Era una noche bastante fría, de esas noches que servían como pretexto perfecto a los amantes para calentarse mutuamente, mediante el estremecer de sus cuerpos desnudos buscar esa calidez anhelada. No solo que sus cuerpos ardieran, también lo que podían llamar "corazón" se envolviera en ese fuego abrasador que los consumiera al final. Este era su propio infierno, un infierno que irónicamente los hacía tocar el cielo con cada beso, cada mirada, cada caricia que compartían.

La oscuridad los cobijaba incitándoles a "pecar", no era difícil sucumbir en el encanto del otro, una sonrisa bastaba para que sus labios se unieran en un beso cargado de deseo; siendo el inicio de una entrega que haría revivir sus seres que creían muertos, carentes de cualquier sentimiento bueno. Dejándose llevar por la pasión perdían la noción de todo a su alrededor menos de si mismos, sobre el tambaleante escritorio de dura madera en uno de los salones del prestigioso Weston College, un jadeante Ciel Phantomhive temblaba por el placer que solo su demonio podía darle.

Casi falto de aliento, con la mirada llorosa podía sentir como ese dulce veneno inundaba cálidamente su corrompido interior, su agitación evidenciaba la satisfacción plena de este orgasmo que le fue regalado. Sebastian sonreía complacido sobre su amo, acomodado entre sus piernas no se explicaba cómo este pequeño y escuálido cuerpo podía brindarle un placer tan intenso, tal vez era por el simple hecho de que su alma vibraba exquisitamente, algo que a un demonio le era imposible resistirse, ¿o había algún otro motivo para disfrutar tenerse de esta manera?

—Eres extraño… —Ciel susurró cuando recuperó un poco el aliento, teniendo tan cerca a su demonio podía percibir con claridad cada uno de sus gestos, notando como su sonrisa de antes se borró para reflejar algo de confusión en su fría mirada.

—¿Por qué dice eso? ¿Por qué todavía sigo dentro suyo? —Este decía con picardía, volviendo a esbozar una sonrisa continuó moviéndose lentamente en su húmeda cavidad, haciendo estremecer a ambos. —Le recuerdo que a usted no le gusta que salga enseguida, lo considera descortés.

—¿Cuándo dije eso?

—Bueno, lo de la descortesía es una suposición mía, pero si ordenó que me quedara dentro hasta que dejara de estar duro.

La cara de Ciel volvió a encenderse en un intenso rubor que se extendió más allá de sus delicadas mejillas al escuchar tal respuesta, que vergonzosamente era cierta en gran parte, ¿en qué clase de lascivo joven se estaba convirtiendo al pedir eso aquella vez?. El demonio sonreía complacido ante su gesto, sin duda era adorable la innata timidez de su amo, algo contrastante al gesto de hace unos segundos cuando en su arrebato gemía sin pudor alguno. —Hablando en serio, por qué dijiste que era extraño.

—Por nada, saca tu cosa. Debo regresar a la habitación antes que alguien note que salí.

—Si alguien lo nota, solo debes decir que el profesor Michaelis te daba clases extras.

—¿Clases a estas horas de la noche?

—Si no es creíble diles que te castigó con su vara por ser un niño malo.

—Que idiota, saca tu "vara" de una vez.

Ciel murmuró con fingido malhumor dedicándole esa usual mirada austera suya, empujándolo lo obligaba a salir de su interior en medio de un grotesco sonido que lo hizo sonrojarse más. Alguien debía poner un limite, era demasiado tentador tenerlo así cuando no era posible seguir jugando y poner en riesgo la misión, si estuvieran en la mansión no se vería en la obligación de restringir su encuentro. A pesar de la situación actual el conde debía admitir que era algo divertido salir de la rutina, estar a la zozobra de ser descubiertos desataba el espíritu travieso en ambos, su romance se volvía más clandestino entre las paredes de esta escuela.

Minutos después con un beso en la mejilla el demonio se despedía de su amo, antes de dejar esa habitación que habían acogido temporalmente como refugio para saciar sus ansias. Ciel a modo de despedida solo chasqueó la lengua ante el contacto de sus labios en ese dulce beso, incluso un demonio podía tener detalles lindos como este, pensaba mientras agilizaba sus pasos por el oscuro pasillo que lo llevaría a su habitación. Su cuerpo se sentía algo adolorido, con cada paso que daba se estremecía, suponía que este era el precio a pagar por tener a un demonio como amante.

Sebastian Michaelis en la intimidad era apasionado, cautivador y bastante brusco, una combinación que no le desagradaba en absoluto. Podía sentir como su naturaleza demoníaca salía a relucir en cada entrega, no le asustaba y a la vez era demasiado orgulloso para mostrar debilidad al pedirle que lo embistiera con más calma. Además era su deleite este exquisito dolor, el sentir como todo su ser parecía romperse, solo en esos momentos su demonio tenía permitido hacer lo que quisiera con su cuerpo si cumplía el objetivo, hacerlo sentir vivo.

Una vez que cansinamente cayó en la cama podía sentir como su piel seguía estremecida, entre bostezos se acurrucaba en las sábanas, extrañamente esta sensación de cosquilleo le ayudaba a conciliar el sueño y así sin darse cuenta se quedó dormido.

—Oye Ciel, aunque disimules he notado que miras mucho al profesor Michaelis, ¿te gusta?

—¡Claro que no! —Este le respondió molesto al joven que pretendía ser su amigo, ese chico amable e ingenuo de apellido McMillan, quien solo sonrió al ver su gesto mientras seguían desayunando en el comedor junto a los demás estudiantes.

—No tienes que enojarte, no sería raro que te guste un maestro. Además he escuchado que a algunos le gusta el profesor Michaelis, después de todo, es atractivo, amable e inteligente, es un magnífico profesor.

—Creo que a ti te gusta… —Con una sonrisa forzada Ciel decía para seguir la conversación como lo harían los chicos normales a esta edad al molestarse sobre quien le gustaba o no.

Pero le era difícil adaptarse a este tipo de dinámica social, y le era aún más complicado cuando habían celos de por medio, en su mente un posesivo pensamiento persistía, Sebastian le pertenecía era solo suyo. Calmando su mente inquieta solo siguió sonriendo al ver cómo ese joven negaba tímidamente con la cabeza.

Mientras tanto el profesor en cuestión con disimulo observaba la amistosa escena a unos metros de distancia, notando la incomodidad de su amo solo esbozó una imperceptible sonrisa.

—Sabes… —Murmuró este en confidencia acercándose a Ciel para contarle algo al oído— Hay un chico que dice que el profesor Michaelis lo besó… Tal vez es de esos profesores, si es así deberías aprovechar si te gusta mucho.

El gesto de Ciel cambió abruptamente aunque de inmediato disimuló su enojo, no podía exponer su sentir ante lo que probablemente era el rumor tonto de uno de esos chicos enamorados de su mayordomo. —Esos profesores… ¿A qué te refieres?

—Ya sabes, esos que se toman ciertas libertades con sus estudiantes, mientras todo se mantenga con cautela pueden hacer lo que quieran.

—No creo que el profesor Michaelis haga algo así, se ve que es muy correcto.

—Jeje, esos son los peores… Eso dicen, no sé la verdad…

El joven animado aclaraba aunque no tenía experiencia directa al respecto, sólo repetía lo que había escuchado alguna vez de otros chicos. Ciel mantenía su forzada sonrisa aunque internamente no podía evitar sentirse molesto, sabía bien que Sebastian tenía permitido hacer lo posible e imposible para facilitar la misión, pero que estuviera seduciendo niños no era parte del plan, ¿o si?.

Y si lo hizo, lo correcto era que se lo informara para mantenerlo al tanto de sus movimientos, trataba de convencerse que su enojo radicaba al pensar que su demonio se estaba tomando atribuciones que no le correspondían, no que eran celos.

Sin embargo, al pensar en el hecho de que hace unas horas tuvieron sexo en la clandestinidad de una habitación, y no mencionara que había besado a alguien por el bien de la misión, le hacía hervir la sangre. Pero, ¿por qué se sentía tan enojado por algo que tal vez ni siquiera pasó? Se avergonzó de si mismo al pensarlo con algo de lógica.

—Ciel, te quedaste callado.

—Ah, nada… Es que no sabía esas cosas de las escuelas, todo es nuevo para mi.

—Si, seguramente tus tutores en casa nunca tuvieron ese tipo de acercamiento contigo ¿verdad?. Bueno, estando con un solo estudiante sería difícil disimular.

—Tienes razón, pero tuve un tutor que era un poco lascivo.

—¡¿Qué!? ¿En serio? Cuéntame, por favor.

—Y tú eres un poco chismoso.

—Como sea, dime… ¿Te tocó ahí abajo? ¿Te besó? ¿Te hizo cosas?

—No, solo me miraba raro, creo que le gustaba. —Respondió para no entrar en detalles vergonzosos.

—¿Si? Solo eso… ¿Y él te gustaba?

—No, era un estirado con cara de idiota… Muy desagradable. —Decía Ciel pensando en su demonio, de alguna forma debía desahogar este malestar que persistía y le hacía revolver las entrañas.

Minutos después del desayuno se veía a los estudiantes en la biblioteca como parte de un trabajo investigativo en clase. Ciel junto a su amigo, que no se le separaba leían algunos libros de referencia esa mañana, Sebastian que estaba cerca notaba como su amo parecía molesto y lo ignoraba, a pesar de que en ese momento no era su mayordomo sino el profesor, sin entender lo que le pasaba solo le seguía la corriente.

—Ciel, Ciel… Mira ese es el chico, el que dijo que el profesor lo besó… —Susurraba Macmillan cuando veía a un chico rubio acercarse a Sebastian que ordenaba unos libros de la repisa.

—Ese es…

—Es Joanne Harcourt de la casa Roja… Debe estar muy enamorado de nuestro profesor para venir a buscarlo ahora, que descaro.

Ciel no escuchó parte de lo que su amigo decía, solo sintió como algo en su interior ardía, ese era el chico que Sebastian consoló unos días antes, del que sacó información valiosa para desenmascarar a ese idiota de Maurice Cole. Lo que no recordaba era que su demonio comentara que lo había consolado con besos, y por la forma en que este chico le hablaba y lo débil que era su demonio al encanto de los niños solo pensaba que probablemente ese beso no era solo un rumor.

Si no era algo importante, ¿por qué Sebastian le ocultaría ese hecho? ¿Acaso su demonio le era infiel?. Su respiración se paralizó un instante al pensar en la palabra "infiel", palabra que el mismo trajo a su mente. ¿Qué relación realmente tenía con Sebastian para creer que este le guardaría ese tipo de fidelidad?