quería hablar con su padre sobre eso pero nunca había ocasión. Temía que él supiera que Kuki sabía...Que le impidiera ver.
Y al mismo tiempo odiaba a esos hombres por tener aquello de su padre.
La cabeza de Mikito subía y bajaba, evidentemente se ponía la salchicha de Iwao en la boca y chupaba, como si fuera un comestible. Aún así, él no lo mordía. Kuki se preguntó a qué sabía. Había olido sus propias manos luego de tocarse. Era salado, un poco agrio, un adulto sin duda debía ser más apestoso.
Pero su padre envolvía los labios en el miembro del padre de Takeomi sin problemas, como si estuviera acostumbrado. O le gustara.
—¡Me vengo! ¡Me vengo! Bébelo todo, Mikito...Ah...
Hubo un sonido como de líquido siendo tragado. El padre de Kuki suspiró y se incorporó, volviendo a sentarse al lado de Iwao, quien le ofreció un vaso de whisky casi sin tocar, que probablemente era suyo.
Un líquido blanco corría por la comisura del mentón del padre de Kuki. Iwao se lo limpió con el dorso de la mano.
—Te ves bien así...
—¿Me lo darás?
Kuroiwa padre hizo una mueca y se encogió de hombros.
—¡Vale! Solo renunciaré. Inventaré lo que sea. Serás el líder otra vez, tendrás ese bono y las prestaciones. ¿Feliz?
El rostro del padre de Kuki se iluminó. Parecía años más joven.
—¡Si! Gracias...
—No quiero un "gracias". Sabes lo que quiero.
Mikito Urie asintió. El corazón de Kuki dio un vuelco. Pero sus manos no pararon y los adultos tampoco.
Kishou Arima sujetó el rostro de Urie para besarlo, colocándolo frente a frente entre caricias. Kuki Urie estrujó los músculos de sus brazos, en tanto el beso se profundizaba.
La lengua de Arima era larga y un poco fría. Había algo de inhumano en eso.
(¿Pero qué se siente para él besar a un Quinx?)
Urie tanteó la cintura de Arima, juntó sus entrepiernas, sabía que estaba casi duro. Ambos comenzaban a estarlo. El cuerpo del Ángel de la Muerte no se parecía al de ninguno de los hombres mayores con los que Urie había estado. Era como si estuviera especialmente concebido para la batalla y el placer fuese solo la segunda cara de la guerra, la del triunfo. Aquel espacio en el que estaban, era un paréntesis como el que a menudo se formaba en los pensamientos ansiosos de Urie.
Un espacio para follar, para fingir que no morirían entre la gloria de los mejores. Un espacio para el orgasmo. Donde el odio y el amor no importarían porque serían básicamente lo mismo.
Y por ende, sacar un rédito mínimo para los vivos, tampoco.
Ese era su lugar. Se sintió motivado.
Urie mordió levemente el labio de Arima, saboreó su sangre. Controló su ojo negro para que no surgiera.
...Como Haise se había empeñado en mostrarle cómo.
Arima se apartó un momento. Miró a Urie con cierta incomodidad. La sangre bajaba por su labio.
...Urie solo se sintió más excitado.
—¿Podemos ir a su cama? Clase Especial Asociado...—pidió.
Una discreta sonrisa se dibujó en los labios de Kishou. El mayor hizo un cabeceo para indicarle dónde quedaba la habitación.
—¡Ahi, Mikito! ¡Ah! ¡Si!
Iwao Kuroiwa, grueso, peludo y sudoroso, se volteó en dirección a la pared de la escalera, puso las manos en el descanso del sofá y subido al mismo, se inclinó mientras gritaba aquello. Mikito Urie le bajó los pantalones, la ropa interior a líneas blancas y negras, descubriendo piel pálida y rojiza aún más cubierta por vello negro grueso.
Kuki no sabía cómo sentirse. Vio bastante, suficiente, de su papá, como para hacerse una idea de lo que hacía.
(Meter la lengua en un lugar tan asqueroso, papá, ¿estás bien?)
Odió al padre de Takeomi con todas sus fuerzas. ¿Cómo se atrevía a exigir y permitir que Mikito, un héroe, el papá de Kuki, lamiera su trasero?
...El padre de Kuki estaba pretendiendo que sabía bien, ¿no? Kuki ya lo había visto hacer eso antes. Iwao gritaba. Los vecinos escucharían. Aunque no se atrevieran a decir nada. Luego, mandaban cartas y sus padres peleaban.
Por culpa del papá de Takeomi.
—¿Está bien?
Mikito Urie solo se detuvo para indagar más.
—¡Si, sigue! Por favor...
—Se te va a poner dura otra vez...
—¡Dios te oiga! Soy un viejo. Y contigo duro más que con mi mujer.
—¿Quieres follarme luego?
—Depende...¿Vas a cobrarme extra?
Se miraron de una manera. Por la reacción de Iwao, Kuki supo que su papá había hecho algo con el trasero de su amigo. Pensó que le estaba metiendo algo. Los dedos.
—Es suficiente con que me cumplas. Estamos estrechando el sentimiento de lealtad entre compañeros.
—¡Vaya que si! Ahora, sigue...No pares hasta que tengas la boca negra...
Los dos rieron. Kuki quiso llorar. Ese era su papá, después de todo.
Iwao siguió gimiendo demasiado fuerte. Alzaba la cabeza en dirección al escondite de Kuki. Solo tenía que subir la vista para verlo. Pero...No había pasado.
Hasta ese momento en que comenzó a jadear y sudar más, abrió los ojos y soltó un grito.
—¡Mikito! ¡Tu hijo está aquí, mierda!
—¿No hay que preocuparnos por nada?
Tal vez estaba nervioso. Arima desgarró su camisa y lo cargó sobre un hombro, con una destreza que cortó el aliento de Urie.
Notó que las sábanas estaban casi nuevas, eran de seda gris. Urie rebotó cuando Arima lo arrojó en la cama de la habitación, que olía un poco a perfume y a otra cosa que Urie no distinguía, pero que le recordaba al cuarto de Sasaki.
—Vivo solo, Kuki Urie —explicó Arima Kishou, desabrochándose su propia camisa blanca. Urie se estremeció. La palidez del pecho del hombre, similar a la del marfil, le despertó un inmenso deseo.
La erección de Arima, sin embargo, ya no era tan visible bajo la tela de su pantalón oscuro.
—Cierto.
(Es un lugar perfecto para cometer suicidio).
O para coger con tu superior por una promoción. No es que fuera difícil. Shirazu no dejaba de beber, ya ni iba a las reuniones más que Saiko, eran solo Tooru y Urie. Les dieron aviso sobre una nueva generación Quinx en los próximos meses. Si Shirazu no salía del fango, era lógico que lo re seleccionaran.
Estaba casi ahí. La follada con Arima solo cerraría el trato y lo haría inexpugnable. A menos que algo de rigor se interpusiera.
Como un ghoul loco, encapuchado, obsesionado con la mermelada y el sadismo.
...Haise no tuvo suerte. O solo una vez.
(Cuando se cogió a Arima y salió de la prisión).
Sería lo mismo para Urie. O mejor. Solo tenía que seguir adelante. Como con Matsuri Washuu, Takeomi Kuroiwa, el padre de este en alguna ocasión, Furuta Nimura...
Ninguno de ellos tenía un cuerpo tan atractivo y fuerte como el de Arima Kishou, quien además estaba revestido de una extraña fragilidad. El nombre "Ángel", apodo que le dio Taishi Fura, no se equivocaba.
Muchísimas personas, hombres y mujeres, hubieran pagado por hacer lo que Urie estaba haciendo a cambio de un puesto.
—¿Quieres un trago, Kuki Urie?
Urie asintió.
—Hay unos archivos con películas en la televisión. Si gustas prenderla. Ayudarán a la ambientación.
Una música ligera, como jazz, se escuchaba desde la sala. Urie creyó ver un tocadiscos de reojo, a medida que avanzaba en la semioscuridad hacia el cuarto de Arima. Ni siquiera habia pensado en eso. En la falta de tecnología que contrastaba con el hogar inteligente de los Quinx.
(Por supuesto, el jefe no quiere nada hackeable en su casa, mientras que la nuestra tiene las puertas abiertas a sus ojos cuando quiera).
—¡Kuki, ve a tu habitación!
Su padre se puso furioso. Era tan raro. Estaba casi desnudo y había estado chupando el trasero de su peludo compañero de escuadrón pero a la hora de disciplinarlo, sonaba tan autoritario como siempre.
Kuki le obedeció, corrió de inmediato. Dejó de sentirse excitado, pasó a sentir verguenza y miedo. Aún así, con la radio apagada, escuchó a los adultos discutir.
—¿Qué está mal contigo, Mikito? ¡No puedes tener al chico aquí cuando hacemos estas cosas! ¿Por qué tu esposa no se lo llevó? ¡Maldita sea! Es su trabajo cuidarlo.
—No lo sé. Es muy difícil lidiar con él últimamente, por eso necesito más dinero —su padre hizo una pausa. Kuki se imaginó que tragaba en seco—. No tienes que irte.
—¡Por favor! La próxima vez, haz que tu esposa se lo lleve.
—Quería que lo hiciera, pero me dijo que ya que tenía "el día libre", que fuera padre por una vez. La perra no sabe bajo el techo de quién vive. Se fue a coger con otros, seguramente.
—Ponla en su lugar. Una buena mujer no se fija en los asuntos privados de su marido. La mía solo necesita que le llamen la atención a veces. Vamos, Mikito.
—¿Volveremos a hacerlo? ¿No estás enojado?
—...Somos amigos, Mikito. Y me encanta esa lengua tuya. Tienes suerte de ser tan atractivo y de saber usarla. O no te perdonaría esto. Solo...Disciplina al muchacho y convence a tu mujer de que haga lo que le toca. Esto no debería pasar. La próxima vez, enviaré a mi mujer y a mi muchacho a alguna parte, tendremos mi casa para nosotros. A lo mejor nuestras esposas pueden salir juntas con los chicos.
—¿Crees que Takeomi podría ser amigo de Kuki?
—¡Por supuesto! No creo que lleguen a ser como nosotros...Pero quién sabe. Algún día, Takeomi podría saber si tu talento es hereditario. Hasta yo podría...¡Mikito!
Hubo un movimiento violento. Kuki casi vuelve a salir de su habitación. Se quedó paralizado contra la puerta de su cuarto.
¿Qué pasaba entre ellos?
Se obligó a calmarse y siguió escuchando.
—...Nunca...Hables así de Kuki. Nunca.
La voz del padre de Takeomi sonaba estrangulada. Como si lo estuvieran...
—Está bien...Está bien...
Kuki no sabía si era eso lo que decía, ya no se entendía desde su cuarto.
—¿Te gusta esto?
—Si...Mikito...
...El maldito señor Kuroiwa no se había ido cuando Kuki se quedó dormido entre el llanto.
Arima regresó con champaña.
—Kuki Urie, celebremos tu promoción.
(¿Por qué empezar así? ¿No se le para?)
—Claro.
—¿Ubicaste la grabación?
—Uhm...Estaba esperando por usted.
(¿Cierto?)
Es solo que Urie pensaba demasiado en su padre. El mes del año se prestaba junto a la tragedia de Haise. Podía ver el pasado reproducirse en su mente sin permiso ni piedad. Odiaba lo que sucedía tanto como había amado a Mikito Urie.
(Tal vez el alcohol me ayude).
Kuki Urie brindó con Arima Kishou y apuró la copa helada para acomodarse en la cama de su superior, dispuesto a ver...Lo que sea que quisiera mostrarle.
—¿Kuki? ¿Estás dormido?
Era tarde ya. Horas después. Kuki había esperado en vano a que Iwao Kuroiwa se marchara más rápido luego de que fuera descubierto con su papá. Hasta tuvo que aguantar la orina porque el baño estaba en el pasillo y no quería abrir la puerta de su cuarto.
Finalmente, cuando Kuroiwa el viejo se marchó, su padre fue a visitarlo. Kuki fingió dormir. Pero...su papá se dio cuenta de que su respiración no era pesada.
—Sé que lo que viste te asustó, seguramente...Kuki, en el CCG, a veces un hombre tiene que hacer cosas que pensó que nunca haría, por su bien y el de aquellos que le importan. Tal vez no lo entiendas ahora pero eso no está mal. Es como...ladrar, ¿sabes? Los perros ladran y obedecen a sus Amos. Pero si eres inteligente y te comportas como un perro solo para engañar a quienes están sobre ti o creen estarlo...Eres el Amo, aunque ellos no sepan. Así que...¿Importa?
La voz de Mikito Urie era pensativa, su suave, grande y delicada mano pasaba como una araña pálida sobre la frazada de Kuki. Su hijo trató de entender esas palabras que resonarían dentro suyo por años, definiendo el resto de su vida.
—Está bien, papá. Te amo —murmuró Kuki.
Mikito lo besó sobre la frente.
—Eres mi orgullo, Kuki. Solo...No le digas nada de lo que viste. A nadie.
Urie se sintió incómodo de inmediato, a medida que la cinta avanzó. Arima Kishou, sin embargo, posó sus labios sobre el cuello de su joven subordinado, y mordió suavemente.
(Joder...), pensó Urie. Y luego notó que la pelicula, una cinta que le recordaba a las grabaciones de los interrogatorios en la sede oficial del CCG, tenía otra cosa familiar.
No quería reconocerlo al principio. Arima le manoseaba el miembro por encima de la ropa, le bajó la bragueta y estrujó su erección antes de decidir deshacerse de su pantalón.
Urie no quería mantener los ojos pegados a la pantalla, que cubría casi toda la pared céntrica de la habitación de Arima Kishou. Finalmente, los sucesos en la cinta lo alteraron lo suficiente y preguntó.
—¿Es Haise?
(¿Por qué siquiera lo digo? Por supuesto, es él).
Arima Kishou le sonrió. O tal vez solo se sonrió a sí mismo, satisfecho de que Urie le hiciera esa pregunta.
Sus padres pelearon otra vez. Como siempre que a su padre lo visitaban sus amigos. No se suponía que Kuki escuchara pero sucedió. Siempre sucedia.
—¡Los trajiste aquí! ¡No deberías traerlos aquí!
—¿Y qué se supone que hiciera? ¡Te gusta la gran vida, perra! ¡Trato de conseguirte lo mejor y al niño! Un poco de gratitud estaría bien...
Kuki se asustó por el ruido de algo que probablemente era una bofetada en el rostro de su padre. Comenzó a llorar con amargura. Nuevos ruidos como azotes de puertas y pies corriendo por las escaleras le alertaron de que su madre se había ido otra vez.
Años más tarde, ni siquiera recordaría bien la cara de ella. O su nombre.
El Haise Sasaki del video lucía joven. De la edad o menor que Kuki Urie.
(Probablemente es de hace dos o tres años).
Urie sacó cuentas. Se sabía que Haise había sido arrestado por el CCG en esas épocas, antes de que la institución descubriera que era un humano modificado y se le devolvieran ciertos derechos bajo seguimiento de investigadores de alto rango, como Arima Kishou, Taishi Fura y Akira Mado. Sasaki aceptó colaborar, fue integrado en la academia. El resto era historia. Haise había escalado rápidamente en la fuerza y llegó a ser profesor cuando Urie tomó sus últimos cursos.
En la cinta, Haise tenía los ojos vendados. Estaba en una habitación de paredes claras, como muchas celdas de Cochlea. Urie había visto videos similares antes, donde los prisioneros eran descuartizados y sus kagunes, utilizados para quinques. El ciclo de la vida de un ghoul.
—¿Haise?
Un hombre con traje hablaba. Urie reconoció la voz. Arima Kishou, su dueño, estaba separándole las piernas ya desnudas e inclinándose hacia la parte más sensible de Urie en la realidad del momento.
...Kishou tenía más energía en el video. Urie se preguntó cuándo habría grabado o hecho grabar la cinta, si su escuadrón estaría involucrado.
(Cuando pides un ghoul en propiedad, puedes hacer lo que quieras y decir que es parte de la investigación. Si puedes ser un jodido Dios para ellos, ¿por qué no un Ángel de la Muerte?), reflexionó Urie para sí, ahogándose un gemido cuando la boca de Arima Kishou llegó a su entrepierna.
—¿Padre?
(Mierda).
Urie tenía serios problemas con ver la grabación y dejarse llevar por la felación que Arima le empezó a hacer. Tal vez eso erotizaba al adulto, pero para Kuki Urie, solo resultaba un poco molesto.
(¿Quieres mostrarme que solías tener más vitalidad? ¿O debo sentirme triste por Haise?)
Urie se preguntó si realmente Sasaki la estaba pasando tan mal. Arima, en las imágenes blanquecinas, puso dos dedos en su boca, los mojó en su saliva y obligó a que Haise los chupara, con una expresión extraña, como ausente.
El video resultaba un tanto enfermizo pero...Haise era un ghoul. Probablemente no tenia mejores opciones. Pronto, Urie tuvo dos dedos de Arima entre los labios y comenzó a chuparlos, obedientemente, siguiendo las acciones de Haise en el video.
(¿Es eso? ¿Repetir, mimetizar? Lo que sea...)
—Estás duro, hijo...¿Quieres correrte en la boca de tu padre?
Haise se sonrojó y asintió. Urie se encontraba casi al borde en la realidad. La boca de Arima estaba húmeda y lo succionaba con maestría. Solo quería lechear el fondo de la garganta de ese adulto abusivo.
—Por favor, papá...—murmuró Sasaki contra los dedos pálidos de Arima. La cabeza del mayor había dejado de oscilar en la cinta.
Urie notó que Arima tampoco continuaba con su mamada en la vida real. Faltaba tan poco. El hombre lo miraba desde su entrepierna.
Kuki entendió.
—Por favor, papá...Deja que me corra en tu boca...
Las palabras lo hicieron sentir enfermo pero aquello duró solo un momento. Decirlas le causó tal excitación que Arima Kishou no tuvo más que acariciar su miembro y lamerlo unos segundos.
Kuki había tratado de escuchar música en la radio, con sus auriculares nuevos. Estos eran un obsequio de Mikito.
...Su padre estaba solo en la habitación marital que su mamá hubiera abandonado.
Primero fue porque se sentía mal por su padre. Le preocupaba que estuviera llorando. Lo había oído desde su cuarto.
Pero no era solo eso. También escuchó que Mikito Urie llamó a alguien con el teléfono de línea junto a su cama.
—Iwao, ella se ha ido...Lo sé. No, no vengas. Si, iré más tarde para firmar el testamento. No sé si luego...Kuki no puede quedarse solo de noche, no tanto tiempo. ¿Mandarías a tu niñera? Eres bueno...No, no estoy ebrio, solo bebí un poco. Me acostaré. No conduciré así. Si...
Kuki sintió el estómago retorcerse de celos. El viejo Kuroiwa no tenía derecho a hablar tanto con su padre. Lo robaba de su familia. De Kuki.
—No tienes que tratarme como si fuera una mujercita, Iwao, ¿lo sabes? Si...¿Y si tu esposa se entera? No querrás que te golpee. ¿Qué? No...La mía no me golpea, ¿de dónde sacaste eso? Si...Estoy abierto a la idea de que sea un ghoul. ¿Pero no serían todas las esposas de la fuerza...? ¡Tú cuelga! ...Luego.
El hijo único de Mikito Urie esperó frente a la puerta de su cuarto. Escuchó con atención cómo su padre se acomodaba en la cama matrimonial, entre suspiros adoloridos. Como la puerta estaba entreabierta, Kuki vio el cuerpo de su padre acostado de lado.
Era algo inocente, al principio. Quería ver a su papá de cerca. Saber si había llorado. Kuki apreció la botella de fármacos para aliviar los nervios que Mikito dejó en la mesa de luz; con un walkman enredado en auriculares púrpuras y un vaso casi vacío de whisky.
Kuki tenía miedo. Y al mismo tiempo, no sabía qué lo guiaba hasta allá. Apreció que su padre estuviera dormido, tal vez por los efectos del alcohol y las píldoras. Como un adulto, pensaría en eso a menudo.
Mikito Urie tal vez estaba desmayado sobre su propia cama. Tenía el cabello despeinado. Su mejilla con el lunar parecido al de Kuki, pegada a la almohada.
(Papá es hermoso).
Tal vez, si Mikito se hubiera despertado antes de que Kuki subiera a su cama y se arrastrara hasta su cuerpo dormido, las cosas hubiesen sido diferentes.
O no.
Arima Kishou tragó sin esfuerzo, Urie pudo ver un hilo de humedad seminal goteando brevemente por entre sus labios.
—Date vuelta, Haise.
(¿Así va a ser el juego? Bien).
—Si, papá...
—Prepárate para esto, hijo...
—Claro, papá...
(No debo pensar en mi padre, esto no tiene nada que ver con él, solo es trabajo. Papá hubiera entendido), se dijo Urie y obedeció.
Ya estaba desnudo, Arima Kishou se la había chupado y Urie recibió trato muy informal de su parte. Se lo embolsó. Que era justamente lo que fue a hacer a su apartamento.
¿Qué más daba su turbio fetiche con el incesto?
(Me voltearé así, es lo que él quiere, lo que Haise está haciendo en la pantalla...), pensó y procuró seguir su tren de ideas retorcidas con acciones de entrega hacia su superior.
Kuki había visto "La bella durmiente" antes. Pero no sabía qué esperaba, cuando juntó sus labios temblorosos con los de su padre, que estaban mojados en la sal de las lágrimas y en algo agrio que el niño reconoció como alcohol.
Bueno, en realidad, si. A su corta edad, tenía la más simple fantasía. Donde Mikito le devolvía el beso, lo llenaba de caricias y luego hacian lo que él solía hacer con sus amigos del trabajo. Prometía ya nunca más hacerlo con nadie más que con Kuki. Y se casaban. Su mamá los perdonaba. Hasta le dejaba su lado de la cama a Kuki. Para siempre.
...Los niños tienen grandes esperanzas.
Mikito Urie no pudo estar más lejos de las fantasías de su hijo.
Al principio, tal vez por reflejo, devolvió el corto y suave beso de Kuki, antes de abrir los ojos y de tomar consciencia, llegó a profundizarlo. Por unos segundos, el niño probó la saliva de su padre, sintió que él gemía contra su boca, como una vibración. Degustó el sabor del tabaco que Mikito fumaba, del alcohol que había bebido. Se sintió enfermo pero deleitado y también gimió.
Tal vez fue eso. Su padre llegó a tomarle la cintura, parpadeó acariciando su espalda y rompió el beso con brusquedad. Kuki nunca olvidaría su mirada de asco y horror. Rompió a llorar solo por eso.
—Papá...Yo puedo...
—¡No! ¡Kuki, vete a tu cuarto! ¡¿CÓMO HAS PODIDO?!
...Y no terminó ahí.
Kuki trató de abrazarlo, de sentir el pecho de su padre contra el suyo. Se sentía extraño. Como cuando lo miraba con otros hombres. O con su madre. La entrepierna le dolía.
Fue la primera y única vez en la que Mikito lo golpeó.
Arima Kishou hizo algo a espaldas de Urie. Él no sabía qué era, hasta que reconoció el ruido de un cajón abriéndose, seguido del pomo de un producto húmedo siendo utilizado, probablemente en la punta de los dedos o el miembro del Ángel de la Muerte.
(Así que le gusta esto, no solo la mete sin nada como el loco de Nimura, tampoco cree que con saliva baste como el viejo Kuroiwa), se dijo Urie, pensativo, mordiendo su propio pulgar cuando el lubricante frío fue colocado en su conducto anal por el dedo de Arima Kishou, arrancándole gemidos.
La cara de Kuki dolía por las bofetadas que Mikito no vaciló en soltarle. Él lloró, se disculpó, rogó, pero no sirvió de nada. Su padre lo arrastró de vuelta a su cuarto, lo arrojó en este como si su propio hijo fuese algo repugnante. Kuki se dio cuenta de que lloraba también pero no pudo consolarlo.
—¡Papá! ¡Haces esto con los demás! ¡Hazlo conmigo también! ¡Yo te amo!
—¡Cállate, Kuki! ¡No sabes nada! ¡Debiste irte con tu madre!
—¡No quiero dejarte, papá!
—¡Tendrás que hacerlo! ¡Esto está mal! ¡Si lo haces otra vez, te dejaré en un orfanato!
—¡Por favor, papá!
—¡No es no! ¡Pensé que te había enseñado eso!
Kuki enterró la cara en la almohada de su cama. Mikito dejó su habitación, dando un portazo.
Arima Kishou probó introducir un dedo, lo frotó, lo llevó al fondo de Urie, rozó su próstata, arrancándole gemidos y cortándole la respiración en jadeos.
Se sentía bien. Era más tranquilo de lo esperado. Urie se había metido un consolador antes de ir a la cita. Fue brusco para sanar y estar aún más flexible. Aquella preparación se le hizo...¿Tierna? ¿Sentía ternura por el adulto?
(Le importa que no me duela, como si yo no tuviera experiencia), se dijo a sí mismo, entre suspiros.
No notó cuando empezó el otro video y dejó de aparecer Haise en la pantalla.
Al principio.
Su papá se fue. Siempre que tenía alguna misión importante editaba su testamento y salía a beber o comer con sus amigos. Normalmente, su madre lo esperaba. Pero ella se había ido también.
Kuki la sustituyó, en cierto modo. No se atrevió a dejar su cuarto. Durmió, lloró. Tuvo miedo al estar solo en la oscuridad.
Cuando ya pensaba que había muerto, que ya no vería a nadie, ni siquiera a su padre...
La puerta de la entrada se abrió y Mikito regresó.
Kuki salió de su habitación. Quería recibirlo. Pero no se atrevía.
Mikito se encontraba muy borracho, evidentemente, porque alguien se estaba encargando de ayudarlo a pasar por la puerta de entrada. Alguien que había colocado su brazo alrededor del talle de Mikito y que tenía su cuerpo muy pegado al del padre de Kuki.
Pero...No era el viejo Kuroiwa. De hecho, no era nadie que Kuki conociera, en un primer momento.
...Si la biología de Urie no hubiese sido alterada para obtener un puesto que al final le habían quitado, el fiel investigador de Rango Primero hubiera tenido un infarto. Probablemente.
Primero, la voz que solo vivía en sus sueños. Después, al voltearse...
—¿Qué edad tienes, hijo? —murmuró Mikito Urie, dejándose caer en el sillón donde usualmente follaba con sus amantes.
El chico no parecía más de diez años mayor que Kuki. Tal vez menos, incluso.
—Soy joven, ¿no querías eso? —le replicó, cortante, el adolescente.
Tenía cabello lacio y corto, que cubría su frente hasta caer sobre ojos fríos, tras gafas cuadradas. Una década más tarde, Kuki Urie sería considerado "Urie", para sí mismo y sus compañeros de escuadra, incluso en el CCG. Porque su padre, Mikito, moriría poco después de estos hechos en el recuerdo de Kuki.
Kuki Urie, a tan tiernos años, no podía recordar el nombre de Arima Kishou, aunque no tardó mucho en reconocerlo: Un joven portavoz de las noticias, el prodigio que anunciaba la posibilidad de entrar en la Academia Junior del CCG. Es solo que generalmente, Arima Kishou hablaba módicamente con los reflectores encima, para un grupo de fans acérrimos de la institución y sus detractores, Kuki jamás vio una grabación o fotografía suya en una sala como estaba entonces, sirviendo dos vasos de whisky, uno para su padre y otro para sí mismo.
Mikito usaba su traje negro de civil. Arima Kishou tenía una camisa blanca y unos pantalones que parecían de colegial.
—¿Cumpliste...dieciocho? Al menos...—murmuró Mikito, Kuki sintió que sonaba mortificado.
El chico de lentes se encogió de hombros, como si fuese obvio.
—Por supuesto —contestó, alcanzándole el vaso de whisky a Mikito.
—¿Cuándo?
Arima Kishou, el joven, sacudió la cabeza, observando su propia bebida y se sentó junto al padre de Kuki.
—Hace un par de años, tengo edad universitaria, el uniforme era mío pero lo llevo hoy porque estuve encubierto, ¿no es como tiene que ser? ¿O esperabas que fuera menor? —lo apuró el adolescente.
Kuki sintió hasta envidia de lo seguro de sí mismo que era. Pero el enojo, la indignación, se gestaron en torno al hecho de que el visitante estaba en el sofá, con su padre. Como tantos otros...A los que Mikito no había rechazado como a Kuki. El niño rompió a llorar silenciosamente otra vez. Soltó un hipido.
El joven Arima Kishou levantó la mirada. Lo vio. No había más que frialdad en él. Aunque su padre estaba de espaldas a la escalera, Kuki pensó que pudo escucharlo, que sabía que estaba ahí. Sus hombros se tensaron.
—Para nada. Tienes la edad, es todo lo que importa —contestó Mikito, con la voz ronca.
Arima Kishou, el adolescente, en seguida dejó de observar al niño que Kuki era. Cuando Mikito Urie tomó su trago de un sorbo, prácticamente, soltó el vaso vacío sobre la mesa con violencia y tomó con ambas manos la cintura del muchacho, atrayéndolo hacia él, provocando que derramara su propia bebida en la alfombra.
Kuki escuchó los ruidosos besos en el hombro del chico. Debió irse entonces. Pero...
Lo había visto antes, desde otro ángulo. La familiaridad de la escena enterrada en su memoria delató a Urie. Estaba en shock antes que horrorizado, cuando Arima Kishou colocó la punta de su miembro, presuntamente repleto de aún más lubricante, en la entrada dilatada de Urie y empujó...
—¿Quieres esto, padre? —murmuró el adolescente de gafas en la pantalla, en tanto el adulto filmado besaba y mordisqueaba su garganta, arrancándole gemidos.
—Si...Kuki...Has sido un chico tan malo...Solo puedo castigarte ahora...
Kuki escuchó bastante bien la conversación. Su pequeño miembro se puso duro pero no sabía cómo aliviarse. Estaba muy enojado, porque su padre llamaba a ese imbécil como a él. Arima Kishou, el adolescente, puso sus muslos a lados de los de su papá, lo besó, intercambiando lenguas, en tanto Mikito le acariciaba la cintura y la espalda.
—¿Este es el miembro que ha engendrado a mis hermanos, padre?
—Si...¿Quieres la verga...de tu propio padre, Kuki?
Los dos hablaban alto. El adolescente lo hacía sin reparos, pero Mikito, ebrio, estaba casi gritando. Querían que Kuki los escuchara. Sabían que estaba ahí, en la escalera. El adolescente se arrodilló en la alfombra y se puso el miembro morado de Mikito, que ya estaba bastante duro, afuera de los pantalones; en la boca.
—¡Si, Kuki! ¡Esto es algo por lo que no me llamarán de tu puta escuela! ¡Chupa, sé como yo! ¡Eres más puta que yo, Kuki! Mi papá tenía que obligarme pero...Tú solo...Solo...¡Ah!
—Eso fue rápido —replicó Arima Kishou, alzando el rostro, haciendo un movimiento que Kuki no llegó a ver, porque estaba más pendiente del gesto relajado de placer y alivio borracho en la cara de su papá.
—Si...
—¿Me deseas, padre? ¿Al menos me quieres para eso? Para que sea tu mujer en la noche...¿Me amarás como no amaste a mi madre?
Mikito Urie miró a Arima Kishou como si no entendiera absolutamente nada de lo que decía. Kuki comprendía todavía menos. Pero su padre tomó el rostro pálido del adolescente y besó sus labios, intercambiando lenguas otra vez, llevándolo a sentarse en sus rodillas.
—¿Te gusta que tu padre te folle, Kuki?
Urie tardó en darse cuenta de que Arima Kishou hablaba al mismo tiempo que su papá, en tanto su miembro se deslizaba en su interior. Jadeó. Asintió.
(¿Quiero esto?), se preguntó. Pero no faltaba mucho. Que su padre estuviera en la pantalla con una versión más joven de Arima Kishou, jugando a tener sexo con él era...Un detalle menor. Tenía que serlo. Se obligó a que así fuera.
(Haise lo hubiera hecho igual), se dijo Urie. Y por un instante, en tanto Arima Kishou lo embestia y sujetaba fuerte sus caderas, Urie indagó sobre el pacto faústico de su superior difunto. Cómo habría sido.
Haise había empezado a abusar de medicación psiquiátrica, calmantes para ghouls, alcohol en menor medida. Porque Urie se lo recomendaba. Desde que...
Un café que le gustaba fue destruído. Arima Kishou se encargó. Tooru halló unos datos. O algo así.
Urie no sabía en qué punto fue el fatal declive de Haise Sasaki pero...Sucedió. Como el de su padre.
Tal vez, Haise se encontró un video de Arima cogiéndose a alguien que amaba. Y fue demasiado.
(¿Es demasiado para mi?)
—¡Fóllame, papá! No soy nada...Solo úsame...—murmuró Urie, muy metido en su papel. Haciéndolo suyo. Conteniendo el vómito y las lágrimas.
El Arima Kishou de diez años atrás hacía casi lo mismo.
Era demasiado para el Kuki de edad escolar, que se fue corriendo a su habitación. Si se hubiese quedado, en lugar de hundir la cara en su almohada, gritando, hubiese visto al joven Arima Kishou abrazado por Mikito Urie entre llanto.
—Sería mejor que murieras, padre...Pero si lo hicieras...No tendría qué hacer...A dónde ir...O a quién obedecer...
Mikito terminó dentro suyo, lo tendió sobre el sillón, entre caricias. Le quitó las gafas y lo estrechó contra su cuerpo, mientras que el adolescente lloraba. Y pronto lo imitó.
Eran patéticos y hermosos.
—Quisiera morir también, Kuki...Tenerte es algo que no puedo hacer...Tu mamá también cree que estaría mejor muerto...—sollozó el padre de Kuki Urie.
La cámara anunciaba poca batería minutos más tarde, en tanto los amantes yacian en la oscuridad.
Arima Kishou, el adulto, por otro lado, imitó a Mikito, se corrió dentro de Urie y también colapsó a su lado, balbuceando el nombre de Haise y mirando al joven con un ruego nublándole los ojos.
Parecía un hombre muy viejo, no un tipo en sus treinta.
Urie ahogó sus lágrimas en rabia, lo besó para callarlo. Lo llenó de caricias forzadas, que casi imitaban la grabación clandestina. Y el adulto lo recibió con agradecimiento, gimiendo contra la boca de Urie.
La semilla de Arima no se había secado, aún manaba caliente del trasero de Urie, cuando este decidió que no era suficiente, aunque su superior, el Ángel de la Muerte, estuviese casi inconsciente.
Urie nunca sabría si lo que pasó más tarde, esa noche, fue un sueño basado en sus deseos más oscuros. O si sucedió.
(Sucedió).
Su padre fue a verlo a su cuarto. Lo despertó entre caricias en el rostro. Kuki se habia dormido sollozando.
—Lo siento, hijo...
—Papá...
Se miraron bajo la luz de la luna, que entraba por la ventana y los bañaba. Mikito estaba desnudo, olía a ese joven. Kuki sintió celos y tristeza.
...No sabía cómo pero deseaba a su padre en su propia cama. Mikito sujetó ambos lados de su cara sonrojada. Temblaba.
—Cuando yo regrese...Tú...Nosotros...Te lo prometo.
Kuki se quedó sin aire. No podía mantener los ojos abiertos. Su corazón latía muy deprisa. El rostro de su padre se le acercó mucho.
Y lo último que recordaba era tibieza, dulzura, cosquillas en los labios y solo un poco de amargo alcohol.
...A la mañana siguiente, Arima Kishou no estaba y su padre le hizo el desayuno a Kuki como si nada hubiera pasado. Antes de irse a trabajar, por última vez.
Había comida en el refrigerador. Su madre no regresó. En las noticias hablaron sobre un terrible ataque ghoul en un distrito marginal. Mencionaron la posibilidad de que un Investigador hubiera muerto. Luego, eran varios.
Kuki llamó a la central donde su padre trabajaba, pero dio ocupado. Usó una llave secreta de Mikito para abrir su gabinete de alcohol y se preparó un trago de whisky, acurrucándose en el sofá donde Mikito tuvo sexo con ese chico extraño y lo llamó "Kuki".
No era raro que Kuki Urie hablara consigo mismo entre paréntesis pero ese año se volvió más y más frecuente, como un monólogo shakespeariano. No fue a la escuela. Miró la película estadounidense de Hamlet que a su papá le gustaba.
"Ese es un buen hijo", solía decir Mikito, sobre el príncipe destrozado por la muerte de su padre. La película era larga pero a ambos les gustaba. No terminó para cuando se hizo de noche y sonó el teléfono.
Era el viejo Kuroiwa.
—Si, residencia Urie —contestó Kuki, alzando el tubo. Escuchó a alguien resoplar del otro lado.
—¿Kuki...? ¿Está tu mamá ahí?
El menor hizo una mueca. Como si su mamá estuviera en casa a menudo.
—No, señor. ¿Mi papá está bien?
—Tu mamá, Kuki. ¿No está ahí?
Kuki se mordió la lengua para no colgarle.
—No.
—¿Dónde está? ¿Lo sabes?
—No sé...
De hecho, sus cosas ya no estaban. Kuki había dado vueltas por la habitación de sus padres y se había acostado en la cama de ambos, aspirando el perfume de su papá. Su madre pasaba tan poco tiempo ahí que nada de ella era perceptible en el lugar.
—Kuki...Dame un momento —Kuroiwa padre pareció apartar el teléfono un momento para gritarle a alguien más—. ¡Hirako, puta madre, aleja esa cosa de mi! ¡No me importa si encontraste a un perro! Tengo al hijo de Mikito en la línea, idiota. ¡Si, Urie, imbécil! ¡Eres el único que no está sangrando, deja de hacerme las cosas más difíciles!
—¿Uh?
Kuki creyó escuchar ladridos del otro lado del teléfono. Luego, volvió la voz afectada de Iwao.
—Dios mío...Hijo, quédate ahí. Pasaré a recogerte. Busca la agenda debajo del teléfono, debe haber un número o algo de tu mamá.
Si Kuki hubiera tenido unos años más, se habría reído. Pero un sentimiento que reconocería como el de ironía subió por su garganta.
—No hay nada, señor. ¿Y mi padre?
—Espera ahí. Voy para allá, no le abras a ningún extraño, no salgas a la calle, sé inteligente como Takeomi, él ya sabe que si pasa algo, tiene que proteger a su mamá.
—Mi mamá no está.
—¡Pero yo ya voy!
Kuroiwa el viejo le colgó, dejando a Kuki Urie sumido en la incertidumbre.
(Tomas lo que tienes. Así es), pensó Kuki Urie, sujetando las caderas de Arima Kishou. Igual que su papá lo hizo.
Aún tenía una erección. No le importaba nada más, tampoco recibió respuesta cuando colocó su miembro en la entrada del mayor.
Arima Kishou jadeó, anticipadamente. Estaba bastante dilatado aunque no estuviera lubricado. Urie pensó que el tipo hacía eso con frecuencia. Y tal vez no con Haise.
—¿Quieres follarte a tu papá? Kuki Urie...—murmuró Arima Kishou, de lado.
Urie sonrió levemente, antes de embestir. Era más un gesto maníaco que uno de placer.
No tenía por qué llorar. Si podía hacer sufrir al que lo había humillado.
Fue estúpido y pueril lo que siguió a la conversación igualmente estúpida y pueril que Kuki tuvo con Iwao Kuroiwa. El niño Urie metió su radio en los bolsillos y se puso sus auriculares. Escuchó el jazz que le gustaba a su papá, Nirvana y algo de Bjork. Iwao Kuroiwa tardó tal vez quince minutos pero pareció muchísimo para Urie.
El amigo del padre de Kuki llegó en su coche de último modelo, el que Mikito solía elogiar con cierta envidia. El padre de Kuki había podido comprar una casa en zona residencial con préstamos y básicamente, la pequeña familia vivía estirando sus extras del CCG. Algo que disgustaba a la mamá de Kuki. Cuando había dinero, su padre priorizaba los estudios de Kuki, gastos de su escuela, ropa, juguetes, material de arte, libros, discos, salidas al campo y otras cosas que a su madre no interesaban. Tal vez por eso, ella desaparecía.
Kuki veía el sacrificio de su padre como muestras del más puro amor. A él jamás le faltaron zapatos o camisas nuevas para el año escolar, pero su papá a veces iba con un traje gastado, hasta que sus colegas arreglaban algo.
Y Kuki sabía cómo hacían esos arreglos. Motivo de que los detestara. Como al mal nacido de Iwao.
—¿Kuki? ¡Soy yo! Tu tío Iwao, hijo. Abre la puerta...—dijo el infeliz contra el portero electrónico de la casa, que Kuki sabía manipular.
(Si fuera un ghoul, el viejo podría comerme, papá), pensó Urie para sí, tirando de sus auriculares para quitárselos y guardarlos. Recibió al viejo Iwao en su sala, entró como una tormenta.
—¿Y mi padre?
...Kuki necesitaba preguntarlo. Es más, quería demandar mayores explicaciones. Pero no tenía energía. El estado de Iwao aumentó sus sospechas sobre algo nefasto. Iwao Kuroiwa tenía cortes en el rostro mal afeitado, tierra en su uniforme blanco y...Algo más. Oscuro, pero no marrón. Rojo. Eso no podía ser bueno. Los agentes del CCG cuidaban muchísimo la apariencia. Hubo un operativo, como su padre le dijo que habría.
Y...
—Kuki, escúchame con atención...
—¿Papá está en un viaje de cacería? ¿O en el hospital?
Iwao Kuroiwa sujetó los brazos de Kuki Urie, con tanta fuerza que casi se los rompió y se arrodilló ante él, con una mueca de cansancio.
—Tu papá...Mikito...No pudimos...
Luego lo que había visto, a Urie no le importó si lastimaba a Arima Kishou. Sin embargo...Ese cuerpo parecía aguantar lo que fuera. Como si no fuese humano.
Urie era Quinx. Tal vez ese superhombre tenía un fetiche con ser cogido por alguien que tenía la misma sangre que los ghouls que mataba.
Y a Urie también le gustó. Le gustó que la piel de Arima estuviera fría, pero que sudara y gimiera como una mujer lasciva lo hubiera hecho. Que abriera la boca, sus labios pálidos y que empañara sus lentes. Le gustó lo flexible que estaba dentro de él. Lo bien que se sentía su...Su...
No había usado ese término con nadie más que con Haise. Pero el trasero de Arima Kishou, tan musculoso, redondo y pálido, era una jodida "man pussy", una vagina de hombre.
—¿Qué clase de...degenerado...se folla a su propio...padre? Kuki Urie...—suspiró Arima Kishou.
Urie no respondió. Pero estaba al borde. Solo embistió más rápido.
—Necesito que guardes la compostura, Kuki. Bebe agua. Bueno...¿Por qué no algo más fuerte?
(No toques las botellas de whisky de papá, son costosas, cerdo...)
—Vamos...Solo unos sorbos. Voy a buscar tu traje.
—¿Y mi padre?
Kuki se escuchaba a sí mismo desde lejos. Babeaba. Temblaba. Iwao Kuroiwa le dio un vaso con bebida espirituosa. No era la primera vez que Kuki bebía. Pero no sentía el líquido bajar por su garganta. Ni las cosquillas en sus labios. Solo naúseas.
—No...hay suficiente, Kuki. Los bastardos despedazan todo. Lo siento. Debí protegerlo.
(Si, debiste).
—¿Kuki?
El adulto lo había obligado a sentarse pero las piernas de Kuki temblaban y pronto vio todo borroso. Gritó.
Arima Kishou, casi de treinta años, siseó de la misma manera que cuando era poco más que un adolescente en brazos de Mikito Urie, mientras que Kuki se vaciaba en su interior.
—Haise...Haise...
Era grotesco. Pero le gustaba. Tenía energía. De repente, era como si el adulto no. Su vitalidad se había acabado totalmente, jadeaba, miraba a las sábanas como si le avergonzara voltearse hacia Kuki Urie.
Y era así como a Kuki le gustaba aquello. Como nunca pensó que lo tendría.
Jaloneó los cabellos de Arima y continuó.
—Te lo digo, Marude, deberías venir. ¿Qué? ¿Qué se supone que haga? Maldita sea. Tengo familia, tengo un hijo, una esposa. No los he visto por estar aquí. No me digas que no cumplí. ¿Dónde está Mado? Si, lo sé. Pero no es el único que perdió a alguien. ¿No tiene una hija? Mierda...
Kuki solo quería que el maldito dejara de tocar los objetos en la casa de su padre. O eso recordaba. Sentía que le habían robado algo. Puntualmente. Que era mentira. Y al mismo tiempo, que se trataba de una injusticia.
Su padre fue un hombre noble. Si el hijo de puta de Iwao hubiera muerto, él hubiese ido a buscar a Takeomi y lo hubiera tratado como si fuesen familia. O algo así. Mínimo. No como si el chico fuese una obligación que no quería. No como si no fuera culpable de dejar morir a alguien.
La sensación de desconfianza en el viejo Kuroiwa fue en aumento. Kuki lloró, perdió la consciencia un par de veces. Llegó a pensar que era un sueño.
Pero debían tener la ceremonia. Y él tenía que ir. Casi al día siguiente.
Kuroiwa el viejo lo ayudó a empacar algunas prendas y lo llevó a su propia casa. Kuki no quería ir. Pero siguió su corriente, sabiendo que no podría discutir.
—Lo siento, Kuki.
Urie había llorado hasta el cansancio y las palabras de Takeomi no significaban nada.
Probablemente se había puesto un traje por orden del viejo Iwao.
Cada vez que Kuki pensaba en su padre, temblaba y vomitaba. Creía que era un error. Que su padre aparecería por la puerta, herido pero sonriente. Que le acariciaría la cabeza. Porque ningún ghoul podía con él.
Porque tenía que cumplir su promesa. Estarían juntos.
(Mi papá está bien).
El padre de Takeomi se quedó allí. Le acarició el mentón y los hombros. Habló en susurros con Takeomi sobre la escuela y lo agradecidos que estaban de seguir con sus malditas vidas. Como si Urie a penas y estuviera ahí. Y su padre no iniciara un viaje subterráneo. El segundo.
Y Takeomi le tomó la mano. Como si Kuki fuera una niña. Pudo ver que lloraba. Porque el maldito le tenía lástima.
(Tu padre debió morir en vez del mío).
Flores que Kuki no podía pagar, a cargo de la beneficencia de hombres trajeados, cada uno más culpable de la valentía de su padre, de su muerte, casi un suicidio asistido por una sociedad que oscilaba entre lo cruel y lo indiferente.
El amor de ciertas madre desaparece antes que el semen en unas sábanas. Tal vez ella le envió tarjetas en alguna ocasión o una de sus tías las falsificó. Eventualmente, dejaron de llegar.
Ella cobró un seguro por Mikito y desapareció. La gente del CCG lo sabía.
¿Qué fue de Kuki? Tenía familia, irresponsable y sin afecto por él, pero no era un huérfano. Estaba endeudado antes de llegar a la mayoría de edad pero no era pobre, Mikito acumuló cierto capital que sus acreedores no pudieron tomar en pago.
Las clases de arte era caras y su papá siempre quiso que estudiara eso...
De niño, durante lo que quedaba de su niñez, lloraba a su padre más que a su madre. No es necesario explicarlo.
Su mamá estaba ausente en todo sentido y pronto, Urie olvidó hasta su rostro. Por colegas del CCG, sabía que no era el único huérfano por la Operación Búho. Siquiera debido a ghouls en general.
La mayoría de los niños que tomaban los cursos de combate y defensa en la Academia estaban solos en la vida. Era normal vivir allí, en una cama subsidiada por el gobierno, también ir a clases ocasionales, sin dejar de estar en secundaria.
A Urie le iba bien. Lloraba durante las noches y las tardes sin tarea, pero la sombra de la pérdida lo atormentaba en vida y en muerte.
El dinero escaseaba. Sus tíos se turnaban para tenerlo como visitante, pero la casa que su padre compró en la zona residencial lo esperaba como la carcasa de un insecto muerto. Urie se quedó allí como si fuese un campamento. Todo el tiempo que pudo, como en un capítulo de "El señor de las moscas". A nadie le importaba lo suficiente, mientras fuera a clases.
Podía dormir en las sábanas que Mikito había dejado, podía sentir rabia al recordar al idiota de Takeomi siendo abrazado por su padre, dándole la mano como limosna. Cómo a Iwao y su progenie los unía el sentimiento de no haber vivido la historia de Mikito y Kuki.
...El desgraciado de Iwao Kuroiwa debió morir en lugar de su papá pero por caliente, le había cedido su puesto a cambio de sexo. Aquello indignaba a Urie.
Seguía viendo a Takeomi en la escuela. No tenía dinero ni para comer, la conexión eléctrica falló, pero Urie se movía motivado por el resentimiento.
Y entonces, él vino. Urie solo lo encontró una noche en el mismo sofá donde dormía con su padre.
—¿Kuki? ¿Por qué no te sientas? Solucioné algunos problemas con las tarifas de tu casa. Es lo que Mikito hubiera querido...
—Gracias.
(Es lo menos que puedes hacer, viejo asqueroso).
—Me temo que no pude traer de vuelta a tu mamá, chico. Mikito ahorró para ti y ella, el CCG nos dio un seguro muy bueno, sin embargo...Tu mamá se está tomando su tiempo para regresar de su...viaje de autodescubrimiento o lo que sea.
—Ya veo.
(Es una perra, papá lo sabía).
—¿Cómo va la escuela? Takeomi dice que lo haces muy bien en arte pero que también eres bueno en matemáticas, economía y en las clases de defensa contra ghouls. No eres...tan bueno como él en eso último, claro. Mi hijo tiene una fuerza especial. Pero eres hábil. Mikito estaría orgulloso.
(No digas su nombre).
—Gracias...—murmuró Urie, sentándose al lado del adulto, quien no tardó en comenzar a acariciar su espalda.
—Estoy haciendo muchos sacrificios, estoy invirtiendo en ti, ¿vale? Como mi mejor amigo hubiera querido que lo hiciera. A ti no te faltará nada. Puedes seguir llamándome "tío".
Urie quería gritar y llorar pero solo se quedó ahí. Pensó en su papá.
—La hipoteca de aquí es costosa...Puedo cubrirla por ti. Pero...Kuki, sabes que tu papá y yo solíamos jugar, ¿cierto? Nos viste un par de veces. No mientas...
El roce en la espalda de Urie se volvió más insistente. Él cerró los ojos y asintió.
—Entonces, sabes cómo jugábamos, ¿verdad?
Iwao Kuroiwa le sujetó el mentón para mirarlo. Cuando Urie abrió los ojos, su "tío" se veía mucho más viejo que antes de cerrarlos.
—¿Te gustaba vernos, Kuki?
(No).
—Si.
(Necesito el dinero, la escuela, la casa...)
—¿Te gustaba...verme a mí?
(¡No!)
—Si.
—Lo sabía...¿Por eso nos espiabas? ¿Querías hacer lo mismo que tu papá conmigo?
(Asco).
—Si.
Iwao Kuroiwa rió muy fuerte. Urie se preguntó si era capaz de mirar así a Takeomi también. O si solo era con él.
¿Importaba?
—¿Recuerdas lo que hacíamos primero? Kuki...Te seré franco, eres joven pero estoy muy necesitado. No se lo digas a nadie y te prometo que no lo lamentarás.
(Ya lo hago).
Iwao Kuroiwa se quitó el cinturón y bajó sus pantalones con la ropa interior, inclinándose.
—Usa la lengua primero, ¿si? Es lo que más me gusta...
Ni todo el horror que sentía lo detuvo. Kuki era un sobreviviente. Como su papá.
Urie se tumbó junto a Arima Kishou cuando finalmente terminaron. Cerró los ojos y tal vez durmió. La música también se había acabado. El mayor colocó su pálido y musculoso brazo sobre el pecho de Kuki Urie.
(Fue humillante pero espero que valga la puta pena).
—No eres como él.
Urie no sabía si hablaba de Haise o su padre. Tampoco qué lo hubiera tranquilizado más.
—Necesito tu lealtad.
—La tiene.
(En tanto me sea conveniente).
¿Qué sería la lealtad para Arima Kishou? ¿Dormir con él? No. Sería demasiado fácil para un tipo tan retorcido.
—Si alguna vez me traicionas, voy a matar a todos tus amigos —murmuró Arima Kishou, con una resolución que estremeció a Urie.
—No será necesario.
(Jamás lo permitiría).
Arima Kishou, en el cuarto de luces bajas, miró a Urie como si fuese la primera vez que lo veía y no estuvieran los dos embebidos en los fluídos el uno del otro. Se irguió solo para para besarlo suavemente.
—Debo volver al trabajo. Te quiero en mi oficina, a primera hora mañana. Haremos una inspección a la prisión. Y hay una investigación que te requiere.
(¿Me está echando?)
—Bien.
Urie se removió las sábanas que cubrían su desnudez y evitó mirar a Arima Kishou, en tanto se vestía para marcharse.
—Kuki, ¿no quieres ponerle la cola al burro?
(Mejor no te digo lo que le puse a su papá en su cola).
Kuki tenía animales peludos para el resto de su puta vida.
—No, gracias, Takeomi.
—¿No te gusta este juego?
...Kuroiwa hijo parecía a punto de llorar, era insoportable. Había invitado a toda la clase a su fiesta. Tan patético.
—Es para niños.
—Bueno...Cumplí diez años, Kuki. Igual que tú.
(Si, mierda).
—Cierto.
—¿Querrás pastel? No sé a dónde fuiste cuando lo cortamos. Quería que soplaras las velas conmigo porque...Bueno...Tú no tienes...
(...Fiesta de cumpleaños o familia, pequeño hijo de puta, y es culpa de tu padre).
—Estoy bien.
Urie se sentía a siglos de cualquier pequeño cretino como Takeomi Kuroiwa. Así como su propio padre estaba a años luz de un burro peludo como Iwao.
—¿Puedo traerte algo? Tu tía no responde el teléfono, así que papá dice que te puedes quedar a cenar.
(Métete tu cena casera de mamá en el culo, Takeomi).
—Gracias.
(Pendejo).
—¿Mi papá te habló de la beca?
(Me hizo chuparlo tan fuerte que si veo la crema o el chocolate de tu pastel asqueroso, te juro...)
—Si.
—¡Vas a poder estudiar conmigo! O sea...No es necesario que vivas con los de la Academia inicial, con los...Ya sabes.
(¿Huérfanos, imbécil?)
—Puedes tomar las clases complementarias de defensa y quedarte aquí hasta que ingresemos en una de las superiores.
Takeomi le tomó la mano. Estaba sudada y tibia, pegajosa, menos fría que en el funeral de Mikito. Los otros niños se habían ido. Urie no sabía cómo sentirse. El rostro de Takeomi estaba demasiado cerca. Y Kuki Urie aún sentía en la lengua, el agrio sabor del padre de Kuroiwa niño.
—¿No estás contento? Yo...Yo voy a cuidar de ti. Y también mi papá. Serás como su hijo.
Urie podía respirar el aliento de Takeomi. Olía a pastel, azúcar, a diferencia de su padre, en el que se sentían los puros y el alcohol. Había algo parecido, sin embargo. Takeomi le apretó la mano más fuerte.
—Tengo un papá...—murmuró Urie, empujando a Takeomi. Su "amigo" se apartó, con los ojos muy abiertos y lagrimeando. Como dolido.
(No jodas).
—¿No vas a vivir aquí? ¿Quieres hacer las cosas solo? Mi papá dice que el tuyo también era muy orgulloso.
(Cállate, no menciones a mi padre, parásito).
—Lo haré. Pero solo un par de años. Me emanciparé en cuanto pueda.
—Ah...
—Si.
(No tengo mejores opciones si quiero ser investigador, que estos cerdos lo paguen).
—Está bien. Todavía soy muy joven. Papá dice que tengo que preguntarle de nuevo todo lo que es del futuro, aunque algunas de mis metas están más que claras. Voy a seguir sus pasos. Y tú...los de tu papá, ¿no? Es algo de qué estar orgullosos.
(Yo, cuando menos).
—Claro.
Se sentaron en el cuarto de juegos de Takeomi. La casa de los Kuroiwa era más grande que la de Urie y su padre pero en una zona menos acaudalada. Urie pensó que eso la empobrecía y que ellos se portaban de manera creída. Innecesariamente.
—¿Quieres algo?
—¿Como qué?
(¿Vas a hacer caridad conmigo?)
—No te gustan los bocadillos. ¿No hay nada del salón que te guste? Así sean mis regalos. Me dieron demasiados hoy. No voy a usar ni me gusta todo.
(No quiero tus sobras).
Urie trató de imaginar un mundo (preferible) donde el padre de Kuroiwa niño se hubiese ido. Él nunca hubiera humillado a Takeomi con lástima. Eso solo le hubiese dado tranquilidad momentánea. Como un pan a un mendigo.
—¿Pintas todavía, Urie? Mi mamá quería que yo siguiera en la escuela de arte pero no soy bueno. ¿Quieres mis pinturas y lienzos? Todo está nuevo.
(¿Qué?)
—¿Uh?
—Si. Mi papá y yo creemos que tienes mucho talento. Pienso que debes dejarlo salir aunque vayas a ser un guerrero como nosotros. Sería una pena si no.
Urie se mordió el labio inferior. Sus tíos economizaban en gastos extra como si no cobraran un cheque del CCG por hacerse cargo de él. La pintura había sido de sus pasatiempos recortados. Se moría por dibujar y pintar lo que fuera.
...Al pequeño Takeomi con un miembro en la boca. Al viejo Kuroiwa reventado en una oficina lujosa, con sus intestinos en la boca de un ghoul narcisista. Si.
—¿Quieres jugar, Takeomi?
El idiota sonrió con alivio e ilusión. Era evidente que llevaba algún tiempo entusiasmado con la fantasía de que Kuki Urie le prestara atención.
—¡Claro! ¿A ponerle la cola al burro?
Urie se abstubo de poner los ojos en blanco.
—Mejor.
Lo peor no fue buscar un taxi de madrugada a los tropezones, alejándose del apartamento falso de Arima Kishou, pensando en su papá, tratando de apartar de su mente la imagen de Haise y de ahogar las lágrimas.
Se había dejado llevar en la cama de ese tipo, no era la primera vez que algo así le sucedía. No era lo mejor, tampoco. Es solo que Urie no tenía opciones.
Necesitaba su rango, Haise descansaba en paz (o no), masticado y escupido por los de su raza, a los que quiso salvar y matar. ¿Su papá?
Kuki, también Mikito, eran de la raza de los sobrevivientes. Tal vez la grabación de Arima había impactado menos en Urie porque él lo sabía.
Su papá era humano, necesitaba ayuda, amor, el apoyo posible. Todo lo que el maldito Kuroiwa no le dio. Todo lo que esos hombres, rameras de traje, le negaron. Usaron el cuerpo de Mikito y luego permitieron que un ghoul se lo comiera.
Inaudito.
Su papá no era perfecto. Había retozado con un adolescente porque no sabía cómo lidiar con su propio hijo, enamorado de él. Mikito también lo amaba. Si hubieran tenido oportunidad, el mundo sería otro.
(Los Kuroiwa me las pagarán...Incluso Haise...Y este degenerado que se atrevió a tocar la memoria de mi padre).
N/A: Hay una continuación de este fic pero no la he encontrado en mi biblioteca IRL, ya que está en un cuaderno de papel físico. Confío en ubicarla pronto y actualizar con el final.
